viernes, 25 de enero de 2019

Credo ut intelligam (Creo para entender).

Credo ut intelligam
(Creo para entender)

¿Les parece conocido? Sí. La verdad es que esta sentencia latina se parece mucho al ''Nisi credideritis, non intelligetis'' (Sin creer no se puede entender) de San Agustín de Hipona, y es que es una sentencia de San Anselmo de Canterbury inspirada en el santo de Hipona. 

El obispo de Canterbury quería unir una vez más la difícil relación que tenía la fe con la razón. Pero ¿qué quiere decir esto exactamente? Anselmo nos decía que la fe constata la razón, es decir, necesitamos de ella para confirmar aquello que creemos firmemente. El orden entre razón y fe es claro, pues la fe va primero y Anselmo lo ejemplifica con un niño. 

  • Imaginemos a un niño que es dejado solo por un momento. Con la suficiente edad, el niño sabe que su papá no se irá para siempre cuando se aleja por un momento, es decir, primero aplica la confianza, o en este caso, la fe para confirmar su conocimiento, lo que significa, que su padre vendrá en cualquier momento. 

En efecto, como diría el gran Avicena, la mente del niño primeramente es específica y luego se vuelve general. Su construcción del mundo va primero al afirmar el conocimiento con la fe de cada cosa que ve y experimenta. 

Esto coincidiría con otra sentencia muy conocida de San Anselmo de Canterbury:

''Neque enim quaero intelligere ut credam, sed credo ut intelligam''
(No busco entender para creer, sino que creo para entender)

Una sentencia que será considerada por el resto de los filósofos cristianos de la escolástica y también por otros. 

Conclusión

Esta puede ser la última teoría o postulado de San Anselmo de Canterbury, a quien hemos analizado en este blog de manera exhaustiva. Sus propuestas aún dan que hablar sobre todo en el ámbito de la teología, pues es visible ver como unos cristianos inconscientemente de ello, usan el argumento de la fe o el argumento ontológico para probar la existencia de Dios. 

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