SOBRE EL INFINITO UNIVERSO Y LOS MUNDOS
Diálogo segundo
Filoteo argumenta que, si el principio supremo es infinito y absoluto, entonces su creación también debe serlo. Así como la mente humana puede imaginar siempre una extensión mayor o un número más alto, el entendimiento divino abarca una realidad infinita en acto, no solo en potencia.
Para reforzar esta idea, Filoteo explica que la potencia activa de la causa primera debe corresponderse con una potencia infinita en el sujeto que la recibe. Esto implica que, si el universo tuviera un límite, significaría que el poder creador también sería finito, lo que contradice la idea de una causa suprema sin restricciones. Asimismo, cuestiona la noción de vacío absoluto, afirmando que este no es una "nada" carente de existencia, sino un espacio donde los mundos existen y se distribuyen, lo que permite que el universo sea inmenso e ilimitado.
Elpino, en su escepticismo, pide una distinción clara entre mundo y universo. Filoteo responde que muchos filósofos antiguos ya diferenciaban entre el mundo material finito (compuesto por cuerpos sólidos) y el universo infinito, que abarca no solo los cuerpos celestes, sino también el vacío, el espacio y el éter en el que se encuentran. Desde esta perspectiva, la existencia de múltiples mundos no solo es posible, sino necesaria, ya que la creación infinita implica una multiplicidad sin límites.
La argumentación también desafía la idea de que la materia debe tener un límite en su crecimiento. Se menciona que, así como el fuego puede expandirse indefinidamente si tiene suficiente alimento, la materia no debería tener restricciones naturales que impidan su expansión infinita. De este modo, Filoteo critica las concepciones tradicionales que limitan el universo a una esfera cerrada, sugiriendo que estas no son más que construcciones arbitrarias sin fundamento real.
Además, se expone una fuerte crítica contra los filósofos que han defendido la limitación del mundo sin ofrecer pruebas sólidas, acusándolos de imponer definiciones erróneas y manipulaciones conceptuales. Filoteo sostiene que, en muchas ocasiones, los argumentos contra el vacío y el infinito se basan en supuestos y en la autoridad de las doctrinas establecidas, más que en la verdadera observación de la naturaleza.
A lo largo del diálogo, se presenta la idea de que el universo no puede estar contenido dentro de un límite absoluto, ya que esto implicaría la posibilidad de un espacio "vacío" más allá del mundo conocido. En este sentido, se afirma que el universo infinito es la única respuesta lógica si se considera una causa primera sin restricciones, capaz de generar un número ilimitado de mundos.
Las ideas de Aristóteles
Elpino introduce el tema leyendo una reflexión de Aristóteles, quien considera crucial analizar si existe un cuerpo infinito y si hay un solo mundo o muchos. Aristóteles advierte que una mala comprensión de estas cuestiones conduce a errores filosóficos de gran escala, comparables a desviarse levemente al inicio de un camino y terminar, por ello, en un destino totalmente distinto del pretendido. A partir de esto, sostiene que, así como algunos han errado al asumir principios incorrectos (como los indivisibles), otros también podrían caer en el error si aceptan un universo infinito sin un análisis riguroso.
Filoteo responde afirmando que, si bien el planteamiento de Aristóteles parece importante, en realidad él mismo ha caído en error por asumir el principio contrario al verdadero. Así como Aristóteles acusa a otros de malinterpretar el principio, Filoteo señala que es él quien ha desviado completamente el estudio de la naturaleza al rechazar la infinitud del universo.
Aristóteles intenta demostrar que un cuerpo redondo no puede ser infinito, argumentando que, si lo fuera, las líneas que parten de su centro serían infinitas y las distancias entre ellas crecerían sin límite, lo que haría imposible que un cuerpo las recorriera. Filoteo objeta que este razonamiento está mal dirigido: nadie en la tradición filosófica había afirmado que el universo infinito fuera móvil. De hecho, los antiguos sostenían que el infinito es inmóvil. Aristóteles, según Filoteo, combate una idea que ningún adversario sostiene realmente, construyendo una refutación contra un supuesto falso.
Elpino confirma esta crítica, señalando que todos los argumentos de Aristóteles se basan en el supuesto erróneo de que el universo infinito es también móvil. Esa combinación —infinito y móvil— es un sinsentido, dice, a menos que se identifiquen paradojalmente el movimiento infinito con la quietud infinita, como se discutió en otro momento sobre los mundos particulares.
Filoteo insiste en que el universo, al ser infinito, no debe considerarse sujeto al movimiento. Aristóteles, en su crítica, asume falsamente que todos sus adversarios comparten sus propios supuestos: que el universo debe tener forma, centro, periferia y movimiento circular. En realidad, los defensores del infinito piensan en un universo ilimitado, sin centro ni figura definida, que sirve como receptáculo de múltiples mundos móviles (como los astros), no como un todo que se mueve.
Después de presentar sus argumentos sobre el movimiento circular, Aristóteles pasa al movimiento recto (hacia arriba o hacia abajo), y argumenta que si hubiera un espacio infinito, no habría extremos determinados, lo que haría imposible definir el movimiento de los cuerpos. También intenta mostrar que no puede haber un cuerpo infinito pesado, porque tendría un peso infinito, lo que llevaría a contradicciones: por ejemplo, que un cuerpo finito podría ser igual o incluso más pesado que uno infinito, lo cual es absurdo.
Filoteo no replica punto por punto esta parte, pero deja en evidencia que los argumentos aristotélicos carecen de solidez porque presuponen un universo ordenado según parámetros finitos, donde las categorías de movimiento, peso, centro y límite aplican por igual al universo entero. Sin embargo, para Bruno y los suyos, el universo infinito no se comporta como una gran esfera finita: no tiene centro, ni borde, ni totalidad móvil, sino que es el espacio ilimitado donde existen infinitos mundos finitos, con sus propios centros y movimientos locales.
Universo sin centro
Filoteo lanza una crítica afilada contra las concepciones tradicionales del cosmos que todavía intentan mantener nociones como “centro”, “arriba” y “abajo” como si fueran absolutas. Según él, quienes se oponen a la idea de un universo infinito cometen un error básico: atribuyen al infinito características propias del mundo finito, como extremos, direcciones fijas o peso universal. En realidad, si el universo es infinito, no puede tener centro ni límites, y por tanto tampoco puede hablarse de lugares absolutos.
Filoteo cuestiona que se argumente desde premisas ya refutadas. Por ejemplo, cuando su oponente intenta defender la existencia de un "medio" o "extremo" en el universo, ya está suponiendo aquello que debería probar. En el espacio infinito, no puede haber ni centro único ni periferia final, y por tanto tampoco tiene sentido hablar de una dirección universal hacia lo alto o hacia lo bajo. Todo depende del punto de vista. Así como nosotros en la Tierra decimos que algo sube hacia la Luna, los habitantes de la Luna —a quienes llama irónicamente “anticéfalos”— dirán que baja. Lo que para unos es ascenso, para otros es descenso. Las categorías espaciales, entonces, son relativas, no absolutas.
En este universo poblado por infinitos mundos, cada cuerpo puede ser centro de su propio horizonte. El universo no gira en torno a la Tierra, ni tiene polos fijos o puntos privilegiados. Cada lugar puede ser centro o periferia según quién lo observe. Por tanto, lo que tradicionalmente se consideraba “el centro del universo” —nuestra Tierra— no lo es en ningún sentido absoluto, sino solo en relación con nuestra percepción local.
A lo largo del diálogo, Filoteo insiste en que el movimiento de los cuerpos no implica distinciones universales de lugar. No hay una región del cosmos que sea por naturaleza superior o inferior. Los movimientos solo tienen sentido dentro de mundos finitos y concretos, donde las partes tienden a reunirse con su todo. Así como las partículas de fuego ascienden para unirse con su elemento, o como las piedras caen hacia el centro de la Tierra, no porque exista una fuerza universal de “peso”, sino porque buscan su conservación en su lugar propio. Esta búsqueda de unidad es la causa del movimiento, no una cualidad inherente como tal.
El argumento que pretende refutar el infinito basándose en la noción de peso y ligereza se convierte, para Filoteo, en un ejemplo casi cómico de ignorancia filosófica. No tiene sentido hablar de un universo “pesado” o “liviano”. Estas categorías solo tienen valor dentro de los cuerpos particulares y sus mundos propios. El peso no es una sustancia ni una propiedad absoluta, sino una relación entre partes y totalidad. Cuando una parte se separa de su cuerpo y regresa a él, decimos que “pesa”; cuando se aleja, decimos que “sube” o que es ligera. Pero esto es solo una forma de describir una dinámica interna a los cuerpos finitos.
En el universo infinito no hay tal cosa como un peso total concentrado en un punto. No puede existir un cuerpo infinitamente pesado en sentido intensivo, sino que hay una infinidad de cuerpos que son pesados en relación con sus propias naturalezas. Así, podemos imaginar infinitas tierras, infinitos soles, infinitos mundos, cada uno con su propia estructura interna y con su propio movimiento hacia su centro. La consecuencia es clara: el peso no tiene sentido aplicado al universo en su totalidad, solo dentro de los sistemas finitos que lo habitan.
En un momento del diálogo, Elpino interviene para remarcar la vanidad de los argumentos contrarios. Señala que ni siquiera la retórica podría justificar el modo en que se intenta negar el infinito. Los razonamientos de ese “disputador” son inconsistentes: primero afirma que no existen cuerpos infinitos basándose en observaciones de cuerpos particulares, y luego quiere extrapolar esa conclusión al universo entero. Pero no se puede pasar del análisis de lo finito a la negación del infinito sin caer en contradicciones.
Filoteo desmonta la idea de que el universo no puede estar compuesto de infinitas especies o tipos de cuerpos. Incluso si se admitiera que existen otros mundos similares al nuestro, eso no implica que todo deba repetirse exactamente igual ni que haya un número finito de elementos. Por el contrario, si el universo es verdaderamente infinito, debe albergar una diversidad también infinita, no limitada por nuestras clasificaciones elementales como tierra, agua, fuego o aire.
El diálogo concluye con una crítica firme: los argumentos que niegan la infinitud del universo no logran ni defender su propia filosofía ni refutar la contraria. Solo repiten principios heredados, sin examinar su validez. La visión que proponen Filoteo y Elpino es mucho más coherente con un cosmos abierto, dinámico, donde las viejas jerarquías del universo cerrado de la antigüedad ya no tienen lugar.
Especies de cuerpos
Filoteo responde a Elpino que ya han contestado suficientemente al argumento de su oponente. Elpino señala que se ha planteado un segundo argumento: si existen muchas especies de cuerpos en el universo y cada una debe ser infinita, entonces su movimiento también sería infinito, lo cual considera imposible. Argumenta que la naturaleza no tiende hacia lo que nunca puede alcanzarse, y que un cuerpo que se mueve debe dirigirse hacia un destino finito, no hacia un objetivo inalcanzable como el infinito.
Filoteo replica que este razonamiento ya fue refutado. Afirma que existen infinitas tierras, soles y un éter infinito. Retoma las ideas de Demócrito y Epicuro sobre un universo compuesto por un lleno y un vacío infinitos, donde múltiples especies finitas, unas dentro de otras, forman un universo también infinito. Estas especies son finitas localmente, pero infinitas en su multiplicidad. Una tierra infinita no es un solo cuerpo continuo, sino una suma inabarcable de tierras semejantes. Igualmente ocurre con los otros cuerpos celestes, sean dos, tres o más tipos. Filoteo insiste en que no se trata de que un cuerpo pesado caiga hacia el infinito, sino que cada parte busca su centro próximo y natural: la parte de una tierra cae hacia esa tierra; la parte de un sol retorna a su sol correspondiente. Así, las fronteras y los movimientos son finitos, porque cada cosa se mueve hacia un destino concreto y cercano, no hacia el infinito. Pone un ejemplo: uno no sale de Grecia para ir al infinito, sino para ir a Egipto o a Italia.
Filoteo también explica que el universo, siendo infinito y mutable, vive un constante intercambio de partes. Las tierras y los soles emiten y reciben partículas, y esto no es absurdo ni caótico, sino un proceso natural de transformación. Así como los seres vivos se renuevan comiendo y desechando materia, también los mundos renuevan sus partes. En un ser humano, la carne de la juventud no es la misma de la infancia ni la de la vejez es la misma de la juventud: el cuerpo está en permanente cambio. Bruno introduce aquí una comparación con procesos biológicos, anticipando ideas que siglos después confirmaría la ciencia: los átomos entran y salen del cuerpo, renovándolo constantemente.
Sigue diciendo que el cuerpo crece cuando ingresan más átomos de los que salen, se mantiene estable cuando la entrada y salida se equilibran, y declina cuando la pérdida es mayor que la reposición. Este proceso ocurre no solo en los seres vivos, sino también en los cuerpos inertes. Por tanto, no es ilógico pensar que las partículas del universo viajen infinitamente, sufriendo transmutaciones de forma y de lugar. Sin embargo, cada transformación particular siempre se realiza de forma finita: una cosa no se mueve infinitamente en un solo impulso, sino que pasa de forma en forma, de lugar en lugar.
Elpino comprende y pasa a citar un tercer argumento: si el infinito fuera discreto, compuesto de infinitos individuos finitos, entonces, al juntarlos todos, se obtendría un cuerpo infinito. Filoteo responde que ya concedió esto y que no hay problema en aceptarlo. Explica que si tenemos cuerpos discretos, cada uno con su propio peso o magnitud finita, la suma no constituye un único cuerpo infinito, sino una infinidad de cuerpos finitos contenidos en un espacio infinito. Así como infinitas gotas de agua no forman un océano infinito, o infinitos granos de tierra no constituyen una tierra infinita, los cuerpos finitos, aunque infinitos en número, no se convierten en un solo cuerpo infinito. Filoteo refuerza su idea con una comparación: diez hombres pueden mover una nave juntos, pero no miles de hombres dispersos cada uno por su cuenta. Del mismo modo, los cuerpos finitos no forman un cuerpo infinito por simple adición.
Elpino reconoce que con esta respuesta también se resuelve un cuarto argumento, que sostenía que si un cuerpo fuera infinito debería serlo en todas sus dimensiones, sin dejar lugar para otros cuerpos no semejantes. Filoteo contesta que esto no refuta su posición, porque ellos nunca han afirmado que existan varios cuerpos infinitos, sino múltiples cuerpos finitos dentro de un único infinito. Lo compara al fango: en el fango líquido, el agua se mezcla con la tierra y no se perciben las partes discretamente; no se dice que haya varios continuos separados, sino un solo continuo mezclado. De la misma manera, en el universo, el éter ocupa el espacio entre los cuerpos grandes, pero no separa realmente los cuerpos en partes discretas, sino que todos forman juntos un continuo. Así como en el fango los elementos son inseparables a simple vista, en el universo, aunque existan distintos cuerpos y elementos, todos se integran en un solo gran continuo infinito.
Elpino plantea ahora otras dos razones por las cuales no debería haber infinitas partes semejantes. La primera es que si existiera tal infinita pluralidad de partes semejantes, habría que atribuirles un peso o ligereza infinita o una circulación infinita, lo cual sería absurdo. Filoteo contesta que este razonamiento no se aplica, porque el infinito como tal no es pesado ni ligero, ni se mueve localmente: el infinito no tiene movimiento en potencia ni en acto, y las partes, una vez alejadas más allá de su lugar natural, tampoco conservan su ligereza o pesantez de forma significativa. El universo infinito permanece inmóvil en conjunto, aunque sus partes sean móviles y mutables.
Elpino agrega otra objeción: pregunta si el infinito se movería de forma natural o violenta. Filoteo rechaza la pregunta porque nunca se dijo que el infinito se mueva en absoluto. Luego Elpino menciona que su oponente intenta probar que un cuerpo infinito no puede ejercer acción sobre un cuerpo finito ni ser afectado por él, y trae varios argumentos utilizando letras para representar los cuerpos y sus relaciones.
Filoteo explica pacientemente estas relaciones. Supongamos un cuerpo infinito A, un cuerpo finito B, y un tiempo G en el cual ocurre la acción. Si un agente menor D obra sobre un paciente H en el mismo tiempo G, debe existir una relación de proporcionalidad entre agente y paciente. Pero si el paciente es parte del infinito A, representado por AZ, y si un agente finito puede afectar en el mismo tiempo tanto a H como a AZ, se deduce que también podría afectar al cuerpo A completo, lo cual es absurdo porque no hay proporción entre lo finito y lo infinito. En resumen, un agente finito no puede mover un cuerpo infinito en un tiempo finito.
Luego, para demostrar que el infinito no puede actuar sobre lo finito, considera un agente infinito A actuando sobre un paciente finito B en un tiempo G. Si un agente finito D actúa sobre parte de B, llamada BZ, también en tiempo G, surgiría una relación de proporcionalidad que llevaría a una contradicción: o bien el infinito actuaría instantáneamente, o el finito en un tiempo infinito, lo cual es imposible.
Finalmente, para mostrar que el infinito no puede actuar sobre el infinito, plantea que si dos infinitos interactúan, uno actuando sobre otro en tiempo finito G, entonces al dividir uno en partes menores, estas deberían moverse en menos tiempo, lo que llevaría a una contradicción, ya que el infinito no puede ser afectado parcialmente en un tiempo menor sin que todo su infinito también haya sido afectado, lo cual es absurdo. En conclusión, en el universo de Bruno, el infinito no obra ni sufre acción como lo hacen los cuerpos finitos.
Errores de Aristóteles con respecto al infinito
Filoteo sostiene que muchas de las cosas que dice Aristóteles son válidas si se aplican correctamente y conducen a conclusiones verdaderas, pero critica que, cuando Aristóteles trata del infinito, incurre en graves errores. Su crítica central es que Aristóteles supone que el infinito puede tener partes de diferente tamaño, mayores o menores, lo cual es contradictorio, porque en el infinito no hay proporciones entre partes: no se está más cerca del infinito sumando cien que sumando tres, pues en ambos casos se está infinitamente lejos. Así como un número finito como mil años puede ser parte de un tiempo mayor, como diez mil años, pero nunca de la eternidad, que no tiene proporción con lo finito, de igual manera ningún número o medida finita puede ser parte del infinito.
Elpino le pregunta a Filoteo cómo entiende las partes de la duración infinita, a lo que Filoteo responde que, en la eternidad, todas las divisiones del tiempo (horas, siglos, milenios) son relativas y carecen de sentido absoluto, porque en la duración infinita no hay diferencia entre las partes pequeñas y las grandes. Esto implica que todos los razonamientos que se basan en imaginar un infinito dividido proporcionalmente en partes son erróneos. De esta manera, Filoteo afirma que, entendiendo esto, se puede escapar a muchos laberintos filosóficos, como el de pensar que en un universo infinito habría infinitos mayores y menores, como pasos y millas.
Luego, Filoteo acusa a Aristóteles de fallar en sus inferencias, porque supone que el hecho de que existan infinitas partes en el infinito que se mueven y actúan implica que el infinito mismo sufre o actúa, lo que para Bruno no es correcto. En el universo infinito existen movimientos y cambios en las partes finitas, pero el todo en sí mismo permanece inmóvil e inalterable. Es decir, no es el infinito el que se mueve o cambia, sino los cuerpos finitos dentro de él. La acción y la pasión no pertenecen al infinito como un todo, sino a las partes finitas que existen en su interior.
Filoteo desarrolla un razonamiento con letras para ilustrar cómo dos cuerpos infinitos, A y B, que se tocan en una línea o superficie finita FG, no ejercen sobre sí mismos una acción infinita. Cada parte de A solo puede actuar sobre la parte de B que le es contigua, y nunca una parte distante afectará a otra que no está próxima. Así, usa el esquema donde A, B, C, D se corresponden con 1, 2, 3, 4, mostrando que la acción y la pasión se limitan a las partes adyacentes. Las otras partes, como M, N, O, P con 10, 20, 30, 40, no tienen contacto ni influencia mutua. De esta forma, aunque los cuerpos sean infinitos en extensión, su interacción es siempre finita en cada punto de contacto.
Incluso si se admitiera que dos cuerpos infinitos pudieran influirse completamente, dice Filoteo, no se produciría una alteración, porque la resistencia de un infinito sería igual a la fuerza del otro, anulándose mutuamente. Así, no habría cambio ni acción real entre ellos.
Elpino plantea ahora qué sucedería si un cuerpo finito como la Tierra se enfrentara a un cuerpo infinito como el cielo lleno de astros. Filoteo responde que, de nuevo, no ocurriría que lo finito fuese absorbido por lo infinito, porque la acción de un cuerpo infinito sobre uno finito depende solo de las partes próximas, no de la totalidad del cuerpo. Así, aunque el cuerpo infinito sea inmenso, solo ejerce su fuerza sobre el finito a través de las partes cercanas, lo cual limita la acción a un efecto finito.
Elpino reconoce que la argumentación de Filoteo ha sido clara y suficiente como para no tener que responder a otros argumentos más simples de Aristóteles, como aquellos que decían que fuera del cielo no podía haber cuerpos porque no había espacio sensible. Filoteo rebate esa idea diciendo que más allá del "último cielo" no solo hay espacio, sino también cuerpos sensibles, como astros y tierras, aunque no los percibamos debido a su lejanía. La falta de sensibilidad no implica la falta de existencia.
Filoteo critica la visión aristotélica de un universo limitado a la octava esfera, creada por la imaginación de los astrónomos que no podían concebir cuerpos más allá del ámbito de su percepción visual. Él sostiene que el universo no se acaba donde terminan nuestros sentidos. El hecho de que no veamos más allá no significa que no existan cosas más allá.
Explica que los cuerpos que se ven en la octava esfera no son equidistantes de la Tierra, como sostenía la astronomía antigua, porque la Tierra no es el centro inmóvil del cosmos, sino un astro más que se mueve, y la aparente fijación de las estrellas es una ilusión creada por nuestro propio movimiento. Por tanto, esos astros, aunque parecen estar sobre una misma superficie, están realmente a diferentes distancias en un espacio abierto e inmenso.
Elpino usa una comparación irónica diciendo que, si uno tomara literalmente la imagen de la bóveda celeste, parecería que las estrellas están pegadas como si estuvieran clavadas o pegadas con pegamento a una tribuna, para no caerse sobre nosotros. Pero en realidad, esos astros están dispersos a distintas distancias en el espacio.
Filoteo continúa diciendo que no hace falta suponer una "materia espiritual" especial más allá de la octava esfera, sino que el mismo aire que rodea la Tierra, el Sol y la Luna se extiende infinitamente y contiene a todos los astros. Este "aire" o "éter" sirve como un medio universal en el cual todos los cuerpos existen y se mueven, como partículas en un océano sin orillas. No es el aire el que arrastra a los astros, sino que cada astro se mueve por su propia alma o principio vital, cada uno con sus propios movimientos particulares y propios, además de los movimientos comunes.
Finalmente, Elpino reconoce que, según lo explicado, el universo es un campo infinito lleno de cuerpos y astros, que no necesitan estar clavados ni unidos a una esfera, y que el aire mismo sirve como el lugar en el que existen y se mueven. Bruno termina haciendo referencia a la tradición antigua que veía al "aire" como un principio vital, y al universo como un "animal sagrado y venerable", un ser viviente compuesto de alma y cuerpo.
Filoteo afirma que el universo infinito y sin límites que ha estado describiendo es un gran animal, aunque no tenga una figura definida ni órganos sensoriales para relacionarse con un exterior, ya que no hay un exterior más allá de él. En lugar de tener sentidos locales, el universo mismo contiene toda el alma y todo lo animado en su interior: él mismo es la vida en su totalidad. Esta concepción recuerda a la antigua idea del "alma del mundo", pero expandida a la escala de un cosmos infinito.
Filoteo aclara que esta afirmación no enfrenta las dificultades lógicas que surgirían si existieran dos infinitos distintos (lo cual había rechazado antes), porque el universo es un único infinito animado. Aunque posee una infinita fuerza motriz y un infinito sujeto de movilidad, estos no implican que el universo en su conjunto se mueva. El movimiento dentro del universo ocurre localmente, en las partes discretas, pero el todo continuo permanece inmóvil. El universo no tiene un movimiento circular general —pues no gira alrededor de un centro— ni un movimiento recto —pues no hay ni un centro ni un extremo hacia donde moverse—. La inmovilidad del conjunto se debe a que, en un espacio infinito, conceptos como "centro" o "extremo" pierden todo sentido.
Además, Filoteo explica que conceptos como pesadez o liviandad no corresponden ni al universo entero ni a ningún cuerpo entero perfecto dentro de él, ni siquiera a partes que estén en su disposición natural. Pesado y liviano son conceptos relativos, que dependen de un contexto local: una parte dispersa tiende a reunirse en un cuerpo similar y cercano, y en esa relación local se define lo que es "bajar" o "subir". Pero en términos absolutos y universales, nada es pesado o liviano por sí mismo.
Con esto, Filoteo da por concluido el tema de la infinita magnitud del universo, prometiendo que al día siguiente hablará más detalladamente sobre los infinitos mundos que existen dentro de este universo inmenso.
Elpino expresa su gratitud por la enseñanza recibida y, aunque cree haber comprendido lo suficiente para inferir las siguientes ideas, desea volver para escuchar aún más detalles. Fracastorio dice que también regresará, aunque solo como oyente, mientras Burquio declara que, poco a poco, empieza no solo a comprender mejor lo que Filoteo explica, sino también a considerar que estas ideas, aunque tan audaces, podrían ser verosímiles, e incluso verdaderas.
Conclusión
En el Segundo Diálogo, Giordano Bruno rompe con las viejas concepciones del cosmos al proponer un universo infinito, animado y sin centro. Rechaza que lo infinito pueda dividirse como lo finito y muestra que el movimiento y el cambio existen solo en las partes, no en el todo. El universo, visto como un gran ser viviente, no se mide por nuestros sentidos ni por límites imaginarios. Bruno invita a pensar más allá de los esquemas tradicionales, abriendo la mente a la inmensidad de mundos y realidades invisibles.
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