Para resumir todas estas bienaventuranza, Jesús continúa enseñandole a sus discípulos diciéndoles:
''Seréis felices cuando hablen mal de vosotros y os persigan''
Si observamos cuidadosamente, veremos que la enseñanza de Jesús comienza con la humildad, luego sigue con los méritos del hombre, para luego finalizar con la contemplación entera de la sabiduría y de Dios. También caerá agregar que en las últimas bienaventuranzas el hombre no podrá ser afectado por absolutamente nada.
Comparación de las bienaventuranzas y el don del Espíritu Santo
Como hemos visto, las bienaventuranzas nos ponen en el plano de la humildad y la aceptación a Dios. La única manera de que aquello se lleve a cabo, es siendo temerosos de Dios porque recordemos que el pecado más grande es la soberbia. Además, la soberbia ni siquiera podría conducirnos a ningún modo de sabiduría, al tener que considerar todo inferior a uno mismo.
La verdad es que el Espíritu Santo también está relacionado con las cosas dichas por Jesús en el monte. Es cosa de ver el Isaías 11:2-3 donde se comenta dice que el primer grado de conocimiento de Dios es la sabiduría, y esta sabiduría consiste en el miedo hacia Dios. Por supuesto, Isaías hablaba de el Espíritu Santo al hablar de que lo primero es la sabiduría.
El reino de los cielos como premio
Como vemos en las bienaventuranzas, lo primero que se da como recompensa es el reino de los cielos, así como también se llega al reino de los cielos acatando todas las enseñanzas de Jesús en la montaña. Desde la primera bienaventuranza se obtendrá la ayuda del Espíritu Santo quien nos encaminará a obtener todo lo que nos hacía falta; misericordia, felicidad, saciedad de justicia, la herencia, etc.
¿Ser felices sufriendo?
Podríamos pensar fácilmente que, en definitiva, los que sufren son aquellos que tendrán todas las cosas que deseaban. Recordemos que para Jesús y los cristianos en general, la felicidad está en el interior y no en el exterior.
Los sufrimientos se superan con paciencia, y la paciencia es justamente virtud. Los males deben soportarse no sólo con fuerza, sino también con alegría, aunque los únicos que no pueden obtener esto serán los herejes y los cismáticos(1).
La recompensa
Obviamente, cuando se habla de la recompensa de los cielos no se habla de un cielo ni siquiera parecido al que vemos con los ojos. Es un cielo sempiterno, estable y eterno; y sólo hay lugar para aquellos que cumplen con los requisitos.
La luz del mundo
Continúa Jesús en la montaña dirigiendo el sermón diciendo a todos los presentes:
''Vosotros sois la sal de la tierra''
Lo que significa que siendo tan diminutos, al ambicionar los bienes temporales, nos veremos enfrentados a las más terribles dependencias; por lo tanto, no seremos felices. De alguna manera, siendo pequeños somos inferiores, pero si tenemos nuestro corazón en el cielo nunca lo seremos.
Luego continúa:
''Vosotros sois la luz del mundo''
Si somos la sal de la tierra, no entiendo esta tierra como la que pisamos con los pies, sino más bien interpretada como el mundo, entonces podremos entender que somos la luz. En efecto, somos la luz cuando nos acercamos a Dios.
La ley de Dios y la ley del hombre
Las obras de los hombres para con Dios
Un pasaje de la biblia reza así:
''Brille vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro padre, que está en los cielos''
Puede ser que esta cita se confunda y el hombre que la siga busque jactarse de estas, con el objetivo de sólo recibir alabanzas. Sin embargo, sigue en el mismo pasaje:
''Si todavía buscase el agrado de los hombres, no sería siervo de Dios''
La idea de hacer las buenas obras no es captar el agrado de los hombres, sino el agrado de Dios, y encima que los demás hombres se convenzan en seguir las buenas obras. De ahí que los hombres deben ser exhortados a sufrir por la verdad cada vez que se oculte.
Las leyes de Dios
Veamos un pasaje en cuanto a las leyes:
''No creáis que he venido a abolir la Ley y a los Profetas; no he venido a abolirla, sino a darle cumplimiento''
Jesús vino justamente a dar cumplimiento a las leyes, y no sólo a las que fueron dictadas por Dios por medio de los profetas, sino que también a la palabra de los profetas. Dar cumplimiento significa cumplir hasta la más mínima de las órdenes dadas por Dios.
Ley y evangelio
Obviamente, estas leyes mínimas que nos muestran las escrituras deben ser complementadas con las más grandes. Es probable que se pregunten cómo es posible que alguien quien haya cumplido sólo las leyes más mínimas no entre en el reino de los cielos, pero sí estará más cerca de quien no las cumplió.
Las culpas entre los hombres
Las ofensas
En el mismo Mateo se dice que será condenado aquel que insulte e injurie a su hermano. Aún más, quien se enoje sin motivo será condenado de la manera más punitiva, que otro que no se enojó. En realidad hay tres ''niveles'' por decirlo de alguna manera:
- ''Quien se enoje con su hermano sin motivo será condenado a juicio''
- ''Quien llame a su hermano ''racca''(2) será reo de condena''
- Quién llame imbécil a su hermano conocerá las penas del infierno''
Por lo tanto, será mucho mejor enojarse sin motivo con su hermano que llamarlo ''imbécil'' o con alguno otro insulto. Tenemos entonces un juicio, una condena y una pena hacia el infierno.
En todo caso, quien meresca las penas del infierno no podrá ser perdonado.
Los enemigos de los hombres
¿Quiénes son realmente los enemigos del hombre? ¿Otros hombres o el diablo? La palabra nos llama a ser misericordiosos y condescendientes, pero ¿podemos ser condescendientes con el diablo? Agustín nos dice que eso no será posible, pues sería como tener una amistad con él, lo cual sería absurdo.
Con lo único que debemos ser enemigos es con los hombres pecadores, aunque a estos también se debe perdonarlos cuando se den cuenta del error que cometen al querer la carne.
Así es como dice una escritura:
''Si subo al cielo, allí estás tú; si desciendo a los infiernos, allí te encuentro; si al rayar el alba me pusiera alas y fuese a poner en el último extremo del mar, allí igualmente me conducirá tu mano y me hallaré bajo el poder de tu diestra''
Dios está en todos lados y nada puede estar lejos de su mano creadora. Incluso está entre los injustos para que se arrepientan de sus malas acciones. Se podría pensar que si Dios está con los enemigos no debería ser conveniente para nosotros estar con él. No obstante, ¿con quién más estaremos? ¿seremos pecadores de soberbia y así ser doblemente pecadores? No sería conveniente alejarse de Dios.
La relación entre hombre y mujer
Dice un pasaje de Mateo que no se debe fornicar con una mujer, aunque San Agustín nos dice que basta pensar en fornicar con dicha mujer para fornicar de corazón. En efecto, una cosa es fornicar de corazón y otra con la unión corporal, pero la primera será mucho menos condenable que la segunda.
Los pecados ya sea en el hombre y la mujer se dan con tres pasos:
- Sugestión: proviene de los cinco sentidos corporales. Por supuesto, todos sentimos placer a través de nuestros sentidos, pero aquellos placeres que nos llevan al pecado son los que debemos reprimir. Para Agustín la sugestión está representada en la serpiente.
- Delectación: una vez que hemos percibido un placer por los sentidos, nos viene de forma sucesiva la delectación que es la aprobación de dicho placer. Para San Agustín la delectación está representada por Eva.
- Consentimiento: es la consumación del pecado. Una vez que ya está aprobado el pecado no hay nada más que hacer. Para San Agustín, el consentimiento está representado por la conciencia.
Lo más importante de rescatar aquí es que el hombre puede evitar el pecado si no se sugestiona o se consiente con ellos. Sin embargo, si no logra hacerlo, el hombre se verá implicado en la costumbre del pecado lo cual lo hará malo. Siempre debe someterse a la gracia de Cristo así como la mujer se somete al hombre.
Las partes del cuerpo
Tenemos ahora un pasaje complicado para San Agustín con referencias a las partes del cuerpo:
''Si tu ojo derecho es el que peca, entonces sácatelo y arrójalo lejos de ti; pues te conviene más que uno de tus miembros se pierda que todo el cuerpo''
Por supuesto, quitarse los ojos es una cuestión muy difícil, pero también recibir el castigo eterno será algo peligroso. Para San Agustín, este pasaje podría ser una metáfora más que una regla corporal, es decir, que realmente el hombre se tenga que arrancar los ojos. Puede ser que con ''ojo derecho'' se refiere a que cuando lo más valioso nos falle (entendido coloquialmente como un ''mano derecha''), debemos apartarnos inmediatamente de aquello.
El matrimonio cristiano
La única forma en que la mujer puede separarse del marido es una vez que éste último esté muerto. De hecho, la mujer puede volverse a casar nuevamente si el marido ya está muerto. El marido tampoco puede dejar a su mujer por otra, y si llegara a separarse, debería tratar de reconciliarse nuevamente.
En todo caso, el matrimonio debería llevarse sin fornicación a excepción que esté el propósito de tener un hijo. Muchos menos que la fornicación se haga sin motivo alguno o sólo por placer. De ahí podría decirse lo que sostenía el apóstol San Pablo:
''Por lo demás, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen''
Hay algunos pasajes que parecieran ser aún más duros son los miembros de la familia. Veamos el Lucas 14:26
''Si alguno de los que me sigue no aborrece a su padre y a su madre, a la mujer y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aún a su vida misma, no puede ser mi discípulo''
Es muy difícil interpretar este pasaje sin tener un dejo de extrañeza en estas palabras. Lo que puede significar es que una vez que el hombre entre en el estado que va más allá de la muerte, no tendrá estas necesidades de amar a su padre o a su madre, o a todos sus familiares, pues en el reino de los cielos todos son hermanos(2).
En otras palabras, quien ama esta vida terrenal, aún no está preparado para amar la vida celestial. Ahora, en esta vida celestial se supone que estamos todos aquellos que han seguido los mandamientos irán a esa vida, y aquí tenemos otra razón de despreciar a los ''familiares terrenales''.
Derechos del matrimonio
El apóstol San Pablo decía que la mujer no debe permanecer fuera del matrimonio, y si se separara, no podrá contraer nuevamente matrimonio y se tendrá que reconciliar con él. El hombre tampoco puede contraer matrimonio luego de separarse de su esposa, y tendrá al igual que la mujer tratar de reconciliarse con él.
Es sabido que otra de las cosas más difíciles en la disolubilidad del matrimonio es la infidelidad. No obstante, si la mujer es infiel y el marido consiente en su amor, entonces deberían estar juntos; lo mismo pasaría en el caso contrario. Tampoco deberá dejar a su mujer si esta es pagana, pues con el tiempo puede convertirse en cristiana; lo mismo va para los hijos.
En el caso de fornicación, el hombre puede separarse de la mujer sin ningún problema, pero él también debe estar limpio de todo pecado de fornicación.
Adulterio
Si un hombre se casa con una mujer que es adúltera, entonces los dos se convierten en adúlteros y pecadores. La esposa y el marido, si fueron adúlteros y pecadores tendrán que tratar de reconciliarse con sus respectivo esposo o esposa.
Existió un caso de adulterio en el imperio de Constancio estaba el prefecto (que también fue Cónsul) llamado Acindino. Este prefecto llegó a tener tantas deudas que tuvo que ser encerrado en el calabozo. Su esposa era muy hermosa, y un rico quiso hacerla su esposa, sabiendo que su marido estaba en la cárcel. Este le dijo que si estaban juntos éste podría darle el dinero suficiente para sacar a su marido de la cárcel. La esposa le contó a Acindino la situación en que se encontraba, y éste aceptó. No obstante, el rico la engañó y en vez de darle dinero le dió un saco de tierra. La mujer protestó y como indemnización le dieron algunas tierras.
Agustín dice que en este sentido, el adulterio sí está justificado pues la fornicación fue consumada por amor al marido. En efecto, todo mal que se hace para un bien mejor, será aceptado y libre de pecado.
Los tipos de juramento que existen
El juramento sólo se puede dar por la realización de las buenas acciones y no por la necesidad de cosas materiales, ni de ningún otro tipo.
Tampoco se debe jurar por Jesús o por un familiar, siempre se debe jurar por Dios, porque de todas las cosas Dios está en todas.
Bondad y generosidad
Sólo un versículo es representativo de la bondad y la generosidad en la biblia:
''Habeis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente; pero yo os digo que no os opongáis al que haga el mal; sin embargo, si alguien te hiriese la mejilla derecha, vuélvele también la izquierda; y a quien te quiera llamar a juicio y quitarte la túnica, ofrécele también la capa; y quien te forzare a ir con él mil pasos, vete con él otros dos mil. Al que te pida dale y no vuelvas tu rostro a quién al que pretende de ti algún préstamo''
Son los fariseos quienes decían algo muy similar, pues ellos nos decían que estaba muy bien el evitar la venganza. Sin embargo, no hay nada más perfecto que no devolver daño alguno a quienes nos hizo daño (o mucho daño).
El significado de la mejilla derecha
Agustín añade un dato interesante en cuanto al significado de la mejilla derecha. Solamente en los códices griegos aparece ''mejilla derecha'', pero en los códices latinos sólo aparece ''mejilla''.
Sea como sea, el rostro en sí es lo primero que apreciamos de una persona, es la identidad de cada uno. Cuando nos golpean la mejilla, en verdad, es una muestra de desprecio por nosotros como persona. Por otro lado, todo lo que signifique el lado derecho es lo más apreciado que tenemos, mucho más que lo izquierdo. Por ejemplo, los amigos de los emperadores siempre están a mano derecha.
Se debe poner la otra mejilla por una cuestión de bondad y humildad; muchos dan la otra mejilla pero no aman al que les golpeó. Debemos ser tan bondadosos como Jesús quien no solamente dio la otra mejilla, sino que el cuerpo entero a los romanos.
Corrección de las conductas
Nada sacamos con golpear a nuestros enemigos si ellos os golpearon antes. ¿Acaso si devolvemos el golpe se nos restablecerá el rostro o tendremos algún otro beneficio? Por supuesto que no, aunque la venganza si tiene un efecto lenitivo.
En vez de desear la venganza hacia el prójimo, será mucho mejor desearle corrección y benevolencia. Nadie se vuelve bueno con el mal, sino que todo lo contrario, todos nos volvemos buenos con el bien. Por lo demás, nunca se deben aceptar las cosas injustas, es decir, si alguien pidiera a otro hombre una cosa injusta, entonces será mejor no hacerla.
La ley de los fariseos y la ley de Jesús
La ley de los fariseos siempre ha sido ''ojo por ojo, diente por diente'' es decir, la ley del Talión. Es comprensible que en un comienzo fuera así, pues todos nos sentimos mal cuando dañan a nuestros seres queridos. Amar al prójimo (incluyendo al enemigo) será el próximo peldaño que el hombre deberá sobrepasar. Para San Agustín, odiar al enemigo será lo más fácil y por lo tanto, lo más débil que pueda hacer el hombre.
Arrepentimientos
En la ley nueva existe el concepto de arrepentimiento que surge después por dos tipos de pecados: traición y negación. Estos dos conceptos se representan en los apóstoles; por ejemplo, cuando Judas traicionó a Jesús y Pedro negó a Jesús tres veces.
Los dos se sintieron mal una vez que cometieron sus pecados, pero no sabemos si verdaderamente Dios perdonó estos pecados, aunque el Mateo 12:33 dice:
''Cualquiera que hablare contra el hijo del hombre, se le perdonará; pero quien hablare en contra del Espíritu Santo no se le perdonará ni en esta vida ni en la otra''
Por lo tanto, hay mucho más castigo cuando se habla en contra de la divinidad y más aún, en contra de la Santísima Trinidad.
Conclusión
Este puede ser uno de los episodios más célebres de la biblia, aunque también uno de los más difíciles porque nada más difícil es cumplir con todos los preceptos divinos. Se sigue insistiendo en que lo más benevolente y misericordioso es dar la otra mejilla, así como también ayudar al enemigo cuando lo necesite. Por supuesto, todo esto se hace en la vida terrenal, pues luego de hacer todas las cosas mandadas por Jesús se obtendrá la recompensa divina del reino de los cielos. Una tarea, por lo demás, difícil por no decir imposible de realizar.