- Guerra contra los galos: debido a la atracción de los frutos
- Guerra Púnica
- Teutones y Cimbrios
En estas guerras, los derrotados buscaron otros pueblos para asentarse allí y abandonar sus propias tierras. Esto lo hacen porque prefieren que sus tierras sean ocupadas, antes de que ellos sean totalmente eliminados.
Capítulo IX: Cuáles son ordinariamente los motivos de guerras entre los poderosos
El motivo de la guerra entre romanos y samnitas, aliados durante largo tiempo, fue uno de los que comúnmente la producen entre todos los Estados poderosos; la suerte y por el deseo de lucha.
El de los romanos con los samnitas se dio justamente por suerte, pero entre los romanos y los campanios se dio porque eran atacados y resultaban ser los súbditos de los romanos. Cosa vergonzosa sería que los romanos no pudieran proteger a sus súbditos y por tal motivo tuvieron que prestarle ayuda. Por cierto que la jugada de los campanios es de un riesgo enorme, pues al pedir ayuda también se comprometen a servir a su defensor.
En cuanto al deseo de lucha, este solo puede ser ejercido por los países poderosos que tienen fe en que podrán apoderarse de otro.
Capítulo X: El dinero no es el nervio de la guerra, como generalmente se cree
Las razones para hacer una guerra pueden ser variadas, pero lo importante es que estas siempre se realicen de modo prudente y planificado. No sirve de nada tener todo el dinero del mundo si no hay una planificación y sobre todo, si no hay un ejército fiel que sea capaz de llevarla a cabo. Si el ejército es inútil será inútil la buena voluntad de los gobernantes y también la fe. Quinto Curcio fue quien estableció la siguiente máxima:
''El dinero es el nervio de la guerra''
Esto lo dijo apropósito de la guerra entre Antípatro el macedonio y el rey de Esparta, porque al carecer éste de dinero se vio obligado a dar la batalla y quedó derrotado; y si hubiera podido diferirla algunos días, la noticia llegada a Grecia de la muerte de Alejandro bastara para que, sin necesidad de combatir, quedase vencedor; pero acabándose el dinero y temiendo que el ejército, por falta de pagas, lo abandonara, viose precisado a aventurar la batalla. Con este motivo, afirma Quinto Curcio que el dinero es el nervio de la guerra.
Sin embargo, si esto fuera así, entonces Dario habría vencido a Alejandro fácilmente. En los tiempos de Maquiavelo, los venecianos perdieron todo el erario público y casi todos sus Estados, sin poder defenderlos. Lo mismo ocurrió con Pericles, quien, a pesar de sus grandes victorias, finalmente, valió más el acto de los buenos soldados de Esparta, que el dinero de Atenas.
Así Maquiavelo, con otros numerosos ejemplos, nos dice que el nervio de la guerra no es el dinero, sino que los buenos soldados. Por lo demás, de acuerdo con Tito Livio, los tres elementos para una guerra son:
- Muchos soldados y buenos
- Generales prudentes
- Próspera fortuna
En consecuencia, por Maquiavelo y por Tito Livio podemos destacar que son los soldados fieles el nervio de la guerra.
Capítulo XI: No es determinación prudente contraer alianza con un príncipe que tenga más fama que fuerza
A simple vista, claro que pareciera ser un error, y esto lo ve Maquiavelo en el texto de Tito Livio donde el mismo historiador presenta el conflicto que existió entre los campanios y los sidicinos, donde los primeros fueron en ayuda de los segundos. Sin embargo, los sidicinos recurrieron a los campanios más por fama que por fuerza.
Esto también sucedió con los florentinos en el año 1479, quienes fueron atacados por el papa y por el rey de Nápoles, y así fue que salieron derrotados creyendo que serían más fuertes, por estar aliados además con Francia.
Capítulo XII: Si cuando se teme ser atacado vale más llevar la guerra a la tierra enemiga que esperarla en la propia
Se dice que el que ataca procede con más valor que el que espera, e inspira mayor confianza a su ejército. Además, quita comodidad al enemigo para valerse de sus propios recursos, pudiendo auxiliarle los súbditos que son saqueados; y por tener al enemigo dentro de casa, se ve obligado el príncipe a proceder con más cautela en la petición de servicios y dinero a sus súbditos, de manera que, como decía Aníbal, se agota la fuente que le permitía mantener la guerra.
Por otro lado, se dice que esperar al enemigo tiene muchas más ventajas. En efecto, tiene la gran ventaja de que los locales conocen muy bien su propio territorio. Además, el local tendría todos sus recursos disponibles, pero el enemigo solo podría enviar algunas de sus fuerzas a atacar.
Para Maquiavelo, lo principal es que el ejército esté bien armado o no. Si está bien armado y se les ataca de cerca, será más difícil vencerlos, porque pueden reunir más fuerza para resistir una invasión que para invadir ajenas tierras. En caso contrario, conviene que esté el enemigo lejos, porque, consistiendo el principal medio de defensa en el dinero, y no en los soldados, si te impiden sacarlo por medio de tributos o en otra forma estás vencido y nada lo estorba tanto como el encontrarse el enemigo dentro de casa.
Capítulo XIII: De cómo se pasa de pequeña a gran fortuna, más bien por la astucia que por la fuerza
Para Maquiavelo es cierto que los hombres pasan a distintos grados y autoridad por medio del fraude o el engaño. Pasan a amasar más fortuna por astucia que por fuerza.
La misma Roma cuando era pequeña empleo la astucia más que la fuerza y así paulatinamente se hizo grande. El negocio que hacía con los demás pueblos era más exitoso que si se hubiesen enfrentado con ellos cara a cara.
Capítulo XIV: Se engañan muchas veces los hombres creyendo que la humildad vence a la soberbia
- Hastiaros: en primera línea
- Príncipes: en segunda línea, auxiliares de los primeros
- Triaros: en tercer línea
Ponían la caballería a la derecha y a la izquierda cada uno de dichos cuerpos, a esta formación se le llamará ''alas''. Cuando los hastiaros eran abatidos, estos se unían con los príncipes y formaban un solo cuerpo. Cuando los príncipes eran abatidos, estos se juntaban con los trianos formando un solo cuerpo también.
Esta lección no la han aprendido los actuales hombres de Italia, quienes se basan en el ataque de formación cristiana. Muchos de ellos tenían una formación amplia pero muy poco gruesa que finalmente era abatida con facilidad.
Capítulo XVII: De cómo debe apreciarse la artillería en los ejércitos de estos tiempos, y de si la opinión que generalmente se tiene de ella es cierta
Si la artillería se usa en modo de defensa, entonces aquella ciudad estará perdida. Ahora, esto sucede solo en el caso de que la plaza que tengan los defensores sea pequeña, porque si es grande, entonces sí será de mucha ayuda la artillería. Pero en general, la artillería siempre es más útil para quien ataca que para quien defiende.
Para Maquiavelo, bastará ver cómo el Imperio Romano usó siempre la artillería en modo ofensivo. Fue así como ganaba sus batallas. En palabras de mismo filósofo florentino:
''Si los hombres no muestran ahora el mismo valor que en la Antigüedad, no es por causa de la artillería, sino por la falta de disciplina y la debilidad de los ejércitos que, careciendo de valor en conjunto, lo pueden mostrar individualmente''.
Esto, por supuesto, siendo una critica a los actuales ejércitos que existían en Italia.
Capítulo XVIII: De cómo por la autoridad de los romanos y por los ejemplos de la milicia antigua se debe estimar más la infantería que la caballería
Para Maquiavelo es claro que la infantería siempre ha sido más útil que la caballería. Esto lo sabían muy bien los romanos quienes siempre estimaron aún más la infantería y de aquello hay numerosos ejemplos desde la antigua Roma. No quiere decir que la caballería sea inútil, pero más bien el nervio del ejército es la infantería.
Capítulo XIX: Las conquistas hechas por repúblicas mal organizadas, que no toman por modelo a la romana, arruinan, en vez de engrandecer, al conquistador
Es increíble ver como en este capítulo, las opiniones políticas y militares con respecto a la guerra rechazan los hechos del pasado. Se dice que actualmente, las caballerías y la infantería están mejor armadas que en los tiempos pasados, y que por lo tanto su empleo es mucho más efectivo ahora que antes. Este es el gran error que se comete hoy, no observar las gestas del pasado. En ese sentido, al conquistador no se lo engrandece sino que arruinan al conquistador. ¿A cuál república se tendría que mirar para organizarse bien? para Maquiavelo, tendría que ser la romana.
Capítulo XX: Peligros a que se exponen los príncipes o repúblicas que se valen de tropas auxiliares o mercenarias
Este es un tema ya ampliamente tratado en su gran obra ''El Piríncipe'' en los capítulos IX - XVI. En este punto, el filósofo nos indica que las tropas auxiliares representa un verdadero peligro para la república. En efecto, las tropas auxiliares consisten en aquellas tropas que se consiguen por medio de otras naciones, es decir, no son tropas propias. Por lo tanto, quien se basa en su defensa en tropas auxiliares podría ser prontamente aniquilado, por ejemplo, aquella nación prestadora de tropas, podría atribuirse más poder porque está defendiendo a la nación que las solicita. Claro, la nación que solicite la tropa se deduce que es más débil que aquella que la otorga.
Sin embargo, la tropa mercenaria también será peligrosa porque actúa por medio del dinero , y puede dar la misma imagen que una tropa auxiliar. Por lo tanto, la mejor tropa es la propia.
Capítulo XXI: El primer pretor que enviaron los romanos fuera de su ciudad, cuatrocientos años después de haber comenzado a guerrear con otros pueblos, fue a Capua
Esto simplemente porque fueron los mismos capuanos lo que lo pidieron, con el propósito de que este resolviera las disputas y los disensos que habían en Capua. Los antitas fueron los siguientes en pedir un pretor a Roma y por supuesto, esto hizo ver a Roma como una ciudad benevolente y con poder. En palabras de Maquiavelo:
''Las ciudades acostumbradas a vivir libres y a ser gobernadas por sus habitantes están contentas y tranquilas con una dominación que no ven''
Capítulo XXII: Cuán erróneas son a veces las opiniones de los hombres al juzgar las cosas grandes
Esto lo dice Maquiavelo a propósito de las cosas que ocurrieron en Roma y que pasaron en su propia época.
Francisco de Angumela había tomado el trono de Francia luego de la muerte de Luis XII. Con este en mano, Francisco quiso recuperar Milán y para eso puso tropas auxiliares en Italia. Por su parte, los venecianos solicitaron la ayuda de los florentinos y del papa Leon X, cosa que el papa no accedió.
De hecho, el papa esperó a que los franceses y los suizos se enfrentaran para así después apoyar al derrotado, pues en ese sentido, el vencedor habría quedado debilitado. Sin embargo, cuando ganó Francia y la iglesia esperaba el ataque, sus soldados no hicieron nada y sus soldados huyeron sin ser perseguidos meramente por la voluntad del rey de Francia. Aquí hay un ejemplo de cómo se equivocó la iglesia.
En Roma también hubo un ejemplo parecido con Numicio, a quienes los latinos creyeron y apoyaron pero que finalmente fueron derrotados por los mismos planes que Numicio les había enseñado, el cual consistía en enfrentarse contra el enemigo teniendo un ejército pequeño.
Capítulo XXIII: De cómo los romanos, cuando tenían que tomar alguna determinación respecto de sus súbditos, evitaban los partidos medios
Por supuesto, lo mejor siempre será tomar un partido de acuerdo con Maquiavelo. Aquellos príncipes que se restaban de tomar una partido, eran inmediatamente tenidos por cobardes y débiles. El príncipe no solo debe castigar como ejemplo de su poder, sino que también debe enfrentarse contra los enemigos sin tomar partidos medios.
Capítulo XXIV: Las fortalezas son, en general, más perjudiciales que útiles
Mientras Roma vivió libre y atenida a sus leyes y a su excelente régimen, jamás hizo fortalezas para sujetar ciudades o provincias, y sólo conservó alguna de las que encontró construidas. Para Maquiavelo, las fuerzas nunca fueron tan inútiles sobre todo en sus tiempos.
Si se le busca utilidad para que ayuden a recobrar un Estado perdido, necesitarás un ejército para arrojar del país al que ha atacado, con cuyo ejército de todos modos se recobraría el Estado aunque no hubiera fortalezas, tanto más fácilmente cuanto más fieles te sean los súbditos, por no haberlos maltratado a causa del orgullo que te inspiren las plazas fuertes.
''En resumen: el príncipe que pueda tener buen ejército no necesita edificar fortalezas, y el que lo tiene tampoco debe construirlas. Lo que le conviene es fortificar la ciudad donde habite y tenerla bien provista y bien dispuestos sus habitantes a resistir el ataque del enemigo, para dar tiempo a un tratado o un auxilio extranjero que le libre de él. Todos los demás medios son costosos en la paz e inútiles en la guerra''.
Vuelve a poner como a ejemplo a Roma, la cual sin haber recurrido a la fuerza en todas sus batallas, pudo dominar a muchos pueblos.
Capítulo XXV: Que es mala determinación aprovechar las discordias entre los habitantes de una ciudad para asaltarla y ocuparla
Así se extrae de la situación que tuvieron los romanos cuando fueron invadidos tanto por los veyenses como por los etruscos, los que al final no tuvieron éxito en su ataque. Claro, los romanos estaban desunidos totalmente, pero cuando fueron atacados se unieron sin problemas, lo que les costó la batalla a los veyenses. Pero los veyenses debieron ser más precavidos y más astutos, debieron inspirar confianza a los parciales de cada bando y ofrecer la mediación mientras no llegan a las armas. Finalmente, tanto veyenses como etruscos se engañaron al atacar Roma cuando estaba en medio de discordias.
Capítulo XXVI: Las injurias e improperios engendran odio contra quien las emplea y no le producen utilidad alguna
Todo lo contrario, aquéllas engendran odio contra el que las profirió, y éstas obligan a ser más cauto y a emplear mayor industria en las ofensas. Nuevamente los veyenses fueron los que empleaban estas injurias a los romanos y terminaron heridos por la orden de un cónsul romano. Tan dañoso consideraron los romanos vilipendiar a los hombres o acusarles de algo vergonzoso, porque no hay cosa que más enardezca los ánimos, ni cause mayor indignación como las injurias dichas en serio o en burla. En conclusión, Maquiavelo nos dice que la burla se vuelve contra quien la profiere.
Capítulo XXVII: Los príncipes y las repúblicas prudentes deben contentarse con vencer, porque muchas veces, por querer más, se pierde todo
Maquiavelo nos dice esto porque al penetrar en una ciudad un pueblo beligerante, traspasan los justos límites y pierden con frecuencia la ocasión de conseguir un bien seguro por ambicionar otro mayor, pero incierto. Esto pasaba ya en los tiempos de la antigua Roma, con Aníbal por ejemplo, y en los tiempos de Maquiavelo. Los hombres, cuando no limitan sus esperanzas, pueden caer en la ruina de los excesos.
Capítulo XXVIII: De lo peligroso que es para una república o un príncipe no castigar las ofensas hechas a los pueblos o a los particulares
Es una cuestión de naturaleza humana, los hombres que sufren perjuicio luego quieren inmediatamente vengarse, aún a costa de su propia vida. Por lo tanto, es necesario castigar enormemente las ofensas de quien las ha ocasionado. No puede subestimarse al castigado y dejar de castigarlo pensando que no va a vengarse o a formarse algún rencor.
Capítulo XXIX: La fortuna ciega el ánimo de los hombres cuando no quiere que éstos se opongan a sus designios
Para Maquiavelo, la fortuna es una diosa que en ciertas ocasiones, premia la inteligencia y el valor, mientras más inteligencia y valor se tenga, entonces más favorecido se verá aquel hombre por la fortuna.
Sin embargo, esto no quiere decir que los hombres deban entregarse a la fortuna sin más, todo lo contrario, deben ''ganarse'' a la fortuna para que sus acometidos sean resueltos de la mejor manera. La fortuna no apoya a aquellos hombres que no tengan méritos.
Capítulo XXX: Las repúblicas y los príncipes verdaderamente poderosos no adquieren aliados por dinero, sino con el valor y la reputación de su fuerza
Nuevamente, Maquiavelo rechaza el dinero como fuente de poder e incluso de riqueza de una nación. Para saber la fuerza de una nación se tiene que observar su manera de vivir con sus vecinos. En palabras del propio filósofos florentino:
''Léase roda la historia romana y se verá que los marselleses, los eduos, los de Rodas, el siracusano Hierón, los reyes Eumenes y Masinisa, vecinos todos de los dominios de Roma, para que les faltase la amistad de esta república, contribuían a sus gastos y a sus necesidades con tributos, sin otra recompensa que su protección''
Un error garrafal que comete Florencia, Venecia y el rey de Francia en tiempos de Maquiavelo, es justamente basar sus fuerzas en el dinero. Estos tres siempre han comprado la paz por medio del dinero, lo que les ha significado un gran gasto y finalmente, también la invasión constante de otros potentados. Contrario a los ejemplos que nos presentan los romanos en tiempos del imperio, cuyo objetivo era engrandecerse por medio de su fuerza y su influencia.
Capítulo XXXI: De lo peligroso que es dar crédito a los desterrados
Maquiavelo explica este capítulo con un ejemplo. Alejandro Magno entró con su ejército en Asia, Alejandro de Épiro, su tío y cuñado, vino con otro ejercito a Italia, llamado por los desterrados de Lucania, quienes le hicieron creer que, mediante ellos, ocuparía toda esta provincia. Confiando en esta promesa llegó a Italia, y los desterrados lo mataron, por haberles prometido sus conciudadanos, como premio de esta muerte, levantarles el destierro.
El deseo y la esperanza de los desterrados son infinitos. Esto lleva a que prometan cualquier cosa con tal de volver a su tierra, y estas promesas son en su mayoría imposibles de cumplir. Por lo tanto, Maquiavelo llama a no obedecer a estos hombres.
''Deben, pues, los príncipes andar con tiento en acometer empresas aconsejadas por desterrados, porque las más de las veces sólo producen la vergüenza de un fracaso o daños gravísimos''
Capítulo XXXII: Diferentes sistemas d e los romanos para tomar las plazas fuertes
Los romanos nunca quisieron asediar las plazas, estimando que existían otros medios para tomar estos fuertes.
Los dos modos que empleaban para tomar las fortalezas eran el asalto o la capitulación.
Asalto: lo ejecutaban, o empleando sólo la fuerza de las armas, o ésta y la astucia. En el primer caso asaltaban las murallas sin romperlas previamente , porque rodeaban la población con todo el ejército y atacaban a la vez el recinto por todas partes, ocurriendo muchas veces que al primer asalto se apoderaban de la plaza, aunque fuera fortísima.
Capitulación: preciso es distinguir si lo hacen voluntariamente o por fuerza. En el primer caso, si es por alguna necesidad exterior que les obliga a someterse al poder de otro. En el segundo caso, la producen las continuas correrías, depredaciones y otros daños de que sólo se pueden librar entregándose. De todos los sistemas, éste fue el que con más frecuencia usaron los romanos, empleando cuatrocientos cincuenta años en gastar las fuerzas de sus vecinos con continuas correrías y batallas, y en adquirir sobre ellos, por medio de tratados, todas las ventajas posibles, como ya dijimos.
De acuerdo con Maquiavelo, en los asedios hay pérdida de recursos y de dinero.
Capítulo XXXIII: Los romanos daban a los generales de sus ejércitos completa libertad para dirigir las operaciones militares
Esto es de suma importancia, pues entre las discusiones entre el Senado y los cónsules, el Senado siempre trataba de ser cauto en dirigir a los segundos, ¿por qué? porque los cónsules podrían pensar que la batalla que estaban peleando no sería victoria completa de ellos, sino que también del Senado. Es mucho mejor para el cónsul pensar que aquellas batallas serían completamente dependientes de él, que del Senado, pues así se llevarían todos los honores.
Conclusión
Ya vemos como Nicolás Maquiavelo va construyendo su propio tablero de ajedrez, haciendo también un llamado a sus políticos de cómo conducir el ejército y las batallas. Este libro va mucho más en línea con ''El Príncipe'' que el libro anterior, ya que su lado más estratégico se va explotando más y más. Ya no hay que congeniar con el enemigo, sino que se debe formar parte activa y luchar contra él. No se centra en los recursos o en el dinero a la hora de enfrentar una batalla, sino que más bien en la naturaleza humana.