En la biografía de nuestro filósofo hemos podido apreciar su desconfianza de la religión, pero también su desconfianza de la filosofía como tal. Abu Bakr Muhammad ibn Zakariya al-Razi tenía ideas muy contrarias al islam como religión, y este tratado no será la excepción pues la ética que veremos de este tratado es ética normativa. Por lo tanto, debemos entender este libro como una obra de ética centrada en la razón, de ahí que el primer capítulo se llame ''Loa a la razón''. Tendremos que ver ciertas similitudes con los tratados de ética de Aristóteles, pues al igual que la obra del estagirita, aquí también veremos una suerte de catálogo de vicios y virtudes.
Referencias
(1) Boecio nos presenta una idea muy parecida en ''La Consolación de la Filosofía''
Vocabulario:
(1) Ramplón: carece de buen gusto
EL LIBRO DE LA MEDICINA ESPIRITUAL
Capítulo I: Sobre la preeminencia y loa de la razón
Al-Razi nos dice en primer lugar que Dios nos ha dado la razón para servirnos de todas las cosas de la naturaleza. Dice luego:
''La razón es lo más grande, beneficioso y útil que tenemos''
Inmediatamente, al-Razi nos nombra las cosas que el hombre ha podido alcanzar con la razón
- Dominio de los animales
- Viajar de un lugar a otro
- Descubrir cosas ocultas
- Las formas de las esferas celestes
- Conocer al creador de este mundo
Sin la razón, la situación del hombre en este mundo sería la de una bestia o la de un niño.
La razón, dice al-Razi, nos presenta las cosas inteligibles antes que los sentidos, de modo que se ven esas cosas como si se las hubiese sentido, y luego aparecen las representaciones sensibles que aparecen a través de aquello que hemos imaginado.
Por todas estas cosas y la importancia que tiene, el filósofo nos dice que sometamos nuestros asuntos siempre a la razón, aceptando o suspendiéndolos según sea su mandato.
Capítulo II: Sobre el sometimiento y el rechazo de la pasión, más un resumen del sabio Platón
Con todo esto en cuenta, al-Razi nos describe el fin de la medicina espiritual:
''Es la corrección de los caracteres del alma, teniendo como propósito e intento el hacer comentarios sirviéndonos de descripciones, consideraciones e ideas, que constituyen la base para el conjunto de todo este objetivo.''
El propósito de esta obra, entonces, es ver cómo es que la razón somete a la pasión.
Superioridad del hombre
Si hablamos de la superioridad del hombre, lo primero que debemos considerar es su dominio sobre las bestias, lo que implica esencialmente el dominio de la voluntad y realización del acto después de la reflexión. No habiendo sido educada la voluntad, el hombre se guía por su constitución natural y en consecuencia, da rienda suelta a sus pasiones. En consecuencia, esta voluntad se debe a dos cosas: educación e instrucción.
Conseguir el máximo de esta virtud es algo difícil, pero no imposible pues esta conducta la alcanza quien es filósofo. Así, el hombre que es superior a otros será aquel que domine sus impulsos, mientras que el otro será el dominado por sus pasiones.
Cómo conseguir esta virtud
Sabemos que la naturaleza nos impulsa sin ningún tipo de reflexión a aquellas pasiones del hombre. Este descontrol que viene con la naturaleza debe ser dominado por el hombre porque de otro modo puede hacerse daño a sí mismo; por ejemplo, el niño que contrae conjuntivitis, por su deseo pasional de satisfacción, quiere frotarse los ojos, sin embargo, frotar los ojos mientras tiene conjuntivitis empeoraría su salud.
Muchas veces, parece que la pasión o la satisfacción de un placer parecen más correctos que la reflexión. Sin embargo, esto no es así. Al-Razi nos dice que incluso cuando no hay un placer para satisfacer, la reflexión sigue siendo más importante. Esto porque la costumbre de la reflexión nos hará evitar realizar estos actos que parecen buenos pero no lo son (frotarse los ojos cuando se tiene conjuntivitis).
Aquellos hombres que se entregan a las pasiones, se someten a una situación en la que ya no tendrán placer de eso, pero tampoco podrán dejarlo. Aquí al-Razi se refiere a los siguientes hombres:
- Adictos a las mujeres
- Adictos a la bebida
- Adictos a la audición de música y canto
Estos hombres, si hacen costumbre a estas pasiones, ya no las disfrutarán como aquellos que no están entregados. Esto porque estas actividades pasan a estar en un estado cualquiera suyo, es decir, se hacen notable, habitualidad y costumbre. Sin embargo, tampoco pueden dejarlo porque se ha convertido en algo necesario para su vida (a pesar de no estarlo disfrutando).
Por este motivo, les sobreviene una mengua en su religión y a los bienes de este mundo, de manera que se ven obligados a realizar distintas tretas para conseguir riquezas exponiendo su vida y pasando peligros. Y así, este hombre que creyó encontrar la felicidad alguna vez, en verdad se engaña a sí mismo. Al-Razi lo compara a un animal al que se la ha tendido una trampa, cae en ella, y no solo no consigue el alimento sino que además pierde su libertad.
Por lo tanto el criterio de dominar las pasiones es suficiente en sí mismo; consiste en no darle vía a aquellas más en lo que se sabe que no va a causar algún perjuicio.
Teniendo en cuenta todo esto, existen dos tipos de filósofos:
- Aquellos que sostienen que los placeres del cuerpo sí corrompen el alma, y por eso hay que evitarlos
- Aquellos que sostienen que los placeres del cuerpo no corrompen el alma, pero sí al cuerpo y por eso también tienen que evitarlos, porque esto constituiría una inferioridad
Para tal o cual, el alma sigue siendo la parte más importante del hombre. Si el cuerpo fuera superior, entonces el hombre solo estaría hecho de placer e instinto y no de razón. Si el cuerpo fuera superior, entonces los animales dominarían y no los hombres.
Entonces ¿dónde está la perfección y suficiencia del hombre en cuanto al placer? para al-Razi, esta suficiencia y perfección se da cuando recibe aquello que es justo o proporcional a su placer. Por ejemplo, un hombre que necesita 100 dinares y recibe 99, su situación no será perfecta no será satisfecha; por otro lado, a quien se le da un solo dinar y eso es solo lo que necesitaba, entonces estará completa su satisfacción. La perfección del estado de satisfacción tiene que ver con la justa medida, no debe dársele ni más ni menos a la persona que necesita satisfacer una determinada necesidad. Por lo tanto, la clave de la satisfacción está en querer solamente aquello que es necesario, no más.
¿Quién goza si no el que es feliz eternamente,
que tiene pocas preocupaciones y que duerme sin temores?
Luego, al-Razi menciona a aquellos filósofos que más aún, aborrecen todo tipo de placeres y reniegan de ellos además de renegar de las gentes a su alrededor. De estos se hablará más tarde. También deja suspendida la cuestión de si el alma está separada o unida con el cuerpo.
Sin embargo, como síntesis, al-Razi solo nos dará la perspectiva de Platón, que tiene las ideas más cercanas a su pensamiento.
Visión de Platón
De acuerdo con al-Razi, Platón nos decía que el hombre tenía tres almas:
- Racional
- Colérica
- Vegetativa
Las últimas dos almas fueron hechas en función al alma racional. La vegetativa es usada para la nutrición del cuerpo, mientras que la colérica ayuda al alma racional a calmar las pasiones del cuerpo. Estas dos almas no tienen una esencia como sí la tiene la racional, pues el alma colérica está compuesta de los humores del corazón y el alma vegetativa está compuesta de los humores del hígado. El alma racional se compondría de los humores del cerebro.
La comida, aumento y crecimiento del hombre provienen del hígado, y el calor y el pulso, de la palpitación del corazón. El sentir, el movimiento voluntario, la imaginación, el pensamiento y el recuerdo provienen del cerebro, no tanto como resultado de su propiedad y de la mezcla de sus humores, como de la substancia que en el radica, empleada a modo de instrumento y herramienta, si bien él es el instrumento y herramienta más próximo a su agente.
De acuerdo con el filósofo, Platón nos dice que el hombre debe dedicarse tanto a la medicina del cuerpo como a la del alma. Si no se cuidan las almas en sus propios aspectos, la posibilidad de cometer excesos será definitiva. El exceso del alma vegetativa es comer menos de lo que se necesita o más de lo que se necesita, en cambio el exceso del alma colérica es el sometimiento extremo queriendo dominar a todos; como ejemplo de este último, al-Razi menciona a Alejandro Magno(21).
Una de las deficiencias del alma racional es que no se asombre o no se pregunte sobre su fin en esta vida o en la otra. De ahí, que si el alma racional no tiene esta capacidad de reflexionar, quiere decir que el hombre se ha asemejado a las bestias, que son las que no tienen raciocinio. Nos dice al-Razi, que en esta condición el hombre se asemeja a los murciélagos, los peces o los insectos. De igual modo, el exceso de reflexión en el alma racional es otro de los vicios, pues esta comenzará a sobre reflexionar y olvidar las cosas que son necesarias para la vida llegando a un estado de melancolía.
Platón nos dice que luego de la separación del alma con el cuerpo, el alma, después de algún tiempo, quiere volver a formar parte del cuerpo.
Finalmente, al-Razi nos comenta que todo hombre sabio debe hablar sobre estos temas: la sujeción y el rechazo a los placeres pues son los discursos más altos que existen en la vida. La única forma de evitar los vicios es estudiando sus abstenciones y aceptaciones.
Capítulo III: Compendio que se presenta antes de mostrar las afecciones del alma
Este capítulo, en verdad, es una explicación de lo que viene más adelante que será el compendio de todas las afecciones del alma.
Capítulo IV: Sobre el reconocimiento de los propios defectos
Es imposible que el hombre no tenga defectos, al contrario, siempre los tiene y se sirve de ellos en primera instancia. Algunos defectos aparecerán con claridad y el hombre tendrá que trabajar en ellos, pero otros le serán oscuros y tendrá que averiguar cuáles son. Esto es vital porque naturalmente, el hombre no tendrá conciencia de ellos por sí solo.
¿Cómo es que el hombre puede ver los vicios ocultos? al-Razi nos dice que si se quiere ver tales vicios, entonces se tendrá que convivir con un hombre virtuoso. Un hombre inteligente que los sepa reconocer y que pueda guiar, y que le informe de aquellos defectos. Debe felicitarlo y debe regañarlo cuando corresponda, sin excederse en su trato con el conviviente.
También deberá buscar a los vecinos y amigos para que le informen los defectos que él no podría ver por sí mismo. Finalmente, al-Razi remite estos temas a los libros de Galeno como son:
Sobre que los mejores sacan provecho de sus enemigosSobre el conocimiento de los propios defectosDe acuerdo al último libro, si le sucede y ocurre que tiene un enemigo o rival que quiere poner al descubierto sus maldades y defectos, no tratará de negar este conocimiento que aquél tiene, sino que se verá forzado y obligado a desarraigarlos, si es de aquellos que admiten una regla para sí mismos y que quieren ser mejores y virtuosos.
Capítulo V: Sobre el amor y el trato íntimo más un resumen sobre el placer
Luego de hacer una diferencia preliminar de aquellos hombres que necesitan de placeres y otros que los rechazan, al-Razi se propone definir el placer:
''El placer no es más que la vuelta a aquel estado en que se estaba cuando el dolor lo sacó de allí, como el hombre que sale de un lugar escondido y umbroso a un desierto por el que camina bajo un sol tórrido de manera que sufre la acción del calor y luego vuelve a su primitivo lugar, entonces encuentra placentero aquel lugar hasta que su cuerpo vuelve a su primer estado. Con la vuelta de su cuerpo a la situación primera pierde aquella sensación agradable''
De acuerdo con al-Razi, los filósofos definían el placer como ''la vuelta a la naturaleza''. Sin embargo, de acuerdo a esta definición y a la explicación anterior, al-Razi dice que no hay placer sin dolor. La vuelta a la naturaleza no puede darse sino se conoce el dolor previamente.
''No es posible que exista placer, en absoluto, sino en la medida en que preexiste el dolor de salir de lo natural''
La explicación es inherente a todos los estados en que el placer se ve alterado, es decir, es aplicable a todos los placeres.
Finalmente, al-Razi nos recomienda su obra ''Sobre la esencia del placer'' la cual no ha llegado a nuestras manos.
Sobre el amor
Una de las cosas que al-Razi critica enormemente de los seres humanos es el concepto de amor, pero el amor llevado al coito. El hombre excede en su placer al tener coito, pero el animal solo lo hace cuando lo necesita por vía del placer, y cuando le resulta doloroso se abstiene y lo deja. El hombre podría seguir con dicho placer e incluso caer en insomnio.
El hombre que dice que ha alcanzado el máximo placer y que ha podido controlar sus excesos en el coito se equivoca, pues el placer se mide por la cantidad de dolor producido porque es este el que impulsa el placer. A quien posee y domina algo, se le debilita esta incitación e impulso, y se tranquiliza y calma rápidamente, por eso, con exactitud y verdad, se dice:
''Toda cosa conseguida está poseída, y toda cosa no conseguida aún, es perseguida''
Por lo tanto, es necesario que el hombre se abstenga del amor en estas proporciones, y que busque el coito en la medida moderada.
Diálogo de Platón
A propósito del tema expuesto, al-Razi cita un supuesto diálogo que Platón tuvo con un discípulo que estaba enamorado de su esclava, y producto de esto faltaba a sus clases en la Academia.
- Platón: dime, oh fulano. ¿Tienes dudas de que algún día te habrás de separar, necesariamente, de tu amada?
- Discípulo: de ninguna manera
- Platón: entonces, ese sorbo amargo que habrás de beber aquel día, bébelo hoy y líbrate del temor esperado que resta pasar en esa situación que, sin duda, ha de llegar, con lo difícil que te será librarte de ello después que se haya apoderado de ti y se le una y le asista además el rato íntimo
- Discípulo: lo que dices, oh sabio señor, es cierto, pero encuentro en mi espera el consuelo al paso de los días que me resulta más llevadero
- Platón: ¿cómo estás seguro del consuelo de los días y de que no vas a temer su trato íntimo? ¿Por qué estás tan seguro que no te va a venir la separación antes del consuelo y después de que te domine totalmente su amor de manera que el trago se te haga más insufrible y se duplique su amargura?
En ese momento, el discípulo le agradece a Platón y deja el amorío. Vuelve a clases de la Academia y no vuelve a faltar a ninguna de ellas. Luego, Platón se dirige a los demás dando un sermón al resto de los alumnos por haber dejado a su compañero y no ayudarlo, además de amonestar al propio alumno por no controlar sus pasiones y faltar a clases. Corregir al alma apetitiva y sujetarla al alma racional.
Posteriormente, al-Razi nos habla de que existe alguna gente ''necia y ramplona(1)'' quienes se enfrentan y se oponen al filósofo. Estos son los llamados zari (elegancia) y adab (Buenas Letras).
Critica a los zari y los adab
Estos hombres dicen que el amor trata sobre una naturaleza fina de entendimientos sutiles que lleva a la limpieza y la elegancia, al adorno y a una gentil apariencia. Todo esto es difundido por medio de su poesía erótica (gazal). Los principales hombres que profesan este amor son los poetas, los elocuentes, los príncipes, los literatos, profetas y los nobles.
Sin embargo, al-Razi nos dice que estos hombres solo comprueban el concepto de amor por uno aparente, uno que es grosero y para gente estúpida; entre ellos, turcos, persas y nabateos. En cambio, quienes tratan el amor de la manera más sutil, entendida y de manera esencial son sin duda los griegos. Estos últimos, reconocidos universalmente por todos los pueblos, son los que utilizan la sabiduría de manera manifiesta.
Por lo demás, por mucho que el amor sea de las características que advierten estos hombres, la verdad es que incluso el amor o la elocuencia necesitan de sabidurías perfectas. Siempre se piensan, y estos no son la excepción, de que la ciencia tiene solo que ver con las matemáticas, la gramática, la retórica, lo cual es un craso error, pues ninguna de las personas que se dediquen a estas ciencias son sabias. Las personas sabias son aquellas que saben las leyes y condiciones de la demostración y la lógica, además de quienes llegan al límite de las ciencias matemáticas, naturales y metafísicas.
Luego de aclarar este punto, al-Razi cuenta la anécdota de que uno de sus maestros fue interpelado por una de ''estas gentes'', que se puso frente a uno de los maestros y comenzó a recitarles poesía enalteciendo a su propia gente y vituperando a los demás. Una vez terminado dijo:
''Esto, por Dios, es la ciencia y lo demás son tonterías''
A lo que el maestro respondió:
''Hijo mío, esta es la ciencia de quien no tiene ciencia, y se alegra con ella quien no tiene seso''
Luego el maestro se dirige al mismo al-Razi y le pide lo siguiente:
- Maestro: pregunta a nuestro joven por alguno de los principios de las ciencias necesarias, pues es de los que piensan que quien esta versado en lengua puede responder a todo lo que se pregunta
- Al-Razi: responde si las ciencias responden a una convención o a una naturaleza
- Contendor: Todas las ciencias son debidas a la convención.
- Al-Razi: y quien conoce que la luna eclipsará tal noche, que la escamonda suelta el vientre cuando se toma y que el vinagre cuando se pulveriza y se arroja en él, ¿solo es cierto este saber por la convención de la gente sobre ello?
- Contendor: no
- Al-Razi: entonces ¿cómo se sabe?
- Contendor: yo digo que todas las ciencias son por necesidad (o naturaleza)
- Al-Razi: cuéntame entonces cómo se sabe que el invocado con la llamada en estado absoluto se pone en nominativo, mientras que el invocado con la llamada en estado constructo se pone en acusativo ¿acaso se sabe por necesidad, por naturaleza o es algo debido a una convención, al acuerdo de algunas gentes y no de otras?
El contendor no supo responder y solo dijo que sus maestros le habían dicho que la ciencia es por necesidad, posteriormente se avergüenza y se confunde. Luego el maestro dice:
''Gusta, hijo mío, el sabor de la ciencia que verdaderamente lo es''
Como se puede ver, es una conversación interesante porque para al-Razi, la filología, la ciencia que estudia las palabras no es verdadera ciencia; son solamente convenciones arbitrarias.
Finalmente, al-Razi se refiere a los profetas que se supone también profesan el amor que estos hombres identifican. De acuerdo con el filósofo, no hay ningún sabio que tenga al amor por virtud, ni mucho menos los profetas. Por lo demás, si así fuese, entonces no hay que imitar en absoluto a estos hombres porque la virtud no se puede basar en algo de lo que me puedo arrepentir después o las que necesariamente necesitan enmienda, deseando posteriormente no haberlas hecho.
Estos hombres también dicen que el amor invita al aseo, al ornato y a la elegancia. Pero al-Razi se pregunta ¿cómo se compadece la belleza del cuerpo con la fealdad de alma? de ninguna manera. Los únicos que tienden a estas cosas, según al-Razi, son las mujeres y los invertidos.
Cuenta además otra anécdota:
''Se cuenta que un hombre invitó a su casa a cierto sabio. Todo el mobiliario de su casa era extremadamente bello y lujoso, y él, en cambio, sumamente ignorante, estúpido y cretino. El sabio inspeccionó atentamente toda la casa y a continuación escupió directamente sobre él. Cuando éste montó en cólera y se enfadó por aquello, el sabio le dijo: 'No te enfades. He inspeccionado y revisado tu casa entera y no he visto lugar más sucio y vil que tu propia persona, así que he considerado que era el lugar apropiado para escupir' ''
El hombre tuvo poca estima en lo que poseía y se dedicó a buscar la ciencia y la sabiduría.
Por último, al-Razi también se refiere a lo íntimo diciendo que es aquel efecto que produce aversión de separarse de los amigos, después de una prolongada compañía. A la hora de separarse, esto produce mucho dolor al igual como sucede con las bestias, solo que en unas es más marcada que otras. Para no sufrir de estos males, cuando se entraba una amistad se debe tener en consideración y a la vista, la separación que pudiera ocasionarse con el amigo.
Capítulo VI: La vanidad
La vanidad quiere decir considerarse a sí mismo por sobre lo bueno que uno es, y la consideración de sí mismo por debajo de lo que uno es. Así, cuando un hombre tiene una mínima virtud, este la ve con grandes ojos y quiere ser alabado por ella por encima de lo que merece. Es orgulloso por su obra y no la perfecciona porque no cree que sea susceptible de más mejoras.
En consecuencia, como remedio, uno no debe estar ufano ni vanagloriarse de sí mismo hasta que supere a los demás. Si obra así, estará a salvo del vicio de la vanidad y del defecto de la bajeza y la gente lo llamará ''conocedor de la medida de sí mismo''.
Capítulo VII: La envidia
Alcance
Es una afección del alma que se forma por la combinación de la mezquindad y la avaricia. Es una de las afecciones del alma más pérfidas que existen porque ocurre cuando una persona se contenta con la desgracia de otra, y al mismo tiempo detesta el éxito de una persona.
Es peor que la tacañería porque el avaro solo quiere y desea que nadie obtenga lo que él tiene, mientras que el envidioso no quiere que alguien tenga algún bien.
El pérfido también entra en la definición de envidia porque la perfidia es la mitad de la envidia.
El envidioso envidia a aquellos que le son conocidos pero ¿por qué el envidioso no envidia a los que viven en India o China? realmente no tiene envidia porque no tiene contacto directo con ellos.
No obstante, hay algunos que añaden la envidia a otros hombres que detestan el bien para aquellos de cuya consecución les viene a ellos algún daño o molestia. El envidioso se enoja o se entristece por un bien que le ocurre a una persona, pero que a él no le ha ocurrido.
Los efectos de la envidia
Es altamente nociva para el alma porque produce insomnio y digestión, que además produce un color feo en el cuerpo, fea catadura y corrupción de su naturaleza.
Por otro lado, la envidia también es una muy buena colaboradora porque es una vengadora del envidiado, porque hace durar su pena y su tristeza, aturde su entendimiento, tortura su cuerpo y debilita sus tretas y ataques contra el envidiado.
Solución
La solución para la envidia es rechazarla y olvidarla, porque ciertamente el hombre que tiene bienes no los tiene asegurados en este mundo. Cuando tenga estos placeres de manera prolongada, estos se volverán costumbre y ya no serán placeres, buscará otros si es que no los ha perdido y sufrirá por los mismos(1).
Capítulo VIII: Sobre el rechazo de la cólera
El objeto de la cólera en el animal es vengarse de otro cuando el primero le hace daño. Si la venganza es proporcional al daño causado, entonces no constituirá vicio, pero si se sobrepasa la venganza entonces sí lo constituirá. Este sería un daño que el hombre se hace a sí mismo.
Un ejemplo de esto es cuando un hombre golpea a otro con el puño, y por la fuerza de este mismo se rompe la mano, una anécdota de al-Razi. Para el filósofo, entre el loco y el encendido de ira no hay diferencia alguna.
Ahora bien, como podemos deducir, no es que el primer hombre afectado no pueda ocasionar daño pero sí debe estar libre de ciertos estados:
- Orgullo
- Cólera
- Venganza
- Castigo
Si las considera, entonces aquel hombre que quiera realizar una venganza lo hará en su justa medida.
Capítulo IX: Sobre la eliminación de la mentira
Esta sucede cuando el hombre busca la preeminencia y primacía en todos los aspectos y situaciones, quiere ser siempre el que informa y enseña por la superioridad que supone sobre aquel al que informa y enseña.
El que con frecuencia practica puede terminar abandonando la mentira, con mucho esfuerzo si la abandona, o la hace parte de su vida. Para al-Razi, un hombre de este estilo no es un ser humano, no merece ser tratado como tal ni tampoco se le puede dirigir la palabra para mejorarle. El mentiroso es un incauto, mientras que el inteligente siempre advierte o se procura cautela.
Informar de aquello en lo que no hay verdad puede ser visto de dos maneras:
- Una es cuando el informante busca con ello algo bueno y hermoso en lo que haya una excusa clara y útil para el informado al descubrírsele la verdadera noticia, y que le obliga a comunicársela, aunque no sea
verdadera
Un ejemplo de esto lo proporciona el mismo al-Razi: el amigo de un hombre va a ser asesinado por un rey al día siguiente. El hombre lleva a su amigo a un lugar donde se encuentra un tesoro. Lo hace cavar hasta encontrar el tesoro. Mientras el amigo esta cavando para encontrar el tesoro, el rey no puede encontrar al amigo. Por lo tanto, no habrá sido asesinado. Para el filósofo, este tipo de mentira no es en absoluto vituperable, sino que todo lo contrario, es hermosa y digna de alabanza.Otro tipo de informar la mentira es el siguiente:
- Vergüenza la hay cuando no se sigue ningún daño para el informado. Como cuando un hombre cuenta a otro que ha visto en tal ciudad un
animal, una gema o una planta de tal y cual estado y manera, pero que no
es verdad, y con lo que los mentirosos no pretenden más que suscitar el
asombro.
Sin embargo, hay aun otro tipo de mentira:
- Hay vituperio, en cambio, cuando esta mentira acarrea un daño para
el informado. Como cuando un hombre informa a otro de que el rey de
un país alejado está descoso y amistoso de que este se le acerque y le
asegura que si se dirige y marcha hacia dicho rey, obtendrá de el tal
posición o rango. Pero sólo hace esto para conseguir lo que este deje tras
su partida, de manera que cuando aquel se preocupe, se fatigue y se esfuerce, llegue por fin ante aquel rey, no encontrará verdad en nada de
aquello, sino que encontrará a aquel rey encolerizado y airado para con
él hasta el punto de que procederá en contra suya.
En consecuencia, el mentiroso no es aquel que está obligado a mentir o quien lo hace por un propósito noble, sino que es aquel que se siente bien con la mentira.
Capítulo X: Sobre la mezquindad
En primer lugar, al-Razi nos dice que este vicio no proviene de la pasión, pues hay quienes son mezquinos porque tienen terror de la pobreza, mientras que otros solo tienen una mezquindad obsesiva sin razón.
En una ocasión, al-Razi pregunta a un hombre la causa de su mezquindad y este le respondió:
''Es que me gusta y lo quiero así''
Es en ese momento que a la mezquindad debe tratársela inmediatamente sin darle tregua a la pasión. Recordemos que la mezquindad por regla general no proviene de la pasión si esta es fundamentada, pero si no lo es entonces se encuentra en la pasión.
Capítulo XI: El rechazo del exceso nocivo de reflexión y de preocupaciones
Para no caer en estos vicios, el hombre debe entretenerse, divertirse y alegrarse. Sin embargo, el filósofo hace la salvedad de que estas tres cosas no se deben tomar por sí mismas, sino que con el objetivo de no desgastarse emocionalmente.
Por lo tanto, debe existir un equilibrio entre las actividades de reflexión y las actividades para entretenerse. De hecho, al-Razi nos dice que quien se quiera dedicar a estudiar a todos los filósofos, y que no hiciera nada más que estudiarlos en el periodo de un año
''este hombre caerá en
el delirio y en la melancolía y se quedará delgado y marchito antes de
cumplirse este plazo y antes de aproximarse a lo que hemos mencionado''
Lo mismo ocurrirá con el hombre que quiere dedicarse a la filosofía, pero dedica más tiempo a la diversión. En consecuencia, debe existir un equilibrio entre la reflexión y la diversión.
Capítulo XII: Sobre el rechazo de la tristeza
Precaver la tristeza
La tristeza sobreviene cuando el deseo se representa con el intelecto la pérdida de aquellas cosas que conviene y son deseables.
Para rechazarla o evitarla hay que actuar de dos maneras:
- Precaverse antes de que se produzca
- Defenderse y rechazarla una vez producida
Si la causa de la tristeza es solamente por aquellas cosas queridas que se pierden, las personas que sientan más dolor serán aquellas que tienen más cosas. En consecuencia, un hombre inteligente debe deshacerse de toda materia que es causa de la tristeza, en este caso, los objetos materiales. En otro caso, las personas que menos cosas tengan, serán menos susceptibles de padecer la tristeza.
Ahora bien, puede que algunos objeten, según al-Razi, que quienes se abstengan de acumular cosas para no tener tristeza de perderlas solo están dilatando la tristeza. Sin embargo, nuestro filósofo nos dice que dilatar la tristeza no es lo mismo que el temor a perderlas. En efecto, no podemos lamentar perder algo que no tenemos.
En este sentido, al-Razi nos cuenta dos anécdotas:
Se cuenta de cierto filósofo al que se le dijo: «¿Y si adoptases un
hijo?». Contestó: «Con las penas y sufrimientos inaguantables que tengo que soportar para atender a mi cuerpo y alma, ¿cómo voy a añadir y juntar otro tanto?».
A una mujer inteligente he oído contar que vio en cierta ocasión a
una mujer muy dolida por la desgracia que había sobrevenido a un hijo suyo, que se guardaba de acercarse a su marido por temor a tener otro hijo con el que pudiera sufrir otro tanto.
La pérdida de un ser querido, en los casos anteriores, puede describirse de la manera en que al-Razi nos explicaba anteriormente el placer. La existencia de la persona amada nos resulta conveniente y natural, sin embargo, cuando la pérdida de la persona nos provoca un dolor más intenso que el placer que se sentía, entonces el hombre quiere volver a aquel estado. Como habíamos visto, el filósofo explicaba que el placer acostumbrado, luego de prolongarse por un largo tiempo, no se reconoce hasta que llega un dolor, y nuevamente el hombre comienza a darse cuenta de lo que le daba placer.
La naturaleza considera que todo ese gozo prolongado es un derecho y algo indispensable. Sin embargo, con la costumbre, el hombre no tiene una visión clara de estas cosas que ama, pero cuando se pierden el asunto es más claro y evidente, y en consecuencia, duele mucho más.
Por lo tanto, el remedio para esto es que el hombre recuerde lo doloroso que es perder aquellas cosas. Esto lo prevendrá de realizar cualquier acción que lo haga procurarse más cosas. Es así que al-Razi entiende esta solución como un ejercicio que el alma debe hacer a modo de prevención, pues no está libre absolutamente de no contraer estos sentimientos. Citando a un poeta:
El precavido se representa en su alma
las desgracias antes de que ocurran.
Y si ocurren de improviso, no le asustan,
puesto que ya se las había representado.
Ha visto llegar a su fin el asunto,
pero ya había él anteriormente adelantado su fin.
Si el hombre tiene el placer muy arraigado, entonces tendrá que arreglárselas para cuidar aquellos bienes imprescindibles y necesarios.
Rechazo de la tristeza
Al-Razi nos hablará ahora sobre el rechazo de la tristeza. El hombre, a su alrededor, puede ver como todas las cosas están sujetas a la generación y a la corrupción,. Este no es un hecho por el cual deba sentirse triste ni miserable. El hombre debe saber que todas las cosas de este mundo sin ninguna duda se destruyen y no es esto grave ni importante para él en el momento en que existen, puesto que es algo preciso que suceda.
Cuando el hombre quiere que estas cosas perduren para siempre, en realidad está queriendo un imposible, y esto conlleva una tristeza enorme. Por lo demás, la pérdida de una cosa puede sustituirse por la agregación de obtener otra y olvidarse de la anterior. Dice al-Razi
''¡A cuántos hemos visto afectados por grandes y abrumadoras desgracias volviendo a su estado anterior, gozosos de su vida y contentos con su situación!''
Por lo tanto, sería muy conveniente que el hombre pensara en esto y dejara en su alma lo claro que es este razonamiento, para mitigar la tristeza. Otro método para aliviar la tristeza sería el pensar sobre las personas que lo acompañan en momentos de desgracias.
Finalmente, al-Razi nos advierte que todas las afecciones anteriormente mencionadas tienen su relación directa con la pasión. Cuando se vuelve a la pasión y se aleja de la razón, el hombre se hace un daño a sí mismo.
Capítulo XIII: Sobre la gula
Al-Razi comienza hablando sobre la gula por medio de sus efectos, es decir, las cosas que produce este vicio que son el desprecio por la gente y la mala digestión. El origen de esta afección proviene del alma apetitiva, lo que provoca una ceguera en el alma racional y consiguientemente se produce la vergüenza. Al-Razi nos cuenta otra anécdota
''Me ha llegado la noticia de que un glotón se lanzó en cierta ocasión con mucha voracidad con gula sobre unos alimentos hasta el punto de que cuando se llenó y quedó satisfecho y ya no pudo comer más, se puso a llorar. Se le preguntó entonces por el motivo de su lloro, y contestó que se debía a que no podía comer más de lo que tenia delante''
''Había un hombre en Bagdad que comía junto a mí muchos dátiles. Yo, tras comer una cantidad moderada, paré, mas él continuó hasta casi acabar con todo. Le pregunté en ese momento, tras haberse atiborrado y haber tenido que parar —pues le vi yo seguir con la mirada los restantes dátiles que eran retirados—, si no había terminado y no había quedado saciado su apetito''
''Contestó: «No quisiera sino estar en la situación de antes y que nos fuera presentado ahora este manjar». Le dije a mi vez: «Si el dolor y la comezón del deseo no te han desaparecido ni siquiera en esta situación, lo acertado entonces sólo es el abstenerse antes de atiborrarse para poder estar aliviado ahora de la pesadez y de la duración del hartazgo y de la mala digestión, de la que estás a salvo, que te puede acarrear enfermedades cuyo dolor va a ser mucho mayor que el placer que has obtenido».
Le vi en ese momento que había comprendido el sentido de mis palabras, que le habrían hecho mella, que había sacudo provecho de ellas''
También nos cuenta la anécdota de un filósofo y su discípulo:
''Es como lo que se cuenta de cierto filósofo que comía en compañía de un joven de los que no tienen disciplina. Consideraba aquel joven que el filósofo comía poco y admirándose de ello le dijo en un momento de la conversación «Si la cantidad de mi comida fuera como la tuya, no se me daría nada morir». Respondióle el filósofo: «Sí. hijo mío, yo como para vivir, pero tú sólo quieres vivir para comer»''
El remedio para la gula es buscar el equilibrio de este apetito que puede identificarse con facilidad. Incluso aunque el hombre esté comiendo en un determinado momento y siente que ya no puede más, debe abstenerse inmediatamente de seguir comiendo. Es la razón, nuevamente, la que debe imperar antes de la pasión.
Capítulo XIV: Sobre la borrachera
Nuevamente, al-Kindi comienza hablando de los efectos de los vicios, en este caso, la borrachera:
''...Lleva al que lo hace a muchas desgracias, sufrimientos y enfermedades, ya que el abuso en esto expone al punto a la apoplejía, a la asfixia, a llenarse la cavidad interior del corazón acarreando la muerte repentina, a reventarse las arterias del cerebro y a precipitarse y caer en cimas y pozos, y posteriormente a fiebres ardientes, a hinchazones sanguinolentas y biliosas en las entrañas y en los miembros principales, a convulsiones y a hemiplejías, sobre todo si se tienen los tendones débiles...''
''Junto a esto lleva también a la pérdida de la razón, a desgarrarse la ropa, a exponer las vergüenzas y a abstenerse de observar las prescripciones tocantes a la religión y a este mundo, de modo que apenas si hace lo que se espera debe hacer, ni realiza nada de eso, al contrario, se precipita y se hunde más y más''
Citando a un poeta:
''¿Cuándo observarás las virtudes o estarás en capacidad de ello, aunque estén a un palmo de distancia de ti, si pasas la noche borracho y amaneces cargado de vino y vuelves a la bebida al mediodía?''
Con respecto al alma, la borrachera da fuerzas al alma apetitiva y a la colérica, que a su vez entorpecen y embrutecen al alma racional quedando en un estado de compulsión inmediata, es decir, el alma no mide las consecuencias de sus actos y la reflexión no tiene cabida.
Uno de los efectos más perjudiciales de la borrachera es que el placer que conlleva es cierto y evidente. El borracho empedernido entra en una situación de la cual no puede dejar de emborracharse, porque la sobriedad lleva necesariamente a las penas.
La ansiedad de la borrachera es peor que la de la gula, cuesta mucho más rechazarla y refrenarla.
Finalmente, al-Razi nos dice que la borrachera, además de servir como un supuesto disipador de la tristeza, también se dice que otorga valentía para enfrentar ciertas cosas, y por consiguiente alejarse de la reflexión. Mucho peor será emborracharse cuando en realidad se necesita pensar y reflexionar.
Capítulo XV: Sobre el coito
Una de las afecciones más malas de acuerdo con al-Kindi que tiene los siguientes efectos si se lleva en exceso:
- Debilita la vista
- Arruina y consume el cuerpo
- Precipita la vejez
- Decadencia
- Decrepitud
- Daña el cerebro y los nervios
- Disminuye y decrece las fuerzas del cuerpo
- Otras enfermedades
La frecuencia del coito ensancha los conductos por donde va el semen, afluyendo mucha sangre por ellos. Así, se aumenta la producción de semen y se incrementa por ello el deseo, redoblándose la pasión.
La menor frecuencia en el coito conserva la humedad básica del cuerpo, particularmente en la sustancia de los cuerpos. Así, el envejecimiento, el decaimiento, la decrepitud y la decadencia se atrasan. Los conductos del semen, al no llevar materia alguna, se estrechan. La producción de semen disminuye, se debilita la erección, se encoge el pene se rebaja el deseo y desaparece su intensa comezón y exigencia.
Por lo tanto, si el hombre no quiere caer en dichas dolencias tendrá que abstenerse del coito, para luego no agravar la situación en que no pueda dejar de hacerlo.
Se parece mucho, en opinión de al-Razi, a la gula pues una vez desatada el alma al coito, el hombre querrá siempre más. Sin embargo, ya sea por las fuerzas del cuerpo que se van perdiendo, por las pocas posibilidades que pueda tener, es muy probable que el hombre no pueda tener coito. En ese momento, querrá tener coito pero no podrá; el mismo efecto que se produce con la gula cuando quien comió bastante ya no puede comer más y se lamenta por aquello.
Los consejos para evitarlo son los mismos que los anteriores. Abstenerse y moderarse en su ejercicio, sobre todo cuando no es necesario realizarlo, y en realidad, el coito es uno de los vicios que no es en absoluto necesario porque no se necesita en la subsistencia.
Al-Razi nos dice que el coito debe considerarse como algo feo y malo, pues así la gente se va a abstener de realizarlo. Puede que se considere feo y malo por naturaleza o por educación, pero siempre será mejor que se considere feo y malo en sí, porque en el silogismo, aquellas opiniones en las que no se puede dudar, son aquellas que son aceptadas de manera generalizada por la gente.
Capítulo XVI: Sobre la manía de tocarse algunas parte del cuerpo y sobre los escrúpulos de los actos rituales
Al-Razi nos recomienda que esta manía de tocarse alguna parte del cuerpo debe dejarse por simple decisión, además de añadir una vergüenza y aborrecimiento de ello, y luego acordarse de esta costumbre para finalmente dejarla de lado por medio del recuerdo, esto es, recordar lo vergonzoso que fue.
Al-Razi nos
cuenta la anécdota de un rey sabio que tenía la manía de toquetear una parte de
su cuerpo, que era la barba. Esta manía la tuvo por tanto tiempo y se lo
comentaron muchos cercanos a él. Sin embargo, el rey seguía olvidando erradicar
esta conducta. Pero un día uno de sus visires le dijo ''Oh, rey, deja esto con
la resolución que emplea en ello la gente razonable''.
El rey se
puso rojo de cólera, pero nunca más lo volvió a hacer.
El alma
racional de este hombre suscitó en su alma colérica la fogosidad y el ímpetu, y
fue firme y se confirmó en su alma racional la decisión de influirle
poderosamente, recordándoselo y advirtiendo cuando se olvidaba. El filósofo nos
dice que el alma colérica ha sido instituida para que la racional se ayude
mediante ella contra la apetitiva cuando tiene una inclinación de esta especie.
El hombre
inteligente debe encolerizarse y llenarse de fogosidad e ímpetu, cuando vea que
la pasión quiere dominarle y vencerle. Tiene que someterla y dominarla, ponerla
entre lo detestable y vil ante el juicio de la razón y constreñirla a esta. En
consecuencia, la única forma de erradicar estas manías es recordando lo
vergonzosas que son, y en ciertas ocasiones que nos recuerden.
Escrúpulos
En cuanto a
los escrúpulos, en el cumplimiento de las prescripciones rituales, al Razi nos
dice que estos provienen de la pasión y no de la razón. Dice el filósofo que
la limpieza y la purificación deben ser valoradas por los sentidos, no por la
demostración lógica. La impureza ritual que escapa a la percepción de los
sentidos es llamada pureza ritual, y la suciedad que escapa a la percepción de
los sentidos la llamamos limpieza.
El filósofo
se refiere a la purificación y la limpieza por motivos de religión o por causa
de aquello que sentimos asco, pero en ningún modo nos afecta a aquella poquita
suciedad o impureza que escapa a los sentidos.
Así, la
religión permite realizar la oración con la misma ropa que tocan las patas de
las moscas que se han posado sobre la sangre y los excrementos, y hacer la
ablución con agua corriente aunque sepamos que se ha orinado en ella, con el
agua estancada aunque sepamos que hay gotas de sangre de vino.
Estas cosas
no producen asco porque escapan a los sentidos, no las percibimos, y cuando las
percibimos no nos resultan repugnantes. A los hombres, en este caso, no les
daña aquello que es impuro o sucio porque escapa a los sentidos por su
insignificancia. En cambio, cuando se busca lo limpio por medio de la
imaginación, entonces ese hombre no cesará jamás de buscar el punto más limpio
que en realidad no lo va a poder encontrar. Por lo tanto, creará en su mente una
inseguridad con respecto a las cosas que tengan alguna mínima suciedad.
Capítulo
XVII: Sobre la acumulación, la adquisición y el gasto
El
intelecto ha sido aquello por lo que nos distinguimos de los restantes animales
irracionales, nos ha llevado a una vida hermosa y a la cooperación con otros
animales. Pocos animales hay que no cooperen con otros. El filósofo aquí
describe la imposibilidad de que el hombre pueda subsistir por sí solo, necesita
la ayuda de otros (animal político). A
su vez, al-Razi nos dice lo importante que es que un hombre se dedique a una
sola actividad porque en este modo se reparten los distintos esfuerzos y se
revierten sobre la totalidad de ellos (Estado platónico). Tienen un perfecto
bienestar, aunque existan grandes diferencias en ellos, incluso rivalidades.
Como
podemos ver entonces la vida de la gente se perfecciona y mejora con la
colaboración y la ayuda: de este modo hay que alejarse de los dos extremos: la
exageración y el quedarse corto.
Quedarse
corto comporta humillación, rebajamiento, vileza y desprecio porque el hombre
finalmente se convierte en una carga.
La
adquisición y el atesorar es una de las cosas necesarias para la buena vida, se
produce por la previsión del conocimiento racional. El filósofo nos dice que es
muy obvio referirse a este tema, pues incluso se puede ver en los animales
irracionales que actúan de la misma forma.
Ahora bien,
la cantidad de la adquisición debe ser equilibrada porque la deficiencia
acarrea su falta existiendo la necesidad, como el estado de aquel que se ve
privado de provisiones en el desierto, y el exceso conlleva la fatiga y el
cansancio. El equilibrio de esta adquisición es que el hombre busque el auxilio en las cosas que se adquieren en la medida en que con ello mantiene su situación, en
la que continúa estando aunque se produzca un desastre que le impida acumular.
Las mejores
adquisiciones, las más duraderas y seguras, son las artes e industrias naturales
y necesarias, y no los objetos preciosos y tesoros que no están a salvo de los
reveses de la fortuna. Los filósofos, de acuerdo a al-Razi, consideran que
nadie es rico por las posesiones sino que por las artes e industrias.
La cantidad
del gasto debe ser equivalente a la cantidad de adquisición más un plus
adquirido y atesorado para las desgracias y calamidades, y procurar siempre que
el gasto sea menor que la adquisición. De todas formas el hombre debe cuidar la
tacañería.
Capítulo
XVIII: Sobre la búsqueda de rangos y honores mundanales
El
propósito de este capítulo es que se observe y se reafirme las distintas
situaciones de la gente y poner el intelecto en una posición superior a las
pasiones.
Luego, para
describir los estados en que se encuentra el hombre los divide en tres:
- El estado
en el que se encuentra,
- En el que
ha crecido y el que ha sido educado.
- El estado
más excelso y el más inferior
El alma
prefiere, desea y aspira desde el primer momento el estado más excelso.
¿Es
posible para el hombre llegar a ese estado? ¿cuál le conviene más? quien ha
crecido y se ha desarrollado en un estado en el que está habituado a que la
gente no le considere superior y no vayan en cortejo delante de él y detrás
de él, sí se preocupa y se esfuerza por llegar a ese estado, entonces se ha
desviado de su razón, se inclina la pasión y trata de conseguir su objetivo con
mucha fatiga y cansancio. Su idea de conseguir lo apetecido le engaña y le
seduce sin pensar en el camino para llegar a ello. Además, cuando lo consigue
pierde la ilusión y el goce rápidamente porque se vuelve algo acostumbrado.
Al-Razi nos
recalca nuevamente la habitualidad de ciertos hábitos que posteriormente
decaerán en intensidad, para luego molestia si no se está con ellos.
La razón
presenta al que la tiene lo que es positivo o negativo; la pasión, por el
contrario, le muestra el aspecto positivo y le ciega para ver todo lo negativo.
muestra de esto es el hombre que muchas veces se ciega a ver su propio defecto.
De esta forma, el hombre inteligente debe sospechar sobre las cosas que son
absolutamente favorables y no desfavorables, porque puede ser producto de la
pasión y no de la razón. La razón hace ver todo por medio de pruebas y
argumentos claros, mientras que la pasión convence y hace ver por medio de
inclinaciones y gustos.
Capítulo XIX: La conducta virtuosa
Al-Razi, define
la práctica de los filósofos virtuosos de la siguiente manera:
- Tratar a la
gente con justicia
- Dispensar
favores
- Tener
sentimiento de respeto
- Tener
sentimiento de piedad
- Consejo
para todos
Esforzarse
por el provecho general (excepto en ellos que obran injusta y opresivamente),
busca en la corrupción o la sedición una solución.
Existe mucha
gente mala, que se hace mala por las leyes sean religiosas o civiles: los
llevan a una conducta injusta. El filósofo nos da ejemplos como los daysanies y
los muhammaries, quienes opinan que es correcto engañar y traicionar a los
contrarios, y los maniqueos que se obtienen de dar de beber comer o remediar si
están enfermos a los que no piensan como ellos, además de otras abstinencias
como la de no matar víboras alacranes y bichos nocivos que nos reportan ningún
beneficio y de los que no se saca ninguna utilidad. Al-Razi prefiere no seguir
hablando de estos hombres porque sería un asunto muy largo.
En fin, el
hombre debe guiarse por la justicia el amor la honradez, el favor, el consejo y
la misericordia; estas 2 últimas serán el fruto de una conducta virtuosa.
Capítulo XX temor a la
muerte
Es una de
las afecciones que no puede eliminarse totalmente del alma si no se le
proporciona la satisfacción de que, tras la muerte, pasará algo mejor. Luego, el
filósofo nos dice que este tema es muy difícil y amplio de tratar y que sólo
dará consuelo a aquellos qué piensan que el deterioro del cuerpo es mejor que la
muerte, o más bien, que la vida es mejor que la muerte.
Sin embargo,
al-Razi, nos dice que la muerte es mejor que la vida y nos lo demuestra con un
ejemplo:
Si alguien
dijera: ''aunque durante su vida le afecten al hombre los males, obtiene
también unos placeres que no los tiene cuando está muerto''
Se le
contestaría: ''¿le dañaría, afectaría, o sufriría de alguna manera en esta
última situación el que no tuviera placeres?''
Sí responde
que no: entonces, no le dañará no obtener placeres
Sí responde
que sí: entonces, existe una contradicción porque los muertos no sienten
placeres ni dolores. El mal solo afecta al vivo y no al muerto
En efecto, el
muerto no necesita placer alguno como le ocurre al ser vivo; por lo tanto, el
vivo no tiene ninguna superioridad contra el muerto. De acuerdo con el filósofo
el estado del muerto es el mejor.
Si alguien
dijera: ''estos conceptos no se pueden aplicar al muerto porque no existe''
Se le
contestaría: ''no hemos aplicado estos conceptos como efectivos y existentes, sino
como supuestos, imaginaos y concebidos para medir algo con algo, y para
expresar una cosa con otra''
La muerte
es un descanso del dolor, por lo tanto no se debería preocupar por la muerte. Evidentemente,
la preocupación por lo inevitable y por lo que ha de acaecer es algo superfluo,
como la muerte es algo inevitable, el temor a la muerte es algo superfluo y el
olvidarse y desentenderse de ello es una ganancia y un lucro.
Por eso es
que en este sentido envidiamos a los animales, porque esta situación es por
naturaleza una perfección suya que nosotros no podemos conseguir sino
desechando el pensamiento y la aprehensión racional.
Estos
argumentos son esgrimidos para contrarrestar aquellos hombres que piensan que
luego de la muerte no hay nada posterior, y aquellos que dicen que la muerte no
es un bien pero si hay una situación posterior, también hay consuelo para ellos
porque la religión verídica ha prometido el éxito, el descanso y llegará la
bienaventuranza eterna.
Conclusión
Este verdaderamente un tratado moralizante para cada hombre que abrace la religión musulmana, pero también para todo público. Pareciera ser que al-Razi piensa desde el punto de vista aristotélico todo su catálogo de vicios, o al menos de cómo lo podrían llevar a cabo los filósofos. Me llama la atención su modo de llevar la vida y la filosofía, pero también este catálogo que es mucho más interesante en su análisis que filósofos posteriores. Un ejemplo de ello: el análisis de la borrachera.