Luego de tres años de publicadas sus 95 tesis, Martín Lutero escribe una serie de obras que intentan convencer al Estado a tomar cartas en el asunto relativo a la Iglesia. Se supone que la Iglesia concentra no solo un poder espiritual en el mundo, sino que también tiene el poder terrenal como habíamos visto en la teoría de la dos espadas. Sin embargo, Lutero no cree que la Iglesia pueda manejar los asuntos espirituales apropiadamente, y en consecuencia, mucho menos los políticos. Veamos qué es lo que nos ofrece en esta obra.
Referencias:
(1) Esto es lo mismo que dijo Napoleón Bonaparte en sus lecturas del príncipe; que todo lo dicho en el Príncipe es solo para los gobernantes. Los sofistas de aquellos tiempos hacen el mismo enfoque pero con Cristo
La Autoridad Secular
Lutero dirige esta obra al príncipe Juan, duque de Sajonia, a propósito del uso de la espada secular y cómo usar de esta en forma cristiana, y hasta qué punto se le debe obediencia.
Sin embargo, existen ciertos pasajes de las Sagradas Escrituras que sugieren no utilizar la espada:
"No resistas al que es malo, sino que cede a tu adversario, y al que quiere quitarte la túnica, déjale también la capa"
(Mateo 5:39)
Por otro lado, San Agustín de Hipona decía que se debía permitir a los malos hacer el mal, pero esto no tiene ninguna compatibilidad con la espada secular.
Los sofistas de los tiempos de Lutero decían que estas normas eran para los ''perfectos'', es decir, para los príncipes y no para los cristianos en general(1). Pero de acuerdo a Lutero, esto no causa más que ambigüedades y dejaría a Cristo en un papel de mentiroso. Por lo demás, los mandamientos de Cristo no son consejos.
PRIMERA PARTE
Para fundamentar el poder secular, Lutero señala el siguiente versículo:
''Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos"
(Romanos 13:1-2)
"Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanzas de los que hacen bien"
(1 Pedro 2:13-14)
Lutero dice que el derecho del poder siempre ha existido, pues Caín tuvo miedo de morir también después de haber matado a Abel, no porque Dios lo estableciera así, sino que porque Adán ya se lo había señalado.
Otro artículo importante es el siguiente:
''El que derramase sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada"
(Génesis 4:14)
Esto no puede entenderse como un azote o castigo que Dios mismo inflige a los asesinos, porque muchos de ellos, por arrepentimiento o misericordia, quedan con vida sin morir por la espada. Antes bien, se habla del derecho de la espada según el cual un asesino es reo de muerte, y que, conforme al derecho debe ser muerto por la espada.
Ahora bien, a este pasaje se contraponen muchos versículos:
''Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos"
(Mateo 5:38)
"No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza yo pagaré, dice el Señor"
(Romanos 12:19)
"Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen"
(Mateo 5:44)
"No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, etc."
(1 Pedro 3:9)
Esto demuestra que los cristianos del Nuevo Testamento no deben estar sujetos a la espada secular, pues no pueden sostener la espada para realizar los actos que sí debe realizar la autoridad secular.
Por eso es que los sofistas dicen que los hombres perfectos reciben estos ''consejos'' de los que hablábamos, mientras que los demás cristianos imperfectos deben serles impuestos los mandamientos. Pero Lutero nos dice que esta forma de pensar es una mentira; no hay consejos para unos y mandamientos para otros, los mandamientos son para todos, sean perfectos o imperfectos.
La división que sí existe entre los hombres es aquella que se da entre los hijos de Adán y el resto de los hombres. Los primeros pertenecen al reino de Dios y los segundos al reino del mundo. Para los primeros la utilidad que le darían a los gobernantes o príncipes sería nula, pues como son buenos no cometerían crímenes ni pecado alguno. De esta manera, a estos cristianos no se les podría aplicar la ley.
''La ley no se ha hecho para el justo, sino para los injustos"
(1 Timoteo 1:9)
¿Por qué es esto? Porque el justo hace por sí mismo más de lo que exigen todos los derechos. Pero los injustos no hacen nada que sea justo. Por eso necesitan que el derecho les enseñe, obligue y apremie a hacer el bien. El buen árbol no necesita ni doctrina ni derecho para producir buenos frutos, sino que su naturaleza le hace producir, sin código ni doctrina, según su especie.
¿Por qué ha dado Dios tantas leyes a los hombres y porqué también Cristo prescribe que hagamos tantas cosas? Pablo dice que la ley fue dada a causa de los injustos para que aquellos que no son cristianos sean forzados a evitar las malas acciones mediante la ley. Pero ya que nadie es cristiano o piadoso por naturaleza, sino que todos son pecadores y malos, Dios les opone la Ley a todos para que no se atrevan a poner en práctica exteriormente su maldad con obras según su mala intención.
Todos los que no son cristianos pertenecen al reino del mundo y están bajo la ley. Ya que pocos creen y la minoría se conduce al modo cristiano de no resistir el mal y más aún de no cometer el mal ellos mismos, Dios ha establecido otro régimen fuera del estado cristiano y del reino de Dios y los ha sometido a la espada. De esa manera, aun cuando les agrade, no pueden poner en práctica su malicia, y cuando lo hacen, no pueden llevarla a cabo sin temor y con tranquilidad y éxito. Lo mismo sucede con un animal feroz y malo que atamos con cadenas y sogas para que no pueda dar mordiscos y zarpazos conforme a su modo de ser, aunque le guste hacerlo, mientras que un animal manso y domesticado no necesita de ello, sino que es inofensivo, a pesar de que no lleva cadenas ni sogas.
Sin embargo, se podría decir que todos los hombres son cristianos. Todos los hombres se deben enteramente a Dios desde el inicio de los tiempos. De este modo, los que toman esta posición podrían liberar a aquellos hombres incontinentes que están apresados por fechorías, y consecuentemente, hacer toda clase de actos malos resguardándose en que ellos también son cristianos.
Lutero responderían a los que esgrimen estos argumentos, que el mundo, en efecto, aspira a ser cristiano, pero antes se debe llenar el mundo de verdaderos cristianos para luego gobernarlo evangélica y cristianamente. De lo contrario, aquel gobernador que encierre a todos por igual diciendo que son todos cristianos, será aquel que encierra en una jaula a distintos animales. Las consecuencias de esto son lógicas.
El régimen espiritual de Cristo no se extiende sobre todos los hombres, sino en los cristianos que siempre constituyen una pequeña minoría en medio de los que no son cristianos. Donde impera solamente el régimen secular o la ley, sólo habrá pura hipocresía, aun cuando se trate de los mismos mandamientos de Dios. Pues sin el Espíritu Santo en el corazón nadie llega a ser verdaderamente piadoso.
En consecuencia, el cristiano sólo se debe a Cristo y no tiene que esgrimir la espada secular, no le corresponde. Aunque Cristo aprobó la espada, no la usó porque en su reino no sirve. Por lo tanto, el cristiano sigue los mandamientos no como consejos sino por verdaderos mandatos.
No obstante, aun no estaría contestada la pregunta porque se podría cuestionar y decir ¿por qué dice Pablo en Romanos 13:1 a todos los cristianos: "Sométase toda persona a las autoridades"; Y San Pedro 2:13 "Someteos a toda institución humana", etc., como hemos dicho arriba? los cristianos no necesitan el derecho ni la espada entre sí y por causa de sí mismos; no les hace falta y no les presta utilidad. Pero el verdadero cristiano no vive en la tierra para sí mismo, sino que vive para su prójimo siendo esto útil y necesario para el prójimo. Mas como la espada es muy útil y necesaria para todo el mundo, con el objeto de mantener la paz, castigar el pecado y frenar a los malos, el cristiano se somete gustosamente al régimen de la espada, paga impuestos, respeta la autoridad, sirve, ayuda y hace cuanto pueda ser útil a la autoridad, con el fin de que ésta subsista y sea honrada y temida, aunque no la necesita ni le hace falta. Así lo dice la Biblia:
''Someteos los unos a los otros al temor de Dios''
(Efesios 5:21)
Igualmente, se pondría citar el pasaje No resistáis al que es malo. Pero Lutero nos dice que este llamado no es para los cristianos, que no necesitan espada, sino que a los otros hombres que no son cristianos. Por lo tanto, si al cristiano observa que no hay juez, verdugo o funcionario, podría perfectamente ser parte de esos oficios, y esto no es para reportar sus propios beneficios sino que para los demás.
¿Por qué no gobernó Cristo con espada, entonces? Lutero responde que el ministerio de Cristo iba dirigido a gobernar a los hombres en su interior, no por el exterior. Por lo tanto, si bien Cristo no ha llevado ni enseñado la espada, basta con que no la haya prohibido ni abolido, sino que la haya confirmado, lo mismo que es suficiente que no haya abolido el estado matrimonial, aun cuando no haya tomado mujer ni enseñado sobre esta.
¿Puede contribuir la autoridad secular? Si la autoridad y la espada son servicios de Dios, como arriba se ha probado, debe ser también servicio de Dios todo cuanto sea necesario a la autoridad para llevar la espada. Debe haber uno que prenda a los malos, los acuse, los degüelle y mate, y proteja a los buenos, los excuse, los defienda y salve. Por tanto, si no lo hacen para sus propios fines, sino que sólo ayudan a imponer el derecho y la autoridad, con los cuales se vence a los malos, no corren peligro. Pueden ejercerlo, como cualquier oficio, para ganarse el pan. Pues como dije, el amor al prójimo no mira lo propio; no se fija tampoco en que sea grande o pequeño, sino sólo en la utilidad y necesidad que las obras tengan para el prójimo o la comunidad.
SEGUNDA PARTE
(Hasta dónde se extiende la autoridad secular)
La autoridad secular no puede ir más allá de sus atribuciones o facultades. Lutero nos pone en una situación hipotética, ¿qué pasaría si la autoridad secular mandara a creer en algo por medio de las leyes? esto sería un exceso, pues nadie puede mandar a creer nada sino que solamente Dios. La autoridad secular no puede mandar a creer en la Iglesia Católica, porque las almas están al poder de Dios, no al poder de una institución. Así lo prueba Cristo:
''No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquél que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno"
(Mateo 10:28)
Sin embargo, así proceden los príncipes y gobernantes, de acuerdo con Lutero. Ninguna institución puede entrar en las conciencias de las personas. Para emitir un juicio un tribunal debe y tiene que estar completamente seguro y tener claridad de lo que se trata. Pero los pensamientos e intenciones no son manifiestos a nadie, sino sólo a Dios. Por ello, es vano e imposible mandar a alguien u obligarlo por la fuerza a creer esto o aquello. Se requiere otro método para eso, la violencia no logra nada.
Así como otro no puede ir por mí al infierno o al cielo, tampoco puede creer o dejar de creer por mí. No me puede abrir o cerrar el cielo o el infierno, ni es capaz de obligarme a creer o descreer. Ya que es asunto de la conciencia de cada cual creer o no creer, sin que por ello la autoridad secular sufra mengua alguna, le corresponde también contentarse y ocuparse en sus cosas y dejar que cada uno crea esto o aquello, como pueda o quiera. No se debe obligar por la fuerza. La fe es un acto libre, al cual no se puede forzar a nadie. Más bien, es una obra divina en el espíritu.
Sin embargo, se puede contraponer el pasaje:
"Sométase toda persona a las autoridades superiores"
(Romanos 13:1)
De acuerdo con Lutero, Pablo no habla en este pasaje sobre la autoridad secular, sino más de bien de la autoridad espiritual. Pablo no estaría hablando de una autoridad que no tenga poder.
¿En qué lugar quedarían los sacerdotes u obispos? Su gobierno no es superioridad o poder, sino que es un servicio y una función. No son más eminentes, ni mejores que otros cristianos. Por tanto, no deben imponer ley ni mandato a otros sin la voluntad y el permiso de ellos. Su gobierno no es otra cosa que predicar la palabra de Dios y conducir con ella a los cristianos y vencer la herejía.
Tercera Parte
El que quiera ser príncipe cristiano tiene que deshacerse de la idea de querer gobernar y proceder con violencia. Lutero dice:
''Maldita y condenada es toda vida que se viva procurando la utilidad y bien propios. Malditas son todas las obras que no están inspiradas por el amor. Se inspiran en el amor cuando no se guían por el placer, provecho, honra, comodidad y salud propios, sino que buscan con todo corazón el provecho, honra y salud ajenos''
La condición de príncipe es riesgosa si no tiene suficiente inteligencia para regir tanto el derecho como a sus consejeros; ahí andan las cosas conforme a la sentencia de Salomón: "¡Ay de la nación cuyo rey es un niño!".
Lutero dice que el príncipe debe actuar con temor, pero con una inteligencia que vaya más allá de los libros. Sin embargo, Lutero no sabría qué recomendarle a ese cristiano que quiere convertirse en príncipe, pues un príncipe de acuerdo con Dios es un príncipe que actúa por el corazón, por la fe. En consecuencia, como Lutero no quiere hablar sobre prescribir al príncipe una ley, le da ciertos consejos:
- Primero, debe tener en consideración a sus súbditos y preparar rectamente su corazón para ello. Esto lo hace cuando dirige toda su intención a serles útil y servicial. No debe pensar: "La tierra y la gente son mías. Yo haré lo que me plazca". Sino que debe opinar así: "Pertenezco al país y a la gente, he de hacer lo que es provechoso y bueno para ellos. No debo tratar de ser altanero y dominante, sino tratar de que sean protegidos y defendidos con una paz ventajosa"Ha de poner la mirada en Cristo y decir: "Mira, Cristo, el príncipe supremo, ha venido y me ha servido. No buscó poder, bienes y honra en mí, sino que ha mirado mi necesidad y hecho todo para que yo tenga poder, bienes y honra por él. Por tanto, haré lo mismo. No buscaré mi interés en mis súbditos, sino el de ellos. También les serviré así con mi oficio. Los protegeré, les prestaré oído y los defenderé''. Sólo gobernaré para que tengan bienes y provecho, y no yo". Así un príncipe se desprenderá de su poder y autoridad, y cuidará de las necesidades de sus súbditos y procederá como si se tratase de su propio interés. Así hizo Cristo con nosotros. Estas son verdaderamente obras de amor cristiano
- Segundo: El príncipe debe cuidarse de los grandes bonetes, sus consejeros, y ha de conducirse con respecto a ellos de manera que no desprecie a ninguno, pero tampoco confíe a ninguno todas las cosas. Pues Dios no tolera ninguna de las dos cosas. En consecuencia, no hay que confiar en nadie, por inteligente, santo y grande que sea, sino que se debe escuchar a todos y esperar para ver por medio de quién Dios habla y actúa. Debes mandar y correr el riesgo. Pero no debes fiarte de nadie, ni contar con nadie, sino sólo de Dios.
- Tercero: Ha de tener cuidado de proceder rectamente con los malhechores. En este caso, debe ser muy prudente y sabio, a fin de castigar sin perjuicio de otros. Pero no ha de recoger la cuchara y pisotear la fuente, ni llevar a la miseria al país y a sus habitantes, por causa de una sola cabeza, llenando el país de viudas y huérfanos.
- Cuarto: El príncipe también debe conducirse de modo cristiano hacia su Dios, es decir, someterse a él con toda confianza y rogarle por sabiduría para gobernar bien, como lo hizo Salomón
- Quinto: La restitución de las cosas. Cuando se te presenta un asunto de que uno debe devolver algo a otro, y los dos son cristianos, el litigio se resuelve pronto. Porque nadie retendrá lo ajeno y ninguno pedirá su devolución. Pero si ambos no son cristianos o si uno de ellos no quiere dejarse juzgar conforme al derecho del amor, los dejarás buscar a otro juez y le dirás que obran contra Dios y el derecho natural, aunque de acuerdo con la ley humana obtengan el rigor máximo.
Sea como sea, Lutero ha establecido que es Dios, finalmente, quien tiene el mando en nuestro mundo, ya sea por autoridad espiritual o autoridad secular, pues las autoridades seculares tienen su definición y posición por el plan divino, nada escapa de las manos de Dios. Sin embargo, el cristiano debe vivir entre estos dos mundos y de algún modo, lidiar con las dos autoridades. Ahora bien, solo una es la fundamental para su vida.