Sorpresivamente, este tratado no es de Suhrawardi, sino que del mismísimo Ibn-Sina, pero ¿qué tiene que ver este tratado con Suhrawardi? la verdad es que el filósofo persa tradujo la obra de Avicena al persa. Este es un trabajo de doctrina esotérica y enseñanza sobre las luces y las formas, y cómo el mundo material puede obstruir el conocimiento del hombre. Suhrawardi utiliza los símbolos anteriores para ofrecer un conjunto de instrucciones prácticas para quienes están en el camino sufí. Veamos qué nos dice Suhrawardi sobre cómo conducirse a lo espiritual.
TRATADO SOBRE LOS PÁJAROS
Antes de dar el análisis de esta obra, vamos a entregarla de modo completo en esta entrada, y luego la analizaremos.
''¿Hay
alguien entre mis camaradas que me preste sus oídos para transmitirle algo de
mi triste historia? Ninguna amistad es pura amenos que esté protegida de
la contaminación de la impureza, ¿dónde encontraré a un amigo sincero? Las
amistades estos días se han vuelto como la mercancía: la necesidad en un amigo cultivan amistad, pero cuando no hay más necesidad, la amistad se
corta. La excepción es la hermandad de amigos cuyo lazo es cercano a lo divino.
Su intimidad viene de lo celestial, echan un vistazo a los corazones de otros
con los ojos de la realidad, pulen el cardenillo de la duda y la incerteza de
ellos mismos. Este grupo puede ser reunido solo por el heraldo de Dios; y
cuando son reunidos aceptarán su testimonio.
Hermanos de la verdad, se protegen entre ellos
mismos del mismo modo que lo hace un puercoespín, que mantiene su estómago
contra el suelo y lo cubre con sus espinas.
Hermanos de la verdad, mudan su piel como una serpiente, y van como una hormiga, de la cual nadie puede oír sus pasos. Sé como un escorpión, con tu arma siempre mantenida detrás de ti, porque el demonio siempre se aproxima por detrás. Bebe el veneno que puede hacerte vivir, y ama la muerte que puede hacerte permanecer vivo. Debes estar en constante vuelo y no tomar un nido particular, porque todas las aves pueden ser capturadas en sus nidos. Si no tienes alas para volar, entonces arrástrate en el suelo, porque puede que cambies tu lugar. Sé como una avestruz la cual traga piedras tibias, y sé como un buitre que come huesos duros. Sé como una salamandra, que está siempre en medio del fuego, que mañana puede no causar daño. Sé como un murciélago los cuales no emergen durante el día, porque puede ser salvado de los enemigos.
¡Hermanos de la verdad! No hay que asombrarse de que el Ángel huya del mal y que, al contrario, la Bestia cometa maldades, pues el Ángel no posee órgano alguno de corrupción, mientras que la Bestia carece de cualquier órgano de entendimiento. No; lo asombroso es lo que le sucede al hombre dotado de poder contra sus malos deseos: se deja dominar por ellos teniendo dentro de sí la luz de la inteligencia. En verdad, se transforma en algo semejante al Ángel aquel que aguanta a pie firme el asalto de los deseos perversos. Por el contrario, quien carece de fuerza para resistir las tentaciones de los malos deseos, termina al nivel de las bestias.
Volvamos a nuestro relato y explicación de nuestra tristeza.
Sepan, Hermanos de la Verdad, que un grupo de cazadores salieron al desierto; tendieron sus redes, colocaron los cebos y se ocultaron entre la maleza; en cuanto a mí, estaba en la bandada de pájaros. Cuando los cazadores nos avistaron, para atraernos hicieron sonar un reclamo tan agradable que nos sumió en la duda. Nos mirábamos unos a otros, veíamos un lugar tan apacible y placentero, nos sentíamos tan bien acompañados que no experimentábamos inquietud alguna, ni ninguna sospecha nos impidió encaminarnos hacia aquel lugar. Al momento caímos en las redes, las anillas ciñeron nuestros cuellos, las mallas aprisionaron nuestras alas, los cordeles anudaron nuestros pies; cualquier movimiento que intentábamos sólo servía para amarrar más fuertemente nuestros lazos y agravar nuestra situación.
Acabamos por resignarnos a nuestra suerte; cada cual sólo hacía cuenta de su propio daño, olvidando el de su hermano; sólo procurábamos buscar alguna astucia que nos libertara. Más tarde, acabamos por olvidar a qué degradación había llegado nuestra situación, perdimos la conciencia de nuestras cadenas y de la angostura de nuestra cárcel y nos abandonamos a la inoperancia.
Pero he aquí que un día, mientras miraba entre las
mallas de las redes, vi una bandada de pájaros que habían sacado las cabezas y
alas de la jaula y se preparaban para el vuelo. En sus pies aún se veían
los nudos de las cuerdas, no tan apretadas para impedirles el vuelo, ni tan
sueltas como para permitirles una vida tranquila y sin cuidados. Viéndolos,
recordé mi anterior estado, del que ya había perdido la conciencia. Lo que en
el pasado fue mi vida familiar, me hizo sentir la miseria de mi actual condición. Hubiera querido morir de tan gran tristeza o que mi alma se escapara sin
ruido de mi cuerpo cuando los viera partir.
Los llamaba; les gritaba desde el fondo de mi jaula:
¡Vengan! ¡Acérquense! Enséñenme con qué estrategia
puedo libertarme; compadézcanme, pues en verdad estoy en las últimas.
Pero ellos recordaban la astucia y trucos de los
cazadores. Mis gritos sólo sirvieron para asustarlos y alejarlos de mí.
Entonces les conjuré en nombre de la fraternidad eterna, en nombre de la
camaradería limpia de toda mancha, en nombre del pacto no roto, para que
confiaran en mis palabras y borrasen de su corazón cualquier duda. Entonces se
me acercaron. Cuando yo les pregunté por su situación me dijeron lo siguiente:
También nosotros fuimos cautivos del mismo mal que
el tuyo; igualmente sufrimos desesperación, fuimos familiares de la tristeza,
de la angustia y del dolor.
Acto seguido me enseñaron su medicina. El lazo cayó
de mi cuello, mis alas se libraron de las cuerdas, la puerta de mi jaula
se abrió. Me dijeron:
Aprovéchate de tu liberación.
Pero yo les pedí de nuevo:
Quítenme también esta traba que me queda en el
pie.
Me respondieron:
Si tuviéramos fuerza para ello habríamos empezado por retirar la que estaba a nuestro pie. ¿Cómo un enfermo podría curar a otro?
Salí, pues, de mi jaula y con ellos emprendí el
vuelo. Me dijeron:
A lo lejos, delante de ti, se encuentra una
región, y no estarás a salvo de cualquier peligro hasta que hayas atravesado
todo el espacio que te separa de ella. Sigue, pues, nuestra estela para que
podamos salvarte y te conduzcamos por el buen camino hasta la meta que deseas.
Nuestro vuelo nos condujo entre las dos laderas de
una montaña por un valle fértil lleno de vegetación. Volamos agradablemente
hasta que sobrepasamos todos los peligros sin hacer caso del reclamo de cazador
alguno. Por fin llegamos a la cima de una primera montaña desde la que
divisamos otras ocho cumbres tan altas que la vista no llegaba a
distinguirlas. Unos a otros nos dijimos:
Detengámonos. No estaremos seguros sino después de
haber cruzado sanos y salvos dichas cumbres, pues en cada una de las montañas
hay gente interesada por nuestra [captura]; si nos interesáramos por ello y nos
distrajésemos con el encanto de sus placeres y el reposo de sus lugares, jamás
llegaríamos.
Mucho sufrimos al atravesar, una tras
otra, seis montañas y llegar a la séptima. Cuando hubimos sobrepasado sus
límites, algunos de los nuestros dijeron a los otros:
¿Acaso no ha llegado ya la hora de descansar?
Estamos agotados por la fatiga, y entre nosotros y los cazadores hay un buen
espacio, pues hemos atravesado una distancia considerable. Una parada de una
hora nos vendría bien para llegar a la meta, pues si aumentamos nuestra fatiga
vamos a perecer.
Hicimos, pues, un alto en la cumbre de la montaña;
vimos allí jardines frondosos, hermosos palacios y pabellones elegantes,
árboles frutales y corrientes de agua viva; delicias tantas que alegraban la
vista. Teníamos el alma confusa y el corazón turbado ante tanta hermosura.
Escuchábamos cantos admirables y música de instrumentos que conmovían. Se
respiraban perfumes que dejaban pálidos al ámbar y el almizcle más exquisitos.
Comimos de sus frutos, bebimos de las corrientes de agua viva, descansamos hasta
que repusimos nuestras fuerzas. Entonces nos dijimos unos a otros:
¡Apresurémonos! No hay trampa más peligrosa que la
falsa seguridad, sin vigilancia no es posible la salvación, fortaleza alguna
iguala a la desconfianza que nos mantiene en guardia. Nuestros enemigos nos
siguen los pasos buscando el sitio en que nos encontramos. ¡Vámonos!.
Renunciamos, pues, a nuestro lugar; por bueno que
fuera, más valía aún nuestra salvación. Tras de habernos puesto de acuerdo para
la partida, nos separamos de aquellos lugares y llegamos a la séptima montaña.
Su cima era tan elevada que se perdía en el Cielo; sus laderas estaban pobladas
de pájaros. Jamás había escuchado una música tan brillante, ni contemplado
colores tan espléndidos, formas tan graciosas, ni encontrado compañía tan
dulce. Cuando nos posamos cerca de ellos, nos mostraron tanta gentileza, delicadeza
y amabilidad que cosa alguna pudiera describirlas ni comprenderlas. Cuando nos
hallamos tan completamente a gusto con ellos, les referimos los sufrimientos
que habíamos padecido, que comprendieron con la mayor solicitud. Después nos
dijeron:
Más allá de esta montaña hay una ciudad en la que
vive el Rey Supremo. Cualquier oprimido que llega a implorarle su protección y confía plenamente en él, el Rey aparta de él la injusticia y el sufrimiento
mediante su poder y su ayuda.
Confiando en sus consejos hicimos propósito de llegar a la Ciudad del Rey. Alcanzamos, pues, su corte y esperamos su audiencia. Al fin llegó la orden de que los recién llegados fueran introducidos ante él y penetramos en el castillo. Nos encontramos en un recinto cuyo esplendor no podría ser expresado por descripción alguna. Tras de haberlo atravesado, una cortina se desplegaba ante nosotros, que al desvelarse mostraba una sala tan espaciosa y brillante que nos hizo olvidar la primera; mejor aún, comparada con ésta, aquella nos parecía bien poca cosa. Llegamos, al fin, al trono del Rey. Cuando se descorrió el último velo y la hermosura del Rey resplandeció ante nuestros ojos, quedaron en suspenso nuestros corazones y fuimos presa de estupor tal que no pudimos ni formular nuestras quejas. Sin embargo, él se dio cuenta de nuestro desmayo, nos devolvió la confianza con su amabilidad; y así nos atrevimos a hablarle y a contarle nuestra historia. Entonces nos dijo:
No hay nadie que pueda deshacer el nudo que traba
vuestros pies, salvo aquellos mismos que los anudaron. He aquí, pues, que envío
un mensajero a ellos que les impondrá el deber de daros satisfacción y quitaros
la traba. Partid, pues, felices y contentos.
Por fin, he aquí que estamos en camino marchando en
compañía del Mensajero del Rey. Pero mis hermanos me insistían pidiéndome que
les descubriese la hermosura del Rey. La expondré en pocas palabras que
concretan y bastan, a saber: cualquiera que fuera la belleza sin brizna de
fealdad que tu corazón pudiese imaginar, sea cual fuese la perfección sin pizca
de deficiencia que pudieses soñar, el Rey es el único en que he encontrado su
posesión plena, pues en él se ha realizado de un modo absoluto toda la hermosura,
sin nada de imperfección, ni siquiera en sentido metafórico. Es todo Rostro por
su belleza, para que lo contemples; todo Mano abierta, por su generosidad.
Quien a Él se acerca, alcanza la felicidad suprema; quien de Él se aparta,
pierde este mundo y el futuro.
Pero ¿cuántos de mis hermanos, soliviantados por mi
relato, no van a decirme:
"Advierto que tu mente anda un tanto
descarriada, si no es que andas enajenado? ¡Vamos!, jamás has levantado el
vuelo, lo que ha volado es tu razón; ningún cazador te ha tomado por blanco, lo
que te ha sido cazado y requetebién es tu caletre. Mas ¿cómo podría volar un
hombre? Se diría que la bilis ha inundado tu temperamento y se te ha secado la
mollera. Convendría que te pusieses a régimen; bébete una infusión de tomillo,
toma con frecuencia baños calientes, mójate la cabeza con agua templada, inhala
vapores de aceite de nenúfar; después, sigue un régimen alimenticio ligero;
prescinde del trasnochar excesivo; en fin, evita que se te recaliente la
sesera. Pues antes siempre te habíamos tenido por hombre razonable, de sano
juicio y agudo; sepa Dios qué preocupación nos va a caer encima por culpa de tu
estado; al verte tan desquiciado hasta nosotros nos sentimos enfermos".
¿Qué les iba a decir este triste resultado? No
hay peor discurso que esos sermones que la gente te endilga por nada. Pero mi
auxilio está en Dios; frente a los hombres, mi libertad. Aquel que profese otra
creencia perderá su vida así en este mundo como en el futuro; pues los que se
esfuerzan por ser los primeros, un día sabrán del terremoto que los derribará.
Análisis
De esta gran obra podemos ver la dificultad que Suhrawardi nos quiso mostrar en cuanto a alcanzar el camino espiritual. Ya en el primer análisis nos dice lo importante que es reunirse con los hermanos y dejar el ego atrás, tal como fue mencionado en Filosofía de la Iluminación.
Que se camine como las hormigas para que nadie, excepto los hermanos, conozcan este pacto. Beber veneno quiere decir endurecerse de los dolores y las frustraciones que se experimentan en el sendero de la espiritualidad. Con respecto a amar la muerte para mantenerse vivo, significa la muerte espiritual, que proviene de un concepto sufí que Suhrawardi describe en un poema:
''Si tu mueres ante la muerte,
te has puesto tú mismo en eterna dicha.
Tú que no pusiste un pie en este camino,
vergüenza sea sobre ti que te has traído sufrimiento''
Si bien la mayoría de cosas que dice Suhrawardi son de un esfuerzo para alcanzar el camino espiritual, la interpretación de la salamandra puede ser la más variada.
- El símbolo del oro de la alquimia es el oro, y el oro es el símbolo del intelecto divino
- Se dice que la salamandra camina sobre el fuego sin quemarse, simbolizaría la resistencia
- El fuego serviría como un elemento de purgación de las impurezas
- El estado humano terrenal es una prisión para el alma humana.
- Es necesario que el alma viaje hacia la Luz de Luces.
- La gracia que se alcanza a través de tal experiencia ayuda al Sãlik para eliminar los apegos finales a este mundo.
- La experiencia de la luz de las luces se puede lograr si uno está capaz de liberarse de la prisión del mundo material.
Así, el Tratado de los Pájaros, por medio de esta historia, nos hace reflexionar sobre la necesidad del camino espiritual
Conclusión
Es claro que esta obra fue escrita en los tiempos difíciles de Avicena, quizás en aquellos donde estuvo encerrado en la fortaleza de Fardagan. Al mismo tiempo, y con el mismo texto, la filosofía sufí a la que nos exhorta Suhrawardi, como en todas sus obras, es alcanzar la iluminación por medio de las luces, y de ese modo escapar de la prisión humana. Sin embargo, esta no será la única obra escrita de este modo.
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