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lunes, 15 de julio de 2024

Francesco Petrarca - Secretum (De secreto conflictu mearum curarum) (1347 - 1353)

Uno de los grandes diálogos imaginarios entre el mismo Francesco Petrarca y el gran san Agustín de Hipona. Sin embargo, por el título ya podemos saber que no era un texto pretendido para el público, pues es un examen de conciencia de aquellas cosas que Petrarca tenía en consideración. Si bien las ideas agustinas se respetan dentro del texto del filósofo, es cierto que de Agustín se extrae todo aquello de lo que Petrarca estaba interesado. Un viaje al examen de la conciencia que nos recuerda la gran sabiduría del maestro, del doctor de la Gracia. 


SECRETUM 

Proemio

Petrarca reflexionaba absorto sobre cómo llegó a esta vida y cómo la dejará. Mientras está desvelado, aparece una mujer de belleza inefable, con aspecto de virgen. Él, atónito y sin atreverse a mirarla directamente, la escucha decir que ha venido para auxiliarlo en sus extravíos y que ha llegado desde muy lejos para elevar su mirada de lo terrenal a lo eterno. La mujer se identifica como la Verdad, a quien el narrador había descrito anteriormente en su obra llamada ''África''.

La Verdad le recuerda cómo él construyó una morada para ella en las cimas del Atlas, y ahora ha venido para ayudarlo. Él, aún temeroso, reconoce la figura de la Verdad y se siente abrumado por su luz etérea. A medida que la Verdad habla, lo guía a reflexionar sobre múltiples temas, lo que le aporta una doble bendición: sabiduría y tranquilidad al contemplar su rostro.

Junto a la Verdad aparece un vetusto anciano llamado San Agustín, un hombre de gran majestad y sabiduría, el mismo de Las Confesiones. La Verdad le pide a San Agustín que hable con el narrador y lo ayude a superar su confusión y enfermedad espiritual. San Agustín acepta, reconociendo la autoridad de la Verdad y su afecto por el narrador. Se sientan los tres juntos y tienen un largo coloquio en el que San Agustín le ofrece consejos y sabiduría.

El narrador decide registrar este íntimo diálogo por escrito, no con intención de gloria, sino para recordar y reflexionar sobre las enseñanzas recibidas. El libro, su "secreto", le servirá para recordar esas conversaciones en el futuro. Para facilitar la lectura, el narrador sigue el estilo de Cicerón y Platón, separando sus palabras y las de San Agustín con sus respectivos nombres.

LIBRO PRIMERO

La meditación del hombre

El diálogo comienza con san Agustín preguntando a Petrarca lo que hace, si está dormido y si no recuerda que es un hombre mortal, a lo que Petrarca responde afirmativamente. Agustín le dice que el recuerdo de la muerte es el único remedio que nos puede ayudar a sobrellevar este mundo, por eso es que siempre hay que meditarla. Agustín le advierte a Petrarca que no le pase lo que a los demás: aferrarse a las miserias como si fuera esa la salvación. 

Petrarca todavía no entiende claramente lo que le quiere decir, pero Agustín se lo resume en dos puntos:

  1. El hombre sufre y cae en desgracia
  2. El hombre hace todo lo que esté en sus manos por salir de ella
Obviamente, estos puntos son absolutamente naturales en el hombre. Pero además de que se acuerdan esos puntos hay que agregar un tercero:

  • Teniendo esto en cuenta, el hombre debe buscar la solución por medio de la meditación

Los tres puntos señalados son dependientes uno del otro. 

Sin embargo, Petrarca sigue sin entender claramente lo que Agustín. Agustín le insiste en que se debe entender que para que el hombre salga de su miseria lo debe desear con todo el corazón. Si es así, entonces este hombre no podría fallar en salir de ella. 

En la voluntad está la felicidad

Petrarca le señala que si bien esto puede ser cierto, existen muchos hombres que son infelices, y que no lo son simplemente por no buscar salir de su situación de miseria, sino que son infelices por compulsión y a pesar de ellos mismos.  

En esta parte, Agustín se enfada con Petrarca pensando que tenía mucha más comprensión de lo que se hablaba. Petrarca se siente como un estudiante frente a un maestro muy enojado, pero Agustín está dispuesto a enseñarle.

En primer lugar, Agustín le sorprende que Petrarca no sepa que él suponga que cualquiera pueda ser infeliz contra su voluntad. Petrarca se excusa, pero reconoce que aún no entiende a dónde quiere llegar específicamente. Agustín le cuenta sobre las máximas de Cicerón y otros estoicos quienes establecían que el único modo de ser feliz era perseguir al virtud. Petrarca no está de acuerdo por las causas sobrevinientes mencionadas. 

Agustín le señala nuevamente: nadie es desgraciado sino mediante el vicio. Nadie se precipita en la desgracia sino es por gusto suyo, le dice Agustín. De hecho, Agustín le señala que el pecado es una cuestión individual de los actos y no forzada.

Petrarca reconoce que puede ir cediendo en su opinión con respecto a aquello, pero le pide a Agustín que le conceda solo una cosa: que es tal y como se plantea, que muchos se dejan caer por su voluntad frente a los vicios. Así lo señala Petrarca:

''pues no quise permanecer en pie cuando pude, no soy capaz de incorporarme cuando quisiera.'' ''Mis fuerzas no pasan de ahí''


Agustín le dice que la duda está bien, pero también Petrarca tendrá que concederle algo: que querer y haber querido es lo mismo, pese al tiempo. Petrarca se confunde más y le pide que se explique mejor. 

Agustín le dice que la verdadera razón de que diga ''Mis fuerzas no pasan de ahí'' es en realidad ''no quieren pasar de ahí''. 

Petrarca la dice que había pasado por mucho y que las lágrimas habían sido muchas, que a pesar de eso, la situación no ha cambiado mucho. No obstante, Agustín le pide recordar cómo él mismo sufrió tanto antes de que sucediera la iluminación descrita en las Confesiones, a lo que Petrarca responde afirmativamente. De ahí que el santo le cite una frase de Virgilio:

''El alma queda inmóvil, ruedan vanas las lágrimas''

Con esta cita de Virgilio, Petrarca se da cuenta que las lágrimas y las lamentaciones no hacen que el alma cambie o avance, pues se queda inmóvil, pero esto no es todo. Es solo una demostración de que la voluntad está por sobre la desdicha.

Lo que dice Agustín a Petrarca es que él, en verdad nunca tuvo verdadera intención de salvarse a sí mismo. Se lo hace ver a Petrarca, pues este dice:

''Nunca había comprendido nada tan claro: no, jamás deseé la libertad y el fin de mi infortunio con suficiente ardor''

Sin embargo, Petrarca nos dice que entonces ¿sólo basta con desearlo? No, dice Agustín, por cierto que no, sin embargo, sí es un aliciente para poder empezar a alcanzar la salvación. 

Ahora bien, hay una dificultad. Para ser feliz, se tiene que desear serlo, pero antes se debe acabar con todos los deseos que impidan ser feliz. Todo esos deseos son los que tienen que ver con la carne. 

La muerte

Posteriormente, Agustín introduce en Petrarca la idea de la muerte, lo cotidiano que es la muerte y como se nos presenta en distintos contextos. En lógica, por ejemplo, cuando se define a un hombre se le dice ''animal racional mortal'', con lo que parece que todo ello es correcto. 

Sin embargo, Agustín le pide a Petrarca que investigue más allá la muerte, que se pregunte si la ha ''penetrado hondamente como debiera'' esto, es, analizando o pensando cómo cada miembro de un hombre va pereciendo por alguna enfermedad o alguna dolencia hasta tener el rostro enajenado. Si uno piensa de esta manera, uno verdaderamente está reflexionando sobre la muerte. El caso contrario es pensar la muerte a posteriori, es decir, cuando ya ocurre, pero un caso distinto es pensar en el proceso.  

Luego, la muerte se debe pensar en el ''otro'' sufrimiento, esto quiere decir, en el juicio supremo, donde todos tendremos que pagar por nuestros pecados. Esto no sería una meditación inútil; todo lo contrario. 

Sin embargo, Petrarca le comenta que reflexionar sobre la muerte no le ha traído más que amargura. Por lo demás, hay muchas cosas que a Petrarca no le dejan reflexionar sobre la muerte, algo que no sabe bien explicar pero que está presente. Agustín le dice por un lado que mucha gente piensa sobre la muerte como algo lejano y remoto, que no está presente en absoluto en el momento. 

Pero existe una razón más poderosa que aquella: la ligazón del alma y el cuerpo que Virgilio representa en estos versos:

Vigor de fuego tienen tales gérmenes, origen celestial mientras los cuerpos nocivos no los frenan ni los vínculos terrenos los embotan ni los miembros que han de morir. Por ello temen, quieren, se lamentan y gogan, y por ello dirigen sus miradas hacia el cielo, ciegos sin lumbre en cárcel tenebrosa

Es aquí donde Petrarca recuerda a las pasiones del corazón que se pueden dividir en cuatro partes: relacionadas con el presente y el futuro, y dentro de cada una de estas categorías, según la percepción del bien y del mal. Estas divisiones, representadas como "cuatro vientos contrarios", sugieren que son responsables de perturbar la paz interior del hombre.

Es exactamente de ese modo que la ligazón del alma y el cuerpo hace que la primera se confunda. En consecuencia, Petrarca no puede tener una reflexión real y profunda de la muerte, porque es el cuerpo el que lo contiene a dejar de pensar en ella. 


LIBRO SEGUNDO

Los pecados

Siguiendo con lo que quedo establecido en la conversación anterior, Agustín le recalca que las cuestiones intelectuales, las discusiones de los grandes filósofos, no han hecho más que conocer cosas sin sustancia, cosas que no aportan nada al conocimiento de uno mismo. Por mucho que se conozcan las artes y las ciencias, están no llevan a conocerse a uno mismo. Por otro lado, el cuerpo es otra agravante en la búsqueda de esta reflexión sobre la muerte que ya hemos discutido. 

Por cierto que esto no es un consejo o un análisis que hace Agustín, sino que certeramente un reproche que le hace a Petrarca. Este mismo responderá que es efectivamente un reproche y que necesita reparar en algunos que le ha dado. Petrarca no se siente henchido de conocer las ciencias y de leer muchos libros, sino que siempre se ha considerado pequeño en comparación a los demás. Además, tampoco era un hombre absolutamente dedicado al cuerpo, con excepción de cuando era pequeño y gustaba arreglarse. 

Con este discurso, Agustín le reprocha que aún está pensando en las cosas temporales. En su discurso se han verificado, de acuerdo con Agustín, pecados como la envidia, la ambición y el deseo de los bienes materiales. 

Pero Petrarca le insiste en que no, que de hecho se ha preocupado de la salud de sus amigos, más que envidiarlos. Antes se preocupa de los demás y después de sí mismo. Pero Agustín le dice que está equivocado, que antes debe preocuparse de sí mismo, pues de los amigos solo quiere los elogios, y estos no eternos, siempre se querrán más. 

Ahora bien, el remedio para esto no tiene como fundamento que llegues al extremo de no necesitar nada o poco, como lo hacía Séneca en su estoicismo, que consistía simplemente en beber agua y comer pan. No es la idea de Agustín acabar con la naturaleza de Petrarca, pero sí de frenarla. 

El otro problema de Petrarca es el querer que desaparezcan sus desgracias con bienes temporales, que quisiera ser como los reyes o los gobernadores, pero Agustín le dice que estos tampoco han alcanzado la dicha al tener muchas ocupaciones y por lo tanto, ocuparse de bienes temporales. Le dice Agustín:

Deja ya de esperar imposibles: satisfecho con tu humana suerte, aprende bien a tener y a no tener, a dominar tanto como a subordinarte, que con tu vida de ahora nunca llegarás a sacudirte el yugo de la fortuna

El único modo de ser libre es acercarse al gobierno de la virtud y no de los bienes temporales. 

Agustín le dice, en todo caso, que Petrarca está exento tanto de la ira como de la gula. Aunque Petrarca a veces se enfurece, es capaz de controlarse recordando los consejos de Horacio.

La conversación se centra en la lujuria, identificada como una fuente significativa de distracción y sufrimiento para Petrarca. Agustín le aconseja seguir las enseñanzas de Platón para alejarse de las pasiones corporales y elevar el alma hacia lo divino. Petrarca admite que ha intentado seguir estas enseñanzas, pero ha enfrentado dificultades debido a la barrera del idioma y la ausencia de su maestro.

Agustín anima a Petrarca a seguir pidiendo a Dios con humildad y pureza para vencer estas pasiones, sugiriendo que no ha sido suficientemente sincero en sus súplicas anteriores. Finalmente, se reconoce que las oraciones no siempre han sido efectivas, posiblemente debido a la falta de compromiso total o a la necesidad de una experiencia más profunda para perfeccionar la virtud.

Agustín le recuerda que también debe poner de su parte, siendo consciente de sus debilidades y buscando la ayuda divina para levantarse. Destaca la importancia de evitar las pasiones carnales para alcanzar el conocimiento de Dios, como enseñaba Platón.

Petrarca reconoce la veracidad de estos consejos y menciona una analogía de la "Eneida" de Virgilio, donde el trato con Venus impide ver la ira de las divinidades, sugiriendo que la lujuria bloquea la visión de lo divino. Agustín advierte a Petrarca sobre una enfermedad espiritual llamada "acidia", caracterizada por una profunda tristeza y desesperación. Petrarca admite que esta condición lo afecta gravemente, combinándose con otras desgracias y llevándolo a una profunda miseria.

Agustín insta a Petrarca a no dejarse dominar por esta tristeza y a buscar consuelo en la experiencia de otros. Le aconseja reflexionar sobre su fortuna, considerando que muchos sufren más y recordando que aspirar a posiciones elevadas trae sus propios problemas. Agustín también cita a Séneca, sugiriendo que Petrarca debe estar agradecido por su posición y no dejarse afectar por las opiniones del vulgo. Petrarca reconoce que siempre ha buscado una vida de modestia y tranquilidad, prefiriendo la mediocridad a la agitación de la fortuna elevada.

Es más, le dice Agustín, muchos hombres que tuvieron fortuna y poder tuvieron que verse en la necesidad de estar dependiendo siempre de los demás. Julio César, quien siempre vivió para los demás, no dejó de hacerlo cuando llegó al poder, en efecto, en esos tiempos también trabajaba para quienes lo mataron: el Senado. 

Petrarca, convencido de aquello, le dice que nunca más se considerará desdichado por ser pobre o siervo, pero Agustín le dice que se preocupe mejor por ser sabio. 

Cargas del cuerpo

Se discuten las cargas y las molestias tanto del cuerpo como del espíritu. Petrarca expresa que, aunque su cuerpo es una carga, lo encuentra menos molesto que el de otros. Sin embargo, su ánimo es su mayor fuente de preocupación. Agustín le aconseja que se someta a la razón y que acepte las limitaciones humanas. Petrarca también se queja de la crueldad de la Fortuna y de su difícil vida en una ciudad ruidosa y desordenada, lo cual obstaculiza sus estudios y su tranquilidad.

Agustín le sugiere que busque consuelo en la lectura de obras filosóficas y poéticas que le proporcionen herramientas para controlar sus pasiones y encontrar paz mental. Recomienda que subraye y memorice las sentencias beneficiosas que encuentre en sus lecturas, para que estas le sirvan de guía en momentos difíciles.

Finalmente, Petrarca admite que, aunque encuentra consuelo temporal en las lecturas, su efecto se desvanece cuando deja de leer. Agustín le anima a seguir buscando remedios para sus aflicciones y a aplicar lo aprendido en su vida diaria. La conversación concluye con la promesa de continuar en una próxima sesión.


LIBRO TERCERO

Amor

Agustín aconseja a Francesco a escuchar sus palabras con docilidad y a abandonar su disposición rebelde. Francesco acepta y reconoce sentirse más libre gracias a los consejos de Agustín, aunque admite que aún lo atan dos cadenas: el amor y la gloria. Agustín le advierte que estas cadenas son peligrosas y que debe liberarse de ellas para alcanzar la verdadera libertad.

Francesco se muestra incrédulo y defiende sus sentimientos, argumentando que su amor no es torpe, sino una admiración por la virtud y la belleza divina de una mujer. Agustín insiste en que cualquier amor, por más precioso que parezca, puede ser torpe si se ama incorrectamente. Agustín convence a Francesco de que su amor terrenal, aunque parece noble y virtuoso, es en realidad una cadena que lo mantiene atado y le impide alcanzar la verdadera libertad espiritual. Utiliza la metáfora de las "cadenas de diamante" para describir cómo el amor y la gloria, aunque valiosos en apariencia, esclavizan a Francesco y no le permiten pensar claramente sobre la vida y la muerte. 

Además, Agustín reflexiona sobre la naturaleza temporal del amor terrenal y la inevitable fragilidad del cuerpo humano, sugiriendo que amar algo tan perecedero es una fuente de sufrimiento inevitable. A través de referencias a ejemplos clásicos y filosóficos, argumenta que aferrarse a opiniones erróneas debido a su antigüedad es insensato, y concluye que someter el ánimo a bienes mortales es una gran locura, ya que estos torturan el alma con continuos agobios. De esta manera, Agustín lleva a Francesco a la realización de que su amor terrenal, aunque aparentemente virtuoso, lo aleja de la verdadera libertad y felicidad espiritual.

Agustín le recuerda a Francesco que todos los bienes mortales, incluidos el amor y la gloria, son efímeros y pueden traer sufrimiento. Francesco, aunque admite la posibilidad de la muerte de su amada, se aferra a su amor y defiende su postura, mostrando una resistencia a los intentos de Agustín por cambiar su perspectiva.

Argumenta que la belleza física es el nivel más bajo de la belleza y que el verdadero amor debería dirigirse al Creador, no a las criaturas. Agustín sostiene que el amor de Francesco ha causado grandes miserias y ha obstaculizado su progreso espiritual y moral. Le advierte que este amor lo ha apartado de Dios y lo ha precipitado en un "espléndido abismo" al priorizar lo mundano sobre lo divino.

Siguiendo en el mismo tenor, Agustín le menciona una cita de Cicerón:

''No hay amor que no ceda en poco tiempo a otro nuevo venido a suceder''

Agustín sugiere que al dejar esta pasión singular, Francesco corre el riesgo de convertirse en un mujeriego inconstante y caprichoso, atrapado en múltiples y menos nobles pasiones. Agustín indica que si es inevitable sufrir por amor, al menos es preferible sufrir por una "enfermedad noble" como su amor exclusivo, en lugar de muchas pasiones vulgares. Sin embargo, Petrarca dice que nunca haría tal cosa como desperdiciar al amor que ama por otro amor. 

Gloria

Según San Agustín, la gloria se presenta en dos facetas contrastantes: la terrenal, vinculada a la fama y el reconocimiento humano por acciones mundanas, que él critica por su naturaleza efímera y propensa a la vanidad; y la espiritual, que radica en la aprobación divina y la búsqueda de la vida eterna. Agustín advierte sobre los peligros de perseguir la gloria terrenal en detrimento de los valores espirituales más profundos, señalando que la verdadera gloria debe ser buscada en la virtud y la preparación espiritual para enfrentar la muerte y alcanzar la eternidad junto a Dios, más allá de la admiración o reconocimiento humanos.

Agustín sugiere que su interlocutor dedica mucho tiempo y esfuerzo en estudios y actividades que buscan el reconocimiento y la aceptación del pueblo, incluso sacrificando su integridad y principios. Le insta a reconsiderar su enfoque, sugiriendo que debería centrarse en aplicar lo aprendido en obras concretas y útiles, en lugar de perderse en especulaciones intelectuales sin fin.

No obstante, Petrarca le dice que la gloria humana está bien para el mundo terrenal porque la verdadera gloria se alcanza una vez alcanzando la eternidad. Naturalmente, Agustín le reprocha es el modo de pensar diciendo que antes de la gloria, de lo que se debería preocupar Petrarca es la virtud. De hecho, la gloria es la compañera de la virtud, siendo esta última la superior. Por lo tanto, el camino de la virtud siempre es el más importante. 


Conclusión

"Mi Secreto", de Francesco Petrarca, es un viaje introspectivo al alma del poeta, plasmado en un diálogo con San Agustín. Petrarca explora sus conflictos internos entre el amor, la gloria y la espiritualidad, buscando la paz interior y la redención. Esta obra maestra atemporal invita a la reflexión sobre la condición humana, nuestros demonios internos y la búsqueda del significado de la vida. Del mismo modo, Este texto nos hace conocer más la vida del filósofo.