- Para que el entendimiento asienta a las proposiciones de la fe y de la religión cristiana, que es la única verdadera, se requiere necesariamente que se persuada por medio de razones. Y como la voluntad es la que manda y mueve las potencias del alma hacia sus propios fines, se requiere también que esta facultad se incline y se mueva en virtud de alguna razón que tenga suficiencia para moverla y que le parezca aceptable, encontrándose así en posibilidad de mandar que el entendimiento asienta determinadamente a una de las diferentes partes que se le presentan, en atención a que aparece bueno y razonable el asentir a esa determinada parte. No de otra manera cree un hombre en las palabras y en el testimonio de otro hombre; cree porque encuentra conveniente creerle, en atención a su autoridad, a sus buenas razones y también a la utilidad que halla al dar fe a sus palabras.
Esto también lo razona Santo Tomás de Aquino por medio de proposiciones: La primera consiste en que se mueva por el objeto mismo que se conoce; el cual, o se conoce por sí mismo, como sucede con los primeros principios que forman el dominio del entendimiento, o se conoce mediante otro objeto previamente conocido, como sucede con las conclusiones que constituyen el campo de las ciencias. Y lo que atañe a la fe y a la religión cristiana no se conoce por sí mismo, ni mediante otro objeto anteriormente conocido, en la forma indicada. - La segunda manera consiste en que el entendimiento asienta a alguna proposición, no porque se mueva suficientemente por su propio objeto, sino porque obedece a una elección que lo inclina a dar voluntariamente su asentimiento a una de las partes que se le ofrecen. Y de esta manera se asiente a las verdades de la fe y de la religión cristiana, pues la voluntad es la que obliga al entendimiento a que se determine a dar su asentimiento, aunque no se mueva en virtud de algún objeto conocido. En este caso, la voluntad, que elige el asentir determinada y precisamente a una parte y no a otra, es la causa del asenso del entendimiento
- Según Dionisio: raciocinar es llegar al conocimiento de una verdad inteligible, procediendo de una cosa conocida a otra desconocida por medio del discurso de la razón.
- Según san Agustín: dice que el raciocinio es la investigación que la razón hace
- Tranquilidad
- Libertad
- Tiempo
- Voluntad exenta de violencia
El proceso de llevar a
los hombres al conocimiento de la fe y la religión es similar al proceso de
enseñar ciencia. Se destaca la importancia de la enseñanza del maestro y la
instrucción del discípulo, así como la existencia de principios comunes y la
necesidad de avanzar de lo simple a lo complejo en ambos casos. Se argumenta
que el método para atraer a los hombres hacia la fe debe ser tranquilo,
persuasivo y delicado, similar al método utilizado en la enseñanza científica.
Se resume:
- La importancia de la enseñanza del maestro y la instrucción del discípulo.
- La existencia de primeros principios comunes naturalmente conocidos.
- La semejanza en la definición o explicación de los principios o verdades creíbles, así como en los hábitos sobrenaturales infusos.
- La necesidad de proceder de lo imperfecto a lo perfecto, proponiendo primero afirmaciones simples y luego complicadas.
- La sugerencia de un método tranquilo, persuasivo y delicado para atraer a los hombres hacia la fe y la religión.
El método para atraer a
los hombres hacia la fe y la verdadera religión debe ser tranquilo, persuasivo
y delicado, similar al enfoque utilizado en la enseñanza científica.
NOVENO
La fe y la verdadera religión no pueden alcanzarse con las fuerzas de la naturaleza, puesto que son dones sobrenaturales que exceden todas las facultades naturales; es necesario que para instruir a los hombres en ellas tanto a la naturaleza en cuanto nos sea posible, ocurramos al arte en todo aquello en que unos hombres, por la tendencia de su natural aptitud, puedan ser dispuestos, preparados, ayudados e iluminados por otros hombres, para que puedan recibir la fe y la religión.
Es natural que nos parezca justo el que se nos hable de alguna cosa del modo como estamos acostumbrados a oírla; pero si se nos dice alguna cosa que esté fuera de lo que estamos acostumbrados a oír, advertimos luego que, desde el punto de vista de la verdad, no se nos presenta semejante a lo que estamos acostumbrados a oír; sino que se nos presenta como menos conocida, como más alejada de la razón, y en consecuencia, como menos verdadera, siendo todo efecto de que tal cosa está fuera de lo acostumbrado.
Y las cosas que no nos son familiares, no pueden hacérsenos tales, sino en fuerza de una frecuente repetición de los actos correspondientes; por donde aparece la necesidad del arte, que viene a subsanar las deficiencias de la naturaleza.
Las cosas que nos son familiares por la costumbre, hemos dicho, nos son más conocidas. Y la razón de este hecho se encuentra en que la costumbre se reduce a una naturaleza, porque la costumbre engendra en nosotros un hábito que inclina del modo como la naturaleza inclina; y por eso se dice que la costumbre es una segunda naturaleza.
De aquí concluye el Filósofo que en esta familiaridad y en esta proporción estriba la grande fuerza que tiene la costumbre, y lo demuestra con el ejemplo de las leyes, hablando en esta forma: Las leyes dictadas por los hombres manifiestan por la experiencia cuánta es la fuerza que tiene la costumbre; porque para que se preste asentimiento a estas leyes, influye más en fuerza de la costumbre, lo que se aduce fabulosa y puerilmente, que el mismo conocimiento de la verdad. Por esta razón algunos legisladores, para retraer a los hombres del mal y atraerlos al bien, incluyeron en sus leyes algunas cosas que se conforman con la diversa manera de ser de los pueblos y naciones, aunque algunas de ellas fueran frívolas y vanas. Los hombres, sin embargo, por haberlas oído desde su niñez, y por tanto, en fuerza de la costumbre, les dan su aprobación mejor que al conocimiento de la verdad.
Veamos a Mateo 10:16:
Como podemos ver, Las Casas aboga por un enfoque humanitario y respetuoso hacia los pueblos indígenas, reconociendo su humanidad y dignidad. Propone que la conversión religiosa debe basarse en el diálogo, el entendimiento mutuo y la empatía, en lugar de la imposición violenta de creencias. La obra refleja la preocupación de Las Casas por la justicia y los derechos humanos, sentando las bases para el desarrollo de la teoría de los derechos humanos y la defensa de los derechos de los pueblos indígenas en América.