lunes, 1 de abril de 2024

Bartolomé de las Casas - De Unico Vocationis Modo (Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión) (1537)

 


La siguiente obra es una de las más importantes en el corpus del dominico Fray Bartolomé de las Casas. Lamentablemente, la obra no se encuentra en su integridad, pues solo se han rescatado algunos capítulos. Tal como diría el Papa Paulo III ''id y predicad a todas las criaturas", Las Casas utilizaría esta misma fórmula con respecto a los indios; este es un texto que nos muestra que el único modo de hacer que los indios se conviertan al cristianismo, es por los medios pacíficos de un verdadero cristiano. 

Referencias:

(1) Algunas versiones de la biblia dicen, en vez de ''suavidad'', ''acierto''. 

DE UNICO VOCATIONIS MODO


Bartolomé de las Casas comienza diciendo que no hay hombre que no pueda recibir la doctrina cristiana. Todos los indios tienen la inteligencia para percibir más o menos la doctrina, en consecuencia, no son seres irracionales que no puedan entender. Tienen sentido común, imaginación, ingenio, fantasía y memoria sensitiva. Tienen, a su vez, la aversión a ciertos vicios y la inteligencia para resistirlos. 

PRIMERO

La suavidad 

Las Casas nos dice que existe solo un modo por el cual la Providencia otorgó al hombre la inteligencia para que cayera en cuenta de la verdadera religión: la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad

Se trata de un modo que debe ser común a todos los hombres del mundo, sin ninguna distinción de sectas, errores, o corrupción de costumbres.

La Sabiduría divina mueve a las criaturas racionales para que realicen sus propios actos, pero son las enseñanzas de la fe el modo por el cual los hombres se acercan a la verdadera religión, establecida por una ley común. 

"Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a observar todas las cosas que yo he mandado"
(Mateo 28:19)

"La fe viene del oír y el oír depende de la predicación de la palabra de Jesucristo." 
(Romanos 10:17)

En consecuencia, el modo de enseñarles a los hombres la verdadera religión debe ser delicado, dulce y suave. Pero este modo no es otra cosa sino la persuasión del entendimiento y la moción de la voluntad.
Esto también es tratado en la obra de Santo Tomás de Aquino, a propósito del Libro de Sabiduría, donde se señala:

''Se extiende poderosa de uno al otro extremo y lo gobierna todo con suavidad''
(Sabiduría 8:1)(1)

La consecuencia de la guía natural es dulce, delicada y suave, no forzado ni violento, como corresponde con el grado de conocimiento que tienen los hombres por sobre los demás seres. De hecho, es así como se propaga la fe del evangelio, por medio de una predicación que es un modo suave de llevarla a cabo. 

Movimiento natural

Todas las cosas tienen un movimiento natural a las que se dirigen, en el mundo de la naturaleza, los cuerpos pesados se mantienen en la tierra, mientras que los más ligeros en el aire. Sin embargo, para los seres racionales, dicho movimiento se realiza a través de su libre albedrío, para que voluntariamente escuche, voluntariamente obedezca y voluntariamente preste su adhesión y su obsequio a lo que oye.

Luego el modo de mover, dirigir, atraer o encaminar a la criatura racional al bien, a la verdad, a la virtud, a la justicia, a la fe pura y a la verdadera religión, ha de ser un modo que esté de acuerdo con el , naturaleza y condición de la misma criatura racional, es decir, un modo dulce, blando, delicado y suave; de manera que de su propio motivo, con voluntad de libre albedrío y con disposición y facultad naturales, escuche todo lo que se le proponga y notifique acerca de la fe, de la verdadera religión, de la verdad, de la virtud y de las demás cosas que se refieren a la fe y a la religión.

''Las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones''
(Eclesiástico 6:5)

De este ejemplo, Las Casas nos dice que San Clemente y San Silvestre, por medio de sus palabras dulces y lenguaje amable, eran no solamente amados por los cristianos sino que también por los judíos. 

Valerio Máximo también nos hablaba de lo importante del lenguaje cordial:

''La dulzura de la afabilidad se apodera también de la fiera índole de
los bárbaros, y suaviza la ciega y feroz mirada de los enemigos, y doblega los espíritus más ensoberbecidos por la victoria; ni es para ella cosa ardua o difícil encontrar camino apacible entre las armas
enemigas o entre las espadas que encuentra a su paso. Triunfa sobre la ira, disipa el odio, mezcla la sangre enemiga con las lágrimas de los enemigos, y hasta las órdenes dignas de admiración que Aníbal
da para las exequias de los romanos''

Así mismo, Aristóteles nos decía que la benevolencia es el principio de la amistad. 

Las criaturas racionales deben atraerse a la fe y a la religión cristiana dulce, blanda y suavemente, de manera que oigan, acepten, reciban y crean lo que con relación a la fe y a la religión se les notifica, obrando de su propio movimiento, con voluntad de libre albedrío y con una disposición natural.

Demostración de la persuasión

Las Casas se propone demostrar cómo es que ocurre esta persuasión y posteriormente, excitar esa voluntad. 

    1. Para que el entendimiento asienta a las proposiciones de la fe y de la religión cristiana, que es la única verdadera, se requiere necesariamente que se persuada por medio de razones. Y como la voluntad es la que manda y mueve las potencias del alma hacia sus propios fines, se requiere también que esta facultad se incline y se mueva en virtud de alguna razón que tenga suficiencia para moverla y que le parezca aceptable, encontrándose así en posibilidad de mandar que el entendimiento asienta determinadamente a una de las diferentes partes que se le presentan, en atención a que aparece bueno y razonable el asentir a esa determinada parte. No de otra manera cree un hombre en las palabras y en el testimonio de otro hombre; cree porque encuentra conveniente creerle, en atención a su autoridad, a sus buenas razones y también a la utilidad que halla al dar fe a sus palabras.

      Esto también lo razona Santo Tomás de Aquino por medio de proposiciones: La primera consiste en que se mueva por el objeto mismo que se conoce; el cual, o se conoce por sí mismo, como sucede con los primeros principios que forman el dominio del entendimiento, o se conoce mediante otro objeto previamente conocido, como sucede con las conclusiones que constituyen el campo de las ciencias. Y lo que atañe a la fe y a la religión cristiana no se conoce por sí mismo, ni mediante otro objeto anteriormente conocido, en la forma indicada.

    2. La segunda manera consiste en que el entendimiento asienta a alguna proposición, no porque se mueva suficientemente por su propio objeto, sino porque obedece a una elección que lo inclina a dar voluntariamente su asentimiento a una de las partes que se le ofrecen. Y de esta manera se asiente a las verdades de la fe y de la religión cristiana, pues la voluntad es la que obliga al entendimiento a que se determine a dar su asentimiento, aunque no se mueva en virtud de algún objeto conocido. En este caso, la voluntad, que elige el asentir determinada y precisamente a una parte y no a otra, es la causa del asenso del entendimiento

    El hombre, antes de dar su asentimiento, considera, investiga y discurre, pasando de una a otra, por las diferentes afirmaciones que acerca de la fe ha escuchado.

    Es necesario, en consecuencia, que por medio de razones se persuada el entendimiento del hombre a quien se va a enseñar la fe y la religión cristianas, de modo que en fuerza de la reflexión y de la investigación vea que es bueno y útil dar su consentimiento y su asenso a una de las proposiciones que se le ofrecen. Se confirma lo dicho con la práctica del apóstol san Pablo: Persuadimos a los hombres teniendo la razón del Señor. 

    Y en los Hechos de los Apóstoles, se lee que san Pablo entrando después en la sinagoga predicó libremente por espacio de tres meses, disputando con los judíos, y procurando convencerlos en lo tocante al reino de Dios.

    De ahí que se entienda la persuasión por medio del razonamiento. Ahora, Las Casas quiere analizar el aspecto de la excitación de la voluntad. 

    Como la voluntad por ser libre tiene una disposición natural para ser llevada al bien de una manera suave, como se ha probado ya; y sobre
    todo, como no es posible obligarla a creer, por impedirlo la libertad de libre albedrío de que está dotada, se infiere claramente que es necesario exhortarla, excitarla o atraerla con halagos, para que se incline al objeto al cual se pretende inclinarla, y tienda y se encamine a él de su propio motivo y de una manera suave, como queda también dicho.

    San Ambrosio decía:

    "Hay exhortación cuando convidamos a los hombres a realizar alguna buena obra, usando de palabras suaves.''

    San Agustín de Hipona decía:

    "Ninguno viene a mi si mi Padre no lo trajere."

    “¿Qué es lo que decimos aquí, hermanos míos? Si somos traídos a Cristo, luego creemos contra nuestra voluntad; luego se nos hace violencia; la voluntad no se siente movida."

    "El ánimo se atrae con el amor. ¿Y cómo puedo creer voluntariamente si se me atrae? Pero yo te respondo que es poco decir que eres atraído de tu propia voluntad, porque eres atraído por tu propio deleite. ¿Y qué significa el ser atraído por medio del deleite? 'Cifra tus delicias en el Señor y satisfará los deseos de tu corazón.' Tiene cierto deleite en el corazón el hombre a quien le es dulce aquel pan celestial. Y en verdad, si el Poeta pudo decir que a cada uno lo atrae su propio deleite, atrayéndolo no la necesidad, sino el deleite, no la obligación sino la delectación; con cuánta mayor razón podemos decir nosotros que se atraen a Cristo los hombres que se deleitan con la dicha, que se deleitan con la virtud, que se deleitan con el pensamiento de la vida eterna, siendo Cristo la suma de todos estos deleites. Dame un amante y sentirá lo que digo; dame al que desea"

    "Le enseñas a la oveja una verde rama y la atraes; le muestras al niño unas nueces y lo atraes también; y puedes atraer todo lo que tú quieras, atrayéndolo con el amor; atraer a cualquiera sin lastimar su cuerpo, porque lo atraes con los lazos del corazón"

    La voluntad, para mover el entendimiento del hombre que va a recibir las enseñanzas de la fe y de la verdadera religión, a que preste su asentimiento y adhesión a las verdades de la misma fe y religión, se atrae, se mueve e inclina de un modo dulce, delicado y suave, de su libre albedrío, y más todavía, por medio del placer, de la delectación y del amor.

    TERCERO

    Conocimientos

    Los conocimientos se realizan de dos modos: natural y voluntario. Se habla que se realiza de forma natural cuando entiende algo sin que haya precedido ningún raciocinio. 

    En este modo de entender, el entendimiento no puede disentir una vez que haya entendido los términos respectivos; ni tampoco puede la voluntad dejar de creer que sea verdad lo que se le propone como verdadero.

    Así, las proposiciones primeras denominadas primeros principios, dignidades o primeros conceptos del alma, como son, por ejemplo, que no puede suceder que una cosa sea y no sea al mismo tiempo; que el todo es mayor que cualquiera de sus partes. En efecto, estas proposiciones se entienden naturalmente solo por la luz natural del entendimiento del agente, sin necesidad de un raciocinio previo.

    Por otro lado, se entiende voluntariamente cuando aquel conocimiento no se manifiesta inmediatamente como verdadero, siendo necesario un raciocinio previo. No se admiten proposiciones como verdaderas a menos que así lo quiera. 

    • Según Dionisio: raciocinar es llegar al conocimiento de una verdad inteligible, procediendo de una cosa conocida a otra desconocida por medio del discurso de la razón. 
    • Según san Agustín: dice que el raciocinio es la investigación que la razón hace

    Por cierto, dentro de la voluntad es necesario que exista un entendimiento que sea lógico y coherente, porque en caso contrario la voluntad no podrá asentir a aquello que no entiende. Hay casos en que el entendimiento y la voluntad no alcanzar a llegar a un consenso, pero eso es porque el entendimiento y dicha voluntad no tenían el mismo objeto. Como dice Dionisio, nadie puede tender a un objeto malo. 

    El entendimiento es el principio del acto humano que contiene la raíz de la libertad, aunque según el Filósofo, son dos los principios, a saber, el entendimiento y la voluntad.

    Además, el alma debe estar libre de las perturbaciones del alma. Entre ellas, Las Casas identifica:
    • Tranquilidad
    • Libertad
    • Tiempo
    • Voluntad exenta de violencia

    Sin alguno de estos elementos, el alma se perturba y en consecuencia, no se podría hablar de voluntad. 

    Verdad de la fe

    La verdad de la fe no tiene que ver con los elementos naturales que hemos mencionado, pues la verdad de la fe no es evidente por sí misma. En consecuencia, es menester que exista un raciocinio previo. 

    Se infiere de aquí que para que puedan creer las verdades que conciernen a la fe y a la religión aquellos hombres que las ignoran, es necesario que su razón y su entendimiento se estén en estado de quietud y tranquilidad, y por esto, que estén alejados de toda inquietud, de toda pasión que pueda traerles cualquier perturbación.


    CUARTO

    Apetito de la voluntad: el amor

    Como habíamos señalado anteriormente, existe una inclinación natural que está en todas las cosas. Sin embargo, en el hombre existe una inclinación distinta porque tiene el libre albedrío. 

    Las criaturas inteligentes, sea natural que de la forma inteligible se origine una inclinación de la voluntad a sus propias operaciones y a su propio fin, en virtud de que mediante la forma inteligible percibe una cosa que se le presenta como conveniente y atractiva. Y conmoverse y ser atraído de esta manera por un objeto determinado, no es otra cosa sino amarlo.

    Porque conocemos, pues, alguna cosa, por eso la amamos; y desde el momento en que la amamos, la deseamos si está ausente, y nos deleitamos con ella si está presente; nos entristecemos si se nos impide alcanzarla, y odiamos lo que no nos permite llegar a ella, o lo que de ella nos aparta; y nos airamos, en fin, contra cualquiera cosa que nos estorbe la posesión de la cosa amada.

    Como se infiere de lo ya dicho, para lograr esto es menester usar de un medio conveniente y connatural a la criatura humana o racional, obrando así de una manera debida, útil y eficaz; esto es, se necesita, en primer lugar, que la razón discurra pasando de una cosa oída y conocida a otra desconocida; que, en seguida, el entendimiento perciba y juzgue o dé su parecer. 

    De acuerdo con Santo Tomás de Aquino, las verdades de la fe y de la religión, así como las de cualquiera otra virtud o bien, se nos expongan y expliquen, sosegada, tranquila y dulcemente, empleando un modo apacible y suave, rogativo y atrayente, y con intervalos sucesivos de tiempo, para que podamos pensar primeramente sobre las afirmaciones que se nos proponen e inferir si hemos de creerlas y aceptarlas dando nuestro consentimiento, o hemos de desecharlas manifestando nuestra inconformidad; para saber, en resolución, si son afirmaciones que nos convienen y son dignas de que las creamos, según se demostró arriba con la autoridad de san Agustín; porque es verdad que nadie puede creer alguna afirmación, si no ha conocido antes que debe creerla.

    Pero si tales verdades se propusieran con arrebato y rapidez; con alborotos repentinos y tal vez con estrépito de las armas que respiran terror; o con amenazas o azotes, o con actitudes imperiosas y ásperas; o con cualesquiera otros modos rigurosos o perturbadores, cosa manifiesta es que la mente del hombre se consternaría de terror; que con el grito, el miedo y la violencia de las palabras, se conturbaría, se llenaría de aflicción, y se rehusaría, de consiguiente, a escuchar y considerar; se confundirían, en fin, sus sentidos externos al mismo tiempo que sus sentidos internos, como la fantasía o imaginación. 

    Y el resultado vendría a ser que la razón se anublaría y que el entendimiento no podría percibir ni recibir una forma lúgubre y odiosa, puesto que estimaría todos estos modos como malos y detestables; y no tendría, por tanto, ninguna afinidad o conveniencia con el acto de creer, sino por el contrario, una disconformidad y una incongruencia de las más detestables.

    Por todo esto, el alma estaría mucho más propensa a odiar y rechazar. 


    QUINTO

    El predicador o maestro que tiene el encargo de instruir y atraer a los hombres a la fe y religión verdaderas, debe estudiar la naturaleza y principios de la retórica, y debe observar diligentemente sus preceptos en la predicación, para conmover y atraer el ánimo de los oyentes, con no menor empeño que el retórico u orador que estudia este arte y observa en su oración sus preceptos, para conmover y llevar a sus oyentes al punto que se propone.

    Sin embargo, existen cosas que naturalmente exceden el entendimiento de los hombres. Por ejemplo, que Dios sea uno y trino. Por eso, el predicador o maestro debe estar muy bien preparado. 

    Los ánimos se ganan con la suavidad de la voz, con la modesta expresión del semblante, con la ostentación de la afabilidad y con la delicadeza apacible de las palabras, cosas que, según el mismo Marco Tulio Cicerón, son las más a propósito para atraer la benevolencia del auditorio. 

    “Toda la virtud que la elocuencia tiene para persuadir se apoya en estas tres condiciones: demostrar la verdad de las afirmaciones que defendemos; cautivar los ánimos de los oyentes; lograr moverlos para que acepten lo que pretendemos''
    (Sobre la Oratoria de Marco Tulio Cicerón)


    Al igual que Cicerón, San Agustín era otro de los hombres que consideraba a la oratoria como un elemento esencial:

    "Como con el arte oratoria pueden persuadirse tanto las afirmaciones verdaderas como las falsas, ¿quién osará decir que la verdad haya de presentarse inerme en quienes la defienden contra la mentira? ; ¿cómo puede ser que quienes se empeñan en persuadir la falsedad, o conozcan ya a sus oyentes, o con el modo de hablar en el exordio logren hacerlos benévolos, atentos o dóciles, y que los defensores de la verdad ignoren estos medios de persuasión?; ¿cómo es posible que aquéllos expongan el error con gravedad, con perspicuidad, con verosimilitud, y que éstos no obren de igual modo tratándose de la verdad?; ¿quién puede ser tan necio que no pueda pensar con cordura en esto?"

    “El instruir viene de la necesidad, el deleitar corresponde a la suavidad, el persuadir es propio de la victoria."

    En consecuencia, Agustín quiere decir que el orador debe ganarse el ánimo de sus oyentes.

    SEXTO

    Del mismo modo que se lleva a la religión a la audiencia, también debe hacerse con la ciencia. Pero para el conocimiento de la ciencia, es imprescindible que el oyente deba creer en primer lugar. Ahora bien, la causa de la fe no es el orador sino que más bien es Dios. 

    “Porque de pura gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto viene de vosotros, siendo como es un don de Dios; tampoco en virtud de vuestras obras anteriores, puramente naturales, para que nadie pueda gloriarse."
    (Efesios 2:8)

    Por otro lado, el entendimiento del creyente encuentra ayuda en algunas cosas creadas, como son el testimonio de los milagros, la enseñanza que recibe de las personas mencionadas, y a las veces, también, algunas razones humanas que, a manera de persuasiones probables, llevan con facilidad al hombre a entender que verdaderamente hay que creer las verdades que se creen. Así se entienden las palabras de san Agustín.

    En la adquisición de la ciencia se presupone en nosotros la existencia de ciertos germenes de las ciencias, es decir, la existencia de los primeros principios del entendimiento que desde luego se conocen con la luz del entendimiento agente, mediante las especies abstraídas de los seres sensibles, como arriba se dijo. En estos principios universales, como en elementos germinadores, están contenidas todas las conclusiones científicas; y la mente, partiendo de estos conocimientos universales, se encamina a la intelección actual de todos los conocimientos particulares, que anteriormente conocía de un modo universal y como en potencia. Y entonces puede decirse que el hombre ha llegado al conocimiento de la ciencia.

    Este elemento de germen ha sido puesto ahí por Dios. 

    Conocimiento de Dios

    Otro de los germenes importantes que yacen dentro del hombre es aquel que implica la búsqueda de la verdad. Pero esta no es la verdad de la ciencia sino que es la verdad a la que Dios se refiere. Ahora bien ¿cómo se verifica esta verdad? Las Casas nos dice que por medio de los milagros, es decir, el predicador debe saber comunicar la maravilla de los milagros ocurridos. 

    Conocida, pues, la verdad mediante la explicación de la fe, es razonable que nazca necesariamente la inclinación de la voluntad, por la delectación que naturalmente produce la verdad divina que ha empezado a conocerse o a creerse y que supera todas las demás delectaciones.

    SÉPTIMO

    Se necesita, en consecuencia, un guía que instruya en los conocimientos anteriormente mencionados. Y aunque es cierto también que el solo hábito de la fe sin el auxilio de tales recursos podía ser suficiente, si Dios quisiera; con todo, en virtud de una ley común, tratándose por lo menos de los adultos, se requiere necesariamente la doctrina exterior, la instrucción, la narración, la exposición, explanación o explicación de lo que ha de creerse, para que puedan recibir la fe y conseguir su salvación.

    ''Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios. Mas digo: ¿No han oído? Antes bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los cabos de la tierra sus palabras''
    (Romanos 10:17)

    Ahora bien, ninguno puede obrar mediante los solos hábitos infusos de la fe, de la esperanza y de la caridad, porque están como adormecidos y ligados, como si se encontraran en individuos que estuvieran durmiendo, principalmente tratándose de los párvulos; y también tratándose de los adultos, cuando al bautismo no ha precedido ninguna explicación de la fe o ninguna instrucción aclaratoria por medio de la enseñanza externa, aunque se supusiera el caso de algún infiel que sin ninguna instrucción previa no pusiera ningún óbice, lo que parece imposible.

    Por lo tanto, a las personas, cualquiera que esta sea, se le deben exponer los artículos de la fe. Pues es evidente que si algún infante se criara entre sarracenos e infieles, nunca podría creer, por el camino ordinario, los artículos de la fe en virtud de los hábitos infusos; a no ser que nueva y actualmente se le explicaran, para que a continuación, viviendo entre cristianos, pudiera formar el hábito adquirido. Así se excitan y actúan, por decirlo así, los hábitos infusos con los hábitos adquiridos mediante las enseñanzas de los padres o maestros, o con los estudios sagrados.

    OCTAVO

    Enseñanza libre de perturbaciones

    Para adquirir los conocimientos de alguna ciencia, es menester que el hábito de los principios se determine y explique por medio de los sentidos, y que el maestro preste ayuda al entendimiento, proponiendo, explicando, aplicando, fortaleciendo, guiando, a fin de que el entendimiento agente reciba las formas o especies inteligibles y las grabe o imprima en el entendimiento posible.

    Ya hemos establecido que la enseñanza debe estar libre de todas las perturbaciones del alma y de los sentidos, de otro modo, la enseñanza de las escrituras no se hará efectiva. Por consiguiente, para conocer la ciencia necesariamente se requieren en el ánimo o entendimiento la tranquilidad, la quietud y la ausencia de la oscuridad que traen las pasiones humanas.

    Consecuentemente, el instructor maestro debe precaverse diligentemente contra las perturbaciones del temor, de la tristeza, del dolor, de la ira y de las demás pasiones semejantes. Y debe, por el contrario, tomar el modo y camino de la naturaleza, según el mismo Filósofo en el lugar arriba citado, procede paulatinamente en sus actividades, de manera que en las plantas y en todos sus efectos no obra arrebatada, repentina o violentamente; sino paso a paso, paulatina y ordenadamente, con un andar blando, lento y suave, esto es, disponiendo el sujeto o la materia, pues tales son los medios determinados que pone en ejecución.

    Prosigue el Filósofo demostrando que este orden con que la naturaleza procede en sus obras, gradual y paulatinamente de lo imperfecto a lo perfecto, es un orden necesario, porque es natural en fuerza del apetito de la misma naturaleza, que tiende a un fin determinado. Por eso, dice, se hace una cosa en atención a otra, es decir, lo imperfecto y anterior se hace, se ordena a lo perfecto y posterior; y es necesario que así también se proceda en el arte. 

    Se demuestra, por tanto, que así como en las obras de la naturaleza se tiende al fin, gradual y paulatinamente, siguiendo un orden natural, porque tienen en sí una aptitud natural para ser hechas en tal forma; y porque, al contrario, como se deduce de Metafísica la naturaleza se horroriza ante todo lo violento y repentino, porque está fuera de la aptitud natural o inclinación de los seres naturales, e impide la prosecución del movimiento espontáneo ya empezado, o pone estorbos para que no comience, por donde la violencia es un ímpetu que hace fuerza. 

    Luego el modo natural de atraer a los hombres al conocimiento de las ciencias, es un modo persuasivo con respecto al entendimiento, y motivo excitativo o suavemente atractivo con relación a la voluntad.

    El proceso de llevar a los hombres al conocimiento de la fe y la religión es similar al proceso de enseñar ciencia. Se destaca la importancia de la enseñanza del maestro y la instrucción del discípulo, así como la existencia de principios comunes y la necesidad de avanzar de lo simple a lo complejo en ambos casos. Se argumenta que el método para atraer a los hombres hacia la fe debe ser tranquilo, persuasivo y delicado, similar al método utilizado en la enseñanza científica.

    Se resume:

    1. La importancia de la enseñanza del maestro y la instrucción del discípulo.
    2. La existencia de primeros principios comunes naturalmente conocidos.
    3. La semejanza en la definición o explicación de los principios o verdades creíbles, así como en los hábitos sobrenaturales infusos.
    4. La necesidad de proceder de lo imperfecto a lo perfecto, proponiendo primero afirmaciones simples y luego complicadas.
    5. La sugerencia de un método tranquilo, persuasivo y delicado para atraer a los hombres hacia la fe y la religión.

    El método para atraer a los hombres hacia la fe y la verdadera religión debe ser tranquilo, persuasivo y delicado, similar al enfoque utilizado en la enseñanza científica. 


    NOVENO


    La fe y la verdadera religión no pueden alcanzarse con las fuerzas de la naturaleza, puesto que son dones sobrenaturales que exceden todas las facultades naturales; es necesario que para instruir a los hombres en ellas tanto a la naturaleza en cuanto nos sea posible, ocurramos al arte en todo aquello en que unos hombres, por la tendencia de su natural aptitud, puedan ser dispuestos, preparados, ayudados e iluminados por otros hombres, para que puedan recibir la fe y la religión.

    Es natural que nos parezca justo el que se nos hable de alguna cosa del modo como estamos acostumbrados a oírla; pero si se nos dice alguna cosa que esté fuera de lo que estamos acostumbrados a oír, advertimos luego que, desde el punto de vista de la verdad, no se nos presenta semejante a lo que estamos acostumbrados a oír; sino que se nos presenta como menos conocida, como más alejada de la razón, y en consecuencia, como menos verdadera, siendo todo efecto de que tal cosa está fuera de lo acostumbrado. 

    Y las cosas que no nos son familiares, no pueden hacérsenos tales, sino en fuerza de una frecuente repetición de los actos correspondientes; por donde aparece la necesidad del arte, que viene a subsanar las deficiencias de la naturaleza.

    Las cosas que nos son familiares por la costumbre, hemos dicho, nos son más conocidas. Y la razón de este hecho se encuentra en que la costumbre se reduce a una naturaleza, porque la costumbre engendra en nosotros un hábito que inclina del modo como la naturaleza inclina; y por eso se dice que la costumbre es una segunda naturaleza.

    De aquí concluye el Filósofo que en esta familiaridad y en esta proporción estriba la grande fuerza que tiene la costumbre, y lo demuestra con el ejemplo de las leyes, hablando en esta forma: Las leyes dictadas por los hombres manifiestan por la experiencia cuánta es la fuerza que tiene la costumbre; porque para que se preste asentimiento a estas leyes, influye más en fuerza de la costumbre, lo que se aduce fabulosa y puerilmente, que el mismo conocimiento de la verdad. Por esta razón algunos legisladores, para retraer a los hombres del mal y atraerlos al bien, incluyeron en sus leyes algunas cosas que se conforman con la diversa manera de ser de los pueblos y naciones, aunque algunas de ellas fueran frívolas y vanas. Los hombres, sin embargo, por haberlas oído desde su niñez, y por tanto, en fuerza de la costumbre, les dan su aprobación mejor que al conocimiento de la verdad.


    DÉCIMO

    Con respecto a la misma línea, un sabio filósofo que, empleando cierto arte, atrajo a los hombres primitivos que vivían en un estado salvaje y muy semejante al de las fieras, a un género de vida más humano, a la aceptación de la educación en las buenas costumbres, al conocimiento de Dios y al culto de la religión divina tal como existía entonces, logrando que se reunieran para vivir juntamente dentro de la constitución y comunidad propias de las ciudades.

    Este filósofo se entiende por una obra de Marco Tulio Cicerón que reza de la siguiente manera:

    ''Pues hubo un tiempo en que los hombres, a semejanza de los animales salvajes, vagaban esparcidos por los campos, viviendo de la caza y sin disponer nada con el dictamen de la razón, sino gobernandolo casi todo por la fuerza. No tenían en cuenta todavía ni el culto de la religión divina, ni los deberes que la humanidad impone; ninguno había visto matrimonios contraídos conforme a las leyes, nadie sabía con certeza cuáles eran sus hijos, ni había quien comprendiera la utilidad que podría traerle la equidad del derecho. Así que, por el error y la ignorancia, la pasión, ciega y temeraria dominadora del alma, abusaba de las fuerzas corporales para satisfacer su apetito, trayendo su séquito de perniciosísimos males. 

    Entonces un hombre, magnánimo sin duda y adornado de prudencia, comprendió qué disposición había y cuánta aptitud se encerraba en el ánimo de los hombres para realizar cosas las más grandes, si hubiera alguien que la aprovechara, mejorándola con la educación. Y usando de medios a propósito, se dio ese hombre a la tarea de reunir en un lugar y congregar aquellos hombres dispersos por los campos y ocultos en selváticos albergues; e induciéndolos a todo lo que fuera útil y honesto, de fieros e inhumanos como eran, pudo hacerlos tratables y apacibles, contradiciendo ellos el principio por la falta de costumbre, y escuchando después con más empeño, en vista de la razón y por el convencimiento de la palabra''

    Otro autor es Plutarco quien se refiere de la siguiente manera:

    “Pues hubo un tiempo en que los hombres vivian una vida desenfrenada, salvaje y señora de la violencia. Esta vida ilegal, es decir, fuera de toda ley, fue desapareciendo con la introducción de las leyes: y después, teniendo ya las leyes suficiencia para evitar los delitos públicos, sucedía, sin embargo, que muchos delinquían privadamente. Surgió entonces un hombre inteligente que rebatió el error, poniendo la verdad en sus justos términos y persuadiendo a los hombres que había un Dios que vivía con una vida que nunca envejecía; quien oye y ve esto y tiene bastante inteligencia",

    Luego de esto, Bartolomé comenta la historia de un rey de Babilonia llamado Evilmerodac tan maligno y tan tirano, que llegó al extremo de hacer que se despedazara el cuerpo de su padre en mil fragmentos, mandando que se dieran a otros tantos buitres, temiendo que resucitara. Nunca podía oír de nadie, ni menos aceptar, ningún consejo o alguna reprensión por su vida perversa; antes por el contrario, maltrataba frecuentemente a quienes lo aconsejaban o reprendían, no escapando con vida algunos de ellos.

    Sin embargo, un filósofo llamado Jerses que había inventado el ajedrez le ayudó a jugarlo y así, someterlo a una vida dirigida por el razonamiento y la inteligencia. El rey, con el tiempo que jugaba ajedrez, se volvió mucho menos violento y al contrario, logró cambiar su costumbre. 

    UNDÉCIMO

    En este apartado, Las Casas nos dice que otra de las formas de atraer a la fe a los hombres es por medio del ejemplo: La fe de los antiguos creyentes, la de los que posteriormente les sucedieron, y la nuestra, es la misma y única fe; esto es, la fe de los hombres que vivieron antes de la Ley, durante la Ley, y actualmente en la Ley de gracia.

    De acuerdo con Santo Tomás, los padres que vivieron antes de la Ley instruían a sus familias en las cosas divinas con el modo de una exhortación paternal.

    De este sentir es también el Filósofo, quien al exponer las diferentes leyes referentes al gobierno doméstico, dice que los Padres de familia deben ingeniarse para gobernar a los miembros de su casa con benignidad y mansedumbre.

    Se infiere de lo aducido que el modo natural y propio de la instrucción y exhortación paternales, es delicado y dulce, lleno de blandura y amor, e igualmente atractivo y suplicante; y, por consiguiente, un modo que persuade al entendimiento y excita y atrae suavemente la voluntad.

    Simeón, entre otras cosas, dijo: "Guardaos, hijos míos, de todo celo y de toda envidia; obrad con sencillez de ánimo y con buen corazón, pensando en el padre de vuestro padre, a fin de que derrame sobre vuestras cabezas la gracia, la gloria y la bendición, como lo veis en él mismo."

    DUODÉCIMO

    Continuando con aquellos personajes bíblicos que profesan una buena enseñanza, tenemos a Isaac. 

    "Vivid con sencillez de corazón, pues por ella he conocido la complacencia del Señor. El hombre sencillo no ambiciona las riquezas, ni toma los bienes de su prójimo; no apetece ricos manjares, ni busca variedad de vestidos ; no se promete largos años de vida, sino que acepta únicamente la voluntad de Dios; y nada pueden contra él los espíritus de la maldad. Guardad, pues, hijos míos, la ley del Señor, conservad la sencillez y vivid con inocencia; no os limitéis a contemplar los mandatos del Señor y las acciones del prójimo, sino que, yendo adelante, amad a Dios y a vuestro prójimo y compadeceos del pobre y del enfermo."

    El profeta Dan dijo:

    "Oíd, hijos de Dan, todos mis discursos; prestad oídos a las palabras de vuestro padre. Durante toda mi vida he aprobado en mi corazón lo que es bueno, porque le complace a Dios la verdad acompañada de las buenas obras; he detestado el daño, la mentira y la ira, porque son cosas que enseñan al hombre toda suerte de maldades. Os confieso ahora, hijos míos, que en lo íntimo de mi corazón me alegré de la muerte de José, hombre amante de la verdad y del bien, y que me regocijaba de su bendición, porque nuestro padre lo amaba más que a nosotros."

    Neftalí dijo: 

    Os temerán los animales y los ángeles os recibirán. Procurad, pues, ser entendidos y prudentes en las cosas de Dios, conociendo el orden de sus mandatos y las leyes con que se rigen todas las cosas, para que Dios os ame."


    José al convocar a sus hijos y hermanos dijo:

    ''Hijos míos y hermanos míos, oíd a José el amado de Israel; prestad oídos, hijos míos, a las palabras de vuestro padre. Conocí en mi vida la envidia y la muerte con que mis hermanos querían perderme; ellos me odiaron, pero el Dios de mis padres me cuidó; me metieron en una cisterna, y el Altísimo me sacó, fui vendido como esclavo, y el Señor me libertó; fui reducido a cautiverio, y su poderoso brazo me salvó; padecía yo hambre, y el mismo Señor me alimentó; estaba yo desolado, y Dios me consoló; me encontraba enfermo, y el Altísimo me visitó; me hallaba en la cárcel, y el Salvador me regocijó; estaba yo encadenado, y el Señor me desató. Cuando los egipcios me acusaron, él defendió mi causa, me libró de la envidia y del dolo y me exaltó''


    El patriarca Benjamín habría dicho:

    “Y vosotros, hijos míos, amad al Señor Dios del cielo y oíd sus mandatos, imitando al bueno y santo varón José; temed al Señor y amad al prójimo. A nuestro padre Jacob le pidió también José que orara por nuestros hermanos, y que no les imputara el Señor la maldad que hubieran podido meditar contra él; y por eso exclamó Jacob: oh José, hijo mío; venciste las entrañas de tu padre; y abrazándolo, comenzó a besarlo largo tiempo diciéndole: se cumplirá en ti la profecía del cielo acerca del Cordero de Dios y Salvador del mundo; porque el inmaculado será entregado por los injustos, y el que no tiene pecado morirá por los impíos en medio de la sangre de la alianza, para salvar a las naciones y a Israel; y desterrará al demonio y a sus servidores. Contemplad, hijos míos, el fin que tiene el hombre bueno; imitad su misericordia con buena intención, para que adornéis también con coronas de la gloria. El hombre bueno no tiene la vista entenebrecida."

    Se comprueba, pues, con evidencia, para inferir nuestra conclusión de las mencionadas exhortaciones paternales de los patriarcas, que el modo conveniente y connatural a la criatura racional, con que ha de instruirse a los hombres en la verdadera religión, es y ha sido siempre, persuasivo con respecto al entendimiento, y excitativo y delicadamente atractivo con relación a la voluntad; es decir, un modo razonable, tranquilo, modesto, blando, pausado, suave y dulce. Y queda así comprobada una vez más la primera conclusión.


    DECIMOTERCIO

    Siguiendo con las enseñanzas de los antiguos, Las Casas nombra a Moisés como otro hombre que tuvo que persuadir a su pueblo. 

    "Bien sabéis que os he enseñado los preceptos y las leyes judiciales que me ordenó el Señor mi Dios: así pues, los practicaréis en la tierra que habéis de poseer, y los observaréis y pondréis en ejecución. Pues tal debe ser vuestra sabiduría y cordura delante de las gentes, que oyendo referir todos aquellos preceptos, digan: ved aquí un pueblo sabio y entendido, una gente esclarecida. Ni hay otra nación, por grande que sea, que tenga tan cercanos a sí los dioses, como está cerca de vosotros el Dios nuestro, y presente en todas nuestras súplicas y oraciones. Consérvate, pues, a ti mismo ¡oh Israel! y guarda tu alma con mucha vigilancia. No te olvides de las grandes cosas que han visto tus ojos, ni se borren de tu corazón en todos los días de tu vida. Las has de contar a tus hijos y nietos"

    Otro de los profetas fue Samuel, quien dijo:

    ''Ahora bien, aquí tenéis a vuestro rey. Con todo, si temiereis al Señor y le sirviereis, y escucháis su voz, y no fuereis rebeldes a sus palabras, entonces, así vosotros como el rey que os gobierna, seréis dichosos siguiendo al Señor Dios vuestro. Pues yo voy a invocar al Señor, y enviará repentinamente truenos y lluvias. Con lo que todo el pueblo temió en gran manera al Señor y a Samuel, y dijeron todos juntos a Samuel: Ruega por tus siervos al Señor Dios tuyo para que no muramos.''

    ''No temáis: sin embargo, no os apartéis del camino del Señor, sino servidle de todo vuestro corazón; ni queráis descarriaros en pos de cosas vanas. Por lo demás, lejos de mi cometer tal pecado contra el Señor, que yo cese nunca de rogar por vosotros: yo os enseñaré siempre el recto y buen camino. Así pues, temed al Señor y servidle de veras y de todo vuestro corazón, ya que habéis visto las maravillas que ha obrado en vosotros''

    Otro de los personajes fue Josías:

    ''para lo cual hizo que los sacerdotes ejerciesen sus funciones, y los exhortó al cumplimiento de su ministerio en la casa del Señor. Dijo también a los levitas, por cuyas instrucciones se santificaba todo Israel para el culto del Señor: Colocad otra vez el arca en el Santuario del Templo, edificado por Salomón. Ahora, pues, servid al Señor Dios vuestro y a su pueblo Israel; y estad apercibidos casa por casa, y familia por familia"

    Vemos aquí que también los reyes, al enseñar e instruir a su pueblo en la ley del Señor y en la religión verdadera, exhortándolo igualmente a observar los mandamientos de Dios, usaban de un modo persuasivo con respecto al entendimiento, y exhortativo con relación a la voluntad, como de un medio congruente y natural, y, en consecuencia, apropiado a la naturaleza humana y común a todos sus individuos.

    Tenemos otro ejemplo por parte de Esdras:

    "Se puso en pie en una tribuna de madera, que había mandado hacer para este fin de hablar al pueblo. Abrió, pues, Esdras el libro a vista de todo el pueblo, como que se hallaba en un lugar más elevado que todos" 
    “Y así que le abrió, púsose en pie toda la gente."



    DECIMOCUARTO

    Muchos pasajes de la biblia demuestran la persuasión que debe tener el predicador:

    "Y todas las naciones acudirán a él, y vendrán muchos pueblos y dirán: ea, subamos al monte del Señor"
    (Isaías 2:3)

    Cuando en este versículo se emplea la expresión ''ea, subamos'', se está señalando inmediatamente una voluntad persuadida. 

    En general, de acuerdo con Las Casas, esta ha sido la línea en que los Padres antiguos han enseñado y traspasado sus enseñanzas. Fue un modo persuasivo porque toca al entendimiento, y atractivo o suavemente motivo y exhortativo en lo que mira a la voluntad; y, consecuentemente, que es un modo que debe seguirse del todo en la enseñanza de la fe y religión cristianas.


    DECIMOQUINTO

    Luego de ver la forma en que enseñaban los padres antiguos, toca ver la forma en que Cristo realizó dicha enseñanza:

    El modo o la forma que Cristo estableció y mandó que se observara al enseñar y anunciar su evangelio y su fe a las naciones esparcidas por todo el mundo, y durante todos los tiempos, desde su ascensión a los cielos hasta el día del Juicio, es un modo o una forma establecida por la sabiduría y providencia divinas. 

    En consecuencia, en esta parte veremos como el Nuevo Testamento también nos guía en una enseñanza prudente:

    Veamos a Mateo 10:16:

    "Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos (o según dice san Lucas: como corderos entre lobos, que es lo mismo). Por tanto, sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Pues os entregarán a los tribunales, y os azotarán en sus sinagogas"

    “Venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis el reposo para vuestras almas; porque suave es mi yugo y ligero el peso mío."

    Esto es solo un poco de la demostración de que el Nuevo Testamento, también incita a la suavidad. 


    DECIMOSEXTO

    Una de las formas más importantes a considerar en la enseñanza a otros es el saludar. Saludar no solamente significa una muestra de respeto sino que también un requisito fundamental para identificar y apreciar al otro. Por esto, Cristo señalaba que siempre era mejor adelantar al otro en el saludo. 

    Homilía 32 a san Mateo:

    “No queráis pensar que, porque sois doctores, tengáis derecho a esperar que aquéllos os lleven el saludo adonde estáis; por el contrario, adelantaos en honrar y sed los primeros en saludar."

    Jesucristo mandó que en la salutación se pronunciaran principalmente estas palabras, "la paz sea en esta casa", tal vez porque entre los hebreos y sirios, entre quienes se encontraban entonces los apóstoles, se acostumbraba este modo de saludar, como lo insinúa san Jerónimo al comentar a san Mateo; o bien, porque es evidente que ninguna otra manera de saludar encierra en si mayor número de bienes, como la de saludar a alguno deseándole paz. Porque todo saludo contiene la petición de bienes para la persona a quien se saluda; y este modo de saludar comprende muchísimos bienes.

    Es necesario, por otra parte, que los santos predicadores gocen de buena opinión también entre los infieles. Y a este propósito dice también san Jerónimo: "Ha de elegirse el huésped fundándose en la opinión del pueblo y en el dictamen de los vecinos, para que la infamia no menoscabe la dignidad del predicador." Esto dice san Jerónimo.

    Si los apóstoles hubieran exigido dinero por las curaciones y grandes beneficios que hacían, sin duda que sus oyentes no dejarían de contristarse mucho; pero como nada exigían, eran gustosamente amados de ellos, los cuales se empeñaban con facilidad en oírlos con el mayor interés y con la mayor atención, y en recibir la doctrina que se les enseñaba.

    DECIMOSÉPTIMO

    Hasta ahora hemos podido ver lo conveniente de hablar con suavidad y persuasión, sin embargo, puede ocurrir el caso en que el receptor del mensaje no quiera recibirlo. En ese caso, el Señor dice:

    “Caso que no quieran recibiros, les dice, ni escuchar vuestras palabras, saliendo fuera de la tal casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor en el día del juicio, que la tal ciudad."

    Se ve en estas palabras que Cristo concedió a los apóstoles solamente la licencia y autoridad de predicar el evangelio a los que voluntariamente quisieran oírlo, pero no las de forzar o inferir alguna molestia o desagrado a los que no quisieren escucharlos. No autorizó a los apóstoles o predicadores de la fe para que obligaran a oír a quienes se negaran a ello, ni los autorizó tampoco para castigar a quienes los desecharan de sus ciudades; porque no estableció para castigarlos ninguna pena corporal, sino una pena eterna: "Caso que no quieran recibiros, dice, ni escuchar vuestras palabras, saliendo fuera". En ningún caso dice: no dijo: insistid y predicadles, quieran o no quieran; y si perseveran pertinazmente en desecharos, no dilatéis  el castigo infligiéndoles penas humanas. El castigo es solamente reservado para Dios. 

    De la exposición anterior podemos deducir lo siguiente. Así como Cristo no estableció ninguna pena corporal para castigar en este mundo, a lo menos por los hombres, a quienes no aceptaran su fe, esto es, a los que no creyeren; sino una pena eterna después de esta vida, como se desprende de estos testimonios: “Pero el que no creyere será condenado" (Marcos 16:16).

    Se evidencia, decimos, que de ninguna manera se ha de hacer mal o fuerza, o se ha de castigar a los infieles que nunca hayan recibido la fe, cuando se nieguen a escucharla o a recibir a los predicadores de la misma fe. Y evidentemente aparece luego la consecuencia: que quienes obran de manera contraria se convierten en usurpadores del juicio que a Dios corresponde, y, consiguientemente, se hacen a manera de transgresores del precepto divino.


    DECIMO OCTAVO

    En esta parte hay dos versículos claves a entender:

    "Mirad, dice, que yo os envío como ovejas en medio de lobos"

    "Como corderos entre lobos"


    Con estas palabras les enseñó a los apóstoles y a los discípulos que era necesario que fueran no solamente pacíficos y despreciadores de los bienes temporales o transitorios; graves y humildes; moderados y liberales, porque graciosamente derramaban grandes beneficios; caritativos y agradables a sus huéspedes; de buena fama y sin que pudiera tachárseles ningún defecto o desorden; sino que debían también ser pacientísimos; y en tal grado fuertes con la paciencia, que pudieran vencer con la mansedumbre a todos sus adversarios y perseguidores.

    No los envía a los deleites sino a los padecimientos, donde habéis de portaros con inocencia; porque el que tiene el encargo de predicar no debe hacer males, sino tolerarlos.

    No los envía con poder de armas para que con la violencia sometáis las naciones a vuestra doctrina, como lo hizo Nabucodonosor enviando al general de sus ejércitos, Holofernes, a subyugarle todos los pueblos y a destruirle sus dioses, para que él solo pudiera ser tenido por dios; sino que os envío como ovejas entre lobos; esto es, como personas que a nadie dañan ni pueden dañar; os envío tales que podáis sufrir las injurias de quienesquiera que sean.


    DECIMONONO

    En esta parte, Las Casas nos dice que es necesario tener la visión y misión que tenían los apóstoles. Un ejemplo lo da con respecto a los judíos.

    Era necesario que los ministros que iban a predicar la penitencia y el perdón a todos los pueblos empezaran por Jerusalén, no solamente porque a los judíos se confiaron las palabras de Dios, y porque a ellos corresponde la adopción de hijos, y la gloria y las alianzas y las leyes; sino para que los pueblos envueltos en los errores y en los crímenes alentaran la esperanza del perdón, en vista, sobre todo, de esta señal de la piedad divina; es decir, viendo que se les concedía el perdón a los que crucificaron al Hijo de Dios.

    Habiendo, pues, partido, iban de lugar en lugar, anunciando el evangelio, y curando enfermos por todas partes.

    Predicar la penitencia y el perdón de los pecados en nombre de Jesucristo; testificar que El es quien fue constituido por Dios como juez de vivos y de muertos; persuadir que todos los profetas dan testimonio de que cuantos crean en El recibirán, en virtud de su nombre, la remisión de sus pecados; convencer a todos los pueblos envueltos en el error y en los crímenes, de modo que se animaran e indujeran a esperar el perdón de sus antiguos delitos, atraídos por las muestras de la divina piedad, que prometía el perdón de su pecado a los mismos judíos que habían crucificado al Hijo de Dios.


    VIGÉSIMO

    Los apóstoles siguieron el ejemplo de Cristo sin mudar nada, y realizaron todas sus tareas de modo efectivo. Este presupuesto es absolutamente lógico, toda vez que los agentes superiores sea seguidos por los seres pacientes y que de este modo se le asemejen.

    He aquí cómo las obras de Cristo hablan lo mismo que si hablara El con palabras. En consecuencia, tanto las obras de Cristo como sus mismas palabras, tienen fuerza de ley divina, son elementos constitutivos de una ley y de una obligación que debe tener eficacia para todos los hombres, así grandes como humildes; para los apóstoles, papas y obispos; para los emperadores, reyes o príncipes cualesquiera, y cualquiera que sea el estado, la dignidad o la excelencia en que estén constituidos; para todos, cualquiera que sea la condición, el grado, el empleo o el género de vida que tengan; porque se trata de la ley de Aquel que es Señor de todos, “de los príncipes y de los reyes de la tierra".


    VIGESIMO PRIMERO

    Siguiendo con el ejemplo:

    "Recorrieron todo el mundo aquellos pescadores y, encontrándolo enfermo lo devolvieron a la salud, y mirándolo en ruinas, le dieron estabilidad, sin mover escudos, sin estirar arcos, sin arrojar saetas, sin derramar dinero, sin confiar en su misma elocuencia. Estaban desnudos de medios temporales, pero se hallaban revestidos de Cristo; eran pobres, pero estaban ricos por otra parte; carecían de dinero, pero poseían el reino de los cielos; no recibían consuelos humanos, pero tenían en cambio a su Señor; 'Estad ciertos, les dijo, que yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos.' Recorrieron toda la tierra, andando las ovejas juntamente con los lobos; envió las ovejas a los lobos, pero no fueron heridas por estos animales; sino que, por el contrario, adquirieron los lobos la mansedumbre de las ovejas."

    Conclusión

    Como podemos ver, Las Casas aboga por un enfoque humanitario y respetuoso hacia los pueblos indígenas, reconociendo su humanidad y dignidad. Propone que la conversión religiosa debe basarse en el diálogo, el entendimiento mutuo y la empatía, en lugar de la imposición violenta de creencias. La obra refleja la preocupación de Las Casas por la justicia y los derechos humanos, sentando las bases para el desarrollo de la teoría de los derechos humanos y la defensa de los derechos de los pueblos indígenas en América.

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario