domingo, 5 de agosto de 2018

Pedro Abelardo - Ética, o conócete a ti mismo (Capítulos XXI - XXVI) (1141)

Esta es la última parte del libro de la ética de Pedro Abelardo por el cual hemos visto bastantes cosas interesantes. La lógica que rodea su filosofía puede ser definida como una lógica extrema pero al mismo tiempo cristiana, no es de extrañar que no fueran bien recibidas por la iglesia. Esta última parte nos ocupada un poco más sobre el pecado y las acciones que envuelven a este cuando el hombre decide desviarse del camino de Dios. Veamos lo que nos trae nuevamente el filósofo. 

Referencias:

(1) Esta es una crítica de Abelardo a los sacerdotes de aquellos tiempos. 


Ética o conócete a ti mismo


Capítulo XXII: Pecado imperdonable

El pecado más imperdonable está explícito en la biblia:

''Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero no se perdonará una blasfemia al Espíritu Santo''
(Mateo 12:31)

Este es el único pecado que es imperdonable, más los pecados contra el hombre, todos ellos pueden ser remisibles. 

Capítulo XXIII: El dolor de los arrepentidos

Abelardo dice que todos aquellos que se arrepienten de sus pecados pasaran con ellos el dolor correspondiente, una vez que estén en la otra vida. En otras palabras, como ya pecaron, el dolor estará incluso en esa vida futura pues nadie está libre de pecado. 

Capítulo XXIV: La confesión 


¿Para qué nos confesamos si Dios ya sabe lo que hicimos? Abelardo nos responde que es lisa y llanamente porque junto con esta recibiríamos más indulgencia. El sacerdote tiene la labor de escuchar a quienes quieren confesarse, y en este sentido el sacerdote cumple la función de médico, pues, aunque la confesión pueda causar mucha vergüenza e incomodidad, el paciente siempre debe mostrar sus heridas si  quiere ser curado. 

Capítulo XXV: Prescindir de la confesión

Hay ciertos casos en que la confesión puede ser omitida. Un ejemplo de ello es cuando Pedro comete el acto de negar a Cristo y nunca se confiesa. Por supuesto, ya el acto que había cometido era suficiente castigo pues ya había comprendido lo que había hecho. 

Muchos otros dicen que Pedro no habría podido confesarse ya que no tenía hombres superiores después de la muerte de Jesús. Esto puede servir incluso en los tiempos de Abelardo, donde los sacerdotes no eran muy discretos con la confesión o no demostraban ser lo suficientemente atentos con los que llegaban(1).

Capítulo XXVI: Atar y desatar

¿A qué se refiere la biblia con atar y desatar? La frase de la biblia es la siguiente:

''Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atéis en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos''
(Mateo 16:19)

Esto significa que Pedro sería el encargado de estar en el reino de los cielos y abrir la puerta a quienes merezcan entrar. 

Aquí Abelardo advierte que el mensaje era solo dirigido a Pedro y a ninguna persona más, es decir, los sacerdotes u obispos que vinieran después de Pedro no tienen esta atribución. Los únicos que podrían tenerlo son aquellos que imiten a Pedro en sus méritos más que en su cátedra. 

Conclusión

Terminamos la obra filosófica de Pedro Abelardo, aunque aún nos faltan algunas obras personales que Abelardo sostuvo con su amada Eloísa y algunos otros intelectuales. Vemos que esta última parte se trató de cómo el hombre puede resarcirse de los pecados por medio de la confesión y el arrepentimiento, el cual para mi suena muy lógico. Me llama la atención la crítica que tiene Abelardo, de quien me parece es uno de los primeros filósofos en hacerla dentro de la iglesia. En fin, otro filósofo que nos quedará para la posteridad.  

sábado, 4 de agosto de 2018

Pedro Abelardo - Ética, o conócete a ti mismo (Capítulos XI - XXI) (1141).

Tenemos la segunda parte de la ética de Pedro Abelardo, que incluso ya a estas alturas quedó condenada por las autoridades eclesiásticas de la época. Es una pena que se haya condenado a tal hombre solamente por seguir llevar la lógica al punto cristiano, ya que esto ha sido una enorme contribución al pensamiento, incluso al pensamiento cristiano de aquellos tiempos. Esta vez nos encontramos con las acciones y su relación con la bondad y la maldad. 

Referencias

(1) Esta idea fue condenada en el Concilio de Sens, pues atenta y casi justifica la tortura de Jesús.
(2) Tenemos otra de las controversiales declaraciones de Abelardo donde quien ignora no puede tener culpa; sólo pueden tenerla aquellos que tienen su razón intacta.  
(3) Debemos decir que un pensamiento parecido se encuentra en San Agustín de Hipona en su escrito ''Exposición incoada a los romanos''. Agustin dice que aquellos paganos que profieren ofensas a la Santísima Trinidad no deberian ser condenados, antes el buen cristiano debe invitarlos a convencerlos y a creer en la Santísima Trinidad.


Ética o conócete a ti mismo


Capítulo XI: La bondad en los actos

La acción tiene un elemento subyacente que sería la intención, es decir, esta se califica como buena o mala dependiendo de la intención que se haya tenido. 

Capítulo XII: ¿Por qué se llama buena a una intención?

Ahora, la intención siempre será buena no por el solo mero hecho de hacerla sino que también está involucrada la intención de aquello. Por otro lado, quien no conoce a Dios y quien no conoce o no sabe que su acto es malo, entonces no puede tener condena alguna. Donde no hay pecado no hay culpa.

Capítulo XIII: No hay pecado más que en consciencia

Esta es una pregunta relevante en Abelardo ¿son culpables aquellos romanos que torturaron a Jesús ya que creían que aquello era correcto, es decir, lo que realmente agradaría a Dios? Si tenemos en cuenta que la intención de ellos era agradar a Dios entonces no se les puede culpar de pecado. Tampoco podría condenarse a aquellos hombres si hubieren hecho esto por ignorancia(1)

Esto podemos ejemplificarlo como dijo el apóstol.

''Si la conciencia no nos condena, tendremos plena confianza en Dios''
(Juan 3:21)

Por lo demás, es el mismo Jesús quien perdona a quienes lo crucifican:

''Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen''
(Lucas 23:34)

Hay miles de ejemplos de piedad en la biblia indicando estos acontecimientos y otros. 

Capítulo XIV: Las acepciones del pecado

El pecado solo puede entenderse como el desprecio hacia Dios o el consentimiento del mal, en el cual están exentos todos los niños  y enfermos mentales(2). Así también quedarían limpios aquellos que cometen el mal por ignorancia, pues todo ellos merecieron el perdón por Jesús, quien, enseñándonos, nos muestra lo importante de la paciencia y la demostración. 

Los no creyentes serán salvados por la ignorancia que tuvieren, ya que aquellos que no entiendan no se les puede acusar de pecar. 

Abelardo resume los siguientes puntos:

  • Pecar por ignorancia es no ser culpable de algo, sino hacer lo que no se debe. 
  • Pecar con el pensamiento es querer con la voluntad lo que ninguna manera se debe querer.
  • Pecar de palabra y de obra es decir o hacer lo que no es conveniente, aunque suceda por ignorancia y contra nuestra voluntad.

De alguna manera estas son formas del pecado, pero aun más se peca cuando se va en contra de la consciencia cosa que no ocurrió con los soldados romanos y Jesús. 

Esta es la frase por la cual Abelardo seria posteriormente condenado:

''Cuanto se hace por ignorancia no debe atribuirse culpa''

Liberando a todos aquellos ignorantes sin importar el daño que hayan causado(3)

Capítulo XV: ¿Todo pecado es perdonado?

Es muy difícil pasar esta vida sin cometer pecado, aunque sea por ignorancia o como prevaricación. De todas maneras, Abelardo dice que pecar se toma de dos formas: pecado venial, aquel pecado leve que se hace por olvido; pecado mortal, que se hace con intención y da muerte a otro ser. 

Capítulo XVI: Abstención de las culpas

Por supuesto que el pecado grave o de muerte es el pecado más vergonzoso y peligroso que existe. Mucho se dice que es fácil evitar este pecado, pero no por ser fácil se debe desestimar. Recordemos que muchos filósofos han dicho que las virtudes y los vicios son todos iguales (es decir las virtudes a la virtud y los vicios al vicio), pero Abelardo no está de acuerdo. 

Así, los veniales son muchos más fáciles de tener abstención. Quien se abstenga de ambos: pecado venial y pecado mortal, conseguirá la perfección en la vida. 

Capítulo XVII, XVIII y XX: Perdón de los pecados

Abelardo nos dice que son tres cosas por las que alcanzamos el perdón por Dios:

  • Penitencia: dolor por aquello que se ha delinquido.
  • Confesión: la expresión de aquello en que se ha delinquido
  • Satisfacción: cuando se recibe el perdón después del sufrimiento. 

Solo puede haber perdón genuino cuando Dios manifiesta en un hombre el gemido del arrepentimiento, y es ahí cuando el hombre se hace merecedor del perdón.

Conclusión

Estos capítulos vistos anteriormente representan justamente la condena que sufrió Abelardo por parte de la Iglesia. No es de extrañar esta posición de la iglesia contra aquellos que usan el raciocinio en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, pensemos que San Agustín de Hipona también lo hizo, quizás, si Pedro Abelardo hubiera escrito o expresado sus ideas de manera tal que no ofendiera a nadie, se hubiera salvado de estas condenaciones. En fin, gran trabajo el del filósofo.

viernes, 3 de agosto de 2018

Pedro Abelardo - Ética, conócete a ti mismo (Capítulos I -X) (1141).

¿Se les hace conocida esa frase ''conócete a tí mismo''? en efecto, es la frase que Sócrates utiliza en el libro ''Apología de Sócrates'' de Platón. ¿Qué nos quiere decir Pedro Abelardo con el título de este libro? Sabemos que Sócrates fue uno de los referentes morales de la filosofía antigua y no sería extraño que cualquier filósofo posterior utilizara dicha referencia. Sin embargo, es posible que Pedro Abelardo nos muestre algo totalmente distinto a lo que pensamos. Veamos de qué se trata.

Referencia:

(1) Aunque la ira es considerada pecado capital.
(2) Alusión a la Santísima Trinidad.

Ética, conócete a ti mismo


Capítulo I: Vicios y costumbres

Vicios y virtudes

Se tienen los vicios y virtudes como aquellas actitudes que afectan de una u otra manera el alma. Sin embargo, hay vicios y virtudes que ciertamente no afectan las costumbres; la estupidez, la inteligencia, la rapidez, etc.

Los vicios que nos hacen realmente mal son aquellos que nos disponen a cometer el mal. El conocimiento no hace que el individuo sea objeto de juicio o de elogio, pues lo que realmente lo pone en tela de juicio es el vicio que lo dispone a actuar mal. 


Capítulo II: Cómo se entiende el mal en el hombre

Los vicios del alma no se relacionan con el pecado, es decir, si el vicio del alma lleva al hombre a cometer algún mal, entonces es ahí cuando se vuelve mal. En otras palabras, el bien y el mal están subordinados por la voluntad

Por ejemplo, ser iracundo no sería un pecado en el sentido que no por ser iracundo voy a hacer el mal. Lo que sí, la ira sería un vicio del alma más que un pecado(1). El vicio puede estar presente en el hombre aunque no se de la acción y estos están ahí para que el hombre luche contra ellos en el mérito.

Capítulo III: ¿Qué es un vicio del alma y qué es un pecado?

Vicio

Es todo aquello que nos hace propensos a pecar, lo que nos inclina o nos motiva para cometer un pecado. 

En este sentido a Dios no se le puede hacer daño (ya que es inmortal) y mucho menos por algo que se infiere, como sería el vicio. El único daño que podría hacerse a Dios sería despreciandolo; por lo tanto, nuestro pecado nace cuando se hace desprecio del creador.

Pecado

Verdaderamente, el pecado carece de sustancia pues todo lo que se relaciona con él tiene que ver con el ''no hacer'' o ''dejar de hacer'', frases que connotan vacío. No obstante, no por esto el pecado es un ''no-ser'' porque al pecado lo apoya una voluntad. Pero naturalmente, la virtud se relaciona con el ser y el pecado con el no-ser.

Por otro lado, es posible que el hombre pueda pecar sin tener la intención de hacerlo. En ese caso, de manera interna, el hombre no tendría culpabilidad sobre aquello que realizó pero no estimó. Así, una cosa es la acción y otra cosa es el consentimiento de esa acción.

Abelardo expone el ejemplo de un amo y su criado, donde el amo lo persigue con una espada para matarlo. En el acto, el criado saca otra espada y mata a su amo ¿podemos hablar de una mala voluntad si el criado estaba defendiendo su vida?

Ahora, el criado ha cometido un delito y por eso debe pagar. Será aún mejor que el criado escape de la muerte que le quería dar su amo. Como dicen las Sagradas Escrituras:


''El que mata a espada a espada morirá''
(Mateo 26:52)

Como hemos dicho reiteradamente, solo la acción consentida por medio de la voluntad sería el pecado.

Delectación carnal

Se dice que la delectación carnal es un pecado, pues el hombre es pecador desde un principio como sostiene el cristianismo. La mancha del pecado de Adán nos hace cargar con una pena, pero no con una culpa. 

No habría culpa en desear a la mujer con la que uno es casado, ya que es un consentimiento entre los dos el fornicar si lo quisiesen. El mismo apóstol dice:

''Volved a estar juntos... lo que digo es una concesión no un mandato''

El apóstol quiere decir que la pareja vuelva a estar junta y cuando dice ''concesión'' quiere decir a que pueden volver a una vida más relajada, es decir, tienen permiso para fornicar si lo desean.

Sin embargo, podría pensarse lo contrario cuando en la biblia dice:

''Todo el que mira a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón'' 
(Deuteronomio 5:17)

Lo que quiere decir realmente es que si el hombre pasa del deseo al acto del adulterio, entonces si es condenado al pecado. Lo que se condena es el consentimiento, no el pensamiento de querer a dicha mujer, que de hecho, es algo que está en el hombre ya que este lleva la mancha del pecado. En otras palabras, la ''culpa'' (o carga) del pecado hace que el hombre piense en fornicar con una mujer, pero su consentimiento es otra cosa. 

De acuerdo con Abelardo, la culpa del pecado no se puede prohibir porque es connatural al ser humano. Todos los mandamientos como ''no robarás'', ''no matarás'' no son más que las prohibiciones del consentimiento de robar y de matar.

Alejándose un poco del lado religioso, Abelardo nos dice que la simple orden de ''no hagas esto'', ''no hagas aquello'' en realidad es el lo mismo que decir ''no consientas en hacer esto'', ''no consientas en hacer aquello''. Dios no juzga lo que se hace sino más bien la intención con la que se hace. 

Sin embargo, podría decirse, ¿cuando se hace el mal es que Dios quiere que se haga el mal? La respuesta es no, pues Dios siempre quiere que las cosas tiendan al bien, prohibiendo lo que se hace o permitiendo lo que no se hace pero siempre para un bien justo. 

Para resumir los puntos hechos aquí por Abelardo haremos los siguientes punteos:


  • Pecar es el consentimiento de una mala acción.
  • Llevar a cabo el pecado es determinar una acción concreta.
  • El pecado se formaliza de tres maneras: sugestión, tentación, delectación y consentimiento.

Una cosa es pensar en pecar y otra es realizar el pecado que es lo más perverso. 

Capítulo IV: Los demonios

La sugestión del pecado no solo proviene de los hombres sino que también de los demonios. Estos, con el permiso de Dios, tientan a los hombres y los llevan por el camino del pecado. De alguna manera, los demonios serían para Abelardo como el demiurgo de Platón en su obra el Timeo, es decir, los demonios serían comunicadores, o enviados por alguien para hacer el mal. 

Capítulo V: Las obras del pecado

Es fácil pensar que lo que dice Abelardo es extraño. Si una persona piensa en pecar no es condenable. Está bien, pero eso no disminuye la culpabilidad en su interior. Sin embargo, ¿qué culpa debiera tener si la acción no ha sido realizada? 

Para aclarar esto pongamos el siguiente ejemplo. 

Una mujer pobre con harapos da pecho a su bebé pero lo aplasta tanto que lo asfixia dándole la muerte. 

¿Deberíamos culparla? si fue accidente no deberíamos, pero si fuera a propósito sí. Dios no tiene para qué investigar el interior de los seres humanos, pues el ya lo sabe. Es aún más meritorio, que los hombres, pensando en el pecado, se abstengan de ello y no realicen la acción. 

En esta parte Abelardo cita al mismo San Agustín de Hipona diciendo:

''Ama y haz lo que quieras''

Queriendo decir que mientras no exista ninguna mala intención, de nada tiene que preocuparse el hombre justo.

Capítulo VI: Pecados espirituales y carnales

Existen pecados espirituales y carnales, pero estos últimos pertenecen más bien a la sensación de la carne al pecar. Naturalmente, los pecados más graves existen en el espíritu, pues es el espíritu el que tiene conocimiento del pecado. 

Capítulo VII: Sentido de la frase ''el que escruta los riñones y el corazón''

Esta frase quiere significar que es Dios quien conoce todo lo que nos sucede adentro, todo lo que pensamos. Los hombres siempre piensan que las frases de Dios se refieren a las acciones del pecado, pero no es así. La acción en sí no es lo que importa, sino más bien el consentimiento de esta. 

Dios no mide el resultado de la obra, no mide las acciones. De eso solo se encarga el ser humano porque Dios se preocupa de la intención que tuvo aquel hombre.

Capítulo VIII y IX: Las obras externas y Dios

Como ya ha quedado establecido que las obras son tomadas por su intención y no por sí mismas, también conviene saber si la multitud de obras buenas nos hará mejores. La respuesta es no, porque la suma de las obras no otorga ningún mérito. Solo la compañía de Dios en aquellas obras es lo verdaderamente importante. 

A Dios no se le puede sumar nada, más al hombre sí ya que el es finito. Nada puede ser mejor a Dios, mientras que el hombre necesita ser más bondadoso cada vez(2)


Capítulo X: Los tipos de bienes

Abelardo nos dice que la multitud de bienes no es mejor que un solo bien. No podemos contar el bien así como tampoco podemos contar la simplicidad, pues todo lo que es simple es incontable y los bienes son simples.

Conclusión

Es justamente en estos 10 primeros capítulos donde podemos ver la voluntad kantiana que tanto énfasis hacíamos en la biografía de Abelardo. Es increíble como la influencia de San Agustín sigue recayendo en el mundo cristiano posterior, a 700 años de su muerte. Lo que no nos puede quedar más claro, es que como dice el viejo dicho ''la intención es lo que vale'' mucho más que la acción realizada. 

domingo, 29 de julio de 2018

Pedro Abelardo - Diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío (Parte III: El sumo mal).

Parece que vamos llegando a la parte final de este gran diálogo entre el filósofo, el cristiano y el judío, aunque debemos decir que el diálogo se tornó finalmente entre el cristiano y el filósofo. Recordemos que en el diálogo anterior se discutía sobre las virtudes y los vicios, y si estos eran iguales en todos los hombres o en realidad todos estos eran diferentes (tal y como lo proponía el cristiano). En cualquier caso, debemos seguir indagando en la obra de Pedro Abelardo, aquello que nos puede servir para entender este período.

Referencia:

(1) Idea extraída de San Agustín de Hipona.

Un diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío
(Parte III: El sumo mal)

Las penas en el sumo mal



Puede ser confuso decir que el sumo mal es totalmente perjudicial para el hombre, siendo que muchas veces el hombre merece ser castigado con respecto a los términos de justicia. Es decir, a cada quien lo que se merece. Veamos qué dice el filósofo con respecto a esto.

Filósofo:

Para los cristianos todos los seres son buenos en cuanto todos son creaciones de Dios. De ahí que podamos decir que el castigo es malo o bueno según se considere en la justicia, pues puede existir un castigo que haya sido aplicado injustamente y otro justamente.

No podemos decir que la pena o el castigo es bueno, siendo que es algo esencialmente malo. Quizás podríamos decir que el castigo es bueno cuando se emplea de manera justa, pero eso no implica que la naturaleza del castigo sea buena porque de ser así, entonces todos preferiríamos el castigo antes que la recompensa. 

Cristiano:

Si con el castigo el hombre se puede volver bueno, entonces el castigo es parte del sumo bien y por lo tanto, el castigo es esencialmente bueno. 

La vida bienaventurada

Cristiano:

Esta vida está para hacer buenos méritos y hacer los que más podamos. No nos podemos quedar en obras que merecen poco mérito sino que siempre avanzar. Esto no es solo mejor para obtener esa otra vida bienaventurada, sino que también para tener un recto juicio. 

Es como cuando un hombre comienza a conocer a una persona y con el tiempo la va conociendo mejor que antes, y aún más presentar una opinión de aquella persona mucho más completa. De esta misma forma se debe conocer a Dios. 

Filósofo:

¿Qué ocurre con estos ángeles que se volcaron al sumo mal? ¿acaso ellos no pudieron o no quisieron recibir la bienaventuranza siendo superiores al hombre?

Cristiano:

Está claro que los ángeles caídos no tuvieron la visión de Dios para obtener la bienaventuranza. Los ángeles se dejaron llevar por su soberbia al conocer a Dios, pero no conocerlo completamente y decidieron dejarlo. 

Es por eso que los ángeles y los hombres no deben pensar que su bien es otro que el de Dios, sino que el bien de ambos (hombres y ángeles) es Dios mismo. 

Filósofo:

¿Cómo es pues posible que Dios estando presente en el hombre y en los ángeles conceda que el mal los corrompa? ¿Cómo es posible que los ángeles y los hombres sí puedan pensar en otro bien aparte de Dios, teniendo a Dios en su interior?

Cristiano:

Todos creen que Dios está en todas partes y que ésta obra a la voluntad del hombre en cuanto este necesita algo. Sin embargo, la verdad es que Dios no está en ningún lugar, pues el lugar es algo creado para los hombres. 

Por lo tanto, de Dios no estamos lejos o cercanos como si él estuviera contenido en un lugar, sino que nos alejamos o nos acercamos a él según nuestros méritos(1). Que Dios esté presente o ausente no es a causa de una localización, sino que por medio de algo espiritual. 

Filósofo:

No obstante todo esto, el filósofo expone que el cristianismo dice que Dios solamente está en los cielos, o, dicho de otra manera, sólo aquellos bienaventurados están con Dios en los cielos. 

Cristiano:

Las Sagradas Escrituras no deben entenderse de manera literal sino que de maner espiritual, por lo que cuando se dice que Dios ''mora'' en un lugar, solo quiere hacernos entender de manera terrenal lo que no puede entenderse con palabras.

El infierno

Ahora los dos dialogantes tocan el tema del infierno para ahondar mucho más en el sumo mal.

Cristiano:

Es difícil explicar qué es el infierno pues las opiniones están muy divididas en que este fuera un lugar físico debajo del mundo, o este es más bien un concepto de interpretación espiritual.

En realidad, para el cristiano, la cualidad de los lugares no tiene ninguna importancia, es decir, no tiene ninguna importancia saber dónde está el infierno. Lo que sí es importante saber es que ahí sufriremos eternamente si no seguimos las buenas enseñanzas de Cristo. 

¿Qué es un mal? ¿qué es un bien?

Estas últimas preguntas del diálogo van dirigidas exclusivamente al cristiano que se verá en la necesidad de contestar.

Cristiano:

Realmente es difícil establecer qué es el bien y cuándo un hombre es bueno o malo. La verdad es que de un hombre se dice que es bueno por sus costumbres más que por el arte de hacer alguna cosa. 

Lo que sí está claro que el mal puede perfectamente provenir de un bien, pues todos somos buenos como creaciones de Dios y sin embargo pecamos. Ahora, todos pueden reivindicarse y seguir el buen camino después de que se arrepienten sinceramente de sus pecados. Cuando el hombre hace un bien lo hace con respecto a algo tanto beneficioso como útil para él, pues lo único beneficioso y útil es seguir las enseñanzas de Dios. 

Por otro lado, tenemos aquel libre albedrío por el cual muchos hombres piensan que es ridículo que Cristo se haya entregado a los judíos. Podríamos pensar que los judíos hicieron bien porque usaron el libre albedrío, pero esto no es correcto porque una cosa es la intención con que se ejecuta una acción y otra es que Dios lo haya querido así. De esta forma se distingue voluntad humana y voluntad divina.

Conclusión

Vemos que la pregunta hecha en los capítulos precedentes no se llegó a responder, aunque la verdad tenemos la respuesta pero desde distintos ángulos. Por un lado tenemos que el bien es aquello útil y beneficioso (lo cual es Dios), y el mal sería todo aquello que es contrario. Como el texto no dice si la virtud o el vicio en el hombre son todos iguales, se tendrá que quedar uno con la visión cristiana de que en realidad son todos diferentes. Aquí terminamos el libro de Abelardo para seguir al próximo. 

sábado, 28 de julio de 2018

Pedro Abelardo - Diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío (Parte II: La ley cristiana) (1121).

Ya terminada la discusión sobre la ley mosaica, tenemos al fin la discusión sobre la ley cristiana por lo que el filósofo del diálogo torna su mirada al cristiano. Sin embargo, el filósofo ya en primera instancia trató al cristiano de loco ¿cómo podemos proceder si ya de sentado tratamos a alguien de loco? quizás este es el primer desacierto que hace el filósofo, la primera falacia. No obstante, es mejor que veamos el diálogo completamente antes de hacer cualquier aseveración. Veamos.

Referencias:

(1) Debo decir que este párrafo está sobre interpretado por mi.  
(2) Aquí se refiere a los niños que no alcanzaron a tener tal grado de madurez o consciencia sobre el bien o el mal.


Un diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío
(Parte II: La ley cristiana)



Sabiduría cristiana

Es el filósofo quien comienza a discutir con el cristiano, luego de haber acabado con el judío. 

Filósofo:

El filósofo dice que la ley cristiana debería ser superior a la ley judía porque ésta está hecha con posterioridad. De ser así, la ley cristiana es más actualizada y más apegada a la sociedad mucho más que la judía. 

Cristiano:

El cristiano se disgusta bastante aduciendo las palabras que el filósofo dijo en el diàlogo previo: ''los judíos son necios y los cristianos locos'' ¿Si el filósofo dice eso, ¿para qué querer saber sobre la doctrina cristiana? Además, los cristianos no son de estar locos, pues los mismos filósofos griegos se han vuelto cristianos: un ejemplo de ellos sería Justino y Orígenes, ambos griegos, que se volvieron reconocidos Padres de la Iglesia siendo con posterioridad filósofos. 

El filósofo se disculpa por aquella actitud diciendo que los hombres suelen tomar más atención con el insulto, pero el cristiano lo perdona y él mismo prosigue. 

Todo lo que se escribe en el Nuevo Testamento es aquello que perfecciona al Antiguo Testamento, en otras palabras, es lo que le faltaba al Antiguo Testamento para que la biblia completa sea perfecta. 

El fin de esta nueva ley es mostrar el sumo bien y cómo alcanzarlo.

Filósofo:

El filósofo considera aún más valiosa la doctrina cristiana que la judía, ya que los cristianos basan sus doctrinas en argumentos racionales. Pero la filosofía es aún más racional en cuanto basan los argumentos en la lógica de la ley natural. 

Cristiano:

Mucho más lógico y racional es el cristianismo si es que muchos filósofos se han convertido. Aún más es racional si se considera que Dios es el que tiene la gran sabiduría, de ser así, el filósofo, es decir, el amante de la sabiduría, debe voltear su mirada a Dios. 

Si bien la filosofía se basa en principios lógicos y racionales, también se debe advertir que la racionalidad y los argumentos lógicos también llevan a errores. 

Filósofos: 

Luego el filósofo dice:

¿Y qué diremos de las auctoritates? ¿Acaso estas no yerran?

Las auctoritates eran aquellos textos considerados ''autoridad'' entre los intelectuales. Las Sagradas Escrituras son tomadas como auctoritates por todos los sabios de la Edad Media. 

Hubo muchas contradicciones cuando la biblia se analizó en su conjunto. Pareciera ser que ni siquiera las Sagradas Escrituras se escapan de los errores racionales. Además, el filósofo aduce las múltiples disensiones que existen en la religión, es decir, si las Sagradas Escrituras estuvieran claras ¿por qué existen tantas religiones? 

Cristianos:

La verdadera misión de la religión no es buscar la verdad sino que extraer la opinión que se puede dar en ella. En todo caso, no es verdad que la religión está sin razón, pues la razón fundamentarà la fe tal como hubiera dicho San Anselmo de Canterbury(1), ''La fe confirma la razón''


El placer en el cristianismo

Ahora tanto el filósofo como el cristiano comienzan a hablar sobre el placer. 

Filósofo:

Todos deben llegar a aquellas virtudes que nos hacen bien porque por el contrario caeremos en vicios. Las virtudes representan el sumo bien, como diría San Agustín, mientras que otros dicen que esta representa el placer. 

Sin embargo, este placer no es ese placer ordinario de sensualidad o de satisfacción de comidas, sino que más bien una plenitud del alma. Esa plenitud del alma sólo puede alcanzarse con la virtud, nada más que esto puede ser la llave para alcanzarla. 

Siguiendo las líneas de Séneca, uno de los filósofos moralistas del Imperio Romano, no se debe ser bueno por una recompensa como así lo expresan los cristianos, pues según ellos siendo bueno se llega al reino de los cielos. El bien está en hacer las buenas acciones sin importar la recompensa. 

Cristiano:

Sin embargo, este mundo no es bueno. Aquí existe el pecado y la muerte. Debemos dejar bien en claro que la maldad existe y es contraria al bien, y esta maldad no se quita de este mundo; por lo tanto, la vida futura (la vida después de la muerte) es aún mejor que esta vida porque está exenta de todo mal. 

Sería muy insensato seguir prefiriendo esta vida que preferir aquella que está exenta de todo mal.

Filósofo:

El filósofo llega a un acuerdo diciendo que en efecto, una vida futura exenta de males no puede ser peor que la vida donde está el sufrimiento, por ende, las virtudes serán el camino para llegar a aquella vida futura exenta de todo mal

Discusión sobre el sumo bien

Luego de establecer el placer y el camino a la felicidad, ambos se ponen a discutir sobre el sumo bien, pues aún queda en el cristiano un dejo de imponer su doctrina. 

Cristiano:

El sumo bien no es exclusivo del hombre, sino que de Dios. Debemos partir de la premisa de que Dios es más que el hombre, y por lo tanto en él se encuentra la felicidad y el sumo bien, de otro modo se buscaría en el hombre. Sin embargo, el hombre es limitado y yerra en su andar. Por lo tanto, Dios es superior y con eso mucho más correcto es encontrar la felicidad en él. 

De hecho, el cristiano dice que ni siquiera podemos llamar bienaventurado a aquel que realiza buenas acciones y no conoce a Dios, pues no sigue el camino del sumo bien que es Dios. 

Filósofo:

El filósofo dice que la bondad y los vicios son iguales en todos los hombres, es decir, nadie es más bueno que el bueno, nadie es más vicioso que el vicioso, nadie es más justo que el justo. Todos estos conceptos son iguales en todos los hombres, los vicios son siempre los mismos y las virtudes también. 

Cristiano:

El cristiano dice que lo dicho por el filósofo anteriormente es un absoluto sofisma. Tanto los pecados como virtudes difieren de hombre en hombre, pues unos son buenos para unas cosas mientras que otros en otros. De hecho, cuando se dice ''nadie es más bueno que el bueno'' ya se está haciendo una comparación por lo que nadie es igual a otro. 

El mismo filósofo Plotino distingue muchas virtudes en cuanto al alma al cuerpo y otras más que los hombres contienen en su interior.

Filósofo:

Para hacerse entender mucho más sobre este punto, el filósofo comienza a hacer una comparación entre esta vida y la vida futura (después de la muerte).

El hombre de esta vida tiene tres estados:


  1. La niñez
  2. La racional (donde está el libre albedrío)
  3. Bondadoso o vicioso

Luego tenemos tres estados más en la vida futura:


  1. Indiferencia: para aquellos que no alcanzaron la racionalidad(2).
  2. Óptimo: para aquellos que realizaron buenas acciones.
  3. Pésimo: para aquellos que realizaron malas acciones. 

Por lo tanto, tenemos el lado de la virtud que nos llevará a lo óptimo de esa otra vida, y el pésimo que nos llevará al lado malo. 

Si bien hay muchas especies de virtud y así los hombres son virtuosos en diferentes materias, la cuestión es que la virtud es lo bueno. Por eso, solo podemos discernir entre dos entes: el bien y el mal, por lo que nada más podemos decir que los hombres o son buenos o son malos según la virtud o el vicio. 

De todas formas, el filósofo hace una especie de recuento sobre cada virtud que merece consideración:

  1. Respeto: mostrar la debida consideración tanto a Dios como a los hombres. 
  2. Generosidad: llevar la ayuda debida a las necesidades de los hombres. 
  3. Lealtad: mantener la palabra empeñada sobre aquello de lo que nos hacemos deudores por medio de promesas.
  4. Justa venganza: infligir el debido castigo por los males que nos han sido ocasionados. 

Si ponemos mucha atención, las virtudes que el filósofo está mencionando aquí son las virtudes de la justicia.

El concepto de justicia se divide en dos respectivamente:

  1. Justicia natural: Aquella justicia que tiene que ver con todo lo racional. 
  2. Justicia positiva: Aquella justicia que los hombres han hecho para toda la sociedad.

Luego tenemos otras especies de virtud como las siguientes:


  1. Fortaleza: que se encuentra en la grandeza del alma y en al perseverancia. 
  2. Templanza: que tiene al menos cuatro partes: humildad, austeridad.
  3. Castidad: por la cual nos mantenemos lejos de los placeres. 
  4. Sobriedad: por la cual podemos pensar rectamente. 

Teniendo descrito muy bien lo que es la virtud y el sumo bien, los dos dialogantes comienzan a entablar los preparativos para hablar sobre el sumo mal. 

Conclusión

Tenemos aquí una discusión clásica y perfectamente homologable a los diálogos de la República de Platón, pues como podemos ver hay una dialéctica perfecta. En todo caso, la discusión aún no termina ya que el cristiano insiste al filósofo para que prosiga diciendo que todas las virtudes y los vicios son los mismos en los hombres. Seguramente veremos la respuesta en la siguiente parte que hemos compuesto. ¡Sigan leyendo!

domingo, 22 de julio de 2018

Pedro Abelardo - Diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío (Parte I: Ley natural y Ley mosaica) (1121).

Un diálogo que dará mucho de qué hablar tanto en la Edad Media como en las épocas que siguen, pues no es de poca importancia que un hombre quiera juntar la religión con la filosofía. Ya lo habían hecho hombres como Al-Farabi, Averroes y San Anselmo de Canterbury, y esta vez le toca a Pedro Abelardo hacerse cargo de esta misión. Veamos que nos tiene esta vez el filósofo Pedro Abelardo en comparación a los demás filósofos. 

Un diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío
(Parte I: Ley natural y Ley mosaica)


Primer encuentro entre los tres


Abelardo comienza con el relato brevemente diciendo que en una visión nocturna se le acercan tres personas: un filósofo, un cristiano y un judío. El filósofo es el primero que habla y le dice a Abelardo que está empeñado en buscar la verdad  y que para eso necesita la guía de la razón. A juicio del filósofo, el judío es necio y el cristiano está loco, por lo tanto, sólo Abelardo puede ayudarlos, ya que él tiene el conocimiento tanto de la filosofía como de la teología. 

Comienzo de la discusión

Planteamiento del problema

Filósofo:

El filósofo parte poniendo la primera pregunta a los dos religiosos:

¿Ha sido la razón la que los condujo a la doctrina, o por la opinión de los hombres?

El filósofo expone su opinión inmediatamente diciendo que todo lo que es creído se recibe por educación y después se toma en cuenta por la razón. En efecto cuando se consulta la biblia dice:

''El hijo no puede hacer nada sin el Padre''
(Juan 8:19)


El hijo cree todo lo que el padre le dice con una fe obstinada, incluso si de él no entendieran alguna palabra. Desde niños, pareciera que la fe no necesariamente debe ser entendida, sino que al contrario, pareciera ser más de boca que de corazón.  

El problema de los judíos

Judío:

El judío comienza diciendo que no sería adecuado responder conjuntamente con el cristiano, y que por eso el comenzaría respondiendo. 

Observando el juicio que el filósofo hace con respecto a los niños, los cuales solo pueden entender cosas a través de la fe, una vez adulto el hombre busca la verdad y se encamina por el lado del Señor. 

La obediencia a las leyes sagradas no tiene ninguna contradicción, ni tampoco ninguna maldad. En efecto, si las reglas de Dios son coherentes y razonables, entonces no tendría ninguna objeción en cumplirlas. Si el hombre tuviera libre elección de credo, entonces este no podría vivir en paz y no podría corregir a nadie que hace el mal, pues todos pueden hacer lo que les plazca aunque estén invadidos por el instinto. 

El judío comienza a explicar las pruebas y barbaridades que su pueblo ha tenido que pasar a lo largo de la historia. Son culpados continuamente por los cristianos, siendo cada barbaridad que les ocurre una justa venganza de Dios contra ellos. 

Filósofo:

El filósofo asume que lo dicho por el  judío es verdad y que su pueblo no ha hecho más que seguir las leyes de Dios. Sin embargo, el filósofo cuestiona el hecho de que lo que dice Dios sea racional o no, y para eso sigue en el debate. 

Si bien los judíos han sido desdeñados por los cristianos y otros paganos, también es verdad que han sido acompañados por Dios en todas sus desgracias. Es sabido que los judíos eran el pueblo que heredaría la tierra prometida. 

Sin embargo, muchos castigos han recibido a pesar de ser el pueblo de Dios ¿cómo se explica esto? ¿cómo se explica tanto pesar en su pueblo siendo que eran los primogénitos? El filósofo responde que mucho más allá de las leyes mosaicas están las leyes naturales, es decir, aquellas que todos obedecemos por supervivencia (comer, hablar, beber, etc.), y que estas son las leyes que realmente valen y que debemos seguir. Esto se debe a que muchos hombres que no siguen la ley mosaica pero sí la natural no se han visto dañados ni perjudicados. 

Ninguna queja puede existir entre los judíos si su pacto con Dios que se selló con la circuncisión es exclusivo de ellos y de nadie más.

Judío:

Si bien es cierto que los antiguos sabios solo se sirvieron de la ley natural y no necesitaron de los preceptos judíos, no por eso debemos llamar inútiles a aquellos preceptos dados a nuestro pueblo. 

Los preceptos de Dios se han hecho para afianzar aún más la fe con respecto de los otros pueblos, de alguna manera, para diferenciarse de los infieles. 

Por otro lado, lo dicho por el filósofo está mal, es decir, aquello de que la circuncisión solo pertenece a los judíos porque dice la biblia:


''A los ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros, de generación en generación, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero y a cualquier extraño que no sea de tu casa''
(Génesis 17:13)

Como vemos, todo hombre debe ser circuncidado sea judío o no, por lo que el judío refuta lo dicho por el filósofo. La ley de Dios convoca a todos aquellos que quieran acercarse, y no solo a un pueblo. 

Por otro lado, todo aquello que pertenece a la ley natural que habla el filósofo, está contemplado también en la ley mosaica que perfecciona de alguna manera la ley natural, ya que la ley de Moisés es por sobre todo espiritual.

Filósofo:

Sin embargo, dice el filósofo, muchas cosas son exclusivas de los judíos, por ejemplo, cuando Dios se llevó a Enoc a los cielos, cosa que no hizo con ningún otro judío. 

A los extranjeros que no sean judíos, el judío tiene como obligación darle la carne que el judío desprecia. Se dice que a los extranjeros había que darle carne muerta naturalmente, cosa que los judíos no hacen pues les está prohibido comer carne de un animal muerto de causas naturales. De hecho, el filósofo presenta un pasaje de la biblia que pone al descubierto esto:

''Si un hombre cualquiera de la casa de Israel, o de los forasteros que residen en medio de ellos, come cualquier clase de sangre, yo volveré mi rostro contra el que coma sangre y los exterminaré en medio de su pueblo''
(Levítico 17:10)

Pareciera ser que hasta este punto el judío se vería entrampado en los argumentos del filósofo. Pero antes de que el judío pudiera contestar, el filósofo torna a hablar con el cristianismo inmediatamente. 

Conclusión

Esta primera parte se enfoca principalmente en la conversación que el filósofo tiene en el judío. Podemos ver una crítica aguda de parte del racionalista y que el judío no tiene oportunidad de contestar aún a la segunda réplica. En la próxima parte tendremos la discusión entre el filósofo y el cristiano, donde obviamente el cristiano defiende en parte el punto de vista judío para deshacerse del argumento del filósofo. Esperemos la siguiente parte.

viernes, 20 de julio de 2018

Pedro Abelardo - Logica Ingredientibus (1120).

Una de las primeras obras del filósofo Pedro Abelardo es la que tenemos aquí presente en este blog de filosofía. Una introducción perfecta a toda su obra que, sin dejar de ser cristiana nos entrega un profundo sentido filosóficamente. Ya hemos hablado bastante sobre la tensa relación entre la religión y la razón, pero a pesar de las constantes dialécticas, esta no ha sido resuelta ¿que nos puede hacer pensar que Abelardo logra esta conciliación? veámoslo en este tratado de introducción a la lógica. 

Lógica Ingredientibus


El concepto de filosofía por Boecio

Concepto de filosofía

Boecio llama a la filosofía a aquella ciencia que se ocupa de los seres más excelentes, porque, claro, los hombres ordinarios no se dedican a la filosofía. Luego este distingue tres tipos de filosofía

  1. Especulativa: estudia la naturaleza de las cosas
  2. Moral: estudia la bondad de los actos humanos
  3. Racional: estudia la argumentación.

De acuerdo con Boecio, los filósofos separaban esta última de la filosofía por considerarla sólo un mero instrumento de aquella. 

Concepto de los Universales

Una de las cosas por las que fue conocido Boecio fue por el problema de los Universales. Boecio se preguntaba si el género y la especie se encontraban y si era así, ¿eran corpóreos o incorpóreos? Pensaba que podrían subsistir así como el alma puede existir con el cuerpo. Si fueran incorpóreos entonces tendrían que estar separados de las cosas sensibles. 

Los universales por Abelardo

Aristóteles

Abelardo comienza citando a Aristóteles que decía en el Peri Hermeneia:

''Universal es aquello que se predica de muchos''
(Aristóteles)

Y Porfirio, el comentador del Tratado de Lógica de Aristóteles decía:

''Universal es aquello que se predica de uno''
(Porfirio en la Isagoge)

Abelardo nos dice que las palabras son las que sirven para representar las cosas, mientras que las cosas mismas significan las palabras. Por ejemplo, la palabra ''nombre'' se predica de muchos nombres y vendría a ser especie más que género, y sin embargo ''nombre'' es un concepto Universal. 

Universalidad entre genero y especie

El mismo ejemplo podríamos decir que se hace cuando se habla de ''hombre'' y que su especie sería ''Platón'', ''Sócrates'', ''Aristóteles'', etc. Si bien son distintos en apariencia, son los mismos en cuanto sustancia, es decir, en cuanto que son hombres. También pueden representar opuestos dentro de sí mismo, por ejemplo, Sócrates es el mismo en cuanto Sócrates, pero también es hombre en cuanto Sócrates. 

Sin embargo, ninguno puede diferir, pues de acuerdo con Abelardo el género y la especie no difieren. Que Sócrates sea hombre, sea blanco y sea filósofo, no difiere en nada de la sustancia que además de tener estas cosas contiene al hombre, es decir, a Sócrates. Si Sócrates y Platón difieren en la realidad de ser hombres, entonces la realidad de ser hombres también diferiría de ser Platón y Sócrates lo cual es ridículo. 

Universalidad en el vocablo

Bastaría decir ''hombre'' para incluir muchos vocablos dentro de la misma palabra. En efecto, hombre significa muchas cosas a la vez y ahí están presentes los Universales. Para hablar de vocablos necesitamos antes esclarecer el concepto de predicado:

Predicado: lo que se aplica a una verdad en virtud de la enunciación del sustantivo presente; por ejemplo, ''El hombre corre a la casa'' el verbo corre significa a sí mismo que el hombre existe y que realiza una acción.

Pareciera ser en primera instancia la palabra ''hombre'' no significa nada hasta que la predicamos de algo. En efecto, la palabra hombre parece ser vacía si no nos referimos a un conocido o alguien especial. Esto puede ser cierto hasta algún punto, la verdad es que todo se pone más claro si decimos ''ser hombre''. Es aquí donde los hombres como Sócrates o Platón se identifican y se unen. 

Los Universales en la mente

El concepto de hombre no es propio de algún ser, sino que es común a un grupo de seres. Por ejemplo, para representar a un Universal de ''hombre'' tendría que dibujar un cuerpo con extremidades y sus partes correspondientes, y si tuviera que distinguirlo le cortaría el pelo y le pondría ropajes. 

Sin embargo, podría caerse en la paradoja o la infinitud de decir ''la sustancia de la sustancia'', pero para no caer en eso, Abelardo nos dice que ninguna cosa creada por el hombre es sustancia, al contrario es accidente. Lo único que es sustancia es todo aquello que está en la mente de Dios; por lo tanto, toda la naturaleza sería sustancia, mientras que la casa o una espada son accidentes de esa naturaleza. 

Abelardo advierte que los hombres solo pueden tener indicios u opiniones de los Universales, pero jamás el conocimiento completo. Por ejemplo, un hombre que va a visitar una ciudad que nunca ha visto y que luego llega enterándose de todo lo que ve, e impresionado dice: ''nunca pensé que fuera así''. Esto lo dice, a pesar de haberse imaginado antes la ciudad. Esta imaginación previa es la imaginación que el hombre puede tener de la esencia. 

Aunque esta realidad de los Universales pudiera parecer confusa al principio, es esta la que guía el intelecto del hombre ya sea a hacer nuevas cosas o a emprender un camino (como el ejemplo del hombre que va a conocer otra ciudad). 

La abstracción de los Universales

Los hombres extraen los Universales de los objetos materiales. Sin embargo, ¿cómo se sustentan los Universales? los Universales son significados más que palabras. Por lo tanto, lo dicho por los nominalistas quedaría sin efecto, pues no serían flatus vocis o voces vacías como las llamaban. Por supuesto, cuando decimos ''hombre'' significamos muchas cosas y como ''hombre'' es Universal, entonces los Universales significan. 

Así, respondiendo a las dudas de Porfirio, Abelardo dice que los Universales se encuentran tanto en las cosas incorpóreas como en las corpóreas, pues ambas tienen significado. 

Conclusión

¿Qué duda nos cabe de que los Universales si están en la realidad y no solo eso, sino que en todo ser existente? realmente lógica la salida que nos trae Abelardo a través de la lingüística, la cual consideraba fundamental en la filosofía y la dialéctica. Sin embargo, el problema de los Universales no termina con Abelardo, pues saldrán muchos otros filósofos a refutar y defender esta tesis, por ahora, debemos seguir investigando y ahondando en la vida de Pedro Abelardo.