domingo, 29 de julio de 2018

Pedro Abelardo - Diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío (Parte III: El sumo mal).

Parece que vamos llegando a la parte final de este gran diálogo entre el filósofo, el cristiano y el judío, aunque debemos decir que el diálogo se tornó finalmente entre el cristiano y el filósofo. Recordemos que en el diálogo anterior se discutía sobre las virtudes y los vicios, y si estos eran iguales en todos los hombres o en realidad todos estos eran diferentes (tal y como lo proponía el cristiano). En cualquier caso, debemos seguir indagando en la obra de Pedro Abelardo, aquello que nos puede servir para entender este período.

Referencia:

(1) Idea extraída de San Agustín de Hipona.

Un diálogo entre un filósofo, un cristiano y un judío
(Parte III: El sumo mal)

Las penas en el sumo mal



Puede ser confuso decir que el sumo mal es totalmente perjudicial para el hombre, siendo que muchas veces el hombre merece ser castigado con respecto a los términos de justicia. Es decir, a cada quien lo que se merece. Veamos qué dice el filósofo con respecto a esto.

Filósofo:

Para los cristianos todos los seres son buenos en cuanto todos son creaciones de Dios. De ahí que podamos decir que el castigo es malo o bueno según se considere en la justicia, pues puede existir un castigo que haya sido aplicado injustamente y otro justamente.

No podemos decir que la pena o el castigo es bueno, siendo que es algo esencialmente malo. Quizás podríamos decir que el castigo es bueno cuando se emplea de manera justa, pero eso no implica que la naturaleza del castigo sea buena porque de ser así, entonces todos preferiríamos el castigo antes que la recompensa. 

Cristiano:

Si con el castigo el hombre se puede volver bueno, entonces el castigo es parte del sumo bien y por lo tanto, el castigo es esencialmente bueno. 

La vida bienaventurada

Cristiano:

Esta vida está para hacer buenos méritos y hacer los que más podamos. No nos podemos quedar en obras que merecen poco mérito sino que siempre avanzar. Esto no es solo mejor para obtener esa otra vida bienaventurada, sino que también para tener un recto juicio. 

Es como cuando un hombre comienza a conocer a una persona y con el tiempo la va conociendo mejor que antes, y aún más presentar una opinión de aquella persona mucho más completa. De esta misma forma se debe conocer a Dios. 

Filósofo:

¿Qué ocurre con estos ángeles que se volcaron al sumo mal? ¿acaso ellos no pudieron o no quisieron recibir la bienaventuranza siendo superiores al hombre?

Cristiano:

Está claro que los ángeles caídos no tuvieron la visión de Dios para obtener la bienaventuranza. Los ángeles se dejaron llevar por su soberbia al conocer a Dios, pero no conocerlo completamente y decidieron dejarlo. 

Es por eso que los ángeles y los hombres no deben pensar que su bien es otro que el de Dios, sino que el bien de ambos (hombres y ángeles) es Dios mismo. 

Filósofo:

¿Cómo es pues posible que Dios estando presente en el hombre y en los ángeles conceda que el mal los corrompa? ¿Cómo es posible que los ángeles y los hombres sí puedan pensar en otro bien aparte de Dios, teniendo a Dios en su interior?

Cristiano:

Todos creen que Dios está en todas partes y que ésta obra a la voluntad del hombre en cuanto este necesita algo. Sin embargo, la verdad es que Dios no está en ningún lugar, pues el lugar es algo creado para los hombres. 

Por lo tanto, de Dios no estamos lejos o cercanos como si él estuviera contenido en un lugar, sino que nos alejamos o nos acercamos a él según nuestros méritos(1). Que Dios esté presente o ausente no es a causa de una localización, sino que por medio de algo espiritual. 

Filósofo:

No obstante todo esto, el filósofo expone que el cristianismo dice que Dios solamente está en los cielos, o, dicho de otra manera, sólo aquellos bienaventurados están con Dios en los cielos. 

Cristiano:

Las Sagradas Escrituras no deben entenderse de manera literal sino que de maner espiritual, por lo que cuando se dice que Dios ''mora'' en un lugar, solo quiere hacernos entender de manera terrenal lo que no puede entenderse con palabras.

El infierno

Ahora los dos dialogantes tocan el tema del infierno para ahondar mucho más en el sumo mal.

Cristiano:

Es difícil explicar qué es el infierno pues las opiniones están muy divididas en que este fuera un lugar físico debajo del mundo, o este es más bien un concepto de interpretación espiritual.

En realidad, para el cristiano, la cualidad de los lugares no tiene ninguna importancia, es decir, no tiene ninguna importancia saber dónde está el infierno. Lo que sí es importante saber es que ahí sufriremos eternamente si no seguimos las buenas enseñanzas de Cristo. 

¿Qué es un mal? ¿qué es un bien?

Estas últimas preguntas del diálogo van dirigidas exclusivamente al cristiano que se verá en la necesidad de contestar.

Cristiano:

Realmente es difícil establecer qué es el bien y cuándo un hombre es bueno o malo. La verdad es que de un hombre se dice que es bueno por sus costumbres más que por el arte de hacer alguna cosa. 

Lo que sí está claro que el mal puede perfectamente provenir de un bien, pues todos somos buenos como creaciones de Dios y sin embargo pecamos. Ahora, todos pueden reivindicarse y seguir el buen camino después de que se arrepienten sinceramente de sus pecados. Cuando el hombre hace un bien lo hace con respecto a algo tanto beneficioso como útil para él, pues lo único beneficioso y útil es seguir las enseñanzas de Dios. 

Por otro lado, tenemos aquel libre albedrío por el cual muchos hombres piensan que es ridículo que Cristo se haya entregado a los judíos. Podríamos pensar que los judíos hicieron bien porque usaron el libre albedrío, pero esto no es correcto porque una cosa es la intención con que se ejecuta una acción y otra es que Dios lo haya querido así. De esta forma se distingue voluntad humana y voluntad divina.

Conclusión

Vemos que la pregunta hecha en los capítulos precedentes no se llegó a responder, aunque la verdad tenemos la respuesta pero desde distintos ángulos. Por un lado tenemos que el bien es aquello útil y beneficioso (lo cual es Dios), y el mal sería todo aquello que es contrario. Como el texto no dice si la virtud o el vicio en el hombre son todos iguales, se tendrá que quedar uno con la visión cristiana de que en realidad son todos diferentes. Aquí terminamos el libro de Abelardo para seguir al próximo. 

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