Esta es la última parte del libro de la ética de Pedro Abelardo por el cual hemos visto bastantes cosas interesantes. La lógica que rodea su filosofía puede ser definida como una lógica extrema pero al mismo tiempo cristiana, no es de extrañar que no fueran bien recibidas por la iglesia. Esta última parte nos ocupada un poco más sobre el pecado y las acciones que envuelven a este cuando el hombre decide desviarse del camino de Dios. Veamos lo que nos trae nuevamente el filósofo.
Referencias:
(1) Esta es una crítica de Abelardo a los sacerdotes de aquellos tiempos.
Ética o conócete a ti mismo
Capítulo XXII: Pecado imperdonable
El pecado más imperdonable está explícito en la biblia:
''Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero no se perdonará una blasfemia al Espíritu Santo''
(Mateo 12:31)
Este es el único pecado que es imperdonable, más los pecados contra el hombre, todos ellos pueden ser remisibles.
Capítulo XXIII: El dolor de los arrepentidos
Abelardo dice que todos aquellos que se arrepienten de sus pecados pasaran con ellos el dolor correspondiente, una vez que estén en la otra vida. En otras palabras, como ya pecaron, el dolor estará incluso en esa vida futura pues nadie está libre de pecado.
Capítulo XXIV: La confesión
¿Para qué nos confesamos si Dios ya sabe lo que hicimos? Abelardo nos responde que es lisa y llanamente porque junto con esta recibiríamos más indulgencia. El sacerdote tiene la labor de escuchar a quienes quieren confesarse, y en este sentido el sacerdote cumple la función de médico, pues, aunque la confesión pueda causar mucha vergüenza e incomodidad, el paciente siempre debe mostrar sus heridas si quiere ser curado.
Capítulo XXV: Prescindir de la confesión
Hay ciertos casos en que la confesión puede ser omitida. Un ejemplo de ello es cuando Pedro comete el acto de negar a Cristo y nunca se confiesa. Por supuesto, ya el acto que había cometido era suficiente castigo pues ya había comprendido lo que había hecho.
Muchos otros dicen que Pedro no habría podido confesarse ya que no tenía hombres superiores después de la muerte de Jesús. Esto puede servir incluso en los tiempos de Abelardo, donde los sacerdotes no eran muy discretos con la confesión o no demostraban ser lo suficientemente atentos con los que llegaban(1).
Capítulo XXVI: Atar y desatar
¿A qué se refiere la biblia con atar y desatar? La frase de la biblia es la siguiente:
''Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atéis en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos''
(Mateo 16:19)
Esto significa que Pedro sería el encargado de estar en el reino de los cielos y abrir la puerta a quienes merezcan entrar.
Aquí Abelardo advierte que el mensaje era solo dirigido a Pedro y a ninguna persona más, es decir, los sacerdotes u obispos que vinieran después de Pedro no tienen esta atribución. Los únicos que podrían tenerlo son aquellos que imiten a Pedro en sus méritos más que en su cátedra.
Conclusión
Terminamos la obra filosófica de Pedro Abelardo, aunque aún nos faltan algunas obras personales que Abelardo sostuvo con su amada Eloísa y algunos otros intelectuales. Vemos que esta última parte se trató de cómo el hombre puede resarcirse de los pecados por medio de la confesión y el arrepentimiento, el cual para mi suena muy lógico. Me llama la atención la crítica que tiene Abelardo, de quien me parece es uno de los primeros filósofos en hacerla dentro de la iglesia. En fin, otro filósofo que nos quedará para la posteridad.
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