Volvemos con Sócrates y sus extensos diálogos después de ver los personajes en
Las Leyes y Epinomis (El Ateniense, Megilo y Clinias). En mi opinión, más que ''de la belleza'' debería llamarse ''del amor'' puesto que parece que el libro gira mucho en torno a este tema. Fedro es un libro el cual más que un diálogo, contiene un extenso discurso en donde Sócrates expone toda su argumentación de la belleza. Es en éste libro donde se desarrolla el famoso
Mito del carro alado donde los dos caballos se encuentran controlados por su auriga que los va conduciendo. Aquí veremos el análisis del Fedro de Platón.
Definiciones:
(1) Ingénito: No es adquirido ni engendrado.
(2) Autores de discursos jurídicos.
Referencias:
(1) Dios del viento del norte.
(2) Princesa de Atenas e hija de Erecteo.
(3) Poetisa griega que nació aproximadamente en el 650 a.C y 580 a.C.
(4) Poeta griego que nació el año 572 a.C y murió en el año 485 a.C.
(5) Cicerón va a criticar esto en su libro ''De la adivinación''.
Personajes:
- Fedro
- Sócrates
Encuentro con Fedro
Sócrates se encuentra con Fedro y éste le cuenta que estuvo con Lisias, el hijo de de Céfalo. Fedro había escuchado el discurso de Lisias y dicho discurso estaba relacionado con el amor. El discurso decía que en el amor adolescente siempre había que favorecer a quien no ama, antes de a quien ama.
Fedro tiene el discurso de Lisias escrito en la mano y se proponen analizarlo con Sócrates para resolver la particular conclusión a la que había llegado Lisias. Se sientan a al sombra de un gran plátano que divisó Fedro, pero antes de comenzar con el discurso, Fedro le comenta el mito de Bórea(1) y Oritia(2).
El mito de Bórea y Oritia
Este mito trata sobre un Dios llamado Bóreas y una princesa llamada Oritia quien fue raptada por dicho Dios. Bóreas se había enamorado de Oritia y tras sus múltiples intentos fallidos de enamorarla, una vez que la vio en el río Iliso, la raptó. Con ella tuvo 4 hijos: Zetes, Calais, Quíone y Cleopatra.
Fedro le pidió su opinión a Sócrates sobre la veracidad de éste mito y si él creía en él, pero Sócrates se mostró escéptico. De hecho, él creía firmemente que en vez de haber sido raptada por Bóreas, el viento la había precipitado a las rocas y por eso se decía que Bóreas la había raptado. Además, Sócrates dice que no dispone de tiempo para ocuparse de aquellos mitos, puesto que, como dice la inscripción del oráculo de Delfos, debe conocerse a sí mismo.
Sócrates le pide a Fedro que recite el discurso de Lisias. Este es:
«Conoces todos mis sentimientos, y sabes que miro la realización de mis deseos como provechosa a ambos. No sería justo rechazar mis votos, porque no soy tu amante. Porque los amantes, desde el momento en que se ven satisfechos, se arrepienten ya de todo lo que han hecho por el objeto de su pasión. Pero los que no tienen amor no tienen jamás de qué arrepentirse, porque no es la fuerza de la pasión la que les ha movido a hacer a su amigo todo el bien que han podido, sino que han obrado libremente, juzgando que servían así a sus más caros intereses. Los amantes consideran el daño causado por su amor a sus negocios, alegan sus liberalidades, traen a cuenta las penalidades que han sufrido, y después de [269] tiempo creen haber dado pruebas positivas de su reconocimiento al objeto amado. Pero los que no están enamorados, no pueden, ni alegar los negocios que han abandonado, ni citar las penalidades sufridas, ni quejarse de las querellas que se hayan suscitado en el interior de la familia; y no pudiendo pretextar todos estos males, que no han llegado a conocer, sólo les resta aprovechar con decisión cuantas ocasiones se presenten de complacer a su amigo.
»Se alegará quizá en favor del amante, que su amor es más vivo que una amistad ordinaria, que está siempre dispuesto a decir o hacer lo que puede ser agradable a la persona que ama, y arrostrar por ella el odio de todos; pero es fácil conocer lo falaz de este elogio, puesto que, si su pasión llega a mudar de objeto, no dudará en sacrificar sus antiguos amores a los nuevos, y, si el que ama hoy se lo exige, hasta perjudicar al que amaba ayer.
»Racionalmente no se pueden conceder tan preciosos favores a un hombre atacado de un mal tan crónico, del cual ninguna persona sensata intentará curarle, porque los mismos amantes confiesan que su espíritu está enfermo y que carecen de buen sentido. Saben bien, dicen ellos, que están fuera de sí mismos y que no pueden dominarse. Y entonces si llegan a entrar en sí mismos, ¿cómo pueden aprobar las resoluciones que han tomado en un estado de delirio?
»Por otra parte, si entre tus amantes quisieses conceder la preferencia al más digno, no podrías escoger sino entre un pequeño número; por el contrario, si buscas entre todos los hombres aquel cuya amistad desees, puedes elegir entre millares, y es probable que en toda esta multitud encuentres uno que merezca tus favores.
»Si temes la opinión pública, si temes tenerte que avergonzar de tus relaciones ante tus conciudadanos, ten presente, que lo más natural es, que un amante, que [270] desea que le envidien su suerte, creyéndola envidiable, sea indiscreto por vanidad, y tenga por gloria publicar por todas partes, que no ha perdido el tiempo, ni el trabajo. Aquel que dueño de sí mismo, no se deja extraviar por el amor, preferirá la seguridad de su amistad al placer de alabarse de ella. Añade a esto, que todo el mundo conoce un amante, viéndole seguir los pasos de la persona que ama; y llegan al punto de no poder hablarse, sin que se sospeche que una relación más íntima los une ya, o va bien pronto a unirlos. Pero los que no están enamorados, pueden vivir en la mayor familiaridad, sin que jamás induzcan a sospecha; porque se sabe que son lícitas estas asociaciones, formadas amistosamente por la necesidad, para encontrar alguna distracción.
»¿Tienes algún otro motivo para temer? Piensas que las amistades son rara vez durables, y que un rompimiento, que siempre es una desgracia para ambos, te será funesto, sobre todo después del sacrificio que has hecho de lo más precioso que tienes? Si así sucede, es al amante a quien debes sobre todo temer. Un nada le enoja, y cree que lo que se hace es para perjudicarle. Así es, que quiere impedir al objeto de su amor toda relación con todos los demás, teme verse postergado por las riquezas de uno, por los talentos de otro, y siempre está en guardia contra el ascendiente de todos aquellos que tienen sobre él alguna ventaja. El te cizañará para ponerte mal con todo el mundo y reducirte a no tener un amigo; o si pretendes manejar tus intereses y ser más entendido que tu celoso amante, acabarás por un rompimiento. Pero el que no está enamorado, y que debe a la estimación que inspiran sus virtudes los favores que desea, no se cela de aquellos que viven familiarmente con su amigo; aborrecería más bien a los que huyesen de su trato, porque vería en este alejamiento una señal de desprecio, mientras que [271] aplaudiría todas aquellas relaciones, cuyas ventajas conociese. Parece natural, que dadas estas condiciones, la complacencia afiance la amistad, y que no pueda producir resentimientos. Por otro lado, la mayor parte de los amantes se enamoran de la belleza del cuerpo, antes de conocer la disposición del alma y de haber experimentado el carácter, y así no puede asegurarse si su amistad debe sobrevivir a la satisfacción de sus deseos. Los que no se ven arrastrados por el amor y están ligados por la amistad antes de obtener los mayorers favores, no podrán ver en estas complacencias un motivo de enfriamiento, sino más bien un gaje de nuevos favores para lo sucesivo.
»¿Quieres hacerte más virtuoso cada día? Fíate de mí antes que de un amante. Porque un amante alabará todas tus palabras y todas tus acciones sin curarse de la verdad ni de la bondad de ellas, ya por temor de disgustarte, ya porque la pasión le ciega; porque tales son las ilusiones del amor. El amor desgraciado se aflige, porque no excita la compasión de nadie; pero cuando es dichoso, todo le parece encantador, hasta las cosas más indiferentes. El amor es mucho menos digno de envidia que de compasión. Por el contrario, si cedes a mis votos, no me verás buscar en tu intimidad un placer efímero, sino que vigilaré por tus intereses durables, porque, libre de amor, yo seré dueño de mí mismo. No me entregaré por motivos frívolos a odios furiosos, y aun con los más graves motivos dudaré en concebir un ligero resentimiento. Seré indulgente con los daños involuntarios que se me causen, y me esforzaré en prevenir las ofensas intencionadas. Porque tales son los signos de una amistad que el tiempo no puede debilitar.
»Quizá crees tú que la amistad sin el amor es débil y flaca; y, si fuera así, seríamos indiferentes con nuestros hijos y con nuestros padres y no podríamos estar seguros de la felicidad de nuestros amigos, a quienes un dulce hábito, y no la pasión, nos liga con estrecha amistad. En fin, si es justo conceder sus favores a los que los desean con más ardor, sería preciso en todos los casos obligar, no a los más dignos, sino a los más indigentes, porque liberándolos de los males más crueles, se recibirá por recompensa el más vivo reconocimiento. Así pues, cuando quieras dar una comida, deberás convidar, no a los amigos, sino a los mendigos y a los hambrientos, porque ellos te amarán, te acompañarán a todas partes, se agolparán a tu puerta experimentando la mayor alegría, vivirán agradecidos y harán votos por tu prosperidad. Pero tú debes por el contrario favorecer, no a aquellos cuyos deseos son más violentos, sino a los que mejor te atestigüen su reconocimiento; no a los más enamorados, sino a los más dignos; no a los que sólo aspiran a explotar la flor de la juventud, sino a los que en tu vejez te hagan partícipe de todos sus bienes; no a los que se alabarán por todas partes de su triunfo, sino a los que el pudor obligue a una prudente reserva; no a los que se muestren muy solícitos pasajeramente, sino a aquellos cuya amistad, siempre igual, sólo concluirá con la muerte; no a los que, una vez satisfecha su pasión, buscarán un pretexto para aborrecerle, sino a los que, viendo desaparecer los placeres con la juventud, procuren granjearse tu estimación.
»Acuérdate, pues, de mis palabras, y considera que los amantes están expuestos a los consejos severos de sus amigos, que rechazan pasión tan funesta. Considera, también, que nadie es reprensible por no ser amante, ni se le acusa de imprudente por no serlo.
»Quizá me preguntarás, si te aconsejo que concedas tus favores a todos los que no son tus amantes; y te responderé, que tampoco un amante te aconsejará la misma complacencia para todos los que te aman. Porque favores prodigados de esta manera no tendrían el mismo derecho al reconocimiento, ni tampoco podrías ocultarlos, aunque quisieras. Es preciso que nuestra mutua relación, lejos de dañarnos, nos sea a ambos útil.
»Creo haber dicho bastante; pero si aún te queda alguna duda, si es cosa que no he resuelto todas tus objeciones, habla; yo te responderé.»
Análisis del discurso
Fedro había quedado admirado por el discurso de Lisias al igual que Sócrates. Sin embargo, aún existía algo de reticencia por parte de Sócrates a la hora de analizar el discurso.
Crítica retórica
La repetición en reiterar siempre los mismos conceptos, daba la sensación de que a Lisias le hubiera sido difícil hablar de otro tema relacionado con el amor. Fedro no queda contento con éste análisis de Sócrates e incluso adhiere que no ha existido discurso más extenso en la antigüedad. Pero Sócrates dice a Fedro que esto no es cierto. Incluso, dice que ya han habido antiguos sabios que han hablado ya de éste tema.
Fedro al preguntar quienes eran dichos sabios, Sócrates le nombra a Safo de Lesbos(3) y Anacreonte(4). Pero en realidad no lo recuerda bien aunque Fedro no duda que pudieron ser estos dos poetas.
Preparación del discurso
Una vez escuchado y analizado el discurso, Fedro le propone a Sócrates pronunciar su propio discurso sobre el amor incluso ofreciéndole una estatua de los dos.
El tema que le propone Fedro es que el amante está más enfermo que el que no ama. El discurso debe ser mucho más enriquecedor que el de Lisias. No obstante, Sócrates no cree poder improvisar un discurso mejor que el de Lisias; por lo tanto, Fedro le insta a hacerlo porque de otra manera, ya no le dedicará más discursos en su nombre.
El discurso de Sócrates
Viéndose Sócrates forzado a pronunciar su discurso, comienza con una exhortación a las musas. Luego una investigación de lo que es el amor.
¿Qué es el amor?
Sócrates nos dice que el amor es un deseo y que hay dos movimientos o acciones en el amor:
- La Acción innata del deseo.
- La Acción adquirida de obtener siempre lo mejor.
Algunas veces una de estas dos acciones son predominantes, pero también hay momentos en que las dos son concordantes. Si se trata de una acción que nos lleva a la opinión de querer siempre lo mejor, esa acción la llamaremos templanza. Y la acción que lleve a los placeres se llamará intemperancia.
La intemperancia
Este concepto se considera bajo muchos nombres. Cuando hablamos de intemperancia en el apetito, entonces a esto lo llamamos ''Glotonería''. Si la intemperancia se relaciona con la bebida... bueno ya sabemos como le llamamos a esto. Así, todo lo relacionado con la intemperancia tiene su propio concepto. Entonces el placer que es producido por el deseo de la belleza se le llama Eros (Amor).
Los enamorados
Quien es dominado por los placeres y el deseo, se buscará alguien que sea de su agrado. El enfermo siempre quiere alguien que sea igual a él así como el enamorado no aceptará alguien que lo sobrepase o lo iguale. De hecho, hará todo lo posible para que tenga un nivel más bajo.
Este mal lo tiene el enamorado y poniéndose celoso, aleja a su amado de otras relaciones que lo podrían engrandecer mucho más. Por lo tanto, el enamorado busca denigrar a su amado alejándolo de las cosas que podrían mejorarlo.
El enamorado quiere ver a su amado despojado incluso de los familiares a quienes considerará como un estorbo para acometer su planes con su amado. Esto también incluye a los hijos.
Finalmente, el objetivo último del enamorado, es la saciedad del amado.
El segundo discurso de Sócrates
Después de que Fedro elogia y pide por favor que continúe el discurso, Sócrates le propone pronunciar otro discurso concerniente al mismo tema. Por otro lado, Sócrates se siente un tanto culpable por el discurso anterior a causa de que era casi igual al discurso pronunciado por Lisias; ésta era la razón de por qué Sócrates quiere pronunciar éste discurso.
La locura (Manía)
Sócrates se retracta de su discurso anterior y se propone a defender la postura del enamorado. Se podría calificar perfectamente al enamorado como un loco y al que no amó en su sano juicio, pero se debe recalcar que es la locura la que ha traído beneficios a los hombres.
De hecho, Sócrates afirma que los antiguos consideraban la locura como algo divino, con un origen divino. La adivinación (maniké) es considerada por Sócrates como una de las artes más hermosas que han existido(5), incluso, más hermosa que la cordura que tiene su origen en los hombres.
Las enfermedades y patologías a las que estaban expuestos los griegos en la edad antigua, se han curado a través de los ritos y bailes en honor a los dioses. Estos ritos representaban una ''liberación de los males'' y aquellos eran procedentes nada más que de la locura.
Existe otra inspiración divina que procede de las musas. Las musas despiertan una inspiración en los hombres y mujeres los cuales posteriormente, convierten esta inspiración en poesía. Sócrates dice que quien comience a hacer poesía sin la inspiración de tales musas, será un fracasado. Este es el 3er tipo de locura.
Los naturaleza y principio del alma (humana y divina)
La demostración de que el alma y la locura tiene principios divinos se basan en los siguientes enunciados:
- Toda alma es inmortal, pues todo lo que se mueve a sí mismo, es inmortal.
- Lo que no es movido por otro y se mueve a sí mismo, no cesa de moverse y es el principio de todo lo que se mueve.
El principio debe ser ingénito(1) puesto que si no fuera así, no podría ser principio. El principio no puede ser engendrado. Al mismo tiempo, si es ingénito debe ser imperecedero.
El mito del carro alado
Continuación del discurso de Sócrates
El caballo y sus aurigas
Sócrates hace una comparación del alma totalmente influenciada por la cultura de sus tiempos. Describe al alma como el elemento que une a un auriga con sus caballos en un carro alado. El conductor o auriga maneja dos caballos; uno, el cual es blanco con cualidades buenas (noble, de buena estampa); el otro, un caballo negro con cualidades malas (irascible, concupiscente). La conducción de estos caballos, se hace realmente difícil en nuestras vidas.
Lo que constituye a un mortal
Como se había dicho anteriormente en el libro La República, el alma es lo que mueve al cuerpo. El alma en resumen, da vida a todo lo inanimado y recorre los cielos eternamente. El alma que pierde las alas, cae a la tierra en un cuerpo sólido y comienza a manejar un cuerpo, en cierto modo, el alma queda prisionera de un cuerpo. A este cuerpo que es manejado por un alma que cayó desde los cielos, se le llama mortal.
¿Por qué el alma cae o se eleva?
La fuerza de las alas del alma, consiste en llevar lo pesado hacia arriba. Todas las cosas buenas (lo sabio, lo bueno) del alma hacen que las alas del carro crezcan y suban mientras que las cosas malas (lo vergonzoso, lo ignominioso) hacen perecer a las alas del carro.
El alma que asciende a los cielos, es el alma que sigue sus buenas disposiciones y se acerca a la verdad. En cambio, el alma que sigue la opinión y el mundo sensible, estará obligada a caer aprisionada a un cuerpo. Una vez que se contempla la verdad, al mismo tiempo se contempla la belleza.
El amor es uno de los elementos que hacen que el alma se eleve. Es por esto que el enamorado se eleva mucho más en comparación del que no ama, puesto que no tiene amor.
División de las almas
A las dos partes del alma le habíamos dado forma de caballo y a la tercera forma de auriga. Las descripciones que se hacen del caballo blanco son las siguientes:
Caballo blanco:
- Figura recta y erguida.
- Cuello alto.
- Ligeramente curvo.
- Ojos negros.
- Amante de la gloria.
- Moderado.
- Sumamente obediente.
Caballo negro:
- Pesado.
- Contrahecho.
- Cuello robusto y corto.
- Frente achatada.
- Ojos grises.
- Sanguíneo.
- Compañero del exceso.
- Soberbio.
- Orejas peludas.
- Sordo.
- Desobediente.
El auriga debe coordinar la conducción de estos caballos hasta alcanzar el mundo de las ideas porque una vez que lo alcanza, verá la belleza y la verdad de este mundo. Como resumen, podríamos decir que la parte racional del alma corresponde al auriga, el alma irascible corresponde al caballo blanco y el alma concupiscible corresponde al caballo negro. Aquí termina el discurso.
''logógrafo''(2)
Fedro agradece el discurso de Sócrates y le informa que justamente, un político le había reprochado lo mismo de Sócrates a Lisias en el discurso, éste político lo trato de logógrafo. Fedro dice que son los políticos y los hombres más poderosos los que se abstienen de escribir discursos, pero Sócrates lo increpa y le dice que son precisamente los políticos y hombres poderosos los que quieren dejar discursos para la posteridad.
La estructura del discurso político, siempre se dirige a quien se va a dar el discurso ''El senado'' o ''el pueblo''. Si el político queda excluido de la logografía, estaría mal y no se sentiría bien consigo mismo. Por lo tanto, el político no podría rechazar la logografía y mucho menos esta profesión sería algo de qué avergonzarse.
¿Qué es la retórica?
Una de las cosas que Fedro dice que se necesita para escribir bien, es que no se necesita aprender lo que es justo, sino que se tiene que aprender lo que es justo a la multitud porque es ella la que juzgará. En este sentido, es la apariencia lo que persuade al público, no la verdad. Sócrates le responde que no dejen de lado esta idea, pero que se desarrolle de otra manera.
¿De que podría convencer una persona que hable de las cualidades de un asno, siendo que lo que verdad describe son las cualidades de un caballo? Pues estaría engañando a la gente y a sí mismo. Al mismo tiempo estaría conduciendo a su pueblo a una propagación de la ignorancia que finalmente terminaría en muchos problemas.
''En resumen, la retórica sería el arte de guiar a las almas a través de los discursos''.
La retórica sigue la misma lógica que el concepto en la alegoría de la caverna, sobre todo, la dicotomía opinión/conocimientos (Doxa/Nous).
El orden de la retórica
Sócrates enfatiza mucho el aspecto del orden en la retórica. No puede existir un discurso que sea desordenado, todo debe tener un orden:
- El preámbulo
- La exposición y el testimonio
- Los indicios
- Las probabilidades
- Las pruebas
- El suplemento de la prueba
- La refutación
- El suplemento de la refutación
La retórica y la naturaleza
Sócrates afirma que la medicina tiene el mismo proceso que la retórica. Ambos tienen que indagar en la naturaleza de un objeto; la medicina en el cuerpo; y la retórica a lo que se debe aplicar el discurso.
Lo primero que se debe investigar antes de hacer un discurso, es la naturaleza de lo que se va a aplicar en él, es decir, su naturaleza. Se tiene que indagar si esta naturaleza es uniforme como el alma, o bien, multiforme como el cuerpo. En segundo lugar investigar que produce el objeto de nuestro discurso y en tercer lugar, porque la naturaleza de éste objeto nos persuade y otras no.
Los dioses en la locura
Existen dos tipos de locura. Una es atribuida a las enfermedades humanas y la otra a trastornos divinos (en el apartado ''el segundo discurso de Sócrates'' vimos solo 3 de ellas).
La locura que surge de la inspiración divina se divide en 4 partes:
- Apolo: La locura representada en la adivinación.
- Dioniso: La locura representada en la mística.
- Las musas: La locura representada en la poesía.
- Eros: La locura representada en el amor.
Para tener un mejor orden lo dejo así:
Dioses
|
Tipo
de locuras
|
Apolo
|
Adivinación
|
Dioniso
|
Mística
|
Las musas
|
Poesía
|
Eros
|
Amor
|
Este libro tiene mucho parecido con el 4to libro de La República de Platón donde se habla de las partes del alma y también tiene un parecido con Fedón donde se habla de la inmortalidad del alma. Sin duda que podríamos dividir éste libro en dos partes: Una de la descripción del alma y la otra con la retórica (Aunque de la retórica se hablará después en el libro Gorgias de Platón). Un libro con el que vale la pena reflexionar sobre nuestra vida. Si en realidad nuestra alma fuera como un auriga con sus caballos ¿Cómo han estado llevando sus vidas?, ¿Qué caballo es el que predomina en la conducción de sus vidas?