viernes, 9 de julio de 2021

Nicolás Maquiavelo - El arte de la guerra (Libro Segundo) (1520)

 


Si vamos a hablar de una milicia bien organizada, entonces no podemos olvidar de ninguna manera el armamento que se ocupará en la batalla. Por eso, Nicolás Maquiavelo nos introduce a la segunda parte de su texto el arte de la guerra, para hablar sobre las armas indicadas para una milicia. Es posible que en esta parte veamos armas reconocibles hasta el día de hoy como lo son la ballesta, escudos, espadas y todo lo indispensable para un soldado del renacimiento. Veamos que nos depara el florentino. 


EL ARTE DE LA GUERRA

Libro Segundo

Estudio de las armas romanas

Una vez que se han organizado las tropas, entonces es tiempo de hablar de las armas que portan con ellas. Obviamente, para Fabrizio lo más conveniente es estudiar las armas que usaban los antiguos y escoger de ellas las mejores.

Dividían los romanos su infantería, atendiendo al armamento, en pesada y ligera. Los hombres armados a la ligera se llamaban volites, y esta denominación comprendía a los combatientes con hondas, ballestas y dardos, llevando por defensa casco y rodela. Combatían fuera de filas y a alguna distancia de la infantería pesada, que llevaba por armas celadas cuyos extremos caían hasta los hombros, coraza con falda o bandas que llegaban hasta las rodillas y las piernas y brazos cubiertos con grebas y brazales. Llevaban escudo largo como de dos brazos y uno de ancho, cercado de hierro en la parte superior, para resistir los golpes, y en la inferior, para que no se estropeara al chocar contra el suelo. Corno armas ofensivas usaban espada de brazo y medio de largo suspendida al costado izquierdo, y en la cintura, a la derecha, un puñal. Con la diestra empuñaban un dardo llamado pilo, que, al empezar el combate, arrojaban contra el enemigo. Tales eran las armas con las cuales los romanos conquistaron el mundo.



Además de las armas, llevaba la infantería romana penachos, adorno que da a los ejércitos un aspecto bello para los amigos y atemorizador para los enemigos. En los primeros tiempos de Roma, la caballería no usaba más armas defensivas que un escudo redondo y un casco que cubría la cabeza; el resto del cuerpo estaba indefenso. Las ofensivas eran la espada y una pica larga y delgada herrada únicamente en uno de sus extremos. Esta pica impedía al soldado mantener firme el escudo y en la lucha se quebraba, quedando el jinete desarmado y expuesto a los golpes del enemigo. Andando el tiempo, la caballería fue armada como la infantería, pero con el escudo más pequeño y cuadrado y la pica más gruesa y herrada en los dos extremos; de modo que, al quebrarse, podía defenderse el jinete con el trozo que le quedaba en la mano. Con esas armas, repito, la infantería y la caballería romanas conquistaron el mundo, y, por los resultados, debe creerse que nunca ha habido ejércitos mejor armados.

Penacho o cresta romana

Estudio de las armas actuales

Ahora Fabrizio se referirá al uso de las armas actuales. Para su defensa peto de hierro, y para ofender, una lanza de nueve brazos de largo que llaman pica, y una espada al costado izquierdo, más redondeada que aguda en la punta.

Éste es el modo ordinario de armar a la infantería actualmente, siendo pocos los que llevan defendidos la espalda y los brazos y ninguno la cabeza. Estos pocos, en vez de pica, usan alabarda, cuya asta, como sabéis, es de tres brazos de largo y el hierro tiene forma de hacha. Entre ellos van los escopeteros, quienes con sus disparos hacen el mismo efecto que antiguamente los honderos y ballesteros. Esta manera de armar los ejércitos la han puesto en práctica los alemanes, y, sobre todo, los suizos, que siendo pobres y queriendo ser libres, se veían obligados a luchar contra la ambición de los príncipes de Alemania, bastante ricos para mantener caballería, cosa imposible a ellos por su pobreza. 

Peleando a pie y queriendo defenderse del enemigo a caballo, tuvieron que acudir al sistema militar de los antiguos y apelar a armas que los defendieran del ímpetu de la caballería. Esta necesidad les ha hecho mantener o restablecer la antigua organización militar, sin la cual la infantería es completamente inútil, y adoptar la pica como arma útil, no sólo para resistir a la caballería, sino para vencerla. Tal organización y tal clase de armas han dado a los tudescos tanta audacia, que quince o veinte mil de ellos no temen atacar a la caballería más numerosa, como lo han probado repetidas veces en los últimos veinticinco años, siendo tan evidentes los ejemplos de las ventajas de esta organización y de estas armas, que, después de la venida del rey Carlos VIII a Italia, todas las naciones las han copiado y los ejércitos españoles han adquirido, por este medio, gran reputación.

Armamento tudesco y romano

Luego de esta explicación, Cosme pregunta a Fabrizio qué armamento es el mejor: el tudesco o el romano. Como no es de sorprender, Fabrizio apunta al armamento romano y nos dice las ventajas y desventajas de cada uno.

Tudescos:

Ventajas:

  1. Puede resistir y vencer a la caballería
  2. Por no llevar armas pesadas, camina más fácilmente y con mayor rapidez se forma en batalla

Desventajas:
  1. Al carecer de armas defensivas, está más expuesta de cerca y de lejos a los golpes del enemigo, es inútil para los sitios de plazas fuertes y resulta vencida en los combates donde el enemigo oponga tenaz resistencia

Romanos

Ventajas: 
  1. Por cubrirse el cuerpo con armas defensivas, se libraban bien de lejos y de cerca de los golpes del enemigo
  2. El choque de los escudos era violento y rechazaba mejor al adversario
  3. En los combates cuerpo a cuerpo valía mucho más su espada que la pica de los alemanes, quienes llevan también esta arma; pero, como no usan escudo, resulta ineficaz.

Desventajas:

  1. Las armas que llevaban los romanos eran muy pesadas lo que producía fatiga

No se debe olvidar,. advierte Fabrizio, que la infantería tendrá que combatir, o con otra infantería o con caballería, y siempre será inútil la que no pueda resistir a la caballería, o, pudiendo, tema pelear con otra infantería mejor armada y mejor ordenada. Ahora bien; si se compara la infantería tudesca y la romana, se encontrará en la primera aptitud, como hemos dicho, para resistir a la caballería y gran desventaja si tiene que combatir con infantería organizada como ella y armada como la romana. Habrá, pues, entre ambas la diferencia de que los romanos podrían vencer a la infantería y a la caballería, y los tudescos, sólo a la caballería.

La buena infantería debe saber y poder rechazar lo mismo las tropas de a pie que las de a caballo, cosa que, según he repetido varias veces, depende del armamento y la organización. Cosme le pregunta a Fabrizio qué organización realizaría él a lo que responde que adoptaría las armas romanas y las tudescas para que la mitad fueran armados como los romanos, y la otra mitad, como los alemanes; por ejemplo: de seis mil infantes, tendría tres mil armados con escudos.a la romana, dos mil con picas, y mil arcabuceros a la tudesca. Pondría las picas al frente de los batallones donde más temiera el ataque de la caballería y me serviría de los armados con escudos y espadas para sostener a los de las picas y asegurar la victoria, como lo probaré más adelante. Un cuerpo de infantería así organizado, sería, a mi entender, superior a todos los que hoy existen.

El mejor armamento para la caballería

Algo que sí agradece Fabrizio en cuanto al armamento de caballería de estos días son las sillas de arzones y los estribos, no usados en la antigüedad. Los jinetes están mejor armados y con más dificultad se resiste hoy el choque de un escuadrón de hombres de armas, que se resistía antiguamente el de la caballería romana.

Estribos que de acuerdo con Fabrizio
no existían en la antigua Roma


Arzones que según Fabrizio no existían en la 
antigua Roma

A pesar de esto, Fabrizio nos advierte que no hay que estimar tanto la caballería porque esta al final siempre ha sido vencida por la infantería. Un ejemplo de esto se presenta cuando se enfrentó el rey de Armenia, Tigranes, contra el ejército romano que mandaba Lóculo, que constaba de ciento cincuenta mil hombres de caballería; muchos de ellos, llamados catafrattes. El ejército romano constaba de unos seis mil jinetes y veinticinco mil infantes, por lo cual dijo Tigranes al ver al enemigo: ''La caballería sólo es bastante para una embajada''. Sin embargo, al llegar a las manos, el ejército del rey fue vencido, y el historiador que describe esta batalla considera a los catafrattes como inútiles, pues dice que, llevando la cara cubierta, apenas podían ver y ofender al enemigo, y el peso de sus armas les impedía, una vez caídos, levantarse y valerse de sus personas.

Las repúblicas o los reinos que prefirieron la caballería a la infantería, siempre han sido débiles y han estado expuestas a toda clase de contratiempos, como sucede a Italia en nuestros días, invadida, robada y arruinada por los extranjeros en castigo del pecado de no cuidarse de su infantería y de ser casi todos sus soldados de caballería. Debe tenerse caballería, pero como elemento secundario, y no el principal del ejército. Es útil y necesaria para las descubiertas, para las correrías y devastaciones del país enemigo, para tener en continua alarma a los oponentes e interceptarles las provisiones; pero en las batallas campales, que son las operaciones principales de la guerra y el fin con que se organizan los ejércitos, su mejor servicio es la persecución del enemigo, una vez derrotado, siendo en todo lo demás muy inferior a la infantería.

No obstante lo anterior, a Cosme le vienen dos dudas:

  1. ¿Cómo es que los partos solo tenían caballería y resistieron a los romanos?
  2. ¿Cuál es la fuerza de la infantería y la debilidad de la caballería?

En primer lugar, para responder lo primero, Fabrizio nos dice que los partos tenían un ejército muy distinto al de los romanos. Todo el ejército parto estaba formado de caballería, y combatía confusa y desordenadamente y con la mayor inestabilidad.

Los romanos iban casi todos a pie y peleaban uniendo sus filas y concentrando las fuerzas. Unos u otros vencieron, según fuera espacioso o estrecho el terreno en que operaban. El primero era favorable a los partos, el segundo, a los romanos. En aquél demostraron los partos la superioridad de su organización militar en correspondencia a la región que defendían, la cual era extensa, distante más de mil millas del mar, cruzada por varios ríos apartados unos de otros dos o tres jornadas, casi despoblada, de suerte que un ejército romano, pesado y lento en las marchas por su armamento y organización, no podía caminar sin grave daño, mientras los defensores del país iban a caballo y recorrían con la mayor facilidad largas distancias, estando hoy en un sitio y al día siguiente a cincuenta millas de él. Así se comprende que los partos, sólo con caballería, pudiesen destruir el ejército de Craso y poner en grave riesgo el de Marco Antonio.

En cuanto a la superioridad de la infantería, en primer lugar, los caballos no pueden andar, como los hombres, por todas partes; los movimientos de la caballería en las maniobras son más tardíos que los de la infantería, pues si, avanzando, es preciso retroceder, o retirándose avanzar, o moverse estando parados, o en marcha detenerse de pronto, los caballos no lo hacen con tanta exactitud y precisión como los infantes. Una fuerza de caballería desordenada por el choque del enemigo, con dificultad vuelve a ordenarse, aunque el ataque haya sido infructuoso, y esto sucede rara vez a la infantería. También ocurre con frecuencia que un hombre valeroso monta un caballo cobarde, y un soldado tímido va sobre un caballo valiente. Esta disparidad de ánimo entre el hombre y el caballo contribuye al desorden.

Un pelotón de infantería puede resistir el empuje de la caballería, porque el caballo es un animal sensato, conoce el peligro y no se expone a él voluntariamente. Si se tiene en cuenta la fuerza que le hace avanzar y la que le obliga a retroceder, se verá que ésta es mayor que aquélla; porque si las espuelas lo excitan a correr, el aspecto de las picas y las espadas le detiene. Por ello hay muchos ejemplos antiguos y modernos de permanecer seguro e invencible un pelotón de infantería atacado por caballería. Si se arguye que la impetuosidad con que corre el caballo hace su choque mas terrible para quien se exponga a recibirlo y obliga al animal a no cuidarse tanto de las picas como de las espuelas, contestaré que, cuando el caballo vea que corre a chocar con las puntas de las picas, espontáneamente refrenará la carrera y, al sentir que le pinchan, se parará en firme o volverá a la izquierda o a la derecha del obstáculo que encuentra. 

A pesar de estos inconvenientes, propios de la caballería, el jefe que mande un cuerpo de infantería debe escoger caminos inaccesibles a los caballos, y rara vez ocurrirá que no pueda librarse de sus ataques sólo por la disposición del terreno. Si se camina por colinas, nada hay que temer de la impetuosidad de la caballería; y si por las llanuras, pocos serán las que no ofrezcan, con bosques y plantaciones, medios de segura defensa, pues cualquier vallado, cualquier zanja, por pequeños que sean, cualquier cultivo donde haya viñas o arbustos, impiden la carrera del caballo. Lo mismo se presentan estos obstáculos en las marchas que en las batallas, y hacen imposibles las cargas de caballería. 

No hay que olvidar, sin embargo, establecer que los romanos estimaban tanto la superioridad de su organización y de sus armas, que, si en un día de batalla podían elegir entre un sitio áspero que les preservara de los ataques de la caballería, pero donde no pudieran desplegar cómodamente sus fuerzas, y uno llano y fácil para las acometidas de los caballos enemigos, pero donde ellos pudieran maniobrar, siempre preferían éste.

Ahora baste responde la segunda pregunta de Cosme, la superioridad de la infantería. Aunque los soldados estén bien elegidos y mejor armados, debe cuidarse con grandísimo esmero de ejercitarlos, porque sin ello no hay soldado bueno. Estos ejercicios tendrán tres objetos:

  1. Uno, endurecer el cuerpo, acostumbrarlo a sufrir las fatigas, aumentar su agilidad y su destreza
  2. Enseñar al soldado el manejo de las armas
  3. Instruirle para que siempre ocupe el sitio que le corresponda en el ejército, lo mismo en las marchas que en los combates y en los campamentos

Las tres principales operaciones de todo ejército, porque si camina, acampa y combate ordenada y metódicamente, su general será bien juzgado aunque no consiga la victoria.

Manejo de las armas

Los romanos para el manejo do las armas hacían los siguientes ejercicios. Daban a los jóvenes armas el doble más pesadas que las ordinarias; por espada, un palo revestido de plomo, de mucho más peso que aquélla. Obligaban a cada uno a clavar una estaca en tierra, dejando fuera de ella un trozo como de tres brazos de alto, tan firmemente fijado, que los golpes ni lo rompieran ni lo torcieran, y contra dicha estaca se ejercitaban los jóvenes con el escudo y el palo emplomado como contra un enemigo, dirigiendo sus golpes a veces como para herirlo en la cabeza o en el rostro, a veces como para atravesar el pecho o romperle las piernas; ora retirándose, ora avanzando. Era útil este ejercicio para aprender a cubrirse con el escudo y a herir el enemigo, y lo pesado de las armas simuladas, para que las verdaderas les parecieran después más ligeras. Procuraban los romanos que sus soldados hiriesen a estocadas mejor que a cuchilladas, porque el golpe de punta es más grave, más difícil de parar, menos expuesto a que se descubra quien lo da, y más fácil de repetir.

En la Antigüedad, lo mejor para una república era tener muchos hombres ejercitados en las armas, porque no es el esplendor de las piedras preciosas o del oro lo que hace someterse al enemigo, sino el temor a las armas. Además, los errores en muchos asuntos pueden a veces enmendarse; pero en la guerra es imposible, por lo inmediato de la pena. Por otra parte, el saber combatir aumenta la audacia de los hombres, puesto que nadie teme hacer aquello que ha aprendido.

En efecto, para Cosme está muy clara la superioridad de los soldados romanos, pero ahora pregunta a Fabrizio qué recomienda a los soldados de ahora. 

Fabrizio contesta la carrera, la lucha, los saltos, el uso de armas más pesadas que las ordinarias, el tiro con ballesta y con arco, a los cuales añadiría el de arcabuz, arma nueva que, como se sabe, es necesaria. Nadar, cosa muy útil, porque no siempre hay puentes o barcos en los ríos, y el ejército que no sabe nadar pierde muchas ventajas y ocasiones de operar útilmente. Ejercicios especiales para los hombres destinados a la caballería, cosa indispensable, porque no sólo necesitan saber montar, sino también valerse de sus armas a caballo. Para esto tenían caballos de madera, sobre los cuales se adiestraban los jóvenes montando en ellos armados y desarmados, sin ayuda alguna y por ambos lados, con lo cual se conseguía que, a la orden del capitán, los soldados de caballería estuviesen inmediatamente a pie o a caballo.

Por último, se necesita que aprendan a estar en filas, a obedecer las señales, los toques y las voces de los jefes, estar a pie firme, retirarse, avanzar, combatir y caminar, porque sin esta disciplina, cuidadosamente observada y practicada, nunca habrá ejército bueno. No cabe duda de que los hombres valerosos, pero desordenados, son más débiles en conjunto que los tímidos disciplinados, porque la disciplina aleja el temor y el desorden inutiliza la valentía.

Forma del batallón en batalla

Se puede proceder de tres maneras: la primera y más útil es la organización maciza, formando dos cuadros; la segunda consiste en formar el cuadro con dos cuernos en el frente; la tercera es formarlo con un espacio vacío en el centro, al que llaman plaza.

La primera formación puede realizarse de dos modos: una doblando las filas, es decir, que la segunda entre en la primera, la cuarta en la tercera, la sexta en la quinta, y así sucesivamente, de modo que las ochenta filas de a cinco soldados se conviertan en cuarenta de a diez. Después vuelven a doblarse de igual modo, uniéndose una fila a otra, y quedarán veinte de a veinte hombres cada una. De este modo, el batallón resulta formado casi en dos cuadros, pues, si bien hay el mismo número de hombres por cada uno de los lados, sin embargo, por el frente los soldados están codo con codo; pero por los flancos hay entre ellos una distancia al menos de dos brazos, de modo que el cuadro es mucho más largo de frente a retaguardia que de un flanco al otro.

La segunda formación será, como dije, de veinte filas de a veinte soldados cada una; cinco filas de picas al frente y quince de los armados con escudos detrás; dos centuriones a la cabeza y otros dos a la cola, quienes harán el oficio de los que llamaban los romanos tergiductorcs. El condestable o jefe del batallón estará con la bandera y las trompetas en el espacio que media entre las cinco filas de las picas y las quince de los escudados. Los decuriones, uno a los flancos de cada fila, de modo que cada cual tenga a su lado los hombres que manda: los que vayan a la izquierda, los diez hombres de la derecha y los que estén a la derecha, los diez de la izquierda. Los cincuenta vélites irán a los flancos y a retaguardia del batallón.

Para convertir el batallón con cuernos en batallón con plaza, basta tomar ocho de las quince filas de a veinte soldados, y alinearlas con los extremos de los dos cuernos, formando así la espalda de la plaza. Rn ésta se sitúan los carros, el jefe y la bandera, pero no la artillería, la cual se coloca al frente o a lo largo de los flancos. Éstas son las dos formas de organizar un batallón sólo cuando tiene que pasar por sitios sospechosos. Sin embargo, la formación sin cuernos y sin plaza, es la mejor; salvo en el caso de necesitar poner a cubierto hombres desarmados, pues entonces la con cuernos es necesaria.

Causa de la desidia en tiempos actuales

Cosme pregunta, advirtiendo solo si es que sabe, cuál es la causa de la desidia en los tiempos actuales. La causa, de acuerdo con Fabrizio, consiste en que en Asia y África existieron una o dos grandes monarquías y pocas repúblicas, mientras en Europa ha habido alguno que otro reino y numerosas repúblicas. Los hombres llegan a ser sobresalientes y muestran sus preclaras dotes cuando los que gobiernan la nación a que pertenecen, sean repúblicas o reyes, les ponen en el caso de probarlas; por lo tanto, donde hay muchos soberanos, hay muchos grandes hombres, y donde aquellos son pocos, éstos también.

Son famosos en Asia: Niño, Ciro, Artajerjes, Mitrídates y algunos otros, muy pocos, grandes generales.En Africa, , Masinisa, Yugurta y los capitanes que produjo la república cartaginesa, los que, comparados en número con los europeos, son poquísimos, pues en Europa los hombres famosos son innumerables, y aún lo serían más si a sus nombres se añadieran otros muchos que la injuria de los tiempos ha hecho olvidar. Esto nace de que en el mundo ha sido tanto más común el mérito cuanto mayor número de Estados, por necesidad u otro humano interés, han alentado y favorecido la virtud.

Siendo, pues, indudable que el número de grandes hombres depende del número de Estados, la consecuencia es que conforme éstos se arruinan van disminuyendo los capitanes famosos, a medida que cesan las ocasiones de demostrar su mérito. El crecimiento del Imperio romano, que acabó con todas las repúblicas y reinos de Europa y de África y la mayor parte de los de Asia, no dejó medio de probar el mérito más que en Roma, y de aquí que los grandes hombres empezaran a escasear lo mismo en Europa que en Asia y que la virtud llegase a extrema decadencia, pues reducida a Roma, al corromperse las costumbres en esta ciudad, la corrupción se extendió a casi todo el mundo, y entonces pudieron los pueblos de la Escitia arrasar aquel imperio que había extinguido el mérito de todos los demás, sin saber conservar el suyo.

Organización de la caballería

Finalmente, Cosme le pregunta cómo organizaría la caballería. Para Fabrizio respecto a las armas, le daría las que hoy tiene, lo mismo a la caballería ligera que a los hombres de armas; pero que los primeros fuesen todos ballesteros y mezclarles algunos arcabuceros, pues si éstos, en la generalidad de las operaciones de guerra, son poco útiles, en cambio para asustar a los paisanos y echarles de cualquier paso que guarden son útiles, hasta el punto de valer más un arcabucero que veinte soldados con otras armas.

En cuanto al número, siguiendo la imitación de la milicia romana, serían trescientos caballos efectivos para cada batallón, divididos en ciento cincuenta hombres de armas y otros tantos caballos ligeros, dando a cada uno de estos cuerpos un jefe, quince decuriones, bandera y trompetas. Cada diez hombres de armas tendrían cinco furgones y cada diez caballos ligeros, dos, donde, como en los de la infantería, fueran las tiendas, las vasijas, las hachas, las estacas y cuanto más bagaje cupiese.

Conclusión

Vemos en la visión de Fabrizio, y por lo tanto en la de Maquiavelo, la inevitable adherencia a un ejército parecido al del Imperio Romano. Una preponderancia a la infantería más que a la caballería, pero no con las armas y monturas del pasado, sino que más bien con todo lo del presente. Una mezcla que podría permitir dar una salida a la crisis italiana de aquellos años, pero que quizás pueda no ser oída en el instante. Sin embargo, debemos destacar que esta parte sin duda colabora a la teoría de la filosofía de la guerra y la filosofía política. 

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