En la progresión de la lectura de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, hemos visto que su mirada, desde el comienzo, difiere enormemente de su otro texto ''El Príncipe''. Sin embargo, teniendo en cuenta la lectura de su segundo libro ya nos vamos dando cuenta que poco a poco va centrándose su mirada en aquel texto dedicado a Lorenzo de Médici. Sí, en este caso veremos un texto muy similar y más fiel a su pensamiento donde la naturaleza del hombre es perversa. En este texto veremos derechamente, el liderazgo del político individual.
Referencias:
(1) Sin embargo, en el texto nunca menciona como es que estos no llevan a la gloria, a pesar de que con el rompimiento de estos se han conquistado otros Estados.
Discursos sobre la primera década de Tito Livio
Capítulo I: Cuando se quiere que una religión o una república tengan larga vida, es preciso restablecer con frecuencia su primitivo estado
Para mantener la estabilidad de una nación, Maquiavelo nos dice que tenemos que volver siempre a los orígenes. Es decir, los principios primitivos de las instituciones ya sea de gobierno o religiosas, tienen algo bueno en sí mismo, y con el paso del tiempo, estos principios comienzan a deteriorarse y se requiere una renovación inmediata para volver a afianzar estos conceptos.
El restablecimiento de las primitivas instituciones, hablando de una república, lo produce un suceso exterior, o es efecto de la prudencia de los ciudadanos. Ejemplo de lo primero fue la toma de Roma por los galos, cosa necesaria para que la república renaciese con nueva vida y virtud, restableciendo la observancia de la religión y de la justicia. Fue, pues, oportuna esta derrota para reorganizar todas las instituciones del Estado, y para que los romanos comprendieran no sólo la necesidad de observar la religión y la justicia, sino también la de honrar a sus buenos ciudadanos, teniendo en cuenta más su virtud que las ventajas a que aspirasen con sus obras.
Capítulo II: De cómo es cosa sapientísima fingirse loco durante algún tiempo
En este capítulo, Maquiavelo se refiere a Junio Bruto quien en muchas oportunidades fingió ser un loco, como cuando besó la tierra que estaba en el oráculo para dar la impresión de que los dioses lo favorecerían. Después, en la muerte de Lucrecia, cuando entre el padre, el marido y otros parientes de ella fue el primero en arrancar el puñal de la herida y en hacer jurar a cuantos allí estaban no sufrir en adelante rey en Roma.
¿Y para qué hacerse el loco? Conviene, pues, fingirse estúpido como Bruto, y se practica este fingimiento hablando, viendo y obrando contra tus propósitos y por complacer al príncipe.
Capítulo III: De cómo fue indispensable matar a los hijos de Bruto para mantener en Roma la libertad conquistada
Ya está claro para Maquiavelo que debe castigarse severamente y que esto debe mostrarse como ejemplo ante los demás. Pedro Soderini, quien creía que podía dominar a los hijos de Junio Bruto a través de una actitud serena, paciente y bondadosa, creyó dominarlos. Grave error.
Cuando tuvo las ocasiones de acabar con ellos, nunca lo hizo, nunca aprovechó la oportunidad. Creyó que podía con la mansedumbre y bondad dominar las malas pasiones, y con los premios extinguir algunas enemistades, juzgaba (y muchas veces lo decía a sus amigos) que para vencer definitivamente a sus enemigos y batir a sus adversarios, necesitaba apoderarse de una autoridad extraordinaria y establecer leyes contrarias a la igualdad civil.
Finalmente, Soderini fue llevado al exilio cuando llegaron los Medici en 1512. Maquiavelo nos dice que Soderini debió ser más como Bruto que como Soderini.
Capítulo IV: No vive seguro un príncipe en su Estado mientras viven los que han sido despojados de él
Es muy difícil derrocar a una autoridad y luego sostenerlo en el mismo Estado. Pasó en la monarquía romana con Tulio y Tarquinio, donde el primero trató de buscarse el favor de los hijos de Tarquinio mientras vivía en su reino. Por muchos beneficios que otorgara el primero, las ofensas nunca se olvidan.
Capítulo V: Lo que hace perder la corona a un rey que lo es por derecho hereditario
Este capítulo es extensivo a los dos anteriores, es decir, una de las grandes cosas que hace perder la corona a un rey que lo es por derecho hereditario es justamente sostener las costumbres del anterior. Sin embargo, es también perjudicial quebrantar aquellas leyes y costumbres que se han establecido por largos años, es decir, no solo las de los reyes anteriores sino que hablamos de las que incluso son anteriores a estos.
Capítulo VI: De las conjuraciones
En palabras de Maquiavelo:
''Son pocos los que pueden declarar guerra abierta a un monarca, pero cualquiera puede conspirar contra él''
Si bien la puede hacer cualquiera, son muchas las que se fraguan pero pocas las que se ejecutan. Las tramas que se conjuran pueden ser con dos objetivos: las que se traman contra el príncipe y las que se traman contra la patria. Veamos la primera.
Trama contra los príncipes
Lo primero que debe evitar el príncipe es la antipatía, es decir, ese sentimiento de animadversión que le podrían tener todos los ciudadanos.
Los ultrajes que más ofenden a los hombres son aquellos que son realizados en los bienes o en la honra de la persona. De hecho, cuando se daña el honor de una mujer tanto el hombre como la misma mujer sienten un perjuicio enorme, más enorme como si fuera un vilipendio a la persona.
Ejemplos:
- Pausanias contra Filipo de Macedonia
- Julio Belanti contra Pandolfo
- Pazzi contra los Médici
- Bruto y Casio contra César
Planeación
Los peligros del primer período son, sin duda, los mayores, y se necesita ser prudentísimo y tener mucha suerte para que, al proyectar una conjuración, no se descubra, o por declaraciones o por conjeturas.
Ocasionan lo primero la poca fe o escasa prudencia de los hombres a quienes te confías. Con la poca fe se tropieza fácilmente; porque no puedes decir el secreto más que a amigos tan íntimos que por la amistad se expongan a la muerte o a descontentos del príncipe. De los primeros se podrán encontrar uno o dos, y si quieres allegar más te será imposible hallarlos.
Además, es preciso que la amistad que te profesen sea tan grande, que supere el peligro a que se exponen y el miedo al suplicio. Los hombres se engañan con frecuencia respecto a la adhesión de sus amigos, la cual sólo se conoce por experiencia, y la experiencia en estos casos es por demás arriesgada. Y aunque en otra ocasión de peligro hubieras probado con buen éxito la amistad de algunos, no es posible por esta prueba confiar en el afecto personal, al tratar de asunto infinitamente más peligroso.
Un ejemplo de esto, es decir, de un descubrimiento de conspiración lo tenemos en el caso de Pisón contra Nerón.
Ejecución
Deben, pues, los que conspiran no decir nada de la conspiración sino en caso de extrema necesidad, y en el momento de ejecutarla y de comunicar el proyecto, hacerlo a uno solo cuya discreción hayas experimentado repetidas veces, y a quien muevan las mismas pasiones que a ti. Encontrar uno en quien concurran estas circunstancias es mucho más fácil que encontrar varios, y, por tanto, menos peligroso.
Además, aunque te engañase, tienes medios de defensa que no existen cuando son varios los conjurados; porque los hombres prudentes dicen que a una sola persona se le puede hablar de todo, pues tanto vale el sí del uno como el no del otro, si no has cometido el error de escribir de tu puño y letra.
Pero si se comunica la conspiración a la persona equivocada, entonces la conspiración puede venirse abajo. Ese es el gran peligro. En efecto, esta persona puede acusar al conspirador sin pruebas y que la violencia del tormento lo obligue a declarar.
Los peligros que se corren en la ejecución de las conjuraciones nacen, o de cambios de órdenes, o de falta de ánimo en los encargados de ejecutarlas, o de errores que cometan por imprudencia o por no consumar el proyecto, dejando vivos a algunos de los que pensaban matar.
Después de la ejecución
No hay más que uno: consiste en que sobreviva alguno que vengue al príncipe muerto. Pueden sobrevivir sus hermanos o sus hijos u otros parientes llamados a sucederle en el trono, y ocurrir esto, o por negligencia de los conjurados, o por cualquiera de las causas ya referidas, que facilitan la venganza; como sucedió a Juan Andrés de Lampognano, que con otros conjurados mató al duque de Milán, pues quedaron un hijo y dos hermanos del muerto, que lo vengaron. En tales casos, ni lo que sucede es por faltas de los conjurados, ni hay remedio posible; pero cuando sobrevive alguno por imprudencia o negligencia de los conspiradores, no merecen éstos excusa.
Pueden hacer fracasar las conspiraciones un temor infundado o un accidente ocurrido al tiempo de ejecutarlas. Durante la mañana del día en que Bruto y los demás conjurados mataron a César, estuvo éste hablando mucho tiempo con Cneo Pompilio Lena, uno de los conspiradores, y al observar los otros tan largo parlamento, creyeron que Pompilio estaba denunciando la conjuración y a punto estuvieron de asesinar inmediatamente a César, sin esperar a que fuera al Senado. Así hubiese sucedido si no les tranquilizara ver que, terminada la conversación, no hizo César ademán alguno extraordinario.
Pero de todos los peligros que pueden seguir a la ejecución de una conjura, ninguno es más seguro ni de mayor temor que el afecto del pueblo al príncipe asesinado, porque en tal caso no hay remedio para los conjurados, siéndoles imposible librarse de todo el pueblo. Ejemplo de esto es César. Le amaba el pueblo romano y vengó su muerte porque, arrojando de Roma a los conjurados, hizo que murieran todos violentamente en diversos tiempos y distintos lugares.
Temores contra la patria
Las conspiraciones contra la patria son menos peligrosas para los que las traman que las proyectadas contra los príncipes. En su preparación hay menos riesgo, en proseguirlas los mismos que en estas últimas, y en ejecutarlas, ninguno. Los peligros son menores al proyectarlas, porque cualquier ciudadano puede aspirar al poder sin manifestar a nadie sus intenciones, y si no hay nada que estorbe sus propósitos, dar feliz cima a la empresa. Si hay alguna ley que lo impida, espera su oportunidad o toma otro camino. Esto puede ocurrir en una república donde haya elementos de corrupción, porque en las que no existen, a ningún ciudadano se le ocurre tal pensamiento.
Capítulo VII: Por qué los cambios de la libertad a la servidumbre y de la servidumbre a la libertad son unas veces sangrientos y otras no
Esto depende del orden de cosas que se muda haya nacido o no con violencia, porque en el primer caso ha dañado a muchos ciudadanos, y, al derribarlo, los ofendidos se vengan. Este deseo de venganza produce el derramamiento de sangre. Pero si el régimen que se derriba fue creado con el consentimiento general de los ciudadanos, no hay motivo, al destruirlo, para ofender más que a los gobernantes.
Así sucedió en Roma al expulsar a los Tarquinos, y así en Florencia cuando en 1494 cayeron del poder los Médicis, siendo ellos los únicos desterrados. Tales cambios no suelen ser muy peligrosos; pero son peligrosísimos los que realizan hombres dominados por el deseo de vengarse, y la lectura de los atropellos que ocasionaron siempre causa verdadero horror. Como la historia está llena de ejemplos de esta clase, no hay para qué citarlos aquí.
Capítulo VIII: Quien desee introducir cambios en una república debe examinar el estado en que se encuentra
Todo va a depender del contexto en que se encuentre dicho Estado, pues en un Estado donde no se tolera la corrupción, el gobernante ambicioso no durará mucho tiempo. Por lo tanto, este tipo de hombres corruptores deben ejecutar sus acciones en un Estado que ya este viciado, no en un puro donde se note inmediatamente las malas pretensiones.
Capítulo IX: De cómo conviene variar con los tiempos si se quiere tener siempre buena fortuna
El que menos se equivoca y goza de más próspera fortuna es quien acomoda sus acciones al tiempo en que vive, ya que siempre se actúa siguiendo la naturaleza. En ese caso, las repúblicas tienen más vida y mejor, y más duradera fortuna que las monarquías, pues pueden acomodarse, a causa de la variedad de genios de sus ciudadanos, a la diversidad de los tiempos, cosa imposible para un príncipe; porque un hombre acostumbrado a proceder de cierto modo, no cambia de costumbres, según he dicho, y, cuando los tiempos varían en sentido contrario a sus procedimientos, por necesidad sucumbe.
Capítulo X: De cómo un general no puede evitar la batalla cuando su adversario la quiere dar de cualquier modo
Maquiavelo aconseja lo siguiente:
«Da la batalla a gusto del enemigo y no del tuyo»
El único caso donde se podría evitar una batalla es cuando se sea tan bueno que el enemigo no se atreva a atacar en sus atrincheramientos y que internado en el país sin haberlo dominado, tropiece con dificultades para las subsistencias. Pero en cualquier otro caso no se puede esquivar la lucha sino con deshonor y peligro, porque huir como lo hizo Filipo equivale a ser vencido, y más vergonzosamente que en una derrota, puesto que no se da prueba alguna de valor. Si el logró salvarse, no lo lograría otro, a no ayudarle, como a Filipo, las dificultades del terreno.
Capítulo XI: Quien tiene que combatir con varios enemigos, si puede resistir el primer ataque, aunque sea inferior a ellos en recursos, logrará vencerles
Para Maquiavelo es claro que no se debe subestimar ni siquiera al enemigo cuando es solo uno, pues este incluso siendo él solo puede desunir a aquellos que están en grupo. Eso sí, debe usar los recursos oportunos para generar controversia entre quienes lo atacan, es decir, debe tener astucia militar.
Capítulo XII: De cómo un general prudente debe poner a sus soldados en la necesidad de batirse y quitar esta necesidad a sus enemigos
En efecto, el general debe crear la necesidad de combatir a sus soldados. El general prudente que tiene que sitiar una plaza, calculará la facilidad o dificultad de tornarla por lo que sepa respecto a la necesidad de los habitantes para la defensa: si ésta es grande, la expugnación será difícil, y si no, fácil. De aquí nace que sofocar la rebelión de una provincia sea cosa más difícil que conquistar ésta por primera vez; porque en la conquista, no habiendo cometido ofensa los habitantes, y no temiendo el castigo, se rinden fácilmente; pero en la rebelión juzgan los rebelados que hay ofensa, temen la pena y resisten tenazmente a los que les combaten.
Debe, pues, el general que sitia una plaza ingeniarse con diligencia para que los sitiados no tengan la necesidad de la defensa, y, por consiguiente, la obstinación en realizarla, prometiendo perdón a los que temen el castigo; y si lo que temen es la pérdida de la libertad, mostrar que no va contra el bien común, sino contra unos cuantos ciudadanos ambiciosos, cosa que muchas veces ha facilitado el triunfo y la toma de las plazas; pues aunque el objeto de tales promesas es fácilmente conocido, sobre todo por las personas entendidas, casi siempre engaña a los pueblos, que, deseosos de la paz, cierran los ojos a los peligros que estas lisonjeras promesas encubren.
Capítulo XIII: De si debe inspirar más confianza un general que tenga mal organizado un ejército, o un buen ejército mandado por general inhábil
La historia de Tito Livio da cuenta en muchas ocasiones de soldados sin general que dieron maravillosas pruebas de su valor, continuando más ordenados y más bravos después de la muerte de los cónsules, que antes de morir. Así, ocurrió con el ejército que los romanos tenían en España a las órdenes de los Escipiones. Muertos estos dos generales, no sólo se salvó el ejército por su propio valor, sino que además venció al enemigo y conservó aquella provincia para la república.
Examinando, pues, atentamente este asunto, se encontrarán muchos ejemplos de batallas ganadas por el valor de los soldados y otros muchos en que el triunfo se debió a la pericia de los generales, deduciéndose que ambas cosas son necesarias.
Resulta, pues, la cosa igual, en vista de que un ejército puede hacer un buen general y un general un buen ejército. Sin embargo, un buen ejército sin un buen jefe suele llegara ser insubordinado y peligroso, como sucedió al de Macedonia después de la muerte de Alejandro, y como lo fueron los veteranos en las guerras civiles de Roma, ('reo, por tanto, que se debe confiar más en un general que cuente con medios para armar sus tropas y comodidad para instruirlas, que con un ejército insubordinado que tumultuosamente elige quien lo mande.
Capítulo XIV: Efecto que producen durante una batalla las nuevas estratagemas y las voces inesperadas
Maquiavelo valora todo lo que son los vitores y gritos que sirven para alentar a los soldados. Un ejemplo de esto es Quintio que cuando mandaba a los suyos a replegarse, una de las alas de su ejército, empezó a gritar que estuviera firme, porque la otra ala iba venciendo, con cuyos gritos alentó a los suyos y asustó a los enemigos, alcanzando la victoria.
Sin embargo, en ciertos casos no es útil. Esta tendrá un efecto positivo siempre y cuando el ejército sea disciplinado.
Debe tenerse en cuenta que la disciplina es necesaria no sólo para combatir ordenadamente, sino para evitar que cualquier accidente desorganice las fuerzas. Por esta causa, las aglomeraciones de gente del pueblo no sirven para la guerra, pues cualquiera voz, cualquier ruido, cualquier estrépito las asusta y hace huir.
Capítulo XV: El mando del ejército debe tenerlo uno y no varios, porque en más de uno es perjudicial
Para demostrar el título de este capítulo, Maquiavelo nos relata algunos hechos de la antigüedad y de sus tiempos:
Los fidenates sublevados asesinaron a los colonos enviados a su ciudad por los romanos, y para castigar el agravio nombraron éstos cuatro tribunos con potestad consular, de los cuales dedicaron uno a la guarda de Roma y enviaron con el ejército contra los fidenates y los veyenses, a los otros tres que, por sus diferencias de opinión, sufrieron descrédito, aunque no daño. Produjeron el descrédito sus divisiones y evitó el daño el valor de los soldados. Vieron los romanos este desorden y nombraron un dictador para remediarlo. Prueba esto cuán inútil es encargar a varios del mando de un ejército o de una plaza que sea preciso defender.
Luego nos da un ejemplo de sus tiempos.
Cuando el rey de Francia Luis XII tomó Milán en 1500, mandó tropas a Pisa para restituir esta población a los florentinos, quienes enviaron como comisarios a Juan Bautista Ridolfi y a Lucas Antonio de Albizzi, y como Juan Bautista gozaba de gran reputación y era de mayor edad, dejábale Lucas Antonio el gobierno de todas las cosas, sin demostrar ambición contrariándole, pero poniéndola de manifiesto con su silencio, su negligencia y su desdén por cuanto se hacía. No ayudaba, pues, al ejército ni con obras ni con consejos, como si para todo fuera inútil; pero pronto se conoció lo contrario, cuando, por un accidente ocurrido, tuvo que volver Juan Bautista a Florencia. Quedando solo Lucas, demostró cuánto valía por su habilidad y su talento, dotes no probadas mientras tuvo compañero. Kn confirmación de mi propósito, apelaré de nuevo a las palabras de Tito Livio.
Para el filósofo florentino, basten estos dos ejemplos para explicar que la realidad es justamente la enunciada ne el título del capítulo.
Capítulo XVI: El verdadero mérito búscase en los tiempos difíciles. En los fáciles no son los hombres meritorios los favorecidos, sino los más ricos o mejor emparentados
En las repúblicas existe la irregularidad de estimar poco a los hombres de mérito en las épocas tranquilas; cosa que ofende a éstos doblemente, por no ocupar el lugar que les corresponde y por ver como iguales o superiores a personas indignas o de menos capacidad que ellos. Estas injusticias han causado grandes males en las repúblicas, porque los ciudadanos que inmerecidamente son desdeñados y comprenden que la causa de ello es la tranquilidad y seguridad del Estado, procuran perturbarlo promoviendo nuevas guerras, con perjuicio de la nación.
Para evitar esto solo hay dos soluciones:
- Impedir que los ciudadanos se hagan ricos, a fin de que no puedan, con riquezas y sin virtud, corromper a los demás
- Organizarse de tal manera para la guerra, que en cualquier momento se pueda hacer y constantemente sean precisos los servicios de los ciudadanos famosos, como hizo Roma durante sus primeros tiempos.
El único que pudo realizar estas dos soluciones fue Antonio Giacomini, quien dirigió el ejercito florentino de forma formidable.
Capíbulo XVII: No se debe ofender a un ciudadano y darle después una administración o mando importante
Si la impresión de la ofensa duraba tanto en el animo de un ciudadano romano en época en que aquella república no estaba aún corrompida, júzguese lo que influirá en los habitantes de una ciudad que no se encuentre en la situación en que Roma estaba entonces.
Maquiavelo ya hacía notar lo importante que era no dar cargos a quienes se haya o haya ofendido a la república.
Capítulo XVIII: La mayor habilidad de un general consiste en adivinar los designios del enemigo
Como se debe imaginar, para Maquiavelo, el saber determinar la estrategia del enemigo es de vital importancia, pero a la vez es muy díficil. Solo ciertos casos se han dado de acuerdo con el florentino, pero los ejemplos que nos muestra son negativos.
''En nuestros tiempos y en la batalla que en Santa Cecilia, en Lom- bardía, dio el rey Francisco I de Francia a los suizos, al anochecer, algunos batallones suizos que estaban intactos creyeron ser vencedores, sin saber que otros muchos de ellos habían sido destrozados, error que causó su pérdida, por esperar la venida del nuevo día para reanudar el combate con grandísima desventaja, y que además produjo otra equivocación que pudo ser de funestas consecuencias para los ejércitos pontificio y español, los cuales, por la falsa noticia de la victoria de los suizos, pasaron el Po, y si llegan a avanzar, quedan prisioneros de los franceses victoriosos''
Pero también ocurrieron en el Imperio Romano.
''En igual error incurrieron el ejército romano y el de los equos. Mandaba aquél el cónsul Sempronio, y, empeñada la batalla, duró todo el día la lucha con varia fortuna. Llegada la noche y medio destrozados los dos ejércitos, ninguno de ellos volvió a su campamento, retirándose ambos a las colinas próximas, para mayor seguridad. El ejército romano se dividió en dos partes: una se fue con el cónsul y la otra con el centurión Tempanio, cuyo valor salvó a los romanos aquel día de completa derrota. A la mañana siguiente, el cónsul, sin saber nada del enemigo, emprendió la retirada hacia Roma, y también se retiró el ejército de los equos, porque cada cual creía que el contrario era vencedor, y ambos abandonaban sus respectivos campamentos como presa del victorioso. Pero ocurrió que Tempanio, al retirarse con parte de las tropas romanas, oyó decir a algunos heridos de los equos que sus capitanes se habían marchado, abandonando el campamento. Al saber esta noticia volvió, salvó el campamento romano, saqueó después el de los equos y llegó a Roma vencedor''
Capítulo XIX: Si para gobernar a la multitud es preferible la indulgencia o la severidad
Aquí, Maquiavelo hace valer la frase de Cornelio Tácito quien decía:
''Para regir a la multitud, vale más la severidad que la clemencia''
Maquiavelo está de acuerdo con la sentencia de Tácito, pero no se debe derramar sangre por gusto, sino que por necesidad. Es decir, hay que usar la severidad para que sepan que es un príncipe fuerte.
Capítulo XX: Un rasgo de humanidad pudo más en el ánimo de los faliscos que todo el poder de Roma
Camilo sitiaba la ciudad de los faliscos, antiguo pueblo itálico. En ese proceso, un profesor de escuela salió con sus alumnos para ver a Camilo y entregarlos como rehenes por la ciudad, para así, tener amistad con Camilo. Camilo no sólo rehusó el regalo, sino que hizo desnudar al maestro, atarle las manos a la espalda, y dando a cada niño una vara, les mandó que lo volvieran a la ciudad azotándolo. Al saber los faliscos el suceso, agradóles tanto la humanidad e integridad de Camilo, que determinaron no defenderse más y entregar la plaza.
Este acto de humanidad hizo que los faliscos entregaran inmediatamente la plaza, gesto que impidió que se desatara una gran guerra contra la ciudad.
Capítulo XXI: Por qué Aníbal, procediendo de distinto modo que Escipión, fue tan victorioso en Italia como éste en España
Escipión en España, por su piedad y sentimientos humanitarios conquistó inmediatamente la amistad de aquella provincia, haciéndose amar y admirar de sus habitantes. Aníbal, al contrario, invadió Italia, procediendo con violencia, crueldad, avaricia y todo género de perfidias, y, sin embargo, logró dominar lo mismo que Escipión en España, porque en su favor se rebelaron todas las ciudades de Italia y le siguieron todos los pueblos.
Poco importa el procedimiento que emplee un general, siempre que sus grandes méritos contrarresten los efectos de las exageraciones en que pueda incurrir por uno u otro camino, el del rigor o el de la benevolencia. Se ha visto cómo Escipión por sus virtudes, dignas de alabanza, y Aníbal con actos vituperables, consiguieron igual resultado.
Capítulo XXII: De cómo alcanzaron igual gloria Manlio Torcuato con su severidad, y con su humanidad, Valerio Corvino
De igual valor, y victoriosos ambos, tanto uno como otro aumentaron la gloria de su patria, venciendo a los enemigos; pero fueron de diverso proceder en lo tocante al trato con sus propios soldados, porque Manlio era severísimo, ocupándoles en constante y fatigoso trabajo, y Valerio, bondadoso siempre, los mandaba con paternal afecto. Para mantener la obediencia militar, Torcuato hizo matar a su propio hijo, y Valerio no castigó a nadie. A pesar de tan distinta conducta, uno y otro consiguieron iguales resultados contra los enemigos, en favor de la república y en provecho de su gloria.
Veamos el caso particular de cada capitán:
Manlio Torcuato
Cuando un hombre de esta índole llega a ejercer un mando, desea que los demás se le parezcan, y la fortaleza de su espíritu le hace ordenar cosas difíciles y exigir el estricto cumplimiento de sus órdenes. La regla cortísima que cuando con severidad se manda, rigurosamente hay que hacer cumplir el mandato, pues de otra suerte se engañará el que mande. Además, el que quiera ser obedecido necesita saber mandar. Saben hacerlo los que, comparando sus fuerzas con las de quienes han de obedecer, cuando las ven en proporción conveniente, dan las órdenes y cuando desproporcionadas en su contra, se abstienen. Por eso decía un hombre prudente que para emplear en una república medios violentos, era preciso que la fuerza del opresor fuera proporcionada a la de los oprimidos, y mientras la proporción durase duraría la violencia; pero cesaría tan pronto como el oprimido llegara a ser más fuerte.
Para Maquiavelo, Manlio tenía una fuerza para hacer que sus órdenes fueran obedecidas, no empleaba blandura para hacerse obedecer. Manlio fue uno de los que con la severidad de su mando mantuvo la disciplina militar en Roma, obligándole a ello primero su propia índole, y después el deseo de que se cumpliera lo que a impulso de las condiciones del mismo mandaba.
Valerio Corvino
Con Valerio sucede lo contrario, porque si bien en cuanto al servicio público el resultado es igual, inspira desconfianza, por el especial cuidado en atraerse el cariño de los soldados, de que un prolongado mando sea de perniciosos efectos para la libertad. No los ocasionó Valerio, porque entonces, ni los romanos estaban corrompidos, ni él tuvo por largo tiempo el mando.
Pero si nos refiriéramos a la educación de un príncipe, como lo hace Jenofonte, tomaríamos por modelo a Valerio y no a Manlio; porque un príncipe debe procurar la obediencia y el amor de los soldados y de los súbditos. Consigue la primera observando las leyes y siendo virtuoso, y lo segundo, mostrándose bondadoso y humano, y poseyendo las demás cualidades que reunía Valerio y por las cuales Jenofonte alaba a Ciro. El cariño del pueblo al príncipe y la fidelidad del ejército están muy de acuerdo con la índole del poder que ejerce; pero en una república no lo está con la general obligación de atenerse a las leyes y de obedecer a las autoridades el que un ciudadano pueda disponer del ejército.
Las dotes de Valerio, buenas en un príncipe, son perniciosas en un ciudadano, perniciosas para la patria y para él; para aquélla, porque preparan el camino a la tiranía; y para él, porque la sospecha de sus intenciones obliga a los demás ciudadanos a provenirse en contra de él y en su perjuicio. Por la razón contraria afirmo que la conducta de Manlio en un príncipe sería perjudicial a sus intereses, y en un ciudadano es útil, sobre todo, a la patria. Además, rara vez causa daño a quien la sigue, a no ser que al odio por la severidad se unan las sospechas por la gran fama que las otras virtudes le produzcan, como veremos que sucedió a Camilo.
Capítulo XXIII: Por qué causa fue Camilo desterrado de Roma
Camilo se asemejaba más a Manlio que a Valerio en sus procederes. En palabras de Maquiavelo,
''Admiraban su solicitud, su prudencia, la grandeza de su alma, el buen orden con que disponía y mandaba el ejército; odiaban su inclinación a ser más severo en los castigos que liberal en las recompensas''
Ahora, el origen de este odio nos lo dice Maquiavelo con lo siguiente:
- El dinero que produjo la venta de los bienes de los veyenses lo aplicó al Tesoro público y no lo repartió como botín
- Al entrar en triunfo en Roma, hizo que arrastraran su carro triunfal cuatro caballos blancos, y a causa de ello se dijo que, por orgullo, había querido igualarse al sol
- Habiendo hecho voto de entregar a Apolo la décima parte del botín capturado a los veyenses, para cumplirlo tuvo que quitar a los soldados parte del que habían arrebatado.
- La ley agraria
- La prolongación de mandos
Maquiavelo explica esto con una pequeña historia.
En la ciudad de Ardea pidieron en matrimonio a una rica heredera un plebeyo y un noble. Los tutores (la heredera no tenía padres) quería darla a los plebeyos y la madre quería dársela a los nobles. Como es de esperar, patricios y plebeyos se enfrentaron con armas y finalmente, estos últimos fueron vencidos. Pidieron, posteriormente, ayuda a los volsgos y los nobles a Roma. Finalmente, como es de esperar también, ganaron los nobles y el conflicto se solucionó.
Como podemos ver, las mujeres siempre son el foco de discusión entre los hombres, no solo en época de Roma sino que mucho antes también. Es el mismo Aristóteles quien dice que las peores ofensas que se cometen a los hombres, son justamente el deshonor que se les hace a las mujeres.
Capítulo XXVII: De cómo se ha de restablecer la unión en una ciudad donde hay divisiones, y de lo falsa que es la opinión de la conveniencia de éstas para conservar el poder
De acuerdo con el florentino, hay tres maneras de acabar los disturbios:
- Muerte de los jefes
- Destierro
- Convenir la paz
- Amenazar con la muerte
- Que muera natural o violentamente los que son los émulso de la inspiración de la ira
Capítulo XXXIII: Para ganar una batalla se necesita la confianza de las tropas, o en sí mismas o en su general
Esto ya lo hemos hablado en otros capítulos pero es interesante volver a recalcar. Ya sabemos que entre la confianza de un ejército y el dinero, la primera prevalecerá siempre por la segunda, pero esta confianza se debe hacer a tiempo inspirando a las tropas desde un comienzo.
Conviene también que el general merezca la confianza de los soldados por su prudencia y habilidad, y confiarán seguramente en él si de ordinario le ven solícito y valeroso desempeñando su elevado cargo con la dignidad que le corresponde, como sucederá si castiga las faltas, no fatiga innecesariamente a los soldados, cumple sus promesas, muestra fácil el camino de la victoria y oculta o atenúa lo que puede infundir temor. Observados bien estos preceptos, el ejército tendrá confianza, y, confiando, vencerá.
Capítulo XXXIV: De cómo la fama, la voz pública, la opinión conquistan a un ciudadano el favor popular, y de si los pueblos eligen con mayor prudencia que los príncipes las personas que han de desempeñar los cargos públicos
En cuanto a los ciudadanos, fían aquéllos, para conceder cargos, en lo que se dice de los candidatos por pública voz y fama, cuando no los conocen por sus obras, o por las presunciones u opinión que de ellos se tiene. Ambas cosas dependen, o de la fama adquirida por sus padres a causa de eminentes servicios, creyéndose que sus hijos sean iguales a ellos, mientras sus actos no demuestren lo contrario, o de la conducta que observan.
La mejor para alcanzar la estimación pública consiste en vivir en intimidad con personas respetables, de buenas costumbres y bien reputadas por su saber y su prudencia, porque el mejor indicio para juzgar del mérito de un hombre es el de las personas de su amistad y compañía; si éstas son honradas, adquieren merecidamente buena reputación, porque es imposible que no tengan analogía con ellas. También se adquiere buena fama por algún acto extraordinario y notable, aunque sea de índole privada, cuando honra a quien lo ejecuta.
Guiándose por cualquiera de los tres motivos citados, es acertada su elección; y lo es aún mayor si el elegido se ha dado ya a conocer por repetidos actos meritorios, porque entonces casi nunca se equivoca. Me refiero a los que obtienen cargos por primera vez, antes de que haya experiencia por repetidas pruebas de su capacidad para desempeñarlos, o pasan del ejercicio de uno al de otro desemejante. En estos casos, la influencia de la falsa opinión y de la corrupción es menos de temer en los pueblos que en los príncipes.
Capítulo XXXV: Peligros a que se expone quien aconseja una empresa, los cuales son mayores cuanto ésta es más extraordinaria
En realidad todo el peligro se lo lleva aquel que ha dado el consejo porque juzgando los hombres las cosas por sus efectos, todo el mal que resulta imputable al autor del consejo, como si el éxito es bueno se le elogia; pero el premio no es ni con mucho equivalente al daño.
El actual sultán Selim, llamado Gran Turco, se preparaba (según dicen algunos que vienen de sus Estados) a invadir Siria y Egipto, cuando uno de sus bajaes que estaba en los confines de Persia le aconsejó que se dirigiera contra este imperio, y, siguiendo el consejo, acometió con numeroso ejército la empresa. Llegó a aquellas inmensas comarcas donde hay muchos desiertos y escasea muchísimo el agua, y tropezó con los mismos inconvenientes que habían causado la ruina de tantos ejércitos romanos, perdiendo gran parte del suyo, aunque vencedor siempre, a causa del hambre y de la peste. Indignado Selim contra el autor del consejo, lo ejecutó.
Muchos ejemplos trae la historia de ciudadanos que fueron al destierro por haber aconsejado una empresa y tener ésta mal éxito.
Capítulo XXXVI: Motivos por que se dijo de los galos y se dice de los franceses que son más que hombres al comenzar la batalla, y menos que mujeres al terminarla
En realidad, esta es una opinión del mismo Tito Livio quien decía que los galos eran al empezar la batalla más que hombres, y durante el combate llegaban a ser menos que mujeres. Todo esto consistía nada más que en su temperamento, de acuerdo con Maquiavelo.
Sobre la base de estado, Maquiavelo nos expresa que hay tres clases de ejércitos:
- Los que tienen valor y disciplina, porque la disciplina mantiene el verdadero valor, como sucedía en los ejércitos romanos
- Los que en ellos domina el furor y no la disciplina, y así eran las tropas de los galos, cuyo ardor desaparecía durante el combate; porque si no alcanzaban la victoria al primer choque, faltándoles la disciplina, que sostiene el valor, y no teniendo cosa alguna que les inspirara confianza, salvo el furor con que empezaban la batalla, cuando se enfriaba el primer ardimiento eran vencidos.
- Aquellos en que las tropas no tienen valor natural ni disciplina militar, como sucede a los ejércitos italianos de nuestros tiempos, los cuales son completamente inútiles, y sólo vencerán en el caso de que cualquier imprevisto accidente ponga en fuga al enemigo. Sin necesidad de alegar ejemplos, bien a la vista están las diarias pruebas de que carecen de todas las virtudes militares.
Para Maquiavelo, Italia tiene en la mayoría de sus potentados, ejercito de tercera clase.
Capítulo XXXVII: Si es preciso que a una batalla general precedan combates parciales; y, caso de querer evitarlos, qué debe hacerse para conocer las condiciones de un enemigo con quien por primera vez se pelea
Primeramente, Maquiavelo considera que un buen general debe evitar cuanto sea de escasa importancia y pueda causar mal efecto en su ejército, siendo temerario empeñar un combate donde no se emplee toda la fuerza y se arriesgue toda la fortuna.
En segundo lugar, el florentino dice que un general prudente, cuando va al encuentro de un ejército nuevo y bien reputado, necesita, antes de empeñar una batalla decisiva, provocar algunas escaramuzas para que sus soldados conozcan al enemigo y se acostumbren a combatirlo, perdiéndole el miedo que su fama les haya inspirado. Este deber es esencial y casi indispensable para un general, pues evidentemente caminará a segura pérdida si no procura por el indicado medio destruir el terror que la fama del enemigo infunda a sus soldados.
A este propósito digo que un buen general debe evitar con gran cuidado todo lo que por cualquier accidente desanime a su ejército.
Capítulo XXXVIII: Cualidades que debe tener un general para inspirar confianza a su ejército
Dichas cualidades, el florentino nos las muestra con una frase del mismo Tito Livio.
''Mirad, además, bajo qué dirección y con qué auspicios se empeña la lucha; si el jefe no es más que un brillante orador, bueno sólo para ser oído, bravo sólo en palabras, inexperto en la guerra, o es hombre que sabe manejar las armas, marchar al frente de las banderas, meterse donde más enconada es la lucha. Mis hechos, y mis palabras, quiero que imitéis. No me pidáis solamente órdenes, sino también ejemplos. Por este brazo mío he obtenido tres consulados y toda mi gloria''
Estas palabras, bien comprendidas, enseñan las cualidades necesarias para ser buen general, y a los que carezcan de ellas, si la fortuna o la ambición les lleva a desempeñar dicho cargo, en vez de honor le ocasionará desprestigio; porque no son los títulos los que honran a los hombres, sino éstos a los títulos.
Ningún general debe desconfiar de tener buen ejército cuando no le falten hombres. El príncipe que tiene muchos hombres y carece de soldados, debe atribuirlo, no a la cobardía de los hombres, sino a su indolencia y falta de habilidad.
Capítulo XXXIX: El general debe conocer el terreno donde opera con su ejército
Si en todas las ciencias es indispensable la práctica para saberlas bien, ésta exige práctica grandísima, y el conocimiento detallado de los terrenos se adquiere mejor con la caza que con ningún otro ejercicio; por eso dicen los escritores antiguos que los héroes que gobernaron entonces el mundo se educaban en los bosques y en la caza. Esta ocupación, además del detalle del terreno, enseña infinitas cosas que en la guerra son necesarias.
Capítulo XL: De cómo el uso de engaños en la guerra merece elogio
Aquellos que usan los engaños para ganar en una guerra, no deberían ser censurados sino que dignos de elogios. Sin embargo, nuestro filósofo pone una excepción: la fidelidad a los tratados. ¿Por qué? porque aunque el rompimiento de estos pueda ser causal de conquista, la verdad se que nunca han llevado a la gloria(1). El engaño, al que se refiere Maquiavelo, es justamente aquel que consiste en engañar a una persona que ha depositado tu confianza y tu palabra en ti.
Capítulo XLI: La patria debe ser siempre defendida, sea con ignominia, sea con gloria, porque de cualquier modo la defensa es indispensable
Estaban cercados por los samnitas los cónsules y el ejército romano, y propusieron aquéllos a éstos las condiciones más ignominiosas, como eran pasar bajo el yugo y ser enviados a Roma sin armas. Las autoridades romanas estaba desesperadas, pero Lucio Léntulo aconsejó no escatimar en recursos para proteger la patria, y finalmente, su consejo fue aceptado.
Este suceso debe tenerlo en cuenta todo ciudadano que se encuentre en el caso de aconsejar a su patria, porque cuando hay que resolver acerca de su salvación, no cabe detenerse por consideraciones de justicia o de injusticia, de humanidad o de crueldad, de gloria o de ignominia. Ante todo y sobre todo, lo indispensable es salvar su existencia y su libertad.
Los franceses observan este principio en sus dichos y en sus hechos, al defender la majestad de su rey y el poder de su reino.
Lo que más les molesta es oír decir que tal o cual determinación es ignominiosa para el rey, porque aseguran que cualquier partido que tome, en la buena o en la mala fortuna, no puede ser vergonzoso. Vencedor o vencido, cuanto hace es, en su sentir, cosa propia de un rey.
Capítulo XLII: Las promesas hechas por fuerza no deben ser cumplidas
Continuando con la situación anterior, fue Espurio Postumio, quien, luego de que los cónsules y el ejército volvieran desarmados a Roma, aseguró que el pueblo romano no estaba obligado a cumplir lo convenido, sino él y quienes con él hicieron el convenio; y si quería librarse Roma de toda obligación, le bastaba con entregar a los samnitas como prisioneros a él y a los que con él habían convenido la paz.
Tan obstinadamente defendió esta proposición, que el Senado la aprobó, protestando de nulidad el acuerdo hecho, y devolviendo a los samnitas los prisioneros. Favorable fue entonces la fortuna a Postumio, pues los samnitas le dejaron volver a Roma, resultando entre los romanos más gloriosos, con haber perdido, que Poncio entre los samnitas, habiendo triunfado.
Capítulo XLIII: Los naturales de un Estado tienen casi constantemente el mismo carácter
Lo que quiere decir Maquiavelo con este título es que cada Estado tiene su propia particularidad, característica o costumbre. Veamos el siguiente extracto:
''Quien lea la historia de nuestra ciudad de Florencia o examine los sucesos de estos inmediatos tiempos, encontrará a los pueblos alemán y francés avariciosos, soberbios, crueles y pérfidos, porque con la práctica de estas cuatro condiciones han ofendido mucho en diversas épocas a nuestra ciudad. Respecto a la falta de fe, todos saben cuántas veces se ha dado dinero al rey Carlos VIII, prometiendo él en cambio entregar a Florencia la ciudadela de Pisa, y jamás lo hizo, mostrando así su mala fe y su avaricia''
''Todo el mundo habrá oído lo que ocurrió cuando la guerra entre Florencia y los Visconti, duques de Milán. Privados de recursos los florentinos, pidieron al emperador que viniera a Italia para que con su reputación y sus fuerzas dominara Lombardía. Prometió el emperador venir con numerosas tropas, declarar la guerra al duque de Milán y defender a los florentinos, a condición de que éstos le dieran cien mil ducados al ponerse en marcha y otros cien mil cuando entrara en Italia. Aceptaron los florentinos la petición, entregando inmediatamente el dinero del primer plazo, y después el del segundo; pero desde Verona volvió a su patria sin intentar ninguna empresa, alegando que los que habían faltado al compromiso eran los florentinos. Si no hubiese estado Florencia obligada por la necesidad o arrastrada por la pasión, y hubiera leído y conocido las antiguas costumbres de los bárbaros, ni en ésta, ni en otras muchas ocasiones se dejara engañar por los que siempre han hecho lo mismo en todas las cosas y con todos los pueblos.''
''De igual modo se portaron antiguamente con los etruscos, quienes, no pudiendo resistir con sus propias fuerzas a los romanos que les habían derrotado varias veces, convinieron con los galos cisalpinos darles una suma de dinero porque unieran sus ejércitos a los de los etruscos para combatir a los romanos. Los galos tomaron el dinero y no quisieron después tomar las armas para defender a los etruscos, diciendo, para excusar su conducta, que no habían convenido hacer la guerra a los romanos, sino abstenerse de correrías y devastaciones en Etruria. De esta suerte, la avaricia y mala fe de los galos privó a los etruscos de su dinero y del auxilio que de ellos esperaban''
De este modo, podemos ver que tanto los franceses como los galos se han comportado de manera no muy distinta a lo largo de su historia. En consecuencia, Maquiavelo recomienda no mantener ninguna promesa con los franceses.
Capítulo XLIV: Con el ímpetu y la audacia se consigue muchas veces lo que con los procedimientos ordinarios no se obtendría jamás
Los samnitas intentaron numerosas veces atacar Roma, sin embargo, no pudieron enfrentarse al ejército romano. Quisieron aliarse con los etruscos y en efecto, estos últimos aceptaron. En efecto, los samnios preguntaron y mostraron a su ejército a la vez, ejerciendo una presión a los etruscos para que se les uniesen. Esta es la forma en que los ejércitos debieran conseguir las pretensiones de príncipe, y no por los medios ordinarios.
Capítulo XLV: Si la determinación de esperar en una batalla el ataque del enemigo, y, rechazado, atacarle, es preferible a la de comenzar impetuosamente el combate
Tanto Decio como Fabio batallaron contra los samnitas y los etruscos. Uno y otro utilizaron técnicas diferentes para atacarlos, por su parte, Decio usó todo el ímpetu y fuerza para atacar a los samnitas, por otro lado, Fabio limitóse a resistir el primer choque, juzgando que el ataque metódico es mucho más útil, y reservó el esfuerzo de sus soldados para después que el enemigo perdiese el primer arrojo. El éxito fue mucho más favorable a Fabio que a Decio. ftste agotó el vigor de sus soldados en el primer ataque, y viéndolos más dispuestos a huir que a continuar la ofensiva, para conquistar con su muerte la gloria de que le privaría la pérdida de la batalla, a imitación de su padre, se sacrificó por las legiones romanas. Cuando lo supo Fabio, por no conquistar menos gloria viviendo, que su colega muriendo, empleó contra el enemigo todas las fuerzas que en el primer momento había reservado y consiguió señalada victoria.
Capítulo XLVI: Por qué se conserva el mismo carácter en una familia durante largo tiempo
Para Maquiavelo, las familias tenían sus propias características ya sea en Roma o en otras naciones.
- Manlios: duros y tenaces
- Publícolas: benignos y amantes del pueblo
- Apios: ambiciosos y enemigos de la plebe
Ninguna república ha tenido tantos desastres y accidentes como Roma. En efecto ha sido una ciudad que ha aprendido de sus errores, pero aún más de su propia historia. Es por esto que por medio de las leyes y por medio de la sabiduría de sus autoridades, ante tales eventos tomaron siempre muchas precauciones. Existen muchos hechos que pueden ser arreglados, pero aquellos que dañan las instituciones son los más delicados y pueden arruinar una nación.
Con el ingreso de los extranjeros en Roma se produjo una diversidad de familias que finalmente, cambiaron las costumbres de los romanos y ya no se podía volver a las costumbres anteriores. Esto lo advirtió Quinto Fabio, quien tomó la medida de crear cuatro tribus al ver el efecto nocivo que tenían las nuevas familias. En efecto, si se limitaban las familias a tribus, sus efectos no serían nocivos en toda la ciudad.
Su conducta fue tan elogiada por los ciudadanos, que le pusieron el sobrenombre de Máximo.
Conclusión
Podríamos decir que entre las tres partes de esta obra, la primera es la que más dista de ser igual a su obra ''El Príncipe'', porque en efecto, los dos últimos libros de esta gran obra sí se relacionan estrechamente con el texto anteriormente mencionado. Con esto tenemos figurado el cuadro político y militar de Maquiavelo, al sostener que todo se debe hacer por el bien de la república. Todas estas recomendaciones apoyan al colectivo más que al individuo.
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