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Adán y Eva con la serpiente y la manzana |
El problema del mal lo hemos visto ya desde
San Agustín de Hipona hacia adelante. En efecto el problema del mal es un tema tan necesario de analizar en el sentido de que todos tratamos de evitarlo. La pregunta relevante es ¿de dónde viene el mal? la respuesta tendrá distintas formas, sobre todo si hablamos desde el cristianismo donde el mal se ha tratado desde diferente aristas. Veamos como
San Buenaventura comprende el problema del mal.
Breviloquio
Tercera parte: Sobre la corrupción del pecado
Capítulo I: Origen del mal
Para San Buenaventura, tanto como para San Agustín de Hipona, el mal no tiene existencia sino a través del bien. ¿Cómo es posible aquello? el hombre a través de su libre albedrío decide hacer el bien o hacer el mal; por lo tanto, del libre albedrío que es un bien puede perfectamente nacer el mal que es ausencia de bien.
Podríamos decir que el mal en cierta medida es la voluntad propia de alejarse del bien, no de querer procurarse el mal sino que alejarse del bien.
Capítulo II: Tentación de los primeros padres
¿Por qué los primeros padres fueron tentados en el paraíso, siendo que sería como dioses? La verdad a esto la podemos incluso encontrar en los textos de San Agustín. A pesar de que Dios les advirtió que no comieran del fruto prohibido, lo hicieron por tentación del diablo. La tentación estuvo ahí para ellos justamente para probar su voluntad, es decir, la voluntad de optar por el bien o por el mal; para eso está el libre albedrío.
Capítulo III: Pecado de los primeros padres
En efecto, los padres pecaron siendo primero la mujer que prefirió la ciencia a la semejanza de Dios. Luego de esto dio de comer el fruto prohibido al varón con el cual consumaron ambos el pecado que les estaba prohibido. El castigo y el pecado lo cometieron ambos a través de la soberbia, el peor de los pecados según San Agustín.
Capítulo IV: Castigo de los primeros padres
El castigo para el hombre por su desobediencia sería la pena del trabajo y la angustia, la pena del hambre y la necesidad. En cambio, a la mujer se le dio doble pena del parto y la sumisión al varón. El pecado de la mujer fue más gravoso y por lo tanto, más gravosa fue la pena. A ambos se les cargó con la muerte.
Capítulo V: Corrupción del pecado original
Por los pecados de los padres, nadie puede acceder a la justicia original de la divinidad, todos llevamos el pecado de los primeros padres.
Capítulo VI: Transmisión del pecado original
Las almas no se transmiten de una a otra, pero lo que sí se transmite es el pecado del primer padre: Adán. El pecado es una cuestión humana que fue elegida por una voluntad desordenada, no divina. Es así que el pecado fue transmitido a todos los descendientes de Adán.
Capítulo VII: Curación del pecado original
El bautismo o los sacramentos en general son aquellas acciones que limpian la mancha del pecado. Sin embargo, si queremos ir más allá de esta razón práctica, veremos que en esencia es la mente la que cura el pecado original. No obstante, esto no será suficiente porque si bien puede quitarse la mancha del pecado original, lo que sí quedará es el posible acto del pecado; es decir, el pecado puede seguir existiendo en los actos de las personas incluso si ellas ya han sido bautizadas.
Capítulo VIII: El origen de los pecados actuales
Tal como el pecado original surgió de la voluntad del primer padre, entonces el pecado actual se originará de la misma forma, es decir, a través de la voluntad. De esta forma existen tres pecados:
Pecado venial: sin voluntad
Pecado mortal: con voluntad
En efecto, en cada situación se verá cómo es que se cometió el pecado: voluntaria o involuntariamente.
Capítulo IX: Los pecados capitales
Entre los pecados capitales, el más terrible es la soberbia ya que es el pecado que origina a todos los demás. La soberbia es básicamente querer lo que no se puede poseer.
Cuando se quiere más de lo que se puede tener, entonces es ahí donde aparece la avaricia.
Cuando se quiere un deleite alimenticio más allá del que se puede tener, entonces es ahí donde aparece la gula.
Cuando se quiere un deleite sexual más allá del que se puede tener, entonces es ahí donde aparece la lujuria.
Las voluntades corrompidas anteriormente, son parte de aquellas voluntades que se quieren, valga la redundancia, pero hay algunas desviaciones de la voluntad; es decir, una voluntad que quiere huir de lo que no debe huir. Es ahí cuando aparece la envidia, la ira y la pereza. Pareciera ser que San Buenaventura distingue los pecados entre aquellos que se producen por voluntad y aquellos que voluntariamente no se quieren controlar.
Capítulo X: Pecados penales
Lo penal también surge de la voluntad, en otras palabras, debemos comprender que todo lo bueno nace de aquello que es ordenado. Cuando se rompe ese orden, entonces es cuando el mal, en este caso el pecado, entra en el hombre para corromperlo.
Conclusión
Una descripción general del pecado muy similar a la descripción que San Agustín hiciera unos 700 años antes. Toman ideas similares, sobre todo en cuanto a la importancia que se le da al bautismo, en efecto, quien se bautiza ya sabe qué es el bien y por lo tanto no puede cometer el mal; en otras palabras, se presume que conoce el bien y la incompatibilidad sería inexplicable (ya que sabe lo que es el bien). Con esto terminamos el Breviloquio, el cual tiene más capítulos, pero en cuanto a la filosofía con estos tres capítulos estará bien.
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