En 1528, Martín Lutero había escrito un tratado llamado ''La Guerra contra los Turcos'', pero por problemas con la imprenta terminó llamándose ''Alegato contra los Turcos''. Para Lutero, los turcos son un castigo de Dios y ese mismo se estaba recibiendo por las sucesivas invasiones de ellos a varios países. El reformador no quería enfrentarse a ellos como en una especie de cruzada, pues el papa pedía apoyo a los países, al contrario, abogaba Lutero más bien por una defensa nacional. Veamos lo que nos dice Lutero con respecto a los turcos.
ALEGATO CONTRA LOS TURCOS
A propósito del sitio de Viena, Lutero nos dice que advirtió esta situación hasta el cansancio al pueblo alemán sobre esta invasión, pero nadie lo ha escuchado. De la misma forma le ocurrió numerosas veces al pueblo de Israel que no escuchaba la voz de los profetas, y finalmente, el pueblo nunca tuvo auxilio.
A causa de esto, Lutero dividirá esta obra en dos aspectos:
Aleccionar las conciencias
Aleccionar a las conciencias servirá para saber con certeza quién es el turco y cómo hay que considerarlo según las Escrituras. De hecho, las Escrituras señalan a dos tiranos terribles que azotarán el mundo:
- Espiritual: el papa y sus súbditos romanistas
- Terrenal: los turcos
''La primera era como una leona, y tenía alas de águila. La segunda era semejante a un oso, y tenía tres hileras de dientes en su boca. La tercera semejaba un leopardo, y tenía cuatro alas y cuatro cabezas. La cuarta era una bestia cruel y extraña, y muy fuerte; tenía grandes dientes de hierro con los cuales devoraba y despedazaba a su alrededor, pisoteando lo que sobraba; y tenía diez cuernos. Yo contemplaba los cuernos y, he aquí que entre ellos salió otro cuerno pequeño, delante del cual fueron arrancados tres de los primeros cuernos. Y ese cuerno tenía ojos como de hombre, y su boca hablaba cosas terribles.
Estuve mirando hasta que se colocaron sillas y se sentó el Anciano. Se hizo juicio y se abrieron los libros. Yo observaba por causa de las horribles palabras que pronunciaba el cuerno, y advertí que la bestia había sido muerta y que su cuerpo había sido destrozado y arrojado al fuego para ser quemado. Y también se había quitado el dominio de las otras bestias.
Me acerqué a uno de los asistentes y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y él me lo interpretó, dándome la siguiente explicación: 'Estas cuatro bestias son cuatro imperios que se levantarán en la tierra. Pero los santos del Altísimo poseerán el reino eternamente'. Luego quise saber qué era la cuarta bestia, la que era tan cruel y tenía dientes y patas de hierro, y que devoraba y despedazaba, pisoteando las sobras. Asimismo, quise saber qué eran los diez cuernos de su cabeza; y también qué era el otro cuerno delante del cual habían caído tres cuernos; y además qué era aquel cuerno que tenía ojos y una boca que hablaba cosas terribles y que era más grande que los otros. Y seguí observando, y vi que ese cuerno hacía guerra contra los santos y los vencía hasta que se presentó el Anciano e hizo juicio, junto con los santos del Altísimo, y llegó la hora de que los santos poseyeran el reino. Y él me habló así: La cuarta bestia será el cuarto imperio en la tierra, que será más grande que todos los reinos, el cual devorará, destrozará y despedazará todos los países. Y los diez cuernos son diez reyes correspondientes a ese imperio. Después de ellos, se levantará otro cuerno que será más poderoso que los primeros, el cual someterá a tres reyes. Y hablará contra el Altísimo, y quebrantará a los santos del Altísimo. Y se atreverá a cambiar órdenes y leyes, las cuales estarán en sus manos por un tiempo, por algo más de tiempo y otro poco de tiempo. Y entonces se hará el juicio, para que le sea quitado el dominio, y sea destruido y por último aniquilado. Pero el reino, el dominio y el poder que hay debajo del cielo será entregado a los santos del Altísimo, cuyo reino es eterno, y todos los reyes les servirán y obedecerán''
Esta profecía ha sido interpretada de la siguiente manera:
Los maestros como refiriéndose a los siguientes cuatro imperios: el primero es el imperio de Asiria y Babilonia; el segundo, el imperio de los persas y medos; el tercero, el imperio de Alejandro Magno y de los griegos; el cuarto es el imperio romano, el más grande, poderoso y cruel.
Como el último es el imperio romano y en tiempos de Lutero están atacando los turcos, entonces se deduce que los turcos son parte de este cuarto imperio. Por consiguiente, el turco no será emperador ni establecerá un nuevo o propio imperio, como evidentemente pretende. Pero ha de fracasar y fracasará, pues de otro modo Daniel se tornaría mentiroso, cosa que no es posible.
En la profecía, los turcos serían representados por el pequeño cuerno que se menciona después de los diez; del mismo modo, Muhammad sería parte de ese mismo cuerno. Pues surgió de humilde origen, pero ha crecido de tal modo que arrancó y quitó tres cuernos al imperio romano, es decir: Egipto, Grecia y Asia. Pues el sultán y los sarracenos han poseído durante mucho tiempo estos dos cuernos o reinos: Egipto y Asia, permaneciendo en ellos, así como el turco los ocupa hasta nuestros días, habiendo conquistado además el tercer cuerno: Grecia. Ningún otro lo ha hecho, teniendo nosotros a la vista lo que ha sucedido: aquí está el reino de Muhammad, que es sin duda el pequeño cuerno.
Figura del turco
¿Cómo se considera a los turcos por Martín Lutero?
En primer lugar, habrá de ser un señor poderoso, al conquistar y dominar tres cuernos del reino romano, es decir tres de los mejores reinos: Egipto, Grecia y Asia, con lo cual es más poderoso que ningún otro de los diez cuernos.
En segundo lugar, el cuerno tiene ojos humanos, que es el Alcorán o ley de Muhammad, con la que gobierna. En esta ley no hay ojo divino, sino mera razón humana, sin palabra y espíritu de Dios. Pues su ley no enseña sino lo que la inteligencia y la razón humana pueden aceptar.
En tercer lugar, tiene una boca que habla cosas terribles, que son las blasfemias atroces con las cuales Muhammad no sólo niega a Cristo, sino que lo suprime por completo, afirmando que él es superior a Cristo y más digno delante de Dios que todos los ángeles, todos los santos, todas las criaturas, y aun que Cristo mismo. Cristo es un profeta menor cuyo mandato terminó.
En cuarto lugar, hace la guerra contra los santos del Altísimo. Esto no necesita glosa ninguna, pues lo hemos visto y experimentado hasta ahora. Pues el turco no es enemigo de ningún pueblo sobre la tierra como de los cristianos; ni lucha contra nadie con tanta sed de sangre como contra ellos, para que se cumpla esta profecía de Daniel.
Cristianos y turcos
Por estas razones, no debe abrigar dudas de que quien combate a los turcos (si éstos empiezan la guerra) está peleando contra los enemigos de Dios y los detractores de Cristo y, en efecto, contra el propio diablo. De este modo, cuando se mata a un turco no debe preocuparse de que ha derramado sangre inocente o ha matado a un cristiano, sino que ciertamente se ha matado a un enemigo de Dios y detractor de Cristo.
En el ejército turco no puede haber ningún cristiano, ni adepto a Dios, a no ser uno que niegue y se convierta así también en adversario de Dios y de sus santos, sino que todos pertenecen al diablo y están poseídos por él. No se debe emprender la guerra contra los turcos bajo el nombre cristiano, ni se inicie la lucha contra él como enemigo de los cristianos. No se debe pelear como cristiano, o bajo este nombre, sino dejar que guerreen los soberanos temporales. Bajo su bandera has de ir a la guerra, como súbdito temporal, según el cuerpo, por haber jurado obediencia a tu príncipe con cuerpo y bienes.
Por supuesto, tomando esto en consideración, parece que ir a la guerra como buen cristiano, sin tener ninguna otra opción, y tener certeza de que puede morir en ella, sería algo que Martín Lutero aprobaría. En efecto, es mejor una muerte digna y santa, porque se moriría siguiendo los dictados de Dios. En ese caso, si no es por el mandato de Dios, se muere sólo por sí mismo, consumiéndose en una miserable úlcera o peste; en el otro caso, dice Daniel, mueren contigo muchos santos, tendrás muchos compañeros piadosos, santos y amados que te acompañen.
Al cristiano solo le basta la gracia de que es cristiano y santo de Dios, por medio de Cristo nuestro señor, como dice Daniel. Y si no es posible de otro modo, dejan que los turcos obtengan la victoria, se jacten y enorgullezcan, mientras que ellos permanecen débiles y se dejan torturar. Pues advierten que al morir ellos sólo hay ángeles que velan por sus almas, mientras que en el ejército turco sólo hay diablos que velan por las almas de los turcos, y que los arrojan al abismo del infierno.
Ahora bien, si la situación se vuelve muy calamitosa, que resistan quienes puedan. La recomendación de Lutero, es altamente drástica: hasta que todos sean muertos, y además que ellos mismos incendien sus casas y propiedades, destruyéndolo todo, de modo que los turcos no encuentren nada más que niños pequeños a los cuales de todos modos acuchillan y despedazan. Será mejor entregarles a los turcos un lugar vacío que lleno.
Ya que en tal caso hay que arriesgar, y no se puede esperar piedad de parte del turco si nos destierra, sino que hemos de padecer todo tipo de desgracia, escarnio y burlas corporales, además del peligro espiritual de estar privados de la palabra, debiendo ser testigos de su escandalosa conducta mahometana, considero que es mejor encomendarse a Dios, y, por la debida obligación y obediencia a la autoridad, resistirse todo el tiempo que fuera posible y por cualquier medio, no dejándose tomar prisionero, sino matar, lanzar y acuchillar a los turcos hasta caer a tierra.
Con respecto a los niños, Lutero dice que los turcos no tendrán piedad con ellos, y tampoco con sus padres. Los llevarán al mercado y los venderán.
Los turcos han sido un pueblo que ha atacado e invadido a sus enemigos exitosamente. Sin embargo, ¿cómo es posible que es un claro enemigo del cristianismo y por lo tanto de Dios tenga tal éxito? Lutero cree que todo ha sido por el plan divino, de otra forma, por fuerza humana, los turcos no podrían llegar tal lejos. En consecuencia, caen en una soberbia tan desmedida que maldicen e injurian a Cristo y los cristianos, a tal punto que entre sí se jactan y se burlan diciendo que los cristianos son mujeres y que los turcos son sus hombres, como si ellos fueran todos héroes y colosos y nosotros los cristianos meras mujeres.
Posteriormente, con esta misma soberbia, los turcos tratan de convencer a los cristianos para sumarlos a sus filas. En efecto, existen costumbres entre los turcos que de alguna manera son apreciadas por los cristianos.
''No beben vino, no se exceden en la comida y en la bebida como nosotros, no se visten con tanta frivolidad ni extravagancia, no edifican con tanta suntuosidad, ni hacen tanta ostentación, no juran ni blasfeman tanto, observan admirable obediencia, disciplina y reverencia para con su rey y señor; han establecido y consolidado su régimen de gobierno como a nosotros nos gustaría tenerlo en los territorios alemanes''
Lutero exhorta y consuela a aquellos cristianos que están en territorio turco y que lamentablemente fueron tomados prisioneros. Que no se dejen convencer por su cultura y sus reglas que parecen más apreciables que las de los cristianos. Por lo demás, Lutero nos dice que no tiene nada de malo que se sirva a un turco, en un contexto de esclavitud, y que por dentro se sea un creyente cristiano. En el propio territorio, a veces, también se sirve a un rey o un funcionario déspota, pero eso no quiere decir que puedan quitar la fe.
Conclusión
Nuevamente, Lutero nos presenta su visión del momento histórico-político de Alemania, agregando su visión de las consecuencias y causas del porqué se producen estos hechos. Tal como lo harían otros intelectuales, San Agustín, entre otros, esta invasión es básicamente un plan de Dios para dar una lección a los cristianos. Esta no es la primera señal de aquello, pues también lo fue la revuelta de los campesinos.