Inventa lege, inventa fraude
(Hecha la ley, hecha la trampa)
Esta puede ser unas de las frases más famosas relativas a la ley, e incluso tiene gran relevancia en la contingencia de todos los países. En efecto, como se puede apreciar, es un aforismo romano cuya frase completa sería inventa lege, inventa est fraus legis. Es posible que los mismos desencantos que existen ahora hayan dado origen a este aforismo tan transversal.
Antes de comenzar el análisis de esta oración, debemos entender algunas cosas básicas sobre la ley. Existe la ley humana, la ley divina y la ley natural. Todo está sometido a la ley divina que es la ley de Dios, luego tenemos la ley natural y en último lugar tenemos la ley humana.
Por cierto que la ley humana está (o debería estar) inspirada por las leyes naturales y divinas (principalmente la divina), pero la verdad es que siempre necesita modificarse. Por lo tanto, la ley humana adolece de vicios que deben ser rectificados mediante la razón. Para ese propósito se necesita recurrir a un concepto que nace con Aristóteles llamado ''Equidad Natural''. La equidad natural servirá como un rectificador del rigorismo legal, pues cuando la ley es extremadamente justa, se vuelve injusta. Recordemos el aforismo de Marco Tulio Cicerón ''summus ius, summus iniuria''. En consecuencia, en términos de lo que debería ser la ley, se debe considerar que ésta debe tener un rigor que se debe cumplir, pero también debe existir el criterio de equidad que la rectifique.
Estas dos dimensiones pueden darse con respecto a quien hace las leyes como a quien las aplica. Por ejemplo, el legislador intenta crear la ley con rigor, sin lagunas, y por otro lado, también crea la ley de modo que exista equidad en la misma. En cuanto al abogado, este puede posicionarse en un paradigma de legalidad estricta donde se confía en el rigorismo legal, así como también existe la posición de equidad que refiere a los principios y valores jurídicos.
Martín Lutero
Señalando la antigüedad de esta frase, en nuestro blog hemos visto que Martín Lutero la utiliza en su célebre obra ''¿Es posible ser soldado y cristiano?''. Esta confrontación y dualidad del cristiano en tener que ser soldado, obedecer a su señor, pero también cumplir con las convicciones divinas hace que exista un conflicto interno en él. A propósito de esto, Martín Lutero aprovecha de hablar de las leyes y su rigor.
Lutero no llama a rebelarse contra el señor feudal, a menos que se trate o esté involucrado en un fraude.
Luego, a propósito del señor feudal, con respecto al derecho de guerra, la guerra puede estallar entre personas de igual categoría, es decir, ninguno de los individuos es vasallo del otro o sujeto a él, aunque el uno no sea tan grande, importante y poderoso como el otro. Igual cuando el superior guerrea contra el inferior. Nadie debe guerrear ni luchar contra su superior, porque a la autoridad se le debe obediencia, honra y temor.
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