domingo, 28 de abril de 2024

Jenofonte - Económico

 

La "Oeconomicus" de Jenofonte es un tratado sobre la gestión de los asuntos del hogar, centrado en las enseñanzas de Sócrates sobre la administración de una granja y la vida doméstica. Esta obra, aunque a menudo pasada por alto en comparación con otras de sus obras más conocidas, como la "Anábasis" o la "Memorables", ofrece una visión fascinante de la filosofía práctica de Jenofonte y sus ideas sobre la administración económica y la virtud. En la "Oeconomicus", Jenofonte presenta a Sócrates discutiendo con Critobulo, un joven interesado en aprender cómo administrar sus propiedades de manera eficiente y virtuosa. A través de diálogos entre Sócrates y Critobulo, Jenofonte explora una variedad de temas, incluida la importancia de la moderación en el consumo, la necesidad de trabajar diligentemente en la administración de la propiedad y la relación entre la virtud personal y la prosperidad económica.


OECONOMICUS

Interlocutores

Los interlocutores de este diálogo son los siguientes:

  • Critóbulo, hijo de Critias
  • Iscómaco, de quien no sabemos 
  • Sócrates
Si bien Sócrates no aparece mencionado en el diálogo, se entiende que es él quien pregunta y responde a los interlocutores.

El buen administrador

En el texto, Jenofonte nos dice que escuchó a Sócrates hablar sobre la administración del hogar. 

Sócrates le pregunta a Critóbulo si la administración de la casa tenía el nombre de un saber como podría ser la medicina, la herrería o la carpintería. A lo que Critóbulo responde afirmativamente.

Luego, si así como podemos mencionar las actividades de todos esos saberes podríamos hacer lo mismo con la administración. Critobulo responde y nos deja la primera actividad de la administración:

''La actividad propia de un buen administrador es administrar bien su hacienda''

Inmediatamente, Sócrates pregunta si no es probable que alguien pueda administrar la hacienda de otro, tal como un carpintero podría realizar manualidades a otra persona. Critóbulo responde que sí. 

Sócrates saca como conclusión que una persona, aunque no tenga bienes que administrar, es posible que pueda administrar la hacienda de otro. Critóbulo dice que sí.

Acto seguido se preguntan si una hacienda es efectivamente una casa o las cosas que se ponen fuera de ella, a lo que Critóbulo responde que incluso aquello que no es propiamente del hogar es parte de la hacienda.

Luego, Sócrates le pregunta a Critóbulo si acaso algunas personas no tienen enemigos también a lo que éste responde afirmativamente. Sócrates le pregunta si los enemigos formarían parte de la hacienda de una persona, a lo que claramente Critóbulo señala que aquello es ridículo. 

Sócrates le dice a Critóbulo que en un principio decían que hacienda es todo lo que es propiedad de una persona, pero ahora están diciendo que los enemigos, que pueden pertenecer a una persona, no son parte de la hacienda. Critóbulo da a entender que es parte de la hacienda todo lo bueno que tenga una persona, todo lo que le de provecho, y lo perjudicial no sería riqueza. 

Ahora bien, Sócrates le pone el ejemplo de una persona que tiene un caballo, no sabe utilizarlo, pero lo utiliza y se hace daño ¿Acaso el animal que sería de su hacienda ya no sería suyo? Critóbulo se ve compelido a señalar que no. 

En consecuencia, un bien es bueno cuando incrementa la hacienda y se sabe utilizar. Por ejemplo, si una persona sabe tocar la flauta, este bien podría incrementar su riqueza en contraste a quien no sabe utilizarla y en verdad, cree que es tan inútil como una piedra. 

En ese momento, Critóbulo concuerda con Sócrates pero luego señala que esa flauta que no se sabe usar podría ser un bien si se vende. Por lo tanto:


  • Si el bien es útil y puede venderse, incrementa la hacienda
  • Si el bien es inútil, pero puede venderse, incrementa la hacienda
  • Si el bien es inútil y no puede venderse, no incrementa la hacienda

Sin embargo, Sócrates objeta que si el bien inútil se intercambia por otra cosa inútil, entonces la hacienda no se incrementa. De ahí que Ctitóbulo dice ni siquiera el dinero es un bien si no se sabe utilizar.

Sócrates le señala que no es bueno emplear el dinero si no se sabe utilizar y sacarle provecho. Pero ¿qué hay con los amigos? ¿son los amigos buenos si se saben utilizar? por supuesto que sí, pero esto haría pensar, de la misma forma, que los enemigos también serían útiles si se les sabe aprovechar. 

Esa es, entonces, la figura de un buen administrador, aquel que puede administrar bien su hacienda con todos los elementos que tenga. 

Los malos administradores

Critóbulo le dice a Sócrates que hay quienes siendo muy expertos en ciencias, no las aplican al ámbito que debieran. No las ponen en práctica, a pesar de no tener amos que los obliguen a otra cosa. Sin embargo, son dueños de su hacienda, pero no pueden incrementarla. Para Sócrates, estos son malos administradores. 

Hay otros de los que habla Critóbulo que incentivan a otros a la vida de los placeres y los alejan de las actividades útiles. Sin duda que también son malos. 

Pero Sócrates nos habla de otros que teniendo trabajo y desempeñándose fielmente a el, por torpezas y descuidos dilapidan sus bienes. En verdad, estos hombres tienen amos, pero estos son la gula, la pereza, la maldad, entre otros vicios. 

Administración y ciudado de la hacienda

Administración

Critobulo le pregunta a Sócrates si hay una forma de incrementar la hacienda o si bien cree él que ya son suficientemente ricos y que no necesitan incrementarla. 

Sócrates le dice que ya tiene suficientes bienes, pero que Critóbulo es muy pobre. Cristóbulo se ríe y le dice si es verdad que si ambos vendieran sus bienes, Sócrates tendría más que Cristóbulo. Sócrates le dice que vendiendo todos sus bienes no tendría más que 4 minas (500 dracmas) incluyendo la casa. En cambio, dice Sócrates, que Critóbulo tendría cien veces más que él. 

Eso desconcierta a Cristóbulo diciéndole a Sócrates que no tiene sentido que no tenga necesidad de más dinero si el mismo Cristóbulo tiene más. Pero Sócrates le señala que el dinero que tiene es el suficiente, no necesita más. De hecho, Sócrates le dice que Cristóbulo no se contentaría ni aunque tuviera 3 veces más de lo que ya tiene. Las razones para esto son las siguientes:

  1. Cristóbulo está obligado a celebrar frecuentes y abundantes sacrificios, pues en otro caso ni dioses ni hombres te aguantarían. 
  2. En segundo lugar, porque su rango le exige dar hospitalidad a muchos extranjeros y a tratarlos con magnificencia. 
  3. En tercer lugar, tiene que ofrecer banquetes y agradar a sus conciudadanos, o perder su adhesión. 
  4. Además, la ciudad le ha impuesto ya grandes contribuciones: el mantenimiento de un caballo, la coregía, la gimnasiarquía y la aceptación de presidencias; 
  5. En caso de declararse una guerra, le impondrán los gastos de una trierarquía y unos gravámenes tan grandes que no podrá soportarlos fácilmente. 
  6. Y en caso de que parezca que has quedado por debajo de lo que se esperaba de ti, me consta que los atenienses no te impondrán un castigo menor que si le hubieran cogido robándoles su dinero. 
  7. Además de esto, Sócrates advierte que cree ser rico y le despreocupa conseguir dinero y se interesa por actividades pueriles, como si pudiera permitirse ese lujo

Critóbulo reconoce lo dicho por Sócrates y le pide por favor que le enseñe algún método para ahorrar y así dejar de ser alguien digno de compasión. 

Sócrates le explica que la forma en que se puede administrar bien la hacienda es haciendo caso de la explicación anterior. Los bienes son útiles en cuanto los sepamos usar. ¿Qué impide que uno no pueda usar sus bienes y aumentar su hacienda? la misma razón por la que alguien que obtiene una flauta no sabe cómo emplearla para que sea útil. 

Critóbulo insiste a Sócrates que le de un consejo concreto sobre la buena administración y el filósofo le da el siguiente ejemplo:

Imagínate que vinieras a mi casa por lumbre y yo no la tuviera; si te llevara a otra casa donde pudieras cogerla, no tendrías nada que reprocharme; si me pidieses agua y yo no la tuviera, pero te llevara a otro sitio para ello, estoy seguro de que tampoco me lo echarías encara; y si quisieras aprender de mí la música y yo te indicara a otros mucho más diestros que yo en música, que además te estarían agradecidos si quisieras aprender de ellos, ¿qué motivos tendrías para quejarte de mi conducta? 

Critobulo dice acertadamente que ninguna. 

A partir de esto Sócrates le cuenta una observación que tuvo sobre quienes tienen mucho y en abundancia mientras que otros viven en la miseria. Quienes trabajaban a la buena de Dios, siempre salían perdiendo, pero aquellos que trabajaban tensionando su inteligencia trabajaban con mayor rapidez y facilidad. De esto últimos hombres aconseja Sócrates servirse. 

Estos hombres son los que, como se dijo anteriormente, administran correctamente sus bienes utilizando lo justo y necesario. Esto pues hay muchos hombres que tienen muchos bienes pero que no saben administrarlos bien; por lo tanto, la sustancia no está en la cantidad sino que en la cualidad de la administración. De hecho, aquellos que tienen mucho, sin darse cuenta, obtienen aquello que no les hace falta, que es inútil y en consecuencia que daña su hacienda. 

Cuidado 

Es en ese aspecto que Sócrates le dice que no solo la administración es algo bueno, sino que el cuidado de aquellos bienes que son considerados útiles y pueden prestar su utilidad eventualmente. Por ejemplo, hay quienes maltratan a sus caballos, mujeres o esclavos, por cierto que estos hombres no hacen buen cuidado de sus bienes. Estos tres casos pueden ser muy útiles a los hombres si se les cuidan bien. 

De acuerdo con Sócrates, los trabajos manuales van cada más en declive: no dejan tiempo libre, amaneran los cuerpos, no dejan ocuparse de la familia ni de la ciudad. Además, los trabajadores manuales no hacen más que estar sentados y no podrían defender la ciudad ante un peligro.

Sócrates le pregunta a Critóbulo si sería pertinente observar al rey persa para verificar si su administración es la correcta. Sin embargo, Sócates le señala que son tantas las actividades que debe realizar el rey, que a las única que se ocupa con más ahínco son la agricultura y la milicia. 

Otra de las cosas en las que el rey se ocupa era el cuidado de ciertos jardines llamados ''paraísos'', que en verdad eran hermosos, pero que costaba mucho mantenerlos. 

Sin embargo, si había un personaje que podía ocuparse tanto de la guerra como de la agricultura, ese era Ciro el Joven. Para Jenofonte, era una de las figuras más elevadas entre los gobernantes y que podía administrar su hacienda de forma eficaz. Es raro, en este caso, que Sócrates hable de Ciro sin haber vivido en la misma época. Sin duda esto es una anacronismo. 

Agricultura

Con todo, para Sòcrates, la agricultura es el elemento fundamental de la hacienda. No solo la hace crecer sino que también forma el cuerpo del hombre en su trabajo. Es en este punto que Sócrates nos habla sobre los motivos de porqué es buena la agricultura:

  1. En primer lugar, en efecto, la tierra produce para quienes la trabajan los productos con los que viven los hombres y les concede además cuanto les permite vivir regaladamente. 
  2. En segundo lugar, les facilita también cuanto engalana los altares, las estatuas y a ellos mismos, acompañado de agradabilísimos aromas y vistas. 
  3. En tercer lugar, produce o alimenta numerosos manjares, ya que la cría de ganado está ligada a la agricultura, de modo que los hombres tienen víctimas para hacerse propicios a los dioses y reses para su uso. 
  4. Y aunque la tierra concede sus bienes con la mayor abundancia, no permite que se recojan sin esfuerzo, sino que acostumbra a los hombres a soportar los fríos del invierno y los calores del verano. 
  5. A los labriegos les aumenta la fuerza física ejercitando el vigor de sus brazos, y a los que trabajan como vigilantes les endurece despertándoles al amanecer y obligándoles a hacer duras caminatas. Pues tanto en el campo como en la ciudad, los asuntos más importantes tienen siempre fijada su hora. 
  6.  Además, si se quiere defender la ciudad con la caballería, la agricultura es la más capacitada para ayudarnos a mantener el caballo, y si es con la infantería, ella infunde vigor a nuestro cuerpo. 
  7. También la tierra nos incita a expansionarnos con la caza, ya que al mismo tiempo da facilidades para mantener a los perros de caza y nutrir a los animales salvajes.
  8. El perro y el caballo sustentan la agricultura, corresponden favoreciendo a su vez a la finca: el caballo lleva por la mañana al capataz a su labor y le permite el regreso por la tarde; los perros ahuyentan a las alimañas para que no dañen las cosechas y los rebaños, haciendo seguros los parajes solitarios.
  9. También la tierra estimula a los labriegos a la defensa armada de su comarca, al mantener las cosechas en terreno abierto, al alcance del más fuerte.
  10. La agricultura también enseña a mandar a los hombres; contra el enemigo, en efecto, hay que ir con hombres, y también con hombres se lleva a cabo la labranza de la tierra.

Entre otros beneficios asociados a los ya nombrados. Para Sócrates, es ideal que el hombre sea un agricultor y sepa defenderse bien. Por lo tanto, se necesitarán personas dispuestas y comprometidas para ayudar al labriego en su labor, ya sean otros labradores o esclavos que puedan servir. 

Sócrates nos dice:

''La agricultura era la madre y la nodriza de las demás artes, pues si la agricultura florece, prosperan también las otras artes, pero cuando la tierra se ve obligada a mantenerse yerma, se marchitan casi sin excepción las restantes artes, tanto en la tierra como en el mar''


A este punto Critóbulo objeta a Sócrates que si bien la agricultura es buena y necesaria, también se debe tener en cuenta sus desventajas. El clima o una enfermedad podrían acabar con la cosecha.

Sócrates le contesta que por eso es necesario implorar a los dioses que cuiden los campos y los frutos contenidos en ellos, tal como los soldados también lo hacen en la guerra. 

Recapitulación de la administración

Ahora, Critóbulo le pide a Sócrates que recapitulen todo lo que llevan desarrollado hasta ahora de lo hablado con respecto a la administración. 

  1. La administración de la hacienda es el nombre de un saber, 
  2. Saber que consiste en que los hombres puedan acrecentar su hacienda
  3. Hacienda es la totalidad de las propiedades y que estas son provechosas para la vida de cada uno
  4. Lo provechoso para cada uno es aquello que se sabe emplear, es útil
  5. Todos los saberes son útiles menos las artes manuales
  6. Los oficios manuales deben desecharse y preferirse la agricultura


Teniendo todo esto en cuenta, Sócrates tiene la intención de hablarle a Critóbulo sobre un hombre tenido por aquellos ''hombres de bien'' que tanto se hablaba. 

El relato sobre Iscómaco

Sócrates vio a Iscómaco en el pórtico del Zeus liberador. Se acercó a Iscómaco y le preguntó

¿Por qué, Iscómaco, tú, que siempre sueles estar muy ocupado, estás ahora sentado? Pues la mayoría de las veces te veo haciendo algo en el ágora, o al menos no completamente ocioso

La razón de porqué Iscómaco se encontraba en ese lugar era porque esperaba a unos extranjeros que le dijeron que lo esperaran ahí. Es en ese momento que Sócrates aprovecha para preguntarle porque todos lo tienen como una persona de bien y que siempre pasa en su casa

Iscómaco le responde que no sabe la verdadera razón del porque la gente le dice eso a Sócrates, pero que sí sabe que siempre lo necesitan para el cambio de bienes (llamado en su tiempo Antídosis), trierarquía (un ciudadano alistaba un trirreme para el combate) y coregía (los ciudadanos acaudalados tenían que hacerse cargo de los costos de la contratación de coros). Solamente para esos trabajos específicos era llamado. Rectifica que no es él quien está en casa, sino que su mujer que se basta por sí sola para administrarla.

Iscómaco y su mujer

Sócrates le pregunta si él la educó así, o provenía de la educación de sus padres, a lo que Iscómaco le dijo que ya venía así desde que la conoció a los 12 años; sin embargo, fue solamente educada con respecto a la gula. Las demás cosas, la mujer había sido educada por el mismo Iscómaco. 

Iscómaco que la eligió a ella (y sus padres a él) para ser consorte y cuidar del hogar y de los hijos, le dice que ambos aportaran al hogar común sin distinguir quién puso más que otro, sino que se debe verificar quién es mejor compañero del otro. Sin embargo, la mujer de Iscómaco duda que pueda ayudar a Iscómaco en algo, pues su madre le enseñó a ser sumisa. 

Eso se debe establecer en el camino, pero antes de hacer cualquier cosa Iscómaco le cuenta las consideraciones primeras:

  1. Se unen en matrimonio para perpetuar la especie
  2. Los hijos proporcionarán un apoyo para la vejez
  3. Los seres humanos no viven al aire libre como los animales, necesitan techo

En cuanto al hombre y la mujer, Iscómaco cree firmemente que Dios ha dotado a las mujeres con la facilidad de administrar la parte interior de la hacienda, mientras que el hombre se encargaría de la parte exterior por las facultades dadas por Dios. Si ambos traspasaran sus faenas, Dios los castigaría por hacer el trabajo que no les corresponde. 

Iscómaco le dice que tendrás que estar dentro de casa, despachar afuera a los esclavos cuyo trabajo esté en el exterior, vigilar a los que tienen que trabajar dentro, recibir las mercancías que entren, repartir lo que haya que gastar y prever y cuidar que el presupuesto aprobado para un año no se gaste en un mes. Y cuando te traigan lana, tienes que preocuparte de que se hagan vestidos a los que los necesiten, también tienes que procurar que el grano seco se conserve para que se pueda comer bien.''

''que si se pone enfermo uno de  los esclavos, tienes que procurar por todos los medios que se cure”.

La mujer acepta de buena gana lo dicho por Iscómaco diciendo que será grata hacer la tarea si se lo agradecen. La bondad y las virtudes nacen de la práctica día a día de las virtudes.

Otro aspecto importante en la administración es el orden el cual dice Iscómaco, si no hay orden no hay estabilidad. Los ejércitos son temidos cuando están en orden, las comidas son mas deliciosas cuando son presentadas en orden, un grupo coral es armónico cuando está en orden; en fin, todo gana belleza si está puesto en orden. 

Sócrates le preguntó a Iscómaco si todo lo que le explicó funcionó a lo que éste dijo que sí. El modo que logró hacerlo fue el siguiente:

Lo primero que decidí fue enseñarle las 
posibilidades de la casa porque, desde luego, tiene 
pocos elementos decorativos, Sócrates, pero las 
habitaciones están construidas con el objeto de ser
los receptáculos lo más adecuados posible para lo 
que van a contener, hasta el punto que ellos mismos
invitan a poner lo que conviene en cada uno. 

En efecto, el dormitorio, por lo seguro de su situación 
acoge las colchas y enseres de más valor; los cuartos secos de la casa, el trigo; los frescos, el vino; los luminosos, los trabajos y vajillas que necesitan luz. 

A continuación le fui enseñando los cuartos de estar para la familia, muy decorados, que son frescos en verano y cálidos en invierno. Y le expliqué cómo toda la casa está orientada al mediodía, de manera que es evidente que está soleada en invierno y tiene buena sombra en verano. 

Le mostré también el alojamiento de las mujeres, separado por una puerta con cerrojo del de los hombres, para evitar que se saque algo de dentro que no convenga ni puedan procrear hijos los esclavos sin nuestro consentimiento.

Porque, en general, cuando tienen hijos, los buenos son bastantes leales hacía la familia, pero al procrear los malos, resultan más propensos a hacer daño. Una vez que revisamos esta parte, distribuimos ya por separado el menaje. 

Empezamos reuniendo lo que necesitábamos en los sacrificios; después separamos las galas festivas de las mujeres, las ropas de los hombres para las fiestas y la guerra, las colchas del aposento femenino, las del masculino, los calzados femeninos y los calzados masculinos. 

Había un grupo con las armas, otro con los útiles de tejer, otro con los de hacer pan, otro con los de cocinar, otro con los de aseo, otro con los de amasar, otro con los utensilios para la mesa. Y también pusimos por separado lo que se usa a diario y lo que se reserva para las galas. Igualmente pusimos aparte lo que se consume cada mes y lo que se calcula para el año; así pasa menos desapercibido cómo se gasta al final. Cuando ya tuvimos separados todos los enseres por grupos, llevamos cada uno al lugar conveniente

continuación los entregamos a los esclavos, y les ordenamos conservarlos en buen uso, los enseres que suelen emplear a diario, como, por ejemplo, los de hacer el pan, los de cocinar, los de hilar y otros parecidos, después de enseñar a sus usuarios dónde tenían que colocarlos.

 Al ama de llaves la nombramos después de haber examinado con 
detenimiento qué esclava nos parecía más moderada en la comida, en la bebida, en el sueño y en el trato con los hombres; que además nos pareció tener mejor memoria, ser más cuidadosa en evitar nuestro castigo por faltar a sus deberes y más celosa en darnos gusto, para sentirnos también nosotros obligados hacia ella

La enseñamos también a ser afectuosa con nosotros, compartiendo con ella nuestras alegrías cuando las teníamos e invitándola a participar de nuestras penas si las había. También la educamos para que se interesara en aumentar la hacienda, haciéndola colaboradora en las decisiones y partícipe en los éxitos. También le inculcamos la justicia, dando mayor estima a los justos que a los malvados y explicándole que los primeros viven con mayor riqueza y mayor libertad que los segundos. En ese puesto la colocamos.

Luego de enseñar todas estas cosas, Iscómaco le explica que lo fundamental es que exista el orden. Con todo, ella será la guardiana de la casa, tal como existen en las ciudades los guardianes de la ley. 

Belleza natural y honestidad

Otra de las cosas que Iscómaco le comenta a Sócrates es que un día su mujer estaba maquillándose la cara. Iscómaco, no estando de acuerdo con lo que estaba haciendo su esposa, le preguntó qué le parecería si él escondiera bienes dentro de la hacienda, haciéndole creer a ella que hay más o menos bienes. Ella respondió que eso serían absolutamente injusto. 

Acto seguido, su mujer le pregunta por algún consejo para ser hermosa y no parecerlo, a lo que Iscómaco le dio los siguientes consejos:

  1. Que no esté sentada como esclava sino que sea ayudante en el telar
  2. Vigilar a la panadera
  3. Presenciar los repartos del ama de llaves
  4. Comprobar, recorriendo la casa, si todo estaba donde tenía que esta
  5. Humedecer y amasar la harina, 
  6. Sacudir y plegar los vestidos y las mantas.

Las mujeres que permanecen sentadas son siempre engalanadas y engañosas.

Las actividades de Iscómaco

Actividades en general y particular

Sócrates le dice que con lo que se habló sobre su mujer ya era suficiente. Ahora se tenía que hablar de sus actividades. Sócrates le dice si es posible corregir a un hombre como él que es tenido como charlatán, referencia a la obra de Aristófanes llamada ''Las Nubes'' donde se ve a Sócrates de esta forma. 

Sócrates le pregunta a Iscómaco si es efectivo que siempre está preocupado de tener riquezas y conseguir más, a lo que Iscómaco dice que sí, pero que debe explicar esto un poco más. La razón de Iscómaco para tener más riquezas es la siguiente:

''porque me parece agradable honrar a los dioses con generosidad, ayudar a los amigos si lo necesitan y contribuir también a que la ciudad no carezca de galas por falta de dinero en lo que de mí dependa''

Sócrates, admirando lo dicho por Iscómaco, le pregunta en particular, es decir, qué hace él para sostenerse bien. Las preguntas fueron las siguientes:

  1. ¿Cómo cuidas tu salud?
  2. ¿Cómo te preocupas de tu fortaleza física?
  3. ¿Cómo consigues salir honrosamente de la guerra?

A esto, Iscómaco responde lo siguiente:

  1. El que tiene lo suficiente para comer conserva su salud
  2. Si aumenta el ejercito, aumenta el vigor físico
  3. Si tiene mejor vigor físico, puede salí airoso de la guerra

Aquello tenía mucho sentido, pero Sócrates quiere saber cómo es que Iscómaco puede tener tanto dinero como para incluso ayudar a sus amigos y engalanar la ciudad. 

Una de las cosas que Iscómaco considera a la hora de gestionar bien todas las cosas que realiza, es que cualquier trámite o pendiente sirve para caminar o para practicar con el caballo como si estuviera en la guerra, se cuida de comer en el almuerzo aquello que es necesario para realizar todas las actividades del día, ordena a los esclavos realizar las faenas de forma tal que no gasten materiales innecesariamente. 

En cuanto a los problemas legales, Iscómaco nos dice que se entrena en el aspecto de la retórica para que cuando sea acusado, pueda defenderse perfectamente. Esto lo hace practicando con los esclavos, reconciliando a los amigos o defender a alguien que sea víctima de una acusación injusta. 

Actividades para los que se tiene a cargo

Iscómaco le dice a Sócrates que lo otro que hace es tener capataces que le sirvan en su hogar con las distintas faenas. Lo importante en el cuidado de los capataces, es también enseñarles a ser diligentes y demostrarles que se confía en ellos para tales actividades.

Sin embargo, existen cierto tipo de personas a las que no se puede enseñar a ser diligentes:

  1. Alcohólicos: con el alcohol no podrán recordar sus obligaciones
  2. Adormilados: quienes se dejan dominar por el sueño
  3. Enamorados: quienes no pueden dejar de atender a su amor

Estos son los personajes que siendo capataces son incapaces de ejecutar las faenas correctamente. 

Sócrates le pregunta si los que tienen afán de lucro también estarían dentro de los incapaces, pero Iscómaco le dice que no, que ellos pueden ser perfectamente educados. La forma de hacerlo es mostrarles que la faena es, en efecto, una forma de lucro.

En cuanto al animo que se debe dar para las diligencias, Iscómaco les alaba y procura concederles honores, pero cuando ve que se descuidan trata de decirles y de hacerles cosas que les duelan.

Ahora bien, esto no es solo con respecto a los que se tiene a cargo, ya que el dueño también debe ser una persona diligente y eficaz con las tareas. Es imposible que existan esclavos diligentes de amos poco diligentes, pero sí amos diligentes con esclavos poco diligentes. Por eso, la manera de volverlos buenos es que este amo tenga la capacidad de educarlos a realizar sus faenas correctamente. Iscómaco cree firmemente en la teoría del ojo del amo el que consigue mejores resultados. Este principio se ve reflejado en el dicho:

''El ojo del amo engorda el caballo''

Lo que significa que el dueño del negocio debe estar muy pendiente de cómo se desarrolla el mismo. 

Otra cosa que es muy importante con respecto a los capataces, es que es necesario enseñarles a mandar. Tal y como el amo alaba o castiga de forma correspondiente a sus subordinados directos, lo mismo deben hacer aquellos capataces con sus subordinados. Por otro lado, también hay que guiarlos en el mando de esos subordinados, haciéndoles ver que está bien premiar y castigar a quienes han hecho bien y mal a la faena. 

También se les debe enseñar a ser justos y no lucrar de forma ilegal. Iscómaco nos enseña lo imprescindible que es enseñar a los subordinados a ser honrados. Es más, Iscómaco le dice a Sócrates que aquellos capataces que promueven la justicia en sus subordinados, son tratados como verdaderos hombres libres. 

La naturaleza de la agricultura

Volviendo a uno de los temas principales, Iscómaco le relata a Sócrates lo que se debe hacer para aumentar la riqueza de la hacienda. Esto se hace por medio de la agricultura, ser un buen labrador. 

Lo primero es empezar la labor en primavera, ya que en esa estación la tierra se remueve con mayor facilidad, mientras que en verano debe hacerse las ocasiones en que pueda hacerse el barbecho, esto es, alzar la tierra. Esto, para que las malas hierbas y la tierra se cuezan con el sol. 

Un punto de discrepancia es el sembradío ¿es mejor la siembra temprana, la intermedia o la tardía? todos los agricultores antiguos estarían de acuerdo con la siembre temprana, pero Iscómaco nos dice que todo dependerá no solo de la técnica sino que también de la divinidad. 

Por otro lado, es importante saber en qué tierra se va a cultivar, si en la mas fuerte o en la más débil, lo que hace seguir lógicamente que se debe sembrar en la más fuerte, pero en caso de que solo exista tierra débil se debe echar menos simiente.

Sócrates e Iscómaco discuten sobre la cosecha y las técnicas agrícolas. Sócrates demuestra su conocimiento sobre la siega, trilla y aventado del trigo, sorprendiéndose de lo que sabe sin haberlo aprendido formalmente. Iscómaco destaca la nobleza y facilidad del arte de la agricultura. Sócrates reconoce su comprensión previa pero no consciente de estos conocimientos. Se puede notar aquí, la filosofía platónica del conocimiento, en tanto que este se encuentra dentro de nosotros y que de alguna forma lo despertamos.

Posteriormente, discuten sobre la plantación de árboles frutales y las técnicas agrícolas asociadas. Sócrates muestra su conocimiento sobre la profundidad y anchura adecuadas para cavar los hoyos de plantación, así como la importancia de preparar el suelo adecuadamente. También discuten sobre la posición y el cuidado de los plantones, demostrando un entendimiento compartido en estas prácticas. La conversación abarca la plantación de diferentes tipos de árboles frutales, como la vid, la higuera y el olivo, destacando similitudes en las técnicas empleadas.

Sócrates reflexiona sobre cómo Iscómaco lo llevó gradualmente a reconocer sus propios conocimientos en agricultura. A pesar de haber afirmado inicialmente que no sabía nada sobre plantación, Sócrates se da cuenta de que en realidad está familiarizado con los detalles que Iscómaco le pregunta. Sócrates comprende que las preguntas de Iscómaco sirvieron como un método de enseñanza, guiándolo hacia la revelación de sus propios conocimientos y mostrándole que sus ideas coinciden con las de un experto en agricultura como Iscómaco. Esta revelación lleva a Sócrates a comprender que, a través del diálogo y la reflexión, puede descubrir y reconocer sus propios conocimientos de manera más consciente.

La agricultura es un arte que se puede aprender simplemente escuchando y observando. La propia naturaleza de la agricultura proporciona lecciones sobre cómo practicarla de manera efectiva. Se mencionan ejemplos concretos, como el comportamiento de las vides, que trepan por los árboles y muestran la necesidad de usar rodrigones para apoyarlas, o cómo las vides protegen sus racimos tiernos extendiendo sus pámpanos. También se menciona cómo la vid indica el momento adecuado para la cosecha al perder sus hojas y mostrar sus racimos maduros. Estos ejemplos ilustran cómo la observación atenta de la naturaleza puede ser una guía invaluable para el agricultor, enseñándole las mejores prácticas agrícolas.

Sin embargo, aunque pareciera ser un arte intuitivo Sócrates se pregunta ¿por qué existen hombres que no entienden sobre agricultura?


La reflexión de Iscómaco con respecto a la agricultura es la siguiente:

''Porque no es el saber o la ignorancia de los agricultores lo que hace que unos prosperen y otros sean pobres... ...sino por su interés''

Por ejemplo: todos dicen que el estiércol es lo mejor para el cultivo de la tierra y ven que se forma de una manera natural; sin embargo, a pesar de saber perfectamente cómo se produce y siendo fácil conseguirlo en cantidad, unos se cuidan de reunirlo y otros se desentienden del todo.

Para Iscómaco, la agricultura es tan fundamental que incluso puede distinguir buenos y malos, pues tratando bien la tierra se tienen recompensas; a contrario sensu, no se obtiene nada. La agricultura es una actividad lucrativa en que el labrador debe tener interés y esforzarse por cultivar. 

''Si un hombre no conoce ningún oficio lucrativo ni está dispuesto a ser labrador, es evidente que o se propone vivir del robo, la rapiña o la mendicidad, o está completamente loco''

Iscómaco expone su perspectiva sobre la importancia del trabajo diligente y la habilidad de liderazgo en la agricultura y otras actividades. Compara el impacto del trabajo constante con el trabajo indolente, utilizando la analogía de dos corredores en una carrera. Destaca que la diferencia en eficacia entre aquellos que trabajan diligentemente y aquellos que encuentran excusas para no hacerlo es tan significativa como entre trabajar bien y no trabajar en absoluto.

Iscómaco también comparte la enseñanza de su padre sobre la adquisición de tierras sin cultivar para mejorarlas, en lugar de comprar tierras ya preparadas. Esta estrategia, según su padre, no solo genera mayores satisfacciones, sino que también puede aumentar el valor de la propiedad.

Además, Iscómaco discute la importancia del liderazgo efectivo tanto en la agricultura como en otras áreas de la vida. Destaca cómo los buenos líderes pueden motivar a sus subordinados para que trabajen con entusiasmo y orgullo, mientras que los malos líderes pueden generar descontento y desobediencia. Asimismo, Iscómaco enfatiza que la habilidad de liderazgo no es fácil de adquirir y requiere educación, disposición natural y, sobre todo, ser un genio.

Conclusión


Son muchos los aspectos a abarcar en esta obra. Por lo pronto, podemos decir que un buen administrador es aquel que sabe gestionar adecuadamente sus recursos, reconociendo que la verdadera riqueza no radica solo en la cantidad de bienes que posee, sino en su capacidad para utilizarlos de manera efectiva y beneficiosa. Esto implica no solo el manejo de los aspectos materiales de la hacienda, sino también la habilidad para gestionar relaciones sociales, compromisos y responsabilidades. Sócrates descubre que el conocimiento de la agricultura es intuitivo y que el ánimo de lucro es fundamental. 

martes, 23 de abril de 2024

Jenofonte - Vida y obra (430 a. C - 354 o 355 a. C)

 


Líder militar, alumno de Sócrates, historiador y filósofo de la antigua Grecia, Jenofonte es uno de los más grandes cronistas de la historia griega, pero también un incansable pensador que se dedico a observar a los intelectuales de su tiempo, sobre todo a su maestro Sócrates. Fue un hombre de lo más versátil como lo pudiéramos pensar tanto de un militar como de un pensador importante entre los sabios. 


JENOFONTE

Antecedentes

Jenofonte nace en el año 430 a. C., y su padre, llamado Grilo, provenía de una rica familia ecuestre. Su vida antes del año 401 a. C. es muy escasa, pero se especula que pudo haber conocido el regreso de Alcibíades en el año 407 a. C., el juicio de los generales en el año 406 a. C. y el derrocamiento de los Treinta Tiranos en el año 403 a. C.

Discípulo de Sócrates

En su época de estudiante, alrededor del año 404 a. C., Sócrates se volvió su maestro. La historia de cómo Jenofonte se convirtió en su discípulo nos la describe Diógenes Laercio. Fue un día que ambos se encontraban en una callejuela frente a frente y al avanzar, Sócrates le impidió el paso con su bastón. Le preguntó a Jenofonte donde se encontraba aquel lugar en que vendían toda clase de cosas necesarias. Cuando Jenofonte respondió, Sócrates le hizo otra pregunta: ¿Dónde se vuelven buenos y virtuosos los hombres? Jenofonte al no poder responder, Sócrates le responde y le dice: ''Sígueme, pues y aprende''. 

En el mismo año, los Treinta Tiranos toman el poder en Grecia con el apoyo de Esparta a la cual Jenofonte adhería sin ningún problema. Sin embargo, el régimen duraría menos de un año y es probable que Jenofonte quisiera dejar Atenas. 

En el año 401 a. C., Ciro el Joven, príncipe persa de la dinastía aqueménida, prepara una guerra en secreto contra su hermano mayor Artajerjes, a causa de la sucesión del trono. 

Pero sucede un acontecimiento propicio y conveniente para Jenofonte, la invitación por Proxenio de Boecia, uno de los generales del ejército de Ciro, Jenofonte navegó a Éfeso para encontrarse con Ciro el Joven para enfrentarse contra el hermano de éste, Arsicas, quien se cambiaría el nombre a Artajerjes II, quien había ocupado el trono como sucesor de Darío II, su padre. Sin embargo, Parisátide, madre de Ciro, y Lisandro, general espartano, estaban a favor de que Ciro fuera el rey, pero Arsicas fue quien finalmente prevaleció. En consecuencia, Ciro sería sátrapa de Livia y Frigia. Ciro quiso conspirar contra su hermano pero fue denunciado por el sátrapa Tisafernes y posteriormente encarcelado. No obstante, Parisátide intercedería por él para liberarlo, y posteriormente lo volverían a establecer como sátrapa, esta vez solo de Livia. Este relato lo podemos encontrar en su obra Anábasis que analizaremos en breve. 

Cuando Jenofonte era apenas un estudiante, éste le preguntó a Sócrates si sería bueno alistarse para unirse al ejército de Ciro el Joven, a lo que Sócrates le aconsejó consultarlo al Oráculo de Delfos. Sin embargo, Jenofonte no le hizo la misma pregunta que le hizo a Sócrates sino que una distinta: ''a qué dioses orar y hacer sacrificios para volver a salvo y con buena fortuna''. El oráculo le dijo a qué dioses adorar y Jenofonte se retiró. Sócrates le reprochó que aquella era una pregunta sin ninguna importancia. 

Es por testimonios de Jenofonte que sabemos más de la vida de Sócrates, pues el mismo Jenofonte transcribió hechos de la vida del filósofo por medio de la taquigrafía. 

Familia

La esposa de Jenofonte se llamaba Filesia y sus hijos fueron Grilo y Diodoro. Jenofonte fue un historiador, filósofo y soldado griego, conocido principalmente por sus obras "Anábasis", que relata las hazañas de los Diez Mil griegos en su expedición hacia el interior del Imperio Persa, y "Los Memorables", una serie de diálogos que recogen las enseñanzas de Sócrates. Vivían en una finca de Escilunde, en la Elida, al noroeste del Peloponeso y cerca de Olimpia, donde permanecería unos veinte años.



Carrera militar
Batalla de Cuxana

Así, en el año 401 a. C., Jenofonte se une a la campaña llamada Expedición de los Mil que consistía en un conjunto de mercenarios ordenados por Ciro el Joven, para destronar a su hermano Artajerjes.  

Esta expedición se realizó entre los años 401 y 399 a. C., donde el grupo de mercenarios dirigidos por Jenofonte cruzaron Anatolia. La primera dificultad que tuvieron que enfrentar fue la Batalla de Cunaxa.

Sin embargo, antes de iniciar la batalla, las pretensiones de Ciro era quitarle a Artajerjes todas las ciudades griegas de Jonia a Tisafernes. Su hermano estaría advertido de esta conspiración.

Antes de dirigirse a la batalla, es aquí donde se da uno de los episodios más significativos de la Expedición, Jenofonte había pronunciado un gran discurso alentando a las tropas, momento en el cual un soldado estornuda. Esto lo vieron como una señal de que los dioses estaban a su favor. 

La Expedición de los Diez Mil llegó hasta Sardes, atravesando posteriormente Cilicia y Siria. En el puerto de Issos el ejército de Ciro sería de unos 10.400 hoplitas y 2.500 peltastas; sumado a 700 hoplitas espartanos y 400 griegos que desertaron del ejército persa. No obstante, estos fueron los aportes posteriores al contingente inicial del ejército de Ciro. 

Una vez cruzando Mesopotamia, los dos ejércitos se encontraron en Cuxana en ese mismo año. Las tropas de Artajerjes eran muy superiores en número a las de Ciro, y el mismo Jenofonte nos diría que fue una masacre. 

En primer lugar, Ciro confió el flanco derecho a Clearco quien tenían a su derecha el río Éufrates. 

Clearco desplegó a sus tropas griegas en formación de falange, un estilo de combate en el que los soldados formaban una línea compacta con escudos superpuestos y lanzas largas. Este despliegue buscaba resistir el avance persa y mantener la cohesión de la línea de batalla. En el transcurso de la batalla, el flanco derecho persa logró un éxito inicial al derrotar a la caballería griega, lo que creó un vacío en la línea de batalla griega. Sin embargo, en un momento crucial, Tisafernes cometió un error táctico al desviar sus tropas hacia el centro del campo de batalla para apoyar a Artajerjes II contra Ciro el Joven. Esta maniobra dejó expuesto el flanco derecho persa a un contraataque por parte de los mercenarios griegos. Al darse cuenta de esta vulnerabilidad, Clearco y sus hombres aprovecharon la oportunidad y lanzaron un feroz ataque contra el flanco derecho persa, logrando romper sus líneas y causar confusión en las filas enemigas.

En el flanco izquierdo del ejército persa, el comandante era un noble persa llamado Abrocomas. Este flanco estaba compuesto principalmente por tropas de caballería persa y asiática. Enfrentaron a las fuerzas de los mercenarios griegos bajo el mando de Menón, otro de los generales griegos al servicio de Ciro el Joven. La caballería persa echaron abajo con éxito las primeras líneas de la infantería griega, pero encontraron dificultades para enfrentar la resistencia de la falange griega. A medida que la batalla se intensificaba en el centro, el flanco izquierdo persa se vio envuelto en un enfrentamiento prolongado con las tropas griegas. Menón y sus hombres lucharon valientemente contra la caballería persa, pero al igual que en el flanco derecho, la retirada de Tisafernes para apoyar al centro dejó al flanco izquierdo persa vulnerable a un contraataque griego. Aprovechando esta oportunidad, los mercenarios griegos lanzaron un asalto coordinado contra el flanco izquierdo persa, lo que resultó en la ruptura de las líneas.

Después de varias horas de feroz combate en el campo de batalla, la situación se volvió cada vez más desesperada para los mercenarios griegos y sus aliados que luchaban por Ciro el Joven. A pesar de la valiente resistencia y los esfuerzos coordinados de los generales griegos, la muerte de Ciro el Joven durante un intento imprudente de enfrentarse personalmente a su hermano Artajerjes II fue un golpe devastador para las fuerzas rebeldes.

La noticia de la muerte de Ciro se extendió rápidamente entre sus tropas, sembrando el caos y la desmoralización en sus filas. Aunque los mercenarios griegos continuaron luchando con tenacidad, la ausencia de un liderazgo unificado y la falta de un objetivo claro debilitaron su capacidad para resistir eficazmente a las fuerzas persas.

Con la muerte de Ciro y la desorganización resultante entre las fuerzas rebeldes, Artajerjes II aprovechó la oportunidad para lanzar un contraataque decisivo. Movilizando a sus tropas persas, logró rodear y aislar a los mercenarios griegos, cortando cualquier esperanza de escape o victoria para ellos.

En medio del caos y la confusión, los mercenarios griegos se vieron obligados a emprender una retirada desesperada y arriesgada. Sin un liderazgo claro y enfrentando la abrumadora superioridad numérica de las fuerzas persas, su situación era desesperada.

Esta retirada, conocida como la "Marcha de los Diez Mil", se convirtió en una épica odisea de supervivencia y resistencia a medida que los mercenarios griegos luchaban por atravesar el territorio enemigo y regresar a salvo a casa. La marcha estuvo plagada de dificultades, incluidos enfrentamientos con tribus hostiles, escasez de alimentos y suministros, y desafíos geográficos difíciles.

Aunque la Batalla de Cunaxa marcó una victoria decisiva para Artajerjes II y aseguró su control sobre el trono persa, el legado más duradero de este conflicto fue la historia épica de la Marcha de los Diez Mil, inmortalizada en la obra de Jenofonte "Anábasis". Esta hazaña de supervivencia y tenacidad sigue siendo recordada como una de las grandes gestas militares de la antigüedad. persas y en la dispersión de sus fuerzas.

La Marcha de la Expedición de los Diez Mil

Después de la derrota de Ciro el Joven en la Batalla de Cunaxa en el 401 a.C., los mercenarios griegos y sus aliados se encontraron en una situación desesperada. Con la muerte de su patrocinador y líder, se enfrentaron a la perspectiva de una retirada a través del vasto y hostil territorio del Imperio Persa para regresar a Grecia.

La marcha comenzó con incertidumbre y confusión. Los Diez Mil, aunque formaban un ejército considerable, estaban profundamente atrapados en territorio enemigo y rodeados por fuerzas persas hostiles. Sin embargo, bajo el liderazgo de figuras destacadas como Jenofonte, Clearco y Menón, así como una habilidosa organización y disciplina, los mercenarios griegos lograron mantener la cohesión y el ánimo mientras avanzaban hacia el norte, con el objetivo de alcanzar el Mar Negro, donde esperaban encontrar aliados griegos.

A lo largo de la marcha, los Diez Mil enfrentaron una serie de desafíos formidables, desde emboscadas y ataques sorpresa de las fuerzas persas hasta dificultades logísticas como la escasez de alimentos y suministros. Además, tuvieron que navegar a través de terrenos montañosos, ríos y regiones habitadas por tribus hostiles, lo que complicó aún más su trayecto.

Uno de los momentos más icónicos de la marcha fue cuando los mercenarios griegos llegaron a las "Montañas de los Carduchianos", una región escarpada y peligrosa habitada por tribus guerreras. Aquí, los Diez Mil enfrentaron una de sus mayores pruebas, luchando valientemente para abrirse paso a través del territorio hostil y resistiendo los ataques implacables de los guerreros locales.

A pesar de los numerosos obstáculos y peligros que enfrentaron, los Diez Mil demostraron una notable determinación, resistencia y camaradería a lo largo de su odisea. Finalmente, después de meses de viaje, lograron alcanzar la costa del Mar Negro, donde encontraron la seguridad y la ayuda de las ciudades griegas costeras. Jenofonte, según se relata en su obra, irrumpió con alegría y emoción al grito de "Thalassa! Thalassa!" que significa "¡Mar! ¡Mar!" en griego. Este grito simbolizó el éxtasis y el alivio de los mercenarios griegos al ver el mar, un símbolo de seguridad y esperanza después de tantos desafíos y peligros en su largo viaje a través del territorio persa.

Batalla de Coronea

Jenofonte participó en la Batalla de Coronea en el año 394 a.C. Esta batalla fue un enfrentamiento crucial entre las fuerzas de Esparta y Tebas, donde la victoria de Esparta consolidó su hegemonía en Grecia durante un tiempo.

En la Batalla de Coronea, Jenofonte luchó como soldado en el ejército espartano, que estaba liderado por el rey Agesilao II. Jenofonte, habiendo adquirido experiencia militar durante la expedición de los Diez Mil y otros conflictos, probablemente desempeñó un papel activo en la batalla, aunque no se conocen detalles específicos sobre sus acciones durante el combate.

La batalla fue intensa y sangrienta, con ambos lados luchando ferozmente por la supremacía en el campo de batalla. Aunque las fuerzas tebanas, lideradas por el general Epaminondas, lograron infligir algunas bajas significativas a los espartanos, finalmente fueron derrotadas por el ejército de Esparta.

La victoria de Esparta en la Batalla de Coronea reafirmó su dominio militar en Grecia y tuvo importantes repercusiones políticas en la región. Sin embargo, la hegemonía espartana fue efímera, ya que pronto surgieron nuevos desafíos y conflictos en la esfera política griega, incluyendo la creciente influencia de Tebas y el ascenso de Macedonia bajo Filipo II.

Batalla de Leuctra

En el año 371 a.C., Jenofonte probablemente estaba viviendo en Grecia y participando en los asuntos políticos y militares de la época. Sin embargo, no hay registros detallados sobre sus actividades específicas durante ese año.

En términos generales, este período fue testigo de importantes desarrollos en la historia de Grecia. En el ámbito político, se produjeron cambios significativos, como el surgimiento de la hegemonía tebana bajo el liderazgo de Epaminondas después de la Batalla de Leuctra en el año 371 a.C. Esta batalla marcó un punto de inflexión en la hegemonía espartana y cambió el equilibrio de poder en Grecia.

Ahora bien, después de la Batalla de Leuctra, la propiedad de Jenofonte fue confiscada y según Diógenes Laercio, Jenofonte se dirigió a Corinto. 


Muerte de Jenofonte


La información sobre su fallecimiento es escasa y su destino final es objeto de debate entre los historiadores.

Algunas fuentes indican que Jenofonte vivió hasta una edad avanzada y murió en Corinto, como lo relata Diógenes Laercio y Pausanias lo sitúa en Escilunte. Otra de sus interrogantes es la fecha exacta de su muerte, pues se debate si fue en el año 354 o 355. 


Pensamiento

Política

El pensamiento político de Jenofonte, como se refleja en la "Ciropedia" (también conocida como "Educación de Ciro"), se centra en la presentación de un modelo ideal de gobierno y liderazgo, personificado en el personaje de Ciro el Grande, el legendario rey persa.

En la "Ciropedia", Jenofonte retrata a Ciro como un gobernante ejemplar que ejerce el poder con sabiduría, justicia y benevolencia. Jenofonte destaca las cualidades de liderazgo de Ciro, su habilidad para inspirar lealtad entre sus súbditos, así como su capacidad para establecer un gobierno que promueve la estabilidad y el bienestar del imperio.

Uno de los aspectos centrales del pensamiento político de Jenofonte en la "Ciropedia" es su defensa de un modelo de monarquía benevolente y paternalista. Jenofonte argumenta que un líder virtuoso y sabio, como Ciro, es capaz de gobernar de manera efectiva y beneficiosa para sus súbditos, en contraposición a la tiranía y la opresión.

Además, Jenofonte enfatiza la importancia de la educación y la virtud en el ejercicio del poder político. Según él, un líder debe ser instruido en los principios de la justicia, la moderación y la sabiduría para poder gobernar con éxito y obtener el respeto y la lealtad de sus gobernados.

En cuanto a la figura de Ciro, Jenofonte, en su "Ciropedia", retrata a Ciro el Grande como un líder ejemplar, destacando sus cualidades de virtud, justicia y benevolencia, e incluso le añade caracteres apoteósicos. Presenta a Ciro como un modelo de liderazgo, enfatizando su capacidad para inspirar lealtad entre sus súbditos y establecer un gobierno estable y próspero en el Imperio Persa. Por otro lado, Heródoto, en sus "Historias", ofrece una visión más neutral y realista de Ciro, mostrando tanto sus logros como sus defectos. Aunque también reconoce las habilidades militares y de liderazgo de Ciro, Heródoto presenta un enfoque más objetivo y crítico al relatar sus acciones y decisiones políticas.

Con respecto a la democracia, a través de sus obras y sus acciones, Jenofonte expresó preocupaciones sobre la estabilidad política, la justicia y la eficacia del gobierno democrático.

En su obra "La República de los Lacedemonios", Jenofonte elogia el sistema político de Esparta, una oligarquía militar, como un modelo de gobierno más estable y eficiente que la democracia ateniense. Presenta la educación espartana y la disciplina militar como elementos clave para mantener el orden y la cohesión social, en contraposición a lo que veía como los excesos y la inestabilidad de la democracia ateniense.

Además, Jenofonte participó en la expedición de los Treinta Tiranos, un gobierno oligárquico impuesto en Atenas en el 404 a.C. tras la derrota de Atenas en la Guerra del Peloponeso. Aunque esto podría interpretarse como un acto en contra de la democracia, Jenofonte estaba motivado por su oposición a la política de Atenas y su deseo de restaurar el orden y la estabilidad en la ciudad.

Finalmente, se dice que Jenofonte fue uno de los que utilizó el término ''anarquía'' al año 404 a. C., y el término plutocracia. 

Educación

Jenofonte tenía una opinión muy favorable sobre la educación espartana y la sociedad espartana en general. En su obra "La República de los Lacedemonios" (también conocida como "La Política de Esparta"), Jenofonte elogia el sistema educativo espartano y presenta a Esparta como un modelo de ciudad estado bien gobernada y disciplinada.

En resumen, a este tipo de educación se le llamó ''agogé''.

La "agogé" era el sistema de educación y entrenamiento militar que se practicaba en la antigua Esparta. Este término se refiere específicamente al proceso de formación de los jóvenes espartanos desde la infancia hasta la edad adulta, enfocado en desarrollar habilidades físicas, disciplina, obediencia y valentía en el campo de batalla.

La agogé comenzaba desde una edad temprana, cuando los niños espartanos eran separados de sus familias y enviados a vivir en barracas militares llamadas "agelai". Allí, bajo la supervisión de instructores y supervisores, los jóvenes recibían una educación rigurosa que incluía ejercicios físicos intensos, entrenamiento militar, así como enseñanzas sobre el honor, la lealtad y la disciplina.

El propósito principal de la agogé era preparar a los jóvenes espartanos para el servicio militar y fomentar la cohesión y la camaradería entre los ciudadanos espartanos. Se esperaba que los hombres espartanos demostraran valor en la batalla y que estuvieran dispuestos a sacrificar sus vidas por el bienestar de su polis (ciudad estado).

Para Jenofonte, quienes no pasaban por la agogé eran ciudadanos de una categoría inferior. 

Sócrates

Tanto Jenofonte como Platón fueron discípulos de Sócrates y escribieron sobre él en sus obras, aunque ofrecen perspectivas ligeramente diferentes sobre su maestro.

Jenofonte, en obras como "Memorables" y "Apología de Sócrates", presenta a Sócrates como un hombre sabio, virtuoso y piadoso. Jenofonte enfatiza las enseñanzas prácticas de Sócrates sobre la virtud, la justicia y la moderación, así como su estilo de vida austero y su devoción a los dioses. Su retrato de Sócrates es más favorable y pragmático, centrándose en las lecciones prácticas que se pueden extraer de sus conversaciones y acciones.

Por otro lado, Platón, en obras como "Apología de Sócrates", "Diálogos tempranos" y "Diálogos medios y tardíos", presenta a Sócrates como un filósofo profundamente comprometido con la búsqueda de la verdad y la sabiduría. Platón destaca el método socrático de investigación y diálogo, así como la importancia de cuestionar las creencias establecidas y examinar la naturaleza de la virtud y la justicia. Su retrato de Sócrates es más idealizado y filosófico, explorando conceptos abstractos y metafísicos a través de las conversaciones socráticas.

Pseudo-Jenofonte

El "Pseudo-Jenofonte" se refiere a un conjunto de obras que se atribuyen erróneamente a Jenofonte, pero que fueron escritas por otros autores. Estas obras fueron producidas en épocas posteriores y, aunque a menudo imitan el estilo y el contenido de Jenofonte, no son obras auténticas del mismo.

Uno de los trabajos más conocidos atribuidos al Pseudo-Jenofonte es la "Economía", un tratado sobre la administración de los bienes domésticos. Esta obra proporciona consejos sobre diversos aspectos de la administración del hogar, como la gestión de la propiedad, la agricultura, la ganadería y el matrimonio. Aunque la "Economía" se asemeja en estilo y tema a las obras de Jenofonte, su autoría real es desconocida.

Otra obra atribuida al Pseudo-Jenofonte es "La Constitución de los atenienses", que describe la organización política de Atenas durante el siglo IV a.C. Esta obra proporciona detalles sobre la estructura del gobierno ateniense, los deberes de los funcionarios públicos y las instituciones democráticas. Al igual que la "Economía", la "Constitución de los atenienses" imita el estilo y la temática de las obras de Jenofonte, pero su autoría es incierta.


Obras


Las obras de Jenofonte son múltiples y muy ricas en contenido. Iremos direccionando las obras en este apartado


  • Económico: un diálogo que nos habla de la importancia de la administración de la hacienda y la actividad de la agricultura

Estas son las obras que hemos podido indagar hasta el momento. En lo sucesivo publicaremos más.


Conclusión


La vida de Jenofonte fue notablemente multifacética y llena de acontecimientos significativos en la historia de la antigua Grecia. Como soldado, participó en la expedición de los Diez Mil, una aventura épica que dejó una marca indeleble en la literatura y la historia militar. Como escritor, produjo una variedad de obras que abarcan desde la historia y la filosofía hasta la política y la ética, dejando un legado duradero en la literatura clásica. Su perspectiva sobre temas como la educación espartana, la política y la vida cotidiana en la antigua Grecia sigue siendo objeto de estudio y debate en la actualidad. Aunque algunos aspectos de su vida, como su muerte, permanecen envueltos en el misterio, su influencia perdura a través de sus obras y su impacto en la cultura y el pensamiento occidental. En resumen, Jenofonte fue una figura polifacética cuya vida y obras continúan siendo objeto de admiración y estudio hasta nuestros días.