martes, 29 de octubre de 2024

Geocentrismo

 

El geocentrismo, la antigua teoría que sostiene que la Tierra es el centro inmóvil del universo y que todos los cuerpos celestes giran a su alrededor, fue durante siglos una de las ideas fundamentales en la astronomía y en la comprensión del lugar del ser humano en el cosmos. Desde las primeras civilizaciones hasta la Europa medieval, el modelo geocéntrico configuró no solo la visión científica, sino también las concepciones filosóficas y religiosas de la humanidad. Este sistema, respaldado y perfeccionado por pensadores como Aristóteles y Ptolomeo, no solo definió cómo observaban y entendían el cielo las sociedades antiguas, sino también su posición respecto a la divinidad y el orden natural. En esta entrada, exploraremos cómo se desarrolló el geocentrismo, sus principales fundamentos.


GEOCENTRISMO

Etimología

La palabra geocentrismo proviene del griego, formada por la unión de geo- (γη), que significa "tierra", y kentron (κέντρον), que significa "centro". Así, geocentrismo literalmente significa "la Tierra en el centro".

Aunque los griegos no usaron el término "geocentrismo" tal cual, sí construyeron un sistema de pensamiento y observación centrado en este concepto, conocido como el modelo ptolemaico, que predominó en Europa durante la Edad Media y hasta el Renacimiento.

Cuando la teoría heliocéntrica de Copérnico comenzó a ganar aceptación y el modelo de la Tierra en el centro (el "sistema ptolemaico") necesitaba ser contrastado de manera explícita. En este contexto, académicos y científicos europeos utilizaron términos como geocentrismo y heliocentrismo para diferenciar claramente entre los dos modelos.

Es probable que el término haya emergido en textos científicos y filosóficos en los siglos XVII o XVIII, a medida que el heliocentrismo se consolidaba, pero no fue popularizado por un autor específico, sino más bien por el contexto académico que contrastaba ambos sistemas en sus escritos.

Para comenzar este estudio deberemos adentrarnos en la antigüedad.


Antigüedad

Hinduísmo

En la cosmogonía hindú podemos encontrar un interesante mito sobre la idea de la Tierra como centro del universo. Según su creencia, el mundo descansa sobre cuatro grandes elefantes, que a su vez están sobre una tortuga gigante llamada "Kurma". Esta tortuga flota en un vasto océano, representando la estabilidad y la base sobre la cual se sostiene la Tierra. 

Los animales tienen significados en el mito: 

  • Tortuga: estabilidad y equilibrio
  • Elefantes: en el caso de los elefantes hay que distinguir qué significan los cuatro:
    • Airavata (elefante del este): Es montura (vahana) del dios Indra, quien es el dios del cielo y de la lluvia. Como guardián del este, Airavata representa la aurora, la luz, el conocimiento y la fuerza que impulsa los ciclos diarios del mundo. Su figura también está asociada con la fertilidad y la abundancia, ya que simboliza la lluvia que permite el crecimiento de las cosechas.
    • Pundarika (elefante del sur): Pundarika es el elefante que guarda el sur. Su nombre significa “loto blanco,” lo cual lo asocia con la pureza y la espiritualidad. 
    • Vamana (elefante del oeste): Vamana es el elefante guardián del oeste. Su nombre se asocia con una de las encarnaciones de Vishnu, el avatar enano que retoma el espacio del universo, y en este contexto, simboliza la capacidad de expansión, sabiduría y transformación.
    • Supratika (elefante del norte): Supratika es el elefante guardián del norte. El norte es considerado una dirección auspiciosa, relacionada con la prosperidad, el crecimiento y la paz.


Sin embargo, bajo este respecto no se explica un sistema astronómico que explique porque la tierra es el centro del universo, pero por el mito podemos advertir que los hindúes ponían a la Tierra en una posición central y fija dentro del cosmos, transmitiendo la idea de que el mundo terrenal es el núcleo alrededor del cual gira todo el universo.

Egipto

En la mitología egipcia, la diosa Nut, personificación del cielo, y el dios Geb, personificación de la Tierra, tienen un papel fundamental en la estructura cósmica. Nut se arquea sobre la Tierra, mientras que Geb permanece debajo, ambos separados por Shu, el dios del aire. En esta estructura, la Tierra (Geb) se concibe como el lugar central e inmóvil sobre el que se desarrolla la vida, mientras que Nut, el cielo, se mueve diariamente sobre ella. Esta idea coloca a la Tierra como el núcleo, alrededor del cual transcurren los ciclos celestes, como el movimiento del Sol y las estrellas.

Más tarde, a Geb se le identificaría ya no como la Tierra, sino como la tierra de Egipto. El río Nilo sería una de las razones para considerarlo de esta manera, pues dicho río era el principio de todas las cosas, tal como los egipcios lo habrían sostenido. En ese sentido, para los egipcios, Egipto era la centralidad del mundo. 

Aztecas

Los aztecas veían el universo como una estructura dividida en tres niveles principales: el Tlaltícpac (la Tierra), el Ilhuícatl (los cielos) y el Mictlán (el inframundo). La Tierra, o Tlaltícpac, ocupaba el centro de esta estructura y era el lugar donde vivían los humanos, se llevaban a cabo los rituales y sacrificios, y se manifestaban las fuerzas cósmicas. Este enfoque de la Tierra como un eje central refleja una percepción geocéntrica, pues coloca el mundo terrenal como el centro de las interacciones divinas y humanas.

Por otro lado, Tenochtitlán, la capital azteca, era vista simbólicamente como el centro del universo. De hecho, el nombre de México, derivado de Mēxihco, significa “en el ombligo de la Luna,” lo cual refuerza la idea de que el territorio azteca era el centro sagrado del cosmos. En este sentido, el proceso fue similar al de los egipcios. 

China

En la antigua China, se concebía la Tierra como un cuadrado fijo y el Cielo como una esfera que cubría este espacio terrenal. Esta teoría, conocida como Gai Tian ("la bóveda de los cielos"), visualizaba el universo como una cúpula circular que giraba alrededor de una Tierra estática y cuadrada. Aunque los chinos no usaron el término "geocentrismo", esta teoría implica claramente una visión geocéntrica en la que la Tierra es el punto fijo y central del universo, mientras que el Cielo (los cuerpos celestes) se mueve a su alrededor.

Nórdicos

La mitología nórdica tenía, en verdad, una interconexión entre varios mundos y no uno central. Sin embargo, todos tenían un tronco común que sería el Yggdrasil y el mundo de los humanos solamente sería una parte de todas las ramas de este árbol, llamado también el árbol de la vida. Este árbol no implicaba un universo centrado en la Tierra, sino una conexión multidimensional entre diferentes planos de existencia. La idea de una "tierra central" no era el foco, y los nórdicos concebían más bien un sistema estructural de reinos interconectados.

Cuando los conceptos del geocentrismo y el heliocentrismo se introdujeron en el norte de Europa, principalmente durante la era medieval con la llegada del cristianismo, los pueblos nórdicos se familiarizaron con la cosmología ptolemaica, que era fundamental en la doctrina cristiana de la época. Eventualmente, esta visión geocéntrica fue aceptada, sobre todo por la influencia religiosa y cultural, aunque su cosmovisión original y la narrativa del árbol Yggdrasil persistieron en las sagas y las historias orales.


Mayas

La cosmología maya no se basaba en un modelo geocéntrico al estilo de las culturas greco-latinas, aunque sí colocaban a la Tierra en una posición central dentro de su cosmovisión, pero de manera más simbólica y espiritual que física. Los mayas desarrollaron un complejo sistema astronómico y cosmológico en el que la Tierra ocupaba una posición especial como punto de referencia para la observación y la interpretación de los cuerpos celestes, pero no postulaban que estos cuerpos giraran alrededor de la Tierra en un sentido físico y mecanicista como el modelo de Ptolomeo.

Para los mayas, el universo estaba dividido en múltiples niveles o capas, con el inframundo (Xibalbá) debajo, la Tierra en el centro y los cielos sobre ella. Este concepto es similar al de otras culturas mesoamericanas que percibían el cosmos en forma de capas o niveles verticales, y no en términos de esferas concéntricas. La Tierra se ubicaba en el centro de estos niveles, sostenida por árboles sagrados o pilares en cada una de las direcciones cardinales, lo cual creaba una representación simbólica del cosmos.

Babilonia

En la cosmovisión babilónica, la Tierra estaba en el centro de un cosmos dividido en varios niveles, con cielos dispuestos en esferas concéntricas que contenían a los astros, similar en estructura al modelo geocéntrico posterior. Sin embargo, los babilonios no propusieron que los cuerpos celestes giraran alrededor de la Tierra de forma matemática o geométrica como en la cosmología de Ptolomeo. Su visión era más bien teológica y simbólica: cada planeta y astro estaba asociado con un dios, y su movimiento reflejaba la voluntad y la influencia de estos dioses en los eventos terrestres.

La astronomía babilónica contribuyó, no obstante, a la creación de un marco astronómico que sería esencial para el desarrollo del modelo geocéntrico en Grecia. Gracias a la influencia que las ideas y registros babilónicos ejercieron en el mundo helénico, los griegos heredaron una rica tradición de observación y cálculo astronómico que usaron para construir su propio modelo cosmológico. Por ejemplo, la división del zodiaco en 12 signos, los ciclos de los planetas, y ciertos métodos de predicción astronómica fueron legados de Babilonia que influyeron en la posterior estructuración del modelo geocéntrico de Ptolomeo.

Antiguo testamento

Si bien en la biblia pueden encontrarse algunos versículos que dan a entender que se trata de explicar la centralidad de la Tierra, ciertamente que esto no se hace con la pretensión de construir un sistema cosmológico. 

  • Salmo 93:1: “Jehová reina; se vistió de magnificencia; Jehová se vistió, se ciñó de poder. Afirmó también el mundo, y no se moverá.”
  • Salmo 104:5: “Él fundó la tierra sobre sus cimientos; no será jamás removida.”
  • Eclesiastés 1:5: “Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levantó.”
Estos versículos reflejan la cosmovisión geocéntrica y la idea de una Tierra estable y firme, común en las culturas antiguas. Sin embargo, el contexto literario y cultural de estos textos indica que no tenían la intención de explicar el funcionamiento físico del cosmos, sino expresar la estabilidad y seguridad del orden creado por Dios.

Antigüedad clásica

Anaximandro de Mileto

Anaximandro desarrolló una de las primeras cosmologías griegas conocidas, donde planteó que la Tierra era un cuerpo cilíndrico que flotaba en el centro del universo sin apoyo, rodeada por esferas concéntricas en las que se movían los cuerpos celestes. Aunque su modelo no era completamente geocéntrico en el sentido posterior y detallado de Aristóteles o Ptolomeo, sí estableció la idea de una Tierra estacionaria en el centro.

Parménides

El filósofo presocrático Parménides fue uno de los grandes que contribuyó a esta idea de la tierra como centralidad. Sin embargo, tampoco es que haya construido un modelo geocéntrico determinado. Su idea de que el ser es algo inmutable en contraste al no-ser que no es, es decir no existe. La Tierra habría existido siempre, siendo en consecuencia eterna y fija, pues el ser, que es inmortal

Para Parménides, el ser es una unidad indivisible. Esta concepción de la realidad como una totalidad cerrada y única también se reflejó en el pensamiento cosmológico griego. En el geocentrismo, el universo se concibe como una esfera unificada que tiene en su centro a la Tierra, un reflejo de la unidad que Parménides sostenía como fundamento de todo ser.

Empédocles

La construcción de un mundo mediante los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire) que se unen mediante el amor y se separan por la enemistad. Estas son las fuerzas que mantienen al universo unido, siendo la tierra aquella que se dirige siempre al centro, pensamiento que también será significativo en Aristóteles. 

Platón

Platón consideraba que la Tierra era una esfera inmóvil situada en el centro del universo. Los astros, incluidos los planetas y las estrellas, se movían alrededor de la Tierra en esferas concéntricas y ordenadas, con la Luna, el Sol y los planetas conocidos de la época (Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno) dispuestos desde el centro hacia el exterior, y las estrellas fijas en la esfera más lejana.

En su obra La República, a través del "Mito de Er", Platón describe el cosmos como el "Huso de la Necesidad", una estructura cósmica que es movida por las tres Moiras (o Parcas) y acompañada por las Sirenas, simbolizando el destino y el orden universal. Inspirado en estas ideas, Eudoxo de Cnido, quien trabajó con Platón, desarrolló un modelo matemático más preciso para explicar los movimientos planetarios, basado en la premisa de Platón de que los fenómenos celestes debían poder explicarse mediante movimientos circulares y uniformes.

Eudoxo

Eudoxo de Cnido ideó un sistema astronómico en el que la Tierra permanecía fija en el centro, mientras que el Sol, la Luna y los planetas se movían a su alrededor en diversas esferas concéntricas. Estas esferas, todas con el mismo centro, permitían representar de manera lógica los movimientos observados de los cuerpos celestes. Gracias a este enfoque geométrico, Eudoxo lograba explicar incluso fenómenos complicados como el movimiento retrógrado de los planetas, que hasta entonces había sido difícil de interpretar en la astronomía de su tiempo.

Según Eudoxo de Cnido, el modelo para explicar el movimiento de los cuerpos celestes requería 27 esferas en total:

  • 4 esferas para cada planeta visible (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), lo que hace un total de 20 esferas solo para los planetas.
  • 3 esferas para el Sol y 3 para la Luna.
  • 1 esfera para las estrellas fijas.

Estas esferas, cada una con su propio movimiento circular, permitían explicar tanto los desplazamientos regulares de los astros como fenómenos más complejos, como el movimiento retrógrado de los planetas.

Aristóteles

Aristóteles seguiría el mismo sistema de Eudoxo por lo que su aceptación de que la Tierra era el centro del universo es efectiva. Aristóteles sostenía que el movimiento circular era el más perfecto y, por lo tanto, adecuado para los cuerpos celestes cuyo movimiento sería concéntrico. Según su modelo, cada planeta, junto con el Sol y la Luna, se mueve en una serie de esferas concéntricas y transparentes que giran alrededor de la Tierra. Estas esferas, hechas de éter, mantienen un movimiento uniforme y constante, lo que para Aristóteles simbolizaba la perfección divina. Aristóteles llegó a sumar 55 esferas al sistema de Eudoxo. 

Por lo demás, y siguiendo a Empédocles, la tierra como elemento tenía su lugar natural el cual era el centro. Por eso, cada vez que se levanta tierra en un lugar, esta cae porque su ''lugar natural'' es el centro de la Tierra.

Claudio Ptolomeo

Ptolomeo sería quien finalmente consolidaría en su totalidad el concepto de geocentrismo, con la descripción de los movimientos de los planetas. Su obra magistral, donde la generalidad de sus ideas con respecto a la astronomía se encuentran es el Almagesto.

Uno de los problemas del modelo geocéntrico era explicar los movimientos "retrógrados" observados en los planetas, es decir, el aparente retroceso de los planetas en el cielo. Ptolomeo había observado atentamente estos movimientos que habían pasado desapercibidos en la astronomía aristotélica. Para resolver esto, Ptolomeo introdujo el concepto de epiciclos y deferentes:

  • Deferente: Es la órbita principal en la que un planeta se mueve alrededor de la Tierra.
  • Epiciclo: Es un pequeño círculo en el que el planeta se mueve mientras recorre el deferente. Estos epiciclos permitían que los planetas parecieran retroceder en su movimiento en ciertos momentos, explicando las variaciones en su posición aparente en el cielo.
Tal como AristótelesPtolomeo asegura que la tierra es el centro de los cielos, o, para entenderlo mejor y en otras palabras; es el centro del universo. 

Si esto no fuera cierto, entonces tendríamos que pensar dos cosas:

  • La tierra no está en el eje del universo, pero sería equidistante a dos polos.
  • La tierra está en el eje, pero sólo en uno de los polos.
  • Ni en el eje ni en polos equidistantes.

Veamos primero en detalle cada una de estas consecuencias, a saber de si no existiera la tierra como el centro del universo. 

  1. Si la tierra no fuera el eje, entonces el equinoccio no podría tomar lugar, lo cual es completamente fuera de lugar. Por lo demás, si estuviera una vez en un polo y luego en otro (este y oeste), entonces las estrellas cambiarían de posición constantemente.
  2. Si la tierra estuviera sólo en un polo, entonces tendríamos que bisecar la tierra en dos teniendo dos partes de la tierra: una baja y otra alta. Esto significaría que las estrellas que se ven al sur serían invisibles para los del norte, y viceversa (lo cual es absurdo).
  3. La tercera consecuencia se rebate con las dos primeras mencionadas.
Otra de las pruebas de que la tierra es redonda, es por la sombra que proyecta la tierra en otros astros, como la luna. 

Por lo demás, los planetas se movían bajo un centro llamado ''ecuante'' que servía como punto imaginario y así comprender el movimiento de los planetas. En efecto, debemos pensar que el movimiento de los planetas, antes de Ptolomeo, se caracterizaba por ser perfectamente circular y uniforme, pues los cielos siguen esa trayectoria divina: la circular. Ahora bien, al colocar el punto del ecuante en una posición diferente al centro de la Tierra o de la esfera celestial, el sistema ptolemaico usaba una construcción matemática que no reflejaba una estructura física o real. Esto traerá problemas más tarde. 

Es clara la inmovilidad de la tierra por el hecho de que son los objetos de esta los que se mueven. Los objetos siempre van hacia abajo; es decir, hacia el centro de la tierra y de hecho, si no fuera por la superficie de esta, los objetos seguirían dirigiéndose hacia el centro. 

Muchos pensadores antiguos decían que la tierra se movía, por cuanto esta era un objeto como cualquier otro. Sin embargo, si fuera así, entonces la tierra estaría cayendo infinitamente, dejando a todos los objetos pequeños en el aire. 

Por otro lado, tenemos a Heráclides póntico quien fue el primer filósofo en establecer que la tierra se movía en su propio eje, pero que sin embargo, los cielos eran los que permanecían inmóviles. 

Fundamentalmente, las observaciones de Ptolomeo coincidían con los modelos matemáticos de la época. 

Además del Almagesto, Ptolomeo escribió Tetrabiblos, una obra astrológica en la que expone cómo las posiciones y movimientos de los cuerpos celestes, basados en su modelo geocéntrico, influyen en la vida y el destino de los individuos y las naciones. En Tetrabiblos, Ptolomeo justificó la astrología como una práctica basada en las “influencias” de los planetas y signos zodiacales sobre la Tierra, considerando que el sistema geocéntrico permitía entender cómo las posiciones planetarias afectaban fenómenos terrestres.

Marco Tulio Cicerón

En verdad, Cicerón no tenía un modelo propio astronómico, pero sabemos por sus obras que seguía el planteamiento geocéntrico. Es decir, para Cicerón, la Tierra está en el centro rodeada de esferas concéntricas, seguía mucho más el modelo aristotélico que el ptolemaico. 

Lucio Anneo Séneca

Aunque pueda parecer muy similar a las miradas anteriores, las descripciones del mundo natural en Séneca como la obra ''Cuestiones Naturales'' sugieren que también seguía un modelo geocéntrico no muy distinto al de sus predecesores. Sin embargo, aunque utiliza todos los antecedentes geocéntricos de Aristóteles, Séneca no duda que podrían existir otros modelos cósmicos.

Plinio el Viejo

Por medio de su ''Historia Natural'', Plinio recopila todos los datos y antecedentes que se han hablado sobre la Tierra. Principalmente, con respecto a la Tierra, Plinio se queda con la mirada geocéntrica. La Tierra, en palabras de Plinio, es el planeta por el cual todos los cuerpos celestes giran alrededor. 

El caso de India

En la India de Aryabhata, el geocentrismo era la visión predominante del cosmos, siguiendo la idea de que la Tierra estaba inmóvil en el centro del universo. Aryabhata, sin embargo, introdujo una idea innovadora al proponer que la rotación diurna del cielo se debía al movimiento de rotación de la Tierra sobre su propio eje, algo radical para el pensamiento geocéntrico tradicional. Aunque Aryabhata no llegó a cuestionar la posición central de la Tierra en el universo (y, por lo tanto, no rompió completamente con el geocentrismo), su idea de que la Tierra giraba sobre su eje marcó un cambio fundamental en cómo se explicaba el movimiento aparente de los cuerpos celestes.

En palabras de Aryabhata, la rotación de los cielos era solo una ilusión, resultado de la rotación de la Tierra sobre su propio eje. Utilizó una analogía para explicar esta idea: 

''Así como una persona en un barco percibe que los objetos estacionarios en la orilla parecen moverse hacia atrás, una persona en el punto de observación llamado "Lanka" vería las estrellas como si se desplazaran en dirección opuesta''.

Aryabhata atribuyó este movimiento aparente de las estrellas a la rotación constante de la Tierra hacia el este, en un proceso impulsado por el "aliento de Pravaha," un término que simboliza el movimiento cósmico.


Edad Media

Al-Sijistani y al-Biruni

Al-Sijistani concebía el universo en un esquema ordenado de esferas concéntricas, donde cada esfera era una emanación divina que iba descendiendo en grados de perfección. La Tierra, en el centro, representaba el punto más bajo y material de esta jerarquía, mientras que las esferas superiores se acercaban a la divinidad. Para él, la Tierra era el lugar de la imperfección, la multiplicidad y la división, en contraste con la unidad y la perfección de las esferas superiores.

De hecho, por al-Biruni sabemos que al-Sijistani inventó el astrolabio (un antiguo instrumento astronómico y de navegación, diseñado para medir la posición de los cuerpos celestes, como las estrellas y los planetas, en el cielo) como modo de representar el centro de la Tierra, por el cual se entiende que tenía la creencia de que la Tierra era el centro del Universo. 

Por lo demás, Sijistani creía en que la Tierra giraba en su propio eje. Al Biruni escribiría:

''He visto el astrolabio llamado Zuraqi, inventado por Abu Sa'id Sijzi. Me gustó mucho y lo elogié en gran medida, ya que está basado en la idea sostenida por algunos de que el movimiento que observamos se debe al movimiento de la Tierra y no al del cielo. Por mi vida, es un problema difícil de resolver y refutar. Pues es lo mismo si se considera que es la Tierra la que está en movimiento o el cielo. En ambos casos, no afecta a la Ciencia Astronómica. Es asunto del físico ver si es posible refutarlo''.

Más tarde el mismo Sijistani diría:

''Según los geómetras (muhandisīn), la Tierra está en constante movimiento circular, y lo que parece ser el movimiento de los cielos es en realidad debido al movimiento de la Tierra y no al de las estrellas''.

Esta apariencia de movimiento daba finalmente la perspectiva de que la Tierra era la que giraba en su propio eje, y no los cielos. 

En resumen, tanto Sijistani como Biruni compartían las mismas ideas respecto al movimiento de la Tierra y ésta misma como centro.

Alhacén

Alhacén argumentó que el sistema ptolemaico era demasiado complejo y que no cumplía con los principios de simplicidad y coherencia geométrica. Al hacerlo, planteó la necesidad de revisar y simplificar las teorías astronómicas para que fueran más intuitivas y consistentes. Esto influyó en la tradición de críticos del sistema ptolemaico, que más adelante desembocaría en modelos más sencillos y efectivos.

El mismo filósofo diría:

''La Tierra, en su conjunto, es una esfera redonda cuyo centro es el centro del mundo. Está inmóvil en su centro, fija en él y no se mueve en ninguna dirección ni se mueve con ninguna de las variedades de movimiento, sino que siempre está en reposo''


Para Alhacen, resultaba absurdo atribuir el movimiento de los planetas a puntos y líneas como Ptolomeo había hecho con el ecuante. 

Ciertamente, la intención de Alhacen no era acabar con el modelo ptolemaico, pero si perfeccionarlo desde el punto de vista de los movimientos. Criticaría los movimientos como el epiciclo y el deferente, pero solo con respecto al ecuante que en verdad lo pensaba como algo imaginario. 

Fakhr al-Din al-Razi

El filósofo musulmán rechazó el modelo ptolemaico y todas las contribuciones que se habían hecho. Es más, no creía que la Tierra fuera el centro del universo, pues, en palabras del filósofo:

''hay miles de mundos más allá de este mundo, de modo que cada uno de esos mundos pueda ser más grande y más enorme que este mundo, así como tener lo mismo de lo que este mundo tiene''

Esto seguido del siguiente versículo del Corán:

''Alabado sea Allah, Señor de los mundos''

De esta forma, si bien no muestra como se articula este sistema astronómico, su reflexión deja fuera el geocentrismo

Revolución Maragha

En el siglo XIII, el astrónomo Nasir al-Din Tusi (1201-1274) convenció al líder mongol Hulagu de construir un observatorio en Maragha, hoy en día Azerbaiyán. Así nació la “Escuela de Maragha”, que marcaría el comienzo de una tradición astronómica continuada luego en ciudades como Damasco y Samarcanda. La astronomía ocupaba un lugar esencial en la cultura islámica, ya que no solo facilitaba la navegación, sino también la precisión en los tiempos de oración, el inicio y fin del mes de Ramadán, y la dirección de la qibla (Kaaba en La Meca).

El modelo de Ptolomeo, explicado en su obra Almagesto, establecía que los cuerpos celestes orbitaban alrededor de la Tierra en círculos perfectos, un sistema que funcionaba bastante bien para predecir posiciones planetarias, pero tenía elementos problemáticos y conceptos complejos como los "ecuantes", que complicaban la teoría. 

El Observatorio de Maragha fue el más destacado centro de ciencia y astronomía en el mundo islámico, atrayendo a estudiosos de toda la región y hasta de China. Allí se desarrollaron textos educativos para enseñar matemáticas y astronomía, y se reunieron figuras prominentes como Bar-Hebraeus, Muhyi al-Din al-Maghribi y Mu'ayyid al-Din al-'Urdi, quienes, junto a Nasir al-Din al-Tusi, avanzaron en los cálculos astronómicos y en la revisión de teorías ptolemaicas.

La obra Zij-i Ilkhani, compilada por Tusi y sus colegas tras 12 años de trabajo, incluía tablas astronómicas fundamentales para la época y fue patrocinada por la dinastía de Hulagu. Tusi destacó por crear la “pareja de Tusi”, un sistema geométrico que mejoraba los modelos ptolemaicos, además de revisar trabajos de Euclides y Ptolomeo y explorar ideas tempranas sobre la Vía Láctea.

Mu'ayyid al-Din al-'Urdi diseñó edificios e instrumentos del observatorio, como el Cuadrante Mural y la Esfera Armilar, y su hijo construyó un Globo Celeste decorado, que se conserva en Dresde, Alemania.

Aunque el observatorio mantuvo su influencia durante siete reinados, la falta de financiación y terremotos finalmente lo llevaron a la ruina. Aun así, su diseño inspiró futuros observatorios, como el de Ulugh-Bey en Samarcanda.

Ahora bien, es cierto que perfeccionaron el modelo ptolemaico, pero tampoco cambiaron su perspectiva geocentrista. Solo quisieron modificar la teoría del ecuante. 

Según estas teorías, el movimiento relativo al punto correspondiente al ecuante ptolemaico parecía uniforme, pero en lugar de un movimiento desigual a lo largo de un círculo (como era el caso de Ptolomeo), el planeta del medio se movía en una combinación de movimientos uniformes a lo largo de varios círculos. Como cada uno de estos movimientos era uniforme, se modeló mediante la rotación de esferas sólidas, lo que eliminó la contradicción entre la teoría matemática de los planetas y su fundamento físico. Por otro lado, estas teorías conservaron la precisión de la teoría de Ptolomeo, ya que cuando se observaba desde el ecuante, el movimiento todavía parecía uniforme y la trayectoria espacial resultante de un planeta promedio prácticamente no era diferente de un círculo.

Astronomía judía

Desde el primer milenio d.C., el sistema geocéntrico fue adoptado por científicos judíos, con figuras como Maimónides y Gersonides contribuyendo a su desarrollo y revisión. Maimónides, influenciado por la cosmología aristotélica, rechazó los epiciclos de Ptolomeo y optó por un modelo donde los cuerpos celestes giran en esferas desplazadas respecto a la Tierra, aunque finalmente consideró insatisfactorias estas explicaciones. Maimónides consideraba que los excéntricos, al igual que los epiciclos, eran incompatibles con la física aristotélica. También rechazó la teoría de las esferas homocéntricas por su incapacidad para explicar las irregularidades en el movimiento planetario. En última instancia, Maimónides reconocía que la comprensión humana podría ser insuficiente para captar plenamente la estructura del universo.

Por su parte, Levi ben Gershom (Gersonides) propuso un sistema excéntrico en el que las esferas celestes están separadas por capas de “fluido cósmico”, residuos de la materia primaria. Este fluido, según Gersonides, permite calcular las distancias cósmicas, estimando la esfera de las estrellas fijas a unos 100,000 años luz de distancia. A diferencia de Aristóteles, Gersonides sostenía que la Tierra está en el centro debido a su peso relativo, y no a un “lugar natural,” postulando que los cuerpos se mueven según su densidad en relación con su entorno.

Posición de la Iglesia

En general, a la Iglesia le convenía esta mirada geocéntrica del universo planteada por los filósofos, sea cual fueran los detalles que tuviese con respecto a los demás planetas. 

Santo Tomás de Aquino

Para Santo Tomás de Aquino no había dudas de que la tierra era el centro del Universo. En la cuestión 68 de la Suma Teológica, a propósito del firmamento, cuando llegamos al artículo cuarto, el aquinate dice:  La tierra está relacionada con el cielo como el centro a la circunferencia. Alrededor de un centro puede haber muchas circunferencias. Por eso, habiendo una tierra, se colocan muchos cielos.

Roberto Melarmino

Belarmino fue una figura influyente en la defensa del geocentrismo en un momento en que la visión ptolomeica estaba siendo cuestionada por los descubrimientos de Copérnico y Galileo. Como teólogo y defensor de la ortodoxia católica, Belarmino argumentó que aceptar el heliocentrismo significaba reinterpretar pasajes bíblicos que parecían indicar una Tierra fija, como en el caso de Josué, donde se describe el Sol "deteniéndose" en su lugar.

Para Belarmino, las ideas heliocéntricas representaban una amenaza no solo para la cosmología aceptada, sino también para la autoridad de la Iglesia en la interpretación de las Escrituras. En una carta famosa de 1615, argumentó que, aunque el heliocentrismo podría considerarse una hipótesis matemática útil para cálculos astronómicos, no debía afirmarse como una verdad literal que contradijera el entendimiento bíblico tradicional. Sostenía que reinterpretar las Escrituras en base a teorías no probadas sería imprudente, lo cual llevó a la Iglesia a reafirmar su postura geocéntrica en aquel entonces.

Geocentrismo y astrología

En el modelo geocéntrico, los planetas, el Sol y la Luna giraban alrededor de la Tierra en esferas, lo que facilitaba la creación de horóscopos y la interpretación astrológica, asignando propiedades y efectos a estos cuerpos celestes según su posición en el cielo en un momento determinado. Cada planeta y signo zodiacal era visto como una influencia directa sobre los eventos y destinos humanos, en tanto que todos giraban en torno a un "centro" que era la Tierra misma.

Este sistema contribuyó a la astrología al permitir que los astrólogos interpretaran los fenómenos celestes como señales y patrones que influían directamente en la vida humana. Aunque el geocentrismo fue desplazado por el heliocentrismo en el Renacimiento, la astrología mantuvo el lenguaje y el simbolismo geocéntrico en sus interpretaciones, continuando con la idea de que las posiciones planetarias afectan a los seres humanos desde una perspectiva centrada en la Tierra.


Conclusión

Por cierto que el geocentrismo es uno de los temas que ya ha caído en desuso en los últimos tiempos, pero su estudio es absolutamente valioso. El esfuerzo de todos estos intelectuales por explicarse el universo mediante los recursos que tenían en aquellos tiempos es verdaderamente admirable. Pareciera ser que todas las ciencias parten así, primero surgen con teorías que van dando ciertas ideas preliminares y verosímiles, hasta llegar a explicaciones sumamente complejas. Esto confirma que todos los esfuerzos dentro de las ciencias, son siempre válidos ya sea par la época o para el futuro. 

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