La carta de Juan Calvino a Claude de Sachin, escrita en 1545, ofrece una reflexión profunda y matizada sobre la usura, un tema que ha sido objeto de controversia tanto en la esfera religiosa como en la económica. En un periodo en el que los valores tradicionales comenzaban a ser desafiados por las nuevas dinámicas del comercio y el capitalismo emergente, Calvino se enfrenta a la tensión entre las enseñanzas bíblicas y la realidad práctica de su tiempo. Con su característica claridad y perspicacia teológica, no se limita a condenar la usura sin más, sino que aborda las complejidades de este fenómeno, cuestionando hasta qué punto los principios religiosos deben adaptarse a las cambiantes condiciones sociales. Veamos el pensamiento económico tras la usura de Juan Calvino.
CARTA A CLAUDE DE SACHIN
Antes de entrar al análisis de la carta, leámosla previamente:
Aún no he intentado responder adecuadamente a la pregunta que me planteaste; pero he aprendido por el ejemplo de otros con cuán grande peligro está asociado este asunto. Pues si se condena toda usura, se imponen cadenas más rígidas a la conciencia de las que el propio Señor desearía. O, si se cede aunque sea un poco, con ese pretexto, muchos se apropiarán de una libertad desmedida, la cual luego no podrá ser restringida por ninguna moderación ni limitación. Si te estuviera escribiendo solo a ti, temería menos esto; pues conozco tu buen juicio y moderación, pero ya que pides consejo en nombre de otra persona, temo que pueda permitirse mucho más de lo que deseo al aferrarse a alguna palabra, aunque estoy seguro de que examinarás cuidadosamente su carácter y, a partir del asunto tratado aquí, juzgarás lo que es conveniente y hasta qué punto puedo abrirte mis pensamientos.
Y primero, estoy seguro de que por ningún testimonio de la Escritura se condena totalmente la usura. Pues el sentido de esa expresión de Cristo: "Prestad, esperando nada a cambio" (Lucas 6:35), hasta ahora ha sido tergiversado; al igual que otro pasaje, cuando habla de los espléndidos banquetes y el deseo de los ricos de ser recibidos a cambio, y les manda más bien invitar a esos banquetes a los ciegos, cojos y otros necesitados que yacen en los cruces de caminos y no tienen la capacidad de hacer un retorno similar. Cristo quiso restringir el abuso de los préstamos, ordenándoles que presten a aquellos de quienes no hay esperanza de recibir o recuperar nada; y sus palabras deben interpretarse de la siguiente manera: si bien mandaría prestar a los pobres sin expectativa de reembolso o cobro de intereses, no quiso al mismo tiempo prohibir los préstamos a los ricos con intereses, de la misma manera que la orden de invitar a los pobres a nuestras fiestas no implica que la mutua invitación de amigos a banquetes quede en consecuencia prohibida. De nuevo, la ley de Moisés era política y no debería influir en nosotros más allá de lo que la justicia y la filantropía exijan.
Se podría desear que toda la usura y el propio nombre fueran eliminados primero de la tierra. Pero como esto no puede lograrse, debe considerarse qué puede hacerse para el bien público. Ciertos pasajes de las Escrituras permanecen en los Profetas y en los Salmos, donde el Espíritu Santo arremete contra la usura. Así, una ciudad es descrita como malvada porque se practica la usura en el foro y en las calles, pero como la palabra hebrea significa fraudes en general, esto no puede interpretarse tan estrictamente. Pero si concedemos que el profeta menciona la usura por nombre, no es de extrañar que entre los grandes males existentes, atacara la usura. Pues donde sea que se negocian ganancias, generalmente se añaden, como inseparables, la crueldad y muchos otros fraudes y engaños.
Por otro lado, se dice en alabanza de un hombre piadoso y santo "que no presta su dinero con usura". En efecto, es muy raro que un hombre sea honesto y a la vez usurero.
Ezequiel va incluso más lejos (Ezequiel 18:13). Enumerando los crímenes que inflamaron la ira del Señor contra los judíos, usa dos palabras, una de las cuales significa usura y se deriva de una raíz que significa consumir; la otra palabra significa aumento o adición, sin duda porque uno dedicado a su ganancia privada la toma o, más bien, la extorsiona del daño de su prójimo. Es claro que los profetas hablaron aún más severamente de la usura porque estaba prohibida por nombre entre los judíos, y cuando por tanto se practicaba en contra del mandato expreso de Dios, merecía una censura aún más fuerte.
Pero cuando se dice que, dado que la causa de nuestro estado es la misma, la misma prohibición de la usura debería mantenerse, respondo que hay alguna diferencia en lo que respecta al estado civil. Porque las circunstancias del lugar donde el Señor colocó a los judíos, así como otras circunstancias, tendieron a que les fuera fácil tratar entre ellos sin usura, mientras que nuestro estado hoy es muy diferente en muchos aspectos. Por lo tanto, la usura no está completamente prohibida entre nosotros a menos que sea contraria tanto a la justicia como a la caridad.
Se dice: "El dinero no engendra dinero". ¿Qué engendra el mar? ¿Qué produce una casa de la que recibo una renta? ¿Se genera dinero a partir de techos y paredes? Pero, por otro lado, tanto la tierra produce como algo se extrae del mar que luego produce dinero, y la conveniencia de una casa se puede comprar y vender por dinero. Si, por lo tanto, se puede derivar más beneficio del comercio a través del empleo del dinero que de los productos de una granja, cuyo propósito es la subsistencia, ¿debería aprobarse a quien arrienda una granja estéril a un agricultor, recibiendo a cambio un precio o parte del producto, y condenarse a quien presta dinero para usarlo en beneficio? Y cuando alguien compra una granja por dinero, ¿acaso esa granja no produce otro dinero anualmente? ¿Y de dónde proviene la ganancia del comerciante? Dirás, de su diligencia y su industria. ¿Quién duda que el dinero inactivo es totalmente inútil? Quien me pide un préstamo no tiene la intención de mantener lo que recibe inactivo. Por lo tanto, el beneficio no surge del dinero, sino del producto que resulta de su uso o empleo. Concluyo, por lo tanto, que la usura debe juzgarse, no por un pasaje particular de las Escrituras, sino simplemente por las reglas de equidad. Esto se aclarará más con un ejemplo. Imaginemos a un hombre rico con grandes posesiones en granjas y rentas, pero con poco dinero. Otro hombre, no tan rico, ni con tantas posesiones como el primero, pero que tiene más dinero disponible. El segundo, a punto de comprar una granja con su propio dinero, es solicitado por el más rico para un préstamo. Quien hace el préstamo puede estipular una renta o interés por su dinero, y además que la granja sea hipotecada a él hasta que se pague el principal, pero hasta que se pague, se contentará con el interés o usura sobre el préstamo. ¿Por qué, entonces, este contrato con una hipoteca, pero solo para el beneficio del dinero, debe ser condenado, cuando otro mucho más riguroso, tal vez, de arrendar o rentar una granja a un alto alquiler anual, es aprobado?
¿Y qué otra cosa es sino tratar a Dios como un niño cuando juzgamos los objetos por meras palabras y no por su naturaleza, como si la virtud pudiera distinguirse del vicio por una forma de palabras?
No es mi intención examinar completamente el asunto aquí. Solo quise mostrarte lo que deberías considerar más detenidamente. Debes recordar esto, que la importancia de la cuestión no radica en las palabras, sino en el objeto mismo.
Análisis de la carta
Ambivalencia sobre la usura
Calvino comienza su carta admitiendo la dificultad de responder a las preguntas sobre la usura de manera adecuada, señalando que es un asunto delicado. Esta ambivalencia refleja la tensión en su pensamiento entre dos posiciones: una condena absoluta de la usura y una aceptación regulada bajo ciertos principios. Aquí se encuentra una advertencia importante: condenar toda usura impondría una carga moral más pesada de la que Dios exige, pero permitirla sin restricciones abriría la puerta a abusos y excesos. Este dilema revela su preocupación por el equilibrio entre la justicia divina y las necesidades humanas en un contexto social cambiante.
Calvino argumenta que las Escrituras no condenan la usura de manera total. Para sustentar esta afirmación, analiza pasajes bíblicos clave como Lucas 6:35, donde Cristo dice: "prestad, esperando nada a cambio". Según Calvino, este pasaje ha sido malinterpretado: no prohíbe los préstamos con interés a los ricos, sino que exige generosidad hacia los pobres. El objetivo de Cristo era prevenir el abuso de los préstamos, especialmente hacia aquellos que no tienen capacidad de devolver. Aquí Calvino muestra una flexibilidad en su interpretación, diferenciando entre préstamos a ricos y pobres, y argumenta que no es apropiado aplicar un mandato moral uniforme sin considerar el contexto.
Asimismo, Calvino analiza la ley mosaica, que prohibía la usura entre los judíos, señalando que se trataba de una regulación política específica de su tiempo. Por lo tanto, esta ley no debería influir en los cristianos más allá de lo que exijan la justicia y la caridad. Aquí establece una distinción crucial entre las leyes divinas universales y las leyes civiles aplicadas en contextos históricos específicos, permitiendo así una interpretación más contextualizada y menos literalista de las Escrituras.
Aunque no la condena absolutamente, Calvino no ignora los peligros inherentes a la usura. Señala que las Escrituras condenan la usura en varios pasajes, y la asocian con la explotación, la crueldad y el fraude. Cita a los profetas que denunciaron la usura, no solo como un pecado en sí mismo, sino porque a menudo venía acompañada de prácticas injustas. Para Calvino, el problema de la usura está vinculado a la codicia y al abuso del prójimo, lo que la convierte en una actividad moralmente peligrosa. Sin embargo, reconoce que no siempre es así, y que la usura puede practicarse de forma justa y equitativa.
Relación con los judíos
Calvino destaca las diferencias entre el contexto en el que vivían los judíos y la realidad de su tiempo. Mientras que la ley judía prohibía la usura porque los israelitas podían vivir sin ella gracias a su organización social y económica, la situación en la Europa del siglo XVI era muy diferente. El comercio, la movilidad social y la economía basada en el capital estaban en auge, lo que hacía casi imposible evitar completamente la usura. Según Calvino, las circunstancias cambiantes justifican una flexibilización de la prohibición absoluta de la usura, siempre y cuando se respeten los principios de justicia y caridad.
Naturaleza del dinero
En su carta, Calvino también ofrece una defensa pragmática de la usura desde un punto de vista económico. Critica el argumento de que "el dinero no genera dinero", señalando que, de hecho, el dinero puede ser tan productivo como una granja o una propiedad inmobiliaria, ya que puede emplearse en actividades que generan ingresos. Calvino establece una analogía entre los contratos de arrendamiento de tierras y los préstamos de dinero con interés: si es justo alquilar una granja y recibir un beneficio por ello, ¿por qué condenar el préstamo de dinero bajo condiciones similares? Para él, la usura debe juzgarse no por prohibiciones abstractas, sino según los principios de equidad y justicia.
Equidad
Calvino insiste en que la usura debe ser juzgada por la "regla de la equidad" y no por una interpretación rígida de las Escrituras. Argumenta que no se debe condenar automáticamente un contrato de préstamo solo porque implica intereses; lo que importa es si las condiciones son justas y razonables. Pone como ejemplo la situación en la que un hombre con mucho dinero presta a otro con más tierras, destacando que un préstamo con interés, bajo ciertas condiciones justas, no es intrínsecamente inmoral.
Cuidado con la usura
Al final de la carta, Calvino deja claro que su intención no es dar una respuesta definitiva sobre el tema, sino instar a que se considere la usura con mayor cuidado. Destaca que lo importante no es condenar basándose en palabras o fórmulas legales, sino en la naturaleza de los actos y sus efectos. En esencia, lo que Calvino propone es un enfoque equilibrado y pragmático de la usura, uno que considere el contexto histórico, las necesidades sociales y los principios éticos de justicia y caridad.
Conclusión
La carta de Calvino no solo aborda una cuestión económica, sino que también ofrece un enfoque ético sobre cómo la fe cristiana debe interactuar con los complejos desafíos del comercio y el capital. Calvino propone que no se debe juzgar la moralidad de los actos financieros únicamente por las palabras o formas, sino por su naturaleza y sus implicaciones en la justicia y el bienestar del prójimo. En su visión, la usura puede ser legítima si se practica de manera justa y no conduce a la explotación.
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