Es especialmente conocido por su monumental exégesis del Corán, "Al-Tafsir al-Kabir" (El Gran Comentario), donde no solo interpreta las escrituras, sino que también discute temas filosóficos, científicos y teológicos, demostrando un enfoque analítico que combinaba fe y razón. Además de este comentario, escribió numerosas obras que abordan temas de metafísica, ética, lógica y epistemología, situándolo entre los pensadores más complejos de su época.
FAKHR
AL-DIN AL-RAZI
VIDA Y OBRA
Fakhr al-Din al-Razi nació en 1149 en la ciudad de Rayy, ubicada en lo que hoy es Irán, una región con una rica historia intelectual y cultural dentro del mundo islámico. Su nombre completo es Abu Abdullah Muhammad ibn Umar ibn al-Husayn al-Razi, y proviene de una familia de eruditos religiosos, lo que influyó significativamente en su educación y desarrollo intelectual desde una edad temprana.
Su padre, Diya al-Din al-Makki, era un erudito de renombre especializado en teología y jurisprudencia islámica, y tuvo un papel crucial en la formación intelectual de al-Razi. Desde pequeño, al-Razi estuvo inmerso en un entorno académico, donde el estudio de la religión y la jurisprudencia islámica (fiqh) eran fundamentales. Bajo la supervisión de su padre, al-Razi recibió una educación rigurosa en ciencias religiosas, pero también fue alentado a explorar otros campos del conocimiento, como la filosofía, la lógica y la teología.
Diya al-Din al-Makki fue un erudito dedicado a la enseñanza de la jurisprudencia islámica (fiqh) y la teología (kalam), particularmente dentro de la escuela Shafi'i, una de las principales escuelas de jurisprudencia en el islam sunita. Esta orientación teológica fue transmitida a Fakhr al-Din, quien más tarde también adoptaría la teología ash'arita, que Diya al-Din probablemente le inculcó desde una edad temprana.
Al parecer, Diya al-Din estaba profundamente comprometido con el pensamiento teológico y filosófico que buscaba reconciliar la fe islámica con el uso de la razón. Esta mentalidad abierta a la reflexión filosófica marcó profundamente a al-Razi, quien se convirtió en uno de los teólogos que más ampliamente utilizó la lógica y la filosofía en sus escritos.
El nombre "al-Makki" en el caso de Diya al-Din al-Makki tiene sus raíces en la historia familiar de su linaje, ya que se cree que su familia originalmente provino de la ciudad de La Meca, en la península arábiga. Según algunos relatos históricos, la familia de al-Razi dejó La Meca y emigró primero a la región de Tabaristán, una zona ubicada en el norte de lo que hoy es Irán, cerca del mar Caspio. Posteriormente, la familia se estableció en la ciudad de Rayy (o Rey), que era un importante centro cultural y académico de la época.
Lamentablemente, de su madre no hay mucha información.
Estudios
Luego de terminar sus estudios con su padre, posteriormente, estudió en Merv y Maragheh, siendo alumno de Majd al-Din al-Jili, discípulo de al-Ghazali. En ese contexto, Al-Razi fue un destacado defensor de la teología ash'arita.
Su comentario sobre el Corán es uno de los más variados y extensos, integrando gran parte del material teológico anterior. Además de sus estudios teológicos, al-Razi incursionó en numerosas disciplinas y llegó a gastar una gran fortuna en experimentos de alquimia. Enseñó en Ray y Ghazni, y fue director de la universidad fundada por Mohammed ibn Tukush en Herat.
En sus últimos años, Fakhr al-Din al-Razi mostró interés en el misticismo, aunque este nunca ocupó un lugar central en su pensamiento.
Contexto político
Fakhr al-Din al-Razi vivió en un período de grandes turbulencias políticas y cambios en el mundo islámico. En el año en que nació, 1150, comenzaba la decadencia del califato abasí. En ese momento, el califa en Bagdad había perdido mucho poder, que fue en gran parte usurpado por los gobernadores locales y las invasiones selyúcidas. A pesar de que los selyúcidas permitieron que el califa mantuviera su título, ellos controlaban el poder real en la región.
Durante la vida de al-Razi, los califas abasíes intentaron recuperar algo de su autoridad. Tres califas gobernaron durante este tiempo: al-Mustandjid (1160-1170), al-Mustadi (1170-1180) y an-Nasir (1180-1225). Este último tuvo cierto éxito en debilitar el poder selyúcida, especialmente con la muerte del sultán Tuğrul III en 1194. An-Nasir intentó restaurar la autoridad del califato, incluso forjando alianzas estratégicas con los Asesinos, una secta chiita. Sin embargo, estos esfuerzos fueron interrumpidos cuando los mongoles, liderados por Houlagou Khan, invadieron y saquearon Bagdad en 1258, lo que marcó el final del califato abasí.
En el este, los ghaznavids, que habían controlado Afganistán, fueron reemplazados por los ghuridas, quienes tomaron Ghazna en 1150, el mismo año en que nació al-Razi. A pesar de sus éxitos, los ghuridas también cayeron en declive, y después del asesinato de Muhammad Ghûrî en 1206, los mamelucos fundaron el Sultanato de Delhi.
Aunque al-Razi no se centró en los temas políticos en su obra, su pensamiento refleja las tensiones de su tiempo, en especial la búsqueda de una unidad islámica bajo el califato, como intentaba an-Nasir. Al-Razi trató de reconciliar las diversas corrientes de pensamiento islámico, en particular entre la filosofía y el kalâm, así como entre el acarismo y el mutazilismo, mostrando una intención de armonizar las divisiones teológicas y filosóficas del Islam.
Contexto religioso
En los tiempos de Fakhr al-Din al-Razi, el Islam estaba profundamente dividido tanto a nivel sectario como doctrinal. Los conflictos entre sunitas y chiítas, especialmente en Bagdad, eran a menudo violentos. La llegada de los selyúcidas en 1055 provocó la huida de muchos chiítas, pero dentro del sunnismo también había divisiones notables, en particular entre los mutazilitas (racionalistas) y los hanbalitas (tradicionalistas). Los selyúcidas, bajo el liderazgo de Nizam al-Mulk, lograron mantener cierta unidad al establecer una red de madrazas que unificaba la enseñanza del Islam, aunque para el siglo XII el panorama era de fragmentación.
Entre los suníes, había disputas entre las escuelas jurídicas shafi'í, hanafí y hanbalí, además de las tensiones con los mutazilitas y otras sectas que hoy han desaparecido, como los karramitas. Fakhr al-Din al-Razi, en obras como su Tratado sobre los nombres divinos, examinó de manera imparcial las doctrinas de diversas escuelas antes de ofrecer su propio análisis. A pesar de su enfoque objetivo, al-Razi enfrentó la hostilidad de algunos de sus contemporáneos y adversarios, como los mutazilitas en Khwarezm, con quienes el diálogo se rompió.
En medio de estas disputas teológicas, el sufismo, una corriente mística dentro del Islam sunnita, comenzó a cobrar fuerza. Surgido en el siglo IX, el sufismo se consolidó como una disciplina formal en el siglo X, con la creación de manuales y la fundación de conventos. En el siglo XII, Ibn Arabi se destacó como uno de los principales representantes del sufismo. Aunque Fakhr al-Din al-Razi no era un sufí, se sabe que recibió una carta de Ibn Arabi que lo alentaba a seguir el camino espiritual del sufismo. Aunque no está claro qué impacto tuvo esta carta en el pensamiento de al-Razi, es evidente que conocía bien las ideas sufíes, ya que las menciona en su obra.
Esta división interna del Islam y la creciente influencia del sufismo reflejan la complejidad teológica y espiritual de la época en la que vivió al-Razi, quien, aunque no se alineó directamente con el sufismo, mostró un interés por sus enseñanzas en su obra final.
Contexto intelectual
Los conflictos entre sectas teológicas y escuelas de jurisprudencia fueron intensos, reflejando una continuación de antiguas disputas tanto en política como en creencias. Estas divisiones, aunque comunes en muchas religiones, cobraron especial importancia en el Islam debido a los debates teológicos y las diferencias doctrinales que abarcaban cuestiones como los atributos de Dios, el destino, la profecía y el liderazgo político (imamato).
El pensamiento jurídico e intelectual floreció, con un crecimiento notable en diversas ciencias, lo que produjo una abundancia de eruditos y obras. Sin embargo, esta misma riqueza intelectual también profundizó los conflictos entre las diferentes escuelas y sectas, creando un ambiente de competencia donde el objetivo principal era derrotar al oponente, lo que a menudo conducía a tensiones e incluso violencia.
El sufismo también cobró fuerza durante este periodo, y muchos musulmanes comenzaron a buscar la salvación personal a través de esta vía mística, lo que a su vez afectó la vida social. Al mismo tiempo, la entrada de judíos y cristianos en puestos del gobierno fue vista con recelo, y hubo esfuerzos intermitentes por parte de algunos califas para restringir su influencia.
La persecución de eruditos se volvió común. Las diferencias doctrinales llevaron a juicios, exilio y la quema de libros, como sucedió con figuras como al-Razi, Ibn Rushd y al-Suhrawardi. Muchos intelectuales fueron acusados de herejía o de corromper la fe, y se les persiguió tanto por la autoridad política como por los juristas tradicionales. Al-Razi mismo fue expulsado de varias ciudades por sus innovadoras ideas filosóficas y teológicas, que desafiaban la ortodoxia de su tiempo.
En términos sociales y políticos, el siglo estuvo marcado por el debilitamiento del califato abasí y la desintegración de la autoridad central en muchos estados musulmanes, que luchaban entre sí por el poder. Además, desastres naturales como terremotos y sequías agravaron las ya difíciles condiciones de vida. A pesar de este ambiente conflictivo, la época vio el surgimiento de grandes pensadores como al-Razi, quienes lucharon por preservar la razón y el pensamiento libre, aunque enfrentaron una fuerte oposición por parte de sectores más conservadores.
Muerte de Fakhr al-Din al-Razi
Fakhr al-Din al-Razi, a pesar de haber alcanzado una posición respetada en Herat, donde el Sultán Khwarazm Shah le había otorgado una casa, continuó enfrentando la hostilidad de sus oponentes, incluidos los Mu'tazila, Karamiya, chiítas, y los Hashawiyyah. Estos últimos, en particular, persistieron en atacarlo, incluso durante sus sesiones de prédica, presentándole papeles con insultos y acusaciones infundadas sobre su familia, acusando a su hijo de inmoralidad y a su esposa de adulterio. Al-Razi, en lugar de reaccionar con ira, respondió de manera calmada, pidiendo a Dios que reformara a su hijo y destacando la naturaleza humana de las posibles debilidades, mientras afirmaba con firmeza que él nunca había sostenido la creencia de que Dios era un cuerpo o lo había comparado con su creación, una de las principales acusaciones de sus opositores.
A pesar de su serenidad frente a estos ataques, la envidia hacia la reverencia que le mostraban los sultanes y su influencia entre ellos intensificó la animosidad de sus enemigos. Tras una discusión con su oponente Ibn al-Qudwa, la tensión aumentó, y sus adversarios buscaron deshacerse de él de cualquier manera posible. Se rumoró que fue envenenado o atacado, pero no está claro si sus enemigos fueron responsables directos de su muerte. Fakhr al-Din al-Razi falleció el 1 de Ramadán del año 606 d.H. (1209 d.C.) en Herat. Según los historiadores, fue enterrado cerca de la aldea de Mazdakhan, en una montaña cercana a Herat, aunque algunas fuentes dicen que fue enterrado en su propia casa.
Pensamiento
Ciencias
Fakhr al-Din al-Razi sostenía que el estudio de todas las ciencias era una obligación legal, ya que las consideraba esenciales para el bienestar tanto espiritual como mundano. Para él, no existía una distinción entre diferentes campos del conocimiento, excepto en cuanto a la virtud y el valor moral. Todas las ciencias, según su criterio, eran importantes: algunas por ser necesarias para cumplir con las obligaciones religiosas, otras para alcanzar intereses mundanos, y algunas incluso para entender sus posibles peligros y aprender a evitarlos. Así, promovía una visión integral del saber, en la que cada ciencia tenía su propio valor y propósito.
Lenguaje
Se hizo gran fama como intérprete del Corán, especialmente por su obra monumental Mafatih al-Ghayb (Las llaves del conocimiento oculto), que desde el momento de su escritura hasta hoy ha sido estudiada, comentada y criticada extensamente. Esta interpretación es reconocida por su profundidad y por abarcar una amplia variedad de temas, combinando lo más extraño y complejo. Al-Razi sostenía que el Corán es la fuente de todas las ciencias, afirmando que en él se encuentra la teología, la jurisprudencia, los fundamentos del derecho, la gramática, el lenguaje, el ascetismo y la moral. Para él, el Corán alcanzaba el más alto grado de elocuencia y abarcaba todos los aspectos del conocimiento.
En respuesta a quienes lo criticaban por incluir conocimientos de ciencias como la astronomía o la interpretación simbólica, al-Razi defendía que el Corán podía ser interpretado en múltiples niveles, y que sus críticos simplemente no comprendían la profundidad del texto. Afirmaba que, si hubieran reflexionado adecuadamente sobre el Corán, habrían reconocido la validez de sus enfoques. Así, al-Razi promovía una interpretación amplia del Corán, que integraba diversas ciencias y perspectivas dentro de su exégesis.
Teología
La fama de Fakhr al-Din al-Razi en la teología es tan grande como su renombre en la interpretación coránica. Es considerado el "sultán de los teólogos", destacando por superar a sus contemporáneos en el conocimiento teológico y filosófico. Se le reconoce como un pionero en la metodología teológica al introducir la filosofía en la ciencia del kalâm (teología islámica). Ibn Jaldún menciona en su historia que los teólogos posteriores a al-Razi integraron las cuestiones filosóficas en la teología, lo que llevó a que ambas disciplinas se fusionaran hasta parecer un solo arte. Al-Razi transformó la forma en que se abordaban temas teológicos, incluyendo discusiones sobre cuestiones generales, física, espiritualidad y el conocimiento último, sentando un precedente para los teólogos que vinieron después de él.
Además de escribir y enseñar, al-Razi fue un teólogo viajero que debatió con eruditos de diferentes sectas islámicas en regiones como Khwarazm, Bujará, Samarcanda, Ghazni y la India, confrontando a los mutazilitas, karamiyyah y otras corrientes que se desviaban de la doctrina sunita ash'arita. Logró convencer a muchos de estos eruditos de volver a la ortodoxia ash'arita, y dejó constancia de sus actividades y debates en su obra Los Debates, que sirve como un registro de su vida académica y de sus viajes, funcionando en parte como sus memorias personales de ese periodo.
Jurisprudencia
Fakhr al-Din al-Razi fue un destacado jurista y teólogo de la escuela Shafi'i, reconocido por sus compañeros como una de las principales figuras en el estudio de los fundamentos del derecho islámico (usul al-fiqh). A lo largo de su vida, se le otorgó el título de Imam en reconocimiento a su profundo conocimiento y trayectoria en esta área. Al-Razi se familiarizó desde joven con las obras fundamentales de sus predecesores, como Al-Burhan del Imam de las Dos Sagradas Mezquitas, Al-Ahed de Qadi Abdul Jabbar, Al-Mustasfa de Al-Ghazali, y Al-Mu'tamid de Abu Al-Hussein Al-Basri. A partir de este conocimiento, no se limitó a seguir ciegamente sus enseñanzas, sino que las examinó críticamente, destacando por sus observaciones y críticas, especialmente hacia figuras como Al-Ghazali y Abu Al-Hussein Al-Basri.
Aunque no completó su Sharh (comentario) sobre la obra de Al-Ghazali, Al-Razi dejó numerosas opiniones jurisprudenciales dispersas en sus obras, especialmente en su famosa Tafsir (Interpretación del Corán), lo que demuestra su experiencia en el campo de la jurisprudencia. También escribió un libro en persa titulado Las pruebas bahá'ís, en el cual abordó ciento setenta cuestiones que comparaban las opiniones de los Shafi'i y los Hanafí, mostrando su preferencia por las opiniones de su escuela, la Shafi'i. Este enfoque comparativo y crítico posicionó a Al-Razi entre los más altos rangos de juristas de su tiempo.
Filosofía
Fakhr al-Din al-Razi se destacó no solo en la teología y la interpretación coránica, sino también en la filosofía, el aprendizaje y la enseñanza. Su interés por la filosofía fue profundo, y viajó con su maestro Majd al-Din al-Jili a Maragha para completar su formación en las ciencias filosóficas. A lo largo de su carrera, al-Razi discutió conceptos filosóficos en sus sesiones de enseñanza y escribió comentarios sobre obras filosóficas de figuras como Ibn Sina, como Al-Isharat wa Al-Tanbihat y Uyun al-Hikma. Además, desarrolló innovadoras contribuciones filosóficas en obras como Al-Muhsāl, Las Investigaciones Orientales, y Al-Maṭālib Al-Aliyya.
Aunque al-Razi explicó las teorías de los filósofos griegos, no fue simplemente un repetidor de sus ideas. De hecho, fue muy crítico con muchos de estos filósofos, especialmente con Aristóteles, y destacó por su capacidad para refutar sus teorías al haberlas estudiado profundamente. Esto le permitió desarrollar un enfoque racional y crítico único dentro del pensamiento islámico. Al-Razi no solo empleó ideas filosóficas en sus investigaciones, sino que también las modificó y atacó aquellas que consideraba incompatibles con la fe islámica.
Al-Razi fue considerado por algunos, como Al-Dhahabi, como un erudito que no siempre estaba de acuerdo con los filósofos, sino que los desafiaba. Al-Safadi también defendió a al-Razi de las críticas que recibía por mencionar y criticar las filosofías griegas en sus obras, destacando su enfoque de desmantelar las teorías que contradecían el Islam. Un ejemplo de su crítica filosófica es su rechazo a la afirmación de los filósofos de que la esencia de Dios es incognoscible, argumentando que esto es incoherente con la certeza de la existencia divina.
Este rechazo a la filosofía griega y su campaña contra algunas de sus doctrinas, como el principio de necesidad aristotélico, lo enfrentó a defensores de la filosofía como Nasir al-Din al-Tusi. Al-Razi también desarrolló teorías filosóficas que diferenciaban su enfoque de los pensadores griegos, como su desacuerdo con la idea de que solo un efecto puede emanar de un solo principio. También cuestionó la creencia de que todo motor debe tener otro motor.
Ibn Taymiyyah, aunque criticó a al-Razi en algunos aspectos, también reconoció la importancia de sus respuestas a los filósofos, aunque las consideraba menos sólidas que las de otros eruditos. No obstante, la obra de al-Razi en este campo fue influyente y dejó una huella importante en la filosofía islámica, siendo un punto de referencia en el debate contra los filósofos griegos.
En resumen, al-Razi fue un filósofo destacado que supo enfrentarse a las teorías griegas y hacer innovaciones en el pensamiento islámico, ganándose tanto admiradores como críticos en su lucha por proteger la fe islámica del escepticismo filosófico.
Astronomía
El filósofo musulmán rechazó el modelo ptolemaico y todas las contribuciones que se habían hecho. Es más, no creía que la Tierra fuera el centro del universo, pues, en palabras del filósofo:
''hay miles de mundos más allá de este mundo, de modo que cada uno de esos mundos pueda ser más grande y más enorme que este mundo, así como tener lo mismo de lo que este mundo tiene''
Esto seguido del siguiente versículo del Corán:
''Alabado sea Allah, Señor de los mundos''
De esta forma, si bien no muestra como se articula este sistema astronómico, su reflexión deja fuera el geocentrismo.
Dios antropomorfo
La obra de Fakhr al-Din al-Razi aborda el delicado tema de los versos coránicos y las narraciones que aparentan dar a Dios características humanas, como partes del cuerpo (mano, pie, ojo) o acciones que implicarían un carácter físico (sentarse, moverse, reír). En un contexto teológico, al-Razi se esfuerza por demostrar la trascendencia absoluta de Dios, refutando cualquier interpretación antropomórfica. Su enfoque se basa en la razón y en una reinterpretación metafórica que busca proteger la idea de un Dios puramente espiritual y libre de las limitaciones físicas humanas.
Al-Razi estructura su argumento en cuatro secciones. En la primera, ofrece pruebas de que Dios está más allá de la corporalidad y el espacio, negando cualquier similitud con las criaturas. La segunda sección se centra en interpretar los textos que pueden inducir a error respecto a los atributos de Dios, reinterpretando metáforas que sugieren características físicas o acciones indignas de su majestad. Las secciones tercera y cuarta exploran la doctrina de los primeros musulmanes (Salaf) y la divergencia de algunas sectas que, desde la perspectiva de al-Razi, adoptaron visiones antropomórficas incorrectas.
Este libro fue escrito en respuesta a Ibn Juzaymah y otros teólogos que al-Razi consideraba errados en su interpretación literalista. Al-Razi utiliza tanto evidencias racionales como narrativas para demostrar que los atributos que sugieren corporalidad deben entenderse de manera metafórica, una perspectiva que, según él, preserva la trascendencia divina. Para al-Razi, términos como "mano" o "derecha" son expresiones que representan poder y dominio, no órganos literales, y su uso metafórico es esencial para evitar la degradación de la imagen de Dios.
La obra también aborda la razón de por qué las personas levantan las manos hacia el cielo al rezar, argumentando que esto no implica que Dios esté físicamente en esa dirección. Al-Razi explica que el gesto se debe a la percepción de los cielos como una fuente de bendiciones y como un símbolo de lo elevado, en lugar de una creencia en que Dios está ubicado allí espacialmente. Además, relaciona este acto con la idea de que los ángeles actúan como mediadores en el mundo, lo que explica por qué los seres humanos dirigen sus súplicas hacia arriba.
En su introducción, al-Razi dedica la obra a un sultán como un regalo de doctrina ortodoxa sunita, destacando la importancia de este trabajo en la defensa de la teología islámica contra interpretaciones antropomórficas. Su intención es proteger la concepción de Dios de cualquier atributo físico y reafirmar la santidad divina en términos abstractos y metafísicos.
Conclusión
En conclusión, al-Razi fue un erudito excepcional que abarcó múltiples disciplinas y dejó un legado que influenció tanto el pensamiento religioso como filosófico en el mundo islámico. Su capacidad para interrogar, criticar y construir nuevas ideas, junto con su habilidad para enfrentar la oposición, lo convierten en una de las figuras más influyentes y complejas del pensamiento medieval islámico. Su vida fue un testimonio de su incansable búsqueda de la verdad, una búsqueda que dejó una marca indeleble en la historia del pensamiento islámico.
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