Ya lo había dicho Plotino. El bien es la correcta medida de las cosas pues es el mal el que no tiene forma y por esa razón es infinito y desmedido, por eso también se encuentra en los extremos según la lógica aristotélica. Es de esperar que el dios de San Agustín sea el sumo bien y por lo tanto el que marque el orden establecido en la naturaleza y en la humanidad. Ya algunos filósofos habían hablado de la providencia, pero ninguno lo había hecho en pos de la autoridad cristiana, ya que ésta autoridad aún no hacía peso en el gran Imperio Romano.
EL ORDEN
Capítulo I: Todo lo dirige la divina providencia
Cuando pensamos en la providencia nos surgen muchas preguntas, como por ejemplo, si existe la providencia ¿cómo es que existe el mal? Entre los más escépticos pareciera existir dos opciones:
- La providencia existe e ignora los hechos humanos
- La providencia existe y es la artífice de los males
Para Agustín, el último parecer es uno de los más graves de pensar porque no podemos decir que Dios, que es principio del bien, pueda tener alguna similitud con el mal.
Capítulo II: Dedicación a Cenobio
San Agustín recomienda a Cenobio que siempre esté al lado de las cosas interiores de los seres humanos, es decir, al lado del alma. Sólo en el interior podemos tener la verdad, pues es ahí donde está Dios.
Nada se hace con desorden y sin medida a menos que la providencia no esté, pues como dijimos en el libro anterior, la providencia es la perfecta medida.
Nada se hace con desorden y sin medida a menos que la providencia no esté, pues como dijimos en el libro anterior, la providencia es la perfecta medida.
Capítulo III: La disputa
La primera disputa del día comienza cuando San Agustín se pregunta si es posible que algo pase fuera del orden. Ciertamente, es difícil discernir si las cosas pasan dentro de un orden o fuera de él. En la vida cotidiana siempre pasa que algunas cosas nos parecen dentro de un orden y realmente nos impresionan mucho, aquellas cosas que pasan fuera del orden.
San Agustín dice que esto que pasa ''fuera'' del orden son sólamente cosas aparentes, no es verdad que algo pase fuera del orden, pues la providencia lo hizo todo con la medida correcta.
Capítulo IV: Nada se toma por cierto sin razón
Uno de los dialogantes como lo era Trigecio asentía con las argumentaciones de Agustín, aunque declaró también que tenía sus dudas.
Los dialogantes estaban en una especie de jardín discutiendo el tema, cuando San Agustín ve como corre el agua por unos acueductos de madera. Si el agua que corre es utilizada justamente para el uso del ser humano, entonces diremos que esto ocurre con orden porque de otra manera no podríamos usarlo. Sin embargo, ¿qué ocurre con las hojas que caen de un árbol? ¿hay orden en esa caída o en el trayecto de la hoja?
Licencio se pregunta si en verdad la naturaleza basa todo por casualidad, y los árboles están donde están producto del azar, o si en realidad la naturaleza tiene un orden para todo lo que crea.
Capítulo V y VI: Dios y el orden
Todo se hace con un orden en la opinión de San Agustín. Es así como darnos cuenta de cómo caen las hojas, cómo fluye el agua en los acueductos, todo eso cae en un orden porque podemos pensar en ese orden. Si no tuviéramos razón no podríamos ver ni pensar en aquellos fenómenos. Para percibir estos fenómenos nuestra mente tiene que estar en orden, y para que ellos pasen también debe existir cierto orden.
Si iniciamos una búsqueda de la verdad nos daremos cuenta que todas las cosas tienen un orden, pues la misma probabilidad de que pase tiene un orden. Sin embargo, aquí podríamos pensar que el desorden no existe, puesto que todo estaría dominado por el orden.
Capítulo VII: El mal pertenece al orden
Trigecio dice que si es así, Dios quiere el mal porque el orden tendría que estar dentro de él, en el supuesto de que el orden es la totalidad de las cosas. Por lo tanto, bien se puede decir que de Dios provienen los males, que además quiere aquellos males.
Licencio irrumpe en la conversación diciendo que el mal ciertamente está dentro del orden, pero tiene un orden distinto al que Dios ama. Dios no quiere el mal, pero no se puede decir que el mal no tiene orden porque de lo contrario, no existiría el mal en este mundo lo cual no es correcto. Es sólo que es un orden distinto y alejado del orden que quiere Dios.
Además, añade Licencio, Dios le da a todos según sus méritos y bondades. A los buenos les dará beneficios y a los malos perjuicios, puesto que ese sería un buen concepto de justicia. La distribución de la justicia hecha en este sentido corresponde un orden.
Capítulo VIII: Artes liberales
Licencio era un adherente a las ideologías del academicismo, pero ahora, tras el argumento que construyó anteriormente vemos que está totalmente convertido en agustiniano.
Licencio dice que a medida que se ha vuelto cristiano ha dejado las artes liberales tales como la poesía (que por cierto era un buen poeta). pero San Agustín le dice que no las deje, pues son estas las que nos llevan a abrazar con más ahínco la verdad y todas las creaciones de Dios.
Capítulo IX y X: El orden nos lleva a Dios
Sigue Licencio con el argumento del orden (aunque de manera ciertamente arbitraria por San Agustín), diciendo que Dios es el mismo orden. Esto se debe al concepto de la Santísima Trinidad que entendían los católicos en ese tiempo. Esto se estableció en el concilio de Constantinopla autorizado por Teodosio I.
Si Jesús era orden porque tenía razón, entonces Dios al ser Jesús y Jesús al ser Dios tendremos que la razón es Dios mismo.
Capítulo XI: La madre de San Agustín: Santa Mónica
Agustín había reprendido gravemente a Licencio y a Trigecio por la discusión que estaban sosteniendo, diciendo que aún en ellos tenían el pecado y la ignorancia. Luego, en la escena de la discusión entra la distinguida Santa Mónica: la madre de San Agustín.
Santa Mónica queda un tanto sorprendida por jugar un papel en estos escritos, pues muchos filósofos soberbios dicen que las mujeres no deben acercarse a la filosofía. San Agustín reprueba esto y dice que las mujeres si pueden llegar al conocimiento, y su madre es un ejemplo de ello. Es más, Agustín admite que su madre ha llegado aún más lejos, al señalar que el amor que tiene su madre a la filosofía es mucho más profundo que el que tiene a su hijo.
La conversación termina cuando Santa Mónica le dice a Agustín que jamás había oído decir tamañas mentiras; esto quizás en respuesta a decir que Santa Mónica si amaba más a San Agustín que a la filosofía.
Conclusión
Interesante discusión sobre el orden donde Dios está y que nada puede concebirse sin él. Me llama la atención porque en la segunda guerra mundial se discutía si el holocausto nazi era un hecho humano o de otra naturaleza, y la verdad es que fue un hecho totalmente humano. Para hacer la tortura se debe tener razón, ciencia y reflexión independiente de que esta sea buena o mala. En ese sentido, la razón puede estar tanto al servicio del bien como del mal. Veamos qué otras cosas nos tiene San Agustín en el siguiente libro sobre el orden, quizás ahí veremos que dirá San Agustín a la reprimenda de Licencio y de Trigecio.
Licencio como dialogánte sostiene que el mal tiene un orden diferente y que esta dentro del orden de Dios, pero el mal no procede Dios sino que esta ahí y aquellos que lo practican recibirán prejuicio de parte de Dios. Pienso al respecto que dentro del orden de Dios está la eliminación del mal y su separación eterna aunque no su exterminio. El mismo seguirá, aunque castigado por Dios en su ejecutante principal satanás.
ResponderEliminar