martes, 19 de noviembre de 2024

Pier Paolo Vergerio (1370-1444)

 


En el umbral del Renacimiento, un periodo marcado por el redescubrimiento de los ideales clásicos y el florecimiento del pensamiento humanista, Pier Paolo Vergerio el Viejo emergió como una de las voces más influyentes en el ámbito de la educación. Este humanista italiano, a través de sus escritos y su práctica, sentó las bases de una pedagogía que buscaba no solo formar intelectos brillantes, sino también forjar el carácter moral y cívico de los individuos.

En esta entrada, exploraremos la vida y legado de Vergerio, destacando cómo su enfoque educativo, plasmado en obras como De ingenuis moribus et liberalibus studiis adulescentiae, transformó la forma en que se concebía la enseñanza en su época y sentó las bases para la educación moderna. Acompáñanos a descubrir a este pionero del humanismo y su relevancia en el mundo contemporáneo.


PIER PAOLO VERGERIO

VIDA Y OBRA

Antecedentes

Vergerio nació en Capodistria, una ciudad en la península de Istria (actual Koper, Eslovenia), que entonces formaba parte de la República de Venecia. Con mucha frecuencia se le confunde con Pier Paolo Vergerio, el Joven, quien no tiene relación alguna con este educador renacentista. 

Estudió derecho en las universidades de Padua y Florencia, aunque posteriormente se interesó por las artes liberales y las disciplinas humanísticas, como la retórica, la filosofía y la ética. Este cambio lo vinculó al movimiento humanista que estaba emergiendo en Italia.

Carrera política

Vergerio tuvo una destacada carrera en el ámbito político y religioso del Renacimiento, desempeñándose en roles clave que le permitieron influir tanto en la Iglesia como en la política europea. Durante su vida, trabajó como secretario papal para dos pontífices, Inocencio VII (1404–1406) y Gregorio XII (1406–1409). En estos cargos, no solo estuvo involucrado en las complejidades administrativas de la Iglesia, sino también en cuestiones diplomáticas en un momento de tensiones internas, como el Cisma de Occidente.

Uno de sus logros más significativos fue su participación en la organización del Concilio de Constanza (1414–1418). Este concilio, uno de los más importantes de la época, buscó resolver el cisma y restaurar la unidad de la Iglesia Católica. La experiencia de Vergerio en este evento subraya su habilidad como diplomático y su compromiso con la reforma eclesiástica.

Después de su servicio papal, Vergerio trabajó para el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Segismundo (1418–1437). En esta posición, tradujo al latín la obra Anábasis de Alejandro de Arriano, una biografía de Alejandro Magno, demostrando su erudición y su dominio de las lenguas clásicas. Esta traducción amplió el acceso a la historia clásica en la Europa de habla latina y reflejó su profundo interés en las figuras históricas y el legado cultural grecorromano.

Entre sus otras obras destacan Sobre la restauración de la unidad en la Iglesia, un texto en el que probablemente abordó la necesidad de superar las divisiones eclesiásticas, y una "Vida de Petrarca", donde rindió homenaje al influyente humanista y poeta, cuya filosofía había moldeado su propio pensamiento. Estas contribuciones literarias y su servicio político y religioso posicionan a Vergerio como una figura clave en la transición hacia una Europa más influenciada por el humanismo y las reformas políticas.

Muerte

Pier Paolo Vergerio el Viejo murió en 1444, pero los detalles específicos sobre las circunstancias de su muerte no son ampliamente registrados en las fuentes históricas. Se sabe que pasó los últimos años de su vida dedicándose a su labor pedagógica y humanista, promoviendo las ideas del Renacimiento a través de sus escritos y su influencia en la educación y la política.

Pensamiento

Pedagogía

En el vibrante Renacimiento italiano, Venecia no solo brilló como potencia comercial, sino también como un centro cultural en ascenso, moldeado por el impacto de la filosofía humanista. Ya en la década de 1460, el prestigio de esta corriente filosófica empezó a dejar huella, gracias a figuras pioneras como Francesco Petrarca. Aunque Petrarca solo residió brevemente en Venecia, su colaboración con el canciller y admirador Benintendi Ravagnani fue clave para sembrar la semilla de una revolución cultural. Su legado no se limitó a su famosa biblioteca privada, sino que también perduró a través de su correspondencia con la élite intelectual de la ciudad.

Pero el verdadero despegue del humanismo en Venecia tuvo lugar con Pier Paolo Vergerio el Viejo (1370-1444), un erudito que se convirtió en el primer gran humanista de la región. Vergerio, formado en Padua, no solo destacó como pedagogo, sino también como editor crítico, lanzando una influyente edición de África. Su estancia en Florencia lo conectó con luminarias del humanismo como Coluccio Salutati y Emanuele Crisolora, lo que le permitió perfeccionar su dominio de las lenguas clásicas y consolidar su visión humanista.

Pier Paolo Vergerio no solo abrazó el humanismo como una filosofía personal, sino que lo transformó en un poderoso instrumento político y cultural para la República de Venecia. Inspirado por las ideas de Aristóteles y Polibio, promovió el concepto de una constitución mixta, plasmándolo en su tratado "De republica veneta", una obra que exaltaba la estructura política veneciana como modelo de equilibrio y justicia. Este texto no solo celebraba la organización gubernamental de Venecia, sino que también servía como guía para legitimar su poder y estabilidad.

Vergerio también impulsó la creación de instituciones educativas donde los académicos pudieran formarse en el pensamiento clásico, fortaleciendo así la influencia del humanismo en la élite gobernante. Su visión no solo transformó la cultura veneciana, sino que cimentó el humanismo como una herramienta clave para la gestión política y la cohesión social en la República. Para este gran proyecto, Vergerio precisaría la ayuda de Leonardo Guistanini.

Gracias a Vergerio y a pioneros como Petrarca, Venecia no solo se alineó con las tendencias culturales del Renacimiento, sino que también se posicionó como un epicentro intelectual donde el humanismo no era solo una filosofía, sino una estrategia para consolidar

Obras

De ingenuis moribus

Vergerio escribió esta obra en un momento en el que el humanismo comenzaba a transformar las concepciones educativas en Europa. El tratado está dirigido al joven Ubertino da Carrara, miembro de una destacada familia de Padua, y tiene como objetivo ofrecer una orientación práctica sobre cómo los estudios y la formación moral pueden preparar a la juventud para una vida virtuosa y útil en la sociedad.

El título refleja las dos preocupaciones principales de Vergerio:

  1. La formación del carácter moral (ingenuis moribus): El desarrollo de virtudes como la honestidad, la prudencia y el autocontrol.
  2. El estudio de las artes liberales: Una educación que cultive tanto la mente como el espíritu, fundamentada en las disciplinas clásicas.

El tratado también subraya el papel crucial de los maestros y los padres en la educación de los jóvenes. Según Vergerio, los educadores deben ser modelos de virtud y sabiduría, guiando a los estudiantes no solo con conocimientos, sino también con su ejemplo personal. De esta manera, la educación se convierte en una herramienta para moldear ciudadanos responsables y éticos.

El impacto de "De ingenuis moribus" fue significativo en su tiempo y se extendió durante siglos, influyendo en pedagogos renacentistas como Vittorino da Feltre y Guarino da Verona. Su enfoque integral de la educación, que combina el aprendizaje académico con la formación moral, marcó un hito en la pedagogía del Renacimiento y contribuyó a redefinir el propósito del aprendizaje en Europa. Este texto sigue siendo una referencia esencial para comprender la visión humanista de la educación y su legado cultural.

El tratado está escrito en un latín elegante y claro, siguiendo las tradiciones de la prosa humanista. Su estructura combina consejos prácticos con reflexiones teóricas, lo que lo hace accesible tanto para educadores como para lectores interesados en el pensamiento humanista.

Paulus

Pier Paolo Vergerio el Viejo no es ampliamente conocido por su contribución a la comedia, ya que su legado principal reside en sus tratados pedagógicos y humanistas. Sin embargo, como muchos humanistas del Renacimiento temprano, también incursionó en el teatro, una disciplina que permitía no solo el entretenimiento, sino también la enseñanza moral y la reflexión ética.

Entre sus obras de comedia destaca "Paulus", una pieza que ejemplifica su capacidad para integrar elementos humorísticos con reflexiones morales y educativas. Esta obra es una sátira dirigida a los defectos humanos y los excesos, particularmente en la juventud y el ámbito académico.

La comedia ridiculiza las debilidades humanas, como la ignorancia, la pereza y la falta de disciplina, pero lo hace con la intención de reformar los comportamientos. Esto está alineado con el enfoque educativo de Vergerio, quien veía el arte como una herramienta para formar el carácter. Como humanista, Vergerio estaba profundamente influenciado por autores clásicos como Plauto y Terencio. Estas influencias se reflejan en el estilo y la estructura de la obra, que sigue los modelos de la comedia latina en su mezcla de humor y lección moral. Aunque utiliza el humor, la obra no pierde de vista su objetivo principal: ofrecer un comentario crítico sobre la educación y la juventud de su época, mostrando los peligros de la falta de formación adecuada.


Conclusión

Como humanista, pedagogo, diplomático y escritor, su vida estuvo marcada por un profundo compromiso con la difusión de los ideales clásicos y la reforma del pensamiento educativo de su tiempo. Desde sus tratados pedagógicos, como De ingenuis moribus et liberalibus studiis adulescentiae, hasta sus aportaciones como secretario papal y colaborador en el Concilio de Constanza, Vergerio encarnó la búsqueda de una formación integral del ser humano, basada en el cultivo del intelecto, la moral y el carácter cívico.

El legado de Vergerio reside en su capacidad para conectar disciplinas diversas (la educación, la política, la diplomacia y la literatura) en un proyecto integral que buscaba ennoblecer al individuo y fortalecer a la sociedad. Su influencia perduró en los sistemas educativos renacentistas y en la manera en que las ideas clásicas se incorporaron al pensamiento moderno, dejando una huella imborrable en la historia cultural de Europa.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

La familia Borgia

 


La familia Borgia, originaria de España, se erigió como una de las dinastías más influyentes y controvertidas del Renacimiento. Su ascenso al poder, marcado por intrigas políticas, alianzas estratégicas y una ambición desmedida, dejó una huella indeleble en la historia europea. Desde la elección de Alfonso de Borja como Papa Calixto III hasta el polémico pontificado de Alejandro VI, los Borgia se entrelazaron con los eventos más significativos de su época. Este análisis profundiza en los orígenes, el legado y las leyendas que rodean a esta familia, explorando cómo su búsqueda de poder y su habilidad para navegar en las complejidades políticas de su tiempo los convirtieron en protagonistas indiscutibles de la historia.


LA FAMILIA BORGIA

Orígenes

Borja

Cuando hablamos de los Borgia tenemos y queremos ir directamente a sus orígenes, debemos describir y conocer el lugar de donde provienen. Desafortunadamente, la información precisa de los hechos no es pacífica. Por un lado se dice que tienen origen en Borja, Zaragoza y otros dicen que tienen origen en Játiva; ambas ciudades de España. 

Borja tiene sus raíces en el siglo V a. C. como la población celtibérica Bursau, conocida por acuñar moneda y situada inicialmente en los alrededores de la Cueva Esquilar, expandiéndose posteriormente al cerro de La Corona. Fue mencionada por autores clásicos como Tito Livio, quien la citó en el contexto de la guerra sertoriana, y Plinio el Viejo, que la incluyó en el Convento Jurídico de Caesaraugusta. Aunque Ptolomeo también alude a una población llamada Bursada, esta parece referirse a un asentamiento diferente, cercano a Cuenca.

En la conquista romana en el siglo I a. C., la población comenzó a establecerse en las laderas del cerro, en áreas como Torre del Pedernal y La Romería. En el siglo III, debido a la inseguridad generalizada, los habitantes retornaron a La Corona y sus alrededores. De la época visigótica se sabe poco, aunque se supone que la población se mantuvo en torno al castillo y las zonas altas de la ciudad.

En la Edad Media, Borja alcanzó su mayor esplendor con la llegada de los musulmanes en el siglo VIII. Durante este periodo, adoptó el nombre árabe Burŷa, derivado de "torre" o "fortín". La región fue gobernada inicialmente por los Banu Qasi, descendientes del conde visigodo Casio, quienes jugaron un papel crucial en la historia musulmana de la península ibérica.

En el siglo XII, Borja fue reconquistada de manera pacífica por los cristianos. Los musulmanes pudieron conservar sus propiedades y practicar su culto, aunque fueron obligados a trasladarse a zonas fuera de las murallas, específicamente en los alrededores de la actual calle San Juan. Este periodo marcó una transición clave en la historia de Borja, integrándola en la dinámica de la Corona de Aragón.

Ahora bien, la familia Borgia, era origen aragonés, se estableció en el Reino de Valencia en el siglo XII, en Xàtiva y Gandía, regiones valencianoparlantes de la Corona de Aragón. 

Sin embargo, se cree que pudieron tener su origen en la localidad de Borja, pero esta tesis ha sido desechada por la mayoría de los historiadores. Existe un relato de que los Borgia decían provenir de Pedro de Atarés para demostrar que descendían de la Casa de Aragón. Pero esto se ha señalado como absolutamente falso, pues Pedro de Atarés murió sin descendencia.

Játiva

Játiva, ubicada en la provincia de Valencia, es una histórica ciudad del este de España. Durante la era islámica, los árabes introdujeron la fabricación de papel y la ciudad destacó por su educación y aprendizaje, siendo el hogar del erudito Abu Ishaq al-Shatibi. Tras la Reconquista y la repoblación cristiana, se convirtió en la cuna de la influyente familia Borgia.

En ese período, Juan Domingo de Borja y Doncel, nacido en la localidad aragonesa de Borja, se trasladó a Játiva, donde prosperó en el comercio, especialmente en el azúcar. Fue padre de Alfonso de Borja y abuelo de Rodrigo de Borja. Recibió el título de Sobreguarda de las fronteras de Castilla en 1404, otorgado por el Rey Martín de Aragón. Casado con Francina Llançol, tuvo cinco hijos, destacando Alfonso y su hija Isabel, madre de Alejandro VI. 

Alfonso de Borja

Carrera funcionaria

Alfonso cursó estudios de gramática, lógica y artes en el colegio de Valencia y, desde 1392, prosiguió su instrucción en la Universidad de Lleida, donde alcanzó el doctorado en utroque iure (Derecho Civil y Canónico). Al comienzo de su trayectoria, impartió clases de Derecho en Lleida y posteriormente actuó como enviado al servicio de los monarcas de Aragón, sobresaliendo en su intervención en el Concilio de Basilea. En 1408, el antipapa Benedicto XIII lo designó consejero y funcionario de la diócesis de Lleida, y en 1411 fue nombrado prebendado del cabildo de la catedral diocesana.

Rectorado

Alfonso de Borja fue delegado de la diócesis de Lleida en el Concilio de Constanza en 1416, aunque no participó debido a la oposición del rey Alfonso V de Aragón, representando en cambio a su diócesis en el sínodo aragonés en Barcelona. En 1418, con autorización del cardenal Alamanno Adimari, actuó como mediador entre el Papa Martín V y el rey, trabajando para restablecer la unidad de la Iglesia y consolidar la relación entre el monarca y el pontífice. Por sus esfuerzos, recibió una canonjía en la catedral de Barcelona y fue nombrado rector de la iglesia de San Nicolás en Valencia. Entre 1420 y 1423, fue rector de la Universidad de Lleida y luego renunció para dedicarse plenamente al servicio diplomático del rey.

Cardenal

En 1429, Alfonso de Borja logró la dimisión pacífica del antipapa Clemente VIII en Peñíscola, lo que le valió ser nombrado obispo de Valencia, cargo que ocupó hasta su muerte. En 1432 retomó su rol como consejero del rey Alfonso V de Aragón y lideró negociaciones clave, como su participación en el Concilio de Florencia en 1439, estableciendo vínculos con importantes cardenales.

En Nápoles, tras la conquista aragonesa en 1442, reorganizó el sistema judicial y presidió el Consejo Real, desempeñando un papel decisivo en la firma del Tratado de Terracina (1443), que consolidó el reconocimiento papal del dominio aragonés en el Reino de las Dos Sicilias.

En 1444, fue nombrado cardenal por el Papa Eugenio IV, adoptando una vida austera en Roma. Desde su residencia cercana al Coliseo, se dedicó al servicio de la Iglesia, participando en eventos como el cónclave de 1447, que eligió al Papa Nicolás V, y en el consistorio de 1451.

Papa Calixto III

En 1455, Alfonso Borgia, a los 76 años, fue elegido Papa como opción de consenso, ya que las preferencias estaban divididas entre el cardenal griego Bessarion y un candidato relacionado con los Colonna. Su coronación tuvo lugar el 20 de abril de ese año en la antigua basílica de San Pedro, oficiada por el cardenal Prospero Colonna.

Elige su nombre de Calixto para honrar a los papas anteriores Calixto I y Calixto II. Sería el primero de los Borja en ser papa. 

Por otro lado, Alfonso cambia su apellido a Borgia con el objeto de tener una conexión con la herencia cultural y política de Italia, que era el centro de poder eclesiástico y político en ese momento.

El pontificado de Calixto III se caracterizó por el notable ascenso de sus familiares en la jerarquía eclesiástica y política, práctica conocida como nepotismo. Destacan sus sobrinos: Luis Juan de Milá, ex obispo de Segorbe, y Rodrigo Borgia, de 25 años en ese entonces, quien fue nombrado cardenal y vicecanciller de la Iglesia. Otro sobrino, Pedro Luis de Borja, permaneció en el estado laico pero recibió múltiples cargos, incluyendo gobernador de Castel Sant'Angelo, capitán general de la Iglesia, duque de Spoleto y prefecto de Roma.

Estas designaciones generaron descontento entre los romanos, especialmente instigados por la familia Orsini, opositora de los Borgia. A la muerte de Calixto III, este descontento culminó en disturbios que incluyeron incendios en las residencias de los "catalanes", término que englobaba a los valencianos como los Borgia.

La cruzada de Calixto III

Tras la caída de Constantinopla en 1453, el sultán Mehmed II dirigió sus fuerzas hacia Hungría, sitiando la ciudad de Belgrado en 1456. Calixto III, consciente de la amenaza que representaba el avance otomano para la cristiandad, hizo un llamamiento a los príncipes cristianos para organizar una cruzada que detuviera a los turcos. Aunque su convocatoria no obtuvo el apoyo esperado, la defensa de Belgrado, liderada por Juan Hunyadi y el fraile franciscano Juan de Capistrano, logró una victoria decisiva contra las fuerzas otomanas. En agradecimiento por este triunfo, Calixto III instituyó la Fiesta de la Transfiguración, celebrada el 6 de agosto, para conmemorar la liberación de Belgrado.

Además, en 1456, Calixto III ordenó la revisión del juicio de Juana de Arco, resultando en su absolución póstuma y reconocimiento como mártir.

Entre otras cosas, en ese mismo año, Calixto IIIratificó el monopolio de Portugal y concedió a la Orden de Cristo portuguesa jurisdicción eclesiástica sobre todas las tierras desde los cabos de Bojador y Nam hasta la India. Esto se hizo mediante la promulgación de la bula inter caetera. El monarca portugués implementó una política de comercio abierto, permitiendo a extranjeros comerciar en las costas africanas a cambio de tributos correspondientes, siendo el principal afectado el rey de Castilla. 

Esta decisión papal fortaleció las reivindicaciones portuguesas en África y más allá, respaldando sus derechos exclusivos sobre las nuevas tierras descubiertas. Sin embargo, esta concesión generó tensiones con Castilla, que también tenía intereses en la expansión hacia el sur. La intervención de Calixto III en estas disputas territoriales fue fundamental para delinear las esferas de influencia entre las potencias ibéricas en la era de los descubrimientos.

Cultura

Calixto mostró desinterés por el humanismo, vendiendo encuadernaciones valiosas de la Biblioteca Vaticana para financiar la cruzada. En política, se opuso a la sucesión de Ferrante de Aragón en Nápoles, considerándolo ilegítimo, y buscó transferir el reino a su sobrino Pier Luigi Borgia. Emitió decretos contra Ferrante y absolvió a sus opositores, generando tensiones que no logró resolver antes de su muerte en 1458, debilitado por su avanzada edad y las frustraciones de su pontificado.

Leyenda negra anticatalana

la expansión de la Corona de Aragón en Italia y el comportamiento de sus representantes generaron resentimiento entre las élites italianas, influyendo en la creación de la leyenda negra anticatalana. Calixto III, como valenciano y miembro de una familia vinculada a la Corona de Aragón, es parte de este contexto histórico. Su pontificado y el de su sobrino Alejandro VI reforzaron la percepción negativa debido al nepotismo, la ostentación de sus cortes y la percepción de inmoralidad en sus gestiones.

Muerte

Falleció en Roma el 6 de agosto de 1458. Su deceso ocurrió el día de la Transfiguración del Señor, festividad que él mismo había instituido para conmemorar la victoria en el sitio de Belgrado.

Tras su muerte, fue sepultado en un suntuoso monumento encargado por su sobrino, el cardenal Rodrigo Borgia, en la capilla de Santa María della Febbre, cercana a la Basílica de San Pedro. Durante la reconstrucción de la basílica, sus restos fueron trasladados en 1586 y nuevamente en 1610, junto con los de su sobrino, el Papa Alejandro VI, a la iglesia de Santa María de Montserrato, la iglesia nacional española en Roma.

En su testamento, Calixto III dejó 5.000 ducados para la fundación de un hospital en la casa donde residió cuando era cardenal. 

Rodrigo de Borgia

Nacido el 1 de enero de 1431 en Játiva, una ciudad que hoy forma parte de la Comunidad Valenciana, Rodrigo de Borja (como dijimos anteriormente) era hijo de Jofré de Borja y Escrivá y Isabel de Borja.

Apariencia

En cuanto a su rostro, Rodrigo Borgia tenía una fisonomía amplia y poderosa. Su nariz, ligeramente aquilina y prominente, era uno de los rasgos más distintivos de su cara, mientras que sus labios gruesos y expresivos añadían un aire de autoridad y magnetismo personal. Sus ojos, oscuros y penetrantes, eran una herramienta natural de persuasión que complementaba su personalidad astuta y ambiciosa. Su tez era clara, aunque el paso de los años y su estilo de vida indulgente probablemente dejaron signos de desgaste en su rostro.

Físicamente, en su juventud, Rodrigo poseía una complexión robusta y atlética, lo que le daba una presencia física imponente. Sin embargo, durante su papado, su cuerpo se volvió corpulento, reflejo de los años de opulencia y de los banquetes con los que acostumbraba rodearse. Esta transformación en su complexión no restó a su imagen de autoridad, sino que la reforzó, consolidándolo como una figura dominante tanto en lo político como en lo religioso.

Su cabello oscuro y espeso en los años de juventud fue un rasgo atractivo, pero en su vejez, este se tornó canoso, acompañando su evolución hacia una figura más solemne. Su estilo personal y su vestimenta también eran símbolos de su inclinación por el lujo. Incluso antes de ser papa, Rodrigo Borgia se destacaba por vestir con ropas de calidad y ornamentos finos que reflejaban su amor por el esplendor. Como pontífice, estas elecciones se volvieron aún más ostentosas, en línea con su fama de ser un papa amante de la opulencia.

Juventud

El joven Rodrigo no tardó en recibir el apoyo de su poderoso tío para avanzar en su carrera. A los 17 años fue enviado a Italia, donde estudió derecho canónico en la prestigiosa Universidad de Bolonia, una de las más importantes de la época. En 1456, con apenas 25 años, se graduó en derecho canónico, obteniendo su doctorado y, casi de inmediato, ascendiendo en la jerarquía eclesiástica gracias a la influencia de Calixto III, quien ya en febrero de 1456 lo nombró cardenal diácono de San Nicolás In Carcere, aunque se dice que en verdad compró su propio nombramiento. De hecho, una vez que se hace papa recuperaría el dinero. 

Era de alto talente y seductor con las mujeres. Muchos cercarnos le advertían de que dejara aquella vida licenciosa; de hecho Jean de al Bule le diría: ¡Llevas una vida crapulosa, pellejo de vino!

El joven cardenal no solo comenzó a acumular méritos académicos, sino también políticos. En 1457, fue nombrado gobernador de la Marca de Ancona y comisario de las tropas pontificias, desempeñando una eficaz labor de administración y estrategia. El mismo año, Calixto III lo nombró vicecanciller de la Iglesia Romana, un puesto clave que le otorgó un poder considerable dentro de la Curia romana y que conservaría durante casi toda su vida, incluso después de la muerte de su tío. En ese mismo periodo, se le encomendó la administración del obispado de Gerona, que luego cedería para ocupar el obispado de Valencia en 1459, una de las diócesis más ricas y prestigiosas de España.

Un cardenal en la cúspide

Cuando Calixto III falleció en 1458, Rodrigo Borgia no solo había alcanzado una destacada posición dentro de la jerarquía eclesiástica, sino que también había cultivado relaciones clave con poderosos miembros de la Curia, lo que le permitió mantener su influencia incluso después de la muerte de su tío. 

Durante los papados que le siguieron, Rodrigo Borgia, como vicecanciller, se encargó de los asuntos de la cancillería romana, demostrando ser un administrador hábil y eficaz. Su destreza para manejar los complejos asuntos diplomáticos y sus aptitudes políticas fueron reconocidas incluso por sus rivales más acérrimos, como Giuliano della Rovere, quien más tarde sería Julio II, un papá conocido por su firme oposición a la influencia de los Borgia en la Iglesia.

El tiempo que Borgia permaneció como vicecanciller (más de 35 años) consolidó su fama como un hombre de poder dentro de la Iglesia. Pero, a pesar de su éxito en la administración, sus ambiciones iban mucho más allá. Desde muy joven, Rodrigo Borgia comprendió que su verdadero objetivo era llegar al trono de San Pedro, el papado. A los 27 años, ya tenía claro que su destino pasaba por ser Papa. Y lo conseguiría, con esfuerzo, astucia y el apoyo de sus seguidores.

La consolidación del poder

A medida que fue acumulando cargos y prestigio, Rodrigo Borgia tejió una red de aliados que le permitiría manipular los mecanismos del poder en la Curia romana. Su habilidad para hacer aliados, incluso entre aquellos que no compartían su visión, fue clave en su ascenso. Su carisma, su astucia y su dominio de las intrigas eclesiásticas fueron fundamentales para ganar la confianza de los cardenales y obtener el apoyo necesario en los cónclaves papales.

Con el tiempo, la ambición de Rodrigo Borgia no solo se vería satisfecha por su ascenso al papado, sino también por el control de vastos territorios y la consolidación de una dinastía que llevaría el nombre de los Borgia a la historia. Fue un hombre que, como pocos, comprendió las dinámicas del poder y utilizó los recursos eclesiásticos, políticos y sociales de su época para alcanzar sus objetivos.

Así, con una vida marcada por la ambición, el astuto juego político y una gran habilidad para administrar los destinos de la Iglesia, Rodrigo Borgia se erige como una de las figuras más complejas y fascinantes del Renacimiento, capaz de dejar una huella imborrable en la historia del papado, tanto por sus logros como por sus controversias.

Ascenso al poder

En 1458, tras la muerte de su tío Calixto III, el mundo eclesiástico se preparó para otro cónclave papal. Rodrigo Borgia, el joven cardenal valenciano, ya había mostrado su astucia política, y no iba a dejar que esta oportunidad pasara desapercibida. Había estado a la sombra de su influyente tío durante años, pero el vacío dejado por Calixto III abrió la puerta a nuevas intrigas. En este cónclave, se jugaba no solo el futuro de la Iglesia, sino también el destino de Borgia. ¿Y quién se levantó como el verdadero ganador? Eneas Silvio Piccolomini, quien fue elegido Papa con el nombre de Pío II.

Pero no se equivoquen. La elección de Pío II no fue casualidad ni un simple golpe de suerte para Borgia. Rodrigo, astuto y calculador, jugó un papel crucial en el ascenso de Piccolomini, alineándose con él para asegurar su lugar en la cúspide de la jerarquía eclesiástica. Pío II, reconociendo la capacidad política de su sobrino, no tardó en consolidar a Borgia como vicecanciller de Roma, un puesto que le permitiría manipular los hilos de la administración papal. Y en 1463, cuando Pío II, leal a su protegido, elevó a Borgia a cardenal protodiácono, Rodrigo ya había comenzado a tejer su red de poder.

El destino de Borgia parecía sellado en el Vaticano. Cuando Pío II falleció en 1464, los cardenales se reunieron para un nuevo cónclave. Paulo II (Pietro Barbo), un cardenal presbítero de San Marcos, fue elegido como Papa, pero eso no significó un retroceso para Rodrigo. Aunque se vio obligado a ceder algunos de sus títulos (como el de cardenal protodiácono), su poder seguía intacto. Y en 1471, tras la muerte de Paulo II, otro cónclave se convocó, y Francesco della Rovere se alzó como Sixto IV.

Borgia continuó su imparable ascenso, siendo nombrado cardenal-obispo de Albano y Porto-Santa Rufina, consolidando su poder e influencia en la Iglesia. Pero lo mejor aún estaba por llegar. En 1484, Rodrigo alcanzó la cúspide del poder eclesiástico: decano del Colegio Cardenalicio. Ya no era un simple cardenal. Era el hombre al que todos debían escuchar.

Con la muerte de Sixto IV en 1484, un nuevo papado se perfilaba. Inocencio VIII fue elegido, y Rodrigo Borgia mantuvo su puesto como decano del Colegio Cardenalicio. Sin embargo, fue en este periodo cuando su influencia sobrepasó los límites de la administración eclesiástica. Además de su papel en la Cancillería, Inocencio VIII elevó a Borgia al cargo de arzobispo de Valencia, el cual Rodrigo había ocupado desde la muerte de su tío, y le otorgó el obispado de Mallorca. Su poder no solo residía en la Curia, sino también en vastos territorios eclesiásticos en España. En el año 1485, Rodrigo, como cardenal, adquiere el ducado de Gandía para su hijo Pedro Luis (de madre desconocida). En Gandía se originaría otra rama de la familia Borgia. 

El 11 de agosto de 1492, el cónclave papal convocado tras la muerte de Inocencio VIII resultó ser uno de los más polémicos de la historia. Rodrigo Borgia se encontraba entre los principales aspirantes al trono de San Pedro, junto a Ascanio Sforza, Lorenzo Cibo y Giuliano della Rovere. Sin embargo, a pesar de las expectativas en su contra (por ser un cardenal no italiano), Rodrigo logró una sorprendente victoria.

Pero la elección de Borgia no estuvo exenta de controversia. La mayoría de los cardenales más poderosos, entre ellos Giuliano della Rovere, Pio II, y Cibo, se mantenían firmes en su oposición. La elección se realizó por un escaso margen — se requerían 16 votos para ganar en un cónclave de 23 cardenales, y Rodrigo Borgia obtuvo justo esos 16 votos. La pregunta que surgió fue: ¿cómo lo hizo? Sobornos, se rumoreaba. Simoniía, se susurraba en los pasillos del Vaticano.

Pero, ¿fue realmente todo obra de sobornos? Algunos historiadores sostienen que la victoria de Borgia se debió al hábil manejo de las alianzas políticas, en especial el apoyo de Ascanio Sforza, otro de los fuertes candidatos. Sforza, viendo que no contaba con el apoyo mayoritario, habría preferido ofrecer su respaldo a Borgia, quien ya tenía el puesto de vicecanciller de Roma, el cargo eclesiástico más importante después del papado. A cambio, Sforza podría haber asegurado para sí mismo una posición de poder dentro del nuevo pontificado.

El hecho de que Rodrigo Borgia haya ganado con una sola votación de diferencia lleva a muchos a pensar que no fue la simoniía la que lo puso en el papado, sino su capacidad para negociar, hacer alianzas y, sobre todo, jugar el juego del poder con maestría. A pesar de las acusaciones de corrupción, sobornos y compra de votos, nunca hubo pruebas concluyentes que confirmaran tales teorías. De hecho, algunos historiadores sugieren que, de haber dependido del dinero, Giuliano della Rovere, que tenía más riquezas que Borgia, habría sido el papable ideal para el solio pontificio.

El 11 de agosto de 1492, Rodrigo Borgia fue elegido Papa, y adoptó el nombre de Alejandro VI. Su papado estaría marcado por la controversia, el nepotismo y la corrupción. Sin embargo, más allá de las acusaciones, Alejandro VI se mantuvo como una figura dominante en la Iglesia, creando una dinastía de poder dentro del Vaticano y dejando una huella imborrable, aunque negativa, en la historia de la Iglesia Católica.

Su ascenso al papado, entre rumores de sobornos y traiciones, se convirtió en una de las historias más fascinantes y debatidas del Renacimiento, demostrando que, en el Vaticano, como en la política, el fin justifica los medios. Rodrigo Borgia no solo logró ser Papa: lo hizo de una manera tan escandalosa que su nombre sería recordado durante siglos como sinónimo de poder, manipulación y, sobre todo, ambición desmedida.

Pontificio

En agosto de 1492, tras la muerte del Papa Inocencio VIII, veintitrés cardenales se reunieron en el imponente escenario de la Capilla Sixtina, decorada con las obras maestras de Botticelli, Perugino y Ghirlandaio. El cónclave comenzó el 6 de agosto y culminó en la noche entre el 10 y el 11 de agosto con un desenlace cargado de intrigas y negociaciones simoníacas. Finalmente, el cardenal Rodrigo de Borgia alcanzó lo que no había logrado ocho años antes: convertirse en el nuevo Pontífice de la Iglesia Católica.

Coronado el 26 de agosto de 1492 en la Basílica de San Pedro, Rodrigo asumió el nombre de Alejandro VI. Sin embargo, el nuevo papa se tendría que ocupar del enorme déficit y estado deplorable de la iglesia, pero esto no sería problema para Alejandro, pues también era un excelente administrador. 

Su ascenso no solo marcó el inicio de un pontificado controvertido, sino también un acto inmediato de gratitud hacia sus principales electores:

  • Ascanio Sforza recibió el codiciado título de vicecanciller y la adquisición de la casa solariega de los Borgia.
  • El cardenal Colonna fue recompensado con la ciudad de Subiaco y los castillos cercanos.
  • El cardenal Orsini obtuvo Soriano nel Cimino y Ponticelli.
  • El cardenal Savelli recibió Civita Castellana.

El pontificado de Alejandro VI comenzó con una mezcla de poder, política y escándalo, marcando uno de los capítulos más fascinantes de la historia del Vaticano.

Algunas de las medidas que tomó fueron:

  • Imponer 10% a las rentas de sus cardenales
  • Venta de indulgencias
  • Vender obispados


Aunque su figura se encuentra marcada por numerosas polémicas, Alejandro VI, conocido como el Papa Borgia, demostró ser un defensor ferviente de la ortodoxia religiosa y un protector de los derechos de la Iglesia. Tras una crisis personal en 1497, motivada por la trágica muerte de su hijo Juan, cuyo cadáver apareció en el río Tiber, el pontífice prometió reformas eclesiásticas que, lamentablemente, nunca se concretaron. Sin embargo, su compromiso quedó reflejado en varias medidas importantes, como la orden dada a su nuncio en Inglaterra, Adriano da Corneto, para reformar iglesias y monasterios en ese país. Asimismo, impulsó planes similares en Francia y España, y defendió los privilegios eclesiásticos frente a las autoridades seculares en los Países Bajos.

Alejandro VI también protegió a órdenes religiosas y sostuvo correspondencia con figuras espirituales como la beata Colomba da Rieti. Fue el primer Papa en interesarse por la conversión de las poblaciones amerindias, aunque en Europa mantuvo medidas duras contra marranos y brujas, mientras equilibraba su relación con los judíos, a quienes recurría para financiar las campañas de su hijo César Borgia.

El Papa encontró en Girolamo Savonarola, un predicador dominico de Ferrara, uno de sus críticos más feroces. Savonarola, conocido por su condena a las costumbres corruptas de la Roma papal, se convirtió en líder político y espiritual de Florencia tras la expulsión de los Medici en 1494. Sus constantes denuncias contra Alejandro VI, tanto por su vida privada como por su apoyo a la simonía, llevaron al Papa a llamarlo a Roma en 1495 y a prohibirle predicar. Sin embargo, el fraile ignoró estas órdenes y continuó desafiando su autoridad.

En 1497, Savonarola fue excomulgado, aunque investigaciones modernas sugieren que esta excomunión fue fabricada por César Borgia a través de un falsificador, con el fin de debilitar al predicador. Pese a los intentos del Papa por salvarlo, las tensiones políticas y religiosas llevaron a que, en 1498, Savonarola fuera capturado, juzgado y ejecutado en Florencia por herejía. Su muerte marcó el fin de una de las mayores oposiciones al poder de Alejandro VI, pero dejó una huella profunda en la historia del Renacimiento.

En un gesto de esplendor y organización, Alejandro VI proclamó el Jubileo del nuevo siglo el 28 de marzo de 1499, mediante la bula Inter multiplices. Esta celebración, cuidadosamente diseñada, incluyó la apertura de las puertas santas en las cuatro basílicas papales, un rito que aún se mantiene. Para facilitar el acceso a la Basílica de San Pedro, el Papa mandó abrir la Via Alessandrina, renovando las vías del Borgo y embelleciendo la ciudad.

El Jubileo no solo representó una oportunidad para resaltar el poder de la Iglesia, sino también para consolidar su legado como un pontífice que mezcló el fervor religioso con el pragmatismo político. Alejandro VI dejó una huella indeleble, no exenta de contradicciones, en la historia de la Iglesia Católica y en el panorama del Renacimiento europeo.

Gestiones

Alejandro VI, conocido como el Papa Borgia, llevó el nepotismo a niveles sin precedentes. Durante su pontificado, nombró a 43 cardenales en diez consistorios, muchos de ellos miembros de su familia o aliados cercanos al clan Borgia. Esta práctica aseguraba la lealtad y fortalecía su influencia dentro de la Curia, aunque también generó una fuerte crítica. Su capacidad para rodearse de aliados le permitió consolidar su poder en medio de las complejas intrigas políticas del Renacimiento.

Cuando Alejandro VI asumió el trono papal, Roma se encontraba en caos. Bajo su predecesor, Inocencio VIII, la corrupción se había extendido, sumiendo a la ciudad en el desorden. Alejandro decidió enfrentarse directamente al problema, administrando justicia personalmente cada martes y nombrando comisarios para restaurar el orden. Su firmeza logró pacificar una ciudad donde antes habían estallado disturbios que cobraron la vida de más de 200 personas. Este enfoque práctico y autoritario reflejó su habilidad innata para el mando, una cualidad alabada incluso por Maquiavelo en El Príncipe, como ejemplo de la diferencia entre lo ideal y lo real en la política.

El legado cultural de Alejandro VI es notable. Bajo su papado, figuras como Miguel Ángel y Pinturicchio dejaron obras inmortales. Miguel Ángel creó su famosa Piedad por encargo del cardenal Jean Bilhères, mientras que Pinturicchio decoró los Apartamentos Borgia con frescos renacentistas que aún hoy destacan en los Museos Vaticanos. Además, Alejandro VI impulsó la creación del primer jardín botánico de Roma y del primer órgano monumental en la antigua Basílica de San Pedro, dejando un impacto duradero en la vida cultural de la ciudad.


El pontificado de Alejandro VI estuvo marcado por enfrentamientos políticos, como el conflicto con Carlos VIII de Francia por el control de Nápoles. Ante la amenaza del rey francés, Alejandro logró alianzas estratégicas con Inglaterra, España y el Sacro Imperio, además de matrimonios políticos para consolidar su posición. Aunque Carlos VIII logró entrar en Roma y avanzar hacia Nápoles, Alejandro supo reagrupar a las potencias europeas en una Liga Santa, que finalmente obligó al monarca francés a retirarse. Este episodio destacó su habilidad para maniobrar en un tablero político plagado de tensiones.

En todo caso, la iglesia, jamás antes, había tenido tantos lujos como en la época de Alejandro VI, no tenía que envidiar nada al resto de cortes europeas; divertimientos, comidas, vinos generosos, danzas, comedias, locos y bufones. 

Los platos que se le servían en orden a Alejandro VI y a sus altos dignatarios son los siguientes:

  • Cerezas y pan blanco
  • Habas nuevas cocidas en leche
  • Pescado, camarones
  • Pastel de anguilas
  • Arroz con leche de almendras, espolvoreado de canela
  • Anguilas asadas
  • Tortas, frutas
Los viernes le servían:

  • Huevos
  • Langostas
  • Melón con pimienta
  • Confituras
  • Ciruelas 
  • Torta envuelta en hojas doradas

En medio de la expansión colonial, Alejandro VI desempeñó un papel crucial al mediar entre España y Portugal en la disputa por las tierras del Nuevo Mundo. A través de la bula Inter Caetera en 1493, trazó una línea de demarcación que más tarde se convertiría en el Tratado de Tordesillas de 1494. Este acto no solo evitó un conflicto entre las potencias ibéricas, sino que también consolidó la influencia papal en los asuntos globales, dejando una huella imborrable en la historia de la exploración y el colonialismo.

Alejandro VI fue, sin duda, un pontífice que mezcló la ambición política con el esplendor artístico y la estrategia diplomática, convirtiéndose en una figura clave del Renacimiento.

Para Alejandro VI, el papado no era más que un medio para fortalecer a su familia, los Borgia. Su política se basó en consolidar el poder de sus hijos, especialmente César y Lucrecia, mediante alianzas estratégicas y conquistas militares. Estos dos eran sus favoritos. No se limitó al nepotismo tradicional; su ambición era mucho mayor: crear un dominio hegemónico para los Borgia que asegurara su legado por generaciones. Desde los inicios de su pontificado, trabajó en esta misión, nombrando cardenal a su hijo César y a otros familiares clave. Con el tiempo, estos esfuerzos se tradujeron en la construcción de un territorio en Romaña que pasaría a manos de César como duque, financiado con ingresos del Año Santo y la venta de cargos eclesiásticos.

Mientras César conquistaba ciudades como Cesena, Faenza y Forlì, Alejandro VI debilitaba a la nobleza romana, confiscando posesiones de familias influyentes como los Savelli, Caetani y Colonna. Estos territorios fueron redistribuidos entre los Borgia, elevando incluso a los más jóvenes, como su hijo Giovanni, a títulos nobiliarios. Sin embargo, este ascenso llegó a un abrupto final con la muerte del Papa en 1503, dejando inconclusos los planes de hegemonía familiar.

Los hijos de Alejandro VI

La tríada formada por Alejandro VI y sus hijos César y Lucrecia dejó una profunda impresión en la cultura popular, alimentada por propaganda anticlerical protestante y romanticismo del siglo XIX. La figura de Lucrecia, en particular, fue objeto de leyendas negras que la acusaban de incesto, asesinato y uso de venenos. En efecto, se decía que Lucrecia tuvo relaciones incestuosas con su padre, el papa. Sin embargo, los estudios históricos muestran que estas acusaciones carecen de fundamento. En realidad, Lucrecia fue una mujer inteligente y devota, a menudo utilizada como un peón político por su padre y su hermano, más que como una cómplice de sus actos. Lucrecia, a la edad de 12 años fue forzada a casarse con Giovanni Sforza para lograr los objetivos políticos del padre, aunque esta práctica ya era bastante generalizada en las esferas del poder.

Uno de los hechos llamativos de esta unión, es que luego de terminar la ceremonia de matrimonio, Alejandro los siguió hasta la cámara nupcial donde estaban acostados y teniendo relaciones sexuales; esto, con el propósito de que el matrimonio se había consumado. Realmente, parecía ser que Alejandro tenía fuertes sentimientos posesivos con respecto a su hija.

En un determinado momento, Giovanni quiso llevarse a Lucrecia fuera de Roma, a causa de que se rumoreaba que Alejandro quería asesinarlo pues la familia Sforza, en verdad, no era tan influyente, pero Alejandro no se lo permitió aludiendo a que si se marchaba de Roma el matrimonio terminaría en el acto. Llamativo en una época en que el divorcio se consideraba una herejía. Sin embargo, para realizar una acción equivalente a la de un divorcio, Giovanni señaló en una carta que era impotente. Los Sforza acusaron a los Borgia de incestuosos, ya que el asesinato era el medio para que pudieran seguir cometiendo incesto. No obstante, estas acusaciones no tienen fundamento documentado.

Posteriormente, Alejandro arregló otro matrimonio para Lucrecia, esta vez con Alfonso de Aragón. Sin embargo, si bien al principio causó buena impresión tanto en Alejandro como en Lucrecia, la boda arreglada con Cesar y su esposa, traerían al matrimonio de Lucrecia una inconveniencia estratégica en la familia. Al saber esto, Alfonso huyó de Roma por seguridad, dejando a Lucrecia quien estaba embarazada. 

Lucrecia le pide a Alejandro que proteja a Alfonso, a lo que éste accede enviando un hombre para que lo proteja. Se reunirian nuevamente con Lucrecia. Un mes después tuvo un hijo que le dio el nombre del papa. 

Sin embargo, su hermano Cesar enviaría a un hombre que se encargaría de asesinar a Alfonso por la espalda en el Santuario San Pedro, afortunadamente sin éxito, pero luego alguien pudo escabullirse para llegar a sus aposentos y estrangularlo. Todo esto ocurrió en el año 1500.

César Borgia, por otro lado, fue la encarnación del poder militar y la ambición de la familia. Su crueldad y frialdad en la eliminación de adversarios políticos, incluidos los esposos de Lucrecia, reforzaron la fama de los Borgia como una "trinidad diabólica", una imagen perpetuada por autores como Alejandro Dumas. 

La Muerte de Alejandro VI

La muerte de Alejandro VI el 18 de agosto de 1503 sigue envuelta en misterio. Las causas oficiales apuntan a un ataque de apoplejía, exacerbado por la malaria que afectaba a Roma durante el verano. Sin embargo, una teoría alternativa sugiere que murió accidentalmente envenenado, en un intento fallido de asesinar al cardenal Adriano Castellesi.

Los acontecimientos posteriores a su muerte fueron igualmente tumultuosos. Su cuerpo fue enterrado sin ceremonias en San Pedro, en medio de disturbios en Roma. Más tarde, sus restos fueron trasladados al Vaticano y finalmente, en 1610, reposaron en la iglesia de Santa María di Monserrato, la iglesia nacional española en Roma. Allí permanecieron olvidados hasta 1889, cuando se le dedicó un monumento funerario que reconocía su controvertido legado.

Alejandro VI fue un hombre de excesos y ambiciones, cuya vida y política dejaron una huella imborrable en la historia del Renacimiento y en la memoria colectiva, marcada tanto por sus logros como por sus sombras.

Amantes

Rodrigo de Borja, es conocido por haber mantenido relaciones con varias mujeres durante su vida, incluso mientras ocupaba altos cargos eclesiásticos. Entre sus amantes más destacadas se encuentran:

  • Vannozza dei Cattanei: Nacida en 1442, fue la amante más conocida y duradera de Alejandro VI. Su relación comenzó alrededor de 1470, cuando Rodrigo aún era cardenal. Juntos tuvieron cuatro hijos reconocidos: Juan (1474-1497), César (1475-1507), Lucrecia (1480-1519) y Jofré (1481-1517). Vannozza fue la única mujer con la que Alejandro VI reconoció públicamente a sus hijos, quienes desempeñaron roles significativos en la política europea de la época.

  • Giulia Farnese: Conocida como "Giulia la Bella", nació en 1474 y se convirtió en amante de Alejandro VI alrededor de 1492, cuando él ya era papa. Giulia estaba casada con Orsino Orsini, lo que no impidió su relación con el pontífice. Se le atribuye una hija, Laura, nacida en 1492, posiblemente fruto de su relación con Alejandro VI. La influencia de Giulia en la corte papal benefició a su familia; su hermano, Alessandro Farnese, fue nombrado cardenal y posteriormente se convirtió en el papa Paulo III.


En un principio, los Orsini fueron aliados de Alejandro VI, especialmente en los primeros años de su pontificado. Sin embargo, esta alianza se deterioró rápidamente debido a los intentos de los Borgia de reducir el poder de los nobles locales para fortalecer el control directo del papado sobre los Estados Pontificios.

El conflicto estalló abiertamente entre 1494 y 1497, cuando Alejandro VI y su hijo César Borgia, quien lideraba las campañas militares de la familia, intentaron recuperar territorios controlados por los Orsini. En 1496, los Orsini, bajo el liderazgo de Virginio Orsini, derrotaron a las fuerzas papales en la batalla de Soriano, lo que representó una humillación para los Borgia. En respuesta, Alejandro VI excomulgó a los Orsini en 1497, confiscó sus territorios y lanzó nuevas campañas militares contra ellos.

Con el liderazgo militar de César Borgia, los Borgia lograron derrotar a los Orsini en una serie de batallas. César recuperó fortalezas clave como Bracciano y Monterotondo, debilitando considerablemente el poder de los Orsini en la región. Esta victoria permitió a los Borgia avanzar en su ambición de consolidar un principado independiente bajo el control de César.

Además de estas relaciones, se le atribuyen otras amantes y descendencia adicional, aunque con menor certeza histórica. La vida personal de Alejandro VI ha sido objeto de numerosas investigaciones y debates, reflejando las complejas interacciones entre el poder religioso y las dinámicas familiares en el Renacimiento.

Cesar Borgia

César Borgia, nacido en Roma el 13 de septiembre de 1475, fue hijo del papa Alejandro VI y Vannozza dei Cattanei. Destinado inicialmente a la carrera eclesiástica, a los 15 años fue nombrado obispo de Pamplona y, a los 17, arzobispo de Valencia. En 1493, su padre lo elevó al cardenalato. Sin embargo, tras el misterioso asesinato de su hermano Juan en 1497, César abandonó la vida religiosa para dedicarse a la política y la milicia.

Carrera militar

César Borgia partió hacia Francia el 1 de octubre con la intención de casarse con Carlota de Aragón, hija y presunta heredera del reino de Nápoles, hospedada en ese momento por el rey de Francia, Luis XII. Este matrimonio habría permitido a César reclamar el trono napolitano. Sin embargo, la negociación implicó una intrincada conspiración política. Alejandro VI, deseoso de ofrecer un trono a su hijo, intercambió favores con el monarca francés: anuló el matrimonio de Luis XII con Juana de Valois para que pudiera casarse con Ana de Bretaña y, a cambio, aseguró títulos nobiliarios para César y la legitimación de las pretensiones francesas sobre Milán. El Papa incluso otorgó el capelo cardenalicio al ministro Jorge I de Amboise como parte del trato.

Cuando César llegó a Francia, sus ostentosas muestras de riqueza no impresionaron a Carlota de Aragón, quien rechazó casarse con él. César retuvo entonces la bula papal que anulaba el matrimonio de Luis XII, lo que complicó aún más las negociaciones. Finalmente, tras meses de retención en la residencia del monarca, se alcanzó un compromiso: César se casaría con Carlota de Albret, sobrina del rey, originaria de Navarra. El matrimonio se celebró el 12 de mayo de 1499, y César recibió el título de duque de Valentinois, conocido desde entonces como el Duque Valentino.

En invierno de 1499, César emprendió su primera campaña militar como lugarteniente del rey Luis XII. Bajo la alianza franco-veneciana, los franceses conquistaron el Ducado de Milán, y César extendió su ambición hacia Romaña, un territorio bajo poder papal. Alejandro VI, en una carta, declaró a varios señores de la región desposeídos de sus feudos, allanando el camino para que su hijo los conquistara. Sin embargo, estos líderes desafiaron la orden, lo que resultó en enfrentamientos violentos. Entre noviembre de 1499 y principios de 1500, César conquistó Imola, Forlì, y finalmente derrotó a la condesa Caterina Sforza tras un asedio de tres semanas.

Continuando su avance, César sometió a Cesena, Rímini y Faenza, expulsando a las dinastías locales. En 1501, César, con apoyo francés, sitió y capturó Capua tras una traición interna, iniciando una masacre que consolidó su control sobre la región. Posteriormente, sus conquistas se extendieron a los ducados de Camerino y Urbino, expulsando a las familias Da Varano y Montefeltro.

Aunque su gobierno en Romaña fue autoritario, logró establecer un orden notable en una región plagada de inestabilidad, ganando reconocimiento por restaurar la justicia y la estabilidad. Sin embargo, su creciente poder generó resentimiento. En octubre de 1502, un grupo de capitanes mercenarios conspiró contra él en Magione. Aunque inicialmente derrotado en la batalla de Calmazzo, César supo manejar la crisis, pero su autoridad comenzó a tambalearse, especialmente en Urbino, donde estallaron revueltas.

Este período representó una mezcla de ambición desmedida, habilidades políticas y militares excepcionales, y la búsqueda incesante del dominio territorial. Sin embargo, las alianzas frágiles y la oposición interna marcaron el inicio del declive del poder de los Borgia.

Problemas

César Borgia era una figura de poder desbordante, ambición desmedida y astucia implacable, pero también un hombre marcado por los vaivenes del destino. Su vida alcanzó un punto crítico en la Conspiración de Magione, un complot orquestado en 1502 por sus antiguos aliados, como Vitellozzo Vitelli y Paolo Orsini, preocupados por el creciente poder de Borgia. En el castillo de Magione, los conspiradores urdieron un plan para debilitar a César, ocupando Urbino y derrotando a sus tropas en la batalla de Calmazzo. Sin embargo, Borgia, un maestro de la diplomacia y la estrategia, los atrajo hacia una falsa reconciliación. La noche del 31 de diciembre de 1502, durante un banquete en Senigallia, los líderes conspiradores fueron traicionados y ejecutados sin piedad por Michelotto Corella, el brazo derecho de César.

Con esta victoria, César consolidó su control sobre Romaña, enfrentándose incluso a enemigos tradicionales como los Orsini. Usando las máquinas de guerra diseñadas por Leonardo da Vinci, sitió y conquistó la fortaleza de Ceri, afirmando su poder militar. Sin embargo, su ambición no tenía límites; buscaba expandir su dominio hacia Siena y Pisa cuando el destino le jugó una mala pasada. El 18 de agosto de 1503, su principal aliado y protector, el papa Alejandro VI, murió en circunstancias misteriosas, dejando a César en una posición vulnerable. Gravemente enfermo, no pudo reaccionar a tiempo para proteger sus conquistas.

El nuevo papa, Julio II, enemigo declarado de los Borgia, despojó a César de sus territorios y lo encarceló en Castel Sant’Angelo. Aunque logró escapar, su caída era inevitable. Exiliado en Aragón, fue encarcelado nuevamente, pero protagonizó una audaz fuga que lo llevó al pequeño reino de Navarra, gobernado por su cuñado, el rey Juan III.

En marzo de 1507, durante el asedio de Viana, César encontró su trágico final. Emboscado por sus enemigos, fue asesinado y su cuerpo, despojado y atravesado por 23 golpes de pica, fue abandonado en el campo. Su entierro en la iglesia de Santa María de Viana fue objeto de controversia durante siglos. Incluso después de muerto, César no encontró la paz: en el siglo XVII, la Inquisición trasladó sus restos a terreno no consagrado. No fue hasta 1953 que sus restos fueron honrados nuevamente, enterrados frente a la iglesia bajo una lápida que celebra su legado como generalísimo.

César Borgia, el implacable Duque Valentino, fue una figura que inspiró tanto admiración como temor. Su vida, repleta de intrigas, traiciones y conquistas, dejó una marca indeleble en la historia, convirtiéndolo en un personaje inolvidable del Renacimiento.

Visión de Nicolás Maquiavelo

La relación entre Nicolás Maquiavelo y César Borgia fue una mezcla de fascinación personal y observación política. Maquiavelo, como enviado de la República de Florencia, tuvo la oportunidad de conocer al Duque Valentino en varias ocasiones, especialmente durante las campañas militares de Borgia en Romaña. Esta interacción dejó una profunda impresión en Maquiavelo, quien lo consideró un modelo del líder ideal en su obra El Príncipe.

César Borgia representaba para Maquiavelo el arquetipo del gobernante que combinaba astucia, crueldad y pragmatismo para consolidar y mantener el poder. Según el autor, el Duque Valentino supo aprovechar las circunstancias creadas por su padre, el papa Alejandro VI, y utilizarlas con inteligencia para construir su dominio. A pesar de sus reveses finales, Maquiavelo admiraba su capacidad para manejar la política con determinación y eficacia.

En El Príncipe, Maquiavelo destacó algunos episodios clave de la vida de Borgia como ejemplos de liderazgo. Uno de los más notables fue la "Masacre de Senigallia", donde César atrajo a sus enemigos bajo una falsa promesa de reconciliación y los eliminó sin piedad. Para Maquiavelo, este acto ejemplificaba la habilidad de un líder para eliminar amenazas internas y fortalecer su posición.

Maquiavelo también elogió la forma en que Borgia administró Romaña, una región sumida en el caos antes de su llegada. Con una combinación de firmeza y reformas, Borgia logró restablecer el orden, ganándose el respeto de algunos sectores de la población. Sin embargo, Maquiavelo también señaló que la fortuna, o falta de ella, desempeñó un papel crucial en la caída de Borgia tras la muerte de su padre.

La relación entre ambos no fue de amistad, sino de análisis y observación. Para Maquiavelo, César Borgia no era un hombre perfecto, pero sí un ejemplo de cómo un gobernante podía usar la fuerza y la estrategia para alcanzar sus objetivos. Su figura se convirtió en un punto central de reflexión sobre el poder, la ambición y la supervivencia política en el contexto turbulento del Renacimiento italiano.

Descendencia

Uno de los miembros más destacados de la familia fue San Francisco de Borja, bisnieto del papa Alejandro VI. Tras una vida dedicada al servicio religioso, se convirtió en el tercer Superior General de la Compañía de Jesús. Su descendencia se dispersó por Europa y América. En Ecuador, por ejemplo, existen ramas familiares que trazan su linaje directamente hasta él, como los Borja Rivero y los Borja Consigliere.

En España, el título de Marqués de Lombay, creado en 1530 por el rey Carlos V en favor de San Francisco de Borja, ha perdurado a lo largo de los siglos. Actualmente, Ángela María de Solís-Beaumont y Téllez-Girón ostenta este título, reflejando la continuidad del linaje Borgia en la nobleza española.

Además, en la ciudad de Borja, en Aragón, se han identificado descendientes directos de la familia que aún residen allí, manteniendo viva la conexión histórica con sus antepasados.

Es importante destacar que, aunque la línea masculina directa de los Borgia se extinguió en Europa, su legado persiste a través de diversas ramas familiares y títulos nobiliarios que han sobrevivido al paso del tiempo. La influencia de los Borgia en la historia y la cultura continúa siendo objeto de estudio y fascinación en todo el mundo.

Arte

La familia Borgia, una de las más influyentes y polémicas del Renacimiento, no solo destacó por sus intrigas políticas y religiosas, sino también por su contribución al arte y la cultura de la época. Como era común entre las familias poderosas del Renacimiento, los Borgia utilizaron el arte como una herramienta para consolidar su poder, proyectar su riqueza y perpetuar su legado.

Rodrigo Borgia (Papa Alejandro VI): El Mecenas Estratégico

Rodrigo Borgia, quien se convirtió en el papa Alejandro VI, fue un gran promotor del arte renacentista. Durante su papado (1492-1503), patrocinó la construcción y embellecimiento de iglesias, palacios y residencias. Aunque su motivación era en gran medida política, utilizó el arte para reforzar la imagen de la Iglesia y la autoridad papal, así como para enaltecer el nombre de los Borgia.

Uno de sus logros más destacados fue la contratación de artistas para decorar el Vaticano, incluyendo a Pinturicchio, quien trabajó en los famosos Apartamentos Borgia. Estas habitaciones, adornadas con frescos de temática religiosa y alegórica, son una muestra del esplendor artístico de la época. Pinturicchio incorporó en su obra emblemas y símbolos de los Borgia, dejando un testimonio visual del poder de la familia.

César Borgia: El Guerrero y Mecenas

César Borgia, conocido por su ambición y capacidad estratégica, también demostró interés en el arte como un medio de propaganda política. Inspirado por las ideas del humanismo y del arte militar renacentista, César se rodeó de arquitectos e ingenieros para diseñar fortalezas y mejorar la infraestructura de los territorios bajo su control.

Su vínculo más notable con el arte radica en su relación con Leonardo da Vinci, quien trabajó como ingeniero militar para él. Leonardo no solo diseñó planes para fortalecer las defensas de las ciudades controladas por César, sino que también exploró ideas de urbanismo y mecánica militar bajo su patrocinio. La colaboración entre César y Leonardo es un ejemplo del cruce entre el arte y la ciencia en el Renacimiento.

Lucrecia Borgia: La Mecenas en Ferrara

En su etapa como duquesa de Ferrara, Lucrecia Borgia se convirtió en una mecenas destacada del arte y la cultura. En la corte de los Este, una de las más refinadas de Italia, Lucrecia apoyó a poetas, músicos y pintores. Entre los artistas que trabajaron bajo el patrocinio de los Este y que probablemente interactuaron con Lucrecia se encuentran Tiziano y Ariosto, este último un poeta cuya obra "Orlando Furioso" reflejó el espíritu de la época.

Lucrecia también participó activamente en la promoción de la música y las artes decorativas, consolidando la reputación de Ferrara como un centro cultural del Renacimiento.


Conclusión

Los Borgia y los Médici, dos de las familias más influyentes del Renacimiento, personificaron la ambición y el poder en sus respectivas esferas. Mientras los Borgia, liderados por figuras como Alejandro VI y César, buscaron consolidar un dominio territorial a través de intrigas políticas y conquistas, los Médici se enfocaron en el control económico y el mecenazgo artístico desde Florencia. Ambas familias, aunque distintas en sus estrategias, compartieron un legado marcado por el ingenio político y la controversia, dejando una huella imborrable en la historia del Renacimiento italiano.


lunes, 11 de noviembre de 2024

Poetas del renacimiento


Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Giovanni Boccaccio, Garcilaso de la Vega, William Shakespeare y Miguel Ángel no solo marcaron hitos fundamentales en la literatura occidental, sino que también desempeñaron un papel crucial en el desarrollo del pensamiento filosófico y la exploración de la condición humana. Sus obras reflejan profundas preocupaciones filosóficas sobre la naturaleza del ser, el amor, la moralidad y la relación del ser humano con el mundo y lo divino.


Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Giovanni Boccaccio, Miguel Ángel, Garcilaso de la Vega y William Shakespeare

Estudiar a estos autores significa acercarse a un momento clave en la evolución del pensamiento y la literatura, donde las palabras comenzaron a reflejar de manera más íntima las emociones, las ideas y las complejidades de la vida humana. A través de sus textos, encontramos una riqueza que trasciende fronteras y épocas, invitándonos a reflexionar sobre el legado cultural que compartimos.

Dante Alighieri

Dante Alighieri, uno de los poetas más grandes de la historia, en el contexto de la turbulenta política medieval de Florencia, su exilio y su obra maestra, La Divina Comedia. Nacido en 1265 en Florencia, Dante fue moldeado por un entorno cultural en crecimiento y por figuras intelectuales como Brunetto Latini y Guido Cavalcanti. Desde joven, mostró un talento excepcional para la poesía, inspirado por su amor idealizado por Beatrice Portinari, quien se convirtió en un símbolo central en sus escritos.

El conflicto político entre los güelfos (partidarios del Papa) y los gibelinos (simpatizantes del emperador) dominaba Florencia, dando lugar a divisiones internas que culminaron en la facción blanca y negra de los güelfos. Dante, un güelfo blanco, ascendió al poder como prior de la ciudad, pero su oposición al Papa Bonifacio VIII y su papel en el destierro de varios líderes políticos lo convirtieron en blanco de represalias. En 1302, fue acusado de corrupción, exiliado y sentenciado a muerte si regresaba. Aunque rechazó regresar bajo condiciones humillantes, el exilio marcó su vida y lo obligó a vagar por Italia, dependiendo de la generosidad de sus aliados.

La Divina Comedia

Durante su exilio, Dante escribió Comedia, un poema épico que describe un viaje alegórico por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. La obra combina una visión crítica de la corrupción política y religiosa de su tiempo con profundas reflexiones teológicas y filosóficas. Beatrice aparece como una figura espiritual y guía en su camino hacia la redención. El poema se convirtió en un símbolo de la literatura universal, influyendo en generaciones posteriores. El nombre de ''Divina'' lo había dado el gran poeta Giovanni Bocaccio de quien hablaremos más tarde. 

La obra, escrita entre 1304 y 1321, está dividida en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso, cada una con 33 cantos y un canto introductorio, sumando un total de 100. Escrita en terza rima, un esquema métrico único creado por Dante, La Divina Comedia combina elementos de teología cristiana, filosofía medieval, astronomía y mitología. Explora temas como el libre albedrío, el pecado, la redención y la búsqueda de la gloria divina, presentando un viaje simbólico hacia la salvación.

Dante se encuentra perdido en una selva oscura, que simboliza el pecado y la confusión espiritual. Es de noche, y está intentando encontrar una salida cuando llega a los pies de una montaña iluminada por el sol, que representa la redención y la gracia divina. Sin embargo, tres animales simbólicos bloquean su camino: un leopardo, que representa la lujuria; un león, que simboliza el orgullo; y una loba, que encarna la avaricia. Estos animales lo aterrorizan y le impiden avanzar.

En medio de su desesperación, aparece el espíritu de Virgilio, quien se presenta como un guía enviado por Beatriz, el amor idealizado de Dante. Virgilio explica que Beatriz, desde el Paraíso, le ha encomendado la tarea de acompañar a Dante a través del Infierno y el Purgatorio, hasta que ella misma pueda guiarlo en el Paraíso. Virgilio, símbolo de la razón y la sabiduría clásica, ofrece su ayuda a Dante, quien lo reconoce como uno de los más grandes poetas de la historia.

El Infierno describe nueve círculos donde los pecadores sufren castigos proporcionales a sus faltas, guiado por Virgilio, símbolo de la razón. 

Dante describe el Infierno como un embudo formado por nueve círculos concéntricos, cada uno dedicado a un tipo de pecado específico, con castigos que reflejan la gravedad de las faltas cometidas. 

El primer círculo, conocido como el Limbo, alberga a los no bautizados y a los virtuosos paganos que vivieron antes de Cristo. Aunque no sufren tormentos físicos, estas almas experimentan una tristeza eterna al estar privadas de la visión de Dios. Este espacio es melancólico, iluminado apenas por la luz de la razón y la virtud natural. Aquí residen grandes figuras como Virgilio, Homero, Horacio, Ovidio, Sócrates y Aristóteles, quienes representan la sabiduría humana sin la gracia divina, un tema que invita a reflexionar sobre la relación entre la razón y la fe. También se encuentran Avicena (Ibn Sina) y Averroes (Ibn Rushd), reconocidos como grandes filósofos y médicos cuyas obras tuvieron un impacto duradero en la escolástica medieval. Su presencia en el Limbo no implica condenación, sino una melancólica exclusión del Paraíso debido a la falta de bautismo.

En el segundo círculo se encuentran los lujuriosos, aquellos que sucumbieron a sus pasiones carnales. Son castigados siendo arrastrados perpetuamente por una tormenta violenta, que simboliza la incontrolable fuerza de sus deseos en vida. Entre estas almas destacan Cleopatra, Helena de Troya, Tristán y otros personajes asociados a historias de amor y deseo. Este círculo aborda la fragilidad humana frente a los impulsos emocionales y físicos. 

El tercer círculo está reservado para los glotones, quienes en vida se entregaron a excesos de comida y bebida. Su castigo consiste en yacer bajo una lluvia helada y putrefacta, mientras son atormentados por el monstruo Cerbero. Este tormento refleja el vacío de su indulgencia en vida y su desconexión de los valores espirituales. Aquí, Dante plantea preguntas sobre el equilibrio entre los placeres materiales y las virtudes espirituales.

En el cuarto círculo, los avaros y los pródigos son castigados por su mal uso de las riquezas. Ambos grupos deben empujar enormes pesos en direcciones opuestas, chocando entre sí eternamente. Este castigo simboliza el desequilibrio y el caos causado por sus extremos en vida, destacando cómo la obsesión con los bienes materiales corrompe el alma y la sociedad. Nicolás III está enterrado cabeza abajo en un agujero, con las plantas de los pies ardiendo. Este castigo simboliza su avaricia y el uso indebido de su posición para obtener ganancias materiales. Cuando Dante lo encuentra, Nicolás espera la llegada de otros papas simoníacos, como Bonifacio VIII. Clemente V también es predicho como uno de los futuros ocupantes del Infierno por su corrupción y su sumisión al rey de Francia, Felipe IV.

El quinto círculo castiga a los iracundos y a los perezosos. Los primeros están sumergidos en el río Estigia, luchando constantemente entre ellos, mientras los perezosos permanecen sumergidos bajo las aguas, atrapados en su inacción eterna. Este círculo pone de relieve las consecuencias destructivas de las emociones no controladas y la apatía, ofreciendo una reflexión sobre la importancia del autocontrol y la acción en la vida.

En el sexto círculo se encuentran los herejes, aquellos que rechazaron la fe y promovieron ideas contrarias a la doctrina cristiana. Son castigados en tumbas ardientes, símbolo de la condenación eterna de sus creencias erróneas. Este círculo no solo castiga la desviación doctrinal, sino que también explora el conflicto entre la libertad de pensamiento y la fe dogmática.

El séptimo círculo está reservado para los violentos, divididos en tres anillos según el tipo de violencia cometida. Los que cometieron violencia contra otros hierven en un río de sangre custodiado por centauros. Los suicidas son transformados en árboles perpetuamente atormentados por Harpías, mientras que los que pecaron contra Dios y la naturaleza son castigados bajo lluvias de fuego. Este círculo aborda los límites del daño que el ser humano puede infligir a los demás, a sí mismo y al orden divino. Uno de los personajes más destacados en este anillo es Pier delle Vigne, un consejero de la corte de Federico II que, tras ser acusado injustamente de traición, se quitó la vida. Dante se detiene para hablar con Pier, quien lamenta su trágico destino y explica cómo la desesperación lo llevó al suicidio.

El octavo círculo, conocido como Malebolge, alberga a los fraudulentos. Este espacio está dividido en diez fosos, cada uno con castigos específicos para diferentes tipos de engaño: seductores, adivinos, hipócritas, falsificadores y otros. Aquí, Dante explora la corrupción moral y social causada por la deshonestidad y el abuso de la confianza, temas profundamente relevantes en el ámbito ético y político.

Finalmente, el noveno círculo, el más profundo, está reservado para los traidores. Congelados en el lago Cocito, estas almas representan el grado máximo de pecado según Dante, ya que traicionaron la confianza sagrada. En el centro del Infierno reside Lucifer, quien mastica eternamente a los tres grandes traidores de la historia cristiana según Dante: Judas Iscariote, Bruto y Casio. Este círculo culmina la reflexión filosófica y teológica sobre la gravedad de las acciones humanas y su impacto en el orden divino y social. Dante ubica a Mohammed, el profeta fundador del islam, y a su yerno Alí, una figura central en la tradición islámica chiita en este círculo. Según Dante, Mahoma es castigado como un divisor de la unidad espiritual, reflejando la perspectiva cristiana de la época que consideraba al islam como una ruptura de la fe verdadera.

El Purgatorio representa un proceso de purificación en una montaña que Dante escala para expiar sus errores, reflexionando sobre la moralidad humana. 

La montaña del Purgatorio está dividida en tres secciones principales. Primero, el Ante-Purgatorio, donde permanecen las almas que retrasaron su arrepentimiento, como los excomulgados o aquellos que murieron violentamente pero lograron arrepentirse al final de sus vidas. Estas almas esperan pacientemente su turno para comenzar el proceso de purificación. Luego, el cuerpo principal del Purgatorio está formado por siete coros, cada uno dedicado a purgar uno de los siete pecados capitales: orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria. Cada pecado tiene un castigo simbólico que refleja el camino hacia la corrección espiritual; por ejemplo, los orgullosos cargan pesadas piedras para aprender la humildad, mientras que los envidiosos tienen los ojos cosidos, obligándolos a reflexionar sobre su incapacidad de alegrarse por los demás en vida. 

El Purgatorio está marcado por un ambiente de constante movimiento y esfuerzo, pero también de esperanza y reconciliación. Las almas, conscientes de su destino celestial, abrazan sus sufrimientos como una forma de alcanzar la plenitud espiritual. La descripción de Dante subraya el poder del arrepentimiento, el valor del esfuerzo moral y la certeza del amor divino que guía a las almas hacia la salvación.

Finalmente, el Paraíso muestra nueve esferas celestiales y culmina con la visión de Dios y el misterio de la Trinidad, descritos con un lenguaje místico que enfatiza la trascendencia.

En el Primer Cielo, la Luna, Dante encuentra a las almas de aquellos que no pudieron cumplir sus votos debido a circunstancias externas, como Piccarda Donati, quien representa la devoción truncada, y la emperatriz Constanza de Sicilia. Estas figuras destacan la importancia del compromiso espiritual y la fortaleza frente a las adversidades externas.

El Segundo Cielo, Mercurio, está habitado por las almas de los ambiciosos que buscaron el bien, pero motivados por la fama terrenal. Entre ellos está el emperador Justiniano I, quien reflexiona sobre la justicia y el legado del Imperio Romano, subrayando el papel de la historia en el plan divino.

En el Tercer Cielo, Venus, residen las almas amorosas, aquellas que amaron con intensidad y dirigieron ese amor hacia Dios. Carlos Martel de Anjou y Cunizza da Romano son algunos de los personajes que aparecen aquí, mostrando cómo el amor, cuando se redime, puede convertirse en una fuerza divina.

El Cuarto Cielo, el Sol, está dedicado a los sabios y teólogos que iluminaron a la humanidad con su conocimiento. Dante conversa con figuras como Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura, quienes representan dos órdenes religiosas distintas pero complementarias. Otros sabios como Boecio e Isidoro de Sevilla también residen en este cielo, destacando la importancia de la sabiduría como un camino hacia lo divino.

En el Quinto Cielo, Marte, se encuentran las almas de los valientes, mártires y guerreros de la fe. Cacciaguida, el antepasado de Dante, aparece aquí para motivarlo a perseverar en su misión poética y moral, mientras reflexiona sobre la decadencia de Florencia.

El Sexto Cielo, Júpiter, está reservado para los gobernantes justos, aquellos que administraron con rectitud y promovieron el bienestar común. Figuras como el rey David y el emperador Trajano, símbolo del poder justo, destacan en esta esfera, donde se celebra la virtud de la justicia como una manifestación del orden divino.

En el Séptimo Cielo, Saturno, habitan los místicos y contemplativos, quienes dedicaron sus vidas a la meditación espiritual. San Benito de Nursia es la figura principal aquí, reflexionando sobre la degeneración de los valores monásticos y recordando la importancia de la conexión directa con Dios.

El Octavo Cielo, las Estrellas Fijas, está lleno de almas que simbolizan las virtudes teologales. Aquí Dante encuentra a San Pedro, San Juan Evangelista y Santiago el Mayor, quienes lo examinan sobre la fe, la caridad y la esperanza, respectivamente. Este cielo representa la culminación de las virtudes que guían al alma hacia la salvación.

En el Noveno Cielo, el Primer Móvil, Dante contempla el orden cósmico y los coros angélicos que dirigen el movimiento del universo. Este cielo simboliza la cercanía máxima al Empíreo, donde reside Dios.

Finalmente, en el Empíreo, Dante alcanza la Rosa Celestial, el reino eterno de las almas redimidas. Aquí se encuentra con Beatriz por última vez, quien culmina su papel como guía. San Bernardo de Claraval lo acompaña en los momentos finales, guiándolo en la contemplación de la Virgen María y, finalmente, de la luz divina. La Virgen María es la figura central de la Rosa Celestial, representando la intercesión entre la humanidad y Dios.

El Paraíso, con sus personajes, no solo celebra la diversidad de las virtudes humanas, sino que también invita a reflexionar sobre el amor, la justicia, el conocimiento y el sacrificio como caminos hacia la unión con Dios. A través de estos encuentros, Dante construye una visión del destino último del alma, un lugar de eterna bienaventuranza y reconciliación con lo divino.

Beatriz

Beatriz fue una mujer real, hija de Folco Portinari, a quien Dante conoció en Florencia cuando ambos eran niños. Según las descripciones de Dante, se vieron por primera vez cuando él tenía nueve años, un encuentro que marcó profundamente su vida. Aunque Dante y Beatriz nunca tuvieron una relación amorosa en el sentido convencional, su imagen quedó idealizada en el corazón del poeta. Beatriz murió joven, en 1290, lo que intensificó su importancia en la memoria y la imaginación de Dante.

En La Divina Comedia, Beatriz desempeña un papel crucial como guía espiritual. Representa la gracia divina que ayuda al alma humana a elevarse hacia Dios. Aunque Virgilio guía a Dante a través del Infierno y el Purgatorio, es Beatriz quien lo lleva por el Paraíso, simbolizando la luz de la verdad y el amor divino. En el Empíreo, Beatriz deja de ser su guía, pero su misión se cumple al llevar a Dante a la contemplación de Dios.

El Italiano

Dante escribió en italiano vulgar, específicamente en el dialecto toscano, en lugar de usar el latín, que era el idioma literario predominante de su época. Esto marcó un hito en la literatura, elevando el italiano vulgar como una lengua literaria y accesible para un público más amplio. Creó y utilizó la terza rima, una forma métrica compuesta por tercetos encadenados con el esquema de rima ABA BCB CDC, que aporta un flujo continuo y musicalidad a su poesía.

Un ejemplo lo tenemos en la misma Divina Comedia:

Nel mezzo del cammin di nostra vita,
mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita.

Ahi quanto a dir qual era è cosa dura
esta selva selvaggia e aspra e forte
che nel pensier rinova la paura!

Tant’ è amara che poco è più morte;
ma per trattar del ben ch’i’ vi trovai,
dirò de l’altre cose ch’i’ v’ho scorte.

El primer terceto: ABA ("vita" rima con "smarrita", "oscura" queda abierta para conectar con el siguiente terceto). El segundo terceto: BCB ("oscura" rima con "dura", y "forte" queda abierta). El tercer terceto: CDC ("forte" rima con "morte", y "trovai" queda abierta).



Francesco Petrarca

Francesco Petrarca, conocido comúnmente como Petrarca, fue un poeta, erudito y pensador italiano nacido el 20 de julio de 1304 en Arezzo, Italia. Hijo de un notario exiliado, creció en Aviñón (Francia), donde la corte papal residía temporalmente, y donde Petrarca vivió una parte importante de su vida. Este ambiente culturalmente vibrante y políticamente complejo influyó en su formación intelectual.

A lo largo de su vida, Petrarca se destacó por su devoción al estudio de los textos clásicos, lo que lo convirtió en una figura central en el Renacimiento temprano. Su pasión por la antigüedad y su trabajo en la recuperación de manuscritos perdidos contribuyeron al renacimiento del pensamiento clásico.

Petrarca es considerado uno de los precursores del humanismo renacentista. Creía en la importancia del individuo, la introspección y el estudio crítico de las obras antiguas. Su interés por los textos de autores romanos como Cicerón y Virgilio lo llevó a desarrollar una visión más secular y personal de la vida, que influyó profundamente en los pensadores renacentistas.

Fue también un crítico de las instituciones medievales, incluidas las eclesiásticas, pero sin dejar de ser profundamente religioso. Este equilibrio entre lo terrenal y lo espiritual se refleja en su obra.

La poesía de Petrarca está marcada por su delicadeza, introspección y profunda emoción. Es particularmente famoso por su obra "Canzoniere" (Cancionero), una colección de más de 300 poemas, principalmente sonetos, dedicados a una mujer idealizada llamada Laura, a quien amó profundamente aunque probablemente su relación fue más platónica que real.

Laura

Laura fue la inspiración central en la obra de Francesco Petrarca, especialmente en su famosa colección de poemas, el "Canzoniere" (Cancionero). Aunque su identidad real ha sido motivo de debate, se cree que Laura podría haber sido Laura de Noves, una mujer casada que Petrarca habría conocido en Aviñón en 1327. Sin embargo, para el poeta, Laura no era solo una persona real, sino un símbolo que trascendía lo terrenal.

Humanismo

Petrarca creía que la antigüedad clásica contenía enseñanzas universales sobre ética, virtudes y belleza que podían enriquecer la vida contemporánea. A diferencia de la teología medieval que subordinaba el conocimiento al dogma, el humanismo de Petrarca ponía el énfasis en el autoconocimiento y en el estudio crítico de los textos antiguos. Obras como las cartas de Cicerón y los poemas de Virgilio fueron fundamentales en su pensamiento, inspirándolo a recuperar y difundir manuscritos olvidados en monasterios y bibliotecas, un esfuerzo que influyó profundamente en los intelectuales renacentistas.

El sentido de la vida del ser humano se encontraría más en las artes que en las ciencias exactas, que, por cierto, nos hablan de forma mucho más elocuente del sentido de la naturaleza.

Poesía

Aunque no inventó el soneto, Petrarca lo perfeccionó y lo convirtió en la forma lírica más reconocida de la tradición occidental. Su estructura de dos cuartetos y dos tercetos, con un esquema rítmico armonioso (ABBA ABBA en los cuartetos, seguido de CDE CDE o variantes en los tercetos), proporcionó un marco ideal para expresar ideas complejas en un espacio reducido. Su capacidad para combinar la musicalidad con la profundidad conceptual convirtió al soneto en una herramienta literaria inmortal.

Cuartetos
Erano i capei d'oro a l'aura sparsi
che 'n mille dolci nodi gli avvolgea,
e 'l vago lume oltre misura ardea
di quei begli occhi, ch'or ne son sì scarsi.

E 'l viso di pietosi color' farsi,
non so se vero o falso, mi parea:
i' che l'esca amorosa al petto avea,
qual meraviglia se di subito arsi?

Tercetos
Non era l'andar suo cosa mortale,
ma d'angelica forma, e le parole
sonavan altro che pur voce umana.

Uno spirto celeste, un vivo sole
fu quel ch'i' vidi: e se non fosse or tale,
piaga per allentar d'arco non sana.


Este poema refleja perfectamente el estilo de Petrarca: introspectivo, idealizado y lleno de imágenes simbólicas que exploran el amor terrenal y espiritual.


Giovanni Bocaccio

Boccaccio nació en Certaldo o quizás en Florencia, en el seno de una familia burguesa. Su padre, un comerciante y banquero, lo envió a Nápoles a estudiar comercio y derecho, pero Boccaccio pronto se inclinó por las letras y los estudios clásicos. En Nápoles, se sumergió en el ambiente cortesano y cultural, que influiría profundamente en su obra.

El contexto de su tiempo estuvo marcado por la peste negra, las luchas políticas entre güelfos y gibelinos, y la creciente influencia de la cultura clásica en el pensamiento europeo. Estas experiencias moldearon su visión del mundo y su obra literaria.

Boccaccio fue uno de los precursores del humanismo renacentista, compartiendo con Petrarca la fascinación por los textos de la antigüedad clásica. Recuperó y estudió obras de autores latinos y griegos, promoviendo un enfoque más secular y terrenal en la literatura. Creía en el valor de la experiencia humana como tema central de las narraciones y en la importancia del individuo en el contexto histórico.

En sus obras, Boccaccio exploró las relaciones humanas, el amor, la fortuna, y el ingenio como temas principales, alejándose de la literatura moralizante medieval.

Decameron

El Decamerón, o el príncipe Galeotto escrita entre 1349 y 1353, es una de las obras maestras de la literatura italiana y un hito en la transición del pensamiento medieval al renacentista. La obra consta de una colección de 100 cuentos narrados por diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) que se refugian en una villa campestre cerca de Florencia para escapar de la peste negra que asola la ciudad. Durante diez días, cada uno cuenta una historia diaria, abordando temas que van desde el amor, el ingenio y la fortuna hasta la corrupción e hipocresía del clero y la sociedad.

El contexto histórico de la peste le da al Decamerón una atmósfera de urgencia y carpe diem, reflejando un deseo de disfrutar la vida en medio de la muerte y el caos. Los cuentos combinan humor, erotismo y crítica social, destacando el ingenio humano frente a la adversidad. La obra es pionera en la literatura por su enfoque en personajes comunes y sus problemas cotidianos, alejándose de las narrativas heroicas de la época medieval.

Boccaccio utiliza un lenguaje claro y directo, con descripciones vívidas que capturan la psicología de sus personajes. Su estilo narrativo influenció enormemente a autores posteriores, como Geoffrey Chaucer en Los cuentos de Canterbury y William Shakespeare en el desarrollo de sus tramas.

El Decamerón no solo es una celebración del arte de contar historias, sino también una reflexión sobre la condición humana, la fragilidad de la vida y las contradicciones de la naturaleza humana. Es un testimonio del poder de la narración como consuelo en tiempos de crisis y un retrato de una sociedad en transición hacia el Renacimiento.

Poesía

Una de las aportaciones más destacadas de Boccaccio a la poesía italiana es su uso del octavo real (ottava rima), una estrofa compuesta por ocho versos endecasílabos con un esquema de rima ABABABCC. Este esquema se convirtió en un modelo estándar para los poemas épicos italianos durante el Renacimiento.

"Poi quando il primo raggio apparì chiaro
e il mattiniero al suo cammino sprona,
levò il grido ciascuno alto e sonoro,
la tromba suonò e si spezzò la zona.
I destrier da la stalla ognun dichiaro
fuor trasson prestamente in su la prona,
ove s’armar fuor con grande fretta
per la battaglia la gente eletta."

Estas formas se basaban en tradiciones épicas latinas, adaptadas al contexto vernáculo italiano.

Fiametta

Giovanni Boccaccio, al igual que Petrarca con Laura, tuvo una musa que inspiró gran parte de su obra: Fiammetta. Aunque la verdadera identidad de Fiammetta ha sido objeto de debate, se cree que pudo haber sido Maria d'Aquino, una hija ilegítima del rey Roberto de Nápoles, con quien Boccaccio habría tenido una relación amorosa durante su estancia en la corte napolitana.

Fiammetta aparece de forma recurrente en las obras de Boccaccio, especialmente en textos como "Elegía de Madonna Fiammetta" y "El Filocolo". En estas obras, Fiammetta es retratada como una figura compleja: una amante idealizada, pero también una mujer real con emociones humanas, lo que refleja el enfoque humanista de Boccaccio hacia la literatura.

A diferencia de Laura, la musa de Petrarca, que es presentada como un ideal casi inalcanzable, Fiammetta es una figura más cercana y realista, con defectos y contradicciones que enriquecen su carácter.

Hasta aquí tendríamos descrito a las conocidas ''Tres Coronas'' italianas de la literatura renacentista.

Miguel Ángel

Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) fue un artista polifacético del Renacimiento italiano, reconocido por sus destacadas contribuciones en escultura, pintura, arquitectura y poesía. Su obra refleja una profunda comprensión de la anatomía humana, una habilidad técnica excepcional y una creatividad que ha influido en generaciones posteriores.

En el ámbito de la escultura, Miguel Ángel es célebre por obras monumentales que capturan la esencia del humanismo renacentista. Entre sus creaciones más destacadas se encuentran el "David", una escultura de mármol de 5,17 metros que representa al joven David antes de enfrentarse a Goliat, simbolizando la fuerza y la belleza del cuerpo humano. Otra obra notable es "La Piedad", ubicada en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que muestra a la Virgen María sosteniendo el cuerpo de Cristo después de la crucifixión, destacando por su emotividad y detallado trabajo en mármol.

Aunque se consideraba principalmente escultor, las contribuciones de Miguel Ángel a la pintura son igualmente significativas. Encargado por el Papa Julio II, pintó el techo de la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512, un monumental trabajo que incluye escenas del Antiguo Testamento, siendo "La Creación de Adán" una de las imágenes más reconocidas. Posteriormente, entre 1536 y 1541, realizó "El Juicio Final" en la pared del altar de la misma capilla, representando la segunda venida de Cristo y el juicio de las almas, destacando por su dinamismo y complejidad compositiva.

Poesía

Miguel Ángel Buonarroti, además de ser un destacado escultor, pintor y arquitecto del Renacimiento, también incursionó en la poesía, dejando aproximadamente 300 composiciones, principalmente sonetos y madrigales. Sus poemas abordan temas como el amor platónico, la espiritualidad, la naturaleza del arte y la mortalidad, reflejando sus profundas reflexiones personales y filosóficas. Una parte significativa de su poesía está dedicada a Vittoria Colonna, una noble italiana con quien compartía una estrecha amistad y afinidad espiritual, explorando en estos escritos la búsqueda de la belleza divina y la conexión entre el amor y la fe. Además, sus poemas ofrecen meditaciones sobre el proceso creativo y las dificultades inherentes al oficio artístico, como se evidencia en el soneto donde describe las penalidades sufridas al pintar los frescos de la Capilla Sixtina.

Aunque no publicó sus poemas en vida, estos fueron recopilados y editados póstumamente, permitiendo apreciar una faceta más íntima y reflexiva de su genio multifacético. La poesía de Miguel Ángel, influenciada por escritores como Dante Alighieri y Francesco Petrarca, se caracteriza por una expresión directa y sincera, con un lenguaje que transmite intensa emotividad y profundidad reflexiva, enriqueciendo la comprensión de su legado artístico y humano.

Garcilaso de la Vega

Garcilaso de la Vega (1501-1536) fue un destacado poeta y militar español del Renacimiento, cuya obra tuvo una influencia significativa en la literatura en lengua castellana.

Nacido en Toledo, Garcilaso provenía de una familia noble y desde joven estuvo vinculado a la corte del emperador Carlos I. Participó en diversas campañas militares, incluyendo la expedición a Rodas en 1522 y la Jornada de Túnez en 1535, donde resultó herido. Su vida militar y cortesana influyó notablemente en su producción poética.

Aunque su producción poética es relativamente breve, Garcilaso es considerado uno de los principales introductores de las formas poéticas italianas en España, como el soneto, la égloga y la canción. Su poesía se caracteriza por la influencia de Petrarca y la tradición clásica, adaptando estas formas al castellano con gran maestría.

Sus poemas abordan temas como el amor, la naturaleza y la mitología, reflejando una sensibilidad renacentista y una profunda introspección. El estilo de Garcilaso se distingue por su elegancia, musicalidad y uso innovador del lenguaje, lo que le ha valido un lugar destacado en la historia de la literatura española.

La obra de Garcilaso de la Vega sentó las bases para el desarrollo de la lírica renacentista en España, influyendo en poetas posteriores y consolidando el uso de formas italianas en la poesía castellana. Su legado perdura como un referente de la poesía clásica española.

Poesía

La poesía de Garcilaso de la Vega se caracteriza por la adopción de formas poéticas del Renacimiento italiano, que adaptó con maestría al castellano. Entre sus composiciones más destacadas se encuentran los sonetos, las églogas, y las canciones y elegías, que marcaron un cambio significativo en la lírica española. Escribió 40 sonetos, los cuales siguen la estructura clásica de 14 versos endecasílabos organizados en dos cuartetos y dos tercetos. Los esquemas de rima más comunes en sus sonetos son ABBA ABBA CDE CDE, aunque también utilizó variantes. Estas composiciones, de gran musicalidad, exploran temas como el amor idealizado y el conflicto emocional.

Las églogas de Garcilaso, tres en total, son una de las cumbres de su obra. Estas largas composiciones pastoriles presentan a personajes que, en un entorno bucólico, reflexionan sobre el amor y la naturaleza. Están escritas en endecasílabos y utilizan la estancia, una forma de estrofa larga con rima irregular que permite gran flexibilidad expresiva. En estas composiciones, Garcilaso combina la descripción de paisajes idílicos con una introspección emocional profunda, logrando una armonía entre lo humano y lo natural.

Por otro lado, sus canciones y elegías destacan por la incorporación de la lira, una estructura métrica que alterna versos heptasílabos (7 sílabas) y endecasílabos (11 sílabas) con un esquema de rima típico: 7a 11B 7a 7b 11B. Esta forma métrica, que aprendió de los italianos, permitió a Garcilaso introducir un tono más melódico y reflexivo en sus composiciones. Su lenguaje claro, armonioso y cargado de imágenes pastoriles y mitológicas refuerza el carácter renacentista de su obra.

La estructura de la poesía de Garcilaso, unida a su capacidad para transmitir emociones universales, consolidó su posición como una de las figuras más importantes del Renacimiento español. Su obra marcó un punto de inflexión en la lírica española, influyendo en generaciones posteriores de poetas y estableciendo un modelo de equilibrio y belleza que aún se estudia y admira.

Veamos un ejemplo de su poesía:

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Este soneto aborda el tema del carpe diem (aprovechar el momento), alentando a disfrutar de la juventud y la belleza antes de que el tiempo, inevitablemente, las despoje. El poema utiliza imágenes de la naturaleza (la rosa y la azucena) para simbolizar la frescura y la pureza de la juventud. También es característico el tono melancólico al aludir a la fugacidad de la vida y al paso del tiempo, un tema central en la poesía renacentista.


William Shakespeare

Nombre

El nombre "William Shakespeare" tiene raíces en la tradición onomástica inglesa. El apellido "Shakespeare" se registra desde 1248 y se interpreta comúnmente como "el que agita la lanza" o "lancero". Este tipo de apellido era común en Inglaterra, con ejemplos como "Shakelance" (1275) y "Shakeshaft" (1332). El verbo "shake" en inglés antiguo también significaba "brandir o agitar un arma", lo que refuerza esta interpretación.

En cuanto al nombre de pila, "William" es una forma inglesa del nombre germánico "Wilhelm", compuesto por "wil" (voluntad o deseo) y "helm" (casco o protección), significando "protector decidido" o "voluntad de proteger".

Por lo tanto, el nombre completo "William Shakespeare" podría interpretarse como "el protector decidido que agita la lanza", reflejando una combinación de cualidades de protección y destreza marcial. 

Vida y obra

Nació en Stratford-upon-Avon, un pequeño pueblo en Inglaterra, hijo de un comerciante acomodado, John Shakespeare, y Mary Arden, de una familia terrateniente.

Se casó con Anne Hathaway en 1582, con quien tuvo tres hijos. Poco se sabe con certeza sobre su juventud y primeros años de vida, un período conocido como los "años perdidos". Hacia finales de la década de 1580 o principios de la de 1590, Shakespeare se trasladó a Londres, donde comenzó su carrera como dramaturgo y actor, vinculado al teatro Lord Chamberlain's Men, que más tarde se convertiría en King's Men bajo el patrocinio del rey Jacobo I.

Drag queen

Shakespeare tiene una conexión indirecta pero significativa con los orígenes de lo que hoy conocemos como "drag". Durante el período isabelino, cuando Shakespeare escribía y producía sus obras, las mujeres no tenían permitido actuar en el teatro en Inglaterra. Esto significaba que los papeles femeninos en las obras de teatro, incluidas las de Shakespeare, eran interpretados por hombres jóvenes o adolescentes, que vestían y actuaban como mujeres. Esta práctica teatral de cross-dressing (vestirse con ropa del género opuesto) es una de las primeras formas documentadas de hombres actuando en "drag".

Shakespeare aprovechó esta convención teatral en sus obras, escribiendo personajes femeninos interpretados por hombres que, a su vez, se disfrazan de hombres dentro de la historia. Esto ocurre en obras como:

Twelfth Night (Noche de Reyes): En esta comedia, el personaje de Viola se disfraza de hombre, lo que crea confusiones románticas y situaciones cómicas. En el contexto isabelino, un actor masculino interpretaba a Viola, quien luego se disfrazaba de hombre, generando una capa adicional de ambigüedad de género.

As You Like It (Como gustéis): Rosalind, la protagonista, también se disfraza de hombre. En su época, un actor masculino interpretaba a una mujer que, dentro de la obra, se disfrazaba de hombre, produciendo juegos de género y de identidad que Shakespeare exploró ampliamente.

Esta práctica isabelina de representar personajes femeninos con hombres jóvenes en trajes y comportamientos femeninos influyó en cómo se entendía el concepto de género en el teatro y, eventualmente, en el entretenimiento en general. Aunque el término "drag" no se originó directamente en la época de Shakespeare, su trabajo contribuyó a una tradición de cross-dressing teatral que allanó el camino para el desarrollo de la cultura de drag en los siglos posteriores. Además, la obra de Shakespeare, con su exploración de identidad, género y deseo, sigue siendo una referencia cultural para el drag moderno, que celebra la fluidez y la performance de género.

Poesía

Shakespeare es conocido por su uso magistral del verso blanco (iambic pentameter), un tipo de poesía sin rima que le permitió expresar la intensidad emocional de sus personajes. Sus sonetos combinan estructuras meticulosamente rítmicas con una exploración profunda de las emociones humanas.

Por ejemplo, el Soneto 18 ("Shall I compare thee to a summer's day?") es una celebración del amor y la belleza, mientras que el Soneto 73 reflexiona sobre la mortalidad y el paso del tiempo.

Los sonetos de Shakespeare siguen una estructura específica conocida como soneto inglés o soneto shakesperiano. Esta forma tiene las siguientes características:

Estructura:

  • 14 versos escritos en pentámetro yámbico, un tipo de verso de diez sílabas métricas con un patrón rítmico de una sílaba átona seguida de una sílaba tónica (da-DUM da-DUM da-DUM da-DUM da-DUM).
  • Se dividen en tres cuartetos (estrofas de cuatro versos) y un pareado final (estrofa de dos versos).

Esquema de rima:

  • ABAB CDCD EFEF GG
  • Los tres cuartetos desarrollan un tema o problema, y el pareado final lo resuelve, concluye o introduce un giro sorprendente.

Ejemplo:

En el Soneto 18 ("Shall I compare thee to a summer's day?"), Shakespeare utiliza esta estructura para comparar la belleza del amado con un día de verano, concluyendo en el pareado final con la idea de que la poesía inmortalizará esa belleza:

Cuarteto 1:
"Shall I compare thee to a summer's day?
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And summer's lease hath all too short a date."

Cuarteto 2:
"Sometime too hot the eye of heaven shines,
And often is his gold complexion dimmed;
And every fair from fair sometime declines,
By chance or nature's changing course untrimmed."

Cuarteto 3:
"But thy eternal summer shall not fade,
Nor lose possession of that fair thou ow'st;
Nor shall Death brag thou wander'st in his shade,
When in eternal lines to time thou grow'st."

Pareado final:
"So long as men can breathe, or eyes can see,
So long lives this, and this gives life to thee."

En sus obras teatrales, Shakespeare emplea principalmente el verso blanco, que es poesía escrita en pentámetro yámbico sin rima. Aunque este estilo es más característico de sus dramas, también se observa en algunas secciones poéticas de sus textos teatrales.

Características del verso blanco:

  • No tiene rima, lo que permite una mayor fluidez y naturalidad en el habla de los personajes.
  • Se adapta bien a la conversación y al monólogo, como en los famosos soliloquios de Hamlet y Macbeth.

Ejemplo del verso blanco en Hamlet (Monólogo "To be or not to be"):

"To be, or not to be, that is the question:
Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them."

Musa

Anne Hathaway fue la esposa de William Shakespeare y una figura enigmática en la vida del dramaturgo debido a la escasez de información documentada sobre ella. Nació alrededor de 1556 en Shottery, un pueblo cercano a Stratford-upon-Avon, en el seno de una familia acomodada. Anne tenía 26 años cuando se casó con Shakespeare, quien entonces tenía 18, una diferencia de edad poco común para la época. Su matrimonio en 1582 parece haberse llevado a cabo apresuradamente, ya que Anne estaba embarazada de su primer hijo, Susanna, quien nació en mayo de 1583. Más tarde, tuvieron gemelos, Judith y Hamnet, aunque este último murió a los 11 años, lo que pudo influir en las obras trágicas de Shakespeare. Su relación ha sido objeto de especulación, especialmente debido a la mención de Anne en el testamento de Shakespeare, donde le dejó su "segunda mejor cama", un gesto interpretado tanto como un insulto como una posible señal de afecto sentimental. Durante gran parte de su matrimonio, Shakespeare vivió en Londres mientras Anne permanecía en Stratford-upon-Avon cuidando de sus hijos y administrando su hogar, lo que ha alimentado debates sobre la naturaleza de su relación y las posibles tensiones entre ambos.

Las musas de William Shakespeare, aunque envueltas en misterio, son figuras centrales en su poesía, especialmente en sus sonetos. Estas figuras incluyen al enigmático Fair Youth (Joven Hermoso) y a la Dark Lady (Dama Oscura), quienes representan polos opuestos en el espectro emocional y estético del autor. A través de estas musas, Shakespeare explora temas como el amor, la belleza, la traición, el deseo y la mortalidad, mostrando no solo su genio literario, sino también una complejidad emocional que ha intrigado a lectores y estudiosos durante siglos.

El Fair Youth es el protagonista de los primeros 126 sonetos. Representado como una figura masculina de juventud y belleza idealizada, Shakespeare lo alaba con un afecto profundo y, a menudo, ambiguo, dejando lugar para interpretaciones sobre la naturaleza de su relación, ya sea amistosa, platónica o romántica. La poesía dedicada al Fair Youth expresa un deseo de inmortalizar su belleza y carácter a través del arte, como se ve en el famoso Soneto 18 ("Shall I compare thee to a summer’s day?"). Sin embargo, también hay momentos de conflicto y celos, lo que sugiere que la relación era compleja y no exenta de tensiones. Entre las teorías más aceptadas, se postula que el Fair Youth podría haber sido Henry Wriothesley, conde de Southampton, o William Herbert, conde de Pembroke, ambos mecenas de Shakespeare.

Por otro lado, la Dark Lady, mencionada en los sonetos 127 al 154, es un personaje completamente diferente. A diferencia del Fair Youth, cuya belleza es celestial y casi ideal, la Dark Lady es descrita de manera más terrenal y sensual, con rasgos que desafían los estándares de belleza de la época, como su cabello negro y su piel oscura. Shakespeare expresa una atracción física intensa hacia ella, pero también sentimientos de frustración, celos y angustia, especialmente cuando menciona su infidelidad. En estos sonetos, la relación parece ser más carnal que espiritual, lo que añade un matiz de crudeza y realidad a la poesía del autor. Se ha especulado que la Dark Lady podría haber sido Emilia Bassano Lanier, una poeta y música de origen italo-judío, o Mary Fitton, una dama de la corte conocida por sus escándalos románticos.

Un aspecto notable es el triángulo amoroso que parece formarse entre Shakespeare, el Fair Youth y la Dark Lady, lo que añade una dimensión de drama y conflicto emocional a los sonetos. Shakespeare expresa sentimientos encontrados hacia ambos, oscilando entre la admiración, el deseo y la decepción. Este triángulo refleja la lucha interna del autor entre el idealismo y la realidad, el amor puro y el deseo carnal, temas que resuenan profundamente en su obra y que han contribuido a su inmortalidad literaria. Las musas de Shakespeare, en última instancia, no solo inspiraron su arte, sino que también sirvieron como vehículos para explorar la complejidad de la condición humana.

Derecho

La obra de William Shakespeare está profundamente entrelazada con conceptos jurídicos y legales, reflejando su aguda observación de la sociedad y las leyes de su tiempo. A través de sus piezas teatrales, Shakespeare explora temas como la justicia, la equidad, el poder y la interpretación de la ley, ofreciendo una perspectiva crítica sobre el funcionamiento del sistema legal y sus implicaciones éticas.

El Mercader de Venecia es una de las obras más emblemáticas en este contexto. En ella, el contrato entre Shylock y Antonio, que estipula una libra de carne como garantía de un préstamo, plantea cuestiones sobre la rigidez de la ley frente a la misericordia y la justicia. La escena del juicio, donde Porcia, disfrazada de abogado, argumenta sobre la necesidad de la misericordia en la aplicación de la justicia, es un claro ejemplo de la tensión entre la letra de la ley y su espíritu.

Otra obra relevante es Medida por medida, donde Shakespeare aborda la corrupción y el abuso de poder dentro del sistema judicial. La trama se centra en la aplicación estricta de las leyes morales y las consecuencias de dicha rigidez, cuestionando la moralidad de quienes las aplican y la posibilidad de redención.

Además, en Hamlet, se exploran temas de legalidad y legitimidad en el contexto de la sucesión al trono y la venganza, reflejando las complejidades del derecho sucesorio y la justicia personal versus la justicia institucional.

La influencia de Shakespeare en el ámbito jurídico ha trascendido su época, siendo objeto de análisis en estudios de derecho y literatura. Por ejemplo, la profesora Emilia Jocelyn-Holt, en su obra "Del caos al imperio del derecho: la búsqueda de la justicia en Shakespeare", explora cómo las obras del dramaturgo abordan la búsqueda de la justicia y la aplicación de la ley.


Conclusión

El análisis resalta la trascendencia de autores como Dante, Petrarca, Boccaccio, Miguel Ángel, Garcilaso de la Vega y Shakespeare, cuyas obras han marcado profundamente la literatura y el pensamiento filosófico. A través de temas universales como el amor, la moralidad y la relación con lo divino, estos creadores han logrado plasmar las complejidades y aspiraciones de la naturaleza humana. Su legado, que trasciende épocas y fronteras, constituye un pilar fundamental del patrimonio cultural, ofreciendo perspectivas que siguen dialogando con las inquietudes y emociones del ser humano contemporáneo.