martes, 23 de abril de 2024

Jenofonte - Vida y obra (430 a. C - 354 o 355 a. C)

 


Líder militar, alumno de Sócrates, historiador y filósofo de la antigua Grecia, Jenofonte es uno de los más grandes cronistas de la historia griega, pero también un incansable pensador que se dedico a observar a los intelectuales de su tiempo, sobre todo a su maestro Sócrates. Fue un hombre de lo más versátil como lo pudiéramos pensar tanto de un militar como de un pensador importante entre los sabios. 


JENOFONTE

Antecedentes

Jenofonte nace en el año 430 a. C., cuyo padre llamado Grilo provenía de una rica familia ecuestre. Su vida antes del año 401 a. C. es muy escasa, pero se especula que pudo haber conocido el regreso de Alcibíades en el año 407 a. C., el juicio de los generales en el año 406 a. C. y el derrocamiento de los Treinta Tirano en el año 403 a. C.

Discípulo de Sócrates

En su época de estudiante, alrededor del año 404 a. C., Sócrates se volvió su maestro. La historia de cómo Jenofonte se convirtió en su discípulo nos la describe Diógenes Laercio. Fue un día que ambos se encontraban en una callejuela frente a frente y al avanzar, Sócrates le impidió el paso con su bastón. Le preguntó a Jenofonte donde se encontraba aquel lugar en que vendían toda clase de cosas necesarias. Cuando Jenofonte respondió, Sócrates le hizo otra pregunta: ¿Dónde se vuelven buenos y virtuosos los hombres? Jenofonte al no poder responder, Sócrates le responde y le dice: ''Sígueme, pues y aprende''. 

En el mismo año, los Treinta Tiranos toman el poder en Grecia con el apoyo de Esparta a la cual Jenofonte adhería sin ningún problema. Sin embargo, el régimen duraría menos de un año y es probable que Jenofonte quisiera dejar Atenas. 

En el año 401 a. C., Ciro el Joven, príncipe persa de la dinastía aqueménida, prepara una guerra en secreto contra su hermano mayor Artajerjes, a causa de la sucesión del trono. 

Pero sucede un acontecimiento propicio y conveniente para Jenofonte, la invitación por Proxenio de Boecia, uno de los generales del ejército de Ciro, Jenofonte navegó a Éfeso para encontrarse con Ciro el Joven, príncipe persa de la dinastía aqueménida, para enfrentarse contra el hermano de éste, Arsicas, quien se cambiaría el nombre a Artajerjes II, quien había ocupado el trono como sucesor de Darío II, su padre. Sin embargo, Parisátide, madre de Ciro, y Lisandro, general espartano, estaban a favor de que Ciro fuera el rey, pero Arsicas fue quien finalmente prevaleció. En consecuencia, Ciro sería sátrapa de Livia y Frigia. Ciro quiso conspirar contra su hermano pero fue denunciado por el sátrapa Tisafernes y posteriormente encarcelado. No obstante, Parisátide intercedería por él para liberarlo, y posteriormente lo volverían a establecer como sátrapa, esta vez solo de Livia. Este relato lo podemos encontrar en su obra Anábasis que analizaremos en breve. 

Cuando Jenofonte era apenas un estudiante, éste le preguntó a Sócrates si sería bueno alistarse para unirse al ejército de Ciro el Joven, a lo que Sócrates le aconsejó consultarlo al Oráculo de Delfos. Sin embargo, Jenofonte no le hizo la misma pregunta que le hizo a Sócrates sino que una distinta: ''a qué dioses orar y hacer sacrificios para volver a salvo y con buena fortuna''. El oráculo le dijo a qué dioses adorar y Jenofonte se retiró. Sócrates le reprochó que aquella era una pregunta sin ninguna importancia. 

Es por testimonios de Jenofonte que sabemos más de la vida de Sócrates, pues el mismo Jenofonte transcribió hechos de la vida del filósofo por medio de la taquigrafía. 


Carrera militar
Batalla de Cuxana

Así, en el año 401 a. C., Jenofonte se une a la campaña llamada Expedición de los Mil que consistía en un conjunto de mercenarios ordenados por Ciro el Joven, para destronar a su hermano Artajerjes.  

Esta expedición se realizó entre los años 401 y 399 a. C., donde el grupo de mercenarios dirigidos por Jenofonte cruzaron Anatolia. La primera dificultad que tuvieron que enfrentar fue la Batalla de Cunaxa.

Sin embargo, antes de iniciar la batalla, las pretensiones de Ciro era quitarle a Artajerjes todas las ciudades griegas de Jonia a Tisafernes. Su hermano estaría advertido de esta conspiración.

Antes de dirigirse a la batalla, es aquí donde se da uno de los episodios más significativos de la Expedición, Jenofonte había pronunciado un gran discurso alentando a las tropas, momento en el cual un soldado estornuda. Esto lo vieron como una señal de que los dioses estaban a su favor. 

La Expedición de los Diez Mil llegó hasta Sardes, atravesando posteriormente Cilicia y Siria. En el puerto de Issos el ejército de Ciro sería de unos 10.400 hoplitas y 2.500 peltastas; sumado a 700 hoplitas espartanos y 400 griegos que desertaron del ejército persa. No obstante, estos fueron los aportes posteriores al contingente inicial del ejército de Ciro. 

Una vez cruzando Mesopotamia, los dos ejércitos se encontraron en Cuxana en ese mismo año. Las tropas de Artajerjes eran muy superiores en número a las de Ciro, y el mismo Jenofonte nos diría que fue una masacre. 

En primer lugar, Ciro confió el flanco derecho a Clearco quienes tenían a su derecha el río Éufrates. 

Clearco desplegó a sus tropas griegas en formación de falange, un estilo de combate en el que los soldados formaban una línea compacta con escudos superpuestos y lanzas largas. Este despliegue buscaba resistir el avance persa y mantener la cohesión de la línea de batalla. En el transcurso de la batalla, el flanco derecho persa logró un éxito inicial al derrotar a la caballería griega, lo que creó un vacío en la línea de batalla griega. Sin embargo, en un momento crucial, Tisafernes cometió un error táctico al desviar sus tropas hacia el centro del campo de batalla para apoyar a Artajerjes II contra Ciro el Joven. Esta maniobra dejó expuesto el flanco derecho persa a un contraataque por parte de los mercenarios griegos. Al darse cuenta de esta vulnerabilidad, Clearco y sus hombres aprovecharon la oportunidad y lanzaron un feroz ataque contra el flanco derecho persa, logrando romper sus líneas y causar confusión en las filas enemigas.

En el flanco izquierdo del ejército persa, el comandante era un noble persa llamado Abrocomas. Este flanco estaba compuesto principalmente por tropas de caballería persa y asiática. Enfrentaron a las fuerzas de los mercenarios griegos bajo el mando de Menón, otro de los generales griegos al servicio de Ciro el Joven. La caballería persa echaron abajo con éxito las primeras líneas de la infantería griega, pero encontraron dificultades para enfrentar la resistencia de la falange griega. A medida que la batalla se intensificaba en el centro, el flanco izquierdo persa se vio envuelto en un enfrentamiento prolongado con las tropas griegas. Menón y sus hombres lucharon valientemente contra la caballería persa, pero al igual que en el flanco derecho, la retirada de Tisafernes para apoyar al centro dejó al flanco izquierdo persa vulnerable a un contraataque griego. Aprovechando esta oportunidad, los mercenarios griegos lanzaron un asalto coordinado contra el flanco izquierdo persa, lo que resultó en la ruptura de las líneas.

Después de varias horas de feroz combate en el campo de batalla, la situación se volvió cada vez más desesperada para los mercenarios griegos y sus aliados que luchaban por Ciro el Joven. A pesar de la valiente resistencia y los esfuerzos coordinados de los generales griegos, la muerte de Ciro el Joven durante un intento imprudente de enfrentarse personalmente a su hermano Artajerjes II fue un golpe devastador para las fuerzas rebeldes.

La noticia de la muerte de Ciro se extendió rápidamente entre sus tropas, sembrando el caos y la desmoralización en sus filas. Aunque los mercenarios griegos continuaron luchando con tenacidad, la ausencia de un liderazgo unificado y la falta de un objetivo claro debilitaron su capacidad para resistir eficazmente a las fuerzas persas.

Con la muerte de Ciro y la desorganización resultante entre las fuerzas rebeldes, Artajerjes II aprovechó la oportunidad para lanzar un contraataque decisivo. Movilizando a sus tropas persas, logró rodear y aislar a los mercenarios griegos, cortando cualquier esperanza de escape o victoria para ellos.

En medio del caos y la confusión, los mercenarios griegos se vieron obligados a emprender una retirada desesperada y arriesgada. Sin un liderazgo claro y enfrentando la abrumadora superioridad numérica de las fuerzas persas, su situación era desesperada.

Esta retirada, conocida como la "Marcha de los Diez Mil", se convirtió en una épica odisea de supervivencia y resistencia a medida que los mercenarios griegos luchaban por atravesar el territorio enemigo y regresar a salvo a casa. La marcha estuvo plagada de dificultades, incluidos enfrentamientos con tribus hostiles, escasez de alimentos y suministros, y desafíos geográficos difíciles.

Aunque la Batalla de Cunaxa marcó una victoria decisiva para Artajerjes II y aseguró su control sobre el trono persa, el legado más duradero de este conflicto fue la historia épica de la Marcha de los Diez Mil, inmortalizada en la obra de Jenofonte "Anábasis". Esta hazaña de supervivencia y tenacidad sigue siendo recordada como una de las grandes gestas militares de la antigüedad. persas y en la dispersión de sus fuerzas.

La Marcha de la Expedición de los Diez Mil

Después de la derrota de Ciro el Joven en la Batalla de Cunaxa en el 401 a.C., los mercenarios griegos y sus aliados se encontraron en una situación desesperada. Con la muerte de su patrocinador y líder, se enfrentaron a la perspectiva de una retirada a través del vasto y hostil territorio del Imperio Persa para regresar a Grecia.

La marcha comenzó con incertidumbre y confusión. Los Diez Mil, aunque formaban un ejército considerable, estaban profundamente atrapados en territorio enemigo y rodeados por fuerzas persas hostiles. Sin embargo, bajo el liderazgo de figuras destacadas como Jenofonte, Clearco y Menón, así como una habilidosa organización y disciplina, los mercenarios griegos lograron mantener la cohesión y el ánimo mientras avanzaban hacia el norte, con el objetivo de alcanzar el Mar Negro, donde esperaban encontrar aliados griegos.

A lo largo de la marcha, los Diez Mil enfrentaron una serie de desafíos formidables, desde emboscadas y ataques sorpresa de las fuerzas persas hasta dificultades logísticas como la escasez de alimentos y suministros. Además, tuvieron que navegar a través de terrenos montañosos, ríos y regiones habitadas por tribus hostiles, lo que complicó aún más su trayecto.

Uno de los momentos más icónicos de la marcha fue cuando los mercenarios griegos llegaron a las "Montañas de los Carduchianos", una región escarpada y peligrosa habitada por tribus guerreras. Aquí, los Diez Mil enfrentaron una de sus mayores pruebas, luchando valientemente para abrirse paso a través del territorio hostil y resistiendo los ataques implacables de los guerreros locales.

A pesar de los numerosos obstáculos y peligros que enfrentaron, los Diez Mil demostraron una notable determinación, resistencia y camaradería a lo largo de su odisea. Finalmente, después de meses de viaje, lograron alcanzar la costa del Mar Negro, donde encontraron la seguridad y la ayuda de las ciudades griegas costeras. Jenofonte, según se relata en su obra, irrumpió con alegría y emoción al grito de "Thalassa! Thalassa!" que significa "¡Mar! ¡Mar!" en griego. Este grito simbolizó el éxtasis y el alivio de los mercenarios griegos al ver el mar, un símbolo de seguridad y esperanza después de tantos desafíos y peligros en su largo viaje a través del territorio persa.

Batalla de Coronea

Jenofonte participó en la Batalla de Coronea en el año 394 a.C. Esta batalla fue un enfrentamiento crucial entre las fuerzas de Esparta y Tebas, donde la victoria de Esparta consolidó su hegemonía en Grecia durante un tiempo.

En la Batalla de Coronea, Jenofonte luchó como soldado en el ejército espartano, que estaba liderado por el rey Agesilao II. Jenofonte, habiendo adquirido experiencia militar durante la expedición de los Diez Mil y otros conflictos, probablemente desempeñó un papel activo en la batalla, aunque no se conocen detalles específicos sobre sus acciones durante el combate.

La batalla fue intensa y sangrienta, con ambos lados luchando ferozmente por la supremacía en el campo de batalla. Aunque las fuerzas tebanas, lideradas por el general Epaminondas, lograron infligir algunas bajas significativas a los espartanos, finalmente fueron derrotadas por el ejército de Esparta.

La victoria de Esparta en la Batalla de Coronea reafirmó su dominio militar en Grecia y tuvo importantes repercusiones políticas en la región. Sin embargo, la hegemonía espartana fue efímera, ya que pronto surgieron nuevos desafíos y conflictos en la esfera política griega, incluyendo la creciente influencia de Tebas y el ascenso de Macedonia bajo Filipo II.

Batalla de Leuctra

En el año 371 a.C., Jenofonte probablemente estaba viviendo en Grecia y participando en los asuntos políticos y militares de la época. Sin embargo, no hay registros detallados sobre sus actividades específicas durante ese año.

En términos generales, este período fue testigo de importantes desarrollos en la historia de Grecia. En el ámbito político, se produjeron cambios significativos, como el surgimiento de la hegemonía tebana bajo el liderazgo de Epaminondas después de la Batalla de Leuctra en el año 371 a.C. Esta batalla marcó un punto de inflexión en la hegemonía espartana y cambió el equilibrio de poder en Grecia.

Ahora bien, después de la Batalla de Leuctra, la propiedad de Jenofonte fue confiscada y según Diógenes Laercio, Jenofonte se dirigió a Corinto. 


Muerte de Jenofonte


La información sobre su fallecimiento es escasa y su destino final es objeto de debate entre los historiadores.

Algunas fuentes indican que Jenofonte vivió hasta una edad avanzada y murió en Corinto, como lo relata Diogenes Laercio y Pausanias lo sitúa en Escilunte. Otra de sus interrogantes es la fecha exacta de su muerte, pues se debate si fue en el año 354 o 455. 


Pensamiento

Política

El pensamiento político de Jenofonte, como se refleja en la "Ciropedia" (también conocida como "Educación de Ciro"), se centra en la presentación de un modelo ideal de gobierno y liderazgo, personificado en el personaje de Ciro el Grande, el legendario rey persa.

En la "Ciropedia", Jenofonte retrata a Ciro como un gobernante ejemplar que ejerce el poder con sabiduría, justicia y benevolencia. Jenofonte destaca las cualidades de liderazgo de Ciro, su habilidad para inspirar lealtad entre sus súbditos, así como su capacidad para establecer un gobierno que promueve la estabilidad y el bienestar del imperio.

Uno de los aspectos centrales del pensamiento político de Jenofonte en la "Ciropedia" es su defensa de un modelo de monarquía benevolente y paternalista. Jenofonte argumenta que un líder virtuoso y sabio, como Ciro, es capaz de gobernar de manera efectiva y beneficiosa para sus súbditos, en contraposición a la tiranía y la opresión.

Además, Jenofonte enfatiza la importancia de la educación y la virtud en el ejercicio del poder político. Según él, un líder debe ser instruido en los principios de la justicia, la moderación y la sabiduría para poder gobernar con éxito y obtener el respeto y la lealtad de sus gobernados.

En cuanto a la figura de Ciro, Jenofonte, en su "Ciropedia", retrata a Ciro el Grande como un líder ejemplar, destacando sus cualidades de virtud, justicia y benevolencia, e incluso le añade caracteres apoteósicos. Presenta a Ciro como un modelo de liderazgo, enfatizando su capacidad para inspirar lealtad entre sus súbditos y establecer un gobierno estable y próspero en el Imperio Persa. Por otro lado, Heródoto, en sus "Historias", ofrece una visión más neutral y realista de Ciro, mostrando tanto sus logros como sus defectos. Aunque también reconoce las habilidades militares y de liderazgo de Ciro, Heródoto presenta un enfoque más objetivo y crítico al relatar sus acciones y decisiones políticas.

Con respecto a la democracia, a través de sus obras y sus acciones, Jenofonte expresó preocupaciones sobre la estabilidad política, la justicia y la eficacia del gobierno democrático.

En su obra "La República de los Lacedemonios", Jenofonte elogia el sistema político de Esparta, una oligarquía militar, como un modelo de gobierno más estable y eficiente que la democracia ateniense. Presenta la educación espartana y la disciplina militar como elementos clave para mantener el orden y la cohesión social, en contraposición a lo que veía como los excesos y la inestabilidad de la democracia ateniense.

Además, Jenofonte participó en la expedición de los Treinta Tiranos, un gobierno oligárquico impuesto en Atenas en el 404 a.C. tras la derrota de Atenas en la Guerra del Peloponeso. Aunque esto podría interpretarse como un acto en contra de la democracia, Jenofonte estaba motivado por su oposición a la política de Atenas y su deseo de restaurar el orden y la estabilidad en la ciudad.

Finalmente, se dice que Jenofonte fue uno de los que utilizó el término ''anarquía'' al año 404 a. C., y el término plutocracia. 

Educación

Jenofonte tenía una opinión muy favorable sobre la educación espartana y la sociedad espartana en general. En su obra "La República de los Lacedemonios" (también conocida como "La Política de Esparta"), Jenofonte elogia el sistema educativo espartano y presenta a Esparta como un modelo de ciudad estado bien gobernada y disciplinada.

En resumen, a este tipo de educación se le llamó ''agogé''.

La "agogé" era el sistema de educación y entrenamiento militar que se practicaba en la antigua Esparta. Este término se refiere específicamente al proceso de formación de los jóvenes espartanos desde la infancia hasta la edad adulta, enfocado en desarrollar habilidades físicas, disciplina, obediencia y valentía en el campo de batalla.

La agogé comenzaba desde una edad temprana, cuando los niños espartanos eran separados de sus familias y enviados a vivir en barracas militares llamadas "agelai". Allí, bajo la supervisión de instructores y supervisores, los jóvenes recibían una educación rigurosa que incluía ejercicios físicos intensos, entrenamiento militar, así como enseñanzas sobre el honor, la lealtad y la disciplina.

El propósito principal de la agogé era preparar a los jóvenes espartanos para el servicio militar y fomentar la cohesión y la camaradería entre los ciudadanos espartanos. Se esperaba que los hombres espartanos demostraran valor en la batalla y que estuvieran dispuestos a sacrificar sus vidas por el bienestar de su polis (ciudad estado).

Para Jenofonte, quienes no pasaban por la agogé eran ciudadanos de una categoría inferior. 

Sócrates

Tanto Jenofonte como Platón fueron discípulos de Sócrates y escribieron sobre él en sus obras, aunque ofrecen perspectivas ligeramente diferentes sobre su maestro.

Jenofonte, en obras como "Memorables" y "Apología de Sócrates", presenta a Sócrates como un hombre sabio, virtuoso y piadoso. Jenofonte enfatiza las enseñanzas prácticas de Sócrates sobre la virtud, la justicia y la moderación, así como su estilo de vida austero y su devoción a los dioses. Su retrato de Sócrates es más favorable y pragmático, centrándose en las lecciones prácticas que se pueden extraer de sus conversaciones y acciones.

Por otro lado, Platón, en obras como "Apología de Sócrates", "Diálogos tempranos" y "Diálogos medios y tardíos", presenta a Sócrates como un filósofo profundamente comprometido con la búsqueda de la verdad y la sabiduría. Platón destaca el método socrático de investigación y diálogo, así como la importancia de cuestionar las creencias establecidas y examinar la naturaleza de la virtud y la justicia. Su retrato de Sócrates es más idealizado y filosófico, explorando conceptos abstractos y metafísicos a través de las conversaciones socráticas.

Pseudo-Jenofonte

El "Pseudo-Jenofonte" se refiere a un conjunto de obras que se atribuyen erróneamente a Jenofonte, pero que fueron escritas por otros autores. Estas obras fueron producidas en épocas posteriores y, aunque a menudo imitan el estilo y el contenido de Jenofonte, no son obras auténticas del mismo.

Uno de los trabajos más conocidos atribuidos al Pseudo-Jenofonte es la "Economía", un tratado sobre la administración de los bienes domésticos. Esta obra proporciona consejos sobre diversos aspectos de la administración del hogar, como la gestión de la propiedad, la agricultura, la ganadería y el matrimonio. Aunque la "Economía" se asemeja en estilo y tema a las obras de Jenofonte, su autoría real es desconocida.

Otra obra atribuida al Pseudo-Jenofonte es "La Constitución de los atenienses", que describe la organización política de Atenas durante el siglo IV a.C. Esta obra proporciona detalles sobre la estructura del gobierno ateniense, los deberes de los funcionarios públicos y las instituciones democráticas. Al igual que la "Economía", la "Constitución de los atenienses" imita el estilo y la temática de las obras de Jenofonte, pero su autoría es incierta.


Obras


Las obras de Jenofonte son múltiples y muy ricas en contenido. Iremos direccionando las obras en este apartado


Conclusión


La vida de Jenofonte fue notablemente multifacética y llena de acontecimientos significativos en la historia de la antigua Grecia. Como soldado, participó en la expedición de los Diez Mil, una aventura épica que dejó una marca indeleble en la literatura y la historia militar. Como escritor, produjo una variedad de obras que abarcan desde la historia y la filosofía hasta la política y la ética, dejando un legado duradero en la literatura clásica. Su perspectiva sobre temas como la educación espartana, la política y la vida cotidiana en la antigua Grecia sigue siendo objeto de estudio y debate en la actualidad. Aunque algunos aspectos de su vida, como su muerte, permanecen envueltos en el misterio, su influencia perdura a través de sus obras y su impacto en la cultura y el pensamiento occidental. En resumen, Jenofonte fue una figura polifacética cuya vida y obras continúan siendo objeto de admiración y estudio hasta nuestros días.


domingo, 21 de abril de 2024

Bartolomé de Las Casas - Brevísima Relación de la Destrucción del África (????)

Escrita como un opúsculo a continuación de su obra Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, esta obra escrita por Bartolomé de las Casas nos brinda una perspectiva amplia, tal como en su obra sobre las indias, de la situación que vivió África con respecto a las grandes potencias con las que se relacionó. Las causas de su origen y destrucción están aquí, en estos apuntes de filosofía. 


BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE ÁFRICA

Capítulo I:

En el cual se contiene el reciente descubrimiento de las islas de Canaria, el primer intento de posesión por el «Príncipe de la Fortuna» y la guerra cruel e injusta que mosior Juan de Betancor, para sujetarlas, hizo a los vecinos dellas, que no le habían hecho ningún daño

Bartolomé de las Casas nos dice que en primer lugar se debe hablar de los orígenes de las siguientes islas cerca del África: 

  • Promontorio Hesperionceras más conocido como el Cabo de Buena Esperanza, localizado al sur de África 
  • Las islas Canarias 
  • Cabo Verde
  • Los Azores

Una vez identificadas las islas, entonces vamos a verificar su información.

Consideraciones sobre el descubrimiento de las islas

Las Casas destaca la importancia de buscar la voluntad de Dios antes de emprender cualquier acción, ya que solo se cumplirán los deseos cuando estén alineados con Su plan. Se menciona el ansia de los antiguos por explorar el océano y descubrir nuevas tierras, señalando que solo se logrará cuando Dios determine el momento adecuado. Se resalta la maravilla de que, a pesar de la antigüedad de las Islas Canarias y su proximidad a España, no se exploraron hasta tiempos recientes, cuando Dios permitió que se conocieran.

Descubrimiento de las islas y coronación de D. Luis de la Cerda por el Papa Clemente VI como ''príncipe de la Fortuna''

Una nave francesa o inglesa, en su viaje hacia España, fue desviada por los vientos hacia las Islas Canarias, donde luego dio noticias de su descubrimiento al regresar a Francia. Se menciona una referencia de Petrarca sobre una expedición genovesa a las Canarias, donde el Papa Clemente VI nombró a un capitán como rey de las islas. Petrarca especula sobre el significado de un aguacero repentino durante la coronación del rey, interpretándolo como un presagio de la abundancia de lluvias en las islas, sugiriendo dudas sobre el nombre "Fortunadas". Se concluye que estas referencias probablemente surgieron después del descubrimiento de las islas por la nave mencionada anteriormente.

Conquista de las islas por Juan de Betancor en tiempos de D. Enrique III de Castilla y D. Juan I de Portogal

En el año 1400, durante el reinado de Enrique III de Castilla, un caballero francés llamado Juan de Betancor propuso conquistar las Islas Canarias, que se creía estaban habitadas por paganos. Después de llegar a Castilla y hacerse vasallo del rey Enrique III, obtuvo el apoyo del monarca y armó una flota. Con esta, conquistó por la fuerza Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro, sometiendo cruelmente a sus habitantes sin motivo aparente más que su ambición. Este relato se encuentra registrado en las crónicas del historiador portugués Juan de Barros, quien también sugiere que la conquista implicó la muerte de muchos de los seguidores de Betancor y probablemente una gran cantidad de nativos canarios indefensos.

Consideraciones éticas sobre la guerra de conquista de las islas

Las Casas critica la ceguera de los cristianos que, a pesar de su profesa fe en la ley natural y el Evangelio, no siguen el ejemplo de Jesucristo en traer a los infieles a la fe con amor y paz. Señala que la verdadera enseñanza de Cristo no justifica la conquista y opresión de otros pueblos, sino que promueve la paz y el respeto por la humanidad de todos. Además, argumenta que la idea de conquistar a los infieles no proviene de Cristo, sino que va en contra de sus enseñanzas.

Continuación de la conquista de las islas y tratos con Portugal 

Juan de Betancor, agotado de recursos, decide regresar a Francia para reponer su fortuna o quedarse definitivamente en las islas. Deja a su sobrino Maciot Betancor a cargo, quien continúa su labor de conquista, especialmente en la isla de la Gomera. Maciot luego se traslada a Madeira, donde se enriquece y gana prestigio gracias al apoyo del infante Enrique de Portugal.


Capítulo II 

 

En el cual se corrige la Historia del portugués Juan de Barros en lo que dice sobre las islas de Canaria, se expone la tiranía de los portugueses en las islas y se resuelve la soberanía de Castilla sobre ellas 

Juan de Barros elogia al infante Enrique de Portugal, posiblemente sin conocer toda la verdad o evitando mencionar sus errores. El infante Enrique tenía un fuerte deseo de explorar nuevas tierras, especialmente la costa africana y más allá. Deseaba también el dominio de las Islas Canarias, que estaban estratégicamente ubicadas para sus objetivos. Para lograr esto, solicitó repetidamente al rey Juan de Castilla, e incluso envió a su hermano, el rey Duarte, y luego a su sobrino, el rey Alonso, junto con su hermano, el infante Pedro, para interceder en su nombre. También envió a su confesor, fray Alonso Bello, para pedir al rey que ordenara a Diego de Herrera que le vendiera las islas de La Gomera y El Hierro. Sin embargo, el rey Juan respondió que no podía tomar una decisión tan importante sin consultar con los tres Estados del Reino y su consejo, ya que las Islas Canarias estaban bajo la corona de Castilla.

Tiranías de los portugueses en las islas por sus asaltos a españoles y canarios 

Los portugueses, ya sea por orden del infante o del rey de Portugal, o por su propia iniciativa, realizaban incursiones en las Islas Canarias, saqueando tanto a los castellanos como a los nativos canarios. A pesar de las quejas del rey de Castilla, el rey de Portugal no tomaba medidas para detener estos ataques. Ante la imposibilidad de obtener el control de las islas por medios diplomáticos, el infante Enrique decide tomarlas por la fuerza, rompiendo las normas del derecho natural y los acuerdos de paz entre Castilla y Portugal. En 1424, organiza una gran expedición militar para invadir las islas, bajo el mando de D. Hernando de Castro. Aunque el historiador portugués Juan de Barros intenta justificar las acciones del infante como un acto de servicio a Dios y deseo de cristianizar a los nativos, en realidad representan una violación del derecho y la paz establecidos.


Reclamaciones de las islas por D. Juan II de Castilla a D. Alonso V de Portugal 

El rey Juan de Castilla, al enterarse de los planes del infante Enrique de Portugal para tomar las Islas Canarias, envió repetidas veces solicitudes al rey Alonso de Portugal, instándolo a detener las incursiones portuguesas y castigar a los responsables. El rey Juan también le recordó al infante Enrique que las islas estaban bajo la soberanía de Castilla y que debía cesar en sus intentos de apoderarse de ellas. Sin embargo, el infante Enrique continuó con sus planes y Maciot Betancor, al vender sus derechos sobre las islas al infante, cometió traición contra Castilla. La expedición militar liderada por D. Hernando de Castro no duró mucho en las islas debido a la falta de alimentos y los altos costos asociados. Aunque algunos nativos recibieron el bautismo durante este tiempo, probablemente lo hicieron por temor más que por convicción religiosa, dada la violencia y el caos que acompañaron la presencia portuguesa en las islas.

Documentos fehacientes de las reclamaciones de las islas por D. Juan II de Castilla 

El rey de Castilla envió cartas al rey de Portugal sobre la usurpación de las islas Canarias por parte del infante Enrique de Portugal y sus seguidores. El rey de Castilla exigió que el infante y sus seguidores cesaran sus acciones injustas y devolvieran lo robado. También solicitó que se entregaran los culpables para ser juzgados según la ley.

El rey de Portugal respondió que no podía tomar medidas contra el infante sin escuchar su versión. Sin embargo, el rey de Castilla argumentó que las islas Canarias siempre habían estado bajo su soberanía y que el infante y sus seguidores estaban violando la paz jurada entre los dos reinos.

Además, se menciona que algunos súbditos del rey de Portugal, incluido un capitán llamado Palencio, atacaron a los vasallos y mercaderes del rey de Castilla en las islas Canarias y en alta mar. El rey de Castilla exigió la restitución de las propiedades robadas y el castigo de los culpables.

En resumen, las cartas detallan las disputas entre los reyes de Castilla y Portugal por el control de las islas Canarias y las acciones violentas realizadas por el infante Enrique de Portugal y sus seguidores.


Capítulo III



Donde se trata del arreglo acerca de la soberanía de las islas de Canaria, de su mayorazgo y del señorío definitivo de Castilla; y se consideran también los salteamientos inicuos, perversos, tiránicos y detestables que en ellas se hicieron 


Arreglo del pleito acerca de las islas entre D. Enrique IV de Castilla y D. Alonso V de Portugal 


Las Casas relata la disputa por el control de las Islas Canarias entre los reinos de Castilla y Portugal, así como la sucesión de propiedades y títulos sobre estas islas. Muestra cómo tras la muerte del rey Juan de Castilla, Enrique IV de Castilla y su posterior matrimonio con Juana, hija del rey Duarte de Portugal, se estableció un acuerdo de paz que concedió el control de las islas a Portugal.

Luego, describe la reclamación de Fernán Peraza sobre las islas, basada en documentos que respaldaban su compra a Guillén de las Casas, quien a su vez las había adquirido del conde de Niebla. Tras la muerte de Peraza, las islas pasaron a su hija, quien las heredó y posteriormente se casó con García de Herrera. La sucesión de propiedades y títulos continuó con el paso de las islas a Guillén Peraza, quien luego se convirtió en conde de las mismas.

Finalmente, se menciona una aparente contradicción en la narración respecto a la transacción de las islas entre Maciot Betancor y el conde de Niebla, sin que el autor dé explicación o resolución a esta discrepancia.

Señorío soberano definitivo de Castilla sobe las islas en las paces de Alcázovas 

En las paces entre los Reyes Católicos de Castilla y el rey Alonso de Portugal, se estableció que las Islas Canarias pertenecían al señorío supremo de Castilla, al igual que la conquista del reino de Granada. Se menciona también que el comercio de Guinea quedó bajo control de Castilla durante la vida de los reyes Alonso y Juan, sin embargo, el dominio de las islas Canarias fue disputado repetidamente por Portugal, a pesar de que el señorío supremo siempre fue reconocido como perteneciente a Castilla.

Observaciones acerca del relato de Juan de Barros basadas en las corónicas castellanas 

Las Casas explica las dos narrativas históricas: la Historia de Juan de Barros, portugués, y la Crónica del rey Juan II de Castilla.

La narrativa de Juan de Barros destaca el papel del almirante francés Rubín de Bracamonte, quien solicitó a la reina Catalina de Castilla la conquista de las Islas Canarias para su pariente Juan de Betancor. Describe la llegada de Juan de Betancor a las islas, su conquista de algunas de ellas y la construcción de un castillo en Lanzarote para controlarlas. También menciona la disputa entre el obispo de Canarias y mosén Menaute por el comercio de esclavos.

Por otro lado, la Crónica del rey Juan II de Castilla detalla la llegada de Rubín de Bracamonte y Juan de Betancor en 1417 durante la minoría de edad del rey Juan II. Narra cómo Juan de Betancor intentó conquistar Gran Canaria pero fracasó debido a la resistencia indígena. Posteriormente, describe cómo el rey y la reina de Castilla enviaron a Pero de Barba de Campos para tomar las islas, lo que llevó a la venta de las islas a Hernán Peraza.

Ambas narrativas proporcionan detalles sobre la historia de las Islas Canarias, pero difieren en algunos aspectos, como el papel de los protagonistas y los eventos específicos relatados.

Perversidad y tiranía detestable de la esclavización de los naturales de las islas por castellanos y portugueses

Las Casas discute las acciones violentas y de esclavitud llevadas a cabo por los Betancores, un grupo indígena en las Islas Canarias, contra los canarios, otro grupo nativo de las mismas islas. Se cuestiona la legitimidad y justicia de estas acciones, considerando que los canarios estaban viviendo pacíficamente en sus tierras sin haber causado daño a nadie. Se plantea la pregunta de qué razón, ya sea natural, divina o humana, podrían tener los Betancores para perturbar la paz, guerrear, matar y esclavizar a los canarios.

El texto también aborda la postura del Obispo de Canaria, quien, aunque argumenta que la esclavitud de los canarios después de convertirse al cristianismo es incorrecta, se critica por no reconocer la injusticia de hacer esclavos a los canarios antes de su conversión. Se argumenta que este tipo de acciones no solo son inicuas y perversas, sino que también infaman el nombre de Cristo y obstruyen la conversión de los canarios al cristianismo.

Además, se mencionan las incursiones de los portugueses en las islas canarias, donde capturaron a personas para venderlas como esclavas en Portugal. Estas acciones se llevaron a cabo como una forma de obtener ganancias económicas y fueron justificadas bajo el pretexto de llevar la fe cristiana a los nativos. Sin embargo, el texto critica estas acciones como moralmente injustificables y señala que generan una obligación de restitución.

Capítulo IV


En el cual se dice brevemente algo del cielo, suelo y bondad de las islas de Canaria



Se hace una descripción de las islas Canarias, centrándose en particular en la isla de Hierro. Se menciona que las islas son siete en total, aunque algunas fuentes antiguas sugieren que eran doce. Las islas nombradas son Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife (llamada "isla del Infierno" por los portugueses debido a la actividad volcánica en su pico más alto), La Gomera, La Palma y El Hierro. 

Se destaca especialmente la peculiaridad de El Hierro, que carece de agua superficial, como ríos, fuentes o pozos. Sin embargo, se menciona un fenómeno natural asombroso: un árbol en la isla que produce agua de manera constante, incluso en ausencia de precipitaciones. Esta agua, descrita como dulce, es vital para la supervivencia de los habitantes y el ganado de la isla. Se describe detalladamente cómo el agua se recolecta en un estanque construido por humanos y cómo los lugareños la utilizan para sus necesidades diarias.

En contraste, se menciona que las otras islas tienen agua proveniente de arroyos y fuentes, que además de ser utilizada para beber, también es empleada en los ingenios de azúcar que operan los colonos españoles en algunas de estas islas.

Clima, situación geográfica, prósperas calidades de fertilidad y amenidad de las islas

Ahora se habla sobre Islas Canarias, destacando su clima agradable y fértil suelo. Se menciona que estas islas están situadas entre los grados veinte y ocho y veinte y nueve de latitud, con la excepción de El Hierro que se encuentra en el grado veinte y siete. Se resalta que el clima es templado durante todo el año, sin extremos de frío o calor, lo que las hace habitables y confortables.

Se mencionan las cualidades de las islas según relatos históricos y antiguos. Se habla de la fertilidad de la tierra, que producía una gran variedad de frutos y verduras. También se destaca la moderación de las lluvias, la suavidad de los vientos y la presencia de rocío durante las noches. Se describe el suelo como fértil y capaz de producir frutos sin la necesidad de mucha intervención humana. Además, se hace referencia a la pureza y estabilidad del aire a lo largo del año.

Se menciona la creencia de que estas islas podrían ser los legendarios Campos Elíseos, un lugar de felicidad y abundancia según la mitología griega. Por esta razón, las islas a menudo eran llamadas "Bienaventuradas" o "Fortunadas" por su abundancia de recursos y su capacidad para sustentar una vida placentera y feliz.

Opinión de los antiguos, quienes pensaban ser estas islas los Campos Elísios

Se habla sobre la creencia de los antiguos filósofos en la existencia de un paraíso para las almas virtuosas después de la muerte, mencionando que Homero lo describe como los Campos Elíseos en su obra "La Odisea". Estos campos se creían estar llenos de felicidad y abundancia, y Homero los ubicaba en España debido a su riqueza en metales y fertilidad. También se menciona que se creía que figuras como Minos y Radamanto, conocidos por su justicia, eran los jueces de los infiernos y habitaban estos Campos Elíseos. Se incluye una traducción de un pasaje de Homero que describe estos campos como un lugar de paz y prosperidad, donde el viento suave sopla constantemente y el océano proporciona cosechas florecientes.

Los versos de Homero son los siguientes:

"No te está permitido, Menelao, cerrar los ojos en la tierra de Argos al final de tu vida, por voluntad de los dioses celestiales, sino que cuando te vea el juez del Elysium, Rhadamanthus, te conducirá hasta el extremo de la tierra.

Aquí la tierra ofrece una vida fácil a los hombres, sin nieve ni invierno, sin ninguna tormenta ni lluvia, sino siempre soplando suavemente los vientos del Océano, y el Océano devuelve cuerpos florecientes."

Con respecto a los Campos Elíseos, estos son un lugar de paz y prosperidad después de la muerte, donde se creía que habitaban las almas virtuosas. Se menciona que Homero ubicó estos campos en España, describiéndolos como un lugar con clima benigno, tierra fértil y abundancia de frutas, donde reinaba la alegría y la armonía. Además, se menciona una descripción más detallada de los Campos Elíseos realizada por Xenócrates, discípulo de Platón, que menciona reuniones de filósofos, coros de poetas y una eterna celebración de los misterios divinos.

La traducción al español del texto en latín es la siguiente:

"Este lugar es donde el camino se divide en dos partes: la derecha, que se dirige hacia las murallas del gran Dite, aquí está el camino al Elíseo para nosotros, y a la izquierda castiga a los malvados con penas y los envía al impío Tartaro".

Comparación de los Campos Elísios con el Paraíso de Mahoma y el Cielo de los cristianos

Los filósofos antiguos comprendían las recompensas de la virtud y la contemplación divina en la vida después de la muerte, influenciando así las creencias sobre los Campos Elíseos o paraísos similares en diferentes culturas. Se menciona cómo incluso culturas contemporáneas, como los moros y turcos, tienen sus propias visiones de un paraíso de deleites para aquellos que siguen sus enseñanzas religiosas. Sin embargo, se señala que estas visiones pueden diferir en cuanto a la importancia dada a la pureza espiritual y la contemplación divina. También se anticipa una discusión sobre las creencias similares entre los indios en la crónica.

Capítulo V


En el cual se dice brevemente algo del cielo, suelo y bondad de las islas de Canaria

Población que había en las islas

Cuanto a lo que toca decir de las costumbres y condiciones y ritos de los canarios, según refiere la dicha Historia portuguesa, en todas las susodichas islas habría hasta trece o catorce mil hombres de pelea, y bien podemos creer que habría por todos, chicos y grandes, cerca de cien mil ánimas.

Regimiento, gobernación y costumbres de Gran Canaria

En Gran Canaria, dos hombres principales gobernaban a los moradores y naturales: uno era llamado rey y el otro duque. El rey llevaba un ramo de palma como símbolo de su autoridad, y ciento noventa hombres dirigían la tierra bajo su regimiento. Estos líderes instruían al pueblo en materia de religión y comportamiento, dictando lo que debían creer y hacer. Se reconocía a un Dios que premiaba a los buenos y castigaba a los malos, aunque las prácticas religiosas variaban entre las islas.

Las mujeres no podían casarse sin el consentimiento de uno de los ciento noventa gobernantes, quienes las evaluaban por su apariencia física, prefiriendo aquellas más gordas como señal de fertilidad. La costumbre de elegir esposas podía tener origen en África, dado que las islas estaban cerca de ese continente.

Los habitantes vestían hojas de palma teñidas para cubrir sus partes íntimas, y se afeitaban con piedras afiladas debido a la falta de hierro. No valoraban el oro ni la plata, utilizando los escasos objetos de hierro para fabricar herramientas. Aunque tenían abundancia de trigo y cebada, no sabían hacer pan, por lo que consumían harina cocida con carne o grasa animal.

Criaban ganado pero rechazaban desollarlos, dejando esa tarea a esclavos capturados en guerra o a hombres considerados inferiores. Las madres preferían que sus hijos fueran amamantados por cabras, y la mayoría de los niños eran criados de esta manera. En la guerra, utilizaban piedras y palos cortos, demostrando habilidad y determinación en el combate.

Costumbres y ritos de La Gomera, Tenerife y La Palma

En La Gomera, las costumbres incluían compartir mujeres y heredar por línea materna, centrándose en la música, el baile y el placer como su principal estilo de vida. En Tenerife, se organizaban en linajes con sus propios reyes, siendo guerreros y ceremoniosos en los funerales. En La Palma, menos políticos, su dieta consistía en hierbas, leche y miel, y practicaban la venta de esclavos. Se refuta la opinión de Petrarca sobre la bestialidad de los canarios, destacando que las descripciones de los portugueses son más fiables.

Capítulo VI

En el cual se tracta de los primeros descubrimientos de los portugueses en África más allá del cabo de No; de los primeros salteamientos injustos que hicieron a los moros; y de cómo se descubrieron y pobla- ron las islas de Puerto Santo y Madera

Prólogo

Ahora subraya la relevancia de los descubrimientos portugueses en el océano, incluyendo las islas Canarias y otras regiones como Madeira, Azores y Cabo Verde. Destaca la importancia de proporcionar información detallada en español sobre estos hallazgos, que son fundamentales para comprender la historia antigua de la región.

Los temores que tenían los portugueses de sobrepasar el cabo de No

En tiempos de los reyes Juan de Portugal y Juan II de Castilla, alrededor del año 1400, el conocimiento de las costas africanas se limitaba al cabo de No, lo que generaba temor entre los navegantes de aventurarse más allá. Sin embargo, con la determinación del rey Juan de Portugal de llevar a cabo una expedición militar contra los moros, surgió la oportunidad de explorar nuevas tierras. Acompañado por su hijo Enrique, conocido por su virtud y fervor religioso, se dirigieron más allá del mar hacia la ciudad de Cepta.


El infante D. Enrique de Portugal determina sobrepasar el cabo de No rumbo a la India

El infante Enrique se interesó en conocer los secretos de África a través de los moros con quienes trataba. Se enteró de que la tierra se extendía hacia el interior, más allá del reino de Fez, hasta los desiertos habitados por los alárabes y los negros de Jolof, marcando el comienzo de Guinea. Impulsado por su curiosidad, decidió enviar expediciones anuales para explorar la costa africana más allá del cabo de No. Sin embargo, se encontraron con dificultades al llegar al cabo del Bojador, a unas sesenta leguas de distancia, debido a las corrientes marinas y a los temores infundados de los marineros sobre las condiciones peligrosas del área.


Los portugueses saltean y esclavizan moros entre el cabo de No y el del Bojador, y compran negros que los moros tenían

Durante doce años, el infante Enrique dedicó esfuerzos y recursos considerables enviando numerosas expediciones para descubrir la costa africana más allá del cabo del Bojador. Aunque muchos caballeros se mostraban interesados en participar, ninguno se atrevió a cruzar el cabo en ese tiempo. En sus regresos, las expediciones a menudo tenían encuentros hostiles con los moros de la costa, y a veces realizaban intercambios o capturas de negros. A pesar de las instrucciones del infante de evitar conflictos, estas expediciones a menudo desobedecían sus órdenes.

Injusticia de estos saltos y esclavizaciones hechos por los portugueses

La ceguera de algunos cristianos lleva a creer que es justo saquear, robar, capturar y matar a los no bautizados. Sin embargo, Las Casas argumenta que los moros no deben ser tratados así, ya que no representan una amenaza directa para la cristiandad. Los portugueses deberían interactuar pacíficamente con ellos, mostrando el ejemplo de la cristiandad en lugar de incitar la enemistad. Además, al exhibir su codicia por los esclavos negros, los cristianos podrían provocar conflictos innecesarios y peligrosos.

Descubrimiento y población de las islas de Puerto Santo y Madera

En el año 1417 o 1418, dos caballeros portugueses, Juan González y Tristán Vázquez, se ofrecieron para explorar más allá del cabo del Bojador. Durante una tormenta, descubrieron la isla del Puerto Santo. Encantados por su belleza y deshabitada, decidieron regresar a Portugal para informar al infante Enrique. Impresionado por la noticia, el infante envió tres barcos para poblar la isla, liderados por Bartolomé Perestrello y los dos caballeros. Sin embargo, la isla se vio invadida por una plaga de conejos, lo que provocó dificultades. Los caballeros también descubrieron la isla de la Madera y la poblaron en 1420. El fuego accidentalmente provocado por la limpieza de la tierra causó daños, pero la isla prosperó gracias a su fertilidad. La isla del Puerto Santo, aunque tenía recursos, no era tan fértil y tenía problemas de agua.


Capítulo VII

En el cual se contienen los nuevos avances de los descubrimientos portugueses más allá del cabo del Bojador, y los nuevos salteamientos escandalosos e injustos que hicieron a los moros


El infante D. Enrique de Portugal insiste en enviar navíos para pasar el temido cabo del Bojador, al que finalmente sobrepasan

En Portugal, se criticaba al infante por su gran interés en explorar África, acusándolo de derrochar recursos y poner en peligro a los portugueses. A pesar de las críticas, el infante perseveraba, enviando expediciones para descubrir nuevas tierras. En el año 1434, una expedición liderada por Gilianes logró pasar el temido cabo del Bojador, descubriendo tierras fértiles. Esto animó al infante a continuar explorando, y en 1435 otra expedición llegó aún más lejos, confirmando la viabilidad de la navegación y la existencia de tierras habitables.

De cómo los de Gilianes arremetieron en Río de Oro contra algunos moros y los prendieron

En el año siguiente, el infante envió otra expedición con la orden de avanzar hasta encontrar tierras pobladas y establecer contacto con sus habitantes. Después de avanzar doce leguas más allá de la expedición anterior, encontraron una llanura sin montañas. Decidieron enviar a dos jóvenes en caballos ligeros, armados solo con lanzas y espadas, con la misión de explorar y, si era posible, capturar a alguien para interrogarlo. Encontraron a diecinueve hombres armados con lanzas, y aunque los jóvenes cristianos resultaron heridos, lograron herir a varios de los moros en la pelea.

Escándalo e injusticia de la acción de Gilianes y los suyos

El primer encuentro violento entre portugueses y los habitantes locales de la costa recién descubierta causó un escándalo e injusticia, creando un mal ejemplo de comportamiento cristiano. Esta acción afectó negativamente las futuras interacciones entre cristianos y locales, dificultando la aceptación de la fe cristiana en la región. Debido a conflictos internos en Portugal tras la muerte del rey D. Duarte, el infante no pudo continuar con las exploraciones desde 1435 hasta 1440.

Se relatan y condenan otros saltos a moros

En el año 1441, el infante envió un barco bajo el mando de Antón González para explorar la costa africana. Su misión era capturar a personas locales para obtener información, o en su defecto, cargar el barco con cueros de lobos marinos y aceite, productos valiosos en Portugal. Durante la expedición, capturaron a un moro y una mora, así como a otros moros más tarde, aunque no hubo enfrentamientos directos. En otra ocasión, al gritar consignas cristianas, atacaron a un grupo de moros, matando a tres y capturando a diez. Los portugueses celebraron estos actos violentos como una forma de propagar el Evangelio. Continuaron explorando y descubrieron el Cabo Blanco, a 110 leguas del Cabo Bojador. A pesar de los escándalos y daños causados, el infante recibió a los expedicionarios con alegría y les otorgó recompensas.

Capítulo VIII

En el cual se trata de la suplicación que hizo el infante D. Enrique al Papa Eugenio IV; y de cómo los portugueses llegaron más allá del cabo Blanco y se incrementaron los asaltos y, con ellos, las esclavizaciones, latrocinios y tiranías, incompatibles con el sentimiento natural y cristiano

El infante D. Enrique suplica al Papa Eugenio IV que le con- ceda la soberanía sobre los reinos que hubiese después del cabo del Bojador

En 1442, el infante, al ver el éxito de la expedición al Cabo Bojador y la prosperidad de la captura de esclavos moros para financiar sus gastos, decidió solicitar al Papa Martino V, quien había sido elegido en el Concilio de Constanza, que otorgara a la Corona Real de Portugal los territorios más allá del Cabo Bojador, hacia el Este e incluso hasta la India. El Papa, según las crónicas portuguesas, concedió estos territorios junto con sus recursos, imponiendo sanciones a cualquier entidad cristiana que intentara interferir. Posteriormente, se afirma que los sucesores de Martino, como Eugenio IV, Nicolás V y Calixto IV, confirmaron esta concesión.

Nuevas armadas de descubrimientos al Río de Oro y más allá del cabo Blanco; y saltos consiguientes

Después de que algunos en Portugal cruzaran el Cabo Bojador sin problemas y se enriquecieran en la costa africana, aumentaron las expediciones de descubrimiento. Uno de estos exploradores, Antón González, rescató a más de cien esclavos y descubrió oro en lo que llamaron el Río del Oro. Otro explorador, Nuño Tristán, llegó al Cabo Blanco y encontró una isleta llamada Arguim, donde observaron a gente remando con las piernas. Capturaron a varios de ellos y exploraron islas cercanas. Aunque intentaron saquear más tierras, encontraron resistencia y se retiraron con su botín, siendo recibidos con alegría en Portugal. Este relato revela la disposición de las personas locales hacia la fe y cómo recibieron a los predicadores.

El infante D. Enrique comienza a ser alabado por el pueblo al ver cómo los descubrimientos aportaban riquezas

Las noticias de enriquecimiento en las expediciones llevaron a la alabanza y bendición del infante, quien era visto como el abridor de caminos hacia la bienaventuranza en el océano. Esta actitud reflejaba la tendencia humana a valorar las acciones de otros cuando estas benefician personalmente, especialmente en la era de la búsqueda constante de ganancias.

Extensas consideraciones por las que se pone de manifiesto la ceguedad de los portugueses y se reprueban sus detestables injusticias

Se critica la justificación de las acciones del infante de Portugal como un celo por servir a Dios y convertir a los infieles, señalando que más bien ofendía a Dios al difamar la fe cristiana y forzar conversiones. Se argumenta que las conversiones obtenidas por miedo o coacción eran vacías y que el infante era culpable de enviar expediciones que cometían tales actos, al beneficiarse de ellos y aprobarlos.

Las Casas relata un acto atroz cometido por los portugueses durante sus expediciones de descubrimiento en el año 1444. Liderados por el infante de Portugal, saquearon y atacaron a personas inocentes en varias islas africanas, llevándose a cientos de personas como esclavos. La narración destaca la crueldad de separar familias y el sufrimiento de los cautivos. A pesar de intentar justificar estas acciones en nombre de Dios y la conversión de los infieles, el autor condena firmemente estas atrocidades, señalando que ningún bien obtenido puede excusar tales actos de violencia y opresión.

Otros viajes, saltos, robos, escándalos y despoblaciones hechos entre el cabo Blanco y los confines de Guinea

Los portugueses realizaron múltiples viajes a lo largo de la costa africana, desde el Cabo Blanco hasta los confines de Guinea, desencadenando una serie de acciones destructivas que incluyeron saqueos, capturas y disturbios, lo que resultó en el despoblamiento de la región. Estas acciones no solo llevaron a la pérdida de vidas y a la captura de personas para llevarlas a Portugal, sino que también alejaron a los habitantes locales tierra adentro en un intento de escapar de la violencia costera. A pesar de las supuestas intenciones de difundir la fe cristiana, estas acciones solo provocaron destrucción y caos en la región

Capítulo IX

Donde se cuenta cómo los portugueses, con sus guerras y totales destruiciones hechas a los moros de la costa, expusieron al escarnio la fe cristiana; y lo mismo hicieron después, más allá del cabo Verde, al llegar a Guinea, donde robaron y esclavizaron a los primeros negros en su tierra


Dos expediciones al Río de Oro

En 1445, el infante envió un navío que llegó a la isla de Arguim. El capitán y doce hombres desembarcaron en un bote hacia la tierra firme, pero encallaron cuando la marea bajó. Doscientos hombres de la tierra los atacaron, matando al capitán y a siete hombres, mientras los demás se salvaron nadando. Esta fue la primera confrontación justa entre los portugueses y los nativos, en respuesta a injusticias previas. Al año siguiente, en 1446, el infante envió tres carabelas, comandadas por su hermano D. Pedro, para explorar el río del Oro y convertir a los nativos al cristianismo, buscando paz y comercio si la conversión no era posible.

Escarnio de la fe cristiana por las violencias cometidas por los portugueses

Portugal demostró una ceguera aún mayor y un desprecio hacia la fe de Jesucristo. Enviaban a aquellos que solían saquear y robar a los hogares pacíficos como si fueran apóstoles idóneos, instándolos a convertir a los infieles o moros, sin considerar las dificultades y los malos ejemplos previos. A pesar de sus acciones inicuas, no comprendieron por qué los nativos rechazaron la fe ni buscaron establecer paz o comercio. Los nativos actuaron con justicia al resistirse a una gente que les había causado tantos males irreparables.

Las tres posibles causas de hacer la guerra justa a los infieles, excluidas otras fingidas

Es esencial notar que según la conciencia y el juicio racional, a ningún infiel, ya sea moro, árabe, turco, tártaro, indio, u otro de cualquier creencia, se le puede hacer guerra, molestar o dañar en persona o propiedad sin cometer graves pecados mortales. Solo se justifica hacerlo por tres razones: si atacan activamente la cristiandad, si obstaculizan maliciosamente la fe cristiana, o si injustamente retienen nuestros reinos o bienes y se niegan a devolverlos. Antes de iniciar una guerra, se debe examinar cuidadosamente la razón y la justicia detrás de ella, considerando los efectos negativos en la fe y las almas, así como los daños colaterales que pueden sufrir los propios cristianos. La guerra solo puede ser justa si se defiende la fe y la justicia, priorizando la honra divina sobre los bienes temporales. Por lo tanto, incluso si los infieles retienen nuestras tierras y bienes, si no representan una amenaza para la fe o la seguridad, la justicia de la guerra sería cuestionable ante el tribunal de Dios.

Ninguna de las tres causas se da en las violencias de los portugueses en la costa africana

Considerando las razones mencionadas, los portugueses infligieron daños extremadamente perjudiciales a esas gentes, realizando guerras crueles, matanzas, capturas y destrucciones de pueblos enteros, condenando a muchas almas sin haber sido provocados ni amenazados por ellos. Estas poblaciones vivían pacíficamente y nunca obstaculizaron ni pensaron en dañar la fe cristiana. Además, poseían sus tierras de manera legítima. No hay justificación para tantos males y agravios cometidos por los portugueses, excepto por la simple razón de que eran infieles, lo cual es una gran ignorancia y ceguera condenable. En cuanto a la narrativa, tres barcos regresaron a Portugal con un negro rescatado de los moros, mientras que otro barco capturó a veinte personas de un lugar cercano.

Descubrimiento del cabo Verde y primeros negros hechos esclavos en Guinea

En 1446, Dinís Fernández, motivado por las recompensas del infante, decidió explorar más allá de los lugares descubiertos. Pasó el río Saiaga, encontrando los primeros negros de Guinea, a quienes capturó. Descubrió el cabo Verde y regresó a Portugal debido a los malos tiempos. El infante se alegró con la noticia y recompensó a Dinís. Aunque el infante exhortaba a tratar a los nativos con paz y amor, aprobaba los actos violentos y la esclavitud, contradiciendo su supuesta buena intención.


Capítulo X

En el cual se trata de los descubrimientos de los portugueses hasta Sierra Leona, donde hicieron estragos, escándalos, robos, cautiverios y destruiciones de pueblos de negros; y, después, descubrieron las islas de los Azores y del Cabo Verde

Otras dos expediciones enviadas por el infante D. Enrique, acompañadas de grandes estragos, escándalos, robos y cautiverios y destruiciones de pueblos

En el año 1446, el infante envió otro barco que navegó sesenta leguas más allá del cabo Verde, seguido por otro que avanzó cien leguas más, todos causando gran daño con sus actos de saqueo, escándalo, robo y captura, tanto entre los negros como entre los moros. Estos descubrimientos, que duraron más de cuarenta años, fueron realizados por el infante D. Enrique, desde una edad temprana hasta su muerte a los sesenta y tres años. Dejó descubierta una extensa costa de África y Etiopía, desde el cabo del Bojador hasta la Sierra Liona, incluyendo la malagueta, una especia valiosa que antes era llevada por los moros a través de vastas tierras hasta llegar a Italia, donde se la conocía como "granos del paraíso".

Descubrimiento de las islas de los Azores

Entre 1440 y 1446 se descubrieron las siete islas de los Azores, aunque no se sabe quién ni cómo. El rey D. Alonso V de Portugal dio permiso al infante para poblarlas en 1449. Se cree que estas islas son las Cassitérides mencionadas por Estrabón, habitadas por una gente de piel oscura, rica en estaño y plomo. Aunque Estrabón mencionaba diez islas, hoy solo se conocen siete, sugiriendo que algunas podrían haberse hundido.

Descubrimiento de las islas del Cabo Verde

Durante este período, Antonio de Nolle, un noble genovés, descubrió las islas de Cabo Verde junto con su hermano Bartolomé y su sobrino Rafael, llegando a la isla que llamaron de Mayo el primer día de mayo y luego a la isla de Santiago el día de San Felipe y Santiago. Otros criados del Infante D. Pedro también exploraron la zona, descubriendo otras islas, sumando un total de diez, incluyendo Buenavista, San Nicolás, Santa Lucía, San Vicente y San Antón. Estas islas recibieron su nombre por su ubicación cercana al cabo en el oeste, con algunas al este y otras al oeste de la línea ecuatorial. Aunque algunas fuentes antiguas las relacionan con las Fortunadas, Juan de Barros argumenta que las condiciones climáticas de Cabo Verde difieren notablemente, siendo extremadamente calurosas y poco habitables. Además, durante el reinado de D. Alonso V, se descubrió la isla de Santo Tomé bajo la línea ecuatorial.

Un moro va a Portogal y el portogués Juan Fernández se que- da con los moros

Después de pasar el cabo Blanco, un moro viejo y un portugués llamado Juan Fernández decidieron explorar las tierras del otro, el infante de Portugal se interesó en sus experiencias para conocer más sobre la región. El moro fue bien recibido en Portugal, mientras que Juan Fernández vivió con los moros durante meses, siendo tratado con cariño. Los moros con los que estuvo eran pastores y le dieron comida simple como grano, raíces y animales, ya que la región era árida y escasa en alimentos. Se mantenían principalmente con leche y queso debido a la falta de agua. La tierra era desértica con escasos árboles y sus casas eran chozas de cuero. Seguían un estilo de vida pastoral y tenían disputas con otras tribus por pastos y agua. No tenían un líder único, sino que seguían al mayor de sus familias. Juan Fernández encontró otra tribu liderada por un moro respetado, quien lo trató bien y lo dejó partir en busca de navíos portugueses, regresando en buena salud después de vivir con ellos.

Un alemán llamado Baltasar, de la casa del emperador Federico III, embarca en una expedición portuguesa para tener qué contar en su tierra

En aquellos tiempos de crecientes descubrimientos, extranjeros se sentían atraídos por las historias de nuevas tierras y gentes que llegaban desde Portugal. Uno de ellos, el caballero Baltasar de la casa del emperador Federico III, deseaba vivir una gran tormenta en el mar para tener una historia que contar en su tierra. Después de enfrentar una terrible tormenta en su primer viaje, regresó a Portugal. Sin embargo, después de reabastecerse, decidió embarcarse nuevamente para explorar la tierra firme. Su deseo de vivir nuevas experiencias lo llevó a continuar el mismo viaje que había iniciado.

Capítulo XI

En el cual se resumen las expediciones hechas en tiempo de D. Alonso V y D. Juan II de Portogal, se denuncia la corrupción en la trata de negros iniciada en este tiempo, y se habla del remedio que decidió poner D. Juan III

Expediciones durante el reinado de D. Alonso V de Portugal

El rey D. Alonso enviaba repetidamente expediciones para explorar la costa de Guinea. Los capitanes y exploradores que enviaba estaban motivados por la promesa de recompensas del rey, el deseo de gloria personal y los beneficios materiales obtenidos a través del comercio, el saqueo y la captura de personas. Su principal esperanza era descubrir las Indias, y muchos viajes se realizaron en este intento durante el reinado de D. Alonso. A medida que avanzaban, encontraron nuevas tierras, incluyendo la mina de oro en 1471. D. Alonso decidió cambiar la estrategia, optando por el comercio en lugar del saqueo, aunque la violencia y los abusos continuaron siendo una práctica común por parte de los portugueses en esas tierras y con esas gentes.

Expedición enviada por el rey D. Juan II de Portugal para la toma de posesión de toda la región de Guinea, centrada en San Jorge da Mina

El rey D. Juan II, sucesor de D. Alonso, mostró un gran interés en explorar hacia la India y buscar al preste Juan, creyendo que su territorio podría estar cerca de Guinea. En 1481, envió una armada para construir una fortaleza en el río San Jorge, en la región minera de Oro, con el objetivo de afirmar el dominio portugués sobre Guinea. El capitán portugués convenció al rey negro Caramansa de permitir la construcción, aunque este mostró preocupación por las posibles tensiones que podrían surgir. Después de algunas disputas, se construyó la fortaleza, estableciendo así una presencia portuguesa en la región. Se fundó una ciudad portuguesa en el lugar y se comerció con los nativos, aunque muchos portugueses murieron por enfermedades. El rey de Portugal se autodenominó señor de Guinea después de la construcción del castillo de San Jorge.

Expedición enviada por el rey D. Juan II de Portugal por la que se descubrió el Congo

En el año 1484, Portugal envió más exploradores que descubrieron el reino de Congo y llegaron hasta los veinticuatro grados al sur de la línea ecuatorial, donde hubo importantes intercambios comerciales y conversión al cristianismo. Sin embargo, se observa que los portugueses causan daños al capturar esclavos, lo que puede llevarlos a su propia esclavitud por la avaricia. En estos viajes, se encontró con el Almirante D. Cristóbal Colón y su hermano D. Bartolomé Colón.

Corrupción en la trata de negros que ahora se inicia en La Mina

Durante los reinados de D. Juan y D. Manuel, los portugueses se involucraron en graves prácticas corruptas al comerciar con esclavos negros, obteniéndolos en el reino de Benín y otras áreas de la costa. Los intercambiaban por oro en la mina donde se construyó el castillo de San Jorge. Aunque los habitantes de esa región también eran negros, estaban dispuestos a adquirir esclavos de otras áreas a cambio de oro para sus propias transacciones comerciales con otros negros o con los moros.

Remedio adoptado por D. Juan III de Portugal

El rey D. Juan III, sucesor de D. Manuel, al enterarse de la corrupción masiva en el comercio de esclavos, decidió prohibir completamente esta práctica. Reconociendo su deber como rey cristiano de guiar a las almas hacia la salvación, no podía permitir que fueran entregadas a los moros, quienes además de sus propios ritos idolátricos, les impondrían la ley de Mahoma. Sin embargo, aunque se prohibió la venta de esclavos a los moros, el comercio continuó, llenando el mundo de negros esclavos, especialmente en España y en las Indias. La codicia de los portugueses por los esclavos fomentó el robo y la captura indiscriminada por parte de los negros, quienes, careciendo de fe y temor de Dios, no dudaban en cometer tales actos. Esta situación no hacía más que aprobar sus acciones tiránicas y guerras injustas unos a otros.

Viaje de embajada al preste Juan de las Indias y descubrimiento del cabo Tormentoso o de Buena Esperanza

En el año 1486, el rey D. Juan de Portugal, motivado por noticias sobre un poderoso rey en Etiopía, decidió enviar barcos para obtener información sobre él, pensando que podría ser el Preste Juan de las Indias. Bartolomé Díaz fue designado como capitán de la expedición. Después de enfrentar grandes tormentas, alcanzaron una isla cercana a la costa africana. A pesar de las quejas de la tripulación sobre la escasez de provisiones y la ausencia de un barco auxiliar, Bartolomé Díaz decidió regresar. En el camino de vuelta, avistaron el cabo de Buena Esperanza, que había estado oculto durante siglos y se creía que era el punto de paso hacia la India. A su regreso a Portugal, se designó al cabo como Cabo de Buena Esperanza debido a la esperanza de descubrir la India que brindaba. Bartolomé Díaz escribió un informe detallado sobre el viaje, y se cree que tanto él como su hermano, Cristóbal Colón, participaron en este descubrimiento. La expedición también descubrió una técnica de navegación basada en la altura del sol, que posteriormente fue adoptada por los españoles. Durante el viaje de regreso, la tripulación encontró la nave de provisiones que habían dejado atrás, pero descubrieron que la mayoría de la tripulación había sido asesinada por los nativos. La alegría y el exceso emocional de algunos miembros de la tripulación causaron la muerte de algunos de ellos, un fenómeno que se ha observado en otros contextos históricos.

Conclusión

En conclusión, "Brevísima relación de la destrucción de África" de Bartolomé de las Casas, si bien es una obra controvertida, sigue siendo un testimonio invaluable sobre los horrores del colonialismo y la esclavitud en África. A través de sus relatos, Las Casas nos invita a reflexionar sobre la conquista de los pueblos africanos ejecutada por las potencias que rodeaban a los mismos. Un texto que nos da las primeras referencias de África y sus problemas.