Esto se debe a que la absoluta libertad la tiene quien hace el bien, no quien hace el mal. En efecto, si yo hago el mal estoy sujeto a cometer errores y faltas que tendré que enmendar; en cambio, si hago el bien no tendré que enmendar nada. Por lo tanto, soy más libre cuando uso de mi libre albedrío para el bien.
Capítulo II: Sin embargo los ángeles pecaron
El Estudiante se convence de la veracidad del argumento de su Maestro, pero llega el momento de decir que hasta los mismos ángeles pecaron, es decir, el conocido ángel caído. Si los ángeles tuvieron la habilidad de pecar, entonces con mayor razón los hombres podrán hacerlo.
El Maestro contesta que la naturaleza humana está hecha para pecar, no obstante, esta no puede dominarlo, es decir, el pecado no domina al hombre. El ángel y el hombre pecaron por libre elección, lo que significa que los dos tuvieron la libertad de hacerlo, pero no la necesidad; ambos son culpables de pecar. Son embargo, no es el pecado que los domina porque si el pecado los dominara, entonces nunca podríamos hablar de libre elección.
Capítulo III: Significado del libre albedrío
Lo anterior estuvo muy explicado, no obstante, queda una duda. La misma biblia dice:
''Todo aquel que hace pecado, es esclavo del pecado''
(Juan 8:34)
Y en efecto, el hombre se hace esclavo del pecado así como también se hicieron los ángeles.
Ante esta respuesta, el Maestro empieza a dar opciones al Estudiante sobre qué tipo de libre albedrío se puede referir en el siguiente caso: ¿para qué tiene el hombre libre albedrío?
- Para adquirir rectitud de la voluntad sin ser concebida por nadie.
- Para recibir rectitud de la voluntad que no han obtenido.
- Para abandonar la rectitud de la voluntad que habían recibido y recobrar por sí mismos aquella rectitud.
- Para mantener siempre aquella rectitud de la voluntad que habían tenido
Las primeras tres no son aquellas que pertenecen al libre albedrío quedándonos la opción cuatro como la más apropiada. Por lo tanto, el libre albedrío será aquello por lo cual la rectitud de la voluntad se mantiene siempre, ya que nadie es libre cuando hace el mal.
Capítulo IV: Mantención de la rectitud de la voluntad
Cuando se habla de la pérdida de la vista, no es que se pierda la vista de manera esencial. En efecto, el ciego sigue viendo aunque su vista esté obstruida, pues, si bien no puede ver la realidad que un vidente puede ver sí puede ver algún color.
De esta manera, mientras exista la razón también existirá la rectitud de la voluntad.
Capítulo V: Ninguna tentación nos obliga a pecar
El Estudiante tiene una pregunta clave al Maestro ¿qué pasa con aquellos que se ven tentados a pecar? El Maestro existe que hay cosas extrínsecas que muchas veces no están en el control del hombre, por eso, el hombre involuntariamente es obligado a pecar, pero su voluntad no puede ser quebrantada, es decir, no es torturado por voluntad.
Por lo tanto, bajo ninguna circunstancia el hombre puede internamente ser llevado al pecado. ¿Cómo es que el hombre es de todas maneras llevado al pecado? porque el hombre da libre consentimiento del libre albedrío para pecar.
Capítulo VI: Cómo la voluntad se sobrepone a la tentación
El Estudiante sigue con algunas dudas sobre la tentación, pues si la voluntad no puede ser corrompida, o el hombre no es llevado al pecado por la tentación, entonces ¿cómo es que el hombre es tentado de todas maneras?
El Maestro dice que es imposible que la tentación supere la voluntad de la rectitud pues ¿cómo es posible que la tentación obligue a al voluntad a su voluntad (la de la tentación)?
La verdad es que en este caso no existe imposibilidad, es decir, no es que la voluntad no pueda ganar a la tentación, pero el hombre se ve en una dificultad y es ahí cuando elige la tentación. Cada vez que una tarea se ve dificultosa, el hombre tiene dos opciones: seguir con la rectitud o caer en la tentación.
Capítulo VII: Cómo la voluntad es poderosa aún cuando el hombre cae en tentación
Otra de las interrogantes que existe es cómo es posible que la voluntad sea inquebrantable pero que al mismo tiempo pueda ser débil frente a la tentación. Sin embargo, esto no significa que la voluntad haya fallado o sea más débil; por el contrario, la voluntad sigue siendo la misma, solo que aquel hombre que se vió tentado dirigió su voluntad hacia otra cosa.
Por lo tanto, no existe tal quiebre o debilitamiento de la voluntad, sino más bien un cambio de perspectiva de aquella misma voluntad.
Capítulo VIII: Ni siquiera Dios es capaz de remover la rectitud de la voluntad
¿Qué quiere decir que Dios no pueda remover la rectitud de la voluntad? quiere decir que Dios no puede desear ni mucho menos hacer voluntario lo que no desea. Es decir, la rectitud de la voluntad es algo deseado por Dios, es algo que todas sus criaturas debieran tener. Por lo tanto, es imposible que Dios siendo el Ser Supremo deseara remover la rectitud de la voluntad.
Capítulo IX: Nada es más libre que la recta voluntad
Así es que nada nos hace más libres que la recta voluntad, aunque podría pensarse que decir mentiras puede salvarnos de la muerte por lo cual tornaremos nuestra recta voluntad a un concepto no muy apropiado. ¿Qué haremo en esa ocasión? supongamos que un tirano nos pregunta si somos del grupo al cual él está asesinando y nosotros por salvarnos decimos ''no'' Esto quiere decir que nuestra voluntad se volcó a la mentira pero también a la salvación de la muerte.
Por supuesto, esto implica una salvación temporal y no eterna, pues el pecado y lo que aborrece Dios (como la mentira) nos llevaría al infierno. De este modo, tendremos que decidir entre la eterna salvación a través de la verdad o la temporal salvación a través de la mentira(1).
Capítulo X: El milagro de Dios después de que alguien se convierte en pecador
Por esta razón, la voluntad es inquebrantable pero a veces se ve con dificultades cuando el hombre escoge la tentación y no la rectitud. Por otra parte, muchos hombres merecen que la rectitud de la voluntad les sea devuelta, así como otros merecen que su rectitud no sea devuelta. ¿Quién merece nuevamente la voluntad? aquel que el mismo Dios se la conceda.
Conclusión
Terminamos la primera parte de este tratado sobre el libre albedrío, que yo diría que más que libre albedrío sería sobre la rectitud de la voluntad. Vemos que esta voluntad es inquebrantable y que no habrían excusas para no tener dicha voluntad, aunque esta exista en los hombres que escogen el pecado. Una mirada distinta nos ofrece Anselmo de Canterbury a este tema tan complicado que es el libre albedrío.