Al finalizar el diálogo que sostenían los personajes del Libro II, una tragedia ocurre, pues Lucio Craso fallece a los pocos días de terminar el diálogo. Marco Tulio Cicerón le da a su hermano Quinto las últimas palabras lúcidas y que el gran orador plasma aquí en su tercer libro sobre el orador. Este es un diálogo donde Antonio no contribuye mucho, pero sí contribuye su colega Craso, quien en el Libro II no estuvo muy participativo teniendo una actitud más bien pasiva. Veamos la tercera parte sobre el orador de Marco Tulio Cicerón.
Referencias:
(1) En latín, y en ese tiempo, las palabras en desuso serían ''prole'', ''posteridad'', ''nominar''.
(2) Todo esto se ve en el libro Poética.
Referencias:
(1) En latín, y en ese tiempo, las palabras en desuso serían ''prole'', ''posteridad'', ''nominar''.
(2) Todo esto se ve en el libro Poética.
De oratore
Ad Quintum fratrem libri tres
LIBRO III
La muerte de Lucio Craso
Con mucho pesar, Cicerón le cuenta a su hermano que Lucio Craso ha muerto días después de terminar el diálogo anterior. Afortunadamente, Cicerón nos deja las palabras más lúcidas de Craso en este tercer libro sobre el orador.
El gran orador nos cuenta que si alguna vez Craso se mostró lúcido e imbatible en diálogos, pues que sea este el dichoso diálogo. Sin embargo, el Estado romano y la república en general empezó a caer en decadencia. Cicerón asegura que los dioses no le dieron muerte, sino más bien se la regalaron para no ver mal a su república.
En medio de una arboleda, Craso y sus dialogantes entran en lo que será el nuevo diálogo.
Lucio Craso y el ornato en el discurso
El ornato es el elemento deleitoso en el discurso que nos hace querer escucharlo mucho. Dicho deleite es diferente con cada discurso y parece difícil distinguir cuál es el placer que nos llega a través de él.
Es de suponer que si el discurso es de un sólo género, dos discursos del mismo género debieran tener los mismos resultados placenteros, pero sabemos que no es así; pues, son muy distintos Esquilo, Sófocles y Eurípides: los tres nos provocan cosas distintas a pesar que son del mismo género (tragedia).
Esto se explica porque el estilo de cada orador es distinto, tanto como Marco Antonio es diferente de Lucio Craso. El ornato dependerá totalmente del estilo del orador y no del género en sí.
Corrección en el lenguaje
Obviamente, no se puede enseñar a ser un buen orador a quien no saber leer, pues lo primero que debe hacer un orador es leer a sus antiguos.
Por lo demás, tendrá que tener profundo conocimiento de los distintos casos gramaticales del latín. Más importante aún es la entonación del discurso, pues hasta el hombre menos culto podrá vencer a otro en un discurso (en cuanto al ornato) si tiene una voz distinguida. La buena exposición, la cantidad de expresiones y de pensamientos luminosos harán que el orador sea ovacionado por su audiencia.
Uno de los más grandes oradores en ese sentido del ornato fue Sócrates, sin embargo, fue él mismo quien separó el ornato (si se entiende por apariencia) de la ciencia, pues la ciencia es algo esencial. Luego tenemos a otros filósofos que aportaron en el mundo de la oratoria como Aristóteles. A este le siguieron los cínicos y finalmente lo que se conoció en la república romana (de ese tiempo) como estoicos.
Filosofías adecuadas para el orador
La filosofía estoica no podría estar de acuerdo con los oradores, pues la opinión de los estoicos, con respecto a la vida, a la retórica y diversos temas, nunca es la misma; es decir, jamás están de acuerdo con la opinión de la gente.
En fin, la filosofía apropiada será la griega en conjunto y no por separado, mientras que la técnica y el arte del orador se deberá a los propios oradores romanos.
Por lo demás, tendrá que tener profundo conocimiento de los distintos casos gramaticales del latín. Más importante aún es la entonación del discurso, pues hasta el hombre menos culto podrá vencer a otro en un discurso (en cuanto al ornato) si tiene una voz distinguida. La buena exposición, la cantidad de expresiones y de pensamientos luminosos harán que el orador sea ovacionado por su audiencia.
Uno de los más grandes oradores en ese sentido del ornato fue Sócrates, sin embargo, fue él mismo quien separó el ornato (si se entiende por apariencia) de la ciencia, pues la ciencia es algo esencial. Luego tenemos a otros filósofos que aportaron en el mundo de la oratoria como Aristóteles. A este le siguieron los cínicos y finalmente lo que se conoció en la república romana (de ese tiempo) como estoicos.
Filosofías adecuadas para el orador
La filosofía estoica no podría estar de acuerdo con los oradores, pues la opinión de los estoicos, con respecto a la vida, a la retórica y diversos temas, nunca es la misma; es decir, jamás están de acuerdo con la opinión de la gente.
En fin, la filosofía apropiada será la griega en conjunto y no por separado, mientras que la técnica y el arte del orador se deberá a los propios oradores romanos.
Lucio Craso y los modos de conocimiento
De acuerdo con Craso hay tres tipos de conocimiento: conjetura, definición y consecuencia. Entremos a definir brevemente cada una de ellas
Conjetura: lo que busca que hay en la cosa.
- Por ejemplo: ¿Se da la naturaleza en la especie humana?
Esta a su vez se divide en cuatro clases: Consistencia (en qué consiste cada cosa), origen (comienzo de las cosas), causa y razón (el porqué de las cosas) y el cambio (si la virtud desaparece y torna en vicio).
Definición: expone cuál es la naturaleza de cada cosa.
- Por ejemplo: ¿Qué es la sabiduría?
En este concepto puede abrirse un espacio a preguntarse cosas específicas; por ejemplo, si un hombre no muy docto merece la sabiduría.
Consecuencia: lo que sigue de cada cosa.
- Por ejemplo: ¿Puede un hombre de bien mentir alguna vez?
Aquí hay dos tipos de cuestiones:
Las sencillas: donde se encuentra lo que debe buscarse y evitarse , lo justo o lo injusto, lo honroso y lo deshonroso (por ejemplo, si los cargos públicos son deseables).
Las comparativas: donde se encuentran dos términos que pueden ser iguales o distintos (tirano / autócrata).
Todos estos tipos de conocimientos son un deber del orador saberlos para no caer en contradicción ni tampoco en inconsistencias.
Craso y las palabras apropiadas
Cátulo queda impresionado y elogió a Craso diciendo que incluso es mejor que los sofistas y Sócrates de la antigua Grecia. Ningún romano ha podido superar a los griegos en términos de oratoria, pero Craso si tiene un estilo particular y diferente a ellos.
Craso trata de reconciliar estas dos posturas entre los griegos y los romanos, ya que en verdad han habido oradores como Pericles, Alcibíades quienes no siendo oradores de profesión, sí lo son a los ojos de los más expertos oradores.
Arcaísmos y neologismos
Algo que puede lucir perfectamente el discurso son los arcaísmos los cuales son términos que ya están en desuso(1). Por otro lado, tenemos los neologismos que son en realidad la combinación de dos palabras: por ejemplo, ''descorazonar'' o ''tontilocas''. La frecuencia de uso entre los dos debe ser mayor en los neologismos que en los arcaísmos.
Metáforas
La metáfora es uno de los adornos más brillantes del discurso y consiste en reducir una gran comparación a una sola palabra. También puede utilizarse el símil en dicha metáfora y resultará mucho más adornado. Por ejemplo, el dardo se ''escapó'' de las manos.
Las metáforas traen al lenguaje un nuevo ornamento, pero que a la vez reemplazan las palabras usadas en el lenguaje oficial. Pareciera ser, nos dice Craso, que cuando se usan palabras de otro idioma el discurso se embellece aún más que si fueran con las del lenguaje oficial.
Ritmo
Algunos oradores no han puesto verdadera atención al ritmo y lo toman como algo sin importancia. Sin embargo, es esto lo que realmente diferencia a un orador de otro, aunque no solo el ritmo sino que también la entonación de las palabra.
Ya Aristóteles nos hablaba de que las conversaciones están plasmadas de ritmo como los yambos, los dáctilos o el espondeo(2).
Figuras de pensamiento y dicción
Si hay una diferencia entre la dicción y el pensamiento es que cuando hay una palabra mal escrita (o hablada), la dicción puede corregirla y el error desaparecer, mientras que en el pensamiento la palabra queda ya sea mal o bien escrita (o hablada). Es importante que el pensamiento no influya demasiado en la dicción.
Ejecución del discurso
La ejecución tiene que ver con todo el movimiento delcuerpo junto con la actitud del orador frente a su audiencia, lleva consigo también los gestos que tenga.
El gesto más importante es el de la cara, ahí se centran todas las miradas del público cuando el orador comienza a hablar. En palabras de Craso, el gesto es el reflejo del alma y el lenguaje del cuerpo.
Conclusión
Esta síntesis pudo ser la última que Lucio Craso realizó en vida. Considerado por Cicerón como uno de los mejores oradores, Craso nos deja un ''manual del buen orador'' plasmado de referencias griegas y latinas (tardías). Si bien no se aleja de la mirada aristotélica de la retórica, tampoco se queda con ella pues ya hay algunos términos abordados de manera muy distinta a Aristóteles, e incluso a su maestro Platón. Quedará para la posteridad el legado de Craso en este libro de Cicerón para toda la república e imperio romano.