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lunes, 10 de abril de 2017

San Agustín de Hipona - Las confesiones (Libro VII: Filosofía y cristiandad) (397).

Llegamos por fin a la etapa madura en que San Agustín de Hipona enfrenta toda la teoría filosófica de los contemporáneos de su época. Este ha sido el esfuerzo de años de trabajo, así como también de las experiencias que ha vivido San Agustín que no han sido pocas. La gran pregunta que se puede establecer en el pretexto es ''¿Cuál es la brecha entre la religión y la filosofía?'' o una mejor ''¿Puede existir la religión sin filosofía?'' La opción de San Agustín es mezclar estos dos conceptos para formar su teología cristiana y su visión de la vida en general.

Referencias:

(1) Esto podría recordarnos la pereza de los sofistas al tratar de explicar que es vano encontrar algo que no se sabe, pues ¿cómo partiremos a buscarlo (nuevo conocimiento) si no sabemos qué es?
(2) No son las palabras textuales, sólo sirve como énfasis. 
(3) Una referencia a los textos de física aristotélicos donde se diferenciaba el concepto de contenedor/contenido. 
(4) Una posible referencia a la teoría de Plotino en la cual el Uno cubre a todos los seres, es infinito, pero no infinito en el sentido material, sino que más bien en el sentido inteligible. 

Las Confesiones

LIBRO VII: FILOSOFÍA Y CRISTIANDAD

La extensión de Dios

San Agustín quería quitarse ese pensamiento que le traía a Dios como algo corpóreo, algo que necesitaba espacio para existir. Pero si no tiene cuerpo, se podría decir que no existe pues todo lo que no tiene espacio no es absolutamente nada. ¿Acaso Dios era la nada? San Agustín se imaginaba a Dios como un ser que se extendía por todo el Universo: todo estaba limitado por Dios, pero Dios no estaba limitado por nada. De hecho, San Agustín dice que el aire no es más que un cuerpo material que es llenado por la luz del sol. Así se imaginaba San Agustín a Dios, como una especie de luz que llena a todos los hombres. No obstante, todo esto para San Agustín era falso

¿Por qué? el razonamiento de San Agustín explica que si Dios estuviera en los animales, entonces un elefante ocuparía una parte pequeña de Dios, así como el planeta tierra una parte más grande. Para el filósofo, que los animales y las cosas materiales llenaran a este ser divino no podía ser posible. 

El problema del mal

Otra de las cosas que más atormentaba a San Agustín era el concepto del mal, porque, ¿cuál es el orígen de éste? ¿Será que es una sustancia como lo decían los maniqueos? No. San Agustín siempre nos ha dicho que el mal proviene de la misma voluntad del hombre. Sin embargo, aunque sea la voluntad del hombre, ¿qué es lo que lleva al hombre a elegir el mal? Por una parte decimos que el mal proviene de la nada, pero luego se pregunta Agustín ¿por qué sabemos de algo que no existe en absoluto?

San Agustín nos dice que una señal del mal es el temor. Por lo tanto, o el temor es el mal, o el mal está en el hecho de temer, no obstante, Agustín no quedaba convencido con esta explicación. En todo caso, si leemos los libros anteriores, quizás podamos añadir algo complementario al problema del mal: que este existe para que los buenos aparezcan, pues no se puede ser bueno si no hay mal. 

Contra la astrología

Nebridio era otro de los amigos de San Agustín que creía mucho en la astrología. La familia de Nebridio era muy creyente de estas cosas, y tal como leían estos libros, así era su familia. Sin embargo, San Agustín nunca creyó en el horóscopo diciendo que este era un arte de la mentira. 

El carácter humano se debe mucho más al ser humano que a la voluntad de los astros. ¿Acaso los astros determinan nuestras voluntades según el nacimiento? ¿o acaso es la cultura que rodea al ser humano? Cuando las predicciones de los astros son ciertas, San Agustín dice que eso sólo se debe a la suerte, pero la mayoría de las veces son mentira, sobre todo en el caso de los mellizos. Aquellos que nacen el mismo día pero tienen distinta personalidad; el ejemplo más claro para San Agustín que refuta la astrología es la vida de Esaú y Jacob. 

Vuelta al planteamiento del mal

Agustín sigue dando vueltas al problema del mal, a pesar de las numerosas explicaciones que ha dado. De alguna forma, para Agustín Dios es un ser incorruptible mientras que el mal es corruptible. Además, Dios hizo todas las cosas buenas tal como lo dijo en las S.E. 

''Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera''
(Génesis 1:31) 

El hombre puede pensar que algunas criaturas o algunas cosas son malas, pero esto siempre es malo en cuanto a que no es conveniente para el hombre; por ejemplo, que el veneno del escorpión es malo, pero este es malo cuando está en el cuerpo del hombre, no en el del escorpión. Por lo tanto, unas cosas parecen ser malas, pero cuando están en el orden correcto no son malas sino buenas.  

En este sentido, San Agustín no desea un mundo mejor porque el mundo ya es bueno por sí mismo. Por supuesto, esto nos recuerda la famosa frase de Leibniz ''Vivimos en el mejor de los mundos posibles'' referenciando la perfección de la naturaleza. 

Solución a la extensión de  Dios

Hablando sobre la perfección del mundo, Agustín da solución a la extensión de Dios que había descrito en la primera parte del libro. Dios es infinito no de la manera en que el todo es la parte de algo (como en el ejemplo de que la tierra ocuparía una porción de Dios), sino que de una manera muy diferente. 

Dios completa todos los seres que creó, pero los completa conteniendo a todos ellos en su mano de la verdad. De alguna forma, Dios es el gran contenedor del universo(2), mientras que todas sus cosas son el contenido(3)

El problema del mal queda reducido finalmente a la voluntad del hombre, quien es el que decide si hacer el bien o el mal. 

Conclusión

Aquí vemos finalmente la entrega de San Agustín a las Sagradas Escrituras y su comprensión final de todas las cosas filosóficas. Agustín nos exhorta a comprender que Dios es infinito(4), pero no en el sentido de que los seres humanos entendemos el infinito, sino que es mucho más allá de eso. Cubre a todos los seres, pero no es todos los seres, es el contenedor de todos pero nada lo contiene. Finalmente, no podemos dejar de mencionar el optimismo de San Agustín, al aclarar que el mundo es perfecto tal como es porque Dios hizo todas las cosas buenas.