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miércoles, 11 de enero de 2017

San Agustín de Hipona - Sobre las costumbres de La Iglesia Católica (388).

Aquí comienza la réplica con la primera secta a la que San Agustín de Hipona adhirió en su búsqueda de la verdad. ¿Cuál es el propósito de este tratado? poner en claro la postura católica y enfrentarla con la postura ''hereje'' del maniqueísmo. ¿Qué fue aquello que Agustín vio en los católicos, siendo que en el comienzo no los consideraba para nada? Seguramente fue la influencia de San Ambrosio quien le mostró las virtudes del catolicismo, y las inconsistencias del Maniqueísmo. Veamos qué nos depara el gran filósofo del imperio romano.

Definición:

(1) Prevaricación: Delito que se comete por ignorancia inexcusable o a sabiendas.  


Referencias:

(1) Pertenece al Corintios 1:24, aunque en la versión católica de la biblia dice ''fuerza'' en vez de ''virtud''. 

SOBRE LAS COSTUMBRES DE LOS CATÓLICOS


LIBRO PRIMERO

La seducción de los Maniqueos

Agustín nos dice lo convincente que son los maniqueos entre el vulgo (que él considera ignorante), al satirizar las escrituras, sobre todo el antiguo testamento. Los maniqueos utilizan dos modos para engañar a su audiencia:


  1. Censura de las antiguas escrituras
  2. Ficción de un vida pura y continencia admirable

Agustí hará uso de las antiguas y nuevas escrituras para rebatir las ideas de los Maniqueos, no con violencia, pero sí con astucia. 

La felicidad del hombre

¿Cómo comenzamos a hacer una investigación? en lo primero que debemos afirmarnos es en la autoridad y no en la razón. La razón puede ir sin ningún problema después, porque de ir primero, a la larga la razón necesitará una confirmación de sus preceptos. 

El hombre no debe buscar lo que no puede obtener, pues sería presa de su propia crucifixión y renuncia a la libertad. A este respecto podemos categorizar los deseos del hombre en tres oraciones:

  • El hombre que busca lo que no puede obtener (angustioso e infeliz)
  • El hombre que tiene lo que no debiera amar (se engaña)
  • El hombre que no desea lo que debiera desear (no está sano)
  • El hombre que tiene y desea lo que debiera desear (feliz)

En ninguno de los tres estados estados se encuentra el hombre feliz que buscamos. Sólo en el cuarto podemos ver que se encuentra un hombre feliz y satisfecho de sí mismo. ¿Cómo llegamos a ese estado? adorando las cosas que no perecen, es decir, a las cosas que son eternas y por lo tanto divinas. 

¿Qué es el hombre?

Para saber qué es superior al hombre debemos examinar la naturaleza del mismo. Se ha dicho innumerables veces que el hombre es compuesto de cuerpo y alma. Sin embargo, ¿si le quitamos el alma o el cuerpo dejará de ser hombre? quizás sea una cuestión difícil de solucionar.

Primero veamos el cuerpo. ¿Cuál es la mayor perfección del cuerpo? no podríamos decir que su belleza o su salud, pues estas son sólo logrables a través de la razón y la razón está en el alma; por lo tanto, lo que tiene de perfecto el cuerpo es el alma. Además, no podemos olvidar que quien da la vida al cuerpo es la propia alma.

Si el cuerpo es un bien para el hombre, entonces el alma será un mejor bien al ser esta superior que el cuerpo. Para que el hombre pueda ser feliz necesita seguir costumbres que lo hagan ser feliz, y ésto sólo lo puede alcanzar a través del alma, pues el cuerpo sólo no conoce la abstracción de las costumbres. 


La virtud está separada del alma

Nadie puede negar que es la mismísima virtud la que hace al hombre digno de elogio. Es indudable también que alcanzaremos la virtud a través del alma, aunque... ¿podemos separar el alma de la virtud? La respuesta es sí. En efecto, la virtud debe buscarse y elma tiene que dedicarse a esta búsqueda. La virtud no es algo que está en el alma, pues entonces no habría vicio en el alma (lo cual es incorrecto). 

Dios y las sagradas escrituras

Más sagrada que el alma aún es Dios a quien le debemos nuestra vida y la razón. Sólo podremos ver a Dios con los ojos de nuestra mente (alma) y no con los del cuerpo. 

El amor de Dios en el antiguo y nuevo testamento

Agustín quiere comparar el concepto de amor que Dios hace notar en el Antiguo y Nuevo testamento:

Antiguo Testamento:

  • Deuteronomio 6:5: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Nuevo Testamento:

  • Romanos 8:36: Por tu amor sufrimos todos los días y somos apreciados como ovejas con destino al matadero.

Nos puede parecer que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento aparece una contradicción en cuanto al concepto de amor de Dios hacia el hombre. Justamente es este concepto sobre el amor que los herejes usan para decir que la biblia no es aceptable para conocer a Dios. 

La frase que dicta el libro de Romanos ''Por tu amor sufrimos'' quiere decir todas las persecuciones que los cristianos sufrieron seguramente antes de la llegada de Constantino. Por otro lado, la frase ''somos apreciados como ovejas con destino al matadero'', quiere decir justamente que quienes defendían a Dios eran torturados hasta la muerte. 

La argumentación de los Maniqueos radica en que creen que existen dos dioses: uno bueno y otro malo. Agustín dice que eso no es cierto; sólo existe un Dios que es completamente bueno y ese es el de las sagradas escrituras. No podemos añadir a Dios la maldad pues esta es propia de los hombres. 

Palabras del apóstol San Pablo

Dice el apóstol que ninguna criatura puede alejarnos del amor que damos y recibimos de Dios. Esto es claro al aceptar que el amor de Dios sólo puede provenir de la inteligencia y no de las cosas relacionadas con el cuerpo. Como toda criatura es cuerpo y alma, entonces su influencia nunca podrá afectar el amor a Dios. 

Lo otro que dice el apóstol es ''Jesucristo es la virtud(1) y la sabiduría es Dios'', aunque Jesús también dice ''Yo soy la verdad''. ¿Es acaso esto una contradicción o algo por el estilo? No, recordemos que Jesús, Dios y el Espíritu Santo son una misma cosa llamada Santísima Trinidad. Ahora, para llegar a Dios, Jesús dijo:

''Nadie viene al padre si no es por mi''


Luego por la santidad (Espíritu Santo) conoceremos a Dios y podremos ser totalmente virtuosos. ¿Podríamos ser semejantes a Dios en ese sentido? Agustín dice que la caridad es el concepto que nos hace semejantes a Dios y ésta fue difundida por el espíritu Santo. ¿Por qué? el no tener caridad es propio de las bestias y animales inferiores al hombre, por el contrario, el hombre tiene la capacidad de ser caritativo, así como Dios lo fue con él. 

En las palabras de San Pablo hay total concordancia con lo que se dice en el Antiguo Testamento. Veamos una vez más las palabras dichas por San Pablo

Antiguo Testamento:

  • Sabiduría 8:1: La sabiduría toca ambos extremos con fortaleza y lo rige todo con suavidad.


Nuevo Testamento:

  • Corintios (Libro I) 1:24: Jesucristo es la virtud y la sabiduría es Dios.

El mismo San Agustín nos dice que tocar con fuerza quiere significar la virtud. No se puede negar la consonancia y perfecta interpretación que hace Agustín sobre las cosas dichas por San Pablo. 

Ahora, Agustín reúne todos los escritos que concuerdan entre sí con el Antiguo y Nuevo Testamento:



Antiguo Testamento
Nuevo Testamento
             Interpretación
Sabiduría 8:3

Ella (la sabiduría) estima en mucho la gloria de su origen por la unión que tiene con Dios
Corintios 1:24

El Hijo de Dios es la Sabiduría de Dios
Los dos testamentos unen la sabiduría con Dios.
Sabiduría 9:9

Contigo existía la sabiduría que conoce tus obras y estaba presente cuando creaste el mundo y sabía lo que agradaba a tus ojos.
Mateo 11:27

Nadie conoce al Padre sino su Hijo unigénito
Sólo Jesús estuvo con el Padre (él es su hijo unigénito).
Salmos 88:9

Tu verdad existe a tu alrededor
Hebreos 1:3

Él es el resplandor de Su gloria y la expresión (representación) exacta de Su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder.
Al ser Jesús la verdad, ésta está alrededor de Dios como si fuera un resplandor.
Sabiduría 9:17

Los hombres conocieron lo que te agrada y han sido curados por la sabiduría.
Juan 14:6

Nadie viene o conoce al Padre si no es por mí
Los hombres solo pueden conocer a Dios por medio de la verdad (Jesús).
Sabiduría 1:5

El Espíritu Santo, que enseña toda ciencia, detesta el dolo o fraude.
Romanos 5:5

La caridad de Dios, dice, se ha derramado con profusión en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha comunicad
El Espíritu Santo es el que enseña todo al hombre (sobre todo la importancia de la caridad).  
Salmos 4:7

Estamos sellados, Señor, con la luz de tu rostro.
Romanos 8:29

Tenemos que tener semejanza con la imagen del Hijo de Dios.
Los hombres tienen semejanza no sólo con Dios, sino que también con el hijo.

Estas han sido interpretaciones que los Maniqueos han manipulado y mal intencionado a los lectores de las sagradas escrituras. 

Exhortación a los Maniqueos

Los Maniqueos sostenían con mucha fuerza que el Dios del Antiguo y Nuevo Testamento eran distintos. Sin embargo, San Agustín dice que eso es una herejía y que por eso mismo debían aprender verdaderamente la palabra divina. La biblia está escrita en lenguaje vulgar (o popular) para que los menos inteligentes pudieran entenderla y hacerse al amor a Dios. 

Agustín (quien parece totalmente ofuscado por el pensar de los Maniqueos) dice que no será necesario hacer un exhaustivo análisis sobre las semejanzas de los dos testamentos. Como dice el Mateo 7:6

''No deis a los perros las cosas santas''


En todo caso, Agustín no quiere ofender a los Maniqueos con estas palabras, ya que él también fue un perro que ladró a los sabios y a cambio de eso recibió justos latigazos. 


Las virtudes según las santas escrituras

Tomemos en cuenta las virtudes cardinales:

Templanza
Fortaleza
Justicia
Prudencia

Templanza:

De estas cuatro virtudes cardinales propuestas por Platón, la Templanza está muy presente en las sagradas escrituras. Para Agustín es la templanza la que da purificación e incorruptibilidad al hombre. Esta es la única que puede acercarnos más a Dios y alejarnos de las pasiones carnales de la vida. 

El mismo San Pablo es quien sostiene que la codicia es la raíz de todos los males del hombre. El apóstol nos dice que es necesario deshacerse del primer hombre, que es Adán, que cometió el pecado de prevaricación(1) y hacerse con el hombre nuevo que sería el mismo Jesús. Así dice el apóstol San Pablo:


''El primer hombre es terrestre, formado de la tierra; el segundo es celestial, descendido del cielo''

Justamente esta es la función de la templanza, vestir al hombre con la imagen de Jesús y dejar al hombre pecador de Adán. En este sentido, lo que dice Agustín es tremendamente platónico, pues nos pide que nos deshagamos de todo lo corpóreo y abracemos lo inteligible. Todo lo corpóreo es visible y todo lo inteligible es lo invisible, así lo dice el apóstol San Pablo en el segundo libro de Colosenses 4:18:

''No fijéis vuestra atención en lo visible, sino en lo invisible; pues lo visible es temporal, más lo invisible es eterno''

De ahí que se condene todo lo que sea pagano, pues ellos adoraban al sol y los demás astros como dioses. No se puede amar lo que es corpóreo, sino que se debe amar lo invisible. 

Por otro lado, la gloria humana se condena totalmente en el Nuevo Testamento. Ya decía el apóstol San Pablo en el Galatas 1:10: 


''Si pretendiera agradar a los hombres, no sería esclavo de Cristo''

Aunque el apóstol también condena la filosofía en el Colosenses 2:8

''Estad en guardia para no ser seducidos por la filosofía y los elementos de este mundo''

Lo que quiere decir el apóstol es que más que se abrace la filosofía, que sería la búsqueda de la verdad, hay que abrazar la sabiduría que pertenece a Dios. 

El apóstol nos dice que ''no hay que buscar semejanza con este mundo'' y por eso no hay que amar ni desear las cosas de este mundo. En el Antiguo Testamento es lo mismo, sobre todo con lo dicho en el Eclesiastés donde Oheleth, nombra todas las cosas que desprecia de este mundo. 

Fortaleza:

Esta virtud sólo se puede encontrar en Dios porque es él mismo quien la otorga. Por supuesto, esta fuerza no será dada a las personas que están prendidas de las cosas materiales, al contrario, esas personas siempre serán débiles. 

Con esta fortaleza se podrá resistir hasta las penurias más duras del mundo, puesto que así lo sobrevivió Job al ser despojado de todo lo que tenía. Si bien se quejó con Dios al principio, luego recobró su fuerza y aceptó su destino. 

Justicia:

El concepto de Justicia está reducido prácticamente a la obediencia hacia Dios. No se puede servir a dos señores y entre servir a un hombre y servir a Dios, entonces no se tendrá problemas de discernir a quién seguir y por lo tanto, hacer justicia. 

Prudencia:

También hay poco que decir sobre la Prudencia, al ser esta el descubrimiento del objeto de nuestros amores. Sin la prudencia no ser podría conseguir ninguna de las virtudes anteriormente nombradas, pues es esta la que nos dio el cuidado. 

Finalmente, tenemos las cuatro virtudes cardinales, que Agustín les nombrará por ''costumbres''. Así, por conclusión podemos decir que estas son justamente las cuatro costumbres de la Iglesia Católica.

Amor a nosotros y al prójimo

Sólo puede amarse a sí mismo quien al mismo tiempo ama a Dios, de hecho, Agustín nos dice ''Sólo el que sabe amarse a sí mismo ama a Dios''. Una vez que el hombre pueda amarse a sí mismo le tocará amar a los demás, tanto como así mismo. En todo caso, el amor que el hombre se tenga así mismo, no puede superar el amor que siente por Dios, este debe ser superior al amor que sienta para sí. 

El mismo Apóstol San Pablo decía en Romanos 13:10 ''El amor del prójimo no nace del mal''. Esto es cierto en el sentido en que sólo se puede hacer mal al prójimo de dos formas:
  1. Causando daño directo
  2. Negándole ayuda


Agustín reconoce que no sabe qué amor puede ir primero en la marcha, si el amor a uno mismo, el amor a los otros o el amor a Dios. Lo que sí, nadie puede llegar al amor de Dios ni al de uno mismo si no ama al prójimo. 

Amor al prójimo en cuanto al cuerpo

La verdad es que el amor al cuerpo que se refiere Agustín es el bienestar que provoca la medicina. Sin embargo, un hombre no puede curar a otro sin antes estar totalmente bien consigo mismo; por lo tanto para ayudar a otros debemos estar bien nosotros mismos. 

Amor al prójimo en cuanto al alma

Mucho más difícil es curar las aflicciones del alma, aunque también hay muchas enfermedades que son difíciles de curar. En cualquier caso, para aliviar el alma de los otros también debemos estar bien como lo fue en el caso del cuerpo. 


Las Sagradas Escrituras y la vida de hombres y mujeres

Por supuesto que quienes no aceptan la autoridad de las sagradas escrituras no son cristianos. La Iglesia, dice Agustín, es la verdadera madre de todos los cristianos y esta conduce a lso hombres a una vida pura y casta. Nos dice que no debemos adorar a ninguna criatura sea esta animal o ser humano de este mundo; sólo debemos adorar a la absoluta providencia que es Dios. 

La vida sacrificada y que se basa en vivir con solamente la naturaleza del ser humano, es una vida llena de virtud y divinidad. Sólo los hombres que viven bajo las reglas de la naturaleza y por lo tanto en profunda castidad serán los que puedan estar más cerca a Dios. 

Las mujeres no están menos ausentes de la gracia divina al ser ellas castas y puras. De hecho, las mujeres al querer ser católicas deben por servicio a Dios alejarse de todo hombre, aunque sí deben estar unidas por una piadosa caridad con los demás seres humanos (lo mismo va para los hombres). 

Otras religiones y sus costumbres

Agustín acepta que la Iglesia Católica no es la única religión que tiene dichas características. San Agustín nos nombra una comunidad en Milán cuyas actividades eran muy similares a las dictadas en la Iglesia; parecían muy seguidores de las premisas de San Pablo. La única diferencia que había es que estas comunidades ayunaban tres días y no uno como es la costumbre universal. 

La vida que llevan estos hombres eran de abstinencia con las comidas y de absoluta obediencia a las sagradas escrituras. Su alimentación no depende de la carne ni de bebidas o manjares que estén fuera de laesctricta regla de lo natural. No es que crean que estas comidas son malas, pues se las dan a otros que la necesitan; solo lo hacen por abstinencia y rigurosidad con las escrituras. Agustín nunca da el nombre de dichos hombres, pero deja su constancia de que eran buenos y cristianos. 


Conclusión

Un libro de introducción a un manual de católicos o del catolicismo en sí. Obviamente, esta introducción nos guiará al libro siguiente que irá totalmente en contra de la religión Maniquea de Mani. Por cierto, aquí no queda claro quiénes son los Maniqueos, pero en el siguiente libro haremos una pequeña introducción de quienes eran y luego continuaremos con el libro en contra de ellos. Veo que particularmente en este libro, San Agustín da vital importancia a la castidad como el amor a las cosas inteligibles porque si predicamos el amor al alma, entonces debemos despojarnos de todo lo que es corpóreo, como diría el apóstol San Pablo. 



viernes, 6 de enero de 2017

San Agustín de Hipona - El libre albedrío (Libro III: Presencia y existencia) (391).

Hemos visto las constantes interrogantes que Evodio le hacía a San Agustín de Hipona, preguntas que no son para nada inocentes ni evidentes. Puede ser que este sea el tema más difícil a desarrollar porque no por nada siempre fue le gran interrogantes de San Agustín: ¿por qué existe el mal? Ya nos ha quedado claro en los libros precedentes que es total responsabilidad del hombre, pero necesitamos ver muchas otras cosas más para dejar a Dios más alejado de dicha realidad. El hombre al ser imperfecto pertenece en gran parte al mal, aunque puede redimirse si comienza a ver la razón y la realidad máxima que en este caso sería la verdad.

Referencias:

(1) Sí, parece absurdo, pero es lógico que una opción que signifique ''nada'' ni siquiera es una opción.
(2) No se toma en cuenta el abuso que el hombre ejerce sobre los animales a propósito. 

SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO


LIBRO III: PRESENCIA Y EXISTENCIA


El movimiento culpable de la maldad


Si el mal pertenece al libre albedrío, entonces el mal estaría fuera de culpa porque pertenecería a la naturaleza del hombre. Sin embargo, ¿pertenece verdaderamente a la naturaleza? Pensemos. 

Agustín apuesta que la inclinación del hombre hacia el mal no es natural, y por lo tanto, dicha inclinación sería netamente por voluntad. Aquí Agustín va en contra de lo dicho por Platón cuando éste decía que ''el mal era involuntario'', Agustín dirá que el mal es una voluntad del hombre y por consiguiente no es natural. Finalmente, el hombre no es exculpado del mal pensando en que es natural a él. 

Libertad del hombre y la presencia de Dios

Mucho se discute este tema incluso en nuestros tiempos donde la presencia de Dios se considera nula, o que si en realidad existe la presencia de Dios, entonces éste no hace nada para salvar a la humanidad. 

Evodio se pregunta lo siguiente, si Dios está presente, entonces sabe que el hombre peca y por lo tanto, el hombre peca necesariamente. ¿Por qué? porque bajo la presencia de Dios no debería pecar, entonces, como no debería pecar Dios hace que el hombre peque necesariamente. 

Según la opinión de Evodio, todo se hace por necesariedad de Dios, es decir, unos son necesariamente felices y tristes bajo la potestad de Dios. Sin embargo, Agustín nos dice que esas cosas son las que pasan por voluntad no por necesariedad. Ser feliz o triste no es una necesariedad, sino que más bien una voluntad. Las cosas necesarias serían la muerte y el envejecimiento. 

Nuestra voluntad refiere a todas las cosas que están en nuestro poder modificar. Eso es lo que nos hace libres, pues pretender manejar lo que no podemos no es vivir libre. Finalmente, somos libres bajo la presencia divina y somos libres al usar la voluntad con las cosas que sí podemos manejar. 

La predicción de Dios y el mal


Así concluímos que nada nos obliga a pecar y que no hay necesidad para ello; es sólo nuestra propia voluntad la que nos lleva a pecar. 

A Evodio le parece que la libertad del hombre es incompatible con la presencia de Dios, es decir, no se puede pecar y tener a Dios para ver ese pecado al mismo tiempo, siendo que Dios es divino. 

Agustín dice que Dios no puede obligar a un hombre a pecar, así como tampoco otro hombre podría obligar a pecar a otro. Dios no obliga a nadie a pecar, pero puede predecir que alguien peca. De este modo, Dios no es autor de todo lo que prevé, pero sí es autor de castigar posteriormente a quien hace el mal. 

Dios y los pecadores

¿Podríamos decir que sería mejor no haber existido al ser el hombre susceptible de sufrimiento? Se puede pensar fácilmente que o el hombre sufre y es miserable irremediablemente, o es mejor que no exista. 

Agustín dice que pensar de esa forma sería una iniquidad, pues el hombre al desear ser como otros seres superiores no tiene más que el pecado de la envidia

¿Sería preferible no existir o ser desgraciado?

Muchas personas dicen querer no existir si van a ser desgraciados, pero quien dice que no quiere ser desgraciado es porque quiere existir. Sólo quiere dejar de ser desgraciado y para eso sólo basta la voluntad. 

La miserabilidad, dice Agustín, sólo depende del mismo hombre y de nadie más: su voluntad lo hará libre de ser desgraciado. 

La tendencia innata al ser

En efecto, si un hombre pudiera elegir entre no existir y tener una vida desgraciada, probablemente elegiría la primera pues nadie quiere ser desgraciado en la vida. 

Sin embargo, aquel desdichado siempre tendrá la oportunidad de ser más de lo que es, a causa de la voluntad. Puede ser que no sea mejor que los bienaventurados, pero será mejor que la materia y los animales que no conocen la felicidad y que nunca podrán. Sólo la voluntad podrá concedernos la felicidad (así como también la miserabilidad). 

Por otro lado, la persona que prefiere no existir a ser infeliz, entonces no le queda más remedio que ser un miserable, pues al no ser no será nada y en este sentido será inferior a las cosas materiales que sí existen. 

El suicidio

Es incluso absurdo querer no-ser, pues es inferior a todo lo existente y además nadie puede elegir no-ser porque ya lo estaría transformando en algo, y el no-ser no es algo sino que nada. En otras palabras, quien elige nada está eligiendo nada(1)

Error en el concepto de suicidio

Es claro que quien se suicida está queriendo decir ''nada''', pero ¿es realmente así? El suicida, cuando piensa en la muerte, no está deseando la nada, al contrario, desea ser algo después de la muerte. Ya desee estar en paz o cualquier otra cosa, no quiere no ser nada. Si quiere ''descansar'' de este mundo entonces está eligiendo algo y de ese algo espera otra cosa. 

¿Por qué el suicidio no está libre de la nada? porque el suicidio significaría dos cosas: reposo o movimiento. Estos dos conceptos son necesarios para existir y no se puede dar sin existencia. Por lo tanto, si el suicida quiere morir encontrará ese reposo. 

El suicida no quiere llegar al aniquilamiento total (porque es imposible llegar a la nada), sino más bien quiere el descanso. 


Pecado y orden

Si los pecados existen y son probables en el hombre al elegirlos ¿podríamos decir que los pecados contribuyen al orden perfecto del universo? Si decimos que Dios lo dispuso todo en orden, entonces los pecados sí contribuyen al orden. 

Sin embargo, Agustín nos dice que los pecados no son necesarios para el orden universal. Los pecados no son seres como los humanos, sino más bien estados alterados de éste. Si el hombre eligiera el pecado por su voluntad, entonces ahí existiría el desorden. Por lo tanto, no es que los pecados sean los que contribuyan (porque entonces estaría bien cometer pecados), sino que son las mismas almas las que contribuyen. 

El hombre tiene dos orígenes del pecado: 
  1. Por pensamiento
  2. Por influencia ajena

El más terrible de los dos es el primero, aunque tampoco exime del todo al segundo. Es así que la primera persuasión al pecado la inició el diablo para que el hombre finalmente fuera expulsado del Edén. 

Todas las criaturas contribuyen al orden

Absolutamente todas las criaturas contribuyen al orden y sus pecados no alteran en nada el orden establecido. Toda criatura que peca no lo hace con libertad, sino que con voluntad pues el ser humano es libre cuando hace las cosas que puede y debe.

San Agustín comenta que la bondad de las cosas está en su naturaleza. La naturaleza en sí es pura bondad y es incorruptible, ya que proviene de la sustancia divina que es Dios. Eso sí, lo que sí puede ser corrupto son las cosas que van en contra de la naturaleza: los llamados ''defectos''. 

No toda corrupción es reprobable

La violencia que ocupara el juez para castigar al malhechor será justa en la proporción de su mal acto cometido. No podemos decir que los ojos son corruptos porque no pueden resistir la luz del sol directamente. Aunque si los sentido se pueden corromper, hay contextos en los que no se les puede culpar. Por lo demás, los órganos de los sentidos no son viciosos, pueden ser corruptos pero no viciosos. El único que puede ser vicioso es el hombre. 

Dios no es cómplice del pecado

Si decimos que el autor del pecado es Dios, entonces estamos justificando todos los pecados de todos los pecadores pues bien se pueden excusar diciendo ''Dios es todopoderoso y un hombre no puede hacer nada contra él''. San Agustín insiste en que el pecado y el mal del hombre se origina de su propia voluntad. 

Evodio pareciera aún no estar convencido del todo sobre el orígen del mal. Agustín nos dijo ya que la causa era justamente la voluntad del hombre, sin embargo, lo que Evodio quiere saber el origen de dicha voluntad pecadora. 

Agustín le dice a Evodio que si es así, entonces ¿más adelante preguntaría sobre el origen del origen de la voluntad? Eso sería ridículo pues ninguna investigación (en opinión de Agustín) puede ir de origen en origen hasta el infinito. En esa instancia, el santo de Hipona le recuerda un extracto de Timoteo 6:10
''La raíz de todos los males es la avaricia''


¿Qué quiere decir San Agustín con esto? que Evodio no debería investigar más allá de lo que debe. Ahora, si Evodio va y ve que la causa de la voluntad de pecar es tal, entonces tendríamos que decir que la voluntad del hombre no es la que peca sino que otra cosa. ¿Podríamos sostener algo así entonces?

La obra de Dios como lo mejor

Los hombres nacen con ignorancia, pero esto no debería ser considerado algo malo, pues Dios, así como les dio la ignorancia, también les dio la oportunidad para crecer y entender el entorno que les rodea. De hecho, nadie tiene excusa de ser ignorante por largo tiempo porque está claro que el hombre puede quitársela a través del estudio de las cosas. 

Ningún ser fue creado inútilmente pero ¿qué podemos decir de los recién nacidos que mueren en un parto o poco después del mismo? sin duda es una respuesta difícil para Agustín. Estos sufrimientos se deben a la pecaminosidad de los padres que lo engendraron, así mientras más pecaminoso sea el padre, sus descendientes heredarán como es de esperar las atrocidades. 

Los animales también se ven expuestos al sufrimiento y distintas vejaciones. San Agustín las justifica diciendo que como todo animal mortal son susceptibles a este tipo de sufrimiento. No podemos pretender que los animales no sufran, pues es una condición natural a todo ser vivo(2).

El primer estado del hombre

Ni el primer hombre (Adán) ni todos los hombres que vinieron después nacieron sabios o ignorantes. Todos ellos nacieron con un estado intermedio entre estos dos conceptos, pues no podemos decir que el niño es ignorante, así como tampoco sabio. La naturaleza los deja en un estado intermedio que luego van desarrollando poco a poco. 

Por otro lado, contestando de otro modo la pregunta que hacía Evodio ¿Cuál es el origen de la voluntad mala del hombre? Agustín en este último apartado nos dice que si bien es la voluntad y nada más, quizás ésta pueda ser movida por las imágenes o estímulos que recibe del entorno. Si pudiéramos hablar de un origen, el hombre para hacer el mal debe tener una imagen de lo que va a hacer, y ésta imagen no la da más que los sentidos. 


Conclusión

¿Qué más podríamos agregar? es evidente que el hombre no puede excusarse del mal que le acongoja. Si quiere liberarse de este tendrá que ser por el mismo y de nadie más. Quizás podemos estar aquí en presencia de una cierta meritocracia bíblica que San Agustín quiere hacer aún más clara a sus lectores. Por otro lado, también vemos una contradicción contra la teoría de Platón quien decía que el mal era involuntario (basándose en la ira y los impulsos), pues San Agustín nos dice todo lo contrario: el mal se hace por voluntad y no por naturaleza.  

domingo, 1 de enero de 2017

San Agustín de Hipona - El libre albedrío (Libro II: Voluntad, razón y sentido) (391).

Aquí presenciaremos la respuesta de San Agustín de Hipona a Evodio quien se preguntaba si Dios era el verdadero responsable del mal en el hombre. Siendo esta pregunta verosímil, la respuesta que nos de el santo de Hipona será aún más impactante; por otro lado, no sólo esta pregunta estará dispuesto a responder San Agustín, sino también aquellas que continúan dando que preguntar y debatir en el libre albedrío. Veamos que más nos propone San Agustín con su amigo Evodio quien lo ha acompañado en todas estas discusiones. 

SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO


LIBRO II: VOLUNTAD, RAZÓN Y SENTIDO


Con la libertad podemos pecar ¿por qué nos la ha dado Dios?

De Dios recibimos la voluntad de pecar al dejarnos con el libre albedrío. De lo contrario, si estuviéramos sin libertad no podríamos pecar. 

Dios puede darnos el castigo cuando obramos mal, mientras que puede premiarnos si hacemos el bien. Ahora ¿es exactamente así? ¿el castigo nos viene directamente de Dios? para Agustín no es precisamente así, pues el hombre hace el mal desde el libre albedrío y no desde Dios. 

El libre albedrío fue dado para vivir rectamente, no para pecar. ¿Pero cómo? ¿Acaso no es debido a la libertad del libre albedrío que podemos pecar? No, el libre albedrío no fue hecho para que el hombre pueda pecar; fue dado para hacer el bien porque de otro modo ¿cómo podría castigarse a un hombre por pecar si el libre albedrío le da esa capacidad? por lo tanto, el libre albedrío se ha hecho para hacer el bien. 

Cuando un hombre peca Dios le dice: 


''¿Por qué no usaste del libre albedrío para hacer el bien?''

Por otro lado, sin el libre albedrío ¿cómo sería el hombre capaz de obrar bien? Sin el libre albedrío no habría obra buena ni mala en el mundo, pues la voluntad es lo que hace el bien y el mal. 

Quien vive, quien existe y quien entiende


Agustín le pregunta a Evodio si él realmente existe a lo que responde naturalmente que sí. Por lo tanto, si existe vive y si vive entiende; una conclusión bastante obvia pero que servirá incluso para probar la existencia de Dios.

¿Cuál de esas tres verdades es la mejor? para Evodio la más importante es el entender, pues el que vive ciertamente existe, pero no por eso entenderá. Veámoslo de la siguiente manera las características de tres seres y sus verdades:

Animal salvaje: existe y vive
Cadáver: existe
Hombre: existe, vive y entiende

El hombre es entiende porque tiene la facultad de la razón que además le hace entender su entorno. Los sentidos no pueden sentirse a sí mismo, ni mucho menos verse, por lo tanto, la razón les debe dar sentido a las cosas que los sentidos percibe. 

El sentido común (o sentido interno)

Este sentido interno es el que nos hace huir de las cosas como también abrazarlas. Ahora, este sentido interno es inferior a la razón ¿por qué? porque este sentido también es común a las bestias porque ellas también huyen y abrazan las cosas según la situación. 

Sin embargo, Evodio sostiene que este sentido interno es sólo para los humanos y no para los animales, eso se debe a que los animales no pueden juzgar sus sentidos. Los únicos que pueden juzgar dichos sentidos son los humanos y más específicamente el sentido interior humano. 

Razón y sentido interior

La razón está por sobre todo pero no por sobre Dios. El sentido interior comanda los sentidos exteriores, mientras que la razón comanda los sentidos internos. La razón puede verse modificada de alguna manera, pero el único que se mantiene siempre tal cual es es Dios. 

Convergencia en sentidos

¿Podrá ser que todos sintamos exactamente lo mismo? Agustín nos dice que a pesar de tener nuestros propios sentidos, las cosas que percibimos son las mismas y nos entregan las mismas impresiones.

Con el sentido del gusto quizás sea diferente, no por el gusto que se tenga, sino más bien por la cantidad de comida de un alimento. Si estoy compartiendo con alguien más un tipo de alimento, la cantidad que sentiré yo no será la misma que la de mi compañero.  

Sin embargo, con el tacto es distinto. Si yo toco una parte de mi cuerpo en específico, quien quiera tocar esa parte no podrá sentir lo que yo siento, puesto que esa parte estará ocupada por mi tacto. Esto quiere decir que hay partes que podemos percibir internamente, pero otras que podemos percibir ''comúnmente''. 

Pero esto en realidad también pasa con la alimentación porque la parte que yo he comido y tragado, nadie podría probarla. Por lo tanto, hay cosas que podemos percibir y sentir privadamente, mientras que hay otras que se hacen comúnmente. 

Los números son superiores a la inteligencia

Los números no son percibidos por los sentidos, sino más bien por la razón. La razón o la mente puede comprender los números pòr unidad y los sentidos también los percibe, pero solamente por pluralidad. 

Agustín quiere decir que el cuepro no puede concebir ni reducir todo a una unidad, sólo puede ver pluralidad pues pareciera ser que no estamos hechos para concebir la unidad a no ser por nuestra mente. Sin embargo, los números son mejores que la inteligencia puesto que nuestra mente no puede abarcarlos a todos en la mente, así como tampoco puede imaginarse la vida sin ellos. 


Sabiduría y felicidad

Cuando uno más yerra en la vida, mucho más se aleja en el camino de la felicidad. Todos sabemos cómo ser más sabios y sólo constara en que nos instruyamos sobre la verdad y los principios de cada cosa. Como todos saben como llegar, quien empieza a errar por el camino hacia la felicidad está ignorando la sabiduría (y lo hace voluntariamente). 

Es natural que incluso antes de ser sabios queramos la felicidad para nosotros. Algo en nuestro interior nos dice que busquemos la felicidad y nadie renegaría de ser sabio. El hombre sólamente será dichoso al encontrar la verdad y no antes. 

La sabiduría es como el sol, alumbra a todos los bienes materiales, pero ella en sí misma es una. Por lo tanto, si queremos alcanzar la felicidad, la cual está más allá de los bienes materiales entonces debemos alcanzar la sabiduría (el sol).

Sabiduría y número

Para Evodio la sabiduría es mucho más valiosa y superior que el número porque hay más calculadores y matemáticos que hombres sabios. 

San Agustín nos dice que los números están en todas partes hasta en las cosas más pequeñas de este mundo. Sin embargo, rebatiendo a Evodio, Agustín dice que la noción de unidad está en todos nosotros, y es por eso que hasta los hombres más necios pueden contar, y en consecuencia, se prefiera mucho más la sabiduría a los números. 

El filósofo le dice a Evodio que no se deje convencer por esos hombres que dicen que la sabiduría es más que los números, pues los hombres en general prefieren el oro a la luz de una vela. Para Agustín la sabiduría y el número son exactamente la misma cosa, además de ser inconmutablemente verdaderos. 

La verdad está por encima de nosotros

La verdad está por encima de todas las cosas que conocemos en el mundo. Sin ella no podríamos juzgar por lo tanto está por encima de nosotros y no nosotros encima de ella. Por supuesto, nadie puede cuestionar la verdad en las cosas; por ejemplo, 2 + 2 siempre serán 4 y nadie podrá cambiar esa realidad. De este modo, la verdad también estaría más allá de la inteligencia. 

Con mucha más razón el hombre que abrace la verdad será feliz, puesto que no hay hombre que le guste la falsedad. Aparte, la verdad y la sabiduría no se pueden perder, mientras que los bienes materiales, que todos hemos reunido por nuestra voluntad, si perecen. 

¿Quién puede estar por encima de nosotros y ser superior a nosotros? Nadie más que Dios y por lo tanto tendremos que decir que Dios es la verdad eterna. Sólo Dios es quien puede dar forma y perfección a los seres una vez que los crea y no de manera contraria. Es decir, los seres con forma no pueden darse forma a sí mismos, debe haber una perfección más allá de ellos que se las de.



La libertad del hombre

Evodio está de acuerdo con todo lo dicho por Agustín sobre Dios, admitiendo que él gobierna por sobre todas las cosas del universo. 

La discusión se vuelve a averiguar si dentro de los bienes podemos contar la libertad del hombre. Ya habíamos dicho que el libre albedrío se lo dio Dios al hombre para que hiciera el bien, pero Agustín añade además que el mismo libre albedrío es un bien. 

Esto se debe a que la voluntad del libre albedrío es lo único que nos lleva al bien. Sin él el hombre no podría actuar nunca correctamente, pero si el libre albedrío sirviera para el mal, entonces todo mal estaría permitido lo que va en contra de lo que quiere Dios para nosotros. 

Por lo tanto, ¿qué será mejor? ¿vivir sin eso que nos hace obrar correctamente? ¿o vivir sin aquello? Evodio responde que siempre será mejor vivir con el libre albedrío. Recordemos que la razón es totalmente buena y que ningún hombre malo puede modificar eso, pues lo divino no se puede modificar. 

Las clases de bienes

Dios fue quien hizo los grandes bienes de este mundo ey estos se clasifican en tres:

Grandes bienes: Virtud
Medianos bienes: Libertad
Pequeños bienes: Cuerpos y materiales

La voluntad o libertad del ser humano es un bien común del que pueden disponer todos. Cuando dicha voluntad se aparta del bien común se vuelve pecadora y mala ¿cómo se aparta del bien? cuando piensa en sí misma y no en el bien común. 

Una de las formas en que puede llegarse a esta voluntad privada es apropiarse de los bienes de los demás, pues ahí no se está pensando en los otros. Así, Dios distribuye las cosas en su lugar dando las cosas a cada uno según sus méritos. 

Por lo tanto, el mal no consiste en lo que anhelan las almas pecadoras, más bien el mal radica en la aversión de los bienes inmudables el cual se lleva a cabo volitivamente. 


La voluntad hacia el mal

Pese a toda la explicación anterior de San Agustín, a Evodio sigue rondando la misma pregunta ¿Por qué algunas veces el hombre escoge el mal a pesar de que el libre albedrío es bueno? De Dios no puede venir el mal, puesto que no hay bien que no proceda de Dios. 

Todo lo que sea medida, número y orden pertenece a Dios porque si estas tres cosas se sustraen entonces no quedaría absolutamente nada. Por lo tanto, el mal tendría que producirse de la nada, aunque el mal es un movimiento potestativo del hombre. 

Conclusión

Podríamos tomar este libro como el homólogo de La República de Platón, solamente en el aspecto de que aquí se nos presentan los niveles de conocimiento de acuerdo con San Agustín. Me da la impresión de que el tema del libre albedrío no queda del todo terminado, aunque los dos dialogantes siguen acordando otra discusión más adelante sobre el mismo tema. Lo que sí queda claro es que la maldad es exclusiva responsabilidad del hombre y que el libre albedrío no está hecho para hacer el mal. De todas formas, Agustín sigue manteniendo que se debe investigar sobre el tema. 

lunes, 26 de diciembre de 2016

San Agustín de Hipona - El libre albedrío (Libro I: El origen del mal) (388).


Tenemos una versión hablada de este apunte. Sólo dale play al audio y listo.

Hemos hablado suficiente sobre las bondades y las verdades de la vida desde la cosmovisión de San Agustín de Hipona. Es hora de que hablemos de un tema que inquieta tanto a creyentes como a ateos. Todos nos preguntamos sobre el mal y su origen ya sea de manera particular o manera general porque es lo que pareciera prevalecer en este mundo. ¿Qué hace Dios con el mal? ¿Acaso tiene consciencia de él y lo ignora? ¿O sabiendo que existe no le importa lo que pase? Ya habíamos visto que Dios lo sabe todo porque mientras el orden esté presente, él también lo estará. Veamos este diálogo que San Agustín tuvo con su amigo Evodio. 

SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO


LIBRO I: El origen del mal

Antes de comenzar con este tratado es preciso señalar que cada libro del tratado del libre albedrío fue hecho en años distintos, pero aquí en el blog lo veremos de forma continuada. 

¿Es Dios el autor del mal?


Evodio le pregunta con mucha curiosidad a Agustín quien es el autor del mal; no obstante, Agustín primero le hace unas aclaraciones. Hay dos tipos de males:

  1. El que está hecho por el hombre
  2. El que sufre el hombre
Es indudable que no pongamos en el mal a Dios, puesto que la perfección no puede obrar mal. Si algún hombre sufre un mal, esto no es para nada injusto. Nadie es castigado injustamente. 

El mal es hecho por alguien y ese alguien no es Dios porque este castiga las malas acciones. En todo caso, las malas acciones son siempre hechas con la voluntad

Evodio acepta todo esto con muy buena gana, pero se pregunta a todo este respecto que si Dios no es el causante del mal, entonces ¿quién nos enseñó a pecar? Agustín le pregunta si aprender es un mal o un bien, a lo que Evodio responde naturalmente que es un bien porque si se aprendieran cosas malas, entonces el aprendizaje no sería un bien. De hecho, de acuerdo con Agustín, el ser humano aprende a evitar el mal y no a hacerlo. Obrar el mal es alejarse del aprendizaje.

Sin embargo, Evodio ahora tiene otro modo de pensar diciendo que puede aprenderse tanto el bien como el mal. Pero para aprender se debe ser inteligente, y ser inteligente es bueno; por lo tanto, para aprender se necesita ser bueno (inteligente) y no malo (ignorante). 

¿Qué debemos creer acerca de Dios?

Evodio insiste en preguntar quién es el autor del mal, a lo que Agustín le comenta su breve interés por los maniqueos, filosofía que finalmente abandonó por considerarla llena de fábulas y que estaba alejada de la verdad. 

Si se quiere buscar el origen del mal se debe atender a una de las premisas más claras del Salmo 13,1; 52,1:

''Nisi credideritis, non intelligetis''
(Si no creéis, no entenderéis)

Es muy fácil asociar el origen del mal a Dios, pues todos los seres humanos están hechos de almas y el alma es algo hecho por Dios. Evodio dice que es justamente esa duda la que quiere resolver, pero Agustín le dice por ahora que la única obra de Dios ha sido el Hijo (Jesús), pues todo lo demás fue creado de la nada. 

La concupiscencia, el origen del mal

Para empezar Agustín le dice a Evodio qué entiende él por mal para empezar la discusión. Evodio dice que el mal se presenta en ejemplos como el adulterio, los homicidios y los sacrilegios.

En el caso del adulterio, este está prohibido por la ley no porque esté en contra de la ley, sino porque la ley prohíbe lo que es malo. Sin embargo, ¿qué pasaría con un hombre que deja que su mujer cometa adulterio? ¿se le podrá condenar a ese hombre que permite que exista el delito? En la lógica de esos tiempos no sería un crimen, pues el hombre permite que se le dañe y sin embargo lo que hace es tremendamente reprobable. Entonces, en ese sentido el adulterio no sería un mal a la luz de las leyes (siempre y cuando el hombre esté dispuesto a permitirlo).

Así, no todo lo que las leyes dictan sería un mal y de hecho, se han condenado a hombres por sus buenas acciones. Ahí Agustín le deja a Evodio el ejemplo de Jesús quien fue condenado. Por lo tanto, el adulterio no sería malo por efecto de las leyes, sino más bien sería malo por la libidine de los hombres y mujeres. 

Primera objeción: El homicidio cometido por miedo

Dicha acción que lleva al hombre a cometer adulterio, homicidio y sacrilegio es llevada por la pasión y la pasión es intrínsecamente concupiscencia

¿Habrá alguna diferencia entre la concupiscencia y el miedo? Evodio dice que son dos cosas distintas porque el hombre se entrega a la concupiscencia, mientras que con el miedo escapa de una situación. ¿Qué pasaría con el hombre que por temor mata a otro? tendríamos que decir que es un acto deplorable, pero por otro lado el hombre quiere vivir sin temor. Por lo tanto, no toda pasión es mala porque el miedo, al ser una pasión nos libra del mal de otros hombres.

¿Qué pasaría si un siervo mata a un señor? la ley castiga al hombre que mata a conciencia e incluso por concupiscencia. Sin embargo, si dicho siervo vivió en el temor por el señor ¿no sería una forma de justicia que lo matara? El hombre bueno es aquel que vive sin miedo; pero también hay dos tipos de concupiscencia:

Concupiscencia del hombre malo: matar por resguardar sus bienes. 
Concupiscencia del hombre bueno: matar por su seguridad e integridad.

El mal puede proceder de los dos, pero con la diferencia que uno estaría justificado y el otro injustificado. 

Segunda objeción: La muerte del agresor injusto

Agustín y Evodio acuerdan decir que el soldado debe matar a su enemigo, así como el hombre debe dar muerte al ladrón que lo dañará. En todo caso, el soldado no tendrá ningún problema en matar a su enemigo, pues la ley le ha permitido hacerlo. Es así que para Evodio, la ley siempre permite males menores para evitar los mayores. 

De alguna manera, Evodio justifica la acción de dar muerte a los malvados diciendo que así se evitan males mayores. Matar al enemigo estaría justificado al ser un mal menor. No obstante, San Agustín le pregunta que cómo podría Evodio justificar a alguien fuera de la ley. Además, la ley si bien puede dirigir un pueblo, no puede controlar lo que es considerado mal por la providencia. Una cosa sería respetar las leyes humanas y otra las leyes de Dios.

La ley eterna es moderadora de la vida humana

Agustín le pide a Evodio hacer una distinción entre ley temporal y ley perenne:

Ley temporal: ley justa que se modifica a través del tiempo.
Ley eterna (o inmutable): ley justa que no se modifica a través del tiempo

La segunda sería por supuesto la ley de Dios, mientras que la primera sería una ley humana. Obviamente, la ley temporal extrae sus propios principios de la ley eterna o inmutable. Por lo tanto, la verdadera ley que guía o debería guiar a los hombres es la ley eterna e inmutable, mientras que la primera es sólo una modificación de la segunda. 

¿Qué es mejor? ¿Vivir o saber?

¿Sabrá el ser viviente que está viviendo? Evodio responde que quien sabe que vive tiene que vivir primero para saberlo. Pero San Agustín advierte que esto no siempre es así, pues los animales no tienen razón pero viven; por lo tanto, no todo ser viviente sabe que existe. 

El ser humano sabe que existe porque tiene la razón, en cambio, quienes no la tienen no pueden saber que es la existencia ya que sólo usarán el instinto. Para Agustín, la experiencia no significa nada sin la razón y además, la experiencia no es totalmente buena, pues podemos experimentar cosas tanto malas como buenas y en cambio la razón siempre es buena. 

El hombre necio y el hombre sabio

Todos los animales se procuran placeres y además se alejan de los dolores. Nosotros los seres humanos compartimos algo de eso, sumado a que tenemos la razón que puede controlarlos. 

Los hombres sabios son aquellos que pueden controlar todos su sentidos y a la vez todas sus pasiones. Por lo tanto, la razón siempre será la mejor en la mente del hombre, mucho más que las pasiones que regularmente lo llevan a la ruina. 

Razón y pasión 

La mente y por lo tanto la razón es lo más poderoso del mundo inteligible. Evodio y Agustín acuerdan que la razón está por sobre la pasión, así como ningún vicio puede superar a ninguna virtud; siempre será preferible la virtud antes que el vicio. 

Podríamos decir que San Agustín desarrolla la siguiente dicotomía:

Razón - Pasión
Inteligencia - Sentidos
Sabiduría - Necedad
Alma - Cuerpo
Virtud - Vicio
Justicia - Injusticia

Por supuesto que un hombre sensato va a elegir las primeras del lado izquierdo y no las del lado derecho. 

Cuando la mente se entrega a cuestiones pasionales

Aunque la razón es invencible con las pasiones, el hombre sigue (algunas veces) cayendo en éstas últimas a pesar de contener la razón en su interior ¿por qué recurre a ellas? Este lo hace cuando quiere que el placer se vuelva cómplice con su mente por medio de la voluntad y el libre albedrío

Para Evodio es difícil pensar que un hombre que ya está en el lado de la sabiduría y la razón, baje a las profundidades de las pasiones por su propia voluntad. 

El castigo de las pasiones (voluntad, fortaleza y templanza)

Todos queremos una vida recta y feliz y para eso debemos seguir la buena voluntad. Los hombres que son apegados a los bienes materiales son justamente los que no tienen esta buena voluntad porque su voluntad está unida a cosas que se destruyen, no a cosas eternas. 

Ahora, este hombre que resiste los placeres del cuerpo, no será necesario solamente una buena voluntad, sino que también necesitará fortaleza para alejarse de estos. También deberá ser mesurado y prudente ante la adquisición de bienes. Por otro lado, dicho hombre también necesitará lo que es opuesto a la concupiscencia que en este caso sería la templanza. Finalmente, para que dicho hombre esté completo y libre de todo vicio y maldad, necesitará la justicia. Estas por supuesto, no son más que las cuatro virtudes cardinales que Platón explicó en su libro La República.

Lo que quiere decir San Agustín con todo esto, es que la voluntad es tanto la herramienta para alcanzar la felicidad como también es la herramienta para ser infelices, pues los que usan la voluntad para las cosas malas será débil, irascible, imprudente e injusto.  


Todos deseamos la felicidad pero muy pocos la consiguen

Si todos los hombres pueden y desean ser felices ¿por qué sólo algunos lo logran? Esta palabra es lógica porque si todos tienen la voluntad de ser buenos como de ser malos, entonces, ¿la gente es miserable por su propia voluntad? 

El hombre de mala voluntad no quiere una vida bienaventurada, no porque no la quiera en sí, sino que los medios para alcanzarla le son despreciables. En cambio, el hombre de buena voluntad quiere la vida bienaventurada y la alcanza a través de los medios apropiados, por eso siempre será más felices que el hombre de mala voluntad.

Ley eterna y ley temporal

La vida bienaventurada se dará como premio al hombre de buena voluntad. Ese hombre obviamente amará las cosas eternas y no las temporales que están sujetas a la modificación. Los infelices son aquellos que viven miserablemente porque se siguen por las cosas perecibles y los placeres del cuerpo, todas estas cosas son temporales. 

Luego Agustín le comenta las características que hacen que el hombre se entregue a la mala voluntad:

  1. Los bienes del cuerpo que son la belleza, la salud perfecta, la agudeza de los sentidos, la fuerza entre otros. 
  2. La libertad para hacer y deshacer
  3. La familia y los bienes materiales

Las leyes temporales no castigan a los hombres que se procuran bienes, pero si castiga a los hombres que se procuran bienes de forma injusta. Obviamente, los hombres al estar atorados en la adoración de sus bienes, una vez que un hombre injusto o una ley injusta y temporal se los quita estos se sienten miserables e infelices. 

En cambio, cuando el hombre se acerca a las leyes eternas y adora las cosas eternas, entonces nunca podrá sufrir mal y será feliz, ya que no podrá lamentar ninguna pérdida de cosas que no perecen. Por otro lado, Agustín reconoce también que las cosas y placeres del cuerpo se pueden utilizar siempre y cuando sean para el bien y no para el mal. 

Origen del mal moral


Pareciera ser que todo el origen del mal existe nada más ni nada menos que en el hombre mismo. 

Cuando este se dirige a los placeres verá su miseria y su infelicidad, pues la razón no tiene nada que ver con la voluntad del hombre, a menos que esta voluntad vaya hacia ella. La razón al ser perfecta no puede volcarse a los placeres, pues ya no sería ni divina ni perfecta si lo hiciera. Por lo tanto, lo único que nos queda es decir que es el hombre el origen del mal cuando utiliza su voluntad para las cosas más viles. 

Antes de retirarse, Evodio le pregunta algo realmente importante que está relacionado con la responsabilidad del mal, ya que si el hombre es el responsable del mal y Dios creó al hombre, entonces Dios es el responsable del mal, pero esto lo dejan para la segunda parte de este libro. 

Conclusión

Sorprendente, aunque también una esperada conclusión de aquellos que defienden la voluntad de Dios diciendo que la responsabilidad del mal yace en el hombre. Aquí queda para la posteridad la filosofía platónica al rechazar los placeres y seguir prefiriendo la razón por sobre todas las cosas. El libre albedrío siempre estará vinculado con el mal debido a las cosas malas que han ocurrido a lo largo de la historia. Si hay libre albedrío, pero por otro lado Dios existe y se supone que  es un Dios de amor ¿Cómo es que el mal sigue imperando casi impunemente en el mundo? sin duda una cuestión difícil incluso para San Agustín