viernes, 6 de enero de 2017

San Agustín de Hipona - El libre albedrío (Libro III: Presencia y existencia) (391).

Hemos visto las constantes interrogantes que Evodio le hacía a San Agustín de Hipona, preguntas que no son para nada inocentes ni evidentes. Puede ser que este sea el tema más difícil a desarrollar porque no por nada siempre fue le gran interrogantes de San Agustín: ¿por qué existe el mal? Ya nos ha quedado claro en los libros precedentes que es total responsabilidad del hombre, pero necesitamos ver muchas otras cosas más para dejar a Dios más alejado de dicha realidad. El hombre al ser imperfecto pertenece en gran parte al mal, aunque puede redimirse si comienza a ver la razón y la realidad máxima que en este caso sería la verdad.

Referencias:

(1) Sí, parece absurdo, pero es lógico que una opción que signifique ''nada'' ni siquiera es una opción.
(2) No se toma en cuenta el abuso que el hombre ejerce sobre los animales a propósito. 

SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO


LIBRO III: PRESENCIA Y EXISTENCIA


El movimiento culpable de la maldad


Si el mal pertenece al libre albedrío, entonces el mal estaría fuera de culpa porque pertenecería a la naturaleza del hombre. Sin embargo, ¿pertenece verdaderamente a la naturaleza? Pensemos. 

Agustín apuesta que la inclinación del hombre hacia el mal no es natural, y por lo tanto, dicha inclinación sería netamente por voluntad. Aquí Agustín va en contra de lo dicho por Platón cuando éste decía que ''el mal era involuntario'', Agustín dirá que el mal es una voluntad del hombre y por consiguiente no es natural. Finalmente, el hombre no es exculpado del mal pensando en que es natural a él. 

Libertad del hombre y la presencia de Dios

Mucho se discute este tema incluso en nuestros tiempos donde la presencia de Dios se considera nula, o que si en realidad existe la presencia de Dios, entonces éste no hace nada para salvar a la humanidad. 

Evodio se pregunta lo siguiente, si Dios está presente, entonces sabe que el hombre peca y por lo tanto, el hombre peca necesariamente. ¿Por qué? porque bajo la presencia de Dios no debería pecar, entonces, como no debería pecar Dios hace que el hombre peque necesariamente. 

Según la opinión de Evodio, todo se hace por necesariedad de Dios, es decir, unos son necesariamente felices y tristes bajo la potestad de Dios. Sin embargo, Agustín nos dice que esas cosas son las que pasan por voluntad no por necesariedad. Ser feliz o triste no es una necesariedad, sino que más bien una voluntad. Las cosas necesarias serían la muerte y el envejecimiento. 

Nuestra voluntad refiere a todas las cosas que están en nuestro poder modificar. Eso es lo que nos hace libres, pues pretender manejar lo que no podemos no es vivir libre. Finalmente, somos libres bajo la presencia divina y somos libres al usar la voluntad con las cosas que sí podemos manejar. 

La predicción de Dios y el mal


Así concluímos que nada nos obliga a pecar y que no hay necesidad para ello; es sólo nuestra propia voluntad la que nos lleva a pecar. 

A Evodio le parece que la libertad del hombre es incompatible con la presencia de Dios, es decir, no se puede pecar y tener a Dios para ver ese pecado al mismo tiempo, siendo que Dios es divino. 

Agustín dice que Dios no puede obligar a un hombre a pecar, así como tampoco otro hombre podría obligar a pecar a otro. Dios no obliga a nadie a pecar, pero puede predecir que alguien peca. De este modo, Dios no es autor de todo lo que prevé, pero sí es autor de castigar posteriormente a quien hace el mal. 

Dios y los pecadores

¿Podríamos decir que sería mejor no haber existido al ser el hombre susceptible de sufrimiento? Se puede pensar fácilmente que o el hombre sufre y es miserable irremediablemente, o es mejor que no exista. 

Agustín dice que pensar de esa forma sería una iniquidad, pues el hombre al desear ser como otros seres superiores no tiene más que el pecado de la envidia

¿Sería preferible no existir o ser desgraciado?

Muchas personas dicen querer no existir si van a ser desgraciados, pero quien dice que no quiere ser desgraciado es porque quiere existir. Sólo quiere dejar de ser desgraciado y para eso sólo basta la voluntad. 

La miserabilidad, dice Agustín, sólo depende del mismo hombre y de nadie más: su voluntad lo hará libre de ser desgraciado. 

La tendencia innata al ser

En efecto, si un hombre pudiera elegir entre no existir y tener una vida desgraciada, probablemente elegiría la primera pues nadie quiere ser desgraciado en la vida. 

Sin embargo, aquel desdichado siempre tendrá la oportunidad de ser más de lo que es, a causa de la voluntad. Puede ser que no sea mejor que los bienaventurados, pero será mejor que la materia y los animales que no conocen la felicidad y que nunca podrán. Sólo la voluntad podrá concedernos la felicidad (así como también la miserabilidad). 

Por otro lado, la persona que prefiere no existir a ser infeliz, entonces no le queda más remedio que ser un miserable, pues al no ser no será nada y en este sentido será inferior a las cosas materiales que sí existen. 

El suicidio

Es incluso absurdo querer no-ser, pues es inferior a todo lo existente y además nadie puede elegir no-ser porque ya lo estaría transformando en algo, y el no-ser no es algo sino que nada. En otras palabras, quien elige nada está eligiendo nada(1)

Error en el concepto de suicidio

Es claro que quien se suicida está queriendo decir ''nada''', pero ¿es realmente así? El suicida, cuando piensa en la muerte, no está deseando la nada, al contrario, desea ser algo después de la muerte. Ya desee estar en paz o cualquier otra cosa, no quiere no ser nada. Si quiere ''descansar'' de este mundo entonces está eligiendo algo y de ese algo espera otra cosa. 

¿Por qué el suicidio no está libre de la nada? porque el suicidio significaría dos cosas: reposo o movimiento. Estos dos conceptos son necesarios para existir y no se puede dar sin existencia. Por lo tanto, si el suicida quiere morir encontrará ese reposo. 

El suicida no quiere llegar al aniquilamiento total (porque es imposible llegar a la nada), sino más bien quiere el descanso. 


Pecado y orden

Si los pecados existen y son probables en el hombre al elegirlos ¿podríamos decir que los pecados contribuyen al orden perfecto del universo? Si decimos que Dios lo dispuso todo en orden, entonces los pecados sí contribuyen al orden. 

Sin embargo, Agustín nos dice que los pecados no son necesarios para el orden universal. Los pecados no son seres como los humanos, sino más bien estados alterados de éste. Si el hombre eligiera el pecado por su voluntad, entonces ahí existiría el desorden. Por lo tanto, no es que los pecados sean los que contribuyan (porque entonces estaría bien cometer pecados), sino que son las mismas almas las que contribuyen. 

El hombre tiene dos orígenes del pecado: 
  1. Por pensamiento
  2. Por influencia ajena

El más terrible de los dos es el primero, aunque tampoco exime del todo al segundo. Es así que la primera persuasión al pecado la inició el diablo para que el hombre finalmente fuera expulsado del Edén. 

Todas las criaturas contribuyen al orden

Absolutamente todas las criaturas contribuyen al orden y sus pecados no alteran en nada el orden establecido. Toda criatura que peca no lo hace con libertad, sino que con voluntad pues el ser humano es libre cuando hace las cosas que puede y debe.

San Agustín comenta que la bondad de las cosas está en su naturaleza. La naturaleza en sí es pura bondad y es incorruptible, ya que proviene de la sustancia divina que es Dios. Eso sí, lo que sí puede ser corrupto son las cosas que van en contra de la naturaleza: los llamados ''defectos''. 

No toda corrupción es reprobable

La violencia que ocupara el juez para castigar al malhechor será justa en la proporción de su mal acto cometido. No podemos decir que los ojos son corruptos porque no pueden resistir la luz del sol directamente. Aunque si los sentido se pueden corromper, hay contextos en los que no se les puede culpar. Por lo demás, los órganos de los sentidos no son viciosos, pueden ser corruptos pero no viciosos. El único que puede ser vicioso es el hombre. 

Dios no es cómplice del pecado

Si decimos que el autor del pecado es Dios, entonces estamos justificando todos los pecados de todos los pecadores pues bien se pueden excusar diciendo ''Dios es todopoderoso y un hombre no puede hacer nada contra él''. San Agustín insiste en que el pecado y el mal del hombre se origina de su propia voluntad. 

Evodio pareciera aún no estar convencido del todo sobre el orígen del mal. Agustín nos dijo ya que la causa era justamente la voluntad del hombre, sin embargo, lo que Evodio quiere saber el origen de dicha voluntad pecadora. 

Agustín le dice a Evodio que si es así, entonces ¿más adelante preguntaría sobre el origen del origen de la voluntad? Eso sería ridículo pues ninguna investigación (en opinión de Agustín) puede ir de origen en origen hasta el infinito. En esa instancia, el santo de Hipona le recuerda un extracto de Timoteo 6:10
''La raíz de todos los males es la avaricia''


¿Qué quiere decir San Agustín con esto? que Evodio no debería investigar más allá de lo que debe. Ahora, si Evodio va y ve que la causa de la voluntad de pecar es tal, entonces tendríamos que decir que la voluntad del hombre no es la que peca sino que otra cosa. ¿Podríamos sostener algo así entonces?

La obra de Dios como lo mejor

Los hombres nacen con ignorancia, pero esto no debería ser considerado algo malo, pues Dios, así como les dio la ignorancia, también les dio la oportunidad para crecer y entender el entorno que les rodea. De hecho, nadie tiene excusa de ser ignorante por largo tiempo porque está claro que el hombre puede quitársela a través del estudio de las cosas. 

Ningún ser fue creado inútilmente pero ¿qué podemos decir de los recién nacidos que mueren en un parto o poco después del mismo? sin duda es una respuesta difícil para Agustín. Estos sufrimientos se deben a la pecaminosidad de los padres que lo engendraron, así mientras más pecaminoso sea el padre, sus descendientes heredarán como es de esperar las atrocidades. 

Los animales también se ven expuestos al sufrimiento y distintas vejaciones. San Agustín las justifica diciendo que como todo animal mortal son susceptibles a este tipo de sufrimiento. No podemos pretender que los animales no sufran, pues es una condición natural a todo ser vivo(2).

El primer estado del hombre

Ni el primer hombre (Adán) ni todos los hombres que vinieron después nacieron sabios o ignorantes. Todos ellos nacieron con un estado intermedio entre estos dos conceptos, pues no podemos decir que el niño es ignorante, así como tampoco sabio. La naturaleza los deja en un estado intermedio que luego van desarrollando poco a poco. 

Por otro lado, contestando de otro modo la pregunta que hacía Evodio ¿Cuál es el origen de la voluntad mala del hombre? Agustín en este último apartado nos dice que si bien es la voluntad y nada más, quizás ésta pueda ser movida por las imágenes o estímulos que recibe del entorno. Si pudiéramos hablar de un origen, el hombre para hacer el mal debe tener una imagen de lo que va a hacer, y ésta imagen no la da más que los sentidos. 


Conclusión

¿Qué más podríamos agregar? es evidente que el hombre no puede excusarse del mal que le acongoja. Si quiere liberarse de este tendrá que ser por el mismo y de nadie más. Quizás podemos estar aquí en presencia de una cierta meritocracia bíblica que San Agustín quiere hacer aún más clara a sus lectores. Por otro lado, también vemos una contradicción contra la teoría de Platón quien decía que el mal era involuntario (basándose en la ira y los impulsos), pues San Agustín nos dice todo lo contrario: el mal se hace por voluntad y no por naturaleza.  

1 comentario:

  1. extraordinario gonzalo siempre todo es nuevo en el doctor de la Gracia

    ResponderEliminar