Aquí presenciaremos la respuesta de San Agustín de Hipona a Evodio quien se preguntaba si Dios era el verdadero responsable del mal en el hombre. Siendo esta pregunta verosímil, la respuesta que nos de el santo de Hipona será aún más impactante; por otro lado, no sólo esta pregunta estará dispuesto a responder San Agustín, sino también aquellas que continúan dando que preguntar y debatir en el libre albedrío. Veamos que más nos propone San Agustín con su amigo Evodio quien lo ha acompañado en todas estas discusiones.
SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO
LIBRO II: VOLUNTAD, RAZÓN Y SENTIDO
Con la libertad podemos pecar ¿por qué nos la ha dado Dios?
De Dios recibimos la voluntad de pecar al dejarnos con el libre albedrío. De lo contrario, si estuviéramos sin libertad no podríamos pecar.
Dios puede darnos el castigo cuando obramos mal, mientras que puede premiarnos si hacemos el bien. Ahora ¿es exactamente así? ¿el castigo nos viene directamente de Dios? para Agustín no es precisamente así, pues el hombre hace el mal desde el libre albedrío y no desde Dios.
El libre albedrío fue dado para vivir rectamente, no para pecar. ¿Pero cómo? ¿Acaso no es debido a la libertad del libre albedrío que podemos pecar? No, el libre albedrío no fue hecho para que el hombre pueda pecar; fue dado para hacer el bien porque de otro modo ¿cómo podría castigarse a un hombre por pecar si el libre albedrío le da esa capacidad? por lo tanto, el libre albedrío se ha hecho para hacer el bien.
Cuando un hombre peca Dios le dice:
Dios puede darnos el castigo cuando obramos mal, mientras que puede premiarnos si hacemos el bien. Ahora ¿es exactamente así? ¿el castigo nos viene directamente de Dios? para Agustín no es precisamente así, pues el hombre hace el mal desde el libre albedrío y no desde Dios.
El libre albedrío fue dado para vivir rectamente, no para pecar. ¿Pero cómo? ¿Acaso no es debido a la libertad del libre albedrío que podemos pecar? No, el libre albedrío no fue hecho para que el hombre pueda pecar; fue dado para hacer el bien porque de otro modo ¿cómo podría castigarse a un hombre por pecar si el libre albedrío le da esa capacidad? por lo tanto, el libre albedrío se ha hecho para hacer el bien.
Cuando un hombre peca Dios le dice:
''¿Por qué no usaste del libre albedrío para hacer el bien?''
Por otro lado, sin el libre albedrío ¿cómo sería el hombre capaz de obrar bien? Sin el libre albedrío no habría obra buena ni mala en el mundo, pues la voluntad es lo que hace el bien y el mal.
Quien vive, quien existe y quien entiende
Todo lo que sea medida, número y orden pertenece a Dios porque si estas tres cosas se sustraen entonces no quedaría absolutamente nada. Por lo tanto, el mal tendría que producirse de la nada, aunque el mal es un movimiento potestativo del hombre.
Agustín le pregunta a Evodio si él realmente existe a lo que responde naturalmente que sí. Por lo tanto, si existe vive y si vive entiende; una conclusión bastante obvia pero que servirá incluso para probar la existencia de Dios.
¿Cuál de esas tres verdades es la mejor? para Evodio la más importante es el entender, pues el que vive ciertamente existe, pero no por eso entenderá. Veámoslo de la siguiente manera las características de tres seres y sus verdades:
Animal salvaje: existe y vive
Cadáver: existe
Hombre: existe, vive y entiende
El hombre es entiende porque tiene la facultad de la razón que además le hace entender su entorno. Los sentidos no pueden sentirse a sí mismo, ni mucho menos verse, por lo tanto, la razón les debe dar sentido a las cosas que los sentidos percibe.
El sentido común (o sentido interno)
Este sentido interno es el que nos hace huir de las cosas como también abrazarlas. Ahora, este sentido interno es inferior a la razón ¿por qué? porque este sentido también es común a las bestias porque ellas también huyen y abrazan las cosas según la situación.
Sin embargo, Evodio sostiene que este sentido interno es sólo para los humanos y no para los animales, eso se debe a que los animales no pueden juzgar sus sentidos. Los únicos que pueden juzgar dichos sentidos son los humanos y más específicamente el sentido interior humano.
Razón y sentido interior
La razón está por sobre todo pero no por sobre Dios. El sentido interior comanda los sentidos exteriores, mientras que la razón comanda los sentidos internos. La razón puede verse modificada de alguna manera, pero el único que se mantiene siempre tal cual es es Dios.
Convergencia en sentidos
¿Podrá ser que todos sintamos exactamente lo mismo? Agustín nos dice que a pesar de tener nuestros propios sentidos, las cosas que percibimos son las mismas y nos entregan las mismas impresiones.
Con el sentido del gusto quizás sea diferente, no por el gusto que se tenga, sino más bien por la cantidad de comida de un alimento. Si estoy compartiendo con alguien más un tipo de alimento, la cantidad que sentiré yo no será la misma que la de mi compañero.
Sin embargo, con el tacto es distinto. Si yo toco una parte de mi cuerpo en específico, quien quiera tocar esa parte no podrá sentir lo que yo siento, puesto que esa parte estará ocupada por mi tacto. Esto quiere decir que hay partes que podemos percibir internamente, pero otras que podemos percibir ''comúnmente''.
Pero esto en realidad también pasa con la alimentación porque la parte que yo he comido y tragado, nadie podría probarla. Por lo tanto, hay cosas que podemos percibir y sentir privadamente, mientras que hay otras que se hacen comúnmente.
Los números son superiores a la inteligencia
Los números no son percibidos por los sentidos, sino más bien por la razón. La razón o la mente puede comprender los números pòr unidad y los sentidos también los percibe, pero solamente por pluralidad.
Agustín quiere decir que el cuepro no puede concebir ni reducir todo a una unidad, sólo puede ver pluralidad pues pareciera ser que no estamos hechos para concebir la unidad a no ser por nuestra mente. Sin embargo, los números son mejores que la inteligencia puesto que nuestra mente no puede abarcarlos a todos en la mente, así como tampoco puede imaginarse la vida sin ellos.
Agustín quiere decir que el cuepro no puede concebir ni reducir todo a una unidad, sólo puede ver pluralidad pues pareciera ser que no estamos hechos para concebir la unidad a no ser por nuestra mente. Sin embargo, los números son mejores que la inteligencia puesto que nuestra mente no puede abarcarlos a todos en la mente, así como tampoco puede imaginarse la vida sin ellos.
Sabiduría y felicidad
Cuando uno más yerra en la vida, mucho más se aleja en el camino de la felicidad. Todos sabemos cómo ser más sabios y sólo constara en que nos instruyamos sobre la verdad y los principios de cada cosa. Como todos saben como llegar, quien empieza a errar por el camino hacia la felicidad está ignorando la sabiduría (y lo hace voluntariamente).
Es natural que incluso antes de ser sabios queramos la felicidad para nosotros. Algo en nuestro interior nos dice que busquemos la felicidad y nadie renegaría de ser sabio. El hombre sólamente será dichoso al encontrar la verdad y no antes.
La sabiduría es como el sol, alumbra a todos los bienes materiales, pero ella en sí misma es una. Por lo tanto, si queremos alcanzar la felicidad, la cual está más allá de los bienes materiales entonces debemos alcanzar la sabiduría (el sol).
Es natural que incluso antes de ser sabios queramos la felicidad para nosotros. Algo en nuestro interior nos dice que busquemos la felicidad y nadie renegaría de ser sabio. El hombre sólamente será dichoso al encontrar la verdad y no antes.
La sabiduría es como el sol, alumbra a todos los bienes materiales, pero ella en sí misma es una. Por lo tanto, si queremos alcanzar la felicidad, la cual está más allá de los bienes materiales entonces debemos alcanzar la sabiduría (el sol).
Sabiduría y número
Para Evodio la sabiduría es mucho más valiosa y superior que el número porque hay más calculadores y matemáticos que hombres sabios.
San Agustín nos dice que los números están en todas partes hasta en las cosas más pequeñas de este mundo. Sin embargo, rebatiendo a Evodio, Agustín dice que la noción de unidad está en todos nosotros, y es por eso que hasta los hombres más necios pueden contar, y en consecuencia, se prefiera mucho más la sabiduría a los números.
El filósofo le dice a Evodio que no se deje convencer por esos hombres que dicen que la sabiduría es más que los números, pues los hombres en general prefieren el oro a la luz de una vela. Para Agustín la sabiduría y el número son exactamente la misma cosa, además de ser inconmutablemente verdaderos.
La verdad está por encima de nosotros
La verdad está por encima de todas las cosas que conocemos en el mundo. Sin ella no podríamos juzgar por lo tanto está por encima de nosotros y no nosotros encima de ella. Por supuesto, nadie puede cuestionar la verdad en las cosas; por ejemplo, 2 + 2 siempre serán 4 y nadie podrá cambiar esa realidad. De este modo, la verdad también estaría más allá de la inteligencia.
Con mucha más razón el hombre que abrace la verdad será feliz, puesto que no hay hombre que le guste la falsedad. Aparte, la verdad y la sabiduría no se pueden perder, mientras que los bienes materiales, que todos hemos reunido por nuestra voluntad, si perecen.
¿Quién puede estar por encima de nosotros y ser superior a nosotros? Nadie más que Dios y por lo tanto tendremos que decir que Dios es la verdad eterna. Sólo Dios es quien puede dar forma y perfección a los seres una vez que los crea y no de manera contraria. Es decir, los seres con forma no pueden darse forma a sí mismos, debe haber una perfección más allá de ellos que se las de.
La libertad del hombre
Evodio está de acuerdo con todo lo dicho por Agustín sobre Dios, admitiendo que él gobierna por sobre todas las cosas del universo.
La discusión se vuelve a averiguar si dentro de los bienes podemos contar la libertad del hombre. Ya habíamos dicho que el libre albedrío se lo dio Dios al hombre para que hiciera el bien, pero Agustín añade además que el mismo libre albedrío es un bien.
Esto se debe a que la voluntad del libre albedrío es lo único que nos lleva al bien. Sin él el hombre no podría actuar nunca correctamente, pero si el libre albedrío sirviera para el mal, entonces todo mal estaría permitido lo que va en contra de lo que quiere Dios para nosotros.
Por lo tanto, ¿qué será mejor? ¿vivir sin eso que nos hace obrar correctamente? ¿o vivir sin aquello? Evodio responde que siempre será mejor vivir con el libre albedrío. Recordemos que la razón es totalmente buena y que ningún hombre malo puede modificar eso, pues lo divino no se puede modificar.
Las clases de bienes
Dios fue quien hizo los grandes bienes de este mundo ey estos se clasifican en tres:
Grandes bienes: Virtud
Medianos bienes: Libertad
Pequeños bienes: Cuerpos y materiales
Grandes bienes: Virtud
Medianos bienes: Libertad
Pequeños bienes: Cuerpos y materiales
La voluntad o libertad del ser humano es un bien común del que pueden disponer todos. Cuando dicha voluntad se aparta del bien común se vuelve pecadora y mala ¿cómo se aparta del bien? cuando piensa en sí misma y no en el bien común.
Una de las formas en que puede llegarse a esta voluntad privada es apropiarse de los bienes de los demás, pues ahí no se está pensando en los otros. Así, Dios distribuye las cosas en su lugar dando las cosas a cada uno según sus méritos.
Por lo tanto, el mal no consiste en lo que anhelan las almas pecadoras, más bien el mal radica en la aversión de los bienes inmudables el cual se lleva a cabo volitivamente.
Una de las formas en que puede llegarse a esta voluntad privada es apropiarse de los bienes de los demás, pues ahí no se está pensando en los otros. Así, Dios distribuye las cosas en su lugar dando las cosas a cada uno según sus méritos.
Por lo tanto, el mal no consiste en lo que anhelan las almas pecadoras, más bien el mal radica en la aversión de los bienes inmudables el cual se lleva a cabo volitivamente.
La voluntad hacia el mal
Pese a toda la explicación anterior de San Agustín, a Evodio sigue rondando la misma pregunta ¿Por qué algunas veces el hombre escoge el mal a pesar de que el libre albedrío es bueno? De Dios no puede venir el mal, puesto que no hay bien que no proceda de Dios.
Todo lo que sea medida, número y orden pertenece a Dios porque si estas tres cosas se sustraen entonces no quedaría absolutamente nada. Por lo tanto, el mal tendría que producirse de la nada, aunque el mal es un movimiento potestativo del hombre.
Conclusión
Podríamos tomar este libro como el homólogo de La República de Platón, solamente en el aspecto de que aquí se nos presentan los niveles de conocimiento de acuerdo con San Agustín. Me da la impresión de que el tema del libre albedrío no queda del todo terminado, aunque los dos dialogantes siguen acordando otra discusión más adelante sobre el mismo tema. Lo que sí queda claro es que la maldad es exclusiva responsabilidad del hombre y que el libre albedrío no está hecho para hacer el mal. De todas formas, Agustín sigue manteniendo que se debe investigar sobre el tema.