Ha llegado el tiempo de redimirse para San Agustín de Hipona. La secta maniquea ya no responde a las dudas filosóficas y racionales, y comienza a mirar otras alternativas que le merezcan para realmente encontrar la verdad. En este libro de Las Confesiones, San Agustín deja en evidencia la falta de sentido y la falta a la verdad que tienen los maniqueos para con la lógica más estricta, como también para las Sagradas Escrituras de la biblia. Este será un gran paso para San Agustín en el sentido que optará por un nuevo modo de pensar su vida y la de los demás.
Las Confesiones
LIBRO V: CONVERSIÓN CATÓLICA
El conocimiento de Dios es más importante que el de la ciencia
A los 29 años de edad, San Agustín se encontraba con Fausto, el maniqueo en la ciudad de Cartago. Agustín, por supuesto, en sus tiempos de maniqueo lo admiraba, pues Fausto tenía una retórica como pocos en Cartago.
Cuando San Agustín finalmente se convirtió al catolicismo pudo ver el sofisma y la mala interpretación que los maniqueos hacían de las S.E. Ya habíamos visto un voluminoso texto de San Agustín llamado ''Réplica contra Fausto, el maniqueo''. ¿Por qué Fausto estaba tan equivocado? porque no tenía la gracia de Dios; no había conocido a Dios. San Agustín nos dice que nadie puede estar en lo correcto, ni nadie puede ser feliz si no conoce a Dios, de ahí que diga:
''¡Desdichado el hombre que sabe todas las cosas y no te conoce a ti! ¡Dichoso, en cambio, el que te conoce, aunque las ignore todas!''
Manés tenía una versión torcida y muy diferente de las S.E. como las tenían los católicos. De hecho, podríamos decir que los maniqueos coinciden mucho con la filosofía oriental como el Ying Yang, donde hay dos fuerzas que se enfrentan, aunque el bien tiene algo de mal y el mal tiene algo de bien. Para San Agustín, sólo el supremo bien existe al ser todo lo que existe verdadero; el mal, como hemos dicho muchas veces, sería la nada misma.
La llegada de Fausto
Fausto era un maniqueo extraordinario, quizás, uno de los mejores hombres de la secta. Agustín reconoce totalmente sus cualidades positivas, pero también lo critica fuertemente porque Fausto siempre repetía lo que decían sus maestros. Finalmente, el discurso maniqueo siempre era el mismo, pero se hablaba de distinta manera y Fausto no era la excepción por muy buen orador que fuera.
Lamentablemente (para Fausto), San Agustín quedó totalmente decepcionado, pues el maniqueo no sólo ignoraba el conocimiento en cuanto a Dios, sino que también el conocimiento formal de las ciencias y las artes. Sólo daba la apariencia de conocer las cosas, pero realmente no lo sabía; le faltaba mucho más por aprender.
Cuando Agustín terminó de hablar con Fausto decidió que se quedaría en la secta de manera provisional hasta que apareciera algo mejor.
Luego de esto, Agustín se quedó con un sabor amargo en Cartago y marchó a Roma pensando que allí encontraría la felicidad. Su madre no quiso que se fuera, pero Agustín inventó argucias para dejarla tranquila, aunque la verdad es que no se tranquilizó. Todo lo contrario, su madre lo trató de embustero y desconsiderado, aunque por otro lado, Santa Mónica siguió pidiendo por Agustín.
La enfermedad que aqueja a Agustín
Cuando llegó a Roma comenzó a sufrir una fiebre muy fuerte, la cual Agustín interpretó como si Dios le dijera que esta era una mala decisión. Su madre no sabía de esta enfermedad, pero ella seguía rezando por él sin importar nada. Agustín aseguraba a Dios que si él hubiera muerto ahí en Roma, su madre no lo habría podido soportar, y así es que Dios permitió seguir viviendo a San Agustín.
En esos tiempos, recordemos que San Agustín aún creía en lo substancial de la secta maniquea, es decir, que existen dos naturalezas que se confrontan la una con la otra. Por lo tanto, el mal del ser humano, de acuerdo a los principios maniqueos, parten desde una naturaleza distinta al hombre y en consecuencia, el hombre no es culpable del mal que él cause; el hombre es víctima del mal. Por supuesto, con esta teoría San Agustín no tenía ningún cargo de consciencia.
En esos tiempos, recordemos que San Agustín aún creía en lo substancial de la secta maniquea, es decir, que existen dos naturalezas que se confrontan la una con la otra. Por lo tanto, el mal del ser humano, de acuerdo a los principios maniqueos, parten desde una naturaleza distinta al hombre y en consecuencia, el hombre no es culpable del mal que él cause; el hombre es víctima del mal. Por supuesto, con esta teoría San Agustín no tenía ningún cargo de consciencia.
La enseñanza en Milán
San Agustín fue pedido como profesor de retórica en Milán por el prefecto mismo de la provincia. Allí fue donde conoció a San Ambrosio que en ese tiempo era obispo católico de Milán.
Agustín lo escuchaba con paciencia a Ambrosio, e incluso lo comparaba con Fausto. La diferencia entre ambos es que Ambrosio no eran tan elocuente como Fausto, pero Fausto caía en muchas falacias en contraste con Ambrosio.
Con todo esto, Agustín veía que el maniqueísmo cada vez se iba extinguiendo más, pero eso no significaba que quisiera totalmente el catolicismo. En sus propias palabras:
''Ni la fe católica me parecía vencida, pero tampoco aún vencedora''
Finalmente, San Agustín decidió definitivamente abandonar la secta maniquea y cuestionarlo en todas sus teorías. San Agustín se estaba convirtiendo en una de las cosas que más tenía desconfianza: en un filósofo. En efecto, para Agustín los filósofos eran escépticos en extremo y aseguraban que ni el bien y el mal se podían conocer en absoluto. Sólo la duda era la certeza para los filósofos.
Con el tiempo, los filósofos tampoco gustaron tanto de Agustín porque no tenían la palabra de Dios por delante. Así, Agustín aceptó finalmente hacer catecúmeno, es decir, incorporarse a la Iglesia Católica.
Conclusión
Este de alguna manera sería el clímax de la historia de San Agustín, su abandono total a la secta maniquea, su transición como filósofo y su conversión final al catolicismo. Es curioso ver como alguien que hace del catolicismo una filosofía, no quiera al mismo tiempo tener relación con los filósofos o rehusarse a ser uno. Supongo que ya la misma intención de poner filosofía en la religión es introducir una dicotomía contradictoria. Hay cosas que se hacen por fe y otras por lógica; no siempre lo que se hace con fe se hace con lógica y no siempre lo que se hace con lógica se hace con fe. Hay una diferencia y esta es separable. Es el caso de la misma madre de San Agustín que tuvo más fe que lógica al querer que su hijo cambiara, y así fue.