Las Virtudes Cardinales
Las Virtudes Cardinales son un conjunto de virtudes que se consideraban esenciales en el ser humano. El concepto de virtud varía de filósofo en filósofo, pero el primero en establecer fue Platón. Luego será retomado por diversos filósofos que agregarán esto a su propia filosofía.
Platón
El libro IV de la República de Platón que versa sobre la ciudad del alma relata las virtudes cardinales. Esta parte de la República consiste en un diálogo que sostiene Sócrates y Glaucón sobre los valores que deben tener una ciudad.
Prudencia
Primero, Sócrates dice que deben encontrarse 4 cualidades de la ciudad. La cualidad que aquí se revisará, será la prudencia.
Sócrates dice que la ciudad que están construyendo es bastante prudente, pero no lo es por los conocimientos que se abordan en dicha ciudad, sino por el número de habitantes que desempeñen un rol, es decir, distribuir la ciudad de manera tal que profesiones como la de artesanos, existan en mayor número que la de los guardianes, puesto que estos son los verdaderos jefes de la ciudad
Así, llama Glaucón y Sócrates una ciudad prudente en sus determinaciones.
Valor
Valor
El valor como característica de la ciudad es fundamental sobre todo en una guerra. El valor debe verse entendido en este aspecto como la educación que reciben los guardianes tanto de la sociedad como de la crianza, es decir, se les debe enseñar desde pequeños las cosas que hay que temer y las que no. La gimnasia y la música serían los elementos educadores donde se les enseñará a los guardianes a tener valor y por lo tanto, a la ciudad.
Tenemos la segunda característica de la ciudad: El valor.
Moderación
Moderación
La moderación sería el tercer elemento que debiera tener la ciudad. Sócrates lo describe de ésta manera:
La moderación es un orden y dominio que consiste en la contención de los placeres y en la concupiscencia según la expresión de los que afirman ser dueño de sí mismos, aunque debo decir que desconozco sentido en el cual se lo expresa. ´
Sin embargo, dice Sócrates que ser dueño de sí mismo, es ridículo debido que al mismo tiempo ser esclavo de sí mismo porque todas estas expresiones se refieren a una misma persona.
Sócrates para resolver este dilema, plantea que hay una parte en el ser humano que es buena y otra que es mala. Cuando la buena logra someter a la mala, somos dueños de nosotros mismos; cuando la parte mala logra someter a la buena, somos esclavos de nosotros mismos y seremos llamados intemperantes.
Así, es común que en la ciudad se encuentre un mayor número de personas que son dominadas por su parte mala, y un menor número de personas que son dominadas por su parte buena y que finalmente son ellos los que gobiernan la ciudad.
Se describe entonces el tercer aspecto que debe tener una ciudad: moderación.
Justicia
Sócrates, dice a Glaucón que la justicia, consistía que cada uno debía hacer lo suyo y no multiplicar sus actividades (o no dedicarse a múltiples actividades). Para que se puedan ver bien las virtudes de una ciudad, debemos observar que cada ciudadano ejerza su propia profesión.
Si un ciudadano como un zapatero quisiera hacer el trabajo de un alfarero, sería injusto que el zapatero los hiciera, ya que los alfareros quedarían sin empleo. Por lo tanto, la justicia de la ciudad consistirá en que cada uno lleva hacer lo suyo según su profesión.
Si un ciudadano como un zapatero quisiera hacer el trabajo de un alfarero, sería injusto que el zapatero los hiciera, ya que los alfareros quedarían sin empleo. Por lo tanto, la justicia de la ciudad consistirá en que cada uno lleva hacer lo suyo según su profesión.
Sócrates nos dice que estas mismas características, deben verse en retratadas en el hombre justo. Y así se crearía la ciudad perfecta.
Marco Tulio Cicerón
Marco Tulio Cicerón en un texto llamado ''Sobre los deberes'' retoma las virtudes cardinales desde otro punto de vista.
De estas virtudes proviene lo que llamamos honestidad y a su vez estas virtudes nos ofrecen dos maneras de trabajar; la moderación y el valor, orden y equilibrio; la prudencia y la justicia, la búsqueda de la verdad.
Deberes
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Virtudes cardinales
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Prudencia
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Justicia
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Valor
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Moderación
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Honestidad
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Modo de trabajar
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Orden y equilibrio
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Búsqueda de la verdad
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Este es un cuadro que se va entendiendo de izquierda a derecha; es decir, la honestidad es el resultado final.
La honestidad también tiene que ver con el concepto de decencia y decoro. Todas las cosas que se hacen con justicia son decorosas mientras las que se hacen injustamente son indecorosas.
El decoro
Para el decoro hay dos especies: uno general que se encuentra en todas las virtudes y otro especial que es subordinado a todas las virtudes.
General: Todas las acciones que distinguen al hombre de los demás anuimales
Especial: Cuando a todas esas virtudes aparece la moderación y la prudencia.
La honestidad también tiene que ver con el concepto de decencia y decoro. Todas las cosas que se hacen con justicia son decorosas mientras las que se hacen injustamente son indecorosas.
El decoro
Para el decoro hay dos especies: uno general que se encuentra en todas las virtudes y otro especial que es subordinado a todas las virtudes.
General: Todas las acciones que distinguen al hombre de los demás anuimales
Especial: Cuando a todas esas virtudes aparece la moderación y la prudencia.
Las injusticias
Existen dos modos de cometer injusticia: una es cuando se hace daño y otra es cuando pudiendo hacer algo no se hace. El primero lo mueve la avaricia, pues se intenta conseguir algo, y el segundo es movido por el miedo. Por supuesto, la injusticia será aún más grave cuando sea premeditada que involuntaria.
En este punto Cicerón lanza una crítica a su gran inspirador Platón, pues este último decía que los filósofos tenía que alabarceles porque están dedicados al ejercicio de descubrir la verdad; sin embargo, ¿qué consecuencias tiene esto? que los filósofos se alejen de la sociedad y no atiendan las injusticias que hay en una ciudad. Esto, por supuesto, pertenece al segundo género de injusticia propuesto por Cicerón, ''quien sabe de una injusticia y no hace nada para detenerla''.
Es también importante saber tratar las injusticias que proceden del otro, es decir, cuando es el otro quien agrede por medio de la venganza u otras razones. Lo que debe hacerse en esta situación es siempre negociar, porque el uso de la fuerza es propio de bestias.
Un escenario distinto sería el de una guerra, pues esta se hace para conseguir la paz. Aunque se gane la guerra no se debe matar a quienes no fueron salvajes con el bando contrario. Por lo demás, las guerras no son justas a menos que estas se hayan declarado de manera formal y correspondiente.
Plotino
Plotino es otro de los filósofos que aborda las virtudes cardinales señalando su importancia con referencia al alma.
El alma debe conducirse por medio de la virtud para alcanzar a dios, pero no se deben olvidar las virtudes cívicas. Estas virtudes son las que controlan las pasiones que tenemos dentro, que también eran conocidas como las virtudes cardinales(2).
Virtudes cardinales y cívicas:
Virtudes cardinales y cívicas:
- Valor
- Moderación
- Prudencia
- Justicia
Sin embargo, hay un cuestionamiento a estas, porque, ¿será que solamente con las virtudes del alma estamos más cerca de dios? Pensemos en Heracles (Hércules) quien solamente tenía virtudes cívicas ¿no se asemejaba a un dios?
Plotino nos ayuda a resolver esto con el símil de la semejanza. Es decir, cuando un trozo de madera se acerca al fuego este se vuelve caliente. Así mismo, las virtudes cardinales hacen que las virtudes cívicas se asemejen a las virtudes superiores.
Virtudes superiores
¿Cómo se llega al tipo de virtudes superiores? la única forma es ''purificando'' las acciones. ¿Cómo se logra dicha purificación? cuando cumplimos exactamente todas las virtudes cívicas. Ahí ocurrirá el ''asemejamiento'' a dios.
Una cosa interesante que nos dice Plotino es que lo divino no está en la disposición del alma; en otras palabras, el alma sería otra cosa aparte de lo divino. Por lo tanto, lo divino no necesita virtud. Y eso no es todo porque no sólo lo divino no necesita virtud, sino que tampoco la inteligencia.
Esto se debe a que la bondad de la divinidad es absoluta y la del alma no. La del alma tiene límites, pero la divinidad es permanentemente buena. La inteligencia tampoco necesita virtud y no está ligada al alma, porque de ser así, el alma entonces no cometería ningún error.
Plotino nos ayuda a resolver esto con el símil de la semejanza. Es decir, cuando un trozo de madera se acerca al fuego este se vuelve caliente. Así mismo, las virtudes cardinales hacen que las virtudes cívicas se asemejen a las virtudes superiores.
Virtudes superiores
¿Cómo se llega al tipo de virtudes superiores? la única forma es ''purificando'' las acciones. ¿Cómo se logra dicha purificación? cuando cumplimos exactamente todas las virtudes cívicas. Ahí ocurrirá el ''asemejamiento'' a dios.
Una cosa interesante que nos dice Plotino es que lo divino no está en la disposición del alma; en otras palabras, el alma sería otra cosa aparte de lo divino. Por lo tanto, lo divino no necesita virtud. Y eso no es todo porque no sólo lo divino no necesita virtud, sino que tampoco la inteligencia.
Esto se debe a que la bondad de la divinidad es absoluta y la del alma no. La del alma tiene límites, pero la divinidad es permanentemente buena. La inteligencia tampoco necesita virtud y no está ligada al alma, porque de ser así, el alma entonces no cometería ningún error.
San Agustín de Hipona
El Santo de Hipona también aporta desde el cristianismo con el desarrollo de las virtudes cardinales.
El camino para que el alma pueda llegar hacia Dios es el camino de las virtudes cardinales:
Templanza: es lo principal para acercarse a Dios, pues evitará que no entremos en los extremos.
Fortaleza: para no temer a la muerte ni a la adversidad.
Justicia: para que alma no caiga en la soberbia porque un alma racional sólo puede dominar una alma animal.
Prudencia: para que el alma sepa cuál es su lugar en las hipóstasis, no debe estar ni por sobre Dios ni por debajo de lo cuerpos.
Estas virtudes cardinales no se encuentran en el mundo de la carne sino que moran en el cielo para siempre. De hecho, si estas virtudes son lo que son, entonces deberían estar en el cielo eternas, más que ser sensibles en este mundo.
También nos habla de la presencia de estas en las Sagradas Escrituras.
Finalmente, tenemos las cuatro virtudes cardinales, que Agustín les nombrará por ''costumbres''. Así, por conclusión podemos decir que estas son justamente las cuatro costumbres de la Iglesia Católica.
También nos habla de la presencia de estas en las Sagradas Escrituras.
Templanza:
De estas cuatro virtudes cardinales propuestas por Platón, la Templanza está muy presente en las sagradas escrituras. Para Agustín es la templanza la que da purificación e incorruptibilidad al hombre. Esta es la única que puede acercarnos más a Dios y alejarnos de las pasiones carnales de la vida.
El mismo San Pablo es quien sostiene que la codicia es la raíz de todos los males del hombre. El apóstol nos dice que es necesario deshacerse del primer hombre, que es Adán, que cometió el pecado de prevaricación(1) y hacerse con el hombre nuevo que sería el mismo Jesús. Así dice el apóstol San Pablo:
De ahí que se condene todo lo que sea pagano, pues ellos adoraban al sol y los demás astros como dioses. No se puede amar lo que es corpóreo, sino que se debe amar lo invisible.
Por otro lado, la gloria humana se condena totalmente en el Nuevo Testamento. Ya decía el apóstol San Pablo en el Galatas 1:10:
De estas cuatro virtudes cardinales propuestas por Platón, la Templanza está muy presente en las sagradas escrituras. Para Agustín es la templanza la que da purificación e incorruptibilidad al hombre. Esta es la única que puede acercarnos más a Dios y alejarnos de las pasiones carnales de la vida.
El mismo San Pablo es quien sostiene que la codicia es la raíz de todos los males del hombre. El apóstol nos dice que es necesario deshacerse del primer hombre, que es Adán, que cometió el pecado de prevaricación(1) y hacerse con el hombre nuevo que sería el mismo Jesús. Así dice el apóstol San Pablo:
''El primer hombre es terrestre, formado de la tierra; el segundo es celestial, descendido del cielo''
Justamente esta es la función de la templanza, vestir al hombre con la imagen de Jesús y dejar al hombre pecador de Adán. En este sentido, lo que dice Agustín es tremendamente platónico, pues nos pide que nos deshagamos de todo lo corpóreo y abracemos lo inteligible. Todo lo corpóreo es visible y todo lo inteligible es lo invisible, así lo dice el apóstol San Pablo en el segundo libro de Colosenses 4:18:
''No fijéis vuestra atención en lo visible, sino en lo invisible; pues lo visible es temporal, más lo invisible es eterno''
De ahí que se condene todo lo que sea pagano, pues ellos adoraban al sol y los demás astros como dioses. No se puede amar lo que es corpóreo, sino que se debe amar lo invisible.
Por otro lado, la gloria humana se condena totalmente en el Nuevo Testamento. Ya decía el apóstol San Pablo en el Galatas 1:10:
''Si pretendiera agradar a los hombres, no sería esclavo de Cristo''
Aunque el apóstol también condena la filosofía en el Colosenses 2:8
''Estad en guardia para no ser seducidos por la filosofía y los elementos de este mundo''
Lo que quiere decir el apóstol es que más que se abrace la filosofía, que sería la búsqueda de la verdad, hay que abrazar la sabiduría que pertenece a Dios.
El apóstol nos dice que ''no hay que buscar semejanza con este mundo'' y por eso no hay que amar ni desear las cosas de este mundo. En el Antiguo Testamento es lo mismo, sobre todo con lo dicho en el Eclesiastés donde Oheleth, nombra todas las cosas que desprecia de este mundo.
Fortaleza:
Esta virtud sólo se puede encontrar en Dios porque es él mismo quien la otorga. Por supuesto, esta fuerza no será dada a las personas que están prendidas de las cosas materiales, al contrario, esas personas siempre serán débiles.
Con esta fortaleza se podrá resistir hasta las penurias más duras del mundo, puesto que así lo sobrevivió Job al ser despojado de todo lo que tenía. Si bien se quejó con Dios al principio, luego recobró su fuerza y aceptó su destino.
Justicia:
El concepto de Justicia está reducido prácticamente a la obediencia hacia Dios. No se puede servir a dos señores y entre servir a un hombre y servir a Dios, entonces no se tendrá problemas de discernir a quién seguir y por lo tanto, hacer justicia.
Prudencia:
También hay poco que decir sobre la Prudencia, al ser esta el descubrimiento del objeto de nuestros amores. Sin la prudencia no ser podría conseguir ninguna de las virtudes anteriormente nombradas, pues es esta la que nos dio el cuidado.
Finalmente, tenemos las cuatro virtudes cardinales, que Agustín les nombrará por ''costumbres''. Así, por conclusión podemos decir que estas son justamente las cuatro costumbres de la Iglesia Católica.
Mencio (postconfucianismo)
El filósofo Mencio del postconfusianismo también aborda el tema de las virtudes cardinales, añadiendo otros conceptos enraizados en la filosofía de Confucio.
De acuerdo con Mencio, la naturaleza humana es buena al tener jen como un concepto innato dentro de él. Podríamos decir que Mencio une sus propias virtudes cardinales:
- Virtud
- Rectitud
- Decoro
- Sabiduría
Para que el ser humano alcance estas virtudes basta con que el hombre siga sus concepciones innatas que son buenas. El exceso de estas virtudes cardinales serían los vicios que son todo lo contrario; por lo tanto, un hombre nunca debería olvidar a su ''niño interior'', pues en la inocencia y la obediencia de los niños se encuentra la sabiduría.
Sus conceptos de naturaleza del hombre serán el xing y el xin que se refiere a las acciones del espíritu. Esto hace que el hombre comprenda los conceptos de compasión y bondad para con los otros seres humanos. Lo que diferencia a un hombre de un animal no es tanto su raciocinio intelectual, sino más bien su naturaleza moral.
Al igual que Confucio, Mencio enfatiza (quizás mucho más que Confucio) la adoración y atención a los antiguos como Yao y Shun. La idea del Mandato del Cielo era reconocida por Mencio, pero era un tanto más diferente que la de Confucio.
Para Mencio, el Mandato del Cielo (ming) estaba en la gente más que en la virtud del rey de la dinastía. Así decía Mencio:
''El cielo ve como la gente ve y escucha como la gente escucha''
De alguna manera, Mencio sitúa el Mandato del Cielo en el querer de la gente. No tenía problemas con el concepto de revolución porque la voluntad del Cielo es la voluntad de la gente.
Finalmente, Mencio junta el xing con el ming en una especie de dialéctica que el hombre debe complementar para alcanzar la plenitud y la concepción moral.
Santo Tomás de Aquino
En cuanto a las virtudes cardinales (justicia, templanza, prudencia y fortaleza), Tomás de Aquino aprueba todas las características y definiciones que el obispo de Hipona ofrece. Es preciso destacar en este punto que San Agustín es mencionado una infinidad de veces por el aquinate, otorgando una autoridad no sólo en el ámbito filosófico sino que también en el religioso: San Agustín sería el gran maestro exegeta del Nuevo Testamento.
Conclusión
Algunos otros filósofos han seguido retomando las virtudes cardinales, pero ninguno con tanta fuerza como los filósofos griegos, romanos y medievales. Tenemos una visión amplia de lo que son las virtudes cardinales, pero ahora falta el ponerlas en práctica, es decir, no basta solo con conocerlas sino que también hacerlas realidad.
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