domingo, 23 de agosto de 2020

Nicolás de Cusa - Sobre el génesis (De genes) (1445)




Nada más impresionante como descubrir el génesis de todas las cosas que existen en este mundo. El presente texto se basa en una conversación que sostuvo Nicolás de Cusa con un amigo llamado Conrad, en el cual debaten sobre el génesis de todas las cosas. Evidentemente, este diálogo está entregado desde una perspectiva cristiana, por lo que si recuerdan ustedes la historia bíblica, o aun más el mismo Génesis, entonces estaremos en camino a entender este diálogo mucho mejor. 

De Genes
Sobre el génesis de todas las cosas


Conrad tiene una pregunta para Nicolás de Cusa algo compleja. El fin y el comienzo tienen algo de idéntico, pero también el curso intermedio que une a estos dos. Si el principio, el medio y el fin coinciden, ¿cómo es que esta igualdad entre estos tres elementos puede llamarse causa? porque en algún momento Dios creó todas las cosas. 

Para responder a esta pregunta, Nicolás de Cusa comienza considerando algunas ideas.


  1. Algo (o alguien) se vuelve conocible por medio de escrutinio. En efecto, es el escrutinio lo que hace que una cosa sea conocible y otra ignorada. 
  2. La absoluta semejanza no puede existir de algo que es otro. 
  3. La absoluta semejanza solo puede generar semejanza
  4. Aquello que es otro, solo puede generar otro
  5. Por lo tanto, la absoluta semejanza no puede ser generado por algo que sea distinto a él
  6. Por lo tanto, es simple, eterna, sin límites, infinita, inalterable, etc.
Se dice además que Dios es uno en sí mismo. Bajo esa frase, muchos han puesto atención más a que es uno y no al ''sí mismo'', dejando la semejanza en último lugar. 

En la semejanza, lo que es universal y lo que es particular es lo mismo. por lo tanto en Dios que es uno y el mismo todo es igual. De esto se diría también que tanto el ser como el no-ser son también absolutamente semejantes en esta igualdad. 


Creación

Para averiguar el comienzo del mundo, debemos establecer que Dios no hizo que la duración del mundo tuviera un comienzo, aparte del mundo en sí mismo. Por lo tanto, el mundo tiene su propio tiempo, su propio comienzo. 

En consecuencia, la duración del mundo es imposible mesurarla porque no tiene un tiempo superior por el cual pueda guiarse. En efecto ¿cómo podría mesurarse el tiempo del mundo si el ''tiempo'' de Dios es desconocido e inconmensurable?

Sin embargo, Conrad establece que el mundo sí tiene una duración y puede inferirse esta por los escritos de Moisés. Este tiempo fue desde hace 7000 años antes de Cristo. No obstante, Nicolás de Cusa nos dice que Moisés solo menciona esta cantidad de años para que el hombre pueda entender en términos conocidos de que el mundo se creó hace muchos años. Por lo tanto, lo dicho por Moisés pensemoslo como una metáfora. 

En tanto a las cosas sensibles, es necesario pensarlas como la semejanza de aquello que es perfecto. Todas las cosas tienen una cierta semejanza con su agente u autor; por ejemplo, la vasija es creada por el soplador de vidrio. En la mente de este soplador está la vasija y con esta él logra construirla, lo que se traduce en que las creaciones parten de la mente del autor. Así mismo, Dios hizo todas las cosas. Ahora, si el soplador quisiera inventar otra vasija diferente de la que hizo, entonces tendrá que recurrir a los mismos materiales por los cuales hizo la primera. Esta es la forma en que se igualan todas las cosas, su materia prima es la misma pero sus accidentes son diferentes. 

De un modo parecido ocurren las cosas inteligibles. En efecto, del silencio luego ocurren las palabras. Primero están aquellos sonidos indistinguibles que poco a poco configuran un articulado de palabras racional. En ese sentido, tenemos que lo inteligible nace de la misma forma, es decir, de la nada, de la ausencia. 

Sin embargo, no es exactamente de una nada de la que proviene sino que más bien de un intelecto superior que existe. Este intelecto es el que arma estas palabras y las reproduce; dicho intelecto es Dios.


Conclusión

Vemos entonces que Nicolás de Cusa sigue la tradición de muchos filósofos de la Edad Media, en declarar que es el intelecto el gran creador. Tanto la creación sensible como la creación intelectual son fijadas en la mente del creador, pero aún queda en incógnita cuándo se creó el mundo. Es algo que Nicolás de Cusa no averigua en mayor detalle aplicando la docta ignorancia, pues, el mundo fue creado, pero cómo fue creado no podemos saberlo. 

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