viernes, 26 de julio de 2024

San Agustín de Hipona - Piedad con los difuntos (al obispo Paulino)

 

En el contexto de la rica y compleja tradición teológica de la Iglesia primitiva, "La Piedad con los Difuntos" de San Agustín de Hipona surge como una obra fundamental que aborda temas profundos sobre la oración y la intercesión por los muertos. Este tratado está dirigido a San Paulino de Nola, un obispo venerado por su piedad y su influencia en la vida cristiana de su tiempo.

La obra responde a una consulta específica de Paulino, quien, preocupado por la utilidad espiritual de sepultar los cuerpos de los difuntos junto a las reliquias de santos, buscaba esclarecer el valor de tales prácticas en el contexto de la fe cristiana. San Agustín utiliza esta oportunidad para ofrecer una reflexión detallada sobre el significado y la efectividad de la piedad hacia los muertos, considerando tanto los aspectos prácticos como los espirituales de los rituales funerarios.

PREÁMBULO

En "La Piedad con los Difuntos", San Agustín de Hipona responde a una consulta de San Paulino de Nola sobre el valor espiritual de enterrar a los muertos junto a las reliquias de santos.

Primera parte

Sección primera

Primera cuestión: los sufragios son provechosos a aquellos que han vivido bien

En la primera sección, se aborda la cuestión de si los sufragios benefician a los justos después de la muerte, considerando una aparente contradicción con la afirmación del Apóstol de que cada uno recibirá según sus obras. La resolución es que los méritos acumulados durante la vida determinan la eficacia de los sufragios; sin méritos previos, los sufragios son inútiles. Por lo tanto, la Iglesia y los fieles no desperdician sus esfuerzos, ya que cada uno recibe conforme a sus acciones en vida.

Respecto a la oración de la Iglesia, la práctica de ofrecer sacrificios y oraciones por los difuntos, aunque no explícita en el Antiguo Testamento, está respaldada por la tradición universal de la Iglesia y se refleja en las oraciones sacerdotales durante la misa.

En cuanto a la sepultura, la falta de ella no afecta la salvación ni la resurrección de los cuerpos. Cristo asegura que nada de lo que le ocurre al cuerpo afecta la vida futura. Las ceremonias fúnebres y la calidad de la sepultura tienen más valor para los vivos que para los muertos, pues la verdadera honra se encuentra en la promesa de la resurrección y la presencia de Dios, que supera cualquier preocupación terrenal sobre la sepultura.

Segunda cuestión: por qué es laudable la obra de misericordia: enterrar a los muertos

En cuanto a la práctica de enterrar a los muertos, no debemos menospreciar los cuerpos de los difuntos, especialmente los de los santos y creyentes, quienes fueron instrumentos del Espíritu Santo. Así como valoramos objetos personales de nuestros seres queridos, el cuerpo es una parte integral de la naturaleza humana y merece respeto. Las antiguas costumbres de sepultar a los justos reflejan un deber de piedad, y se elogia en las Escrituras a quienes cuidaron de los cuerpos con devoción. Sin embargo, estos actos no implican que los cadáveres tengan sensaciones, sino que destacan la preocupación divina por los cuerpos y la reafirmación de nuestra fe en la resurrección.

El respeto por los muertos demuestra la validez de nuestras acciones piadosas, las cuales son recompensadas por Dios. A pesar de la importancia de los cuidados funerarios, la falta de ellos no afecta a los justos en el más allá. La ausencia de tales atenciones en casos de saqueos, como en Roma, no es culpa de los vivos ni una desgracia para los muertos, quienes ya se encuentran en paz.

Tercera cuestión: qué provecho puede traer la sepultura en lugar sagrado junto a un mártir

Elegir un lugar sagrado para enterrar a los muertos, especialmente junto a mártires, refleja una profunda piedad humana y el deseo de honrar a los difuntos. Aunque este acto no otorga sufragios directos a los difuntos, puede llevar a los vivos a encomendarles oraciones a los santos, buscando su intercesión ante Dios.

Los sepulcros venerables, llamados "Memorias" o "Monumentos", sirven para mantener viva la memoria de los fallecidos. El valor de enterrar a alguien junto a un mártir radica en que este lugar especial puede ayudar a recordar y rezar por ellos, mostrando afecto y piedad. No obstante, si no se puede enterrar a los cuerpos en lugares sagrados, es esencial ofrecer sufragios y oraciones por las almas de los difuntos, como lo hace la Iglesia con sus conmemoraciones generales. Sin estos actos de piedad, el beneficio espiritual de estar enterrado en un lugar santo sería mínimo.

Cuarta cuestión: qué añade un lugar santo a la sepultura

Cuando una madre cristiana desea que el cuerpo de su hijo sea enterrado en la basílica de un mártir, ella lo hace con la esperanza de que los méritos del mártir ayuden al alma de su hijo. Esta fe y devoción son en sí mismas una forma de súplica que puede beneficiar al difunto. Sin embargo, el verdadero valor no está en el lugar de sepultura en sí, sino en el afecto materno que se revive al recordar ese lugar sagrado.

La oración y el afecto que se expresan al elegir un lugar especial para el enterramiento pueden intensificarse por el recuerdo del lugar sagrado. No obstante, si no es posible enterrar el cuerpo en el lugar deseado, es crucial continuar ofreciendo sufragios y oraciones por el alma del difunto. El alma no se beneficia por el lugar físico del cuerpo, sino por las oraciones y la piedad ofrecidas.

En cuanto a la importancia del lugar de sepultura para la vida eterna, la Historia Eclesiástica relata que, en tiempos pasados, los cuerpos de los mártires en las Galias eran desechados y quemados, y sus cenizas arrojadas al río. Esto muestra que, incluso cuando se desprecian los restos mortales, el valor espiritual de los mártires no se ve afectado. Dios permitió estos actos para enseñar a los cristianos a valorar menos la sepultura física y más la vida eterna y la fe. Al final, el lugar donde se entierra el cuerpo no afecta la felicidad cristiana del difunto ni su resurrección futura.

Sección segunda

Cuestión fundamental: La naturaleza misma pide respeto y piedad para con los difuntos

El afecto humano hacia el propio cuerpo hace que la gente se entristezca al pensar en la falta de sepultura adecuada después de su muerte. Un ejemplo bíblico ilustra cómo la falta de sepultura puede ser vista como un castigo, reflejando la preocupación del profeta por el destino de su cadáver. Sin embargo, el verdadero castigo no es el estado del cuerpo sin vida, sino la contrición del alma por no haber obedecido a Dios.

A pesar de que el lugar de sepultura no afecta la condición del alma después de la muerte, el profeta experimentó angustia al pensar en cómo sería tratado su cuerpo. Este sentimiento demuestra que, para los vivos, el respeto hacia la sepultura es importante, aunque no tiene impacto en el estado espiritual de los difuntos.

Los mártires de Cristo, enfrentando persecuciones y torturas, demostraron que podían superar el afecto natural hacia el cuidado de sus cuerpos. Aunque Dios podría haber protegido sus cuerpos de daños, permitió estas pruebas para fortalecer la fe en la resurrección y mostrar que el sufrimiento y la destrucción de los cuerpos no afectan la recompensa eterna de los mártires.

La Escritura alaba la piedad hacia los difuntos, como se ve en la acción de David, que bendijo a quienes dieron sepultura a los huesos de Saúl y Jonatán. Este acto de misericordia refleja el profundo respeto por los cuerpos, aun cuando estos ya no pueden sentir. La compasión hacia los muertos muestra el afecto humano que, incluso después de la muerte, busca proporcionar dignidad a los cuerpos de los seres queridos.



SEGUNDA PARTE

Apariciones de los difuntos

Sección primera

Primera cuestión: ¿qué hay que pensar de las apariciones durante el sueño?

Las apariciones de difuntos en sueños, donde se les muestra a sus seres queridos la ubicación de sus cuerpos sin sepultar, han sido reportadas y parecen tener un impacto emocional significativo. Sin embargo, estas visiones no deben interpretarse como evidencia de que los muertos realmente sienten o tienen conciencia de su situación. A menudo, estas apariciones pueden ser provocadas por la intervención de ángeles, quienes, bajo la autorización divina, comunican información sobre la sepultura a través de sueños.

Estas visiones pueden consolar a los vivos y subrayar la importancia de brindar sepultura a los muertos, aunque la falta de sepultura no afecta al alma del difunto. No obstante, algunas apariciones pueden llevar a malentendidos graves, como la creencia errónea de que la sepultura es esencial para el bienestar del alma en el más allá, similar a las visiones poéticas de personajes míticos.

Los ejemplos de visiones en sueños, ya sean de vivos o muertos, muestran cómo la gente puede confundir las imágenes con realidades espirituales. Por ejemplo, se cuenta que un hombre en Milán recibió ayuda de la imagen de su difunto padre en un sueño para resolver un problema con una deuda, mientras que otro relato cuenta cómo un discípulo recibió una solución a un problema académico a través de la imagen del autor. Estos casos sugieren que tanto los vivos como los muertos pueden aparecer en sueños sin que la persona soñante pueda discernir su verdadera naturaleza.

Segunda cuestión: ¿tienen la misma explicación las visiones de los que deliran?

Existen también visiones que ocurren en personas despiertas, cuyas percepciones están alteradas, y que son similares a los sueños. Esto ocurre en personas frenéticas o que han perdido la razón, quienes hablan consigo mismas como si estuvieran conversando con interlocutores reales, y ven imágenes de personas vivas o muertas. Sin embargo, así como las personas vivas no saben que están siendo vistas ni participan en estas conversaciones imaginarias, tampoco los muertos se aparecen a estas personas con percepciones alteradas como si estuvieran presentes. Los muertos, en realidad, no están presentes ni son conscientes de que alguien los percibe de esta manera imaginativa.

Tercera cuestión: las visiones en los letargos

Existen fenómenos similares a los sueños que ocurren en personas en estado de letargo profundo o trance, donde estas personas ven imágenes de vivos y muertos con tal intensidad que, al recuperar la conciencia, creen que realmente han interactuado con ellos. Un ejemplo de esto es el caso de Curma, un magistrado y labrador de Tulio, cerca de Hipona, quien cayó gravemente enfermo y quedó en un estado de aparente muerte durante varios días. Aunque su cuerpo parecía inerte, Curma tuvo visiones en las que vio a vivos y muertos, y al despertar, reportó haber visto a un herrero llamado Curma que había fallecido en el mismo momento en que él recuperó la consciencia.

Curma relató que, en sus visiones, se le había indicado que el herrero, no él, había sido llamado a la otra vida. También mencionó que vio en sus visiones a personas vivas, incluidos algunos clérigos y a un sacerdote que sería bautizado por el mismo Agustín de Hipona. Esto refuerza la idea de que lo que vio Curma en su estado de letargo no correspondía necesariamente a la realidad objetiva, sino que eran representaciones imaginarias.

Además, Curma relató haber sido llevado al Paraíso en sus visiones, donde se le instruyó que debía bautizarse para vivir allí. Aunque él creía que ya se había bautizado en la visión, se le dijo que debía hacerlo realmente. Posteriormente, Curma viajó a Hipona, se bautizó sin contarle a nadie sobre su visión y regresó a su hogar. Años después, Agustín se enteró de la historia a través de un amigo, quien corroboró los detalles del caso con otras personas que conocían a Curma.

Sección segunda
Cuestión general: relación de los vivos con los muertos

Primera pregunta: cómo convierten las almas de los muertos en los asuntos de los vivos

Las visiones de los muertos y su interpretación pueden ser parte del plan divino, a través del cual Dios utiliza a los ángeles para guiar, engañar, consolar o atemorizar a los vivos, según sus juicios y la profundidad de sus decisiones. Estas visiones no deben tomarse como pruebas de que los muertos tienen un conocimiento o interés activo en los asuntos de los vivos. La providencia divina emplea tanto a seres buenos como malos para cumplir sus propósitos y decisiones, y esto influye en cómo los humanos perciben estas experiencias.

Si los muertos realmente se interesaran por los asuntos de los vivos, como se sugiere en la idea de una madre piadosa que nunca abandonaría a su hijo afligido, entonces estarían conscientes de nuestras preocupaciones y sufrimientos. Sin embargo, el Salmo y el profeta Isaías indican que incluso los grandes patriarcas, como Abraham, no están informados sobre la vida de los vivos. Dios prometió al rey Josías que no vería los males futuros, lo que sugiere que los muertos no están preocupados por las calamidades actuales de los vivos.

Un ejemplo relevante es el relato del rico en el infierno, quien pide a Abrahán que envíe a Lázaro para advertir a sus hermanos aún vivos, para evitar que ellos también sufran. Esta petición del rico no indica que los muertos conozcan la situación actual de los vivos. Al igual que nosotros oramos por los muertos sin saber qué les ocurre, el rico muestra interés en sus hermanos sin saber realmente qué les pasa. Abrahán responde que los vivos ya tienen a Moisés y a los profetas para guiarlos, y aunque él conoce el pasado del rico y de Lázaro, esta información podría haberle sido revelada por Lázaro después de su muerte, no por un conocimiento directo de los eventos actuales.

En general, los muertos no conocen directamente los eventos del mundo viviente. No obstante, pueden recibir información a través de los que llegan del mundo de los vivos o mediante la intervención de ángeles, que actúan según la voluntad divina. Los espíritus de los muertos pueden conocer ciertos eventos pasados o futuros en la medida en que Dios lo permita. La Escritura y ciertos relatos, como el de Samuel y Moisés, sugieren que los muertos pueden tener visiones de los vivos y de eventos futuros, pero estos casos son excepcionales y están sujetos a la providencia divina.

Segunda pregunta: los mártires, cómo vienen en ayuda nuestra

Agustín explora cómo, aunque los muertos no tienen un conocimiento directo de lo que sucede con los vivos, hay casos en los que parecen intervenir en sus asuntos. Por ejemplo, se menciona a San Félix, quien, tras su muerte, se apareció durante un asedio para ayudar a los fieles, un milagro que se atribuye a un poder divino excepcional más que a una intervención natural de los muertos. Este tipo de manifestaciones no deben llevar a la conclusión de que los muertos pueden influir en la vida cotidiana de los vivos por su propia naturaleza; más bien, estos eventos son el resultado de la acción divina y los ángeles.

La cuestión de si los mártires ayudan personalmente desde el cielo o si su ayuda se manifiesta a través de ángeles es compleja. La capacidad de los mártires para estar presentes en diversos lugares al mismo tiempo, y si lo hacen en persona o a través de intermediarios celestiales, plantea interrogantes profundos. Aunque los detalles específicos de cómo sucede esto pueden estar más allá de la comprensión humana, se considera que Dios, que está en todas partes, distribuye estos favores a través de ángeles, basándose en la intercesión de los mártires y en sus méritos. La presencia de los mártires en los sueños o visiones podría deberse a la acción divina que utiliza ángeles para manifestar estos eventos.

Las apariciones, como las del monje Juan, pueden ser interpretadas de diferentes maneras. Juan, que tenía el don de profecía, podría haber aparecido en sueños por una gracia extraordinaria o por medio de otros mecanismos divinos. Las visiones de los mártires o sus intervenciones en los sueños podrían ser resultado de la acción directa de los mártires o del trabajo de ángeles que representan su figura.

Finalmente, en cuanto a los sufragios por los difuntos, como las oraciones, el sacrificio del altar, y las limosnas, se concluye que estas prácticas ayudan a los muertos, especialmente si hicieron méritos en vida. Aunque no se puede discernir exactamente a quiénes benefician, se recomienda hacer estas acciones por todos los bautizados para asegurar que no se olvide a nadie que pueda necesitarlas. El cuidado en el sepelio del cuerpo no garantiza la salvación, pero es un deber de humanidad y un testimonio de fe en la resurrección. La sepultura junto a los mártires puede aumentar el fervor de la oración en favor del difunto, pero es el acto de fe y la devoción lo que realmente cuenta.

En la despedida, se expresa un deseo de recibir una respuesta sobre cómo el destinatario ha recibido el libro, y se agradece la compañía y la guía de un hermano que ha ayudado a no olvidar las preguntas planteadas.

Conclusión

Como podemos ver, la esencia de este texto revela una visión teológica compleja sobre cómo los muertos pueden influir en el mundo de los vivos, ya sea a través de intervenciones milagrosas o mediante la acción divina mediada por ángeles. 

A pesar de las apariciones y las visiones que parecen mostrar a los mártires y a los difuntos participando en asuntos terrenales, la verdadera comprensión subraya que tales eventos son actos divinos que trascienden la capacidad natural de los muertos. La influencia de los mártires y las súplicas por los difuntos, aunque puedan parecer intervenciones directas, son mejor entendidas como expresiones de la misericordia y el poder divino, que trabajan a través de medios extraordinarios para manifestar la fe y la intercesión. Este enfoque teológico sugiere que las prácticas de oración y sufragios por los muertos, así como el cuidado y la veneración hacia los mártires, son maneras de mantener y expresar la fe en la resurrección y el poder divino, más allá de las limitaciones humanas y naturales.

lunes, 15 de julio de 2024

Francesco Petrarca - Secretum (De secreto conflictu mearum curarum) (1347 - 1353)

Uno de los grandes diálogos imaginarios entre el mismo Francesco Petrarca y el gran san Agustín de Hipona. Sin embargo, por el título ya podemos saber que no era un texto pretendido para el público, pues es un examen de conciencia de aquellas cosas que Petrarca tenía en consideración. Si bien las ideas agustinas se respetan dentro del texto del filósofo, es cierto que de Agustín se extrae todo aquello de lo que Petrarca estaba interesado. Un viaje al examen de la conciencia que nos recuerda la gran sabiduría del maestro, del doctor de la Gracia. 


SECRETUM 

Proemio

Petrarca reflexionaba absorto sobre cómo llegó a esta vida y cómo la dejará. Mientras está desvelado, aparece una mujer de belleza inefable, con aspecto de virgen. Él, atónito y sin atreverse a mirarla directamente, la escucha decir que ha venido para auxiliarlo en sus extravíos y que ha llegado desde muy lejos para elevar su mirada de lo terrenal a lo eterno. La mujer se identifica como la Verdad, a quien el narrador había descrito anteriormente en su obra llamada ''África''.

La Verdad le recuerda cómo él construyó una morada para ella en las cimas del Atlas, y ahora ha venido para ayudarlo. Él, aún temeroso, reconoce la figura de la Verdad y se siente abrumado por su luz etérea. A medida que la Verdad habla, lo guía a reflexionar sobre múltiples temas, lo que le aporta una doble bendición: sabiduría y tranquilidad al contemplar su rostro.

Junto a la Verdad aparece un vetusto anciano llamado San Agustín, un hombre de gran majestad y sabiduría, el mismo de Las Confesiones. La Verdad le pide a San Agustín que hable con el narrador y lo ayude a superar su confusión y enfermedad espiritual. San Agustín acepta, reconociendo la autoridad de la Verdad y su afecto por el narrador. Se sientan los tres juntos y tienen un largo coloquio en el que San Agustín le ofrece consejos y sabiduría.

El narrador decide registrar este íntimo diálogo por escrito, no con intención de gloria, sino para recordar y reflexionar sobre las enseñanzas recibidas. El libro, su "secreto", le servirá para recordar esas conversaciones en el futuro. Para facilitar la lectura, el narrador sigue el estilo de Cicerón y Platón, separando sus palabras y las de San Agustín con sus respectivos nombres.

LIBRO PRIMERO

La meditación del hombre

El diálogo comienza con san Agustín preguntando a Petrarca lo que hace, si está dormido y si no recuerda que es un hombre mortal, a lo que Petrarca responde afirmativamente. Agustín le dice que el recuerdo de la muerte es el único remedio que nos puede ayudar a sobrellevar este mundo, por eso es que siempre hay que meditarla. Agustín le advierte a Petrarca que no le pase lo que a los demás: aferrarse a las miserias como si fuera esa la salvación. 

Petrarca todavía no entiende claramente lo que le quiere decir, pero Agustín se lo resume en dos puntos:

  1. El hombre sufre y cae en desgracia
  2. El hombre hace todo lo que esté en sus manos por salir de ella
Obviamente, estos puntos son absolutamente naturales en el hombre. Pero además de que se acuerdan esos puntos hay que agregar un tercero:

  • Teniendo esto en cuenta, el hombre debe buscar la solución por medio de la meditación

Los tres puntos señalados son dependientes uno del otro. 

Sin embargo, Petrarca sigue sin entender claramente lo que Agustín. Agustín le insiste en que se debe entender que para que el hombre salga de su miseria lo debe desear con todo el corazón. Si es así, entonces este hombre no podría fallar en salir de ella. 

En la voluntad está la felicidad

Petrarca le señala que si bien esto puede ser cierto, existen muchos hombres que son infelices, y que no lo son simplemente por no buscar salir de su situación de miseria, sino que son infelices por compulsión y a pesar de ellos mismos.  

En esta parte, Agustín se enfada con Petrarca pensando que tenía mucha más comprensión de lo que se hablaba. Petrarca se siente como un estudiante frente a un maestro muy enojado, pero Agustín está dispuesto a enseñarle.

En primer lugar, Agustín le sorprende que Petrarca no sepa que él suponga que cualquiera pueda ser infeliz contra su voluntad. Petrarca se excusa, pero reconoce que aún no entiende a dónde quiere llegar específicamente. Agustín le cuenta sobre las máximas de Cicerón y otros estoicos quienes establecían que el único modo de ser feliz era perseguir al virtud. Petrarca no está de acuerdo por las causas sobrevinientes mencionadas. 

Agustín le señala nuevamente: nadie es desgraciado sino mediante el vicio. Nadie se precipita en la desgracia sino es por gusto suyo, le dice Agustín. De hecho, Agustín le señala que el pecado es una cuestión individual de los actos y no forzada.

Petrarca reconoce que puede ir cediendo en su opinión con respecto a aquello, pero le pide a Agustín que le conceda solo una cosa: que es tal y como se plantea, que muchos se dejan caer por su voluntad frente a los vicios. Así lo señala Petrarca:

''pues no quise permanecer en pie cuando pude, no soy capaz de incorporarme cuando quisiera.'' ''Mis fuerzas no pasan de ahí''


Agustín le dice que la duda está bien, pero también Petrarca tendrá que concederle algo: que querer y haber querido es lo mismo, pese al tiempo. Petrarca se confunde más y le pide que se explique mejor. 

Agustín le dice que la verdadera razón de que diga ''Mis fuerzas no pasan de ahí'' es en realidad ''no quieren pasar de ahí''. 

Petrarca la dice que había pasado por mucho y que las lágrimas habían sido muchas, que a pesar de eso, la situación no ha cambiado mucho. No obstante, Agustín le pide recordar cómo él mismo sufrió tanto antes de que sucediera la iluminación descrita en las Confesiones, a lo que Petrarca responde afirmativamente. De ahí que el santo le cite una frase de Virgilio:

''El alma queda inmóvil, ruedan vanas las lágrimas''

Con esta cita de Virgilio, Petrarca se da cuenta que las lágrimas y las lamentaciones no hacen que el alma cambie o avance, pues se queda inmóvil, pero esto no es todo. Es solo una demostración de que la voluntad está por sobre la desdicha.

Lo que dice Agustín a Petrarca es que él, en verdad nunca tuvo verdadera intención de salvarse a sí mismo. Se lo hace ver a Petrarca, pues este dice:

''Nunca había comprendido nada tan claro: no, jamás deseé la libertad y el fin de mi infortunio con suficiente ardor''

Sin embargo, Petrarca nos dice que entonces ¿sólo basta con desearlo? No, dice Agustín, por cierto que no, sin embargo, sí es un aliciente para poder empezar a alcanzar la salvación. 

Ahora bien, hay una dificultad. Para ser feliz, se tiene que desear serlo, pero antes se debe acabar con todos los deseos que impidan ser feliz. Todo esos deseos son los que tienen que ver con la carne. 

La muerte

Posteriormente, Agustín introduce en Petrarca la idea de la muerte, lo cotidiano que es la muerte y como se nos presenta en distintos contextos. En lógica, por ejemplo, cuando se define a un hombre se le dice ''animal racional mortal'', con lo que parece que todo ello es correcto. 

Sin embargo, Agustín le pide a Petrarca que investigue más allá la muerte, que se pregunte si la ha ''penetrado hondamente como debiera'' esto, es, analizando o pensando cómo cada miembro de un hombre va pereciendo por alguna enfermedad o alguna dolencia hasta tener el rostro enajenado. Si uno piensa de esta manera, uno verdaderamente está reflexionando sobre la muerte. El caso contrario es pensar la muerte a posteriori, es decir, cuando ya ocurre, pero un caso distinto es pensar en el proceso.  

Luego, la muerte se debe pensar en el ''otro'' sufrimiento, esto quiere decir, en el juicio supremo, donde todos tendremos que pagar por nuestros pecados. Esto no sería una meditación inútil; todo lo contrario. 

Sin embargo, Petrarca le comenta que reflexionar sobre la muerte no le ha traído más que amargura. Por lo demás, hay muchas cosas que a Petrarca no le dejan reflexionar sobre la muerte, algo que no sabe bien explicar pero que está presente. Agustín le dice por un lado que mucha gente piensa sobre la muerte como algo lejano y remoto, que no está presente en absoluto en el momento. 

Pero existe una razón más poderosa que aquella: la ligazón del alma y el cuerpo que Virgilio representa en estos versos:

Vigor de fuego tienen tales gérmenes, origen celestial mientras los cuerpos nocivos no los frenan ni los vínculos terrenos los embotan ni los miembros que han de morir. Por ello temen, quieren, se lamentan y gogan, y por ello dirigen sus miradas hacia el cielo, ciegos sin lumbre en cárcel tenebrosa

Es aquí donde Petrarca recuerda a las pasiones del corazón que se pueden dividir en cuatro partes: relacionadas con el presente y el futuro, y dentro de cada una de estas categorías, según la percepción del bien y del mal. Estas divisiones, representadas como "cuatro vientos contrarios", sugieren que son responsables de perturbar la paz interior del hombre.

Es exactamente de ese modo que la ligazón del alma y el cuerpo hace que la primera se confunda. En consecuencia, Petrarca no puede tener una reflexión real y profunda de la muerte, porque es el cuerpo el que lo contiene a dejar de pensar en ella. 


LIBRO SEGUNDO

Los pecados

Siguiendo con lo que quedo establecido en la conversación anterior, Agustín le recalca que las cuestiones intelectuales, las discusiones de los grandes filósofos, no han hecho más que conocer cosas sin sustancia, cosas que no aportan nada al conocimiento de uno mismo. Por mucho que se conozcan las artes y las ciencias, están no llevan a conocerse a uno mismo. Por otro lado, el cuerpo es otra agravante en la búsqueda de esta reflexión sobre la muerte que ya hemos discutido. 

Por cierto que esto no es un consejo o un análisis que hace Agustín, sino que certeramente un reproche que le hace a Petrarca. Este mismo responderá que es efectivamente un reproche y que necesita reparar en algunos que le ha dado. Petrarca no se siente henchido de conocer las ciencias y de leer muchos libros, sino que siempre se ha considerado pequeño en comparación a los demás. Además, tampoco era un hombre absolutamente dedicado al cuerpo, con excepción de cuando era pequeño y gustaba arreglarse. 

Con este discurso, Agustín le reprocha que aún está pensando en las cosas temporales. En su discurso se han verificado, de acuerdo con Agustín, pecados como la envidia, la ambición y el deseo de los bienes materiales. 

Pero Petrarca le insiste en que no, que de hecho se ha preocupado de la salud de sus amigos, más que envidiarlos. Antes se preocupa de los demás y después de sí mismo. Pero Agustín le dice que está equivocado, que antes debe preocuparse de sí mismo, pues de los amigos solo quiere los elogios, y estos no eternos, siempre se querrán más. 

Ahora bien, el remedio para esto no tiene como fundamento que llegues al extremo de no necesitar nada o poco, como lo hacía Séneca en su estoicismo, que consistía simplemente en beber agua y comer pan. No es la idea de Agustín acabar con la naturaleza de Petrarca, pero sí de frenarla. 

El otro problema de Petrarca es el querer que desaparezcan sus desgracias con bienes temporales, que quisiera ser como los reyes o los gobernadores, pero Agustín le dice que estos tampoco han alcanzado la dicha al tener muchas ocupaciones y por lo tanto, ocuparse de bienes temporales. Le dice Agustín:

Deja ya de esperar imposibles: satisfecho con tu humana suerte, aprende bien a tener y a no tener, a dominar tanto como a subordinarte, que con tu vida de ahora nunca llegarás a sacudirte el yugo de la fortuna

El único modo de ser libre es acercarse al gobierno de la virtud y no de los bienes temporales. 

Agustín le dice, en todo caso, que Petrarca está exento tanto de la ira como de la gula. Aunque Petrarca a veces se enfurece, es capaz de controlarse recordando los consejos de Horacio.

La conversación se centra en la lujuria, identificada como una fuente significativa de distracción y sufrimiento para Petrarca. Agustín le aconseja seguir las enseñanzas de Platón para alejarse de las pasiones corporales y elevar el alma hacia lo divino. Petrarca admite que ha intentado seguir estas enseñanzas, pero ha enfrentado dificultades debido a la barrera del idioma y la ausencia de su maestro.

Agustín anima a Petrarca a seguir pidiendo a Dios con humildad y pureza para vencer estas pasiones, sugiriendo que no ha sido suficientemente sincero en sus súplicas anteriores. Finalmente, se reconoce que las oraciones no siempre han sido efectivas, posiblemente debido a la falta de compromiso total o a la necesidad de una experiencia más profunda para perfeccionar la virtud.

Agustín le recuerda que también debe poner de su parte, siendo consciente de sus debilidades y buscando la ayuda divina para levantarse. Destaca la importancia de evitar las pasiones carnales para alcanzar el conocimiento de Dios, como enseñaba Platón.

Petrarca reconoce la veracidad de estos consejos y menciona una analogía de la "Eneida" de Virgilio, donde el trato con Venus impide ver la ira de las divinidades, sugiriendo que la lujuria bloquea la visión de lo divino. Agustín advierte a Petrarca sobre una enfermedad espiritual llamada "acidia", caracterizada por una profunda tristeza y desesperación. Petrarca admite que esta condición lo afecta gravemente, combinándose con otras desgracias y llevándolo a una profunda miseria.

Agustín insta a Petrarca a no dejarse dominar por esta tristeza y a buscar consuelo en la experiencia de otros. Le aconseja reflexionar sobre su fortuna, considerando que muchos sufren más y recordando que aspirar a posiciones elevadas trae sus propios problemas. Agustín también cita a Séneca, sugiriendo que Petrarca debe estar agradecido por su posición y no dejarse afectar por las opiniones del vulgo. Petrarca reconoce que siempre ha buscado una vida de modestia y tranquilidad, prefiriendo la mediocridad a la agitación de la fortuna elevada.

Es más, le dice Agustín, muchos hombres que tuvieron fortuna y poder tuvieron que verse en la necesidad de estar dependiendo siempre de los demás. Julio César, quien siempre vivió para los demás, no dejó de hacerlo cuando llegó al poder, en efecto, en esos tiempos también trabajaba para quienes lo mataron: el Senado. 

Petrarca, convencido de aquello, le dice que nunca más se considerará desdichado por ser pobre o siervo, pero Agustín le dice que se preocupe mejor por ser sabio. 

Cargas del cuerpo

Se discuten las cargas y las molestias tanto del cuerpo como del espíritu. Petrarca expresa que, aunque su cuerpo es una carga, lo encuentra menos molesto que el de otros. Sin embargo, su ánimo es su mayor fuente de preocupación. Agustín le aconseja que se someta a la razón y que acepte las limitaciones humanas. Petrarca también se queja de la crueldad de la Fortuna y de su difícil vida en una ciudad ruidosa y desordenada, lo cual obstaculiza sus estudios y su tranquilidad.

Agustín le sugiere que busque consuelo en la lectura de obras filosóficas y poéticas que le proporcionen herramientas para controlar sus pasiones y encontrar paz mental. Recomienda que subraye y memorice las sentencias beneficiosas que encuentre en sus lecturas, para que estas le sirvan de guía en momentos difíciles.

Finalmente, Petrarca admite que, aunque encuentra consuelo temporal en las lecturas, su efecto se desvanece cuando deja de leer. Agustín le anima a seguir buscando remedios para sus aflicciones y a aplicar lo aprendido en su vida diaria. La conversación concluye con la promesa de continuar en una próxima sesión.


LIBRO TERCERO

Amor

Agustín aconseja a Francesco a escuchar sus palabras con docilidad y a abandonar su disposición rebelde. Francesco acepta y reconoce sentirse más libre gracias a los consejos de Agustín, aunque admite que aún lo atan dos cadenas: el amor y la gloria. Agustín le advierte que estas cadenas son peligrosas y que debe liberarse de ellas para alcanzar la verdadera libertad.

Francesco se muestra incrédulo y defiende sus sentimientos, argumentando que su amor no es torpe, sino una admiración por la virtud y la belleza divina de una mujer. Agustín insiste en que cualquier amor, por más precioso que parezca, puede ser torpe si se ama incorrectamente. Agustín convence a Francesco de que su amor terrenal, aunque parece noble y virtuoso, es en realidad una cadena que lo mantiene atado y le impide alcanzar la verdadera libertad espiritual. Utiliza la metáfora de las "cadenas de diamante" para describir cómo el amor y la gloria, aunque valiosos en apariencia, esclavizan a Francesco y no le permiten pensar claramente sobre la vida y la muerte. 

Además, Agustín reflexiona sobre la naturaleza temporal del amor terrenal y la inevitable fragilidad del cuerpo humano, sugiriendo que amar algo tan perecedero es una fuente de sufrimiento inevitable. A través de referencias a ejemplos clásicos y filosóficos, argumenta que aferrarse a opiniones erróneas debido a su antigüedad es insensato, y concluye que someter el ánimo a bienes mortales es una gran locura, ya que estos torturan el alma con continuos agobios. De esta manera, Agustín lleva a Francesco a la realización de que su amor terrenal, aunque aparentemente virtuoso, lo aleja de la verdadera libertad y felicidad espiritual.

Agustín le recuerda a Francesco que todos los bienes mortales, incluidos el amor y la gloria, son efímeros y pueden traer sufrimiento. Francesco, aunque admite la posibilidad de la muerte de su amada, se aferra a su amor y defiende su postura, mostrando una resistencia a los intentos de Agustín por cambiar su perspectiva.

Argumenta que la belleza física es el nivel más bajo de la belleza y que el verdadero amor debería dirigirse al Creador, no a las criaturas. Agustín sostiene que el amor de Francesco ha causado grandes miserias y ha obstaculizado su progreso espiritual y moral. Le advierte que este amor lo ha apartado de Dios y lo ha precipitado en un "espléndido abismo" al priorizar lo mundano sobre lo divino.

Siguiendo en el mismo tenor, Agustín le menciona una cita de Cicerón:

''No hay amor que no ceda en poco tiempo a otro nuevo venido a suceder''

Agustín sugiere que al dejar esta pasión singular, Francesco corre el riesgo de convertirse en un mujeriego inconstante y caprichoso, atrapado en múltiples y menos nobles pasiones. Agustín indica que si es inevitable sufrir por amor, al menos es preferible sufrir por una "enfermedad noble" como su amor exclusivo, en lugar de muchas pasiones vulgares. Sin embargo, Petrarca dice que nunca haría tal cosa como desperdiciar al amor que ama por otro amor. 

Gloria

Según San Agustín, la gloria se presenta en dos facetas contrastantes: la terrenal, vinculada a la fama y el reconocimiento humano por acciones mundanas, que él critica por su naturaleza efímera y propensa a la vanidad; y la espiritual, que radica en la aprobación divina y la búsqueda de la vida eterna. Agustín advierte sobre los peligros de perseguir la gloria terrenal en detrimento de los valores espirituales más profundos, señalando que la verdadera gloria debe ser buscada en la virtud y la preparación espiritual para enfrentar la muerte y alcanzar la eternidad junto a Dios, más allá de la admiración o reconocimiento humanos.

Agustín sugiere que su interlocutor dedica mucho tiempo y esfuerzo en estudios y actividades que buscan el reconocimiento y la aceptación del pueblo, incluso sacrificando su integridad y principios. Le insta a reconsiderar su enfoque, sugiriendo que debería centrarse en aplicar lo aprendido en obras concretas y útiles, en lugar de perderse en especulaciones intelectuales sin fin.

No obstante, Petrarca le dice que la gloria humana está bien para el mundo terrenal porque la verdadera gloria se alcanza una vez alcanzando la eternidad. Naturalmente, Agustín le reprocha es el modo de pensar diciendo que antes de la gloria, de lo que se debería preocupar Petrarca es la virtud. De hecho, la gloria es la compañera de la virtud, siendo esta última la superior. Por lo tanto, el camino de la virtud siempre es el más importante. 


Conclusión

"Mi Secreto", de Francesco Petrarca, es un viaje introspectivo al alma del poeta, plasmado en un diálogo con San Agustín. Petrarca explora sus conflictos internos entre el amor, la gloria y la espiritualidad, buscando la paz interior y la redención. Esta obra maestra atemporal invita a la reflexión sobre la condición humana, nuestros demonios internos y la búsqueda del significado de la vida. Del mismo modo, Este texto nos hace conocer más la vida del filósofo.

jueves, 4 de julio de 2024

Francesco Petrarca - Vida y obra (1304-1374)

Considerado uno de los principales exponentes del Renacimiento, Francesco Petrarca, conocido comúnmente como Petrarca, fue un poeta y humanista italiano del siglo XIV. Nacido en 1304 en Arezzo, Italia, Petrarca es célebre por su poesía lírica, especialmente por sus "Rimas", que revolucionaron la tradición poética medieval al introducir temas amorosos idealizados y una forma métrica innovadora. Además de su contribución a la literatura, Petrarca también es reconocido por su ferviente interés en la antigüedad clásica y por ser uno de los pioneros del humanismo, un movimiento intelectual que promovió el estudio de los clásicos grecolatinos y el desarrollo de las capacidades humanas. Su obra y pensamiento influyeron profundamente en el Renacimiento italiano y europeo, marcando un punto de inflexión hacia la valoración de la cultura clásica y el individualismo humanista.


VIDA Y OBRA

Infancia

Francesco Petrarca nació el 20 de julio del año 1304 en Arezzo. Su padre fue Pietro di Parenzo di Garzo quien era comerciante y además trabajaba para el Estado. Su madre fue Eletta Canigiani y se casaron alrededor de 1302. Su abuelo fue Garzo dell'Incisa, conocido por ser poeta y notario. Se dice que murió a los 104 años.

En el año de su nacimiento, su padre había sido acusado falsamente de asuntos legales en su ausencia. Tuvo que elegir entre pagar 1000 liras o que le cortaran la mano derecha. Pietro se negó a pagar la multa, pero luego le confiscaron todos sus bienes, sin que le cortaran la mano. Participó en el partido de los güelfos blancos, quienes defendía la autoridad del papa sobre la del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico donde también se encontraría el poeta Dante.

Sin embargo, los güelfos blancos serían exiliados por el partido opositor, es decir, los güelfos negros. Pietro partiría con su familia a Arezzo, no obstante, no les dieron la bienvenida y tampoco los aceptaron. Finalmente tuvieron que ir a Incisa, Florencia, donde se quedaron con unos parientes. 

En este viaje que acabamos de describir, Francesco iba transportado en un portabebés por un sirviente. El sirviente, que iba cruzando un río con un caballo, resbaló junto con el animal y Francesco caería en las aguas del río. Afortunadamente, el sirviente pudo sacarlo del agua salvándolo de ahogarse. 

En el año 1307 nacería su hermano Gherardo Petracco y luego tuvieron una hija llamada Selvaggia. Luego, la familia viajaría a Pias el año 1310, luego Pietro conseguiría un empleo en Aviñón, pero su esposa y sus hijos se mudarían a Carpentras en el año 1312 donde vivieron los siguientes cuatro años. 

Estudios

En la época en que Pietro trabajaba en Aviñón en la profesión de abogado, en el año 1316 envía a sus hijos a estudiar Derecho en la Universidad de Montpellier y luego en la Universidad de Bolonia en el año 1320 con su amigo de toda la vida, Guido Sette. De hecho, ambos habían nacido en el mismo año y se conocieron el año 1311. Ambos estudiaron gramática en Carpentras y derecho en las universidades de Montpellier y Bolonia. 

Ciertamente, para Petrarca, el estudio del derecho no lo había estimulado demasiado, los consideró años perdidos, pues él quería estudiar literatura latina. Su padre no vio con buenos ojos que Petrarca ignorara las ciencias del derecho, y en un determinado día, arrojó sus libros de literatura al fuego, algo que más tarde lamentó. Además, su padre luego le señaló que sus tutores, por medio de artificios legales le habían robado una pequeña parte de la herencia. Se podría pensar que esto haría que Petrarca considerara el estudio del derecho, pero no fue así. 

Dijo:

''No podía soportar convertir mi mente en mercancía''


Para Petrarca, el sistema legal es el arte de vender justicia.


Trabajo como escritor

En el año 1326, el padre de Petrarca muere poco después de que Francesco regresara a Provenza a estudiar derecho civil en la Universidad de Bolonia. Esto hizo que Petrarca abandonara los estudios de derecho y se dedicara por completo a los estudios clásicos que le agradaban más. Sin embargo, necesitaba financiamiento para sus estudios, y los encontró con el arzobispo de Lombez Giaccomo Colonna, y luego por su hermano Giovanni.

Después de la muerte de su padre, Petrarca y su hermano Gherardo volvieron a Aviñón y Petrarca se dedicaría a la vida eclesiástica. 

En la misma Aviñón conocería al monje Dionigi di Borgo San Sepolcro en el año 1333 donde además fue su confesor.

En esa parte de su vida, Petrarca fue un prolífico escritor. Su primer gran obra fue África, que sería un poema épico escrito en latín, que cuenta la historia de la Segunda Guerra Púnica, en el que el general Aníbal había invadido Italia, quien finalmente fue detenido por Escipión el Africano. Fue escrito en el año 1337 en el Valle Vaucluse después de su primera visita a Roma. Por otro lado, ese también fue el mismo año en que su hijo Giovanni había nacido, aunque en un principio no sería reconocido además de Francesca, nacida en el año 1343 quien tampoco sería reconocida inmediatamente, solo tiempo después se reconocería a los dos. 

Experiencia en el Monte Ventoux

Un año antes, el 26 de abril de 1336, subió a la cima del Monte Ventoux junto con su hermano. Este viaje fue descrito en la correspondencia que mantuvo con el monje Dionigi, quien además le había regalado ''La Confesiones'' de san Agustín de Hipona, obra que lo inspiraría a escribir diálogos que veremos en lo posterior. Cuando Petrarca llega a la cima del monte, abre su libro y vio la siguiente frase:

''Y los hombres andan maravillándose de las alturas de las montañas, de las poderosas olas del mar, de la amplitud de los ríos, del circuito del océano y de la revolución de las estrellas, pero a sí mismos no se consideran''

En aquel momento Petrarca dijo:

''Cerré el libro, enfadado conmigo mismo por seguir admirando las cosas terrenales, cuando hace mucho tiempo podría haber aprendido incluso de los filósofos paganos que no hay nada maravilloso excepto el alma, que, cuando es grande en sí misma, no encuentra nada grande fuera de sí misma. Entonces, en verdad, me sentí satisfecho de haber visto suficiente de la montaña; volví mi mirada interior hacia mí mismo, y desde ese momento no salió ni una sola sílaba de mis labios hasta que llegamos de nuevo al fondo''

La influencia del monje en cuanto a las lecturas fue de enorme importancia para Petrarca. 

En el año 1342, Petrarca sería nombrado oficialmente como poeta laureado a petición del Senado. Es por eso que a Petrarca se le observa en muchas obras de arte con la corona de laurel, que solamente se les da a las personas distinguidas por algún desempeño en cierta arte. Otros poetas recibirían este oficio como por ejemplo, Dante Alighieri. 

En el otoño de 1342, mientras Petrarca se encontraba en Aviñón, conoció al futuro tribuno Cola di Rienzo (que llegó a Provenza como embajador del régimen democrático establecido en Roma), con quien compartió la necesidad de restaurar en Roma el antiguo estatus de grandeza política que, como capital de la antigua Roma y sede del papado, le correspondía legítimamente. En 1346 Petrarca fue nombrado canónigo del Capítulo de la Catedral de Parma , mientras que en 1348 fue nombrado archidiácono. La caída política de Cola en 1347, favorecida especialmente por la familia Colonna, fue el impulso decisivo de Petrarca para abandonar a sus antiguos protectores: de hecho, fue en ese año cuando abandonó oficialmente el séquito del cardenal Giovanni.

Entre 1342 y 1353, Petrarca habría escrito su obra De secreto conflictu curarum mearum que consiste en un diálogo ficticio entre él y san Agustín de Hipona. 

Encuentro con Boccacio 

Bocaccio era uno de las figuras más importantes del momento, ya había escrito Filóstrato, pero en 1340 tuvo que regresar a Florencia debido a los problemas económicos que tenía la banca de los Bardi. 

En octubre de 1350, Boccaccio tuvo la misión de saludar y dar la bienvenida a Petrarca cuando entró en Florencia. Desde ese momento, entre los intelectuales se formó una amistad inseparable, de hecho, Boccaccio llamaba a Petrarca su ''magíster''. Se reunieron nuevamente en Padua en 1351, cuando Boccaccio intentó sin éxito persuadir a Petrarca para que aceptara una cátedra en Florencia. 

Entre los años 1351 y 1353, Petrarca vivió con su viejo amigo Guido Cette, pero fue en ese mismo año en que sería última vez que se verían. Petrarca viajaría a Provenza. 

Las discusiones con Petrarca influenciaron las ideas poéticas de Boccaccio y posiblemente influyeron en su estilo hacia una forma más ascética y acorde con el ethos del siglo XIV.

En 1359, tras reunirse con el papa Inocencio VI y continuar su relación con Petrarca, se especula que Boccaccio pudo haber tomado algún tipo de compromiso religioso, aunque no hay evidencia sólida de esto. Existe una historia no confirmada de que en 1362, Boccaccio repudió sus obras anteriores, incluyendo "El Decamerón", considerándolas profanas.

Viaje a Venecia

Vivió en una pequeña casa en Fontaine-de-Vaucluse, al este de Aviñón. Su hermano Giovanni moriría de peste el año 1361, mismo año en que Petrarca sería nombrado canónigo en Monselice, cerca de Padua. 

Su hija Francesca se casaría con Francescuolo da Brossano en el mismo año. Junto con Petrarca y una hija de Francesca llamada Eletta (como la madre de Petrarca) partieron a Venecia con el propósito de huir de la propagación de la Peste Negra. Su hermana daría a luz a otro niño llamado Francesco el año 1366, pero murió antes de cumplir 2 años. La familia de Francesca viviría con Petrarca cinco años aproximadamente, aunque eso no impidió que Petrarca viajara a otras ciudades. 

La creación del Cancionero

Una de las grandes obras de Petrarca fue su Cancionero que fue compuesta en el año 1370. En realidad esta obra se llamó Rerum Vulgarium Fragmenta que significa Fragmentos de Cosas Comunes. En este sentido, la palabra ''vulgar'' quiere decir que fue escrito en una lengua vernácula, esto es, la lengua del mismo lugar donde se vive. En este caso, la lengua vernácula fue el toscano el cual consideró mucho más adecuado que el italiano. 

Su tema central es el amor del poeta por Laura, una mujer que Petrarca supuestamente conoció el 6 de abril de 1327 en la iglesia de Sainte Claire en Aviñón.


Muerte

En el año 1368, Petrarca se mudó junto a Francesca y su familia a la tranquila ciudad de Arquà, situada en las colinas Euganeas cerca de Padua. En este lugar, pasó el resto de sus días a la contemplación religiosa. Falleció en su casa de Arquà el 18 o 19 de julio de 1374.

En su testamento fechado el 4 de abril de 1370, Petrarca asignó 50 florines a Boccaccio para adquirir una bata de invierno. También dejó varios legados a su hermano y amigos, incluyendo un caballo, una copa de plata, un laúd y una Madonna (un cuadro artístico relativo a la imagen de la Vírgen María con el niño Jesús). Su casa en Vaucluse fue legada a su cuidador, y parte de su patrimonio fue destinado a su alma y a los pobres. La mayor parte de sus bienes fueron heredados por su yerno, Francescuolo da Brossano, con la condición de que este entregara la mitad a la persona que Petrarca deseaba, presumiblemente su hija Francesca, esposa de Brossano.

El testamento omitió mencionar tanto la propiedad en Arquà como su biblioteca. Los valiosos manuscritos de la biblioteca de Petrarca, que habían sido prometidos a Venecia a cambio del Palazzo Molina, probablemente no se llevaron a cabo debido a su mudanza a Padua en 1368, una ciudad rival de Venecia. La biblioteca fue confiscada por los señores de Padua, y sus libros y manuscritos se dispersaron ampliamente por toda Europa. A pesar de esto, la Biblioteca Marciana ha reclamado tradicionalmente este legado como su fundación, aunque fue establecida por el cardenal Bessarion en 1468.

Actualmente, su residencia alberga una exhibición permanente de obras y curiosidades relacionadas con Petrarca. Entre ellas destaca la famosa tumba de un gato embalsamado, que durante mucho tiempo se creyó que pertenecía a Petrarca, aunque no existen pruebas concretas de que el poeta realmente poseyera un gato.


Pensamiento

Corrupción e impiedad

El pensamiento de Petrarca deriva de estas dos fuentes propias de su tiempo: la corrupción y la impiedad. 

De acuerdo con el filósofo, lo que provocaba esto sería, por un lado, la perversión del naturalismo difundido por el pensamiento árabe, en concreto, por la figura de Averroes. Por otro lado, el predominio indiscriminado de la dialéctica y de la lógica. 

Estos dos eran los males que Petrarca señalaba como los males de la corrupción e impiedad, pero para estos males existían dos antídotos:

  1. El conocimiento de la propia alma
  2. La elocuencia, la humanae litterae ciceroniana

En consecuencia, como podemos dilucidar, la verdadera sabiduría está en conocerse a uno mismo y el camino para aquello son las artes liberales. 

Todo esto se puede ver ilustrado en las epístolas de Petrarca cuando describe su ascenso al Monte Ventoso que ya describíamos anteriormente. Ahí, Petrarca apunta que la verdadera sabiduría consiste en conocerse a sí mismo. 

El método indicado son las artes liberales, pues el sentido de la vida no se revela por un cúmulo de conocimientos dialécticos, que de acuerdo a la escolástica serían fines en sí mismos. La artes liberales, más que un fin, serían el medio que Petrarca prefiere para encontrar sentido a la vida. 


Influencia

Petrarquismo

El petrarquismo es un movimiento literario que toma su nombre del de Petrarca. El movimiento tuvo su auge durante el Renacimiento y se caracteriza principalmente por la imitación del estilo y los temas de Petrarca, especialmente los que se encuentran en su obra más conocida, el "Canzoniere" (también llamado "Rime Sparse" o "Cancionero").

Una de sus características es el Amor Idealizado. El petrarquismo se centra en la idealización del amor, donde la amada es vista como un ser perfecto, casi divino. Este amor, sin embargo, a menudo es inalcanzable y causa tanto gozo como sufrimiento al poeta. El lenguaje utilizado en la poesía petrarquista es altamente metafórico y adornado. Se usan con frecuencia metáforas, símiles, y otras figuras retóricas para describir la belleza y las virtudes de la amada.

Muchas de las obras petrarquistas tratan del amor no correspondido, lo que provoca un sentimiento de melancolía y desesperación en el poeta. En la poesía petrarquista, el amor es visto como una fuente de felicidad y dolor al mismo tiempo. Esta dualidad de sentimientos es una característica clave del movimiento.

El soneto se convierte en la forma poética predominante del petrarquismo. Petrarca perfeccionó el soneto italiano, que consiste en catorce versos endecasílabos divididos en dos cuartetos y dos tercetos.

El petrarquismo tuvo una influencia enorme en la literatura europea, especialmente durante el Renacimiento y el Barroco. A continuación, se presentan algunos de los escritores y poetas que fueron influidos por este movimiento:

Italia

  • Ludovico Ariosto: Aunque conocido principalmente por su obra épica "Orlando Furioso", Ariosto también escribió poesía lírica influenciada por Petrarca.
  • Torquato Tasso: Su poesía lírica, incluyendo su famosa obra "Gerusalemme Liberata", muestra claras influencias del estilo petrarquista.

España

  • Garcilaso de la Vega: Uno de los principales exponentes del petrarquismo en España. Sus sonetos y églogas reflejan la influencia de Petrarca en su tratamiento del amor y la naturaleza.
  • Juan Boscán: Amigo y contemporáneo de Garcilaso, Boscán fue uno de los primeros en introducir la métrica italiana en la poesía española.
  • Lope de Vega: Aunque conocido principalmente por su teatro, Lope también escribió poesía petrarquista.

Inglaterra

  • Sir Thomas Wyatt: Fue uno de los primeros poetas en introducir el soneto italiano en Inglaterra, y sus obras muestran una clara influencia de Petrarca.
  • Henry Howard, Conde de Surrey: Junto con Wyatt, Surrey ayudó a adaptar el soneto petrarquista al inglés, lo que sentó las bases para los poetas posteriores.
  • William Shakespeare: Aunque Shakespeare es conocido por su originalidad, muchos de sus sonetos tienen una clara influencia petrarquista en su tratamiento del amor y la belleza.

Francia

  • Pierre de Ronsard: Principal figura de la "Pléyade", un grupo de poetas que promovió la renovación de la poesía francesa mediante la imitación de los clásicos, incluido Petrarca.
  • Joachim du Bellay: También miembro de la "Pléyade", Du Bellay escribió sonetos que muestran una clara influencia de Petrarca.

Además, también pudo influenciar a poetas modernos:

Elizabeth Barrett Browning: En su colección "Sonnets from the Portuguese", muestra claras influencias petrarquistas en su tratamiento del amor.

Edna St. Vincent Millay: Su uso del soneto y su enfoque en el amor y la pérdida reflejan la tradición petrarquista.

Pablo Neruda: Aunque su estilo es más libre, Neruda también explora la dualidad del amor y el sufrimiento de manera que resuena con el petrarquismo.

El petrarquismo también influyó en las corrientes literarias del conceptismo y culteranismo en España. Poetas como Luis de Góngora y Francisco de Quevedo, aunque con estilos muy diferentes, incorporaron elementos petrarquistas en sus obras. Góngora, con su estilo barroco y culteranista, adoptó la complejidad y la riqueza metafórica del petrarquismo. Por otro lado, Quevedo, con su enfoque conceptista, utilizó las ideas de amor y desdicha en sus poemas, aunque a menudo con un tono más crítico y satírico.

Conclusión

Sin duda que la vida de Francesco Petrarca estuvo marcada por su amor por la literatura clásica y su búsqueda constante de conocimiento, sentó las bases para la transición de la Edad Media a la modernidad. Petrarca es ampliamente reconocido por su obra literaria, especialmente por su "Canzoniere", una colección de poemas dedicados a su amada Laura, que reflejan tanto el amor platónico como la profundidad emocional de sus experiencias personales.

Su habilidad para combinar una profunda introspección personal con un dominio del lenguaje y las formas poéticas clásicas lo distingue como uno de los grandes poetas líricos de la historia. Además de su poesía, Petrarca fue un prolífico autor de cartas, ensayos y tratados, contribuyendo significativamente al renacimiento del estudio de la literatura y la filosofía de la antigüedad clásica.

miércoles, 3 de julio de 2024

Abentofail - El Filósofo Autodidacta (1150)


Obra maestra del pensamiento árabe medieval, escrita por Abentofail, emerge como un faro luminoso en el vasto océano de la literatura filosófica. Esta novela, considerada la primera de su tipo en el mundo árabe y una de las primeras en la historia mundial, nos sumerge en un viaje fascinante a través de los misterios del conocimiento, la naturaleza humana y el universo. A través del relato de Hayy ibn Yaqẓān, un hombre que creció aislado en una remota isla ecuatorial, Abentofail nos invita a explorar las profundidades de la mente humana y los secretos del cosmos. En esta obra, se entrelazan magistralmente elementos filosóficos, científicos y religiosos, desafiando las convenciones sociales y religiosas de su tiempo. "El Filósofo Autodidacta" no solo es una obra literaria de gran valor estético, sino también un testimonio del ingenio y la profundidad del pensamiento de su autor. A través de sus páginas, somos transportados a un mundo de maravilla y sabiduría, donde las fronteras entre la ciencia, la filosofía y la espiritualidad se desvanecen, dejando al descubierto la esencia misma de la existencia humana.


EL FILÓSOFO AUTODIDACTA

La isla y sus características

Nuestro libro comienza con el relato de una isla que se ubica en la línea ecuatorial donde los hombres provienen por la generación espontánea, es decir, aquella generación de un ser que se da a partir de una estructura inorgánica. En palabras del mismo autor; provienen sin la ayuda de los padres. 

La isla disfruta del ambiente más perfecto que pueda existir en el mundo, ya que recibe su luz del punto más alto de los cielos. Sin embrago, esta es una opinión contraria a los filósofos y doctores del tiempo, pues es el cuarto clima el que tiene la temperatura más estable de la tierra, que sería el clima templado. 

Esto lo dicen porque en la línea ecuatorial no habría un clima templado en absoluto, de acuerdo a las características propias de la línea ecuatorial: son muy calurosos. Sin embargo, el autor nos dice que esta información es equivocada. 

Según estas ciencias, el calor solo puede ser producido por movimiento, contacto con cuerpos calientes o por la luz. Además, sostiene que el sol en sí mismo no tiene calor propio ni cualidades inherentes a los cuerpos mixtos. También se menciona la importancia de la superficie de los cuerpos en la recepción de luz, afirmando que los cuerpos pulidos no transparentes son los que mejor la reciben, seguidos por los opacos no pulidos, mientras que los cuerpos transparentes sin opacidad no la reciben de ninguna manera. Destaca que esta idea fue demostrada por Avicena (Abu Ali) y que no fue mencionada por sus predecesores, lo que implica un avance en el conocimiento científico.

Aspecto

Opinión de los Filósofos

Argumentos de Abentofail

Temperatura más templada del mundo

Los países del cuarto clima

Si creen que no hay condiciones templadas bajo la línea ecuatorial debido a dificultades del suelo, podrían tener razón. Si simplemente afirman que los países ecuatoriales son muy calurosos, están equivocados.

Causas del calor

Luz solar directa

El calor puede ser producido por movimiento, contacto con cuerpos calientes o por la luz. El sol no tiene calor propio ni cualidades inherentes a los cuerpos mixtos. La recepción de la luz depende de la superficie de los cuerpos.

Recepción de luz solar

No mencionado

Los cuerpos pulidos no transparentes son los que mejor reciben la luz, seguidos por los opacos no pulidos. Los cuerpos transparentes sin opacidad no reciben la luz de ninguna manera. Esta idea fue demostrada por Avicena y no fue mencionada por los predecesores.


Tipo de Cuerpo

Características

Recepción de Luz

Pulidos no transparentes

Superficie lisa y brillante, pero no transparente

Reciben la luz de manera óptima

Opacos no pulidos

No tienen superficie lisa ni brillante, pero tampoco son transparentes

Reciben la luz, pero en menor medida que los pulidos no transparentes

Transparentes sin opacidad

Superficie transparente sin ninguna opacidad

No reciben la luz de ninguna manera

Abentofail argumenta que el sol no calienta la tierra de la misma manera que otros cuerpos cálidos calientan objetos en contacto directo. Afirma que el sol, por su esencia, no tiene calor propio, lo que sugiere que la fuente de calor que percibimos no es directamente del sol.

Descarta la idea de que el movimiento de la tierra pueda ser la causa de su calentamiento, argumentando que la tierra está inmóvil y en el mismo estado durante la salida y la puesta del sol. Además, señala que los sentidos perciben diferentes estados de calefacción y enfriamiento durante estas fases, lo que contradice la idea de que el movimiento terrestre sea la causa del calor.

El autor refuta la noción de que el sol calienta primero la atmósfera y luego esta transfiere el calor a la tierra. Argumenta que si esto fuera cierto, las capas atmosféricas más cercanas a la tierra deberían estar más calientes que las superiores, lo cual no es consistente con las observaciones.

Concluye que la única forma en que el sol calienta la tierra es a través de la luz. Sostiene que el calor siempre sigue a la luz, incluso al punto de que la luz concentrada en espejos puede encender objetos colocados frente a ella.

El punto donde el sol está en el cenit experimenta el calor más intenso, mientras que los lugares donde el sol se aleja del cenit experimentan frío intenso. Sin embargo, en la línea ecuatorial, donde el sol solo está en el cenit dos veces al año, el clima es uniforme debido a que el sol está alternativamente al norte y al sur durante seis meses cada uno.

Aunque esto podría ser más extenso, dice Abentofail, es mejor avanzar en el relato pues no es el propósito indagar más allá en aquellas cuestiones. 


La historia de Hayy ibn Yaqzan

Concepción con padre y madre (negación a la generación espontánea)

Algunos creen que Hayy ibn Yaqzan nació en la isla, mientras que otros lo niegan y dicen que fue hijo de una princesa. Dicha princesa, para evitar el deshonor, lo arrojó al mar y este terminó en una isla. La princesa vivía en una isla grande, mucho más rica y poblada, en la cual gobernaba un rey sumamente altanero, quien rechazaba todos los pretendientes de su hija por no estar a la altura. En secreto, la princesa encontró a un joven llamado Yaqzan con el que tuvo un hijo. para evitar la deshonra, en la noche, la princesa se acercó a la orilla del mar junto con sus personas de confianza y le dijo a su hijo:

''¡Oh, Dios! Tú eres quien ha creado este niño, que no era nada ; Tú lo has alimentado en lo profundo de mis entrañas y Tú te has cuidado de él hasta que ha estado acabado y perfecto. Temerosa de este rey violento, orgulloso y terco, yo lo confío a tu bondad, y espero que le concederás tu favor. Está a su lado y no lo abandones, ¡oh, el más piadoso de los piadosos!''. 


Acto seguido, arrojó la caja que contenía a su hijo al mar, una ola lo arrastró y se lo llevó durante la noche. Así, Yaqzan llegaría a la isla en la que actualmente vive. 

Cuando la caja llega a la isla, esta llega a una parte de espesa maleza de suelo agradable, resguardado contra los vientos y la lluvia, a cubierto del sol, cuyos rayos no podían penetrar allí, mientras que subía ni mientras que bajaba.

La marea subió hasta que las arenas se alzaron, formando una barrera que protegía del agua el lugar donde se encontraba la caja con el niño. Allí, la caja y su frágil ocupante quedaron resguardados de las olas y el viento.

El llanto del niño, cargado de desesperación y hambre, resonó en la tranquilidad del bosquecillo. Pero en los oídos de una gacela, que vagaba entre los árboles en busca de su cría perdida, aquel llanto sonaba a llamado desesperado. Siguiendo el sonido, la gacela llegó hasta la caja, donde el niño yacía, atrapado en su propio destino.

Con sus delicadas pezuñas, la gacela intentó abrir la caja, mientras el niño, con esfuerzo y determinación, empujaba desde adentro. Entre el esfuerzo conjunto, una tabla de la caja saltó, liberando al niño de su prisión. La gacela, conmovida por la angustia del niño, ofreció su leche como consuelo y sustento.

Así, en aquel remoto rincón de la isla, la gacela se convirtió en madre de aquel niño desamparado. Lo protegió, lo cuidó y lo crió, apartándolo de todos los peligros que acechaban en la naturaleza salvaje. Y en ese acto de amor y compasión, comenzó la historia de Hayy, un niño cuyo origen desafiaba las leyes de la naturaleza, pero cuyo destino estaba marcado por la búsqueda incansable de la verdad y la perfección.

Concepción sin padre o madre (generación espontánea)

Los que apoyaban la tesis de la generación espontánea decían que en el centro de esta isla existía una arcilla o tierra que había fermentado en el transcurso de los años, de manera que el calor y el frío, la humedad y la sequedad se habían mezclado en ellas por partes iguales y con perfecto equilibrio de fuerzas. La fermentación era muy grande y la parte central de aquella tierra era el compuesto más perfecto y más parecido con el compuesto humano. Al agitarse se produjeron burbujas como cuando el agua hierve, y en el centro de ella, una burbuja pequeña apareció dividida en dos partes por una membrana delgada, llena de un cuerpo sutil, aéreo, constituido exactamente según las convenientes proporciones.

A este cuerpo se unió el espíritu de Dios con una unión tan perfecta, que ni los sentidos podrían concebirla. 

Ahora, Abentofail establece una analogía entre el espíritu divino y la luz del sol, ambos siendo emanaciones que se extienden sobre el mundo de manera constante. Para eso, nos señala la relación que existe entre los cuerpos y la luz:

  • Cuerpos que no reflejan la luz del sol, como el aire muy transparente.
  • Cuerpos que la reflejan parcialmente, como los opacos no pulimentados.
  • Cuerpos que la reflejan en su totalidad, como los pulimentados, como los espejos.

De la misma forma, el alma humana refleja el espíritu divino. 

  • Algunas personas no muestran los vestigios del espíritu divino debido a su falta de aptitud, comparadas con los minerales que no tienen vida.
  • Otros muestran los vestigios del espíritu divino de diversas maneras, similar a las distintas clases de plantas.
  • Algunos muestran el espíritu divino completamente, como las diversas especies de animales.


En efecto, tal como la tercera, existen almas de animales que reflejan el espíritu divino de manera completa. Abentofail se refiere, en este caso, a los hombres. De hecho, puede llegar a un punto tal que se deshace de todas las imágenes y cosas corporales. Estos hombres tienen la capacidad de ser, según Abentofail:


''el espejo cóncavo que incendia todos los demás objetos''


A los hombres que Abentofail se refiere son los profetas.

Luego de describir este tipo de seres humanos, nos viene a hablar del espíritu. Cuando el espíritu fue fijado en aquel lugar todas las potencias se le sometieron y se iniciaron completamente ante él por orden de Dios. 

En frente del receptáculo se forma otra burbuja dividida en tres compartimentos por una membrana fina, y estos compartimentos están comunicados entre sí por aberturas. Se describe que están llenos de un cuerpo aeriforme similar al que ocupa el primer recinto, pero más tenue.

Cada departamento es interdependiente el uno del otro, además de tener una jerarquía entre ellos desde su nacimiento en la arcilla. 

Formación del cuerpo

Posterior a la formación biológica de los tres departamentos, se comienzan a formar las órganos internos

Formación del Primer Órgano (Corazón): cuando el primer de los tres departamentos, una vez unido con el espíritu y desarrollado su calor, toma la forma cónica del fuego. Este proceso resultó en la formación del corazón, que está rodeado por una carne densa y protegido por una envoltura membranácea. El calor es el elemento clave de este primer órgano.

Funciones del Corazón, Cerebro y Hígado:  el segundo órgano se encargó de esta estructuras. El cerebro se encarga de la percepción, mientras que el hígado se encarga de la alimentación y el sustento del cuerpo. Son absolutamente dependientes del calor que les da el corazón.

Red de Arterias y Venas: luego, se hizo necesaria la formación de una red de arterias y venas entre los órganos para transportar el calor y las fuerzas necesarias para su funcionamiento. Estas arterias y venas se forman como caminos para satisfacer las necesidades de los órganos según lo requiera.

La formación del embrión en la matriz hasta la creación completa del organismo y sus miembros se explica por medio de la hipótesis de la arcilla grande y fermentada, que se utiliza como analogía para explicar la formación del feto y su posterior nacimiento.

Una vez que el feto está completamente formado, las membranas que lo protegen se separan y el niño nace. 

Inmediatamente después al nacimiento, el niño grita y llora por la falta de alimento. En ese momento, una gacela que había perdido a su cría, va en ayuda del pequeño

Etapa de Formación

Descripción

Formación del Primer Órgano (Corazón)

- El primer departamento se une con el espíritu y desarrolla calor, adquiriendo forma cónica de fuego. Resulta en la formación del corazón, rodeado por una carne densa y protegido por una envoltura membranácea. El calor es el elemento clave.

Funciones del Corazón, Cerebro y Hígado

- El segundo órgano se encarga de estas estructuras. El cerebro se ocupa de la percepción. El hígado se encarga de la alimentación y sustento del cuerpo. Son dependientes del calor provisto por el corazón.

Red de Arterias y Venas

- Se forma una red de arterias y venas entre los órganos para transportar calor y fuerzas necesarias. Actúan como caminos para satisfacer las necesidades de los órganos.

Formación del Embrión en la Matriz

- La hipótesis de la arcilla grande y fermentada se utiliza como analogía. Explica la formación del feto y su nacimiento.

Nacimiento del Niño

- Una vez que el feto está completamente formado, las membranas protectoras se separan y el niño nace.


Crianza

En este punto, tanto aquellos que creen en su nacimiento vía generación espontánea como que aquellos que no creen en esta vía, concuerdan en que Hayy se crio con una gacela. Ambos eran inseparables, salvo cuando la gacela iba a pacer.

Así se crio Hayy, libre de animales dañinos y tomando leche de la gacela hasta los dos años de edad. El niño la seguía, y ella era buena y complaciente con él. Lo llevaba a los sitios en que había árboles frutales, y le daba a comer los frutos que se caían del árbol, dulces y maduros; si tenían cáscara dura, los partía con sus muelas; cuando él volvía a las ubres, lo amamantaba; cuando quería agua, lo llevaba a abrevar; si el sol le molestaba, lo ponía a la sombra; si tenía frío, lo calentaba; y al llegar la noche, conducíale a su primera guarida y lo cubría con su mismo cuerpo y con plumas que quedaban allí, resto de las que había en la caja en que lo arrojaron al mar. También era acompañado por otras gacelas.

El niño imitaba los sonidos de las gacelas, sus comportamientos, llegó a un punto total que no se hallaban diferencias entre ambos, aunque también imitaba el comportamiento de otros animales; el cantar de los pájaros, por ejemplo. Lo que mejor se aprendía era el grito de auxilio o de rechazo, los cual entendía muy bien. Ninguna de las gacelas le generó aversión ni ellas a él. Sin embargo, cuando se había fijado en su espíritu la representación de todas las cosas, el niño se dio cuenta que era diferente de los demás animales.

Ropas y armas

Por un lado, veía que era absolutamente distinto en cuanto a las características y elementos; por ejemplo, que algunos animales tenían plumas, garras, cuernos, eran rápidos, ágiles, mucho más que él. Se veía inferior con respecto a ellos, pues se sentía desnudo y sin armas. Juzgó a los demás animales como deformes y enfermos. 

El niño comenzó a usar hojas para taparse y usar un palo contra los animales que lo atacasen. Intento hacerse ropajes para protegerse del frío, pero estos siempre se les desprendían. Atacaba a los animales más débiles y resistía a los más fuertes. Todo esto ocurre a los 7 años de edad. 

De todas formas, Hayy comenzó a caer en cuenta que tenía una ventaja en sus manos, pues con estas podía cubrir su vergüenza  y atacar con palos contra los animales. 

Renovaba sus ropajes de forma continua hasta que un día se le ocurrió andar con una cola de animal muerto, pero tenía cierta desconfianza, ya que los animales, en general, rehúyen de aquellos que están muertos. Sin embargo, una vez vio un águila muerta de la cual los animales no se asustaban de ella; acto seguido, Hayy la tomó y con las partes del animal se hizo un vestido para calentarse y para  que los animales no se le acerquen e incluso, les inspire respeto. El único animal que se le acercaba era la gacela que lo había criado de niño. 

Muerte de la gacela

A pesar de los cuidados que Hayy le proporcionaba a la Gacela, esta, por el continuo debilitamiento, muere en manos de Hayy. El niño quedó destrozado ante la muerte de quien lo había criado. Gritó lo más fuerte que pudo para ver si podía reaccionar pero nada ocurrió.  Quiso probar algo para reanimarla. Hayy aprendió que una vez que se tapaba los oídos o cubría sus ojos, estos sentidos no se ejercían hasta que se sacara el obstáculo que impedía dicho ejercicio. De esto, Hayy aprendió que, quizás, la gacela podía volver a la vida si se le sacaba algún obstáculo que la sacara de esa situación.

Lamentablemente, al no ver un órgano que supusiera tal estado, Hayy pensó que tal vez ese órgano se encontraba dentro del animal. Si pudiera alcanzar ese órgano interno podría volver a la vida a la gacela. 

El órgano clave

De todos los cadáveres que Hayy había visto en los animales, había observado que estos tenían ciertos órganos. Observó que los únicos órganos que estaban en concavidad eran el cráneo, el pecho y el vientre, y que el órgano que buscaba debía estar en una de estas.

De pronto, Hayy tuvo la idea de que quizás debería estar entre medios de esos tres lugares, pues sentía que todos los órganos necesitaban de él. En consecuencia, dicho órgano debería encontrarse en el centro. Así, de este modo, también se lo indicaba su pecho. Sintió que podía prescindir de todo los sentidos pero no de su pecho, pues algo había en él que le llamaba la atención. En las ocasiones en que peleaba con animales, se daba cuenta que siempre protegía su pecho de los cuernos de estos.

En ese mismo momento, Hayy pensó que lo que debía hacer era verificar el pecho de la gacela y solucionar el problema, pero luego reflexionó que el procedimiento de hacer esto podría costar aún más caro, podría dejar a la gacela en peores condiciones de las que estaba. Trato de recordar si había algún animal que se encontrara en una situación similar y que luego haya vuelto a su primera condición, pero no recordó ninguno.

Desesperó tanto que al final se decidió a abrir el pecho y encontrar ese elemento que perturbaba la vida de la gacela.

Recogió piedras duras y astillas de caña seca, de modo que hicieran de cuchillos para cortar el cuerpo. Hizo una incisión en las costillas y manipulando los instrumentos pudo llegar hasta la pleura. Hayy notó que los tejidos que cortaba eran sumamente duros y esto acrecentó la idea de que el órgano clave estaba ahí. Luego de un fuerte proceso que acabo con casi todos sus instrumentos, Hayy llegó a la mitad pulmón.

Examinó de manera acuciosa el pulmón tratando de verificar si había algo malo con él. Comprendió que solo tenía la mitad de un órgano y que en consecuencia, no estaba todavía en el centro del cuerpo. Hayy siguió adentrándose en el cuerpo con sus manos hasta que llegó al corazón. Notó que estaba protegido de alguna forma por el pulmón y estaba revestido de una envoltura muy resistente.

Se dijo a sí mísmo:

«Si este órgano tiene por el otro lado una parte igual a la de éste, sin duda ninguna está en el centro y no hay dificultad en que sea el que yo busco, sobre todo considerando la excelencia de su posición, la elegancia de su forma, su gran cohesión, la dureza de su carne y la envoltura que lo protege, distinta de la que tienen los restantes órganos que conozco»

Luego, al examinar el corazón, encontró la otra parte del pulmón y se dio cuenta de que el corazón estaba efectivamente en el centro. Inmediatamente pensó que era éste el órgano que buscaba. Quiso rasgar la envoltura y lo logró, pudo ver sus cavidades y abrir sus membranas.

Miró el corazón y en un breve análisis de que el ser que había en sus compartimientos se había marchado.

Examinando el corazón, Hayy descubrió que tenía dos cavidades, una llena de sangre coagulada y otra vacía.

Se dijo:
''Es preciso que lo que yo busco se encuentre en uno de estos dos compartimentos. En el de la derecha no veo más que sangre cuajada; no hay duda de que la coagulación no se ha verificado hasta que todo el cuerpo ha venido a parar al estado actual''

Continuó:
''Esta sangre debe de ser como todas las demás; noto que se halla en todos los órganos, y no exclusivamente en uno. Ahora bien, lo que busco no es una cosa de esta naturaleza; la que anhelo encontrar es algo que tenga a este miembro como lugar propio suyo y sin la cual no puedo subsistir ni siquiera un instante, y tras la que voy desde el principio. Por lo que toca a la sangre, ¡cuántas veces me han herido los animales en la lucha y he derramado gran cantidad, sin sentir daño alguno, ni perder nada de mis facultades! En este comportamiento, pues, no está lo que yo busco. En cuanto al de la izquierda lo veo absolutamente vacío; pero no puedo creer que sea inútil. Yo he visto que cada órgano tiene su función propia. ¿Cómo ha de ser inútil ese compartimiento, cuya perfección he comprobado? No puedo menos de creer que lo que busco estaba en él, pero que se ha marchado y lo ha dejado vacío; y a consecuencia de esto ha sobrevenido al cuerpo la paralización actual, ha perdido las percepciones y se ha visto privado de los movimientos''

Esto hizo que Hayy sintiera desprecio por el cuerpo y todo lo que se relacione a él, y sintiera admiración por ese ser que lo habitaba.

Acto seguido, Hayy comenzó a preguntarse por ese ser y su estancia en el cuerpo, se preguntó qué cosas podrían haber motivado la salida de ese ser, si esta fue una salida necesaria, forzada o voluntaria.

Entendió también que su madre, la gacela, en gran parte y medida, era ese ser que gobernaba el cuerpo en ese momento. Su madre, que lo amamantó, lo cuidó y que tanto él quería, se reducía a su ser y el control que ejercía sobre ese cuerpo; aquel cuerpo inerte era solamente un instrumento.

Entierro del cuerpo

Hayy notó que el cuerpo de su madre comenzó a descomponerse y a emanar un olor pestilente lo que le hizo tener más repulsión al cuerpo. En ese mismo momento, Hayy vio a dos cuervos luchando y tratando de matarse el uno al otro hasta que uno de ellos lo consiguió. Acto seguido, el pájaro que venció comenzó a cavar un agujero y enterró el cuerpo del vencido.

Hayy dijo:

''¡Qué bien está lo que hace este cuervo enterrando el cadáver de su compañero, aunque realmente haya obrado mal en matarlo! ¡Con cuánta más razón debo yo realizar este acto con mi madre!''
Inmediatamente, Hayy hizo lo mismo que el pájaro enterrando a su madre gacela. Desde ese momento, Hayy toma cariño a las gacelas y no encuentra a nadie de su misma naturaleza humana, en consecuencia, cree que el mundo es efectivamente la isla en que vive. Siguió pensando y reflexionando sobre aquello que gobernaba el cuerpo pero no sabía qué era.

Reflexión sobre la vida

Hayy descubre el fuego

Un día que frotó por casualidad unas cañas, entre el montón que había se produjo fuego. Hayy quedaría pasmado ante el espectáculo del fuego.

Al observar un fenómeno desconocido, quedó asombrado y cautivado por el fuego. Lentamente se acercó y notó su resplandor y capacidad de atraer y consumir todo a su alrededor. Intentó tocarlo, pero se quemó los dedos, por lo que tomó un tizón no consumido y lo llevó a su cueva. Alimentó la hoguera constantemente, disfrutando de su luz y calor, especialmente durante la noche. Admiraba el movimiento vertical del fuego, creyendo que era una sustancia celestial. Experimentó su poder al arrojar objetos en él y ver cómo los consumía, rápida o lentamente, según su combustibilidad.

Para experimentar la energía del fuego, Hayy asó varios animales marinos, despertando su apetito y descubriendo el sabor de la carne, lo que le llevó a convertirse en hábil pescador y cazador. Su afecto por el fuego aumentó, ya que le proporcionaba alimentos buenos. Llegó a sospechar que el calor vital de los animales, como el que había desaparecido del corazón de la gacela, podría ser de la misma naturaleza que el fuego. Esta idea se confirmó al notar que los animales tienen calor en vida y frío tras morir, y que él mismo sentía calor en su pecho. Decidió diseccionar animales vivos para investigar. Al abrir el corazón de un animal, encontró un vapor caliente que casi le quema el dedo, y el animal murió instantáneamente. Concluyó que este vapor caliente era lo que daba vida a los animales, y que su ausencia provocaba la muerte.

Hayy deseó examinar la anatomía y fisiología de los animales para entender cómo el vapor caliente que les da vida se extiende y se conserva. A través de disecciones, aprendió sobre la organización y funcionamiento del cuerpo, llegando a conocimientos comparables a los de grandes físicos. Concluyó que el alma animal, desde un centro fijo, controla y da vida a todo el cuerpo, actuando de manera similar a cómo él utilizaba herramientas para diversas tareas.

Los instrumentos se dividen en defensivos y ofensivos. Los de caza se clasifican en marinos y terrestres. Los instrumentos cortantes tienen aplicaciones para rajar, descuartizar y perforar. El cuerpo, aunque uno, usa estos instrumentos según sea necesario, al igual que el alma animal, que utiliza distintos órganos (ojo, oído, nariz, lengua, piel, miembros, hígado) para realizar funciones específicas (vista, audición, olfato, gusto, tacto, movimiento, nutrición/digestión). Cada función depende del alma, que se distribuye a través de los nervios desde el cerebro, el cual la obtiene del corazón. El cerebro contiene muchas almas en sus compartimientos.

Durante su estudio, Hayy desarrolló habilidades para sobrevivir: se hizo ropa y herramientas, construyó una choza y domesticó animales. Reflexionó sobre la unidad y diversidad de los seres vivos, observando que, aunque los individuos y sus partes son múltiples, están unificados por el alma que los gobierna. Al alcanzar los 21 años, entendió que cada especie de animal tiene un alma única que se manifiesta en sus individuos, comparándola con el agua dividida en varios recipientes. Esta alma animal es una, y su multiplicidad es solo aparente.

Mundo vegetal

Se dio cuenta que el mundo vegetal es muy similar al mundo animal: todos tienen una cosa común. Sin embargo, comprendió que los elementos claves del mundo vegetal eran tanto la nutrición como el crecimiento. En cambio, en el mundo animal se tienen los dos elementos mencionados anteriormente, además de las sensaciones, percepciones y movimientos. No obstante, a pesar de estas importantes diferencias, el mundo animal y vegetal son considerados como uno solo. 

Mundo mineral

Luego, Hayy comenzó a estudiar el mundo mineral, de aquellos seres que no sienten como las piedras, la tierra, el fuego, el aire, etc. Son cuerpos que se miden por la longitud, latitud y profundidad; se diferencian por el color; unos son calientes, otros fríos, entre otras. 

Veía que los que son calientes se vuelven fríos, y los que son fríos se tornan calientes; observaba que el agua se convierte en vapor, y el vapor en agua; que las cosas que se queman, se hacían brasas, ceniza, llama, humo; y que el humo, si tropieza en su ascensión con una bóveda de piedra, se transforma en algo parecido a una sustancia terrosa. De aquí dedujo que todos estos cuerpos eran, en realidad, una sola cosa, y que la multiplicidad les es inherente per accidens, del mismo modo que lo es a los animales y a las plantas.


Movimiento de los cuerpos

Hayy observó que todos los cuerpos, vivientes o inanimados, tienen inevitablemente uno de dos movimientos: ascendente, como el humo, o descendente, como el agua, tierra, plantas y animales. Estos cuerpos solo descansan cuando encuentran un obstáculo que detiene su movimiento, como una piedra en el suelo. También notó que el humo se detiene al encontrar una bóveda resistente y se dispersa lateralmente antes de continuar su ascenso por el aire. Incluso un odre lleno de aire atado y sumergido en agua tiende a subir hasta romper la superficie y llegar a la atmósfera, donde finalmente se estabiliza.

Hayy buscaba un cuerpo que careciera por completo de estos movimientos o tendencias, pero no encontró ninguno. Buscaba Hayy un cuerpo de esta condición, esperando que, si lo hallaba, podría considerar la naturaleza del cuerpo en cuanto cuerpo, libre de todas las cualidades que son el origen de la multiplicidad. Concluyó que todos los cuerpos al menos tienen la cualidad de pesadez o ligereza, y que la esencia corporal incluye estos atributos junto con otros añadidos que causan su diversidad.

Cuando se cansó de estas investigaciones, Hayy observó que los cuerpos pueden reducirse a dos cualidades fundamentales: pesadez o ligereza. Reflexionó sobre si estas cualidades pertenecían esencialmente a la naturaleza del cuerpo o eran propiedades añadidas a la corporeidad. Concluyó que eran propiedades añadidas, ya que ningún cuerpo tiene ambas cualidades simultáneamente: lo pesado carece de ligereza y lo ligero carece de pesadez, cada una define un tipo de cuerpo distinto.

Así, Hayy comprendió que la esencia de cada tipo de cuerpo, ya sea pesado o ligero, consiste en la corporeidad junto con una de estas dos cualidades que determinan su movimiento: hacia abajo en el caso de lo pesado y hacia arriba en lo ligero.

Al examinar otros cuerpos, tanto vivientes como inanimados, notó que la esencia de cada clase está compuesta por la corporeidad más otros atributos que les son añadidos.

De esta manera, dedujo la existencia del alma animal, del alma vegetativa y la naturaleza de los seres inanimados. Reconoció que las formas de los cuerpos en su diversidad revelan aspectos del mundo espiritual, accesibles no por la sensibilidad, sino por la especulación.

Finalmente, Hayy concluyó que el alma animal, situada en el corazón y responsable de sensaciones, percepciones y movimientos específicos, posee un atributo adicional a la corporeidad que la distingue de otros cuerpos, y que los filósofos llaman alma animal.

En las plantas, así como en los animales, hay una fuerza similar al calor natural que los filósofos llaman alma vegetativa. Además, todos los cuerpos inanimados del mundo, sujetos a generación y corrupción, tienen una característica particular que les permite realizar sus funciones específicas, como diferentes tipos de movimiento y cualidades sensoriales. Esta característica es su forma, conocida como naturaleza por los filósofos.


Conocimiento del alma y el cosmos

Al reflexionar sobre la esencia de la naturaleza animal, Hayy comprendió que esta estaba compuesta de la corporeidad, un atributo compartido con todos los cuerpos, y de otro atributo exclusivo que la distingue, conocido como alma. Considerando que la corporeidad era común y menos significativa, dejó de reflexionar sobre ella y se dedicó completamente a especular sobre el alma, que encontraba más relevante y digna de estudio.

Alma vegetativa

Deseaba entender con precisión el alma vegetativa y comenzó su reflexión profundizando en la diversidad de formas que distinguen a los cuerpos. Observó que ciertos cuerpos comparten una forma básica que les confiere ciertos actos, mientras que otros grupos tienen formas adicionales que causan funciones específicas. Por ejemplo, los cuerpos terrestres como tierra, piedras, plantas y animales pesados pertenecen a una primera categoría que comparte una forma que causa el movimiento hacia abajo. Otros cuerpos, como las plantas y los animales, además de esta forma común, tienen otra que causa la nutrición y el movimiento.

Hayy identificó que la nutrición implica la sustitución de partes del cuerpo por materia asimilada, y el crecimiento se refiere al aumento proporcional en longitud, latitud y profundidad. Estas funciones comunes en plantas y animales provienen de una misma forma llamada alma vegetativa.

Los animales, en particular, poseen además una tercera forma que permite la sensación y el movimiento de un lugar a otro. Hayy notó que cada especie animal tiene una cualidad distintiva derivada de una forma específica que se suma a la forma básica común a todos los animales. Similarmente, cada especie vegetal presenta una cualidad peculiar derivada de su propia forma adicional.

Naturaleza de los cuatro elementos

Posteriormente, Hayy se dio cuenta que todas las cosas de este mundo estaban dotadas de una naturaleza, unas más compuestas que las otras y más simples que las otras. Centró su atención en las que eran más simples.

Reflexionó sobre la naturaleza de los cuatro elementos (tierra, aire, fuego y agua) y propone que comparten la característica común de la corporeidad. Sin embargo, esta corporeidad no debe estar asociada a ninguna otra cualidad que distinga a un elemento de otro, como el movimiento, la temperatura o la humedad. Argumenta que estas cualidades no son comunes a todos los cuerpos y, por lo tanto, no pueden pertenecer a la corporeidad en sí misma.

Si existiera un cuerpo sin ninguna forma adicional a la corporeidad, carecería de todas estas cualidades y de cualquier otra que no fuese compartida por todos los cuerpos, sin importar la cantidad de formas que estos puedan tener.

Extensión y elementos

Entendió que en los cuerpos las únicas proporciones que existían eran la latitud, longitud y profundidad. Pero eso no es todo. Junto con estas tres dimensiones también comprendió que en los cuerpos existen formas, lo que les da a los cuerpos una medida determinada. Un ejemplo de esto lo tomó de la arcilla al cual puede tener distintas formas según se la manipule. 

Comprendió que el mundo se dividía en mundo sensible e inteligible, y volvió a sumirse en el primero, a recordar las sensaciones y los elementos. 

Comenzó por analizar el agua. Se fijo que si el agua se deja en la misma forma en que naturalmente está, recobra un frío sensible y una propensión a caer. Notó que si acercaba el agua al fuego esta se calentaba, dejando a un lado el frío, pero no su propensión a caer. Como el fuego calentaba más y más el agua, esta se evaporó y comenzó a elevarse, adquiriendo dos características contrarias a las primitivas. Hayy comprendió que este elemento podía cambiar de forma a algo totalmente distinto de lo que era su naturaleza. 

En ese momento comprendió que todo lo que era creado tenía un productor: un hacedor de forma.

«Yo soy el oído por el cual oye, y la vista con la cual ve»

«No los habéis matado vosotros, sino Dios los mató; no has arrojado tú [Muhammad] la flecha cuando la has arrojado, sino que Dios la arrojó».

Por lo tanto, existe un agente que crea estos cuerpos, pero no puede ser ellos mismos. Hayy, comprendiendo esta materia, pone su disposición a estudiar los cuerpos celestes. 

Cuerpos celestes

A los 28 años de edad, observo que, en efecto, los cuerpos celestes tienen las tres dimensiones. Por un momento se preguntó si estos cuerpos serían infinitamente extensos, sin ningún límite, pero dio inmediatamente cuenta de que esta era una idea absurda. Que los cuerpos infinitos no existen. 

Esta idea le apareció por no tener conocimiento de que por el lado opuesto del que puede ver estos cuerpos, se esconde una parte que podría ser infinita. Pero también desechó esta idea inmediatamente. 

Si imagino dos líneas, que comiencen en esta parte limitada y se prolonguen sin fin a través de la profundidad del cuerpo, según su propia extensión; si luego imagino que de una de estas dos líneas se corta un trozo grande, por el lado en que es limitada, y, tomando lo restante de la línea y los dos trozos, el cortado y el que no lo está, se superponen haciendo coincidir ambas líneas, siguiéndolas con el pensamiento en la dirección en que se supone son infinitas, sucederá una de estas dos cosas: 
  • o las dos líneas se prolongarán siempre hasta lo infinito, sin que la una sea más corta que la otra, y entonces la cortada será igual que la que no lo está, lo cual es absurdo, 
  • o la línea disminuida no se prolongará siempre a la par que la otra, sino que se detendrá y dejará de extenderse junto con ella, y entonces será finita; si después se le vuelve a colocar el trozo que primeramente se le cortara y que era finito, resultará también finita toda la línea; ya no será, pues, ni más corta que la línea no cortada, ni más larga, sino igual a ella; pero ésta, la cortada, es finita; luego aquélla también lo será


El cuerpo en que se supongan estas líneas, será finito; pero en todo cuerpo se pueden suponer estas líneas; luego si suponemos un cuerpo infinito, hemos supuesto una cosa absurda e imposible.

Hayy, a través de sus observaciones, deduce que el cosmos tiene forma esférica. Nota que los astros describen círculos en el cielo, siendo más grandes cerca del cenit y disminuyendo hacia los polos. Al estar en el Ecuador, observa ambos polos celestes y confirma la esfericidad al notar el movimiento simultáneo de astros en círculos grandes y pequeños. La constante aparente de los astros en el cielo también respalda esta idea.

Hayy va más allá y ve la esfera celeste como un todo unificado que contiene a los cuerpos celestes y sublunares (Tierra, agua, aire, plantas, animales). Establece analogías entre este macrocosmos y un animal, donde las estrellas serían como los sentidos, las esferas unidas como los miembros y los procesos internos como los que ocurren en el animal.

Creación del mundo

Teniendo analizado todo el orden del cosmos, Hayy se preguntaba si el mundo había sido creado o era en efecto eterno. 

Cuando pensaba en la tesis de la eternidad se le venían a la cabeza las mismas dificultades de la explicación sobre la infinitud de los cuerpos. Es claro que los cuerpos sublunares no son infinitos y acabamos de comprobar que los cuerpos celestes tampoco lo son. 

Cuando pensaba en la eternidad por accidente, pensaba en la dificultad de posicionar el mundo después de los accidentes, pero lo que no es producido antes de los accidentes, es entonces producido. 

Cuando pensaba en la creación del mundo desde la nada salían otras objeciones, pero no es posible concebir que algo se creó a partir de algo que no existe. Si esto fuera así, lo más cercano a entender sería decir que existió luego de la creación del tiempo, pero el tiempo es parte del mundo o del cosmos. 

Mas aún, se preguntaba Hayy, ¿quién creó este mundo?

Tesis

Argumentos a favor

Argumentos en contra

Detalles adicionales

Eternidad

- Infinitud de los cuerpos: Los cuerpos sublunares no son infinitos. Los cuerpos celestes no son infinitos.

 

Accidentes y producción:

Dificultad de explicar la existencia del mundo antes de los accidentes. Lo que no es producido antes de los accidentes, es entonces producido.

- Infinitud: La infinitud de la existencia es difícil de concebir y explicar racionalmente.

 

Posición del mundo: <br> * Si el mundo existiera desde siempre, ¿cómo se posicionaría en relación a los accidentes?

 

Relación con la producción:

 

Si el mundo no es producido antes de los accidentes, entonces es producido en algún momento.

- Explicación de la infinitud: No se presenta una explicación detallada sobre cómo superar la dificultad de concebir la infinitud de la existencia.

Solución a la posición del mundo: No se ofrece una alternativa para explicar la posición del mundo en una existencia eterna.

 

 Análisis de la producción: La reflexión sobre la producción del mundo en relación a los accidentes no llega a una conclusión definitiva.

Creación desde la nada

- Noción de creación:

No es posible concebir que algo se creó a partir de algo que no existe.

- Creación y tiempo: La idea de creación implica la existencia previa del tiempo.

 

Relación con el cosmos: el tiempo es parte del mundo o del cosmos, lo que dificulta la concepción de una creación anterior al tiempo.

- Alternativas a la creación: No se exploran otras posibilidades para explicar el origen del mundo sin recurrir a la creación.

 

Análisis del tiempo: La reflexión sobre la relación entre la creación y el tiempo no llega a una solución clara.

Conclusión: Hayy no llega a una conclusión definitiva sobre si el universo fue creado o existe desde siempre. Se enfrenta a dificultades para explicar tanto la infinitud de la existencia eterna como la creación desde la nada. La reflexión sobre estos temas lo lleva a cuestionar conceptos como el tiempo, los accidentes y la producción, sin encontrar respuestas definitivas.

Por lo tanto, Hayy llega a la conclusión de que el creador del universo no puede ser un cuerpo y el universo no puede surgir de la nada

  1. El creador no puede ser  percibido porque de ser así sería cuerpo
  2. El creador no puede ser cuerpo porque de ser así estaría ya en el mundo. Si el creador fuera un tercer cuerpo, entonces tendría que ser creado por otro cuerpo y así sucesivamente.
  3. Tampoco puede ser imaginado porque la imaginación es la representación de las formas

En consecuencia, es claro que Hayy busca a un creador que no puede ser cuerpo. 

El Creador de este mundo

Con todos estos razonamientos, para Hayy era claro lo que existía: había un autor incorpóreo que había creado este mundo. 

La existencia de todos los seres depende de un Autor, quien les da forma y subsistencia. Sin este Autor, los seres no podrían existir ni subsistir, y Él es su causa. Este Autor es infinito en poder y fuerza, mientras que los seres y cuerpos son finitos y limitados. Así, el mundo y todo lo que contiene son creación de este Autor, existiendo por su mandato eterno, independientemente del tiempo.


''que no tiene más que mandar, cuando Él quiere una cosa, diciéndole: -''Sé'', y ella es''.


Al descubrir que todos los seres son obra de un Autor, Hayy observó que tanto los pequeños como los grandes seres muestran signos de sabiduría y arte extraordinario, demostrando que este Autor es perfectísimo. Este Autor tiene todas las cualidades de la perfección y ninguna de la imperfección. Al estudiar los animales, vio cómo el Autor les dio forma y les enseñó a usar sus miembros, evidenciando su generosidad y misericordia. Cada vez que veía belleza o perfección en algún ser, Hayy reconocía que era un reflejo del Autor. En consecuencia, este autor no solo era el creador sino que la potencia en que se sostienen los demás:

''Todo perece si no es su faz''

A los 35 años, Hayy se enfocó exclusivamente en este Autor, apartándose del mundo sensible y dirigiéndose hacia el inteligible. Quiso saber con qué facultad había conocido a este Ser y descubrió que no había sido por los sentidos ni la imaginación, sino por su propia esencia, impresa en su alma. Concluyó que su esencia es incorpórea y que conoce al Ser necesario a través de ella, sin cualidades corporales.

Convencido de que su esencia no era el cuerpo físico, Hayy la consideró incorruptible y libre de las cualidades de los cuerpos. Se cuestionó sobre el destino del alma después de la muerte del cuerpo y concluyó que, al no depender del cuerpo, no puede perecer. Hayy investigó las facultades perceptivas, observando que las que no han experimentado su objeto propio no lo desean, mientras que las que sí lo han experimentado, anhelan esa percepción.

Siendo así, determinó que el alma, al abandonar el cuerpo, puede experimentar diferentes destinos según su conocimiento del Ser supremo durante la vida corporal. Si nunca conoció al Ser necesario, no sentirá su pérdida. Si lo conoció pero se apartó, sufrirá deseos y dolor infinitos. Si permaneció en contemplación y unión con el Ser, experimentará placer y gozo eternos.

Hayy se esforzó por mantener una visión intuitiva constante de Dios, pues reconoció que en esto reside la perfección y el placer de su esencia. Sin embargo, se veía interrumpido por necesidades corporales y temía que la muerte le sorprendiera en un estado de distracción, alejándolo de la visión intuitiva y condenándolo al sufrimiento eterno.


Escala de seres

Hayy, afligido por la interrupción constante de su visión intuitiva del Ser necesario, observó que los animales se dedican únicamente a satisfacer sus necesidades básicas y no tienen conocimiento de este Ser, de quien absolutamente ignoran. Extendió esta observación a las plantas y concluyó que tampoco tienen tal conocimiento.

Luego, reflexionó sobre los cuerpos celestes, notando su movimiento ordenado y su incorruptibilidad. Supuso que los cuerpos celestes deben tener esencias que conocen al Ser necesario y que son incorpóreas. Concluyó que su propia esencia, aunque imperfecta, era incorruptible y semejante a los cuerpos celestes.

Hayy comprendió que era un ser distinto de los demás animales, creado para un fin superior. Reconoció la necesidad de imitar las acciones de los cuerpos celestes y del Ser necesario, esforzándose en adquirir sus atributos y conformarse con sus juicios, aunque fueran dolorosos para su cuerpo.


Hayy identificó tres asimilaciones en su ser:

Asimilación a los animales irracionales: Se reconoció como similar a los animales en su parte física, perteneciente al mundo de la generación y la corrupción. Esto incluía el cuidado de su cuerpo y la satisfacción de necesidades básicas como la comida, la bebida y la unión sexual. Estas acciones eran necesarias para mantener su cuerpo.
Asimilación a los cuerpos celestes: Se veía semejante a los cuerpos celestes en su alma animal, cuya sede es el corazón, que actúa como el principio de todo el cuerpo y sus facultades. Esta semejanza se basaba en la proporción y equilibrio de su alma, lo que lo hacía apto para una vida más perfecta, similar a los movimientos ordenados y la incorruptibilidad de los cuerpos celestes.
Asimilación al Ser necesario: Finalmente, reconoció que su esencia, mediante la cual conocía al Ser necesario, lo asemejaba a este Ser. Esta esencia era incorruptible y libre de cualidades corpóreas. Su felicidad y salvación dependían de mantener una visión intuitiva constante del Ser necesario, sin apartarse de ella ni por un momento.

Hayy reflexionó sobre cómo mantener la visión intuitiva continua y concluyó que necesitaba lograr las tres asimilaciones previamente mencionadas.

  1. Asimilación a los animales irracionales: Esta asimilación, relacionada con las necesidades físicas, no le ayudaría a conseguir la visión intuitiva, ya que lo distraería con cosas sensibles. Sin embargo, era necesaria para conservar el alma animal, lo cual a su vez era crucial para la segunda asimilación.

  2. Asimilación a los cuerpos celestes: Esta le proporcionaría una visión intuitiva continua pero mezclada, ya que implicaba tener conciencia de su propia esencia.

  3. Asimilación al Ser necesario: Esta le otorgaría una visión intuitiva pura y una absorción absoluta en el Ser necesario, donde su propia esencia y todas las demás se desvanecerían, excepto la esencia del Ser uno, la Verdad, el Necesario.



Bajo estas conclusiones, Hayy trato de explicarse los problemas de llevar una vida espiritual y material. 

Vida material y espiritual

Hayy decidió limitar su vida material para favorecer su vida espiritual, entendiendo que la primera era necesaria pero un obstáculo para la tercera asimilación. Adoptó un régimen mínimo de subsistencia para mantener su alma animal, enfocándose en alimentos vegetales y, cuando necesario, animales, siempre evitando dañar la naturaleza más de lo imprescindible. Optó por alimentos maduros y abundantes, y solo en cantidades necesarias para saciar el hambre, manteniendo largos intervalos entre comidas.

Para la segunda asimilación, imitó a los cuerpos celestes ayudando a plantas y animales en necesidad, manteniendo su cuerpo y entorno limpio y resplandeciente, y realizando movimientos circulares para asemejarse a los astros.

Para la tercera asimilación, se esforzó en concentrarse únicamente en el Ser necesario, utilizando movimientos circulares para eliminar distracciones sensoriales, logrando momentos de pura visión intuitiva. Reflexionó sobre los atributos del Ser necesario, tanto positivos como negativos (eliminando los atributos de corporeidad), esforzándose en conocer solo a Él y eliminando de sí mismo los atributos de corporeidad, permaneciendo inmóvil y enfocado en su cueva.

En algunas ocasiones pasó varios días sin comer y sin moverse. Y a veces en los momentos más culminantes de esta lucha, se borraban de su recuerdo y de su pensamiento todas las cosas, excepto su misma esencia, pues ésta no escapaba a su percepción en el momento en que se abismaba en la visión intuitiva del Ser, de la Verdad, del Necesario; ello le afligía, pues que le daba a entender que aún conservaba una mezcla en la visión intuitiva pura y una asociación en el acto de contemplar.

Estado de Hayy

Buscó incansablemente la inconsciencia de su ser y la pureza en la intuición de la Verdad. Finalmente, logró borrar de su recuerdo y pensamiento todo lo existente: cielos, tierra, formas espirituales, facultades corporales, y hasta su propia esencia. Todo se desvaneció, quedando solo el Uno, la Verdad, el Ser eterno. Comprendió que la soberanía pertenece únicamente a Dios, y en ese estado percibió intuitivamente lo que ningún ojo ha visto, oído ha oído, ni corazón ha imaginado.

''¿A quién pertenece hoy la soberanía? A Dios Único e Irresistible'' 


El autor del libro advierte que es imposible describir plenamente el estado que Hayy alcanzó, ya que se trata de algo que supera la capacidad de comprensión humana y no pertenece al mundo material. Explica que cualquier intento de describir este estado es inútil, similar a intentar saborear colores. Sin embargo, ofrece una explicación alegórica sobre las experiencias intuitivas de Hayy, destacando que Hayy, al perder la noción de su propia esencia y de otras esencias, solo veía al Uno, al Inmutable. Hayy llegó a pensar que su esencia no se diferenciaba de la Verdad, similar a cómo la luz del sol se refleja en los cuerpos opacos sin ser distinta de la luz solar misma. Concluye que al conocer la esencia divina, uno se convierte en esa esencia, ya que la esencia divina y el conocimiento de ella son una sola cosa.


Acto seguido Hayy trata de definir lo que son la esencias separadas


Las esencias separadas son entidades que conocen la esencia de la Verdad divina y están exentas de la materia. Estas esencias no pueden ser descritas en términos de pluralidad o unidad, ya que estos conceptos son aplicables solo a los cuerpos materiales y a las ideas compuestas. Las esencias separadas existen fuera de las categorías de la materia y, por tanto, no pueden ser consideradas ni múltiples ni únicas en el sentido en que se entienden estos términos en el mundo material.

Sus características son:

  1. Exención de la Materia: No están vinculadas a la materia ni a las características que definen a los cuerpos materiales.
  2. Conocimiento de la Verdad: Conocen la esencia de la Verdad divina, la cual está honrada y ensalzada.
  3. Más Allá de la Pluralidad y Unidad: No pueden ser descritas como muchas o una, ya que la pluralidad y la unidad son conceptos que solo se aplican a las cosas materiales.
  4. Trascendentales: Su verdadera naturaleza es difícil de explicar y comprender a través de la lógica ordinaria y el lenguaje común, ya que estos están limitados a la experiencia sensorial y material.
  5. Percibidas Intuitivamente: Su conocimiento exacto solo puede ser alcanzado a través de la intuición mística, más allá de la capacidad lógica ordinaria.

Hayy intenta describir este fenómeno usando una alegoría de un murciélago. En efecto, un murciélago, acostumbrado a la oscuridad, se encuentra desorientado y confundido por la luz del sol, que está más allá de su capacidad de adaptación y comprensión. De manera similar, una persona que solo confía en la razón y en las percepciones sensoriales se encuentra confundida y limitada al intentar comprender realidades trascendentales que no pueden ser captadas mediante estos medios.

Visión de la esfera suprema

Hayy ibn Yaqzan, tras experimentar un profundo abismamiento y aniquilamiento de sí mismo, logró contemplar intuitivamente la esfera suprema. Esta esfera no es un cuerpo ni la esencia del Uno, de la Verdad, sino una esencia exenta de materia que se asemeja a la imagen del sol reflejada en un espejo. Esta esencia posee una perfección, resplandor y belleza indescriptibles por el lenguaje humano. En su visión, Hayy percibió esta esfera en un estado de placer, alegría, felicidad y contento, producto de la contemplación intuitiva de la esencia de la Verdad.

A continuación, Hayy contempló la esfera de las estrellas fijas, también exenta de materia y con una esencia distinta pero conectada a la esfera suprema. Esta esfera es comparable a una imagen del sol reflejada en un espejo, que a su vez recibe esta imagen por reflexión de otro espejo puesto frente al sol. La esencia de esta esfera también posee un resplandor, belleza y placer similares a los de la esfera suprema.

Posteriormente, Hayy observó la esfera de Saturno, que tenía una esencia separada de la materia y diferente a las esencias previas. Esta esfera es como la imagen del sol reflejada en un espejo que la recibe de otro, y este a su vez de un tercero puesto frente al sol. La esencia de la esfera de Saturno compartía el mismo esplendor y placer que las esencias anteriores, reflejando una continuidad en la belleza y alegría contempladas.

Finalmente, Hayy vio que cada esfera tenía una esencia separada y exenta de materia, siguiendo el orden de las esferas celestiales. Cada esencia no era idéntica a las anteriores ni completamente distinta, sino que se asemejaba a una imagen del sol reflejada de espejo en espejo. Cada una de estas esencias poseía una belleza, esplendor, placer y alegría tan sublimes que ningún ojo humano ha visto, ningún oído ha oído, ni jamás han sido concebidas por el corazón de un mortal.

Visión de la esfera de la luna

Hayy llegó al mundo de la generación y la corrupción, que incluye todo lo que está dentro de la esfera de la luna. Observó que este mundo tiene una esencia exenta de materia, distinta pero no completamente separada de las esencias anteriores. Esta esencia, denominada alma universal, tiene setenta mil caras, cada una con setenta mil bocas, y cada boca con setenta mil lenguas que alaban y glorifican incesantemente la esencia del Uno, de la Verdad. Aunque esta esencia implica pluralidad, no es múltiple y posee una perfección y un placer similares a los observados en las esencias anteriores. Se asemeja a la imagen del sol reflejada en agua trémula, que ha tomado la imagen de un espejo que, en última instancia, recibe la reflexión del espejo colocado frente al sol.

Visión de su propia esencia

Hayy, en su visión, percibió que él mismo tenía una esencia separada. Esta esencia podía considerarse como una parte de la esencia del alma universal de las setenta mil caras si se pudiera dividir, y si no fuera porque fue producida posteriormente, podría ser considerada la misma esencia. La individualización de su esencia por su cuerpo en el momento de su producción es lo que la distingue.

En sus visiones más excelsas, Hayy observó esencias similares a la suya de cuerpos que existieron y se disiparon, así como otras que aún existían. Estas esencias, infinitas en número o posiblemente una sola, poseían una hermosura y esplendor indescriptibles. Solo aquellos que han alcanzado el éxtasis pueden comprenderlas verdaderamente.

También vio muchas esencias separadas de la materia, comparables a espejos empañados y cubiertos de inmundicia, que se mantenían de espaldas a los espejos pulidos que reflejaban la imagen del sol. Estas esencias eran feas e imperfectas, sumidas en dolores sin fin y tormentos constantes, quemadas por el fuego de la separación y atormentadas por la repulsión y atracción.

Observó esencias que aparecían y se disipaban, formándose y deshaciéndose en un estado de gran agitación y caos. Presenció un proceso creador continuo, la adecuación de la materia orgánica, el soplo divino emitiendo el espíritu, la unión del espíritu con el cuerpo y la metempsicosis.


Hayy sale del éxtasis

En un determinado momento, Hayy, que se encontraba en un estado de éxtasis, despierta y deja aquel mundo para volver nuevamente al mundo sensible. En efecto, el mundo en el que estaba habitando desaparece porque no pueden permanecer los dos mundos simultáneamente. Son como dos ''coesposas'', es satisface a una y se irrita a la otra.

Finalmente el autor, nos dice lo siguiente con respecto a aquellos que creen lo siguiente:

''Resulta de lo que has contado respecto de esta visión que las esencias separadas, si pertenecen a un cuerpo eterno e incorruptible, como las esferas, son también eternas; y si pertenecen a un cuerpo corruptible, como los animales racionales, se corrompen también ellas, desaparecen y se aniquilan, según la comparación de los espejos reflectores; porque la imagen no subsiste, sino en cuanto que subsiste el espejo, y si este se corrompe, aquella se corromperá con toda seguridad y se disipará''


A lo que el autor responde: 


''¡Cuán pronto has olvidado el pacto, apartándote de lo convenido! ¿Acaso no te hemos dicho antes que aquí el campo de la interpretación es estrecho y que las palabras suponen siempre algo distinto de la realidad?''


''Esto que tú has objetado, sólo tiene su origen en que pusiste al objeto que se compara y al comparado bajo una misma ley en todos los aspectos, cosa que no conviene hacer en ningún género de discusión usual, cuanto menos aquí. El sol, la luz, su imagen, su figura y los espejos e imágenes que en ellos resultan son todos cosas inseparables de los cuerpos, y que no subsisten más que en ellos y por ellos, necesitando de ellos para existir y desapareciendo cuando les faltan.

Por el contrario, las esencias divinas y las almas soberanas están todas exentas de la corporeidad y de sus accidentes y completamente libres de los cuerpos, sin nexo ni relación alguna con ellos, siéndoles, por tanto, indiferente la desaparición o la permanencia, la existencia o el aniquilamiento de los cuerpos. Sólo tienen unión y relación con la esencia del Uno, de la Verdad, del Ser necesario, que es la primera de ellas, su principio, la causa que las hace existir, que les da la duración y les comunica la permanencia y la eternidad. No tienen estas esencias necesidad de los cuerpos; son ellos quienes las precisan; si se aniquilaran, sucedería lo propio a los cuerpos, porque ellas son sus principios. Lo mismo ocurriría si fuera posible que se aniquilase la esencia del Uno, de la Verdad (¡no hay más Dios que Él!, ¡ensalzado y glorificado sea!):

dejarían de existir las esencias a que nos referimos, los cuerpos y el mundo sensible en su totalidad, no quedando ser alguno, porque todas las cosas están en relación unas con otras. Y aunque el mundo sensible siga al divino como si fuera su sombra, y éste, por ser independiente, pueda pasarse sin aquél, no es lícito, sin embargo, suponer su no-existencia, porque él sigue al mundo divino, y su corrupción sólo indica un cambio, pero de ninguna manera la no-existencia en absoluto. De esto habla el Libro Santo en el lugar que dice que

 

'las montañas serán levantadas violentamente'

'y vendrán a ser como vellones de lana’,

‘y los hombres como mariposas’,

‘el sol y la luna serán envueltos en las tinieblas’,

‘y que los mares se extenderán’

‘en el día que la tierra se cambie en otra cosa distinta de la tierra y lo mismo los cielos’


Dicho esto, el autor nos dice que no preguntemos más sobre Hayy porque es imposible decirlo en palabras.  

 

Epílogo

Al final de su historia, después de regresar al mundo físico tras sus viajes, sintió aversión por las preocupaciones terrenales pero aumentó su anhelo por lo espiritual. Se esforzó por alcanzar nuevamente ese estado de éxtasis, con menos dificultad cada vez, y lo prolongó por periodos más largos antes de regresar a la realidad. Con el tiempo, logró mantener este estado por voluntad propia, apartándose solo para atender necesidades corporales mínimas. Persistió así hasta los cincuenta años, cuando conoció a Asal y comenzó una nueva etapa en su vida, la cual se relatará a continuación.

Asal y Salaman

En una isla cercana a la tierra natal de Hayy ibn Yaqzan floreció una religión que usaba alegorías para explicar verdades espirituales, extendiéndose hasta que incluso el rey la abrazó. Dos jóvenes virtuosos, Asal y Salaman, la adoptaron fervientemente. Asal prefería la meditación y la interpretación alegórica, buscando el retiro para alcanzar comprensiones profundas. Salaman, en cambio, favorecía la vida social como medio para evitar tentaciones y malos pensamientos. Esta diferencia los llevó a separarse.

Asal, al enterarse de la isla donde se decía que vivía Hayy ibn Yaqzan, decidió trasladarse allí en busca de soledad. Vendió sus bienes, alquiló un barco, repartió parte de su riqueza entre los pobres, y navegó hacia la isla. Una vez allí, vivió en completa adoración a Dios, alimentándose de frutas y caza local. Experimentó una profunda felicidad y cercanía espiritual con su Señor. Durante este tiempo, Hayy ibn Yaqzan, absorto en éxtasis profundos, apenas salía de su cueva. Asal, explorando la isla, no encontró a nadie al principio, lo que aumentó su alegría por haber buscado el retiro con determinación.

En cierta ocasión, Hayy ibn Yaqzan salió a buscar comida y se encontró con Asal, quien lo vio como un asceta solitario como él. Asal, temeroso de perturbar su propia paz espiritual, huyó al ver a Hayy, quien lo siguió por curiosidad. Hayy observó a Asal con admiración, notando que llevaba una túnica negra y de lana, y se acercó gradualmente sin ser notado. Cuando finalmente se encontraron, Asal inicialmente sintió miedo por la apariencia salvaje de Hayy, pero luego se tranquilizó al ver su amabilidad. Asal le ofreció comida, que Hayy aceptó a regañadientes por afecto hacia él, pero Asal le insistía en ofrecerle. Luego se arrepintió de comer porque esto significaba romper sus votos de ascetismo. 

No alcanzó la visión intuitiva con celeridad, y entonces pensó en seguir con Asal en el mundo sensible, hasta conocer la verdadera condición de éste y perderle todo afecto, después de lo cual volvería a su éxtasis sin que nadie ya le distrajera. Se impuso, pues, la compañía de Asal.

A pesar de sus diferencias, decidieron acompañarse temporalmente, con Asal esperando enseñar a Hayy el lenguaje y la religión.

Enseñanza de Asal

Asal enseñó a Hayy a hablar, mostrándole objetos y sus nombres hasta que pudo comunicarse en poco tiempo. Hayy le contó sobre su origen desconocido y cómo alcanzó altos grados espirituales por su propia razón natural. Asal quedó maravillado al escuchar sus descripciones y reconoció en él un santo de Dios. Hayy, a su vez, aceptó las enseñanzas religiosas de Asal y se comprometió con las prácticas como la oración y la limosna. 

Comprendió Hayy todo esto y no halló nada contradictorio a lo que él había visto en su éxtasis sublime; conoció que el autor y portador de estas descripciones era veraz en sus relatos, verídico en sus palabras y Enviado de parte de Dios; creyó, por tanto, en él, le dio crédito y rindió testimonio de su divina misión.

Hayy la doctrina y se la impuso como obligación, dedicándose a cumplirla, para obedecer el mandato de aquél cuya veracidad le era evidente.

Sin embargo, le sorprendió que el Profeta usara alegorías y permitiera preocupaciones mundanas como la riqueza, creyendo que la humanidad debería dedicarse solo a la Verdad y no a lo material.

Otra era, por qué se limitaba a estos preceptos y a estas prescripciones rituales, y permitía la adquisición de riquezas y la laxitud respecto a las comidas, hasta el punto de que los hombres se entregasen a ocupaciones inútiles, apartándose de la Verdad. Porque la opinión de Hayy era que nadie debía comer más cosas que las precisas para que subsista un soplo de vida; y respecto de las riquezas, nada eran a sus ojos. Veía las disposiciones de la ley, relativas a este punto, como la limosna ritual en sus varias clases, las ventas, la usura, las penas dictadas por la ley o dejadas a la apreciación del juez, y todo esto le parecía extraño, a la vez que lo hallaba inútil; y entre sí decía que, si los hombres comprendiesen este asunto en su realidad, se apartarían seguramente de las cosas inútiles, dirigiéndose sólo a la Verdad y prescindiendo de todas las leyes citadas; nadie tendría propiedad privada por la que hubiera de pagar limosna legal, o por cuyo hurto se hubieran de cortar las manos al ladrón, o cuyo robo público hubiera de castigarse con pena capital. 

Lo que le sugería tal creencia era su opinión de que todos los hombres están dotados de un natural excelente, de una inteligencia penetrante, de un ánimo resuelto. No sabía lo estúpidos, imperfectos, faltos de juicio e inconstantes que son los hombres; ignoraba que son

''como las bestias y aún más extraviados que ellas del buen camino''.

Hayy ibn Yaqzan, compadecido por la humanidad, deseaba acercarse a ellos y transmitirles la verdad para su salvación. Consultó a Asal sobre cómo lograrlo, a pesar de las imperfecciones naturales de los hombres según Asal. Aun así, persistieron en su propósito y decidieron permanecer en la orilla del mar, rezando para que Dios les mostrara el camino para acercarse a los demás.

Decidieron ir a la isla gobernada por Salaman después de que un barco perdiera su ruta y los llevase a la costa de esta isla por voluntad divina. Al verlos, la tripulación los recogió y los llevó a su destino deseado con la ayuda de un viento favorable. Una vez en la ciudad, Asal contó la historia de Hayy a sus amigos, quienes mostraron gran interés y respeto por él.

Hayy intentó enseñarles la sabiduría profunda, pero pronto se dio cuenta de que los hombres, a pesar de su buena voluntad, no podían entender ni aceptar sus enseñanzas espirituales. Observó que estaban aferrados a las normas exteriores y eran incapaces de elevarse más allá del sentido literal de las cosas. Desilusionado, Hayy concluyó que la mayoría de las personas eran como bestias irracionales, enfocadas solo en deseos mundanos y sin aspiraciones espirituales profundas.

Ante esta realidad, Hayy decidió retirarse de instruirles en las ciencias místicas y en su lugar les aconsejó seguir rigurosamente los preceptos tradicionales, evitar las novedades y mantenerse alejados de las pasiones y herejías. Reconoció que esta era la única forma de salvación para ellos, a pesar de que no pudieran comprender ni apreciar las verdades más elevadas.

Asal y Hayy regresaron a su isla desierta después de despedirse de Salaman y sus amigos. Esperaron pacientemente hasta que Dios les facilitó el viaje de vuelta. Hayy logró regresar a su estado espiritual sublime utilizando los métodos que conocía, y Asal también alcanzó un nivel cercano al suyo. Ambos continuaron adorando a Dios en la isla hasta que llegó su muerte.

El autor del relato explica que ha decidido divulgar esta historia única sobre Hayy ibn Yaqzan, Asal y Salaman debido a las opiniones perniciosas y erróneas propagadas por los filósofos de la época. Estas ideas podrían desviar a las personas débiles de espíritu de la verdad, prefiriendo la autoridad de los necios sobre la de los profetas. El autor desea atraer a los lectores hacia la verdad iluminativa y alejarlos de caminos equivocados, aunque los secretos profundos están velados para quienes no están preparados para comprenderlos.

El autor pide disculpas por la sencillez de la exposición y la libertad en la demostración, pero justifica que lo ha hecho para inspirar el deseo y el amor por la búsqueda de la verdad. Termina con una súplica a Dios por indulgencia y perdón, y desea paz y bendiciones para sus lectores.


Conclusion

La lectura de "El Filósofo Autodidacta" de Ibn Tufail nos sumerge en un viaje fascinante a través de la vida y el desarrollo espiritual de Hayy ibn Yaqzan. Este relato, profundamente filosófico y místico, no solo explora la búsqueda individual de la verdad y el conocimiento, sino que también cuestiona las estructuras religiosas y sociales establecidas. A medida que Hayy descubre la naturaleza de la realidad y la esencia divina a través de su introspección y observación de la naturaleza, el lector es llevado a reflexionar sobre la naturaleza del ser humano, su relación con el mundo y la búsqueda de un significado más profundo en la vida. La obra nos desafía a cuestionar nuestras propias percepciones y creencias, al tiempo que nos invita a explorar las posibilidades de la autodeterminación espiritual y el conocimiento intuitivo. En última instancia, "El Filósofo Autodidacta" nos deja con la idea de que la búsqueda del conocimiento y la verdad es un viaje personal y profundo, donde el autoconocimiento y la conexión con lo divino son las metas más elevadas.