En el contexto de la rica y compleja tradición teológica de la Iglesia primitiva, "La Piedad con los Difuntos" de San Agustín de Hipona surge como una obra fundamental que aborda temas profundos sobre la oración y la intercesión por los muertos. Este tratado está dirigido a San Paulino de Nola, un obispo venerado por su piedad y su influencia en la vida cristiana de su tiempo.
La obra responde a una consulta específica de Paulino, quien, preocupado por la utilidad espiritual de sepultar los cuerpos de los difuntos junto a las reliquias de santos, buscaba esclarecer el valor de tales prácticas en el contexto de la fe cristiana. San Agustín utiliza esta oportunidad para ofrecer una reflexión detallada sobre el significado y la efectividad de la piedad hacia los muertos, considerando tanto los aspectos prácticos como los espirituales de los rituales funerarios.
PREÁMBULO
En "La Piedad con los Difuntos", San Agustín de Hipona responde a una consulta de San Paulino de Nola sobre el valor espiritual de enterrar a los muertos junto a las reliquias de santos.
Primera parte
Sección primera
Primera cuestión: los sufragios son provechosos a aquellos que han vivido bien
En la primera sección, se aborda la cuestión de si los sufragios benefician a los justos después de la muerte, considerando una aparente contradicción con la afirmación del Apóstol de que cada uno recibirá según sus obras. La resolución es que los méritos acumulados durante la vida determinan la eficacia de los sufragios; sin méritos previos, los sufragios son inútiles. Por lo tanto, la Iglesia y los fieles no desperdician sus esfuerzos, ya que cada uno recibe conforme a sus acciones en vida.
Tercera cuestión: qué provecho puede traer la sepultura en lugar sagrado junto a un mártir
Elegir un lugar sagrado para enterrar a los muertos, especialmente junto a mártires, refleja una profunda piedad humana y el deseo de honrar a los difuntos. Aunque este acto no otorga sufragios directos a los difuntos, puede llevar a los vivos a encomendarles oraciones a los santos, buscando su intercesión ante Dios.
Los sepulcros venerables, llamados "Memorias" o "Monumentos", sirven para mantener viva la memoria de los fallecidos. El valor de enterrar a alguien junto a un mártir radica en que este lugar especial puede ayudar a recordar y rezar por ellos, mostrando afecto y piedad. No obstante, si no se puede enterrar a los cuerpos en lugares sagrados, es esencial ofrecer sufragios y oraciones por las almas de los difuntos, como lo hace la Iglesia con sus conmemoraciones generales. Sin estos actos de piedad, el beneficio espiritual de estar enterrado en un lugar santo sería mínimo.
Cuarta cuestión: qué añade un lugar santo a la sepultura
Cuando una madre cristiana desea que el cuerpo de su hijo sea enterrado en la basílica de un mártir, ella lo hace con la esperanza de que los méritos del mártir ayuden al alma de su hijo. Esta fe y devoción son en sí mismas una forma de súplica que puede beneficiar al difunto. Sin embargo, el verdadero valor no está en el lugar de sepultura en sí, sino en el afecto materno que se revive al recordar ese lugar sagrado.
La oración y el afecto que se expresan al elegir un lugar especial para el enterramiento pueden intensificarse por el recuerdo del lugar sagrado. No obstante, si no es posible enterrar el cuerpo en el lugar deseado, es crucial continuar ofreciendo sufragios y oraciones por el alma del difunto. El alma no se beneficia por el lugar físico del cuerpo, sino por las oraciones y la piedad ofrecidas.
En cuanto a la importancia del lugar de sepultura para la vida eterna, la Historia Eclesiástica relata que, en tiempos pasados, los cuerpos de los mártires en las Galias eran desechados y quemados, y sus cenizas arrojadas al río. Esto muestra que, incluso cuando se desprecian los restos mortales, el valor espiritual de los mártires no se ve afectado. Dios permitió estos actos para enseñar a los cristianos a valorar menos la sepultura física y más la vida eterna y la fe. Al final, el lugar donde se entierra el cuerpo no afecta la felicidad cristiana del difunto ni su resurrección futura.
Sección segunda
Cuestión fundamental: La naturaleza misma pide respeto y piedad para con los difuntos
El afecto humano hacia el propio cuerpo hace que la gente se entristezca al pensar en la falta de sepultura adecuada después de su muerte. Un ejemplo bíblico ilustra cómo la falta de sepultura puede ser vista como un castigo, reflejando la preocupación del profeta por el destino de su cadáver. Sin embargo, el verdadero castigo no es el estado del cuerpo sin vida, sino la contrición del alma por no haber obedecido a Dios.
SEGUNDA PARTE
Apariciones de los difuntos
Sección primera
Primera cuestión: ¿qué hay que pensar de las apariciones durante el sueño?
Las apariciones de difuntos en sueños, donde se les muestra a sus seres queridos la ubicación de sus cuerpos sin sepultar, han sido reportadas y parecen tener un impacto emocional significativo. Sin embargo, estas visiones no deben interpretarse como evidencia de que los muertos realmente sienten o tienen conciencia de su situación. A menudo, estas apariciones pueden ser provocadas por la intervención de ángeles, quienes, bajo la autorización divina, comunican información sobre la sepultura a través de sueños.
Existen también visiones que ocurren en personas despiertas, cuyas percepciones están alteradas, y que son similares a los sueños. Esto ocurre en personas frenéticas o que han perdido la razón, quienes hablan consigo mismas como si estuvieran conversando con interlocutores reales, y ven imágenes de personas vivas o muertas. Sin embargo, así como las personas vivas no saben que están siendo vistas ni participan en estas conversaciones imaginarias, tampoco los muertos se aparecen a estas personas con percepciones alteradas como si estuvieran presentes. Los muertos, en realidad, no están presentes ni son conscientes de que alguien los percibe de esta manera imaginativa.
Tercera cuestión: las visiones en los letargos
Existen fenómenos similares a los sueños que ocurren en personas en estado de letargo profundo o trance, donde estas personas ven imágenes de vivos y muertos con tal intensidad que, al recuperar la conciencia, creen que realmente han interactuado con ellos. Un ejemplo de esto es el caso de Curma, un magistrado y labrador de Tulio, cerca de Hipona, quien cayó gravemente enfermo y quedó en un estado de aparente muerte durante varios días. Aunque su cuerpo parecía inerte, Curma tuvo visiones en las que vio a vivos y muertos, y al despertar, reportó haber visto a un herrero llamado Curma que había fallecido en el mismo momento en que él recuperó la consciencia.
Curma relató que, en sus visiones, se le había indicado que el herrero, no él, había sido llamado a la otra vida. También mencionó que vio en sus visiones a personas vivas, incluidos algunos clérigos y a un sacerdote que sería bautizado por el mismo Agustín de Hipona. Esto refuerza la idea de que lo que vio Curma en su estado de letargo no correspondía necesariamente a la realidad objetiva, sino que eran representaciones imaginarias.
Además, Curma relató haber sido llevado al Paraíso en sus visiones, donde se le instruyó que debía bautizarse para vivir allí. Aunque él creía que ya se había bautizado en la visión, se le dijo que debía hacerlo realmente. Posteriormente, Curma viajó a Hipona, se bautizó sin contarle a nadie sobre su visión y regresó a su hogar. Años después, Agustín se enteró de la historia a través de un amigo, quien corroboró los detalles del caso con otras personas que conocían a Curma.
Sección segunda
Cuestión general: relación de los vivos con los muertos
Primera pregunta: cómo convierten las almas de los muertos en los asuntos de los vivos
Las visiones de los muertos y su interpretación pueden ser parte del plan divino, a través del cual Dios utiliza a los ángeles para guiar, engañar, consolar o atemorizar a los vivos, según sus juicios y la profundidad de sus decisiones. Estas visiones no deben tomarse como pruebas de que los muertos tienen un conocimiento o interés activo en los asuntos de los vivos. La providencia divina emplea tanto a seres buenos como malos para cumplir sus propósitos y decisiones, y esto influye en cómo los humanos perciben estas experiencias.
Si los muertos realmente se interesaran por los asuntos de los vivos, como se sugiere en la idea de una madre piadosa que nunca abandonaría a su hijo afligido, entonces estarían conscientes de nuestras preocupaciones y sufrimientos. Sin embargo, el Salmo y el profeta Isaías indican que incluso los grandes patriarcas, como Abraham, no están informados sobre la vida de los vivos. Dios prometió al rey Josías que no vería los males futuros, lo que sugiere que los muertos no están preocupados por las calamidades actuales de los vivos.
Un ejemplo relevante es el relato del rico en el infierno, quien pide a Abrahán que envíe a Lázaro para advertir a sus hermanos aún vivos, para evitar que ellos también sufran. Esta petición del rico no indica que los muertos conozcan la situación actual de los vivos. Al igual que nosotros oramos por los muertos sin saber qué les ocurre, el rico muestra interés en sus hermanos sin saber realmente qué les pasa. Abrahán responde que los vivos ya tienen a Moisés y a los profetas para guiarlos, y aunque él conoce el pasado del rico y de Lázaro, esta información podría haberle sido revelada por Lázaro después de su muerte, no por un conocimiento directo de los eventos actuales.
En general, los muertos no conocen directamente los eventos del mundo viviente. No obstante, pueden recibir información a través de los que llegan del mundo de los vivos o mediante la intervención de ángeles, que actúan según la voluntad divina. Los espíritus de los muertos pueden conocer ciertos eventos pasados o futuros en la medida en que Dios lo permita. La Escritura y ciertos relatos, como el de Samuel y Moisés, sugieren que los muertos pueden tener visiones de los vivos y de eventos futuros, pero estos casos son excepcionales y están sujetos a la providencia divina.
Segunda pregunta: los mártires, cómo vienen en ayuda nuestra
Agustín explora cómo, aunque los muertos no tienen un conocimiento directo de lo que sucede con los vivos, hay casos en los que parecen intervenir en sus asuntos. Por ejemplo, se menciona a San Félix, quien, tras su muerte, se apareció durante un asedio para ayudar a los fieles, un milagro que se atribuye a un poder divino excepcional más que a una intervención natural de los muertos. Este tipo de manifestaciones no deben llevar a la conclusión de que los muertos pueden influir en la vida cotidiana de los vivos por su propia naturaleza; más bien, estos eventos son el resultado de la acción divina y los ángeles.
Conclusión
Como podemos ver, la esencia de este texto revela una visión teológica compleja sobre cómo los muertos pueden influir en el mundo de los vivos, ya sea a través de intervenciones milagrosas o mediante la acción divina mediada por ángeles.
A pesar de las apariciones y las visiones que parecen mostrar a los mártires y a los difuntos participando en asuntos terrenales, la verdadera comprensión subraya que tales eventos son actos divinos que trascienden la capacidad natural de los muertos. La influencia de los mártires y las súplicas por los difuntos, aunque puedan parecer intervenciones directas, son mejor entendidas como expresiones de la misericordia y el poder divino, que trabajan a través de medios extraordinarios para manifestar la fe y la intercesión. Este enfoque teológico sugiere que las prácticas de oración y sufragios por los muertos, así como el cuidado y la veneración hacia los mártires, son maneras de mantener y expresar la fe en la resurrección y el poder divino, más allá de las limitaciones humanas y naturales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario