miércoles, 3 de julio de 2024

Abentofail - El Filósofo Autodidacta (1150)


Obra maestra del pensamiento árabe medieval, escrita por Abentofail, emerge como un faro luminoso en el vasto océano de la literatura filosófica. Esta novela, considerada la primera de su tipo en el mundo árabe y una de las primeras en la historia mundial, nos sumerge en un viaje fascinante a través de los misterios del conocimiento, la naturaleza humana y el universo. A través del relato de Hayy ibn Yaqẓān, un hombre que creció aislado en una remota isla ecuatorial, Abentofail nos invita a explorar las profundidades de la mente humana y los secretos del cosmos. En esta obra, se entrelazan magistralmente elementos filosóficos, científicos y religiosos, desafiando las convenciones sociales y religiosas de su tiempo. "El Filósofo Autodidacta" no solo es una obra literaria de gran valor estético, sino también un testimonio del ingenio y la profundidad del pensamiento de su autor. A través de sus páginas, somos transportados a un mundo de maravilla y sabiduría, donde las fronteras entre la ciencia, la filosofía y la espiritualidad se desvanecen, dejando al descubierto la esencia misma de la existencia humana.


EL FILÓSOFO AUTODIDACTA

La isla y sus características

Nuestro libro comienza con el relato de una isla que se ubica en la línea ecuatorial donde los hombres provienen por la generación espontánea, es decir, aquella generación de un ser que se da a partir de una estructura inorgánica. En palabras del mismo autor; provienen sin la ayuda de los padres. 

La isla disfruta del ambiente más perfecto que pueda existir en el mundo, ya que recibe su luz del punto más alto de los cielos. Sin embrago, esta es una opinión contraria a los filósofos y doctores del tiempo, pues es el cuarto clima el que tiene la temperatura más estable de la tierra, que sería el clima templado. 

Esto lo dicen porque en la línea ecuatorial no habría un clima templado en absoluto, de acuerdo a las características propias de la línea ecuatorial: son muy calurosos. Sin embargo, el autor nos dice que esta información es equivocada. 

Según estas ciencias, el calor solo puede ser producido por movimiento, contacto con cuerpos calientes o por la luz. Además, sostiene que el sol en sí mismo no tiene calor propio ni cualidades inherentes a los cuerpos mixtos. También se menciona la importancia de la superficie de los cuerpos en la recepción de luz, afirmando que los cuerpos pulidos no transparentes son los que mejor la reciben, seguidos por los opacos no pulidos, mientras que los cuerpos transparentes sin opacidad no la reciben de ninguna manera. Destaca que esta idea fue demostrada por Avicena (Abu Ali) y que no fue mencionada por sus predecesores, lo que implica un avance en el conocimiento científico.

Aspecto

Opinión de los Filósofos

Argumentos de Abentofail

Temperatura más templada del mundo

Los países del cuarto clima

Si creen que no hay condiciones templadas bajo la línea ecuatorial debido a dificultades del suelo, podrían tener razón. Si simplemente afirman que los países ecuatoriales son muy calurosos, están equivocados.

Causas del calor

Luz solar directa

El calor puede ser producido por movimiento, contacto con cuerpos calientes o por la luz. El sol no tiene calor propio ni cualidades inherentes a los cuerpos mixtos. La recepción de la luz depende de la superficie de los cuerpos.

Recepción de luz solar

No mencionado

Los cuerpos pulidos no transparentes son los que mejor reciben la luz, seguidos por los opacos no pulidos. Los cuerpos transparentes sin opacidad no reciben la luz de ninguna manera. Esta idea fue demostrada por Avicena y no fue mencionada por los predecesores.


Tipo de Cuerpo

Características

Recepción de Luz

Pulidos no transparentes

Superficie lisa y brillante, pero no transparente

Reciben la luz de manera óptima

Opacos no pulidos

No tienen superficie lisa ni brillante, pero tampoco son transparentes

Reciben la luz, pero en menor medida que los pulidos no transparentes

Transparentes sin opacidad

Superficie transparente sin ninguna opacidad

No reciben la luz de ninguna manera

Abentofail argumenta que el sol no calienta la tierra de la misma manera que otros cuerpos cálidos calientan objetos en contacto directo. Afirma que el sol, por su esencia, no tiene calor propio, lo que sugiere que la fuente de calor que percibimos no es directamente del sol.

Descarta la idea de que el movimiento de la tierra pueda ser la causa de su calentamiento, argumentando que la tierra está inmóvil y en el mismo estado durante la salida y la puesta del sol. Además, señala que los sentidos perciben diferentes estados de calefacción y enfriamiento durante estas fases, lo que contradice la idea de que el movimiento terrestre sea la causa del calor.

El autor refuta la noción de que el sol calienta primero la atmósfera y luego esta transfiere el calor a la tierra. Argumenta que si esto fuera cierto, las capas atmosféricas más cercanas a la tierra deberían estar más calientes que las superiores, lo cual no es consistente con las observaciones.

Concluye que la única forma en que el sol calienta la tierra es a través de la luz. Sostiene que el calor siempre sigue a la luz, incluso al punto de que la luz concentrada en espejos puede encender objetos colocados frente a ella.

El punto donde el sol está en el cenit experimenta el calor más intenso, mientras que los lugares donde el sol se aleja del cenit experimentan frío intenso. Sin embargo, en la línea ecuatorial, donde el sol solo está en el cenit dos veces al año, el clima es uniforme debido a que el sol está alternativamente al norte y al sur durante seis meses cada uno.

Aunque esto podría ser más extenso, dice Abentofail, es mejor avanzar en el relato pues no es el propósito indagar más allá en aquellas cuestiones. 


La historia de Hayy ibn Yaqzan

Concepción con padre y madre (negación a la generación espontánea)

Algunos creen que Hayy ibn Yaqzan nació en la isla, mientras que otros lo niegan y dicen que fue hijo de una princesa. Dicha princesa, para evitar el deshonor, lo arrojó al mar y este terminó en una isla. La princesa vivía en una isla grande, mucho más rica y poblada, en la cual gobernaba un rey sumamente altanero, quien rechazaba todos los pretendientes de su hija por no estar a la altura. En secreto, la princesa encontró a un joven llamado Yaqzan con el que tuvo un hijo. para evitar la deshonra, en la noche, la princesa se acercó a la orilla del mar junto con sus personas de confianza y le dijo a su hijo:

''¡Oh, Dios! Tú eres quien ha creado este niño, que no era nada ; Tú lo has alimentado en lo profundo de mis entrañas y Tú te has cuidado de él hasta que ha estado acabado y perfecto. Temerosa de este rey violento, orgulloso y terco, yo lo confío a tu bondad, y espero que le concederás tu favor. Está a su lado y no lo abandones, ¡oh, el más piadoso de los piadosos!''. 


Acto seguido, arrojó la caja que contenía a su hijo al mar, una ola lo arrastró y se lo llevó durante la noche. Así, Yaqzan llegaría a la isla en la que actualmente vive. 

Cuando la caja llega a la isla, esta llega a una parte de espesa maleza de suelo agradable, resguardado contra los vientos y la lluvia, a cubierto del sol, cuyos rayos no podían penetrar allí, mientras que subía ni mientras que bajaba.

La marea subió hasta que las arenas se alzaron, formando una barrera que protegía del agua el lugar donde se encontraba la caja con el niño. Allí, la caja y su frágil ocupante quedaron resguardados de las olas y el viento.

El llanto del niño, cargado de desesperación y hambre, resonó en la tranquilidad del bosquecillo. Pero en los oídos de una gacela, que vagaba entre los árboles en busca de su cría perdida, aquel llanto sonaba a llamado desesperado. Siguiendo el sonido, la gacela llegó hasta la caja, donde el niño yacía, atrapado en su propio destino.

Con sus delicadas pezuñas, la gacela intentó abrir la caja, mientras el niño, con esfuerzo y determinación, empujaba desde adentro. Entre el esfuerzo conjunto, una tabla de la caja saltó, liberando al niño de su prisión. La gacela, conmovida por la angustia del niño, ofreció su leche como consuelo y sustento.

Así, en aquel remoto rincón de la isla, la gacela se convirtió en madre de aquel niño desamparado. Lo protegió, lo cuidó y lo crió, apartándolo de todos los peligros que acechaban en la naturaleza salvaje. Y en ese acto de amor y compasión, comenzó la historia de Hayy, un niño cuyo origen desafiaba las leyes de la naturaleza, pero cuyo destino estaba marcado por la búsqueda incansable de la verdad y la perfección.

Concepción sin padre o madre (generación espontánea)

Los que apoyaban la tesis de la generación espontánea decían que en el centro de esta isla existía una arcilla o tierra que había fermentado en el transcurso de los años, de manera que el calor y el frío, la humedad y la sequedad se habían mezclado en ellas por partes iguales y con perfecto equilibrio de fuerzas. La fermentación era muy grande y la parte central de aquella tierra era el compuesto más perfecto y más parecido con el compuesto humano. Al agitarse se produjeron burbujas como cuando el agua hierve, y en el centro de ella, una burbuja pequeña apareció dividida en dos partes por una membrana delgada, llena de un cuerpo sutil, aéreo, constituido exactamente según las convenientes proporciones.

A este cuerpo se unió el espíritu de Dios con una unión tan perfecta, que ni los sentidos podrían concebirla. 

Ahora, Abentofail establece una analogía entre el espíritu divino y la luz del sol, ambos siendo emanaciones que se extienden sobre el mundo de manera constante. Para eso, nos señala la relación que existe entre los cuerpos y la luz:

  • Cuerpos que no reflejan la luz del sol, como el aire muy transparente.
  • Cuerpos que la reflejan parcialmente, como los opacos no pulimentados.
  • Cuerpos que la reflejan en su totalidad, como los pulimentados, como los espejos.

De la misma forma, el alma humana refleja el espíritu divino. 

  • Algunas personas no muestran los vestigios del espíritu divino debido a su falta de aptitud, comparadas con los minerales que no tienen vida.
  • Otros muestran los vestigios del espíritu divino de diversas maneras, similar a las distintas clases de plantas.
  • Algunos muestran el espíritu divino completamente, como las diversas especies de animales.


En efecto, tal como la tercera, existen almas de animales que reflejan el espíritu divino de manera completa. Abentofail se refiere, en este caso, a los hombres. De hecho, puede llegar a un punto tal que se deshace de todas las imágenes y cosas corporales. Estos hombres tienen la capacidad de ser, según Abentofail:


''el espejo cóncavo que incendia todos los demás objetos''


A los hombres que Abentofail se refiere son los profetas.

Luego de describir este tipo de seres humanos, nos viene a hablar del espíritu. Cuando el espíritu fue fijado en aquel lugar todas las potencias se le sometieron y se iniciaron completamente ante él por orden de Dios. 

En frente del receptáculo se forma otra burbuja dividida en tres compartimentos por una membrana fina, y estos compartimentos están comunicados entre sí por aberturas. Se describe que están llenos de un cuerpo aeriforme similar al que ocupa el primer recinto, pero más tenue.

Cada departamento es interdependiente el uno del otro, además de tener una jerarquía entre ellos desde su nacimiento en la arcilla. 

Formación del cuerpo

Posterior a la formación biológica de los tres departamentos, se comienzan a formar las órganos internos

Formación del Primer Órgano (Corazón): cuando el primer de los tres departamentos, una vez unido con el espíritu y desarrollado su calor, toma la forma cónica del fuego. Este proceso resultó en la formación del corazón, que está rodeado por una carne densa y protegido por una envoltura membranácea. El calor es el elemento clave de este primer órgano.

Funciones del Corazón, Cerebro y Hígado:  el segundo órgano se encargó de esta estructuras. El cerebro se encarga de la percepción, mientras que el hígado se encarga de la alimentación y el sustento del cuerpo. Son absolutamente dependientes del calor que les da el corazón.

Red de Arterias y Venas: luego, se hizo necesaria la formación de una red de arterias y venas entre los órganos para transportar el calor y las fuerzas necesarias para su funcionamiento. Estas arterias y venas se forman como caminos para satisfacer las necesidades de los órganos según lo requiera.

La formación del embrión en la matriz hasta la creación completa del organismo y sus miembros se explica por medio de la hipótesis de la arcilla grande y fermentada, que se utiliza como analogía para explicar la formación del feto y su posterior nacimiento.

Una vez que el feto está completamente formado, las membranas que lo protegen se separan y el niño nace. 

Inmediatamente después al nacimiento, el niño grita y llora por la falta de alimento. En ese momento, una gacela que había perdido a su cría, va en ayuda del pequeño

Etapa de Formación

Descripción

Formación del Primer Órgano (Corazón)

- El primer departamento se une con el espíritu y desarrolla calor, adquiriendo forma cónica de fuego. Resulta en la formación del corazón, rodeado por una carne densa y protegido por una envoltura membranácea. El calor es el elemento clave.

Funciones del Corazón, Cerebro y Hígado

- El segundo órgano se encarga de estas estructuras. El cerebro se ocupa de la percepción. El hígado se encarga de la alimentación y sustento del cuerpo. Son dependientes del calor provisto por el corazón.

Red de Arterias y Venas

- Se forma una red de arterias y venas entre los órganos para transportar calor y fuerzas necesarias. Actúan como caminos para satisfacer las necesidades de los órganos.

Formación del Embrión en la Matriz

- La hipótesis de la arcilla grande y fermentada se utiliza como analogía. Explica la formación del feto y su nacimiento.

Nacimiento del Niño

- Una vez que el feto está completamente formado, las membranas protectoras se separan y el niño nace.


Crianza

En este punto, tanto aquellos que creen en su nacimiento vía generación espontánea como que aquellos que no creen en esta vía, concuerdan en que Hayy se crio con una gacela. Ambos eran inseparables, salvo cuando la gacela iba a pacer.

Así se crio Hayy, libre de animales dañinos y tomando leche de la gacela hasta los dos años de edad. El niño la seguía, y ella era buena y complaciente con él. Lo llevaba a los sitios en que había árboles frutales, y le daba a comer los frutos que se caían del árbol, dulces y maduros; si tenían cáscara dura, los partía con sus muelas; cuando él volvía a las ubres, lo amamantaba; cuando quería agua, lo llevaba a abrevar; si el sol le molestaba, lo ponía a la sombra; si tenía frío, lo calentaba; y al llegar la noche, conducíale a su primera guarida y lo cubría con su mismo cuerpo y con plumas que quedaban allí, resto de las que había en la caja en que lo arrojaron al mar. También era acompañado por otras gacelas.

El niño imitaba los sonidos de las gacelas, sus comportamientos, llegó a un punto total que no se hallaban diferencias entre ambos, aunque también imitaba el comportamiento de otros animales; el cantar de los pájaros, por ejemplo. Lo que mejor se aprendía era el grito de auxilio o de rechazo, los cual entendía muy bien. Ninguna de las gacelas le generó aversión ni ellas a él. Sin embargo, cuando se había fijado en su espíritu la representación de todas las cosas, el niño se dio cuenta que era diferente de los demás animales.

Ropas y armas

Por un lado, veía que era absolutamente distinto en cuanto a las características y elementos; por ejemplo, que algunos animales tenían plumas, garras, cuernos, eran rápidos, ágiles, mucho más que él. Se veía inferior con respecto a ellos, pues se sentía desnudo y sin armas. Juzgó a los demás animales como deformes y enfermos. 

El niño comenzó a usar hojas para taparse y usar un palo contra los animales que lo atacasen. Intento hacerse ropajes para protegerse del frío, pero estos siempre se les desprendían. Atacaba a los animales más débiles y resistía a los más fuertes. Todo esto ocurre a los 7 años de edad. 

De todas formas, Hayy comenzó a caer en cuenta que tenía una ventaja en sus manos, pues con estas podía cubrir su vergüenza  y atacar con palos contra los animales. 

Renovaba sus ropajes de forma continua hasta que un día se le ocurrió andar con una cola de animal muerto, pero tenía cierta desconfianza, ya que los animales, en general, rehúyen de aquellos que están muertos. Sin embargo, una vez vio un águila muerta de la cual los animales no se asustaban de ella; acto seguido, Hayy la tomó y con las partes del animal se hizo un vestido para calentarse y para  que los animales no se le acerquen e incluso, les inspire respeto. El único animal que se le acercaba era la gacela que lo había criado de niño. 

Muerte de la gacela

A pesar de los cuidados que Hayy le proporcionaba a la Gacela, esta, por el continuo debilitamiento, muere en manos de Hayy. El niño quedó destrozado ante la muerte de quien lo había criado. Gritó lo más fuerte que pudo para ver si podía reaccionar pero nada ocurrió.  Quiso probar algo para reanimarla. Hayy aprendió que una vez que se tapaba los oídos o cubría sus ojos, estos sentidos no se ejercían hasta que se sacara el obstáculo que impedía dicho ejercicio. De esto, Hayy aprendió que, quizás, la gacela podía volver a la vida si se le sacaba algún obstáculo que la sacara de esa situación.

Lamentablemente, al no ver un órgano que supusiera tal estado, Hayy pensó que tal vez ese órgano se encontraba dentro del animal. Si pudiera alcanzar ese órgano interno podría volver a la vida a la gacela. 

El órgano clave

De todos los cadáveres que Hayy había visto en los animales, había observado que estos tenían ciertos órganos. Observó que los únicos órganos que estaban en concavidad eran el cráneo, el pecho y el vientre, y que el órgano que buscaba debía estar en una de estas.

De pronto, Hayy tuvo la idea de que quizás debería estar entre medios de esos tres lugares, pues sentía que todos los órganos necesitaban de él. En consecuencia, dicho órgano debería encontrarse en el centro. Así, de este modo, también se lo indicaba su pecho. Sintió que podía prescindir de todo los sentidos pero no de su pecho, pues algo había en él que le llamaba la atención. En las ocasiones en que peleaba con animales, se daba cuenta que siempre protegía su pecho de los cuernos de estos.

En ese mismo momento, Hayy pensó que lo que debía hacer era verificar el pecho de la gacela y solucionar el problema, pero luego reflexionó que el procedimiento de hacer esto podría costar aún más caro, podría dejar a la gacela en peores condiciones de las que estaba. Trato de recordar si había algún animal que se encontrara en una situación similar y que luego haya vuelto a su primera condición, pero no recordó ninguno.

Desesperó tanto que al final se decidió a abrir el pecho y encontrar ese elemento que perturbaba la vida de la gacela.

Recogió piedras duras y astillas de caña seca, de modo que hicieran de cuchillos para cortar el cuerpo. Hizo una incisión en las costillas y manipulando los instrumentos pudo llegar hasta la pleura. Hayy notó que los tejidos que cortaba eran sumamente duros y esto acrecentó la idea de que el órgano clave estaba ahí. Luego de un fuerte proceso que acabo con casi todos sus instrumentos, Hayy llegó a la mitad pulmón.

Examinó de manera acuciosa el pulmón tratando de verificar si había algo malo con él. Comprendió que solo tenía la mitad de un órgano y que en consecuencia, no estaba todavía en el centro del cuerpo. Hayy siguió adentrándose en el cuerpo con sus manos hasta que llegó al corazón. Notó que estaba protegido de alguna forma por el pulmón y estaba revestido de una envoltura muy resistente.

Se dijo a sí mísmo:

«Si este órgano tiene por el otro lado una parte igual a la de éste, sin duda ninguna está en el centro y no hay dificultad en que sea el que yo busco, sobre todo considerando la excelencia de su posición, la elegancia de su forma, su gran cohesión, la dureza de su carne y la envoltura que lo protege, distinta de la que tienen los restantes órganos que conozco»

Luego, al examinar el corazón, encontró la otra parte del pulmón y se dio cuenta de que el corazón estaba efectivamente en el centro. Inmediatamente pensó que era éste el órgano que buscaba. Quiso rasgar la envoltura y lo logró, pudo ver sus cavidades y abrir sus membranas.

Miró el corazón y en un breve análisis de que el ser que había en sus compartimientos se había marchado.

Examinando el corazón, Hayy descubrió que tenía dos cavidades, una llena de sangre coagulada y otra vacía.

Se dijo:
''Es preciso que lo que yo busco se encuentre en uno de estos dos compartimentos. En el de la derecha no veo más que sangre cuajada; no hay duda de que la coagulación no se ha verificado hasta que todo el cuerpo ha venido a parar al estado actual''

Continuó:
''Esta sangre debe de ser como todas las demás; noto que se halla en todos los órganos, y no exclusivamente en uno. Ahora bien, lo que busco no es una cosa de esta naturaleza; la que anhelo encontrar es algo que tenga a este miembro como lugar propio suyo y sin la cual no puedo subsistir ni siquiera un instante, y tras la que voy desde el principio. Por lo que toca a la sangre, ¡cuántas veces me han herido los animales en la lucha y he derramado gran cantidad, sin sentir daño alguno, ni perder nada de mis facultades! En este comportamiento, pues, no está lo que yo busco. En cuanto al de la izquierda lo veo absolutamente vacío; pero no puedo creer que sea inútil. Yo he visto que cada órgano tiene su función propia. ¿Cómo ha de ser inútil ese compartimiento, cuya perfección he comprobado? No puedo menos de creer que lo que busco estaba en él, pero que se ha marchado y lo ha dejado vacío; y a consecuencia de esto ha sobrevenido al cuerpo la paralización actual, ha perdido las percepciones y se ha visto privado de los movimientos''

Esto hizo que Hayy sintiera desprecio por el cuerpo y todo lo que se relacione a él, y sintiera admiración por ese ser que lo habitaba.

Acto seguido, Hayy comenzó a preguntarse por ese ser y su estancia en el cuerpo, se preguntó qué cosas podrían haber motivado la salida de ese ser, si esta fue una salida necesaria, forzada o voluntaria.

Entendió también que su madre, la gacela, en gran parte y medida, era ese ser que gobernaba el cuerpo en ese momento. Su madre, que lo amamantó, lo cuidó y que tanto él quería, se reducía a su ser y el control que ejercía sobre ese cuerpo; aquel cuerpo inerte era solamente un instrumento.

Entierro del cuerpo

Hayy notó que el cuerpo de su madre comenzó a descomponerse y a emanar un olor pestilente lo que le hizo tener más repulsión al cuerpo. En ese mismo momento, Hayy vio a dos cuervos luchando y tratando de matarse el uno al otro hasta que uno de ellos lo consiguió. Acto seguido, el pájaro que venció comenzó a cavar un agujero y enterró el cuerpo del vencido.

Hayy dijo:

''¡Qué bien está lo que hace este cuervo enterrando el cadáver de su compañero, aunque realmente haya obrado mal en matarlo! ¡Con cuánta más razón debo yo realizar este acto con mi madre!''
Inmediatamente, Hayy hizo lo mismo que el pájaro enterrando a su madre gacela. Desde ese momento, Hayy toma cariño a las gacelas y no encuentra a nadie de su misma naturaleza humana, en consecuencia, cree que el mundo es efectivamente la isla en que vive. Siguió pensando y reflexionando sobre aquello que gobernaba el cuerpo pero no sabía qué era.

Reflexión sobre la vida

Hayy descubre el fuego

Un día que frotó por casualidad unas cañas, entre el montón que había se produjo fuego. Hayy quedaría pasmado ante el espectáculo del fuego.

Al observar un fenómeno desconocido, quedó asombrado y cautivado por el fuego. Lentamente se acercó y notó su resplandor y capacidad de atraer y consumir todo a su alrededor. Intentó tocarlo, pero se quemó los dedos, por lo que tomó un tizón no consumido y lo llevó a su cueva. Alimentó la hoguera constantemente, disfrutando de su luz y calor, especialmente durante la noche. Admiraba el movimiento vertical del fuego, creyendo que era una sustancia celestial. Experimentó su poder al arrojar objetos en él y ver cómo los consumía, rápida o lentamente, según su combustibilidad.

Para experimentar la energía del fuego, Hayy asó varios animales marinos, despertando su apetito y descubriendo el sabor de la carne, lo que le llevó a convertirse en hábil pescador y cazador. Su afecto por el fuego aumentó, ya que le proporcionaba alimentos buenos. Llegó a sospechar que el calor vital de los animales, como el que había desaparecido del corazón de la gacela, podría ser de la misma naturaleza que el fuego. Esta idea se confirmó al notar que los animales tienen calor en vida y frío tras morir, y que él mismo sentía calor en su pecho. Decidió diseccionar animales vivos para investigar. Al abrir el corazón de un animal, encontró un vapor caliente que casi le quema el dedo, y el animal murió instantáneamente. Concluyó que este vapor caliente era lo que daba vida a los animales, y que su ausencia provocaba la muerte.

Hayy deseó examinar la anatomía y fisiología de los animales para entender cómo el vapor caliente que les da vida se extiende y se conserva. A través de disecciones, aprendió sobre la organización y funcionamiento del cuerpo, llegando a conocimientos comparables a los de grandes físicos. Concluyó que el alma animal, desde un centro fijo, controla y da vida a todo el cuerpo, actuando de manera similar a cómo él utilizaba herramientas para diversas tareas.

Los instrumentos se dividen en defensivos y ofensivos. Los de caza se clasifican en marinos y terrestres. Los instrumentos cortantes tienen aplicaciones para rajar, descuartizar y perforar. El cuerpo, aunque uno, usa estos instrumentos según sea necesario, al igual que el alma animal, que utiliza distintos órganos (ojo, oído, nariz, lengua, piel, miembros, hígado) para realizar funciones específicas (vista, audición, olfato, gusto, tacto, movimiento, nutrición/digestión). Cada función depende del alma, que se distribuye a través de los nervios desde el cerebro, el cual la obtiene del corazón. El cerebro contiene muchas almas en sus compartimientos.

Durante su estudio, Hayy desarrolló habilidades para sobrevivir: se hizo ropa y herramientas, construyó una choza y domesticó animales. Reflexionó sobre la unidad y diversidad de los seres vivos, observando que, aunque los individuos y sus partes son múltiples, están unificados por el alma que los gobierna. Al alcanzar los 21 años, entendió que cada especie de animal tiene un alma única que se manifiesta en sus individuos, comparándola con el agua dividida en varios recipientes. Esta alma animal es una, y su multiplicidad es solo aparente.

Mundo vegetal

Se dio cuenta que el mundo vegetal es muy similar al mundo animal: todos tienen una cosa común. Sin embargo, comprendió que los elementos claves del mundo vegetal eran tanto la nutrición como el crecimiento. En cambio, en el mundo animal se tienen los dos elementos mencionados anteriormente, además de las sensaciones, percepciones y movimientos. No obstante, a pesar de estas importantes diferencias, el mundo animal y vegetal son considerados como uno solo. 

Mundo mineral

Luego, Hayy comenzó a estudiar el mundo mineral, de aquellos seres que no sienten como las piedras, la tierra, el fuego, el aire, etc. Son cuerpos que se miden por la longitud, latitud y profundidad; se diferencian por el color; unos son calientes, otros fríos, entre otras. 

Veía que los que son calientes se vuelven fríos, y los que son fríos se tornan calientes; observaba que el agua se convierte en vapor, y el vapor en agua; que las cosas que se queman, se hacían brasas, ceniza, llama, humo; y que el humo, si tropieza en su ascensión con una bóveda de piedra, se transforma en algo parecido a una sustancia terrosa. De aquí dedujo que todos estos cuerpos eran, en realidad, una sola cosa, y que la multiplicidad les es inherente per accidens, del mismo modo que lo es a los animales y a las plantas.


Movimiento de los cuerpos

Hayy observó que todos los cuerpos, vivientes o inanimados, tienen inevitablemente uno de dos movimientos: ascendente, como el humo, o descendente, como el agua, tierra, plantas y animales. Estos cuerpos solo descansan cuando encuentran un obstáculo que detiene su movimiento, como una piedra en el suelo. También notó que el humo se detiene al encontrar una bóveda resistente y se dispersa lateralmente antes de continuar su ascenso por el aire. Incluso un odre lleno de aire atado y sumergido en agua tiende a subir hasta romper la superficie y llegar a la atmósfera, donde finalmente se estabiliza.

Hayy buscaba un cuerpo que careciera por completo de estos movimientos o tendencias, pero no encontró ninguno. Buscaba Hayy un cuerpo de esta condición, esperando que, si lo hallaba, podría considerar la naturaleza del cuerpo en cuanto cuerpo, libre de todas las cualidades que son el origen de la multiplicidad. Concluyó que todos los cuerpos al menos tienen la cualidad de pesadez o ligereza, y que la esencia corporal incluye estos atributos junto con otros añadidos que causan su diversidad.

Cuando se cansó de estas investigaciones, Hayy observó que los cuerpos pueden reducirse a dos cualidades fundamentales: pesadez o ligereza. Reflexionó sobre si estas cualidades pertenecían esencialmente a la naturaleza del cuerpo o eran propiedades añadidas a la corporeidad. Concluyó que eran propiedades añadidas, ya que ningún cuerpo tiene ambas cualidades simultáneamente: lo pesado carece de ligereza y lo ligero carece de pesadez, cada una define un tipo de cuerpo distinto.

Así, Hayy comprendió que la esencia de cada tipo de cuerpo, ya sea pesado o ligero, consiste en la corporeidad junto con una de estas dos cualidades que determinan su movimiento: hacia abajo en el caso de lo pesado y hacia arriba en lo ligero.

Al examinar otros cuerpos, tanto vivientes como inanimados, notó que la esencia de cada clase está compuesta por la corporeidad más otros atributos que les son añadidos.

De esta manera, dedujo la existencia del alma animal, del alma vegetativa y la naturaleza de los seres inanimados. Reconoció que las formas de los cuerpos en su diversidad revelan aspectos del mundo espiritual, accesibles no por la sensibilidad, sino por la especulación.

Finalmente, Hayy concluyó que el alma animal, situada en el corazón y responsable de sensaciones, percepciones y movimientos específicos, posee un atributo adicional a la corporeidad que la distingue de otros cuerpos, y que los filósofos llaman alma animal.

En las plantas, así como en los animales, hay una fuerza similar al calor natural que los filósofos llaman alma vegetativa. Además, todos los cuerpos inanimados del mundo, sujetos a generación y corrupción, tienen una característica particular que les permite realizar sus funciones específicas, como diferentes tipos de movimiento y cualidades sensoriales. Esta característica es su forma, conocida como naturaleza por los filósofos.


Conocimiento del alma y el cosmos

Al reflexionar sobre la esencia de la naturaleza animal, Hayy comprendió que esta estaba compuesta de la corporeidad, un atributo compartido con todos los cuerpos, y de otro atributo exclusivo que la distingue, conocido como alma. Considerando que la corporeidad era común y menos significativa, dejó de reflexionar sobre ella y se dedicó completamente a especular sobre el alma, que encontraba más relevante y digna de estudio.

Alma vegetativa

Deseaba entender con precisión el alma vegetativa y comenzó su reflexión profundizando en la diversidad de formas que distinguen a los cuerpos. Observó que ciertos cuerpos comparten una forma básica que les confiere ciertos actos, mientras que otros grupos tienen formas adicionales que causan funciones específicas. Por ejemplo, los cuerpos terrestres como tierra, piedras, plantas y animales pesados pertenecen a una primera categoría que comparte una forma que causa el movimiento hacia abajo. Otros cuerpos, como las plantas y los animales, además de esta forma común, tienen otra que causa la nutrición y el movimiento.

Hayy identificó que la nutrición implica la sustitución de partes del cuerpo por materia asimilada, y el crecimiento se refiere al aumento proporcional en longitud, latitud y profundidad. Estas funciones comunes en plantas y animales provienen de una misma forma llamada alma vegetativa.

Los animales, en particular, poseen además una tercera forma que permite la sensación y el movimiento de un lugar a otro. Hayy notó que cada especie animal tiene una cualidad distintiva derivada de una forma específica que se suma a la forma básica común a todos los animales. Similarmente, cada especie vegetal presenta una cualidad peculiar derivada de su propia forma adicional.

Naturaleza de los cuatro elementos

Posteriormente, Hayy se dio cuenta que todas las cosas de este mundo estaban dotadas de una naturaleza, unas más compuestas que las otras y más simples que las otras. Centró su atención en las que eran más simples.

Reflexionó sobre la naturaleza de los cuatro elementos (tierra, aire, fuego y agua) y propone que comparten la característica común de la corporeidad. Sin embargo, esta corporeidad no debe estar asociada a ninguna otra cualidad que distinga a un elemento de otro, como el movimiento, la temperatura o la humedad. Argumenta que estas cualidades no son comunes a todos los cuerpos y, por lo tanto, no pueden pertenecer a la corporeidad en sí misma.

Si existiera un cuerpo sin ninguna forma adicional a la corporeidad, carecería de todas estas cualidades y de cualquier otra que no fuese compartida por todos los cuerpos, sin importar la cantidad de formas que estos puedan tener.

Extensión y elementos

Entendió que en los cuerpos las únicas proporciones que existían eran la latitud, longitud y profundidad. Pero eso no es todo. Junto con estas tres dimensiones también comprendió que en los cuerpos existen formas, lo que les da a los cuerpos una medida determinada. Un ejemplo de esto lo tomó de la arcilla al cual puede tener distintas formas según se la manipule. 

Comprendió que el mundo se dividía en mundo sensible e inteligible, y volvió a sumirse en el primero, a recordar las sensaciones y los elementos. 

Comenzó por analizar el agua. Se fijo que si el agua se deja en la misma forma en que naturalmente está, recobra un frío sensible y una propensión a caer. Notó que si acercaba el agua al fuego esta se calentaba, dejando a un lado el frío, pero no su propensión a caer. Como el fuego calentaba más y más el agua, esta se evaporó y comenzó a elevarse, adquiriendo dos características contrarias a las primitivas. Hayy comprendió que este elemento podía cambiar de forma a algo totalmente distinto de lo que era su naturaleza. 

En ese momento comprendió que todo lo que era creado tenía un productor: un hacedor de forma.

«Yo soy el oído por el cual oye, y la vista con la cual ve»

«No los habéis matado vosotros, sino Dios los mató; no has arrojado tú [Muhammad] la flecha cuando la has arrojado, sino que Dios la arrojó».

Por lo tanto, existe un agente que crea estos cuerpos, pero no puede ser ellos mismos. Hayy, comprendiendo esta materia, pone su disposición a estudiar los cuerpos celestes. 

Cuerpos celestes

A los 28 años de edad, observo que, en efecto, los cuerpos celestes tienen las tres dimensiones. Por un momento se preguntó si estos cuerpos serían infinitamente extensos, sin ningún límite, pero dio inmediatamente cuenta de que esta era una idea absurda. Que los cuerpos infinitos no existen. 

Esta idea le apareció por no tener conocimiento de que por el lado opuesto del que puede ver estos cuerpos, se esconde una parte que podría ser infinita. Pero también desechó esta idea inmediatamente. 

Si imagino dos líneas, que comiencen en esta parte limitada y se prolonguen sin fin a través de la profundidad del cuerpo, según su propia extensión; si luego imagino que de una de estas dos líneas se corta un trozo grande, por el lado en que es limitada, y, tomando lo restante de la línea y los dos trozos, el cortado y el que no lo está, se superponen haciendo coincidir ambas líneas, siguiéndolas con el pensamiento en la dirección en que se supone son infinitas, sucederá una de estas dos cosas: 
  • o las dos líneas se prolongarán siempre hasta lo infinito, sin que la una sea más corta que la otra, y entonces la cortada será igual que la que no lo está, lo cual es absurdo, 
  • o la línea disminuida no se prolongará siempre a la par que la otra, sino que se detendrá y dejará de extenderse junto con ella, y entonces será finita; si después se le vuelve a colocar el trozo que primeramente se le cortara y que era finito, resultará también finita toda la línea; ya no será, pues, ni más corta que la línea no cortada, ni más larga, sino igual a ella; pero ésta, la cortada, es finita; luego aquélla también lo será


El cuerpo en que se supongan estas líneas, será finito; pero en todo cuerpo se pueden suponer estas líneas; luego si suponemos un cuerpo infinito, hemos supuesto una cosa absurda e imposible.

Hayy, a través de sus observaciones, deduce que el cosmos tiene forma esférica. Nota que los astros describen círculos en el cielo, siendo más grandes cerca del cenit y disminuyendo hacia los polos. Al estar en el Ecuador, observa ambos polos celestes y confirma la esfericidad al notar el movimiento simultáneo de astros en círculos grandes y pequeños. La constante aparente de los astros en el cielo también respalda esta idea.

Hayy va más allá y ve la esfera celeste como un todo unificado que contiene a los cuerpos celestes y sublunares (Tierra, agua, aire, plantas, animales). Establece analogías entre este macrocosmos y un animal, donde las estrellas serían como los sentidos, las esferas unidas como los miembros y los procesos internos como los que ocurren en el animal.

Creación del mundo

Teniendo analizado todo el orden del cosmos, Hayy se preguntaba si el mundo había sido creado o era en efecto eterno. 

Cuando pensaba en la tesis de la eternidad se le venían a la cabeza las mismas dificultades de la explicación sobre la infinitud de los cuerpos. Es claro que los cuerpos sublunares no son infinitos y acabamos de comprobar que los cuerpos celestes tampoco lo son. 

Cuando pensaba en la eternidad por accidente, pensaba en la dificultad de posicionar el mundo después de los accidentes, pero lo que no es producido antes de los accidentes, es entonces producido. 

Cuando pensaba en la creación del mundo desde la nada salían otras objeciones, pero no es posible concebir que algo se creó a partir de algo que no existe. Si esto fuera así, lo más cercano a entender sería decir que existió luego de la creación del tiempo, pero el tiempo es parte del mundo o del cosmos. 

Mas aún, se preguntaba Hayy, ¿quién creó este mundo?

Tesis

Argumentos a favor

Argumentos en contra

Detalles adicionales

Eternidad

- Infinitud de los cuerpos: Los cuerpos sublunares no son infinitos. Los cuerpos celestes no son infinitos.

 

Accidentes y producción:

Dificultad de explicar la existencia del mundo antes de los accidentes. Lo que no es producido antes de los accidentes, es entonces producido.

- Infinitud: La infinitud de la existencia es difícil de concebir y explicar racionalmente.

 

Posición del mundo: <br> * Si el mundo existiera desde siempre, ¿cómo se posicionaría en relación a los accidentes?

 

Relación con la producción:

 

Si el mundo no es producido antes de los accidentes, entonces es producido en algún momento.

- Explicación de la infinitud: No se presenta una explicación detallada sobre cómo superar la dificultad de concebir la infinitud de la existencia.

Solución a la posición del mundo: No se ofrece una alternativa para explicar la posición del mundo en una existencia eterna.

 

 Análisis de la producción: La reflexión sobre la producción del mundo en relación a los accidentes no llega a una conclusión definitiva.

Creación desde la nada

- Noción de creación:

No es posible concebir que algo se creó a partir de algo que no existe.

- Creación y tiempo: La idea de creación implica la existencia previa del tiempo.

 

Relación con el cosmos: el tiempo es parte del mundo o del cosmos, lo que dificulta la concepción de una creación anterior al tiempo.

- Alternativas a la creación: No se exploran otras posibilidades para explicar el origen del mundo sin recurrir a la creación.

 

Análisis del tiempo: La reflexión sobre la relación entre la creación y el tiempo no llega a una solución clara.

Conclusión: Hayy no llega a una conclusión definitiva sobre si el universo fue creado o existe desde siempre. Se enfrenta a dificultades para explicar tanto la infinitud de la existencia eterna como la creación desde la nada. La reflexión sobre estos temas lo lleva a cuestionar conceptos como el tiempo, los accidentes y la producción, sin encontrar respuestas definitivas.

Por lo tanto, Hayy llega a la conclusión de que el creador del universo no puede ser un cuerpo y el universo no puede surgir de la nada

  1. El creador no puede ser  percibido porque de ser así sería cuerpo
  2. El creador no puede ser cuerpo porque de ser así estaría ya en el mundo. Si el creador fuera un tercer cuerpo, entonces tendría que ser creado por otro cuerpo y así sucesivamente.
  3. Tampoco puede ser imaginado porque la imaginación es la representación de las formas

En consecuencia, es claro que Hayy busca a un creador que no puede ser cuerpo. 

El Creador de este mundo

Con todos estos razonamientos, para Hayy era claro lo que existía: había un autor incorpóreo que había creado este mundo. 

La existencia de todos los seres depende de un Autor, quien les da forma y subsistencia. Sin este Autor, los seres no podrían existir ni subsistir, y Él es su causa. Este Autor es infinito en poder y fuerza, mientras que los seres y cuerpos son finitos y limitados. Así, el mundo y todo lo que contiene son creación de este Autor, existiendo por su mandato eterno, independientemente del tiempo.


''que no tiene más que mandar, cuando Él quiere una cosa, diciéndole: -''Sé'', y ella es''.


Al descubrir que todos los seres son obra de un Autor, Hayy observó que tanto los pequeños como los grandes seres muestran signos de sabiduría y arte extraordinario, demostrando que este Autor es perfectísimo. Este Autor tiene todas las cualidades de la perfección y ninguna de la imperfección. Al estudiar los animales, vio cómo el Autor les dio forma y les enseñó a usar sus miembros, evidenciando su generosidad y misericordia. Cada vez que veía belleza o perfección en algún ser, Hayy reconocía que era un reflejo del Autor. En consecuencia, este autor no solo era el creador sino que la potencia en que se sostienen los demás:

''Todo perece si no es su faz''

A los 35 años, Hayy se enfocó exclusivamente en este Autor, apartándose del mundo sensible y dirigiéndose hacia el inteligible. Quiso saber con qué facultad había conocido a este Ser y descubrió que no había sido por los sentidos ni la imaginación, sino por su propia esencia, impresa en su alma. Concluyó que su esencia es incorpórea y que conoce al Ser necesario a través de ella, sin cualidades corporales.

Convencido de que su esencia no era el cuerpo físico, Hayy la consideró incorruptible y libre de las cualidades de los cuerpos. Se cuestionó sobre el destino del alma después de la muerte del cuerpo y concluyó que, al no depender del cuerpo, no puede perecer. Hayy investigó las facultades perceptivas, observando que las que no han experimentado su objeto propio no lo desean, mientras que las que sí lo han experimentado, anhelan esa percepción.

Siendo así, determinó que el alma, al abandonar el cuerpo, puede experimentar diferentes destinos según su conocimiento del Ser supremo durante la vida corporal. Si nunca conoció al Ser necesario, no sentirá su pérdida. Si lo conoció pero se apartó, sufrirá deseos y dolor infinitos. Si permaneció en contemplación y unión con el Ser, experimentará placer y gozo eternos.

Hayy se esforzó por mantener una visión intuitiva constante de Dios, pues reconoció que en esto reside la perfección y el placer de su esencia. Sin embargo, se veía interrumpido por necesidades corporales y temía que la muerte le sorprendiera en un estado de distracción, alejándolo de la visión intuitiva y condenándolo al sufrimiento eterno.


Escala de seres

Hayy, afligido por la interrupción constante de su visión intuitiva del Ser necesario, observó que los animales se dedican únicamente a satisfacer sus necesidades básicas y no tienen conocimiento de este Ser, de quien absolutamente ignoran. Extendió esta observación a las plantas y concluyó que tampoco tienen tal conocimiento.

Luego, reflexionó sobre los cuerpos celestes, notando su movimiento ordenado y su incorruptibilidad. Supuso que los cuerpos celestes deben tener esencias que conocen al Ser necesario y que son incorpóreas. Concluyó que su propia esencia, aunque imperfecta, era incorruptible y semejante a los cuerpos celestes.

Hayy comprendió que era un ser distinto de los demás animales, creado para un fin superior. Reconoció la necesidad de imitar las acciones de los cuerpos celestes y del Ser necesario, esforzándose en adquirir sus atributos y conformarse con sus juicios, aunque fueran dolorosos para su cuerpo.


Hayy identificó tres asimilaciones en su ser:

Asimilación a los animales irracionales: Se reconoció como similar a los animales en su parte física, perteneciente al mundo de la generación y la corrupción. Esto incluía el cuidado de su cuerpo y la satisfacción de necesidades básicas como la comida, la bebida y la unión sexual. Estas acciones eran necesarias para mantener su cuerpo.
Asimilación a los cuerpos celestes: Se veía semejante a los cuerpos celestes en su alma animal, cuya sede es el corazón, que actúa como el principio de todo el cuerpo y sus facultades. Esta semejanza se basaba en la proporción y equilibrio de su alma, lo que lo hacía apto para una vida más perfecta, similar a los movimientos ordenados y la incorruptibilidad de los cuerpos celestes.
Asimilación al Ser necesario: Finalmente, reconoció que su esencia, mediante la cual conocía al Ser necesario, lo asemejaba a este Ser. Esta esencia era incorruptible y libre de cualidades corpóreas. Su felicidad y salvación dependían de mantener una visión intuitiva constante del Ser necesario, sin apartarse de ella ni por un momento.

Hayy reflexionó sobre cómo mantener la visión intuitiva continua y concluyó que necesitaba lograr las tres asimilaciones previamente mencionadas.

  1. Asimilación a los animales irracionales: Esta asimilación, relacionada con las necesidades físicas, no le ayudaría a conseguir la visión intuitiva, ya que lo distraería con cosas sensibles. Sin embargo, era necesaria para conservar el alma animal, lo cual a su vez era crucial para la segunda asimilación.

  2. Asimilación a los cuerpos celestes: Esta le proporcionaría una visión intuitiva continua pero mezclada, ya que implicaba tener conciencia de su propia esencia.

  3. Asimilación al Ser necesario: Esta le otorgaría una visión intuitiva pura y una absorción absoluta en el Ser necesario, donde su propia esencia y todas las demás se desvanecerían, excepto la esencia del Ser uno, la Verdad, el Necesario.



Bajo estas conclusiones, Hayy trato de explicarse los problemas de llevar una vida espiritual y material. 

Vida material y espiritual

Hayy decidió limitar su vida material para favorecer su vida espiritual, entendiendo que la primera era necesaria pero un obstáculo para la tercera asimilación. Adoptó un régimen mínimo de subsistencia para mantener su alma animal, enfocándose en alimentos vegetales y, cuando necesario, animales, siempre evitando dañar la naturaleza más de lo imprescindible. Optó por alimentos maduros y abundantes, y solo en cantidades necesarias para saciar el hambre, manteniendo largos intervalos entre comidas.

Para la segunda asimilación, imitó a los cuerpos celestes ayudando a plantas y animales en necesidad, manteniendo su cuerpo y entorno limpio y resplandeciente, y realizando movimientos circulares para asemejarse a los astros.

Para la tercera asimilación, se esforzó en concentrarse únicamente en el Ser necesario, utilizando movimientos circulares para eliminar distracciones sensoriales, logrando momentos de pura visión intuitiva. Reflexionó sobre los atributos del Ser necesario, tanto positivos como negativos (eliminando los atributos de corporeidad), esforzándose en conocer solo a Él y eliminando de sí mismo los atributos de corporeidad, permaneciendo inmóvil y enfocado en su cueva.

En algunas ocasiones pasó varios días sin comer y sin moverse. Y a veces en los momentos más culminantes de esta lucha, se borraban de su recuerdo y de su pensamiento todas las cosas, excepto su misma esencia, pues ésta no escapaba a su percepción en el momento en que se abismaba en la visión intuitiva del Ser, de la Verdad, del Necesario; ello le afligía, pues que le daba a entender que aún conservaba una mezcla en la visión intuitiva pura y una asociación en el acto de contemplar.

Estado de Hayy

Buscó incansablemente la inconsciencia de su ser y la pureza en la intuición de la Verdad. Finalmente, logró borrar de su recuerdo y pensamiento todo lo existente: cielos, tierra, formas espirituales, facultades corporales, y hasta su propia esencia. Todo se desvaneció, quedando solo el Uno, la Verdad, el Ser eterno. Comprendió que la soberanía pertenece únicamente a Dios, y en ese estado percibió intuitivamente lo que ningún ojo ha visto, oído ha oído, ni corazón ha imaginado.

''¿A quién pertenece hoy la soberanía? A Dios Único e Irresistible'' 


El autor del libro advierte que es imposible describir plenamente el estado que Hayy alcanzó, ya que se trata de algo que supera la capacidad de comprensión humana y no pertenece al mundo material. Explica que cualquier intento de describir este estado es inútil, similar a intentar saborear colores. Sin embargo, ofrece una explicación alegórica sobre las experiencias intuitivas de Hayy, destacando que Hayy, al perder la noción de su propia esencia y de otras esencias, solo veía al Uno, al Inmutable. Hayy llegó a pensar que su esencia no se diferenciaba de la Verdad, similar a cómo la luz del sol se refleja en los cuerpos opacos sin ser distinta de la luz solar misma. Concluye que al conocer la esencia divina, uno se convierte en esa esencia, ya que la esencia divina y el conocimiento de ella son una sola cosa.


Acto seguido Hayy trata de definir lo que son la esencias separadas


Las esencias separadas son entidades que conocen la esencia de la Verdad divina y están exentas de la materia. Estas esencias no pueden ser descritas en términos de pluralidad o unidad, ya que estos conceptos son aplicables solo a los cuerpos materiales y a las ideas compuestas. Las esencias separadas existen fuera de las categorías de la materia y, por tanto, no pueden ser consideradas ni múltiples ni únicas en el sentido en que se entienden estos términos en el mundo material.

Sus características son:

  1. Exención de la Materia: No están vinculadas a la materia ni a las características que definen a los cuerpos materiales.
  2. Conocimiento de la Verdad: Conocen la esencia de la Verdad divina, la cual está honrada y ensalzada.
  3. Más Allá de la Pluralidad y Unidad: No pueden ser descritas como muchas o una, ya que la pluralidad y la unidad son conceptos que solo se aplican a las cosas materiales.
  4. Trascendentales: Su verdadera naturaleza es difícil de explicar y comprender a través de la lógica ordinaria y el lenguaje común, ya que estos están limitados a la experiencia sensorial y material.
  5. Percibidas Intuitivamente: Su conocimiento exacto solo puede ser alcanzado a través de la intuición mística, más allá de la capacidad lógica ordinaria.

Hayy intenta describir este fenómeno usando una alegoría de un murciélago. En efecto, un murciélago, acostumbrado a la oscuridad, se encuentra desorientado y confundido por la luz del sol, que está más allá de su capacidad de adaptación y comprensión. De manera similar, una persona que solo confía en la razón y en las percepciones sensoriales se encuentra confundida y limitada al intentar comprender realidades trascendentales que no pueden ser captadas mediante estos medios.

Visión de la esfera suprema

Hayy ibn Yaqzan, tras experimentar un profundo abismamiento y aniquilamiento de sí mismo, logró contemplar intuitivamente la esfera suprema. Esta esfera no es un cuerpo ni la esencia del Uno, de la Verdad, sino una esencia exenta de materia que se asemeja a la imagen del sol reflejada en un espejo. Esta esencia posee una perfección, resplandor y belleza indescriptibles por el lenguaje humano. En su visión, Hayy percibió esta esfera en un estado de placer, alegría, felicidad y contento, producto de la contemplación intuitiva de la esencia de la Verdad.

A continuación, Hayy contempló la esfera de las estrellas fijas, también exenta de materia y con una esencia distinta pero conectada a la esfera suprema. Esta esfera es comparable a una imagen del sol reflejada en un espejo, que a su vez recibe esta imagen por reflexión de otro espejo puesto frente al sol. La esencia de esta esfera también posee un resplandor, belleza y placer similares a los de la esfera suprema.

Posteriormente, Hayy observó la esfera de Saturno, que tenía una esencia separada de la materia y diferente a las esencias previas. Esta esfera es como la imagen del sol reflejada en un espejo que la recibe de otro, y este a su vez de un tercero puesto frente al sol. La esencia de la esfera de Saturno compartía el mismo esplendor y placer que las esencias anteriores, reflejando una continuidad en la belleza y alegría contempladas.

Finalmente, Hayy vio que cada esfera tenía una esencia separada y exenta de materia, siguiendo el orden de las esferas celestiales. Cada esencia no era idéntica a las anteriores ni completamente distinta, sino que se asemejaba a una imagen del sol reflejada de espejo en espejo. Cada una de estas esencias poseía una belleza, esplendor, placer y alegría tan sublimes que ningún ojo humano ha visto, ningún oído ha oído, ni jamás han sido concebidas por el corazón de un mortal.

Visión de la esfera de la luna

Hayy llegó al mundo de la generación y la corrupción, que incluye todo lo que está dentro de la esfera de la luna. Observó que este mundo tiene una esencia exenta de materia, distinta pero no completamente separada de las esencias anteriores. Esta esencia, denominada alma universal, tiene setenta mil caras, cada una con setenta mil bocas, y cada boca con setenta mil lenguas que alaban y glorifican incesantemente la esencia del Uno, de la Verdad. Aunque esta esencia implica pluralidad, no es múltiple y posee una perfección y un placer similares a los observados en las esencias anteriores. Se asemeja a la imagen del sol reflejada en agua trémula, que ha tomado la imagen de un espejo que, en última instancia, recibe la reflexión del espejo colocado frente al sol.

Visión de su propia esencia

Hayy, en su visión, percibió que él mismo tenía una esencia separada. Esta esencia podía considerarse como una parte de la esencia del alma universal de las setenta mil caras si se pudiera dividir, y si no fuera porque fue producida posteriormente, podría ser considerada la misma esencia. La individualización de su esencia por su cuerpo en el momento de su producción es lo que la distingue.

En sus visiones más excelsas, Hayy observó esencias similares a la suya de cuerpos que existieron y se disiparon, así como otras que aún existían. Estas esencias, infinitas en número o posiblemente una sola, poseían una hermosura y esplendor indescriptibles. Solo aquellos que han alcanzado el éxtasis pueden comprenderlas verdaderamente.

También vio muchas esencias separadas de la materia, comparables a espejos empañados y cubiertos de inmundicia, que se mantenían de espaldas a los espejos pulidos que reflejaban la imagen del sol. Estas esencias eran feas e imperfectas, sumidas en dolores sin fin y tormentos constantes, quemadas por el fuego de la separación y atormentadas por la repulsión y atracción.

Observó esencias que aparecían y se disipaban, formándose y deshaciéndose en un estado de gran agitación y caos. Presenció un proceso creador continuo, la adecuación de la materia orgánica, el soplo divino emitiendo el espíritu, la unión del espíritu con el cuerpo y la metempsicosis.


Hayy sale del éxtasis

En un determinado momento, Hayy, que se encontraba en un estado de éxtasis, despierta y deja aquel mundo para volver nuevamente al mundo sensible. En efecto, el mundo en el que estaba habitando desaparece porque no pueden permanecer los dos mundos simultáneamente. Son como dos ''coesposas'', es satisface a una y se irrita a la otra.

Finalmente el autor, nos dice lo siguiente con respecto a aquellos que creen lo siguiente:

''Resulta de lo que has contado respecto de esta visión que las esencias separadas, si pertenecen a un cuerpo eterno e incorruptible, como las esferas, son también eternas; y si pertenecen a un cuerpo corruptible, como los animales racionales, se corrompen también ellas, desaparecen y se aniquilan, según la comparación de los espejos reflectores; porque la imagen no subsiste, sino en cuanto que subsiste el espejo, y si este se corrompe, aquella se corromperá con toda seguridad y se disipará''


A lo que el autor responde: 


''¡Cuán pronto has olvidado el pacto, apartándote de lo convenido! ¿Acaso no te hemos dicho antes que aquí el campo de la interpretación es estrecho y que las palabras suponen siempre algo distinto de la realidad?''


''Esto que tú has objetado, sólo tiene su origen en que pusiste al objeto que se compara y al comparado bajo una misma ley en todos los aspectos, cosa que no conviene hacer en ningún género de discusión usual, cuanto menos aquí. El sol, la luz, su imagen, su figura y los espejos e imágenes que en ellos resultan son todos cosas inseparables de los cuerpos, y que no subsisten más que en ellos y por ellos, necesitando de ellos para existir y desapareciendo cuando les faltan.

Por el contrario, las esencias divinas y las almas soberanas están todas exentas de la corporeidad y de sus accidentes y completamente libres de los cuerpos, sin nexo ni relación alguna con ellos, siéndoles, por tanto, indiferente la desaparición o la permanencia, la existencia o el aniquilamiento de los cuerpos. Sólo tienen unión y relación con la esencia del Uno, de la Verdad, del Ser necesario, que es la primera de ellas, su principio, la causa que las hace existir, que les da la duración y les comunica la permanencia y la eternidad. No tienen estas esencias necesidad de los cuerpos; son ellos quienes las precisan; si se aniquilaran, sucedería lo propio a los cuerpos, porque ellas son sus principios. Lo mismo ocurriría si fuera posible que se aniquilase la esencia del Uno, de la Verdad (¡no hay más Dios que Él!, ¡ensalzado y glorificado sea!):

dejarían de existir las esencias a que nos referimos, los cuerpos y el mundo sensible en su totalidad, no quedando ser alguno, porque todas las cosas están en relación unas con otras. Y aunque el mundo sensible siga al divino como si fuera su sombra, y éste, por ser independiente, pueda pasarse sin aquél, no es lícito, sin embargo, suponer su no-existencia, porque él sigue al mundo divino, y su corrupción sólo indica un cambio, pero de ninguna manera la no-existencia en absoluto. De esto habla el Libro Santo en el lugar que dice que

 

'las montañas serán levantadas violentamente'

'y vendrán a ser como vellones de lana’,

‘y los hombres como mariposas’,

‘el sol y la luna serán envueltos en las tinieblas’,

‘y que los mares se extenderán’

‘en el día que la tierra se cambie en otra cosa distinta de la tierra y lo mismo los cielos’


Dicho esto, el autor nos dice que no preguntemos más sobre Hayy porque es imposible decirlo en palabras.  

 

Epílogo

Al final de su historia, después de regresar al mundo físico tras sus viajes, sintió aversión por las preocupaciones terrenales pero aumentó su anhelo por lo espiritual. Se esforzó por alcanzar nuevamente ese estado de éxtasis, con menos dificultad cada vez, y lo prolongó por periodos más largos antes de regresar a la realidad. Con el tiempo, logró mantener este estado por voluntad propia, apartándose solo para atender necesidades corporales mínimas. Persistió así hasta los cincuenta años, cuando conoció a Asal y comenzó una nueva etapa en su vida, la cual se relatará a continuación.

Asal y Salaman

En una isla cercana a la tierra natal de Hayy ibn Yaqzan floreció una religión que usaba alegorías para explicar verdades espirituales, extendiéndose hasta que incluso el rey la abrazó. Dos jóvenes virtuosos, Asal y Salaman, la adoptaron fervientemente. Asal prefería la meditación y la interpretación alegórica, buscando el retiro para alcanzar comprensiones profundas. Salaman, en cambio, favorecía la vida social como medio para evitar tentaciones y malos pensamientos. Esta diferencia los llevó a separarse.

Asal, al enterarse de la isla donde se decía que vivía Hayy ibn Yaqzan, decidió trasladarse allí en busca de soledad. Vendió sus bienes, alquiló un barco, repartió parte de su riqueza entre los pobres, y navegó hacia la isla. Una vez allí, vivió en completa adoración a Dios, alimentándose de frutas y caza local. Experimentó una profunda felicidad y cercanía espiritual con su Señor. Durante este tiempo, Hayy ibn Yaqzan, absorto en éxtasis profundos, apenas salía de su cueva. Asal, explorando la isla, no encontró a nadie al principio, lo que aumentó su alegría por haber buscado el retiro con determinación.

En cierta ocasión, Hayy ibn Yaqzan salió a buscar comida y se encontró con Asal, quien lo vio como un asceta solitario como él. Asal, temeroso de perturbar su propia paz espiritual, huyó al ver a Hayy, quien lo siguió por curiosidad. Hayy observó a Asal con admiración, notando que llevaba una túnica negra y de lana, y se acercó gradualmente sin ser notado. Cuando finalmente se encontraron, Asal inicialmente sintió miedo por la apariencia salvaje de Hayy, pero luego se tranquilizó al ver su amabilidad. Asal le ofreció comida, que Hayy aceptó a regañadientes por afecto hacia él, pero Asal le insistía en ofrecerle. Luego se arrepintió de comer porque esto significaba romper sus votos de ascetismo. 

No alcanzó la visión intuitiva con celeridad, y entonces pensó en seguir con Asal en el mundo sensible, hasta conocer la verdadera condición de éste y perderle todo afecto, después de lo cual volvería a su éxtasis sin que nadie ya le distrajera. Se impuso, pues, la compañía de Asal.

A pesar de sus diferencias, decidieron acompañarse temporalmente, con Asal esperando enseñar a Hayy el lenguaje y la religión.

Enseñanza de Asal

Asal enseñó a Hayy a hablar, mostrándole objetos y sus nombres hasta que pudo comunicarse en poco tiempo. Hayy le contó sobre su origen desconocido y cómo alcanzó altos grados espirituales por su propia razón natural. Asal quedó maravillado al escuchar sus descripciones y reconoció en él un santo de Dios. Hayy, a su vez, aceptó las enseñanzas religiosas de Asal y se comprometió con las prácticas como la oración y la limosna. 

Comprendió Hayy todo esto y no halló nada contradictorio a lo que él había visto en su éxtasis sublime; conoció que el autor y portador de estas descripciones era veraz en sus relatos, verídico en sus palabras y Enviado de parte de Dios; creyó, por tanto, en él, le dio crédito y rindió testimonio de su divina misión.

Hayy la doctrina y se la impuso como obligación, dedicándose a cumplirla, para obedecer el mandato de aquél cuya veracidad le era evidente.

Sin embargo, le sorprendió que el Profeta usara alegorías y permitiera preocupaciones mundanas como la riqueza, creyendo que la humanidad debería dedicarse solo a la Verdad y no a lo material.

Otra era, por qué se limitaba a estos preceptos y a estas prescripciones rituales, y permitía la adquisición de riquezas y la laxitud respecto a las comidas, hasta el punto de que los hombres se entregasen a ocupaciones inútiles, apartándose de la Verdad. Porque la opinión de Hayy era que nadie debía comer más cosas que las precisas para que subsista un soplo de vida; y respecto de las riquezas, nada eran a sus ojos. Veía las disposiciones de la ley, relativas a este punto, como la limosna ritual en sus varias clases, las ventas, la usura, las penas dictadas por la ley o dejadas a la apreciación del juez, y todo esto le parecía extraño, a la vez que lo hallaba inútil; y entre sí decía que, si los hombres comprendiesen este asunto en su realidad, se apartarían seguramente de las cosas inútiles, dirigiéndose sólo a la Verdad y prescindiendo de todas las leyes citadas; nadie tendría propiedad privada por la que hubiera de pagar limosna legal, o por cuyo hurto se hubieran de cortar las manos al ladrón, o cuyo robo público hubiera de castigarse con pena capital. 

Lo que le sugería tal creencia era su opinión de que todos los hombres están dotados de un natural excelente, de una inteligencia penetrante, de un ánimo resuelto. No sabía lo estúpidos, imperfectos, faltos de juicio e inconstantes que son los hombres; ignoraba que son

''como las bestias y aún más extraviados que ellas del buen camino''.

Hayy ibn Yaqzan, compadecido por la humanidad, deseaba acercarse a ellos y transmitirles la verdad para su salvación. Consultó a Asal sobre cómo lograrlo, a pesar de las imperfecciones naturales de los hombres según Asal. Aun así, persistieron en su propósito y decidieron permanecer en la orilla del mar, rezando para que Dios les mostrara el camino para acercarse a los demás.

Decidieron ir a la isla gobernada por Salaman después de que un barco perdiera su ruta y los llevase a la costa de esta isla por voluntad divina. Al verlos, la tripulación los recogió y los llevó a su destino deseado con la ayuda de un viento favorable. Una vez en la ciudad, Asal contó la historia de Hayy a sus amigos, quienes mostraron gran interés y respeto por él.

Hayy intentó enseñarles la sabiduría profunda, pero pronto se dio cuenta de que los hombres, a pesar de su buena voluntad, no podían entender ni aceptar sus enseñanzas espirituales. Observó que estaban aferrados a las normas exteriores y eran incapaces de elevarse más allá del sentido literal de las cosas. Desilusionado, Hayy concluyó que la mayoría de las personas eran como bestias irracionales, enfocadas solo en deseos mundanos y sin aspiraciones espirituales profundas.

Ante esta realidad, Hayy decidió retirarse de instruirles en las ciencias místicas y en su lugar les aconsejó seguir rigurosamente los preceptos tradicionales, evitar las novedades y mantenerse alejados de las pasiones y herejías. Reconoció que esta era la única forma de salvación para ellos, a pesar de que no pudieran comprender ni apreciar las verdades más elevadas.

Asal y Hayy regresaron a su isla desierta después de despedirse de Salaman y sus amigos. Esperaron pacientemente hasta que Dios les facilitó el viaje de vuelta. Hayy logró regresar a su estado espiritual sublime utilizando los métodos que conocía, y Asal también alcanzó un nivel cercano al suyo. Ambos continuaron adorando a Dios en la isla hasta que llegó su muerte.

El autor del relato explica que ha decidido divulgar esta historia única sobre Hayy ibn Yaqzan, Asal y Salaman debido a las opiniones perniciosas y erróneas propagadas por los filósofos de la época. Estas ideas podrían desviar a las personas débiles de espíritu de la verdad, prefiriendo la autoridad de los necios sobre la de los profetas. El autor desea atraer a los lectores hacia la verdad iluminativa y alejarlos de caminos equivocados, aunque los secretos profundos están velados para quienes no están preparados para comprenderlos.

El autor pide disculpas por la sencillez de la exposición y la libertad en la demostración, pero justifica que lo ha hecho para inspirar el deseo y el amor por la búsqueda de la verdad. Termina con una súplica a Dios por indulgencia y perdón, y desea paz y bendiciones para sus lectores.


Conclusion

La lectura de "El Filósofo Autodidacta" de Ibn Tufail nos sumerge en un viaje fascinante a través de la vida y el desarrollo espiritual de Hayy ibn Yaqzan. Este relato, profundamente filosófico y místico, no solo explora la búsqueda individual de la verdad y el conocimiento, sino que también cuestiona las estructuras religiosas y sociales establecidas. A medida que Hayy descubre la naturaleza de la realidad y la esencia divina a través de su introspección y observación de la naturaleza, el lector es llevado a reflexionar sobre la naturaleza del ser humano, su relación con el mundo y la búsqueda de un significado más profundo en la vida. La obra nos desafía a cuestionar nuestras propias percepciones y creencias, al tiempo que nos invita a explorar las posibilidades de la autodeterminación espiritual y el conocimiento intuitivo. En última instancia, "El Filósofo Autodidacta" nos deja con la idea de que la búsqueda del conocimiento y la verdad es un viaje personal y profundo, donde el autoconocimiento y la conexión con lo divino son las metas más elevadas.

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