domingo, 28 de julio de 2024

Francesco Petrarca - Sobre la Vida Solitaria (De Vita Solitaria) (1356)




En "De Vita Solitaria", Petrarca defiende la vida solitaria como una forma superior de existencia, argumentando que la soledad permite a los individuos dedicarse a la reflexión, el estudio y la conexión espiritual con Dios, lejos de las distracciones y corrupciones de la vida publica y social. El texto está estructurado en dos libros. El primer libro se centra en la descripción y defensa de la vida solitaria, mientras que el segundo libro proporciona ejemplos históricos y contemporáneos de figuras que han elegido esta forma de vida. Petrarca argumenta que la vida solitaria ofrece un ambiente propicio para el desarrollo intelectual y espiritual, permitiendo a los individuos alcanzar una mayor sabiduría y una relación más profunda con lo divino. Su visión de la soledad no es de aislamiento total, sino de un retiro selectivo que favorece el autoconocimiento y la meditación.

DE VITA SOLITARIA

Petrarca señala que dedicó la obra a Felipe de Cabassoles, obispo de Cavaillon, en Provenza.

Petrarca dice que el corazón noble y bueno solo encuentra verdadera paz cuando piensa en Dios, que es el objetivo final de la vida, o en sus misterios, o cuando está con alguien muy similar y cercano en espíritu. Si la voluntad está atrapada en disputas o distracciones, aunque sean suaves y dulces, no puede elevarse plenamente. Por ello, es más seguro apartarse de las conversaciones mundanas y del bullicio de las ciudades para centrarse en Dios, en uno mismo o en estudios honestos que permitan alcanzar ambos fines.

Aun aquellos que disfrutan de la compañía bulliciosa, si no están cegados por falsas creencias, eventualmente buscarán el camino elevado y verdadero de la reflexión y la contemplación. Petrarca desea que menos personas caigan en pensamientos bajos y que, como los campos deben ser desmalezados de hierbas inútiles, los corazones sean limpiados de pensamientos vanos. Así como la tierra fértil produce muchas hierbas y espinas, el corazón humano se llena de errores que deben ser eliminados con esfuerzo para que el fruto espiritual no sea ahogado.

El filósofo señala que esto no lo dice a sordos, ya que algunos seguirán sus propios placeres y, aunque acepten la verdad, perturbarán a los entendidos. Si todos ellos niegan sus palabras, confía en que su interlocutor no lo hará, ya que cree que este lo reprendería si él mismo negara lo dicho.

La experiencia

Petrarca nos dice que ha leído a variados autores como Basilio o de Pedro y que sabe lo que dicen, pero lo que nos describe en esta obra ha sido solo fruto de su experiencia. Confiesa no seguir las huellas de otros.

En este sentido, Petrarca compara dos tipos de vida: la del hombre ocupado en los asuntos mundanos y la del solitario dedicado a la vida espiritual. El hombre ocupado se despierta angustiado, preocupado por sus negocios, engaños y deseos materiales, y su día está lleno de conflictos y engaños. En cambio, el solitario se levanta tranquilo, despertado por los cantos de los ruiseñores, y dedica su tiempo a orar y alabar a Dios, buscando paz y sabiduría. Mientras el ocupado sufre con sus problemas y enemistades, el solitario disfruta de la naturaleza y de una vida contemplativa, encontrando satisfacción y esperanza en su devoción. Así, la vida solitaria y devota es más honesta y gratificante que la vida ocupada y mundana.

La comida

Petrarca ahora quiere hablarnos sobre la comida. Nos habla de que existen hombres ocupados que comen en grandes Palacios con almohadones de plumas y muy cómodos. Se escucha en la voz de los sirvientes, los ladridos de los perros, y en general estos hombres generan grandes gastos con respecto a la comida. Por lo demás, a raíz de esto, la comida también les da la suciedad propia que tienen en sus Palacios. Usan las orquestas, por las cuales todos piensan que por el sonido hay una guerra, pero no son los sirvientes con las comidas pertinentes. A estos hombres se les lleva grandes cantidades de comida que provienen ya sea de la tierra o del mar, diferentes tipos de vinos, griego de Calabria, de Bernachea, de Salerno, lo mezclan con azúcar, miel y especias. No es de extrañar para cualquiera que entre tanta cantidad de comida pueda haber veneno. Si bien puede no morir, la cantidad de comida sigue dejándolo insatisfecho. Esta es la vida de aquellos hombres que viven en la comodidad.

¿Qué podremos decir de la vida de aquel hombre que queremos investigar que es justamente el solitario? Este hombre bien contento y bien temperado, come la cena y no le hace mal, tiene una mesa limpia cuyo adorno es el mismo.

Nadie lo molesta, el mismo su compañero, el razona consigo mismo, es su mismo invitado. Tiene el canto de las aves, las bendiciones que le da Dios, no se preocupa en las comidas de múltiples variedades ni se preocupa de extraerla desde el extranjero. No tiene que disfrutar de las grandes cosas lujosas sino que aquellas que son necesarias y verdaderas.

Volviendo a describir la vida material, tenemos al hombre que se vuelca a los placeres como lo habíamos descrito anteriormente, con un mundo tan ocupado, pero que esta vez ya ha terminado su comida. Le retiran los platos, todos comienzan a hacer un gran ruido, las salas ya no tienen un buen olor.

En cambio el solitario como no tiene invitados, lo único que tiene es a los Ángeles, donde hay toda moderación y buenas costumbres, mesa de pan sin ruido y sin preocupaciones, disfrute de buena conciencia, camino al paraíso. En el corazón del solitario nunca hay alguna queja, Y tiene menos chance de pecar que aquel hombre que describíamos al principio.

Cuando llega al atardecer el hombre ocupado camina por la ciudad pisando barro, y encontrándose con quienes estaba trabajando y por lo tanto sufriendo. Regresa a casa cansado quejándose de su trabajo, con pocas ganancias y muchos pecados.

Pero el solitario busca buenas fuentes bosques la Ribera del mar donde se siente alegre y agradecido con Dios porque ha pasado el día sin pecar ni honrarse. Pide al llegar a la hora de las completas que lo proteja de los engaños del diablo y lo guarda de la serpiente que como León quiere dañarlo. Le pide además templanza para defenderse de los malos sueños y fantasmas de la noche con la oración y la fe comenda su espíritu a Dios.

El hombre ocupado busca romper la castidad de las mujeres y vírgenes mientras el solitario las respeta y protege evitando que sufran como mártires.

Cuando llega la noche el ocupado se acuesta con el estómago lleno de comida y vino, rodeado de gente y llevado a su cama como si fuera un muerto con el almuerzo no digerido. El solitario en cambio será poco, o bien no cena siguiendo el Consejo de Platón: no me gusta comer dos veces al día.

Al ocupado le cuesta dormir, se llena de pensamientos, preocupaciones, dolores con respecto a su estómago, atormentado por mensajes y noticias, se acuesta lleno de ira y de dudas, en sus sueños, de sus engaños, abusos y las almas atormentadas de los pobres.

El solitario en cambio está lleno de gozo, esperanza, amor piadoso y buena conciencia, sin preocuparse de las cosas mundanas.


SEGUNDO LIBRO


Ejemplo de hombres solitarios de las Sagradas Escrituras


Los filósofos y poetas que para alcanzar mayores alturas se refugiaron primero en la soledad harían una larga historia. En cuanto a los santos que, condenando las ciudades con su retirada voluntaria, hicieron espléndida la soledad con su santa presencia, su historia es aún más larga y conocida.

Sin embargo, Petrarca no nos contará aquellas cosas de las que todos tienen curiosidad con respecto a los personajes religiosos, o a los personajes relevantes de la historia, y de las que nadie tiene noticia verídica. Lo que Petrarca quiere ilustrarnos es simplemente cómo la vida de solitud los hizo ser mejores con respecto a los hombres que toman otras posturas de vida.

Soledad de Adán

Adán, el primer padre de la humanidad, era el más feliz en la tierra, pero cuando llegó su compañera, ambos caerían en el exilio. Solo estuvo sin ocupaciones más que sí mismo, pero cuando llegó su compañera tuvo que trabajar y comenzó su tristeza. Solo podría haber sido inmortal, cuando llegó su compañera se volvió mortal.

Soledad de Abraham

Abraham, el gran padre de muchas naciones, mereció las promesas divinas no en lujosos palacios ni ciudades, sino en tiendas en los valles y en las llanuras de Mamre, bajo una encina según Josefo. Este santo y digno de favor divino obedeció totalmente, incluso dispuesto a sacrificar a su hijo por Dios.

Soledad de Isaac

Isaac, hijo de un padre tan distinguido, ¿qué hacía cuando le trajeron a su fructífera esposa desde una tierra lejana? No se ocupaba de asuntos mundanos como el comercio, los juicios o los préstamos. Se dice que caminaba hacia el pozo llamado "El Viviente y el que me ve". Vivía verdaderamente, contemplando a Dios omnipotente, creador de todas las cosas, no como el sol, como describen Ovidio y Apuleyo, sino como la fuente de la vida misma, como lo expresa el salmista. No logras esto durmiendo o caminando por caminos apartados, sino caminando por el único camino verdadero.

"Porque habitó en el país del sur. Y salió a meditar en el campo al anochecer." Estas palabras no carecen de un significado profundo. "Habitó en la tierra del sur", una tierra humilde y brillante por su cercanía al sol etéreo. "Y salió" - ¿de dónde sino de la casa de su propio cuerpo? Isaac eligió el campo al atardecer para liberarse de las preocupaciones mundanas y meditar profundamente, buscando la conexión espiritual en la tranquilidad y la simplicidad de la naturaleza.

Soledad de Jacob

Jacob, el más grande de los patriarcas, hijo de Isaac, y nieto del gran Abraham, cuando vio la escalera que llegaba hasta el cielo y los ángeles que suben y bajan y el Señor inclinado sobre la escalera, no sólo estaba lejos de las ciudades, estaba lejos incluso de una habitación, si no quiero cambiar las mismas palabras de Josefo. Se acostó bajo el cielo abierto, apoyando su cabeza sobre piedras que colocó bajo ella. Y cuando regresaba a su país con sus dos esposas y muchos niños, con sus siervos y siervas, y enriquecido con rebaños de todo tipo, se encontró nuevamente con ángeles. 

Pero ¿dónde, te lo ruego? En el camino, justo después de su despedida; y antes de terminar su viaje, allí se le apareció aquel luchador nocturno del que recibió el nuevo nombre que ha seguido siendo ilustre hasta la posteridad; y no se le apareció en un teatro o en medio de multitudes de hombres, sino en el cruce de un arroyo cuando Jacob quedó solo allí.

Soledad de Moisés

Moisés, el hombre más cercano a Dios, cuando conversando con Dios, obtuvo la ley, no estaba en ninguna de las ciudades de Siria o de Egipto, sino en los bosques y en la cima de una alta montaña. Estaba en el desierto cuando procuró la seguridad de su pueblo, cuando, solo, lejos del campo de batalla, ganó aquella victoria memorable con la oración por su única arma. No era de un trono dorado sino de un espantoso desierto que cuidó de aquella inmensa hueste que contenía tantos malhechores e ingratos hacia Dios y hombres, y en su mayor necesidad les procuró una maravillosa abundancia de las necesidades de la vida, cuando la gente, teniendo hambre, recogió en su campamento las codornices que en realidad cayeron del cielo y, teniendo sed, bebieron hasta saciarse de agua dulce de la roca que había golpeado con su varita. 

Durante cuarenta años disfrutaron en el desierto del divino alimento milagroso que no estaba sujeto ni a avaricia ni parsimonia y que no se podía conseguir en las ciudades o en el servicio de catering público, sino que fue enviado desde el cielo.

Soledad de Elías

¿Dónde estaba Elías cuando deslumbró con sus portentos de brillantez superior? Sin duda, estaba en el desierto, del cual finalmente fue arrebatado hasta el cielo en un carro de llamas. Estaba allí cuando, escondido en el desierto, fue alimentado por los cuervos por orden de Dios mientras el pueblo perecía de hambre en las ciudades. También cuando desde lo alto del Monte Carmelo alivió con una lluvia inesperada los tres años de sequía que afligían a la tierra y a la población. En el mismo Monte Carmelo, mediante la prueba del sacrificio, teniendo a Dios como juez, venció a los 850 falsos profetas y con la aprobación del pueblo los mató junto al arroyo Quisón. 

Ante la furia de la reina, buscó el ocultamiento en el desierto. Y cuando se había quedado dormido a la sombra de un árbol de enebro, fue despertado por un ángel y amonestado a comer alimentos de apariencia mezquina pero de tan buena virtud que en su fuerza realizó en ayunas un viaje de cuarenta días y noches.

Después de esto, mientras estaba en una cueva, fue visitado por la voz de Dios y enviado a ungir reyes y profetas. Sentado en la cima de una montaña, con confianza ordenó que el fuego descendiera del cielo sobre las tropas reales de cincuenta y fue obedecido prontamente. Con el toque de su manto, dividió las aguas del Jordán y las cruzó a pie seco, los elementos mismos rindiendo reverencia a los santos reales.

Soledad de Jeremías

Jeremías tampoco debe permanecer en silencio, ya que ofrece un testimonio tan claro a favor de este tipo de vida cuando dice: “Es bueno esperar tranquilamente la salvación del Señor, un hombre que lleve el yugo en su juventud”. Y como para dejar claro que esto sólo puede hacerse en soledad, añade: "Se sienta solo y guarda silencio, porque lo ha llevado sobre sí". En estas palabras tomo conciencia de la bendita paciencia del que espera con esperanza, tomo conciencia de la resistencia del yugo del Señor que es mejor que cualquier libertad, tomo conciencia de la paz del estar quieto y del silencio que no se limita a una sola ocasión, pero considerado tanto en el principio como en el final. En definitiva, soy consciente de que todas las cosas están comprendidas dentro de la idea única de soledad.


Ejemplos de hombres en la historia

Soledad del papa Silvestre

Silvestre, el primero de los papas ricos, buscó jubilarse en el Monte Soracte, teniendo una situación en armonía con su carácter y un nombre acorde con su situación.

Y si no hay vergüenza en oír la verdad, es de parte del desierto simple y bárbaro que por allí fluían aquellas riquezas (¡serían un medio de bien!) que ahora las ciudades difícilmente pueden contener. De aquí salió el zapato dorado, de aquí el báculo de marfil, curvado a la manera de un pastor de rebaño, recordando su origen rústico por su decoración rústica. 

Soledad de San Ambrosio

Ambrosio, habiendo sido designado por voluntad divina y por obligación al cuidado de una población numerosa en Milán, aunque consciente de un deber y una obligación tan serios, no se atrevía a llevar una vida de completa soledad siempre que podía y en qué como pudo dio pruebas de su deseo. Vivió donde ahora discurre el circuito de la muralla, en un rincón remoto de la ciudad, donde su santo cuerpo reside hasta el día de hoy y donde se encuentra la sagrada iglesia establecida por él, famosa por su culto sublime, y a la que asistían enormes multitudes de personas.

En aquella época, como se puede inferir de indicios concretos, el lugar estaba bastante apartado y en extremo solitario. Siempre que estaba libre de sus preocupaciones episcopales y aliviado de los severos e interminables trabajos que sostenía para repeler a los arrianos de la iglesia, cada vez que por un corto tiempo podía retirarse y escabullirse de sus negocios, este santo hombre solía ir a una soledad más privada en este barrio. Había un bosque que, aunque no muy lejos, era propicio para la meditación; en medio de ella había una casita, bastante espaciosa para un hombre que, aunque seguramente grande, también era humilde, y que, por pequeña que fuera, fue convertida en forma de templo con mayor propiedad que antes la casa de Pitágoras en Metaponto.

Compañía de las mujeres

Petrarca cree que no hay nada más pernicioso que la compañía de una mujer para un hombre. Cree que cuando la mujer es más hermosa, más atractiva y más fascinante es, mucho más perjudicial es para el hombre.

Mucho peor es la compañía de una concubina porque no solo trae problemas sino que también peleas. Para el hombre que quiere vivir en tranquilidad, lo único que debe considerar es el celibato. 

Soledad de San Martín

San Martín sabemos que de alguna manera concibió desde niño el anhelo por la condición de vida solitaria, y que, tan pronto como sus años y su inevitable servicio militar se lo permitieron, la abrazó con tal celo de espíritu que incluso cuando llegó a ser obispo no abandonó el hábito que había formado en la vida privada. Nuestra autoridad para esto es Severus, quien ha descrito todo el curso de su vida, de la cual él mismo fue en parte testigo. Nos enteramos de que en esa época Martín estaba acostumbrado a quejarse de que antes de recibir su cargo episcopal había sido más virtuoso. 

Esto es notable, aunque no sea de creerlo, que ese hombre nunca fue otra cosa que la cima y la perfección de la virtud, sin embargo parece que cuando estaba inclinado bajo la carga pontificia recordaba cierto algo en sí mismo cuando estaba menos avergonzado, que era más elevado y de mayor importancia, una perfección más clara, un recuerdo de la época en la que estando solo era más libre, de modo que no debe sorprender que en su anterior libertad hubiera frecuentado los lugares solitarios a los que seguía recurriendo siempre que podía mientras servía en una oficina difícil.

Para no seguir sus pasos, que fueron largos y difíciles, se cuenta que antiguamente había pasado un tiempo considerable en aquella misma ciudad de Milán donde, como es bien sabido, erigió el primero de los muchos monasterios que se fundaron por él en diferentes lugares, teniendo su morada cerca de la casa de Ambrosio y de las murallas de la ciudad, lugar que aún ahora es solitario y remoto. Ambrosio, que ya era obispo, se regocijaba con tal huésped, solía ir a él solo y en secreto, y permanecía en su compañía con gran cariño todo el tiempo que podía.

Soledad de San Agustín 

Es posible que todavía no se le permita salir del Oeste de Milán a causa de ese otro gran habitante de la misma ciudad, Agustín, a quien un padre afectado entregó a Ambrosio infectado de malos errores, como si confiara un hijo a un médico erudito, para que éste lo lavara en aguas saludables y lo devolviera sano a Dios.

Aunque ignoraba todo lo que la bondad divina obraba a su favor cuando llegó a Milán, donde entonces florecía el santo Ambrosio, había decidido finalmente cambiar su manera de vivir y abandonando así la ciudad, buscó la soledad del campo, para que, habiendo estado loco con la multitud, pudiera recobrar el juicio en la soledad.

A este lugar lo llama Cassisiacum y su nombre se conserva hasta el día de hoy. En efecto, al encontrarse en la ciudad el mismo día en que se encendió en su santo anhelo, relata en su relato lo que hizo y cómo se condujo en las tormentas de una mente agitada a través de las cuales la corteza de su consejo, bajo la guía de Dios, alcanzada hacia la tierra de los vivos y el puerto de la salvación.

En verdad no salió en público ni convocó a una asamblea popular al toque de trompeta para explicar lo que iba a hacer, sino que despidió a su más fiel compañero, y levantándose, porque, como él mismo dice, le sugería la soledad como más apto para llorar, y retirándose lo suficiente como para que ni siquiera la presencia de un amigo tan querido le resultara gravosa, utilizó para su soledad un rincón secreto del jardín como único refugio que las condiciones de su vida le permitían.

Allí, manteniendo amargas conversaciones consigo mismo, entre sollozos y llantos, tirándose de los cabellos y golpeándose la frente, y agarrándose la rodilla con los dedos cerrados y con cualquier otro signo que expresara un dolor grande y santo, finalmente llegó de una vez por todas a esa resolución concerniente a sí mismo que sería la ocasión de su regocijo para siempre.

Finalmente, a lo largo de su vida disfrutó de lugares tranquilos y solitarios, como el retiro de Monte Pisano, donde creía haber pasado largos períodos en condición de ermitaño; Hay cierto libro inscrito con su nombre para los monjes de ese lugar.

En lo que resta de este asunto, como no tengo tiempo para hojear los interminables escritos de este hombre, me contentaré con un único testimonio, breve pero claro, que me llega de su pluma. Al exponer el Evangelio de San Juan dice: "Es difícil ver a Jesús entre la multitud; una especie de soledad es necesaria para la mente. Dios es visto en una especie de aislamiento de la atención. Una multitud es algo ruidoso; esa visión exige una privacidad tranquila."

Soledad de San Jerónimo

Pasará ahora en silencio sobre Basil, que ha proclamado las alabanzas de esta vida, y también de las grandes Gregorio Nacianceno, pero no pasaré por alto la ilustración. Jerónimo, abandonando la ciudad de Roma y despreciando sus riquezas, seducido por una esperanza y añorando la patria eterna, y, como él mismo confiesa que, por miedo al infierno, se dedicó primero a ese vasto desierto que proporcionaba una vida salvaje morada de los monjes y que, en la carta a Eustochium sobre la virginidad, describió en una frase de Salustio está como quemado por los ardores del sol.

Después había pasado varios años en ese lugar en una situación severa, en una campaña contra los ataques de la carne indómita y un alma que secretamente incitaba al tentador, éste salió victorioso. Sin embargo, no regresó del campo de batalla para Roma por un triunfo como si estuviera seguro de su virtud, sino que apresuradamente buscó refugio en los retiros de Belén.

Soledad de san Paula y otras matronas

Ahora Petrarca nos habla de Paula y Melania, dos mujeres destacadas por su virtud y dedicación a Cristo, desafiando las normas sociales de su época y optando por una vida de soledad en su búsqueda espiritual.

Paula es descrita como una matrona romana ejemplar, conocida por su virtud y piedad. Se retiró a una vida de soledad para centrarse en su relación con Dios y en el servicio a los necesitados. Esta elección de la soledad no fue vista como un aislamiento egoísta, sino como un camino hacia la espiritualidad más profunda y el servicio desinteresado. Aunque rodeada de críticas y envidias, su dedicación a una vida austera y su apoyo a la comunidad cristiana la hicieron un ejemplo de fortaleza y devoción.

Por otro lado, Melania también renunció a su vida de riqueza y status social para seguir una vida de piedad y servicio. Utilizó sus recursos no para su propio beneficio, sino para ayudar a los pobres y financiar obras de caridad en diversas partes del Imperio. Su vida también estuvo marcada por la soledad, no en términos de aislamiento emocional, sino como una elección consciente de separarse de las distracciones mundanas para enfocarse en lo espiritual y en ayudar a los demás.

Ambas mujeres muestran cómo la virtud de la soledad puede ser una poderosa herramienta para el crecimiento espiritual y el servicio desinteresado. Optaron por vivir apartadas del mundo no para evadir responsabilidades, sino para concentrarse en lo que consideraban más importante: su relación con Dios y su misión de amor hacia los necesitados. En un mundo donde las riquezas y el poder social eran altamente valorados, eligieron un camino menos transitado pero más significativo, dejando un legado que trasciende las limitaciones temporales.

Así, la virtud de la soledad en el contexto de Paula y Melania se entiende como una opción valiente y radical que les permitió alcanzar un nivel más profundo de conexión espiritual y humana, convirtiéndolas en modelos de inspiración para aquellos que valoran la fe, la caridad y la dedicación desinteresada.

Soledad del papa Gregorio

El Papa Gregorio transformó sus ricas posesiones en templos solitarios y se retiró de la vida mundana hacia la soledad espiritual. A pesar de su deseo inicial de paz y contemplación, su fama lo sacó de ese retiro hacia las responsabilidades del pontificado, donde lamentó la pérdida de su vida solitaria y la dificultad de concentrarse en la oración. Esta dualidad entre su aspiración a la soledad y las demandas de su cargo refleja la lucha del Papa Gregorio entre el mundo espiritual y el terrenal.

Soledad de san Benedicto

Benedicto es conocido por su dedicación temprana a la vida monástica y la búsqueda de la soledad espiritual. Desde joven, abandonó Nursia y Roma, lugares que amaba, para encontrar un desierto donde pudiera vivir en completa devoción. Su vida solitaria se caracterizó por buscar no solo la soledad física, sino también un retiro interior profundo, dedicado a la contemplación y la búsqueda de la voluntad divina. Su ejemplo inspiró a otros a seguir un camino similar, fundando órdenes monásticas que preservaron y extendieron su legado espiritual a través de los siglos.

Soledad de san Florencio

Petrarca describe a Florencio como un monje que buscaba la soledad espiritual en un monasterio, donde se dedicaba a la oración y mantenía una gran inocencia. A pesar de encontrar cierto alivio en su retiro, su paz se vio perturbada por la tragedia de la muerte de un oso, al cual había domesticado. Su reacción encolerizada provocó una maldición que resultó en un castigo divino, lo cual lo atormentó durante el resto de su vida, reflejando el conflicto entre su búsqueda de tranquilidad espiritual y los desafíos que enfrentó en su camino hacia la santidad.

Además, el relato destaca otros personajes solitarios como Martín y Mænas, quienes también encontraron en la soledad un espacio para expresar su fe y poder espiritual mediante milagros y gestos extraordinarios. Estos relatos subrayan cómo la soledad, lejos de ser un refugio completamente pacífico, puede ser un terreno de pruebas y sacrificios donde la fe y la pureza del alma se ponen a prueba ante desafíos inesperados, mostrando así la complejidad y profundidad de la vida espiritual en el contexto de la soledad monástica.

Soledad de san Francisco de Asís

San Francisco de Asís es conocido por su profunda conexión con la soledad y la naturaleza salvaje. Aunque podría haber alcanzado renombre en su propio entorno, eligió un lugar menos peligroso para él pero crucial para la protección de otros. A pesar de su compromiso con la seguridad pública, era un devoto de la soledad, buscando y recibiendo revelaciones divinas en entornos naturales apartados.

De la triple soledad y de otros 

La triple soledad que San Francisco de Asís experimentó: la del lugar, como en sus viajes por desiertos y templos en ruinas; la del tiempo, donde incluso entre multitudes era capaz de mantener su mente en contemplación divina; y la de la mente, donde su espíritu estaba siempre dirigido hacia lo celestial, independientemente de las circunstancias externas.

Además, se menciona a figuras como el mártir Blasius, quien vivió en cuevas, visitado por fieras salvajes y alimentado por aves, mostrando cómo la soledad profunda puede llevar a la comunión con la naturaleza y la protección divina. Otros como los hermanos Leonardo y Liffardus, así como Veridimius y Egidio, también buscaron la soledad como un camino hacia la santidad, despreciando la riqueza y el prestigio mundano en favor de una vida dedicada a Dios en lugares apartados.

Soledad de san Remigio

San Remigio, conocido por su esplendorosa fama pontifical desde una edad temprana, convirtió a los francos al cristianismo y los ungíó con una unción celestial. A pesar de su prominencia inicial y el dominio sobre el Monte Pessulano, optó por una vida monástica en un remoto bosque, encontrando en el convento un refugio sereno de las tempestades mundanas.

Soledad de Bernardo

Bernardo, conocido por su belleza física y noble linaje, optó por una vida de soledad monástica en la flor de su juventud, desafiando las expectativas de su entorno privilegiado. Su decisión no solo fue personal, sino que también influyó en sus cinco hermanos, a quienes guió hacia el mismo camino de renuncia y contemplación espiritual. Esta elección marcó un contraste notable con su inicial atracción por la carrera militar, revelando un cambio profundo en sus valores y prioridades.

Uno de sus hermanos, Gerardo, inicialmente resistente a las admoniciones fraternales debido a su dedicación militar, fue proféticamente advertido por Bernardo de un destino fatal si persistía en su camino mundano. Esta predicción se cumplió, llevando a Gerardo a suavizar su severidad militar por una ternura monástica, evidenciando así la transformación espiritual que Bernardo inspiró en su familia.

La influencia de Bernardo no se limitó a su familia. Su madre, educadora piadosa, jugó un papel crucial al inculcarles desde pequeños el valor de la vida espiritual sobre los placeres terrenales, preparándolos para una vida de sencillez y devoción. Este ambiente hogareño moldeó a Bernardo y sus hermanos en una familia noble y santa, conocida por sus virtudes y dedicación a la fe.

Además, Bernardo destacó por su elocuencia y disciplina, aprendiendo no solo de los libros sino también de la naturaleza y la contemplación, alejándose de la instrucción humana para buscar sabiduría en la oración y la meditación. Su vida en soledad no solo fue una búsqueda personal de la salvación, sino también un ejemplo de cómo la renuncia a lo mundano puede llevar a una conexión más profunda con lo divino.

Soledad de Carlomagno

Carlomagno, conocido por su grandeza, buscó la soledad en su vida retirada. Comenzó en Roma, buscando paz en el Monte Soracte, pero encontró que el lugar no cumplía sus deseos debido a las constantes visitas de peregrinos. Decidió trasladarse al más tranquilo convento benedictino de Monte Casino, donde finalmente encontró la reclusión pacífica que anhelaba, apartado de las luchas por el trono y disfrutando de un final tranquilo para su vida.

Soledad de Romualdo

Romualdo de Rávena, un noble de linaje guerrero, encontró en la soledad su verdadera vocación tras experimentar la vacuidad de la riqueza y los placeres mundanos en su juventud. Su búsqueda de la paz interior lo llevó a retirarse a los bosques y monasterios, donde anhelaba una vida de contemplación y servicio a Dios. A pesar de las tentaciones y distracciones del mundo, Romualdo persistió en su camino hacia la santidad, enfrentando incluso persecuciones y desafíos de sus propios seguidores y poderosos como el emperador Otón. Su vida eremítica no fue solo de retiro, sino de acción y fundación de comunidades monásticas como los camaldulenses, donde impartió disciplina y devoción.

La reputación de Romualdo creció no solo por su severidad consigo mismo, manifestada en ayunos y rigurosas prácticas ascéticas, sino también por los milagros que se le atribuyen, como la curación de enfermedades y la expulsión de la locura con un solo gesto. Estos eventos subrayan su cercanía con lo divino y su capacidad para influir en aquellos que lo rodeaban, desde simples campesinos hasta emperadores.

Al final de su vida, predijo su muerte en el monasterio de Val de Castro, donde cerró su existencia en soledad, acompañado solo por sus seguidores y la presencia espiritual que siempre buscó. La historia de Romualdo no solo destaca su dedicación a una vida de piedad y retiro, sino también su impacto duradero en la espiritualidad cristiana y la vida monástica en la Europa medieval.

Soledad de Pedro Damián

Pedro Damián, conocido por su vida dedicada y sus decisiones radicales, encontró su camino desde la soledad contemplativa hasta las altas responsabilidades eclesiásticas y de vuelta a la soledad. Este ciclo de retiro y retorno subraya su búsqueda constante de paz espiritual y su renuncia a honores mundanos en favor de la tranquilidad del retiro en Fonte Avellana, Italia. Su vida refleja la dualidad entre el servicio activo y la contemplación silenciosa, demostrando que tanto la soledad como la responsabilidad pueden ser caminos hacia la santidad y la realización personal.

Soledad del papa Celestino

Celestino despreció el papado, una posición tan codiciada y admirada, prefiriendo una vida de soledad y pobreza. Aunque inicialmente intentó huir con un discípulo, optó por permanecer en su eremitorio mientras su sucesor asumía responsabilidades en Roma. Su vida en lo alto de la sociedad contrastaba con su búsqueda de una existencia solitaria y espiritual, dedicada a la contemplación y alejada de las riquezas y los cuidados terrenales.


Problemas con los príncipes y los reyes

Pedro el ermitaño

Petrarca rememora Francia y mientras deambula entre los famosos monumentos solitarios, parece escuchar a lo lejos la llamada de Pedro el Ermitaño. Este Pedro, que solía llevar una vida solitaria en Amiens, fue inspirado por Cristo a emprender un viaje hacia Tierra Santa. Allí, presenció las miserias y la corrupción de los lugares sagrados, lo cual lo llevó a una ferviente misión para la restauración del honor de Cristo. A pesar de las dudas y las críticas de algunos escritores, el autor lamenta que la victoria no haya sido duradera debido a los pecados humanos. Se pregunta por qué llora sobre los lugares sagrados donde Cristo vivió y murió, ahora bajo el dominio de los enemigos. Critica a líderes mundanos y eclesiásticos por su falta de compromiso con Cristo, mientras el mundo se sumerge en placeres mundanos y construye torres sin sentido. En su desesperación, observa cómo los cristianos están divididos y desarmados frente al enemigo, incapaces de defender la fe de Cristo.

Se critica a los reyes y príncipes por su dedicación al sueño, placeres y ganancias egoístas, mientras ignoran la pérdida de Tierra Santa. A pesar de las guerras y conflictos entre naciones, estos líderes parecen estar más interesados en el poder terrenal que en los valores cristianos. Se destaca la falta de unidad y la hipocresía en sus acciones, contrastando con la idealización de la ascensión espiritual.

Acusación del emperador romano y el papa

Se critica a un líder que, tras obtener una corona, abandona Roma por Alemania y muestra desdén por el imperio que lidera. Se cuestiona su compromiso con Roma y con la iglesia, acusándolo de negociar con el emperador a expensas de la ciudad y su pueblo. Además, se lamenta sobre Alemania armando mercenarios para atacar el Estado y cómo Italia se autodestruye por la codicia y el amor al oro, mientras Grecia también se aparta de sus valores tradicionales.

La fe católica

Petrarca se lamenta profundamente sobre la decadencia de la fe cristiana en diversas partes del mundo conocido. Se menciona cómo antiguamente muchas regiones, desde África hasta Asia, adherían firmemente a la fe cristiana, mientras que ahora están plagadas por la falta de creyentes genuinos. Critica la negligencia de los líderes y príncipes, quienes parecen descuidar el bienestar espiritual de sus dominios. Evoca la pérdida de lugares sagrados y se expresa una profunda preocupación por el estado de Jerusalén y otros centros cristianos, que están desprotegidos y deshonrados. La narrativa destaca la ironía de cómo las tierras que una vez fueron bastiones de la fe ahora están bajo el dominio de quienes la atacan.

De la alta virtud de los romanos antiguos en comparación con los modernos

Petrarca compara de forma breve a los romanos antiguos, como Julio César y Augusto, con los líderes contemporáneos. Cuestiona si estos antiguos líderes, ahora convertidos al cristianismo, permitirían que las tierras asociadas con su gloria fueran dominadas por enemigos de Cristo, como Egipto bajo Cleopatra. Se elogia la fuerza y la energía de espíritu de los antiguos romanos y se lamenta la falta de acción similar por parte de los líderes actuales para defender la fe cristiana y sus territorios.

El carácter de los príncipes actuales comparados con Muhammad

El autor del texto expresa un profundo pesar por la falta de respeto hacia Cristo y los lugares sagrados cristianos, especialmente en comparación con la reverencia que reciben figuras menos dignas y lugares impíos. Comienza su argumento planteando la hipotética reacción de figuras históricas como Julio César o Augusto si regresaran y vieran cómo se trata la fe cristiana en comparación con su propia gloria. Sugiere que estos líderes, conocidos por su determinación y poderío, habrían defendido vigorosamente la fe cristiana si hubieran sido creyentes.

El autor critica la falta de respeto hacia la tumba de Cristo, lamentando que sea mantenida sin reverencia por los enemigos de la fe y visitada solo ocasionalmente por los fieles. En contraste, menciona cómo figuras históricas menos virtuosas reciben un trato de amor y respeto injustificado. Esto refleja, según él, una distorsión moral y espiritual en la sociedad contemporánea.

Además, el autor reflexiona sobre el odio dirigido hacia Cristo y los cristianos por aquellos que promueven una "superstición perversa". Destaca cómo estas personas temen especialmente a ciudades como Jerusalén, Antioquía y Roma, que son símbolos de la religión cristiana. Argumenta que este temor proviene de la conciencia de que estas ciudades representan una amenaza para sus enseñanzas engañosas, recordando los desastres que han afectado a civilizaciones previas que se apartaron de la fe cristiana.

En particular, el autor menciona la Meca y su asociación con Mahoma, indicando cómo esta ciudad y otras como Roma se ven favorecidas injustamente en comparación con la veneración negada a los lugares santos cristianos. Critica la aceptación de la Meca como un lugar de honor, a pesar de su historia vinculada a Mahoma, a quien describe como un adúltero y licencioso que no merece tal reverencia. Este contraste sirve para subrayar la ironía y la injusticia de la situación actual, donde los lugares sagrados cristianos son ignorados o despreciados, mientras que otros menos virtuosos son elevados.

Denuncia de los príncipes católicos

Petrarca reflexiona sobre el destino y la identidad espiritual. Habla de un retorno necesario al origen, marcado por el dolor y la marca indeleble de la historia familiar. Se menciona el hogar eterno, Jerusalén celestial, al que se está desterrado mientras se vive en la tierra. Critica la falta de cumplimiento de deberes sagrados y obligatorios hacia ese hogar celestial, contrastando con el rechazo sacrílego y malvado hacia Dios encarnado. A pesar de esa impiedad destructiva, se sugiere que puede tener un propósito redentor al revelar la divinidad a los pueblos desde una perspectiva más elevada.


Más ejemplos de la vida solitaria

Soledad de Juan el Bautista y María Magdalena

En este pasaje, se elogia la decisión de Juan el Bautista y María Magdalena de apartarse del bullicio del mundo y dedicarse a una vida espiritual profunda. Juan, reconocido como el más grande entre los nacidos de mujer, se retiró al desierto desde joven, anticipando la venida de Cristo como un mensajero enviado desde lo alto. María Magdalena, también, optó por escapar del mundo y vivir oculta, asistida por ángeles en su soledad.

Se destaca cómo María eligió "la mejor parte", la vida contemplativa, mientras que su hermana Marta, aunque también santa, se ocupaba de las labores cotidianas. 

Estos ejemplos son presentados como un llamado a los fieles a considerar la profundidad espiritual y el valor de apartarse del mundo para dedicarse a una comunión más íntima con lo divino.

Soledad de Jesús

Petrarca defiende la práctica de la soledad como un camino hacia la fortaleza espiritual, apoyándose en ejemplos de figuras religiosas veneradas. Cristo mismo, a pesar de su poder y la presencia de multitudes que lo seguían, buscó momentos de soledad para orar y enseñar. Esto se ilustra con episodios como su ayuno en el desierto y su transfiguración en la montaña, eventos que subrayan la importancia de la soledad como medio para un contacto íntimo con lo divino.

También menciona cómo Juan el Bautista dedicó su vida al desierto desde el inicio, y la Virgen María, incluso antes del nacimiento de Jesús, se retiró a regiones montañosas en su momento de necesidad. Estos ejemplos, respaldados por los Evangelios, subrayan que la soledad no solo es válida, sino que es guiada por el Espíritu Santo como un medio para profundizar la fe y la conexión espiritual.

Soledad del rey David y ciertos patriarcas

Petrarca destaca la figura del rey David y otros patriarcas en relación con la soledad como un refugio y una fuente de fortaleza espiritual. David, a pesar de ser un poderoso rey y profeta, encontró en la soledad del desierto un lugar de seguridad frente a las adversidades y tentaciones de la ciudad. En ese entorno solitario, fue capaz de enfrentar y vencer a sus enemigos, tanto externos como internos, demostrando que la verdadera victoria se alcanza no en el bullicio de la ciudad, sino en la quietud donde Dios puede ser encontrado.

Compara la experiencia de David con la de Isaac, quien también buscó la soledad para meditar y encontró bendiciones. Asimismo, se mencionan otros patriarcas como Abraham y Lot, quienes, aunque justos, experimentaron dificultades cuando se apartaron de la soledad y se vieron influenciados por las ciudades llenas de pecado y tentación.

Petrarca enfatiza que aquellos que aspiran a lo celestial deben alejarse del tumulto de las ciudades hacia la serenidad del desierto, donde pueden estar más cerca de Dios y menos expuestos a las distracciones terrenales. Esta perspectiva no solo se aplica a figuras bíblicas como David y Abraham, sino que también se extiende a Cristo, quien representa el ideal supremo de la conexión espiritual y la victoria sobre las adversidades del mundo.


Ejemplo de hombres fuera de la cristiandad

Los brahmanes

Los brahmanes, en particular, se distinguen por su continencia, pureza y desprecio por la riqueza. Respetados por su severo silencio, su único deleite son los cantos de pájaros y los himnos. Viven en anticipación del mundo futuro, alimentándose de hierbas y frutas silvestres, vistiendo hojas y habitando casas de ramas. Calanus, famoso por su carta a Alejandro, rechazó los lujos del rey excepto el aceite, prefiriendo el silencio del bosque cerca de un arroyo puro.

Aunque sus costumbres extremas pueden parecer excesivas, admiro su desprecio por el mundo y su elección de una vida solitaria y contemplativa. Aunque discrepa con algunas de sus prácticas, valora su disciplina y su búsqueda de pureza espiritual en la quietud de la naturaleza.

Soledad de un cierto hindú

En la India, se cuenta la historia de un hombre entre los hindúes, venerado por su asombrosa pureza y conocimiento. Tanto el pueblo como los reyes lo buscan con humildad, buscando intercesión divina, respuestas a sus preguntas y guía para la vida. Este anciano vive desnudo en el suelo y apenas se mueve ni siquiera ante los más poderosos. Sus palabras son tomadas como oráculos, brindando consuelo en la desgracia y alivio tras largos viajes. Incluso los reyes, al visitarlo en su bosque, se despojan de sus símbolos de poder y se postran a sus pies, considerando un honor ser honrados con su conversación. Aunque estas historias podrían parecer fabulosas, relatos de Bardesanes y Jerónimo sugieren que hombres como él han sido venerados en el pasado por traer paz a la tierra con sus oraciones.

Solitarios más allá de los Montes Ripeos

En la vastedad del mundo, se encuentran varios pueblos cuyas formas de vida reflejan distintas concepciones de la soledad y el aislamiento. Uno de estos grupos son los hiperbóreos, habitantes de una región remota donde el día y la noche se extienden por seis meses cada uno. Aunque comparten algunas costumbres con los hindúes, su práctica de morir es singular: en lugar de la auto-inmolación en llamas, se adornan con coronas y se lanzan desde acantilados al mar, celebrando su muerte como un acto glorioso. A pesar de su llamativo final, llevan una vida tranquila y exenta de conflictos en medio de una naturaleza prístina.

Cercanos a ellos, se encuentran los Arimfeos, un pueblo que vive en los bosques y se alimenta de bayas. Se les describe como una comunidad austera y pacífica, en un entorno sagrado que protege a quienes buscan refugio.

En las Galias, los druidas instruyen a los nobles en sabiduría y ciencias naturales en lugares apartados, manteniendo un conocimiento profundo sobre el cosmos y la inmortalidad. Por otro lado, Thule e Hibernia ofrecen contrastes interesantes: Thule, aunque célebre en la literatura, permanece en gran medida desconocida, mientras que Hibernia se destaca por su desprecio hacia las riquezas y su vida en contacto con la naturaleza. No obstante, su reputación incluye acusaciones de crueldad.


Ejemplos de filósofos y poetas que gustaban de la soledad

Homero, el padre de la poesía, se distingue entre sus predecesores como Orfeo, Lino y Museo, cuyos nombres han llegado hasta nosotros sin más que su fama. A través de sus descripciones detalladas de los lugares solitarios de Grecia e Italia, Homero nos ofrece una visión tan vívida que, aunque nunca los haya visto en persona debido a su ceguera, los ha hecho perceptibles para nosotros. Esto sugiere que su habilidad para observar y recordar era extraordinaria.

Virgilio, por su parte, abandonó Roma, donde disfrutaba de admiración y el favor del príncipe, en busca de libertad y soledad. Su deseo de perfeccionar su poema divino le llevó a encontrar en la soledad un aliado esencial. La muerte, que parecía envidiar su genio, no pudo alcanzarlo gracias a la protección de un príncipe devoto de las letras.

Horacio, en contraste, revela en sus escritos su preferencia por la tranquilidad del campo sobre el bullicio de Roma. Expresa su frustración con la agitación urbana y el caos que le impide concentrarse. En sus epístolas, aboga por la soledad del campo, donde la inspiración puede florecer sin las distracciones de la ciudad. Su vida y su obra reflejan un amor por la calma y el ocio, valorando la soledad sobre las riquezas y el reconocimiento.

Finalmente, aunque la mayoría de los poetas comparten esta admiración por la soledad, Ovidio destaca por su enfoque diferente. Su obra, especialmente el Ars Amatoria, celebra la vida en la ciudad y la pasión, lo que eventualmente contribuyó a su exilio. Su inclinación hacia la compañía de mujeres y su visión hedonista le llevaron a una reputación cuestionable y a un destino solitario, contrastando con la de poetas como Horacio que valoraban la serenidad del campo. Esta diferencia en la actitud hacia la soledad y la compañía refleja la diversidad de las perspectivas entre los grandes poetas.


Ejemplo de oradores que amaban la soledad

Soledad de Séneca

Séneca, en su reflexión sobre la soledad que vivió en Córcega, revela un profundo contraste entre la gloria pública y la paz del exilio. A pesar de su prominencia en Roma, donde su posición como senador y su fama eran innegables, él valoraba la tranquilidad de su aislamiento en la isla sobre el tumulto y los peligros del poder. En sus escritos, particularmente en sus tragedias, se aprecia cómo anticipó su caída y sufrimiento futuros, destacando la paradoja de que la verdadera libertad y plenitud se encuentran en la soledad contemplativa, más allá de las recompensas y riesgos de la vida activa en la ciudad. La preferencia de Séneca por la soledad sobre la gloria refleja una profunda sabiduría sobre el verdadero valor de la paz interior frente a la fama y el poder.

Soledad de Cicerón

Cicerón, conocido por su aversión a la soledad, encontraba difícil aceptar el aislamiento a pesar de sus profundas inquietudes sobre la caída de la ley y la justicia. Su búsqueda de gloria en la oratoria requería de la vibrante vida urbana, y su desdén por la soledad reflejaba más su desacuerdo con la corrupción de su tiempo que una aversión inherente al aislamiento. A pesar de ello, la soledad forzada le permitió desarrollarse como filósofo y enriqueció la literatura latina con sus escritos. Aunque inicialmente rechazaba el retiro, Cicerón eventualmente encontró en la soledad un refugio que le permitió profundizar en la filosofía y en el arte de la escritura. Su transformación muestra cómo incluso aquellos que valoran la vida activa pueden encontrar un valor inmenso en la tranquilidad del aislamiento, utilizando este tiempo para profundizar en su pensamiento y contribuir significativamente al saber.

Soledad de Demóstenes 

Demóstenes, al igual que Cicerón, encontró en la soledad un espacio crucial para perfeccionar sus habilidades oratorias, a pesar de su aparente vanidad y necesidad de reconocimiento público. Aunque disfrutaba de la admiración de los demás, era en el aislamiento donde realmente desarrollaba su arte. Su costumbre de estudiar en lugares solitarios, como la orilla del mar, revela una estrategia de preparación que contrastaba con su necesidad de destacarse en el ámbito público. A pesar de su éxito en el foro, la soledad le ofrecía un entorno vital para afinar su habilidad, ya sea a través del silencio o del sonido de las olas. Esta dualidad refleja una verdad más amplia: aquellos dedicados al conocimiento y al arte encuentran en la soledad no solo un refugio sino también una fuente de crecimiento esencial. En contraste, para quienes buscan la salvación espiritual, la soledad debe ser vista como un medio para la práctica y la preparación interior, reflejando un compromiso genuino con la vida y la esperanza más allá del reconocimiento mundano.

Soledad de Anaxágoras y otros

La diferencia entre filósofos y oradores radica principalmente en sus hábitos de vida y objetivos fundamentales. Mientras los oradores buscan el aplauso público y la gloria, los filósofos se enfocan en el autoexamen y en la búsqueda del conocimiento, despreciando la fama superficial. Figuras como Anaxágoras, Jenócrates, Zenón y Carneades ejemplifican esta dedicación al estudio y la introspección, a menudo en soledad, alejado de las distracciones del mundo. La vida austera y el profundo ensimismamiento de estos pensadores sugieren que su verdadero desarrollo tuvo lugar en el aislamiento, no en el bullicio urbano. Aunque algunas fuentes, como la de Jerónimo, indican que Diógenes pudo haber residido en las ciudades, la mayoría de estos filósofos preferían la tranquilidad del retiro. Este patrón se repite incluso en la vida de Solón, quien, tras ser un prominente legislador, se dedicó a la exploración y al aprendizaje en su vejez, alejándose de su tierra natal para buscar conocimiento en lugares lejanos como Egipto.


Ejemplos sobre emperadores y militares

Soledad de Julio y Augusto César

Es notable cómo incluso los emperadores y generales, cuya vida está marcada por el poder y la guerra, ansían la soledad, una inclinación que sorprende tanto como lógica. Julio César, a pesar de sus esfuerzos por retirarse a la tranquila Rodas y dedicarse a la literatura, fue constantemente impedido por conflictos y guerras. César Augusto, a pesar de su inmenso poder, encontraba un raro consuelo en los momentos de soledad, anhelando una vida tranquila como escape a la carga de sus responsabilidades. La paradoja de su situación es evidente: mientras disfrutaba del máximo honor y poder, la soledad le ofrecía un anhelo profundo que superaba cualquier otro placer mundano. Su deseo de escapar a una vida solitaria no era meramente un capricho, sino un reflejo sincero de su búsqueda de paz y reposo. Aunque el poder y la seguridad le mantenían en el centro de la vida pública, el testimonio de sus cartas y la documentación histórica revelan que su mayor deseo era retirarse a una existencia más sencilla. Así, el anhelo de soledad de un hombre en la cúspide del poder demuestra el valor intrínseco de esta forma de vida, elevando su atractivo incluso por encima de las máximas distinciones humanas.

Soledad de Diocleciano y Antonio Pío

El deseo de soledad y humildad, que inicialmente parecía reservado para figuras como Celestino, también se manifiesta en Diocleciano, quien, tras experimentar el esplendor del poder imperial y adornarse con joyas y lujos, finalmente anheló una vida de simplicidad y tranquilidad. Abandonó el esplendor y la turbulencia de la corte para retirarse a una existencia modesta en su ciudad natal de Salona, eligiendo una vida cercana a sus murallas pero apartada del bullicio urbano. Este cambio de corazón, que lo llevó a preferir una vida de soledad y humildad, le ofreció una serenidad que valoró incluso más que sus altos honores previos. A pesar de su reputación como emperador divinizado, Diocleciano encontró en la tranquilidad de su retiro una forma de alcanzar una paz que superaba las distinciones mundanas. Este acto de renuncia y su dedicación a una vida simple resalta cómo el deseo de soledad puede prevalecer incluso en aquellos que una vez disfrutaron del máximo poder y gloria.

Soledad de Numa Pompilio

Desde los primeros días de Roma, incluso antes de la República, los más sabios y virtuosos reyes, como Numa Pompilio, encontraron en la soledad un refugio esencial para su gobierno. Numa, el segundo rey de Roma, quien asumió el poder inesperadamente, usó la soledad como un medio para perfeccionar y dictar leyes que moldearían el futuro de la nación. Se retiraba frecuentemente a un lugar solitario y tranquilo en Aricia, una cueva en la montaña rodeada de bosques y silencio, donde meditaba y elaboraba leyes en soledad. Este retiro no solo le permitía centrarse en la creación y revisión de leyes divinas y civiles, sino que también le ayudaba a imponer un control más efectivo sobre un pueblo aún rudo y sin formación. Al imitar prácticas de gobernantes antiguos y ocultar sus reuniones con los dioses tras un velo de misterio, Numa logró imprimir un carácter sagrado y autoritario en su gobierno, mostrando que la soledad puede ser un campo fértil para la sabiduría y el liderazgo.

Soledad de Rómulo, Aquiles y Hércules

Rómulo, fundador de Roma, es un ejemplo notable de cómo la soledad puede ser el crisol de grandes logros. Aunque era más fogoso y violento que su sucesor, su entrenamiento en la soledad, en el bosque y en la cabaña de un pastor, le preparó para establecer el mayor imperio conocido. La dura soledad fue esencial para formar la materia, el nombre y el suelo de la reina de las ciudades, demostrando que de la soledad más severa surgió la base de uno de los imperios más poderosos de la historia.

De manera similar, figuras legendarias como Aquiles y Hércules también encontraron en la soledad un camino hacia la grandeza. Aquiles, conocido por su terror en las ciudades de Asia y su fama en Grecia, adquirió su formidable habilidad en la soledad. Hércules, al igual que Aquiles, comenzó su camino en la soledad, rechazando el placer en favor de la virtud y ascendiendo así no solo a la cúspide de la gloria humana, sino también a la veneración divina. La fama de Hércules se extiende ampliamente, pero sus raíces se encuentran en la soledad. Así, tanto en la historia antigua como en la mitología, la soledad ha sido fundamental para alcanzar grandes logros y establecer legados duraderos.

Soledad de los Escipiones

Los dos grandes líderes militares africanos, a saber, Escipión el Africano y Aníbal, son destacados no solo por sus hazañas en el campo de batalla, sino también por su aprecio por la soledad. Virgilio los describe como los rayos de la guerra, y Livio revela que Escipión, en particular, tenía la costumbre de visitar el Capitolio y los templos en secreto antes de emprender cualquier acción importante. Este hábito, que mantenía a lo largo de su vida, refleja cómo la soledad y la meditación eran fundamentales para su preparación y éxito.

Ambos generales, tras sus triunfos y victorias, solían retirarse a lugares tranquilos como Liternum, Formiae o Caieta, donde encontraban reposo en la compañía de unos pocos amigos. Este retiro a la soledad, lejos de las pompas y el ajetreo de la vida pública, no solo les proporcionaba descanso, sino que también les permitía disfrutar de momentos de introspección y de un ocio que, lejos de ser estéril, estaba lleno de reflexión y grandeza.

Cicerón elogia a Escipión, destacando que, durante sus momentos de ocio, nunca estuvo menos activo ni menos reflexivo. La grandeza de Escipión y de su contemporáneo Aníbal radica en cómo usaron la soledad y el ocio no solo para descansar, sino para fortalecer su carácter y su mente. Cicerón destaca que, a pesar de la admiración de Ambrosio por los profetas como Moisés, Elías y Eliseo, los elogios a Escipión son únicos en su contexto. Aunque Ambrosio intenta trasladar esta admiración a los profetas por su vida solitaria, el original elogio a Escipión sigue siendo distintivo y revelador de la importancia de la soledad en el desarrollo personal y en el liderazgo militar.

Así, tanto en la historia militar como en la reflexión filosófica, la soledad se manifiesta como una fuente crucial de fortaleza y sabiduría, proporcionando a estos líderes no solo un refugio de las responsabilidades públicas, sino también un espacio para cultivar su grandeza interior.


Exhortación a la vida solitaria

Persuasión a la vida solitaria

Padre, si te conocieras verdaderamente a ti mismo y reconocieras tus ventajas, descubrirías que nada podría hacer la soledad más agradable ni el ocio más placentero. Posees una mente excelente, no solo desarrollada a lo largo de los años, sino también refinada con mucho cuidado y formación en diversas artes y ciencias. Esta mente, capaz de guiar y controlar las acciones humanas, sostiene el timón de toda nuestra vida, lo que garantiza que tu viaje sea afortunado.

Conoces a ilustres y distinguidos hombres que han vivido a lo largo de la historia; aunque algunos ya no estén presentes, no son desconocidos para ti. Puedes entablar conversaciones con ellos en la imaginación, un tipo de relación que ni los mares ni las montañas pueden interrumpir. Además, tienes la posibilidad de mantener conversaciones físicas con aquellos que todavía están vivos. Así, incluso si te encuentras solo, la riqueza de tus conocimientos y relaciones te asegura una experiencia de soledad y ocio enriquecedora.

En la vida de soledad de aquel venerable hombre, si conociera a fondo sus propias ventajas, podría ver que nada podría hacer desagradable la soledad ni convertir el ocio en una carga. Posee una mente excelente, perfeccionada con los años y enriquecida por el estudio y la práctica, capaz de guiar y controlar todas las acciones humanas. Con tales cualidades, su vida debería ser de todo menos desafortunada.

Además, se encuentra rodeado de hombres ilustres y distinguidos, aunque su presencia física pueda ser limitada. Entre estos se destaca Pons Sansón, quien aporta gran distinción a su entorno. Sansón, notable por su fuerza mental y refinamiento, y dotado de conocimientos literarios y dulzura de carácter, alivia cualquier dureza inherente a la vida solitaria. Su invitación a compartir el ocio y el retiro sería bienvenida, ya que no temería el aislamiento.

Sócrates, también amigo y querido por su firme amistad y relación con las Musas, añadiría alegría y sabiduría a su vida. Guido, conocido por su pureza de espíritu, agudeza de intelecto y agradable conversación, debería ser considerado parte integral de su compañía, el quinto en lugar de séptimo.

La compañía de estos amigos asegura que ni la enfermedad, ni las ocupaciones urgentes, ni los viajes ocasionales podrían separarlo de ellos. La fortuna misma no podría impedirles disfrutar de su compañía, ya sea en la realidad o en la imaginación. No es necesario detallar todos los aspectos, pues si a él no le falta nada, no le faltará nada.

Su situación económica es honorable y alegre, no afligida ni degradante. Posee una buena colección de libros y un fervor por la lectura, con una comprensión y memoria reforzadas por el estudio. Aunque la modestia aconsejaría el silencio, es necesario mencionar que su entusiasmo por los escritos del autor ha sido un gran halago. A menudo ha preferido los libros del autor sobre los de Platón y Cicerón, quizás atraído por la novedad o el progreso en sus obras. Este afecto, observado incluso en su solicitud de escritos durante las ausencias del autor, ha sido motivo de maravilla y diversión. A pesar de las bromas al respecto, el sentimiento ha sido siempre de alegría y aprecio.

Lo que el hombre solitario debería considerar

La vida auténtica no solo requiere felicidad, sino también un rechazo profundo al mal y un amor sincero al bien, con reverencia por la virtud y aspiración al honor. Estos principios son esenciales para una vida solitaria, junto con un cuerpo maduro y capaz de grandes acciones. Se ocupa una posición destacada como ciudadano y obispo, valorado por el carácter y mérito en un país que, aunque denominado ciudad, carece del bullicio y lujo, lo que lo hace ideal para esta forma de vida.

A unos cincuenta años antes de la venida de Cristo, durante la invasión de Gran Bretaña por Julio César, se destacó una ciudad pequeña pero honorable. Esta localidad, aunque modesta en tamaño y sin las características típicas de una ciudad grande, es muy adecuada para una vida de estudio y virtud. En tiempos antiguos, Séneca observó que los altares se erigían en lugares con fuentes ocultas, y la idea de erigir un altar en un entorno natural se conecta con una tradición que ahora se enfoca en la veneración de María.

Este lugar también fue elegido por el confesor de Cristo, San Verano, para una vida de retiro y devoción, y es conocido por su tranquilidad y belleza natural. Se puede vivir una vida solitaria en este entorno, disfrutando de las ventajas de la libertad y la paz, en un lugar venerado por su espiritualidad y su entorno natural. No es necesario viajar lejos para encontrar esta paz; este lugar ofrece la oportunidad de vivir una vida solitaria enriquecedora en el propio país, destacando la belleza y tranquilidad del entorno natural, como el valle cerrado de Valchiusa, ideal para la vida contemplativa y el retiro espiritual.

Aquellos que deseen servir a Dios, desarrollar sus virtudes o realizar buenas obras deben evitar el riesgo de su propia perdición mientras aparentan ayudar a otros. Es esencial que, ya sea buscando la verdadera libertad y felicidad en el servicio a Dios, cultivando la mente a través de la virtud, o intentando dejar un legado duradero mediante la reflexión y la escritura, se dedique tiempo a la soledad para evitar los peligros de las actividades humanas. Es crucial que las acciones estén en consonancia con las palabras y juicios, para no caer en la debilidad que criticamos en otros.

Lo que no se debería perseguir

No se debe buscar grandes riquezas, ya que son más un obstáculo que una ayuda en la vida. Las riquezas, lejos de facilitar la ascensión hacia una vida más elevada, la pesan y la atan. El oro es especialmente vinculante y su acumulación no trae beneficios sino cargas y problemas. La avaricia debilita y degrada al portador, convirtiendo el oro en una carga que arrastra de vuelta al suelo.

Las riquezas no solo traen consigo innumerables males y dificultades, sino que también contaminan el alma. A pesar de su atractivo superficial, el oro está lleno de problemas ocultos. La verdadera riqueza no reside en la acumulación de bienes materiales, sino en vivir de acuerdo con la virtud y la naturaleza.

En lugar de perseguir riquezas excesivas, se debe desear solo lo necesario para la vida digna, como los marineros que sacrifican su carga para salvar su barco en una tormenta. La sabiduría no reside en acumular riquezas, sino en evitar el deseo de ellas. Alcibíades, de joven, dio un consejo sagaz al evitar la rendición de cuentas, lo que demuestra que incluso los consejos de los jóvenes pueden ser valiosos.

El deseo de riqueza es un camino lleno de avaricia y trabajo arduo, mientras que el arte más útil y fácil es evitar el deseo de riquezas. Aunque es difícil despreciar la riqueza, se debe esforzarse por hacerlo. El verdadero lujo radica en vivir de acuerdo con la virtud y no en la acumulación de bienes materiales.

La ansiedad y la soledad

Cicerón, al reflexionar sobre las exhortaciones a la ambición y el trabajo, cuestiona cuándo realmente viviremos, sugiriendo que una vida llena de ansiedad y preparación para un futuro incierto no es vida real. La sabiduría radica en vivir el presente, no en posponerlo. Los deseos de venganza, apetito, ambición y amor pueden ser perjudiciales; la venganza a menudo acumula agravios, el apetito lleva a la indignidad, la ambición es insaciable y el amor puede ser dominador. La clave es evitar estos deseos y centrarse en la verdadera riqueza, que no proviene de la codicia ni del acumulo de superfluidades, sino de una vida moderada y sencilla. La verdadera libertad y felicidad se encuentran al despreciar estas tentaciones. Se debe optar por una vida de sencillez y autarquía, superando el deseo de riqueza y poder, que a menudo sobrecarga y obstaculiza la vida. Al seguir este camino, uno encontrará la paz y la satisfacción verdadera, mucho más allá de lo que ofrecen las ambiciones mundanas.

Los remedios contra la pereza de la solitud

No podemos liberar todos de inmediato de las ataduras que oprimen el espíritu, pues esta lección a menudo es enseñada antes de ser completamente aprendida. A pesar de esto, debemos tratar la soledad como un refugio amigable, llevándola con nosotros junto a los pequeños pesares de nuestra fortuna. Cuando aprendamos a prescindir de estas ataduras, encontraremos la verdadera libertad. Mientras tanto, la soledad ofrece un lugar de paz inigualable.

No es necesario insistir en la dificultad de esta transición, pues se confía en la capacidad y la guía que cada uno tiene para afrontar este camino. Ejemplos como el de Martín, quien combinó la vida de monje con el rango de obispo incluso antes del bautismo, demuestran que la búsqueda de la vida solitaria puede comenzar en circunstancias difíciles y ser compatible con altos cargos. Del mismo modo, Mænas y Gregorio Nacianceno, quienes cambiaron el servicio terrenal por el celestial, vivieron en el desierto o en el campo, respectivamente, reflejando un profundo amor por la vida monástica. La influencia y el ejemplo de figuras como Basilio de Cesarea también ilustran cómo se puede valorar y adoptar esta vida de soledad y estudio, a pesar de los compromisos previos.

La refutación contra aquellos que se oponen a la soledad

Se escucha con frecuencia la objeción de que la Biblia y filósofos como Aristóteles y Cicerón argumentan contra la vida en soledad. Se citan versículos como "¡Ay del que está solo, cuando cae, porque no tiene quien le ayude a levantarse!" y se menciona que Aristóteles considera al hombre como un ser social por naturaleza. Además, se critica a Cicerón por afirmar que la sociedad no surge de la necesidad, sino de la naturaleza humana. Sin embargo, estas críticas malinterpretan mi posición.

Reconozco que figuras como Afraates, el ermitaño Julián y San Antonio, quienes abandonaron el desierto para ir a las ciudades, lo hicieron por necesidad y no por falta de comprensión sobre la importancia de la soledad. Ellos sabían cuándo era necesario disfrutar de la paz de la soledad y cuándo debía preferirse la vida urbana. Las objeciones que sugieren que mi propuesta podría perjudicar los intereses del Estado o la vida en las ciudades son absurdas. Si todo el mundo abandonara las ciudades, la soledad dejaría de ser tal y sería necesario regresar a los lugares que antes se habían dejado. La realidad es que la mayoría no sigue estos consejos, y mi intención es persuadir solo a unos pocos que puedan encontrar valor en esta vida solitaria. Mi objetivo no es imponer una vida solitaria a todos, sino hablar para aquellos cuya disposición natural se alinea con estos hábitos. Para nosotros, que buscamos vivir conforme a nuestra propia naturaleza, la soledad es más adecuada.

Exhortación a la soledad

Abandonemos la ciudad sin mirar atrás y comprometámonos con nuestra vida solitaria, siguiendo el ejemplo de quienes han hecho lo mismo con firmeza y devoción. No nos dejemos desviar por las críticas que citan la Biblia o los filósofos sobre la necesidad de la socialización. Al contrario, debemos cortar los lazos con el pasado y evitar regresar a una vida de agitación.

No hagamos caso de las objeciones sobre el impacto de nuestras decisiones en la sociedad. Disfrutemos de la tranquilidad que ofrecen los bosques y montañas y apreciemos nuestra libertad en la vida retirada. La riqueza y el placer mundano son efímeros y engañosos, mientras que la vida de los justos perdura en la memoria eterna. En lugar de envidiar a los ricos, enfoquémonos en nuestras propias alegrías y actividades honorables. Si deseamos combinar ejercicio físico con nuestras ocupaciones, que sea en actividades que fomenten la meditación, como la caza moderada. 

La gloriosa comendación a la solitud

La reflexión sobre la vida solitaria ha llevado a una profunda satisfacción, más allá de cualquier ocupación mundana. La experiencia personal demuestra que la verdadera libertad y soledad se encuentran no en el tiempo libre, sino en la vida dedicada a la reflexión y el estudio. Aunque tales opiniones puedan generar controversia, la verdad persiste a pesar del clamor.

El autor no pretende imponer dogmas, sino explorar y cuestionar desde la perspectiva de un investigador. Reconoce que, al buscar la verdad, a veces puede haber desvíos o malentendidos. Sin embargo, su enfoque es el de un estudioso, no el de un sabio.

La opinión de unos pocos elegidos es suficiente para el autor, ya que no busca imponer su verdad, sino ofrecer un camino hacia la tranquilidad a través de una vida casta y piadosa. En el momento de la muerte, lo que realmente importará será haber vivido con integridad, más allá de los logros mundanos.

Conclusión

Francesco Petrarca, en su meditación sobre la vida solitaria, explora un ideal de existencia que va más allá de la simple evasión de la sociedad. Para Petrarca, la verdadera libertad y paz se encuentran en la soledad reflexiva y el estudio, donde el individuo puede experimentar una forma auténtica de libertad. Esta vida solitaria no es un rechazo absoluto de la compañía, sino una búsqueda de la tranquilidad interior que se alcanza mejor cuando se está lejos de las distracciones y las presiones sociales.

Petrarca sostiene que la verdadera satisfacción y libertad no se encuentran en los logros mundanos o las riquezas, sino en la dedicación a una vida casta y piadosa, que puede ofrecer una paz duradera y genuina. Aunque sus ideas puedan generar controversia, él defiende que, en última instancia, la verdadera valía de una vida se mide por la integridad y la serenidad interior que se logra, más allá de los reconocimientos externos o las posesiones materiales.