Escrita al mismo tiempo que De Vita Solitaria, esta obra nos brinda una enseñanza semejante con respecto al ocio y la soledad. El concepto no parece nada nuevo para nosotros, pues otros filósofos como Séneca y Cicerón ya lo han abordado con profundidad. El descanso religioso sumado a la vida contemplativa, son los elementos que Francesco Petrarca necesita para enseñarnos la importancia del ocio y cómo este puede ser el camino que el hombre en busca de la felicidad necesita.
SOBRE EL OCIO RELIGIOSO
Dedicación preliminar
El poeta laureado de Francisco Petrarca dirige su escrito al hermano cartujo Gerardo, destacando el valor de la vida religiosa y la satisfacción que siente en el servicio a Dios. Agradece el breve pero significativo tiempo que pasó con la comunidad, donde experimentó una profunda devoción y alegría. Aunque la brevedad de su visita le impidió expresar completamente sus pensamientos, reconoce el valor de las enseñanzas y el impacto de la vida espiritual vivida en comunidad.
En medio de todos los pecados que atormentan y destruyen el alma infeliz, se debe escapar no solo de los recuerdos dañinos del pasado, que reviven pasiones antiguas y extinguidas, sino también de toda memoria de méritos previos que pueden adormecer la conciencia. Más bien, se debe seguir el consejo del Apóstol y olvidarse de lo que queda atrás para avanzar hacia el premio de la llamada celestial de Dios en Cristo Jesús. Así como Antonio, el santo, vivió en constante fervor y dedicación, no calculando los méritos por el tiempo sino por el amor y el servicio, uno debe mantener presente el consejo apostólico y profético de vivir siempre como si el presente fuera el único tiempo de lucha y devoción.
La Escritura ofrece múltiples consuelos y consejos. A los ansiosos se les dice que no se preocupen por el mañana, pues Dios sabe lo que necesitan; a los lujuriosos se les recuerda que quien siembra en la carne cosecha corrupción, mientras que quien siembra en el espíritu cosecha vida eterna. Los orgullosos serán humillados, y los iracundos deben ofrecer la otra mejilla. A los discordiosos se les manda amar a los enemigos y a los supersticiosos se les advierte que el reino de Dios está dentro de ellos. Se les recuerda a los curiosos que no deben buscar lo visible, sino lo invisible, y a todos se les exhorta a no amar el mundo ni las cosas que están en él, pues todo es vanidad.
A los descontentos con la moderación se les advierte contra el deseo excesivo de riquezas, que lleva a tentaciones y perdición. Los que confían en la riqueza serán defraudados, y los que buscan el reino de Dios encontrarán el verdadero tesoro. Se les dice a los perezosos que imiten a la hormiga en la diligencia, y a los tristes que busquen la alegría y la vida en la santidad. Los que buscan la felicidad en el vino se les recuerda que este puede llevar a la ruina si se consume en exceso.
Abandonar las cosas fáciles es una señal de valentía. Sin embargo, la audacia puede ser reemplazada por temor y desesperación. Para evitar estas trampas, sometan sus almas a Cristo, llevando su yugo con devoción; es lo más dulce. La obediencia a Cristo es fundamental, incluso más que la obediencia a los reyes terrenales.
Recuerden los mandamientos y el pacto con Cristo que hicieron cuando dejaron el mundo. Mantengan la promesa y sigan la regla; eso es suficiente. La tentación suele acompañar a la virtud, y quienes se esfuerzan en cualquier tarea, ya sea corporal o espiritual, pueden fatigarse rápidamente. Protejan sus corazones de la constante tentación y eviten lo nocivo.
El peligro está en los placeres mundanos, las tentaciones carnales y los engaños demoníacos. Identifiquen y eviten lo que les ha perjudicado antes, como la ira, la lujuria, el orgullo, la acedia, la avaricia, y la envidia. Mantengan una vigilancia constante, ya que, aunque están en el campamento de Cristo, la seguridad no está garantizada sin una vigilancia continua contra los ataques del enemigo.
No confíen en la seguridad falsa; la verdadera seguridad solo se encuentra al llegar a la patria celestial. En esta vida, la seguridad absoluta no es posible. La verdadera paz y seguridad solo se alcanzan cuando se ha superado la lucha de esta vida y se ha llegado al reino eterno.
Para vencer a los enemigos, sean conscientes de sus tácticas y permanezcan vigilantes. No se dejen engañar por la aparente tranquilidad, pues puede ser una trampa. En la batalla espiritual, resistan al diablo y se acercarán a Dios. La verdadera fortaleza reside en reconocer y defender la fe en medio de las pruebas.
El amor por el dinero
La adoración del dinero, en particular de la plata y el oro, se da con una devoción que supera incluso la que se tiene por Dios mismo. Aunque estos metales no son considerados dioses, a menudo reciben un culto casi tan intenso como el que se ofrece a Dios. Sin embargo, resulta sorprendente que algunos aún esperen la llegada de un mesías o anticristo, en lugar de reconocer a Cristo como el verdadero Salvador. Cristo, quien vino en forma de hombre, ya ha cumplido las profecías, y la espera de un salvador futuro parece ignorar este cumplimiento evidente.
Los judíos, por ejemplo, aún esperan un redentor que ya ha venido y cuya llegada fue profetizada con claridad. La destrucción de Jerusalén y los eventos que se sucedieron confirman la veracidad de las profecías cumplidas. La obstinación en esperar a un futuro mesías en lugar de reconocer a Cristo revela una ceguera que sólo lleva a más sufrimiento.
No se trata solo de la ceguera de los judíos, sino también de otras creencias erróneas que persisten. La esperanza y la fe deben centrarse en Cristo, el único que puede ofrecer verdadero refugio y salvación en esta vida turbulenta. La inmensa misericordia de Dios es la única que puede superar la indignidad humana y ofrecer esperanza real, y no hay nada que esté fuera del alcance de Su poder divino.
Misterio de Dios
El divino se hizo carne y habitó entre los hombres, un misterio incomprensible incluso para los grandes pensadores como Platón y Séneca, revelado únicamente a quienes la divinidad ha iluminado. La unión de la divinidad y la humanidad en una sola persona de Cristo es esencial para la salvación, sin la cual la humanidad habría permanecido siempre enferma y desolada. Esta unión es imposible sin la combinación de ambas naturalezas en Cristo, quien descendió a la tierra para soportar el sufrimiento y la muerte por nuestra salvación.
El misterio del Dios hecho hombre es tan profundo que los humanos no pueden comprenderlo sin fe, y ha llevado a la aparición de muchas herejías. Algunas niegan la divinidad de Cristo, otras su humanidad, distorsionando la verdad de la fe. La verdad ahora es tan evidente que casi ningún error puede engañar a los fieles, y los herejes no tienen éxito. Sin embargo, algunos todavía presentan objeciones, cuestionando la dureza de los mandamientos divinos y la sabiduría de los designios de Dios, argumentando que si Dios quisiera salvar al hombre, le daría más fuerza o mandaría cosas más fáciles.
Contra tales objeciones, se debe clamar a Dios con fervor, pidiendo que libere nuestras almas de la maldad y nos guíe con su sabiduría. La fe debe ser firme frente a los ataques del enemigo, que usa palabras y argumentos engañosos para desviar a los fieles de la verdad. Es vital mantener una vida de oración y contemplación, resistiendo las tentaciones y buscando la guía divina para mantenerse en el camino de la verdad. En medio de las dificultades y las dudas, se debe recordar que el yugo del Señor es ligero y sus cargas son suaves, y que la verdadera libertad se encuentra en servir a Dios con devoción sincera.
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