jueves, 1 de agosto de 2024

Francesco Petrarca - Invectivas contra el médico rudo y parlero (1355)

 

"Invectivas a un médico rudo y parlero" es una obra que ilustra otra faceta del genio literario de Petrarca. En esta obra, Petrarca se dirige con firmeza y agudeza a un médico que considera no solo ineficaz, sino también presuntuoso y maleducado. La obra es un ejemplo de la tradición de las invectivas, un género en el que el autor emplea el discurso crítico y la sátira para atacar y ridiculizar a sus adversarios. Es en este contexto donde se debaten las dos disciplinas más importantes de la época: la medicina y la poesía. Ya veremos porqué.


INVECTIVAS CONTRA EL MÉDICO RUDO Y PARLERO

CONTEXTO

En diciembre de 1351, el Papa Clemente VI se enfermó gravemente en Aviñón. Tras una recaída en febrero de 1352, Petrarca le envió una breve epístola (Cartas de la Vejez) instándole a confiar en un solo médico, en lugar de la multitud de médicos que lo atendían. El contenido de esta carta parece que se transmitió de forma tan confusa que el papa pidió a Petrarca que le escribiera una carta más formal, la cual el humanista redactó en sus Cartas Familiares, fechada en marzo de 1352. Esta epístola más elaborada provocó una respuesta airada por parte de uno de los médicos papales, a la cual Petrarca respondió con una composición rápidamente elaborada, que más tarde se convirtió en su primera invectiva. El médico enfadado escribió un segundo ataque, al que Petrarca respondió nuevamente entre enero y mayo de 1353, antes de partir de Vaucluse hacia Milán. Posteriormente, durante su residencia en Milán, revisó sus dos respuestas y las publicó como las cuatro Invectivas contra un Médico en 1355.


LIBRO PRIMERO

Petrarca se dirige a alguien que ha criticado su reputación con ataques despectivos. Le hace notar que hay una gran diferencia entre destruir la reputación de alguien con palabras agresivas y defender la propia con argumentos válidos. En esta disputa, Petrarca se siente en ventaja porque tiene argumentos sólidos, mientras que su adversario no tiene base para sus críticas.

Petrarca considera que las críticas del adversario son triviales y sin valor, ya que provienen de una persona de poca relevancia. Los escritos del adversario le parecen ridículos y vacíos, ya que prometen soluciones sin ofrecer nada concreto. Además, acusa al adversario de atacar la verdad por rencor personal.

Petrarca sugiere que la verdadera nobleza se demuestra al buscar un único honor con esfuerzo genuino, no al defender una reputación manchada. Critica la manera en que el adversario reacciona con ira y veneno, afirmando que tal comportamiento es poco común entre personas sabias.

Los médicos y el papa

Sufrir la desvergüenza de un hombre que niega lo que antes aceptó es lo peor. La falta de vergüenza es aún más grave en una mujer disoluta. Tú niegas que los médicos discutan entre sí, aunque es una queja común. Preferiría mentir, si pudiera, que decir la verdad y exponer el riesgo para millones de personas debido a la discordia y la incompetencia de los médicos. Aunque afirmas que los médicos estaban de acuerdo en la cura del Papa, esto no es creíble; la verdad y los grandes testigos te desmentirán. Si el Papa hubiera muerto, habría habido aún más discordia entre los médicos sobre el diagnóstico y el tratamiento.

Petrarca critica cómo los médicos se han atribuido el mérito de la recuperación del Papa, cuando en realidad no entendían su enfermedad y Cristo fue quien lo curó. Acusa a los médicos de usurpar el beneficio de Dios y manipular la situación para parecer que ellos lo salvaron. Aunque no es sorprendente la ira de los médicos ante la verdad, Petrarca se asombra de su furia desmedida y de cómo su respuesta se ha vuelto irracional.

Petrarca recuerda que aconsejó al Papa en una carta breve para evitar a médicos discordantes y elocuentes pero inexpertos, y se siente que hizo bien al darle este consejo. Critica a los médicos por descalificarlo y defiende que su consejo, aunque no solicitado, era valioso y correcto. Llama a los médicos a que se enfrenten a la verdad y no usen su posición para su propio beneficio. Finalmente, advierte que la retórica no debería dominar a la medicina, pues las artes y la verdad no pueden ser sometidas por el poder o la manipulación.

Retórica y arte

Petrarca cuestiona si antes de finalizar su discurso cambiará de opinión y admitirá que la retórica tiene autoridad sobre las artes. Señala que, si eso fuera verdad, no deberías mostrar tanta arrogancia. Critica la confusión entre las artes liberales y las mecánicas, y pregunta por qué no haces a la retórica servil al arte de la navegación en lugar de a la medicina. Asegura que su actitud revela su ignorancia y falta de visión.

Petrarca se pregunta si, en lugar de buscar venganza contra los poetas, deberías considerar que, si todo es poético, ¿qué hay que no lo sea? Critica que afirma tener conocimiento cuando en realidad carece de él y que se gloría de la antigüedad mientras menosprecias a los poetas y la poesía. La poesía, según Cicerón, es una invención divina, y tú, al hablar en contra de ella, revelas tu ignorancia y falta de respeto.

Reprende a los médicos por afirmar efectos maravillosos de su trabajo cuando en realidad muchas veces no logran curar, y critica que los médicos se hayan hecho conocidos por su mal estado físico. Comparando el trabajo de los médicos con el de los agricultores, destaca que ambos provienen del mismo creador, pero el trabajo de los médicos no mejora la salud común, mientras que el agricultor contribuye a la abundancia pública.

Petrarca también critica a los médicos por atribuirse méritos que en realidad no tienen, y compara su arrogancia con la de un filósofo que daba consejos de guerra sin saber nada sobre el tema. Recalca que, mientras el filósofo hablaba de cosas conocidas, los médicos hablan de temas en los que son completamente incompetentes. Concluye que, a pesar de tus intentos de desacreditar a la poesía y los poetas, lo que realmente demuestra es su propia falta de conocimiento y la ignorancia de su profesión.

Se observa que el crítico, al atacar la poesía, muestra una profunda ignorancia y arrogancia. Aunque intenta usar a Boecio como testigo en su contra, lo hace erróneamente, ya que Boecio se refiere únicamente al teatro, no a la poesía en su totalidad. La poesía, al contrario de lo que sugiere el crítico, enriquece la comprensión de la verdad a través de su belleza y complejidad. En lugar de descalificar la poesía, el medico debería centrarse en mejorar su propia práctica, especialmente en un campo como la medicina, donde sus errores y falta de conocimiento son evidentes. La controversia creada por el crítico demuestra más su ignorancia y falta de habilidad que una verdadera evaluación crítica.

LIBRO SEGUNDO

El Médico

Petrarca argumenta que la excesiva autoconfianza del médico ha revelado su ignorancia. Según él, la lengua, cuando no se usa con prudencia, puede desvelar las debilidades de la mente. Al hablar, el individuo ha expuesto sus deficiencias, algo que podría haber ocultado si se hubiera mantenido en silencio. Petrarca también expresa su preocupación por el hecho de que ahora incluso los mecánicos se dedican a escribir libros, considerándolo un presagio de calamidad similar a los prodigios antiguos.

El libro del médico comienza con una autoalabanza, en la que se presenta como médico y filósofo, pero Petrarca cuestiona su comprensión del verdadero significado de ser filósofo. La arrogancia del individuo es evidente, y su pretensión de conocimiento es cuestionada. En comparación con figuras históricas como Escipión, quien defendió su reputación con dignidad, la presunción del individuo parece aún más ridícula. El autor aclara que su crítica busca defender la verdad y el buen nombre, no enaltecerse a sí mismo. Aunque no afirma poseer virtudes, valora el deseo de aspirar a ellas, considerándolo preferible a la indiferencia hacia lo noble y elevado.

Petrarca expone que no se glorifica a sí mismo, sino a Dios, a quien atribuye todos los méritos excepto sus defectos. Cita a San Agustín y a poetas antiguos como Virgilio y Homero para ilustrar cómo se puede hablar de uno mismo sin arrogancia. Petrarca defiende que su crítica no está dirigida a la medicina en general, sino a aquellos que la corrompen, y critica al médico en cuestión por su incompetencia y pretensiones.

Petrarca también aborda el tema de la vejez, defendiendo su respeto por ella y argumentando que es venerable solo cuando proviene de una vida honorable. Menciona citas de la Biblia y de Cicerón para respaldar su posición y critica al médico por su ignorancia y falta de virtud. 

Petrarca critica duramente al médico, alegando que su reputación está basada en la adulación y en la falta de honestidad. Menciona que el médico intenta defenderse con argumentos débiles y vacíos y que su fama es inmerecida. Concluye que, a pesar de los intentos del médico por defenderse, su verdadera naturaleza y defectos son evidentes para aquellos que han sido engañados por él.

Averroísmo

Petrarca critica a quienes consideran a Cristo de manera equívoca, ya sea como divino o como un ser humano perfecto nacido de una virgen, y se dirige especialmente a los médicos que siguen a Averroes por oposición a Cristo. Petrarca denuncia que estos médicos, por temor a blasfemar públicamente contra Cristo, terminan adorando a sus detractores. Argumenta que la verdadera filosofía implica la reflexión sobre la muerte y la preparación para la vida eterna, y critica a aquellos que, a pesar de considerarse filósofos, se dedican a estudios triviales y a la acumulación de riqueza, en lugar de buscar la verdadera sabiduría.

Petrarca rechaza la idea de que uno pueda llamarse filósofo si se dedica a la dialéctica y la retórica sin una verdadera reflexión filosófica. Describe a estos "filósofos" como mercenarios y engañadores que usan la palabra "método" para camuflar su falta de verdadera sabiduría. Finalmente, compara a estos individuos con el ave hoopoe, que, a pesar de su apariencia, tiene un comportamiento despreciable y una dieta sucia, sugiriendo que estos pretenciosos "filósofos" son igualmente deshonrosos.

Petrarca vuelve a criticar a los médicos que, en su afán de ocultar su propia palidez, culpan a los filósofos antiguos y se aferran a una falsa imagen de sabiduría. Les señala que su palidez no proviene de estudios profundos o de una vida filosófica, sino de su avaricia y de la naturaleza repugnante de sus ocupaciones diarias, como el manejo de orina y excrementos. Según Petrarca, su apariencia es el resultado directo de su entorno y sus acciones, no de un noble estudio de la filosofía. Desafía a estos individuos a demostrar su valía mediante acciones verdaderas de virtud y sabiduría, en lugar de simplemente reclamar el título de filósofo. Su crítica apunta a la incongruencia entre su vida y la verdadera filosofía, que, según él, debería estar orientada hacia el desaprecio de lo transitorio y la aspiración a metas superiores.


LIBRO TERCERO

En el texto que sigue, Petrarca también aborda el valor de la poesía en contraste con la filosofía y la ciencia. Argumenta contra la visión de que la poesía es innecesaria y defiende su importancia al mostrar cómo incluso los filósofos y los grandes pensadores han valorado la poesía. Utiliza ejemplos históricos y literarios para demostrar que la poesía, aunque no siempre necesaria en términos prácticos, sigue siendo noble y digna de respeto. Critica a aquellos que desestiman la poesía basándose en argumentos superficiales y defiende su lugar junto a las artes y ciencias.

Petrarca defiende que tanto la filosofía como la poesía, a pesar de sus defectos y críticas, deben ser valoradas por sus aportaciones al conocimiento y la cultura. Argumenta que las críticas dirigidas a ciertos filósofos, como Epicuro, no deben ser aplicadas a toda la filosofía. Epicuro y sus seguidores enfrentan reproches específicos, pero esto no implica que toda la filosofía sea defectuosa.

De manera similar, Platón criticó a los poetas dramáticos por sus representaciones de los dioses y la moral, pero no extendió su crítica a todos los poetas ni a todas las formas de poesía. Los poetas épicos como Homero y Virgilio, quienes exploran temas profundos sobre la humanidad y la virtud, no fueron objeto de la misma crítica.

Petrarca también critica a algunos médicos que practican superficialmente en lugar de aportar conocimientos profundos. Esta crítica se dirige a los individuos y no a la medicina en general. La medicina, al igual que la poesía, presenta una alta demanda de excelencia. La poesía, en particular, es una disciplina en la que la mediocridad no es aceptada, y los verdaderos poetas son raros y valiosos. 

La poesía y los textos

Petrarca defiende la dificultad del estilo poético contra las críticas, argumentando que no se debe a la envidia, sino a un propósito deliberado de fomentar una reflexión más profunda. Destaca la integridad y el valor de poetas renombrados como Virgilio, Horacio y Ovidio, sugiriendo que sus estilos complejos están destinados a desafiar a los lectores y recompensar el esfuerzo, en lugar de ocultar el significado.

Compara esto con la oscuridad inherente en textos religiosos como la Biblia, donde San Agustín y San Gregorio Magno creen que la dificultad promueve interpretaciones múltiples y un entendimiento más profundo. Petrarca defiende a los poetas de las acusaciones de envidia o elitismo, argumentando que su estilo intrincado busca retar y premiar a los lectores dedicados, no engañarlos. También sostiene que tanto poetas como filósofos han buscado la verdad y la excelencia en su trabajo, a pesar de las limitaciones o malentendidos de su época. Concluye afirmando el valor del estudio tanto de la poesía como de las escrituras sagradas, incluso si no son universalmente accesibles, y subraya el crecimiento personal a través de tales estudios.

Señala que, en lugar de leer poesía, se dedica a corregir los errores del pasado con esfuerzo y espera dejar un legado que será apreciado por las generaciones futuras. Está satisfecho con la aprobación ocasional y desestima a los críticos sin valor. Aunque su trabajo puede no cumplir todos sus deseos, su intención es apreciada. Critica a aquellos que, en su vejez, siguen atrapados en la ignorancia y el dogmatismo de su juventud, haciendo argumentos débiles y atacando todo lo que no se alinea con su visión limitada.

Petrarca se defiende de las críticas a sus escritos, señalando que el término "homilía" se usa con respeto y no debe considerarse despectivo. El término, que tiene su origen en el griego, se traduce al latín como “sermón dirigido al pueblo.” Petrarca sostiene que, lejos de ser despectivo, "homilía" ha sido un título usado con respeto por los hombres más santos y eruditos. En este sentido, Petrarca utiliza la "homilía" para expresar ideas y reflexiones profundas, y considera que los ataques a esta forma de comunicación reflejan una incomprensión o desprecio injustificado. 

Explica que la confusión entre medicina y ética, y el intento de colocar a la medicina por encima de otras artes, demuestra una comprensión equivocada de ambas disciplinas. Petrarca sostiene que la medicina, enfocada en la salud física y el tratamiento de enfermedades, no tiene como objetivo directo promover una vida moralmente correcta, mientras que la ética se ocupa del comportamiento moral y la virtud. Al intentar hacer que la medicina sea la medida para otras artes, incluyendo la retórica, el interlocutor ignora que estas disciplinas tienen propósitos distintos. La retórica y otras artes tienen su propio valor y no deben subordinadas a la medicina, ya que cada campo tiene su función específica y no deben confundirse ni mezclarse inapropiadamente. Destaca que la medicina no enseña cómo vivir bien, y argumenta que la retórica y las demás artes tienen un valor intrínseco que no debería subordinarse a la medicina.

Al intentar usar la oratoria para cubrir sus defectos y justificar sus fallos, el médico está desviándose de su verdadero propósito. Petrarca sugiere que el médico utiliza la retórica para excusar la muerte de sus pacientes y consolar a los sobrevivientes, en lugar de enfocarse en curar efectivamente a los enfermos. Este uso inapropiado de la retórica, en lugar de la medicina efectiva, convierte al médico en un orador vacío y superficial. Petrarca destaca que la retórica y las habilidades oratorias no deben ser el centro de la práctica médica, ya que la verdadera medicina debe basarse en la competencia técnica y el cuidado real del paciente, no en la habilidad para hablar persuasivamente.


LIBRO CUARTO

La soledad

El médico ha intentado usar la soledad de Petrarca como un punto débil, acusándolo de vivir en aislamiento y, por lo tanto, despreciando la vida activa y social. Petrarca, sin embargo, defiende su preferencia por la soledad como una elección natural y deseada. Argumenta que su inclinación hacia la soledad no es una desventaja, sino una manifestación de su naturaleza y de sus estudios, que le permiten evitar el bullicio y la superficialidad de la vida urbana. Petrarca también critica la falta de profundidad en los argumentos del médico, sugiriendo que sus intentos de desacreditar la vida solitaria son tan vacíos y superficiales como sus otros argumentos. Finalmente, Petrarca destaca que no se debe juzgar la valía de una vida solitaria únicamente desde una perspectiva utilitaria o cívica, y que el verdadero mérito y virtud pueden encontrarse en la dedicación personal y el estudio profundo, en lugar de en el mero involucramiento social.

Además, la vida en la ciudad, llena de placeres sensoriales y tumulto, puede estar llena de enfermedades y distracciones que impiden la verdadera felicidad y virtud. Por el contrario, la soledad permite evitar estos males y dedicarse al desarrollo interior y al estudio. Aunque reconoce que la soledad puede parecer difícil para quienes dependen de la compañía y el bullicio, para él representa un estado ideal para el crecimiento personal y la contemplación.

Petrarca defiende su elección de vivir en el campo en lugar de en la ciudad, argumentando que el entorno rural es más propicio para la búsqueda de la virtud y la paz mental. Responde irónicamente a las críticas y burlas del médico, afirmando que su vida en soledad es una elección consciente para alcanzar la tranquilidad interior y no un signo de locura o divinidad. Utiliza referencias filosóficas y literarias para apoyar sus argumentos y demostrar las falacias en las críticas del médico.

Finalmente, Petrarca responde con firmeza a las críticas de un detractor que cuestiona su vida solitaria y su búsqueda de conocimiento en la naturaleza. El poeta defiende su elección de vivir en soledad y alejado de la corrupción de las ciudades, argumentando que su vida en el campo le proporciona una paz y una inspiración que el crítico no puede entender. Petrarca asegura que sus acciones y pensamientos están guiados por un deseo de virtuosidad, mientras que el detractor se queda en la mediocridad y el vicio.

Petrarca critica la naturaleza envidiosa y dañina del detractor, comparando su situación con las de figuras históricas que también enfrentaron ataques y críticas. Aunque el crítico busca fama a través de la difamación, Petrarca expresa que su propio objetivo es mantener su integridad y que el ataque solo le ha causado molestias, sin afectar realmente su paz interior. Finalmente, el poeta sugiere que el detractor no ganará fama a través de su ataque, y que su verdadero propósito ha sido perturbar la tranquilidad de Petrarca, a quien le pide a los lectores que apoyen a quien ha sido atacado injustamente.

Conclusión

La obra subraya la relevancia de las humanidades como un campo que fomenta el desarrollo del carácter y la profundidad emocional, en contraste con una visión más reduccionista centrada únicamente en las ciencias. Petrarca argumenta que la verdadera sabiduría y el crecimiento personal provienen de una vida reflexiva y enriquecida por el estudio de la literatura, la filosofía y el arte, áreas que alimentan la alma y elevan la condición humana más allá de los logros técnicos. Así, el texto no solo defiende su propio camino, sino que también aboga por el equilibrio entre las ciencias y las humanidades como esenciales para una vida plenamente realizada y significativa.

lunes, 29 de julio de 2024

Francesco Petrarca - Remedios contra la fortuna (De remediis utriusque Fortunee) (1360-1366)



Inspirado en las obras del filósofo romano Lucio Anneo Séneca, esta obra nos trae un interesante diálogo sobre los remedios contra los fuertes embates de la vida. Un diálogo al estilo platónico que nos demostrará una vez más la astucia literaria de Francesco Petrarca. Su enfoque combina elementos de la filosofía estoica, la reflexión cristiana y la experiencia personal, buscando proporcionar al lector herramientas para mantener la serenidad y la virtud ante la imprevisibilidad del destino. "Remedios contra la Fortuna" es más que un simple manual de autoayuda; es una profunda meditación sobre la naturaleza de la felicidad, la virtud y la resiliencia. Petrarca, a través de un estilo accesible y perspicaz, invita al lector a adoptar una postura de sabiduría y fortaleza interior, independiente de los cambios externos que puedan sacudir su existencia.


REMEDIOS CONTRA LA FORTUNA

LIBRO PRIMERO: REMEDIOS CONTRA LA FORTUNA

I. La Edad Florida y la Esperanza de una Vida Larga

El diálogo examina la percepción de la juventud y la esperanza de una vida prolongada. Gozo y Esperanza celebran la juventud como el momento más prometedor, pero Razón desmonta esta ilusión, señalando la inevitabilidad de la muerte y la fugacidad de la vida. Mientras Gozo y Esperanza insisten en la vitalidad de la juventud, Razón destaca la inestabilidad y la brevedad del tiempo. La juventud es descrita como una etapa transitoria, cuya percepción de eternidad se desvanece rápidamente, revelando que la vida es un flujo constante hacia el fin. La verdadera felicidad y sabiduría se encuentran en la virtud y en la preparación para la inevitabilidad de la vejez y la muerte, no en la efímera belleza y vigor de la juventud.


II. LA BELLEZA CORPORAL

Gozo elogia la belleza del cuerpo, mientras Razón advierte sobre su fragilidad y transitoriedad. La belleza, descrita como un atributo momentáneo del cuerpo, es comparada con una flor que se marchita rápidamente. Razón critica la obsesión con la belleza, señalando que esta es efímera y causa más aflicciones que alegrías. La belleza física, al ser voluble e incierta, no ofrece verdadero valor duradero, a diferencia de la belleza del alma, que permanece constante y es más digna de admiración. Aunque la belleza del cuerpo puede ser un adorno para la virtud, por sí sola es una carga sin valor verdadero. La verdadera dignidad radica en cultivar la belleza del alma, que no se deteriora con el tiempo.

III. LA SALUD

Gozo afirma que su salud es excelente, pero Razón advierte que la salud, al igual que la belleza, es temporal y puede verse afectada por la vejez y las enfermedades. La salud física robusta no es suficiente si no se acompaña de una sanidad del alma. Razón destaca que una buena salud, sin un uso prudente y sin el equilibrio del bienestar espiritual, puede convertirse en una fuente de problemas. Por tanto, la salud debe combinarse con la sanidad interior para ser verdaderamente beneficiosa.

VIII. LA MEMORIA

Gozo se enorgullece de su memoria, señalando su amplitud y rapidez. Sin embargo, Razón señala que una memoria extensa puede ser una carga, pues retiene tanto los placeres como los sufrimientos pasados. El recuerdo de los placeres pasados puede estar lleno de tristeza si se compara con la situación actual. Razón subraya que la memoria puede olvidar los preceptos divinos y enfocarse en lo innecesario, y es preferible recordar lo útil y desechar lo que causa angustia. A veces, recordar el sufrimiento pasado sólo proporciona placer cuando se vive en un estado de seguridad actual. La memoria, por tanto, debe ser usada sabiamente, enfocándose en lo beneficioso y no en lo que solo causa malestar.

XII. LA SABIDURÍA

Gozo se considera sabio y afirma haber alcanzado la sabiduría. Razón le recuerda que la verdadera sabiduría está ligada a la virtud y se logra a través de un esfuerzo constante durante toda la vida. La sabiduría no es definida por el estudio superficial ni por los títulos o la opinión pública. La verdadera sabiduría requiere humildad y reconocimiento de las propias imperfecciones. Razón enfatiza que quien es verdaderamente sabio nunca se vanagloria ni afirma ser sabio, ya que la sabiduría se basa en la autocomprensión y el vivir conforme a principios elevados, no en la apariencia o el reconocimiento externo.

XIV. LA LIBERTAD

Gozo se enorgullece de su libertad, pero Razón aclara que la libertad verdadera no se basa solo en el nacimiento o en no tener un señor, sino en mantenerla hasta el final de la vida. La fortuna y las circunstancias pueden cambiar rápidamente, poniendo en riesgo la libertad. Razón explica que la verdadera libertad no está exenta de desafíos internos y externos. Las personas pueden estar sujetas a ataduras invisibles, como los placeres y deseos que esclavizan el alma. La libertad real se basa en la virtud y la capacidad de mantener la integridad personal frente a las adversidades, más que en las condiciones externas que pueden cambiar con facilidad.

XVII. EL PRÓSPERO NACIMIENTO

Gozo afirma que ha nacido con gran fortuna, pero Razón le advierte que esa "gran fortuna" puede ser una gran tormenta que requiere tanto fortaleza como juicio. Comenta que no es necesariamente mejor nacer en una posición elevada, ya que estar en una alta cuna expone a más riesgos y problemas. El haber nacido en la cima no garantiza seguridad y la verdadera prueba es cómo se maneja el final de la vida, no solo el principio afortunado. Razón destaca que una posición alta conlleva mayores caídas y que la vida debe ser evaluada por su final, no por el inicio glorioso.

XXV. EL JUEGO DE LA PELOTA

Gozo se alegra de jugar a la pelota, pero Razón critica este juego como una actividad frívola que busca más el movimiento sin propósito que el verdadero ejercicio físico. Razón compara este juego con el paseo sosegado de los filósofos, sugiriendo que el juego de pelota es ruidoso e ineficaz en comparación con actividades más provechosas y tranquilas. A pesar de que algunas figuras históricas también jugaron a la pelota, Razón considera que el ejercicio físico debería ser más moderado y con propósito.

XXXIV. LAS CASAS MAGNÍFICAS

Gozo se enorgullece de vivir en una casa magnífica, pero Razón le recuerda que la dignidad de una persona no depende de la grandeza de su casa, sino de su propio carácter. Las casas grandes pueden traer problemas como la inseguridad y la incomodidad. La grandeza de una casa no garantiza una vida mejor, y Razón critica la idea de que una gran casa pueda proteger de los cuidados y enfermedades, recordando que ni los reyes ni los nobles están exentos de los peligros de la vida.

XLIII. EL QUE TIENE MUCHOS LIBROS

Gozo presume de tener una gran cantidad de libros, pero Razón cuestiona la utilidad de tener demasiados sin la debida reflexión y discernimiento. Señala que los libros deben adornar el alma, no simplemente la biblioteca, y que una sobreabundancia puede ser más perjudicial que beneficiosa. Razón critica el enfoque en la cantidad de libros en lugar de en la calidad del conocimiento y su comprensión. Argumenta que el verdadero valor está en entender y aplicar el conocimiento de los libros, no solo en poseerlos. Además, Razón denuncia la falta de calidad y el descuido en la preservación de textos, lamentando la pérdida de la sabiduría a lo largo del tiempo.

XLIV LA FAMA DE LOS QUE ESCRIBEN

Gozo se pregunta sobre la fama de los escritores y si él mismo debería ser considerado uno. Razón responde que la pretensión de ser escritor es una enfermedad común, contagiosa e incurable, que lleva a muchos a escribir mal. Según Razón, el número de escritores aumenta cada día, pero también lo hace la mediocridad en sus obras. Razón recuerda un dicho de Cicerón que indica que la composición de libros es interminable y advierte que sería ideal si solo aquellos capacitados escribieran, mientras que los demás leyeran. Razón critica a quienes escriben sin talento, creando doctrinas dudosas o estilos torpes, y menciona que hoy en día hay demasiados escritores y comentaristas, pero pocos sabios y elocuentes. También menciona que la fama es efímera y que muchos escritores caen en la pobreza y la locura con el tiempo.

Gozo insiste en que escribe libros y busca la fama, mientras que Razón le aconseja que podría hacer mejor en leer y aplicar el conocimiento adquirido, en lugar de escribir sin propósito. Razón compara la obsesión por escribir con diversas formas de locura y argumenta que la búsqueda de fama en la escritura es vana, ya que la mayoría de los escritores nunca alcanzan el reconocimiento deseado. Finalmente, Razón sugiere que, a pesar del esfuerzo y peligro que Gozo ha invertido en la amistad de reyes, es un peligro deseado en vano. La verdadera amistad es rara y no se encuentra fácilmente, a diferencia de las riquezas, que también son fuente de más problemas que placeres.

XLV LA VERDAD EN LA ADULACIÓN

En este diálogo, Gozo y Razón discuten la veracidad de las alabanzas y adulación que a menudo reciben las personas. Gozo manifiesta preocupación por si las alabanzas que recibe son genuinas o meramente por cortesía. Razón explica que la adulación se basa en la mentira y el interés, y es más frecuente de lo que se cree. Advierte que el verdadero reconocimiento es raro y que la adulación puede llevar a las personas a creerse superiores a lo que realmente son. Razón critica la tendencia de algunas personas a buscar la aprobación constante y cómo eso puede distorsionar la percepción de uno mismo. Sugiere que la verdad y el conocimiento real deben ser el fundamento del juicio, en lugar de depender de las opiniones ajenas.

XLVI EL VALOR EN LA HONESTIDAD

Gozo discute con Razón sobre la importancia de la honestidad en la vida. Razón argumenta que la honestidad es un valor fundamental que sostiene la integridad personal y la confianza social. Explica que, aunque a veces la verdad pueda ser dolorosa o incómoda, es esencial para mantener relaciones genuinas y un sentido de identidad propio. Razón también menciona que la honestidad debe ser practicada tanto en palabras como en acciones, y que el valor de ser honesto supera a la conveniencia de mentir o engañar. Gozo reflexiona sobre cómo la honestidad puede ser sacrificada en busca de beneficios personales inmediatos, pero Razón reafirma que la verdad es un pilar que, aunque difícil de mantener, merece siempre el esfuerzo.

XLVII LA FALTA DE LA VOLUNTAD EN LA BÚSQUEDA

En esta conversación, Gozo plantea dudas sobre la moralidad de aquellos que buscan el poder a toda costa. Razón le responde que la búsqueda del poder puede corromper y desvirtuar a las personas, llevándolas a actuar de manera deshonesta y egoísta. Razón afirma que el deseo de poder puede consumir a los individuos y hacerles perder sus virtudes y principios. Explica que el verdadero valor reside en la integridad y en el uso responsable del poder, en lugar de la ambición desmedida. Advierte sobre los peligros de ceder a las tentaciones del poder y cómo esto puede conducir a una vida vacía y sin propósito real.

XLVIII LA FORTUNA Y LA MISERIA EN LA VIDA

Gozo y Razón exploran el impacto de la fortuna y la miseria en la vida de las personas. Razón señala que la fortuna puede ofrecer placeres y ventajas, pero también puede traer consigo la miseria y problemas adicionales. Explica que, a menudo, la búsqueda constante de fortuna puede llevar a la desdicha, mientras que la falta de fortuna no garantiza necesariamente una vida infeliz. Razón argumenta que la verdadera felicidad se encuentra en la satisfacción personal y la paz interior, no en la acumulación de riquezas. Gozo reflexiona sobre cómo la fortuna puede cambiar drásticamente las circunstancias y la percepción de la vida, mientras que Razón enfatiza la importancia de mantener una actitud equilibrada y no dejarse dominar por las fluctuaciones externas.

XLIX LA ESPERANZA Y LA DESESPERANZA

En este capítulo, Gozo y Razón abordan el tema de la esperanza y la desesperanza en la vida. Razón discute cómo la esperanza puede ser una fuerza positiva que impulsa a las personas a seguir adelante y superar desafíos. Sin embargo, también advierte que una esperanza desmedida puede llevar a la desesperanza si las expectativas no se cumplen. Razón explica que es importante mantener un equilibrio entre la esperanza y la realidad, y que la desesperanza a menudo surge de expectativas no cumplidas o de la incapacidad de aceptar la realidad. Gozo considera la desesperanza como un obstáculo significativo, pero Razón le enseña a ver la esperanza como un recurso valioso para enfrentar las dificultades y encontrar motivación en momentos difíciles.

L LA AMISTAD

En la última conversación, Gozo y Razón reflexionan sobre la verdadera naturaleza de la amistad. Razón define la amistad verdadera como una relación basada en la sinceridad, el respeto y el apoyo mutuo. Explica que, a diferencia de las amistades superficiales que pueden ser efímeras o interesadas, la verdadera amistad perdura y se basa en valores genuinos. Razón también señala que la amistad verdadera no se mide por la cantidad, sino por la calidad de la conexión y el compromiso mutuo. Gozo, influenciado por estas ideas, comienza a apreciar la profundidad de las relaciones auténticas y reconoce la importancia de cultivar amistades basadas en principios sólidos y sinceros.

LIII LA ABUNDANCIA DE RIQUEZAS

Gozo presume de tener muchas riquezas, pero Razón le señala que esta abundancia trae más envidia que placer y que los ricos a menudo desearían una vida más sencilla. Razón le advierte que la riqueza puede disminuir la seguridad y la paz interior, y que las riquezas no traen felicidad duradera. Además, le aconseja que no se convierta en esclavo de sus posesiones, ya que las riquezas deben servirle a él, y no al revés. Razón enfatiza que la acumulación de riquezas puede ser una carga y que la abundancia de ellas ha corrompido a individuos y a naciones. Finalmente, le aconseja que aspire a abundar en virtudes en lugar de riquezas, ya que estas últimas pueden llevar a una vida de angustias y desdicha.

LXII LAS MONAS DE COMPAÑÍA

Gozo menciona tener una mona que le divierte, pero Razón le recuerda que es un animal sucio y molesto que tiende a romper cosas. Razón critica el gusto por lo desagradable y disforme, sugiriendo que el deleite en cosas feas refleja una mala disposición del gusto y el espíritu. Aconseja que los deleites no deben perturbar los sentidos ni el bienestar, y observa que una afición por lo grotesco puede degradar el carácter y el entorno.


LXVI LA ESPOSA BELLA

Gozo está casado con una mujer hermosa, pero Razón advierte que esto puede ser peligroso, ya que la belleza atrae a muchos y es difícil de mantener. Razón señala que la belleza puede aumentar la soberbia y provocar problemas si no se corresponde con la belleza del esposo. Apreciar la hermosura de la esposa puede llevar a soportar su vanidad y caprichos, además de enfrentar lujos molestos que pueden afectar la economía personal. Razón aconseja que Gozo adore a su esposa y viva según sus deseos, pero advierte que esto puede llevar a una vida de servidumbre en lugar de igualdad en el matrimonio. La belleza es un placer efímero que puede llevar al desamor.

LXIX EL AMOR PLACENTERO

Gozo disfruta del amor placentero, pero Razón advierte que esto puede ser insidioso y llevar a sufrimiento. El amor es descrito como un fuego oculto y una herida agradable que puede ser engañosa. Razón cuestiona la certeza de ser amado sin pruebas concretas y menciona que los juramentos de amor pueden ser dudosos. Aunque Gozo encuentra deleite en su amor, Razón señala que puede ser peligroso y llevar a una adicción dañina. Los remedios para superar el amor, según Razón, incluyen cambiar de entorno, evitar recuerdos del amado, distraer la mente y aceptar la verdad de que el amor es una elección voluntaria y no una necesidad natural.

XCII: La Gloria

Gozo afirma haber alcanzado una inmensa gloria, pero Razón le responde que es difícil encontrar grandeza en algo tan pequeño y efímero como la gloria terrenal. Destaca que la verdadera gloria proviene de las buenas obras y no del azar. La gloria inmerecida es breve, mientras que la verdadera gloria requiere esfuerzo y virtud. La gloria superficial es engañosa y difícil de mantener, y la exposición pública puede ser peligrosa, ya que la auténtica gloria está basada en la virtud.

CVIII: LA FELICIDAD

Gozo se siente feliz, pero Razón argumenta que la felicidad no se encuentra en el poder o las riquezas, ya que estos pueden ser más perjudiciales que beneficiosos. Afirma que la verdadera felicidad es inalcanzable durante la vida y que las esperanzas de felicidad son a menudo ilusorias. La verdadera felicidad requiere virtud y paz interior, lo cual es difícil de lograr, y las expectativas de felicidad suelen ser engañosas, siendo la verdad la única fuente firme de verdadera felicidad.

CXVII: LA ESPERANZA DE FAMA PÓSTUMA

Esperanza espera ganar fama después de su muerte debido a sus méritos. Razón le advierte que muchos que buscan fama post mortem son olvidados y que la fama durante la vida no garantiza reconocimiento después de la muerte. Destaca que la fama suele ser efímera y que lo que realmente perdura requiere una vida íntegra o acciones destacables. La fama póstuma, a menudo, no trae el reconocimiento esperado y es mejor buscar la excelencia mientras se vive.

CXX: LAS MUCHAS ESPERANZAS

Esperanza espera muchas cosas, pero Razón señala que las múltiples esperanzas pueden ser vanas y engañosas. Cada expectativa, desde la salud hasta la riqueza, lleva consigo riesgos y desafíos. Razón advierte que las esperanzas suelen ser ilusorias y que las personas se engañan a sí mismas, buscando constantemente algo mejor y desestimando lo que ya tienen. La avidez de esperanza puede llevar a una vida de insatisfacción y arrepentimiento.

CXXI: LA ESPERADA PAZ DE ÁNIMO

Esperanza busca la paz del ánimo, pero Razón le dice que esperar la paz es propio de quien está en conflicto interno. La paz del alma se logra al eliminar las causas internas de conflicto, como la codicia y la ira. La búsqueda constante de paz y reposo, mientras uno mismo se perjudica, es una contradicción. La verdadera paz proviene de la aceptación y el control interno, no de esperanzas externas o ilusorias.



LIBRO SEGUNDO: REMEDIOS CONTRA LA MALA FORTUNA

XI: EL POBRE NACIMIENTO

Dolor se lamenta de haber nacido pobre, pero Razón le recuerda que todos nacen y mueren en igualdad, sin importar su estatus o riquezas. Razón argumenta que la pobreza es una condición universal y que la verdadera dignidad no se encuentra en las apariencias externas ni en los adornos temporales. La verdadera esencia de la humanidad se mantiene constante desde el nacimiento hasta la muerte, y el reconocimiento de esta igualdad puede llevar a una aceptación más serena de nuestra condición.

XV: LA PÉRDIDA DE TIEMPO

Dolor llora la pérdida del tiempo, que considera más grave que la pérdida de dinero. Razón explica que el tiempo se pierde a menudo con el consentimiento del propio individuo, a diferencia del dinero, que puede ser recuperado. Razón argumenta que la codicia y la avaricia son las principales causas de la pérdida de tiempo, y que es la negligencia y la pereza las que llevan a no aprovechar el tiempo adecuadamente. Razón sostiene que la dedicación del tiempo a la virtud y a la verdadera utilidad es lo que realmente previene la pérdida.

XXVIII: LOS AMIGOS DESLEALES

Dolor se queja de tener amigos desleales, y Razón le responde que la deslealtad en la amistad indica que esos individuos nunca fueron verdaderos amigos. Razón sugiere que se debe mantener la amistad con integridad propia, y si la deslealtad se vuelve insostenible, se debe proceder con prudencia para evitar convertir a los amigos en enemigos. Razón destaca que la verdadera amistad no debe verse afectada por el odio o la traición, y que el verdadero amigo es aquel que no se deja llevar por las pasiones negativas.

XXXV: EL QUE ES ENVIDIADO

Dolor se angustia por ser envidiado, y Razón le dice que la envidia es una reacción común ante la virtud y el éxito. Razón sugiere que para evitar la envidia, uno debe evitar llamar la atención y ser modesto en la vida pública. Sin embargo, Razón también menciona que la envidia persiste incluso cuando uno intenta esconderse o actuar con humildad. La verdadera forma de manejar la envidia es a través de la moderación y la humildad, y no mediante la miseria o la falta de virtudes.



XXXVII LA TARDANZA DE LO PROMETIDO

Tarde se cumple lo prometido. Dolor se queja de esto, pero Razón explica que la tardanza y un gesto áspero disminuyen el valor del regalo. Es común querer recibir pronto y dar tarde, lo que genera ingratitud y quejas. Según Razón, si alguien promete mucho, es probable que no cumpla. La codicia de quien posee es más poderosa que la que pide, y aquellos que prometen mucho suelen hacer poco.

Dolor siente que le han prometido muchas cosas y ninguna se cumple. Razón aconseja no confiar en quienes hacen muchas promesas. Estas personas suelen buscar que se les ame o te compren con mentiras, ya que los ricos en palabras suelen ser pobres en obras.


LII LA MUERTE DEL AMIGO

He perdido a mi amigo. Dolor se lamenta por esto, pero Razón sostiene que si se amaba la virtud en el amigo, no se ha perdido ni la amistad ni la virtud. La verdadera amistad es inmortal y supera la discordia y la muerte. Aunque la presencia física es fugaz, Razón asegura que la memoria de los amigos permanece sin amargura. La muerte no afecta a la verdadera amistad, solo al cuerpo.

Dolor siente que ha perdido a su amigo. Razón aclara que, aunque los amigos físicos se vayan, su memoria perdura y el valor de la amistad se conserva. La verdadera amistad está en la virtud, no en la presencia física.

Dolor se queja de que la muerte ha llevado a su mejor amigo. Razón explica que la muerte no puede arrebatar la verdadera amistad ni el valor de un amigo, ya que estos están ligados a la virtud. Si la amistad se basa en la virtud, no puede perderse fácilmente.

Dolor se siente sin amigo. Razón señala que si se respeta la amistad, siempre se tendrán amigos. A veces, incluso los enemigos pueden convertirse en amigos. La virtud y la amistad son tan poderosas que pueden transformar incluso la hostilidad en afecto.

Dolor ha perdido al más fiel de sus amigos. Razón sugiere guardar al amigo en la memoria, donde siempre estará contigo y nunca morirá del todo. Si el amigo se fue por otro motivo, se ha perdido una falsa percepción de la amistad, no la amistad verdadera.


LXIII LA CASA PEQUEÑA

Vivo en una casa muy pequeña. Dolor siente que esto es una limitación, pero Razón explica que las casas pequeñas tienen ventajas, como proteger contra ladrones. Las casas grandes son menos convenientes para sus dueños y más útiles para los ladrones. Razón sugiere que el tamaño de la casa no define la dignidad del habitante, y la verdadera grandeza está en el espíritu del morador.

Dolor encuentra su casa muy estrecha. Razón aclara que el tamaño de la casa no constriñe al alma, que es celestial. Las casas pequeñas pueden ser alegres y honestas, mientras que los palacios de los ricos pueden ser infames y tristes. La dignidad de la casa depende del morador.

Dolor considera que su casa es pequeña. Razón recuerda que personajes ilustres como Alcides y César nacieron en casas modestas. Otros grandes personajes vivieron en lugares modestos y no en magníficos palacios. Razón concluye que una casa pequeña puede ser adecuada para la virtud, y el tamaño no es lo más importante.

Dolor vive en una casa estrecha, pobre y ruin. Razón defiende que una casa modesta ofrece protección contra ladrones y el malestar del vulgo, así como resguardo del clima. Las casas grandes suelen estar asociadas con la soberbia y la lujuria, mientras que la virtud no desprecia ninguna casa, siempre que no esté ocupada por vicios.


LXXVI LA GUERRA CIVIL

La guerra civil nos destruye. Dolor expresa esta preocupación, y Razón sugiere que es importante no ser parte de quienes provocan o alimentan el conflicto. La agitación comienza con errores individuales y contagia a la ciudad. Razón insta a evitar ser uno de los que avivan la contienda y a cumplir con el deber de ser un buen ciudadano.

Dolor siente aflicción por la guerra civil. Razón recomienda ser un mediador entre la furia del vulgo y, si es necesario, seguir el camino de la libertad y la justicia. Aunque esto no siempre resulte en beneficio inmediato para la patria, se habrá merecido al menos la alabanza.

Dolor está angustiado por la guerra civil y la discordia. Razón explica que tanto los hombres como las ciudades tienen un límite. Aunque las grandes ciudades y los imperios cambian lentamente, Razón sugiere que estas transformaciones son parte del ciclo natural y que todo tiene su fin. Esto ayuda a afrontar los sucesos difíciles y a entender que el mal que aflige a una tierra es común a todas.


LXXXVI EL INSOMNIO

Dolor no puede dormir, pero Razón explica que el insomnio puede verse como un aumento del tiempo de vida, ya que el sueño es una muerte breve y la muerte es un sueño eterno. Dolor ha perdido el sueño, y Razón sugiere que no se puede forzar el sueño, sino que debe buscarse distracción y descanso para que llegue naturalmente. Si el sueño se interrumpe, Razón recomienda buscar actividades agradables, como escuchar lecturas, y dejar de lado las preocupaciones que lo rompen.

Dolor ha perdido el reposo nocturno, pero Razón afirma que también se ha liberado de los terrores de los sueños, ya que las fantasías pueden ser positivas para el sabio. Si Dolor duerme menos de lo habitual, Razón señala que esto podría significar que vive más, ya que el sueño se considera una forma de muerte temporal.

Dolor siente que la enfermedad, el amor y el miedo le han quitado el sueño. Razón asegura que la enfermedad será superada, el amor es una enfermedad mayor, y la seguridad devolverá el sueño. Finalmente, la vejez, al estar cerca de la muerte, también llevará de vuelta el sueño.

LXXXVII LAS PESADILLAS

Dolor está inquieto por los sueños perturbadores. Razón explica que las pesadillas provienen de la abundancia de preocupaciones. Para evitarlas, es necesario reducir los afanes y angustiantes preocupaciones, y adoptar una actitud de aceptación y calma. El mal sueño, según Razón, es el resultado de angustias excesivas sobre el pasado, presente y futuro, y aunque los sueños pueden ser engañosos, su efecto en el estado anímico depende de la actitud con que se enfrenten. Si Dolor está fatigado por pesadillas, Razón aconseja buscar distracción o consuelo en casos similares.

XCVI LA CEGUERA

Dolor se lamenta por haber perdido la vista, y Razón le responde que, aunque ha perdido la visión física, conserva la visión del alma. Esta pérdida de la vista puede excluirlo de muchas cosas desagradables y viciosas, y aunque no podrá ver las bellezas del mundo, tampoco verá sus horrores. Razón sugiere que la ceguera puede ser un refugio y una oportunidad para concentrarse en lo espiritual y lo virtuoso. Cita ejemplos de personas célebres que, a pesar de la ceguera, lograron grandes cosas gracias a su agudeza espiritual y determinación. Razón también aconseja a Dolor no lamentarse demasiado, sino utilizar su situación para cultivar la virtud y la sabiduría.

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Conclusión

Francesco Petrarca nos invita a adoptar una actitud de resignación y fortaleza frente a la inconstancia y los golpes de la fortuna. Según Petrarca, la clave para enfrentar las adversidades no reside en luchar contra la inevitabilidad de los cambios, sino en cultivar la resiliencia interna y una perspectiva equilibrada. Nos aconseja que no permitamos que las circunstancias externas, que están fuera de nuestro control, afecten nuestro estado interior. Al enfocarnos en la fortaleza del espíritu, la sabiduría y la virtud, podemos transformar los reveses en oportunidades para el crecimiento personal. La verdadera felicidad y paz se encuentran en el dominio sobre nuestras propias emociones y en la aceptación serena de lo que no podemos cambiar.

Francesco Petrarca - Sobre el ocio religioso (De otio religioso) (1356)

Escrita al mismo tiempo que De Vita Solitaria, esta obra nos brinda una enseñanza semejante con respecto al ocio y la soledad. El concepto no parece nada nuevo para nosotros, pues otros filósofos como Séneca y Cicerón ya lo han abordado con profundidad. El descanso religioso sumado a la vida contemplativa, son los elementos que Francesco Petrarca necesita para enseñarnos la importancia del ocio y cómo este puede ser el camino que el hombre en busca de la felicidad necesita. 


SOBRE EL OCIO RELIGIOSO

Dedicación preliminar

El poeta laureado de Francisco Petrarca dirige su escrito al hermano cartujo Gerardo, destacando el valor de la vida religiosa y la satisfacción que siente en el servicio a Dios. Agradece el breve pero significativo tiempo que pasó con la comunidad, donde experimentó una profunda devoción y alegría. Aunque la brevedad de su visita le impidió expresar completamente sus pensamientos, reconoce el valor de las enseñanzas y el impacto de la vida espiritual vivida en comunidad.

Petrarca compara su experiencia con la de Jacob, quien sirvió muchos años para obtener a su amada, subrayando que el servicio a Dios, a diferencia del servicio terrenal, promete una felicidad eterna. Destaca que servir a un buen amo divino es una bendición, ya que no se enfrenta a la envidia ni a la calumnia, sino que se experimenta apoyo y satisfacción.


LIBRO PRIMERO

El Descanso

Las aspiraciones terrenales, como la ganancia material, la fama, el placer o el favor popular, resultan ser efímeras e insatisfactorias. Aunque la disciplina aristotélica sugiere que se trabaja para descansar, esta labor a menudo resulta en más esfuerzo y ansiedad, sin llevar al verdadero descanso.

El verdadero descanso se encuentra en la invitación divina a "tomarse su tiempo" y descansar en la presencia de Dios. Este descanso es duradero y ofrece una paz eterna que supera las preocupaciones mundanas. A diferencia de las ocupaciones que son agotadoras y llenas de incertidumbre, el descanso ofrecido por Dios es accesible y proporciona una paz que no se encuentra en los esfuerzos y luchas terrenales.

La vida está llena de ocupaciones y preocupaciones, desde los marineros enfrentando peligros hasta los guerreros soportando condiciones extremas. Estos trabajos, junto con la búsqueda de riqueza, fama o poder, a menudo no llevan a una verdadera paz. La verdadera sabiduría y felicidad se hallan en el descanso prometido por Dios, un descanso simple y accesible para todos.

En lugar de perseguir objetivos efímeros, se ofrece una paz que solo requiere tomarse el tiempo para descansar en la gracia divina. No hay excusa para evitar este descanso eterno. La paz y felicidad que ofrece es más deseable y accesible que cualquier logro terrenal. El mensaje es claro: tomar tiempo para descansar en Dios proporciona una paz y felicidad duraderas que el mundo no puede ofrecer.

Por la gracia natural, la humanidad se queja del mal, como señala Agustín en "Vere religios". Los amigos de este mundo temen tanto separarse de sus placeres que consideran más arduo no trabajar que trabajar mismo. Así, aquellos que buscan satisfacer sus deseos encontrarán en la eternidad un trabajo interminable, sin descanso ni fin. Los impíos, deseando morir sin poder hacerlo, vivirán eternamente en un estado de perpetuo sufrimiento y trabajo.

En contraste, los justos experimentarán una paz y salud completas tras la vida, con la perfección y la tranquilidad que no alcanzan en la existencia temporal. Mientras que aquellos que se regocijan en la lucha y el trabajo, en lugar de en los frutos de estos, se enfrentarán a dificultades y oscuridad. Su vida estará marcada por la contienda y la incapacidad para encontrar paz, siendo atrapados en un ciclo de trabajo sin propósito.

La sabiduría y la paz solo se alcanzarán después de esta vida, cuando el conocimiento y la verdad sean plenos y el cuerpo corruptible se convierta en incorruptible. Los que aman y valoran las cosas visibles y terrenales en lugar de lo espiritual, terminarán siendo alejados de la verdadera paz y sabiduría. Este conflicto y dolor son el resultado inevitable de las malas elecciones en vida, llevándolos a la oscuridad y el tormento perpetuo.

Consejos

En medio de todos los pecados que atormentan y destruyen el alma infeliz, se debe escapar no solo de los recuerdos dañinos del pasado, que reviven pasiones antiguas y extinguidas, sino también de toda memoria de méritos previos que pueden adormecer la conciencia. Más bien, se debe seguir el consejo del Apóstol y olvidarse de lo que queda atrás para avanzar hacia el premio de la llamada celestial de Dios en Cristo Jesús. Así como Antonio, el santo, vivió en constante fervor y dedicación, no calculando los méritos por el tiempo sino por el amor y el servicio, uno debe mantener presente el consejo apostólico y profético de vivir siempre como si el presente fuera el único tiempo de lucha y devoción.

La Escritura ofrece múltiples consuelos y consejos. A los ansiosos se les dice que no se preocupen por el mañana, pues Dios sabe lo que necesitan; a los lujuriosos se les recuerda que quien siembra en la carne cosecha corrupción, mientras que quien siembra en el espíritu cosecha vida eterna. Los orgullosos serán humillados, y los iracundos deben ofrecer la otra mejilla. A los discordiosos se les manda amar a los enemigos y a los supersticiosos se les advierte que el reino de Dios está dentro de ellos. Se les recuerda a los curiosos que no deben buscar lo visible, sino lo invisible, y a todos se les exhorta a no amar el mundo ni las cosas que están en él, pues todo es vanidad.

A los descontentos con la moderación se les advierte contra el deseo excesivo de riquezas, que lleva a tentaciones y perdición. Los que confían en la riqueza serán defraudados, y los que buscan el reino de Dios encontrarán el verdadero tesoro. Se les dice a los perezosos que imiten a la hormiga en la diligencia, y a los tristes que busquen la alegría y la vida en la santidad. Los que buscan la felicidad en el vino se les recuerda que este puede llevar a la ruina si se consume en exceso.

Abandonar las cosas fáciles es una señal de valentía. Sin embargo, la audacia puede ser reemplazada por temor y desesperación. Para evitar estas trampas, sometan sus almas a Cristo, llevando su yugo con devoción; es lo más dulce. La obediencia a Cristo es fundamental, incluso más que la obediencia a los reyes terrenales.

Recuerden los mandamientos y el pacto con Cristo que hicieron cuando dejaron el mundo. Mantengan la promesa y sigan la regla; eso es suficiente. La tentación suele acompañar a la virtud, y quienes se esfuerzan en cualquier tarea, ya sea corporal o espiritual, pueden fatigarse rápidamente. Protejan sus corazones de la constante tentación y eviten lo nocivo.

El peligro está en los placeres mundanos, las tentaciones carnales y los engaños demoníacos. Identifiquen y eviten lo que les ha perjudicado antes, como la ira, la lujuria, el orgullo, la acedia, la avaricia, y la envidia. Mantengan una vigilancia constante, ya que, aunque están en el campamento de Cristo, la seguridad no está garantizada sin una vigilancia continua contra los ataques del enemigo.

No confíen en la seguridad falsa; la verdadera seguridad solo se encuentra al llegar a la patria celestial. En esta vida, la seguridad absoluta no es posible. La verdadera paz y seguridad solo se alcanzan cuando se ha superado la lucha de esta vida y se ha llegado al reino eterno.

Para vencer a los enemigos, sean conscientes de sus tácticas y permanezcan vigilantes. No se dejen engañar por la aparente tranquilidad, pues puede ser una trampa. En la batalla espiritual, resistan al diablo y se acercarán a Dios. La verdadera fortaleza reside en reconocer y defender la fe en medio de las pruebas.

El amor por el dinero

La adoración del dinero, en particular de la plata y el oro, se da con una devoción que supera incluso la que se tiene por Dios mismo. Aunque estos metales no son considerados dioses, a menudo reciben un culto casi tan intenso como el que se ofrece a Dios. Sin embargo, resulta sorprendente que algunos aún esperen la llegada de un mesías o anticristo, en lugar de reconocer a Cristo como el verdadero Salvador. Cristo, quien vino en forma de hombre, ya ha cumplido las profecías, y la espera de un salvador futuro parece ignorar este cumplimiento evidente.

Los judíos, por ejemplo, aún esperan un redentor que ya ha venido y cuya llegada fue profetizada con claridad. La destrucción de Jerusalén y los eventos que se sucedieron confirman la veracidad de las profecías cumplidas. La obstinación en esperar a un futuro mesías en lugar de reconocer a Cristo revela una ceguera que sólo lleva a más sufrimiento.

No se trata solo de la ceguera de los judíos, sino también de otras creencias erróneas que persisten. La esperanza y la fe deben centrarse en Cristo, el único que puede ofrecer verdadero refugio y salvación en esta vida turbulenta. La inmensa misericordia de Dios es la única que puede superar la indignidad humana y ofrecer esperanza real, y no hay nada que esté fuera del alcance de Su poder divino.

Misterio de Dios

El divino se hizo carne y habitó entre los hombres, un misterio incomprensible incluso para los grandes pensadores como Platón y Séneca, revelado únicamente a quienes la divinidad ha iluminado. La unión de la divinidad y la humanidad en una sola persona de Cristo es esencial para la salvación, sin la cual la humanidad habría permanecido siempre enferma y desolada. Esta unión es imposible sin la combinación de ambas naturalezas en Cristo, quien descendió a la tierra para soportar el sufrimiento y la muerte por nuestra salvación.

El misterio del Dios hecho hombre es tan profundo que los humanos no pueden comprenderlo sin fe, y ha llevado a la aparición de muchas herejías. Algunas niegan la divinidad de Cristo, otras su humanidad, distorsionando la verdad de la fe. La verdad ahora es tan evidente que casi ningún error puede engañar a los fieles, y los herejes no tienen éxito. Sin embargo, algunos todavía presentan objeciones, cuestionando la dureza de los mandamientos divinos y la sabiduría de los designios de Dios, argumentando que si Dios quisiera salvar al hombre, le daría más fuerza o mandaría cosas más fáciles.

Contra tales objeciones, se debe clamar a Dios con fervor, pidiendo que libere nuestras almas de la maldad y nos guíe con su sabiduría. La fe debe ser firme frente a los ataques del enemigo, que usa palabras y argumentos engañosos para desviar a los fieles de la verdad. Es vital mantener una vida de oración y contemplación, resistiendo las tentaciones y buscando la guía divina para mantenerse en el camino de la verdad. En medio de las dificultades y las dudas, se debe recordar que el yugo del Señor es ligero y sus cargas son suaves, y que la verdadera libertad se encuentra en servir a Dios con devoción sincera.

La búsqueda de pruebas sensoriales o milagrosas para validar la fe es errónea y peligrosa. La verdadera fe se basa en la autoridad divina y en el testimonio de los apóstoles y mártires, no en la observación de milagros actuales. La insistencia en buscar signos visibles como evidencia de la fe refleja incredulidad y una curiosidad perniciosa, más que devoción genuina. La fe debe descansar en la revelación divina y no en la experiencia sensorial; si la fe solo se basara en lo visible, se perdería el verdadero sentido de la creencia. Es suficiente con aceptar el testimonio de los santos y la Escritura, sin necesidad de buscar señales adicionales o milagros actuales, que solo demuestran una falta de confianza en la revelación ya dada.


SEGUNDO LIBRO

Sentido de la vida

En la búsqueda de lo que realmente perdura, se ha luchado bajo la guía de Cristo contra los ataques del enemigo más grande. Ahora queda erradicar al resto de las ilusiones terrenales, cuyo atractivo externo es engañoso y cuya verdadera naturaleza es dura y corrupta. La vida mundana es efímera y engañosa, prometiendo mucho pero entregando nada sustancial. Los placeres temporales y las ambiciones vanas llevan a una existencia vacía, y toda la riqueza acumulada y el poder ostentoso finalmente se desvanecen en la nada.

En esta reflexión, se observa cómo la acumulación de riquezas y la gloria mundana no ofrecen verdadera estabilidad ni satisfacción. El sabio Salomón también concluyó que todo es vanidad y aflicción del espíritu, ya que el esfuerzo y el trabajo en el mundo no llevan a un destino duradero. La incertidumbre sobre el futuro de los herederos y la fugacidad de los bienes materiales reflejan la inestabilidad inherente de las cosas terrenales.

El sentido de la vida, pues, no puede hallarse en el acopio de riquezas o en la fama efímera. Los antiguos reyes y emperadores, con sus glorias y poder, no lograron evitar el destino de la muerte y el olvido. Las ciudades y sus monumentos, aunque puedan parecer permanentes, también están sujetas a la erosión del tiempo y al cambio constante.

Se invita a los religiosos y a los que buscan la verdad a concentrarse en la vida espiritual y a despreciar las apariencias mundanas. La verdadera gloria y la satisfacción duradera se encuentran en Cristo, y no en las pompas y riquezas del mundo que, al final, son meros espejismos. La vida es breve y llena de transitoriedad; por lo tanto, es sabio centrarse en lo eterno y dejar atrás lo que es vano y efímero.

Evitar las tentaciones

No se debe ofrecer humor en tiempos de sufrimiento, especialmente cuando el mundo está lleno de sufrimiento y penurias. ¿Qué reveló sobre sus sentimientos y temores el que ya no está dispuesto a soportar el dolor? Si la vida de los líderes es así, ¿cómo podemos esperar que sea la de aquellos a quienes ni siquiera se les promete un descanso diario? Sin embargo, las personas prefieren distraerse con fantasías agradables en lugar de enfrentar la amarga realidad. Aunque envejecen en medio de las tribulaciones, siguen esperando la felicidad de una vida que ya consideran perdida. Prefieren esperar lo imposible a enfrentar con fortaleza y prudencia lo que es posible. Muchos se engañan a sí mismos, persiguiendo ilusiones en lugar de enfrentar la verdad dolorosa, y sólo se alejan de estas ilusiones con lágrimas y forzados por la realidad.

Cicerón lo expresó claramente en su obra Tusculanas: “Cada uno espera fortuna para sí mismo”. Es aún más peligroso ignorar la muerte, pues no somos inducidos por la naturaleza ni por numerosos ejemplos a pensar en ella. No se trata de olvidar nuestra mortalidad, sino de evitar ver al enemigo que se acerca. Es preferible enfrentarlo que esperar pasivamente. Todos conocen la fragilidad humana, excepto quienes la niegan: la muerte está siempre a la vista, pero nos engañamos pensando que tenemos tiempo. La brevedad de la vida y la incertidumbre de la muerte están siempre presentes. Por tanto, quienes no piensan en la muerte mientras pueden, pronto se verán forzados a pensar en ella inútilmente, y la verdadera solución es recurrir a Dios, como lo expresa el Apóstol en su lamento: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” La respuesta es la gracia de Dios, quien puede salvarnos del tormento eterno.

En el combate contra el cuerpo y la carne, debemos pedir la asistencia divina para no caer. La sabiduría de Dios es la única ayuda segura en esta lucha, y sólo mediante ella seremos fortalecidos y liberados. La sabiduría divina, como se dice en el libro de la Sabiduría, es un don que guía y protege nuestras acciones. Los hombres, por sí mismos, son incapaces de mantenerse firmes en esta batalla. La sabiduría nos guía, nos conserva y nos conduce a la victoria sobre la corrupción y la debilidad del cuerpo.

Así, al enfrentar la vida y sus tentaciones, es necesario recordar las advertencias del Apóstol y el consejo de los filósofos. En lugar de ceder a las tentaciones de la carne, se debe buscar la santidad y la vida eterna. Cato, en su discurso a los soldados, decía que las acciones virtuosas, aunque difíciles, ofrecen recompensas duraderas, mientras que los placeres fugaces traen arrepentimiento. Por lo tanto, al optar entre la virtud y el pecado, uno debe elegir siempre el camino que lleva a la vida eterna. En esta batalla entre el cuerpo y el espíritu, sólo la ayuda divina puede asegurar la victoria.

En la misma línea, Petrarca explica cómo la veneración de figuras humanas como dioses en la antigüedad surgió a partir de la costumbre de honrar a los muertos y perpetuar su memoria. Inicialmente, los grandes hombres y reyes fueron elevados al estatus divino, un proceso que comenzó con estatuas y rituales y evolucionó hasta convertirse en religiones formales. Autores como Cicerón y Lactancio explican que esta práctica se basaba en la fama y la admiración más que en la realidad de la divinidad. Los poetas y artistas también contribuyeron a esta mitificación, transformando a figuras históricas en deidades a través de la representación artística y la literatura. El mensaje central es que la verdadera virtud y felicidad no se logran a través de la veneración de ídolos, sino mediante el conocimiento y la sabiduría.

Reflexiones sobre Dios

Si alguna vez los hombres reflexionan sobre su vida y su curso, creo que entenderán que se acuerdan de cosas más aparentes que verdaderas. Nuestro Maestro Cristo nos mostró que el camino de las miserias humanas conduce a la felicidad en otro lugar. No me dedico a enumerar las penas de los mortales, que ojalá no nos fueran tan familiares; sin embargo, Cicerón las describió lo mejor que pudo en su "Consolación", y después de él, Agustín con mayor detalle en el último libro de "La Ciudad de Dios".

Voy a tocar un punto breve, pero efectivo para probar lo que se propone. Apuleyo, en su libro "Sobre el dios de Sócrates", escribió acerca de nuestra vida miserable y calamitosa: “Los hombres”, dice, “con razón y elocuencia, con almas inmortales y cuerpos mortales, con mentes inquietas y cuerpos sujetos a la bestialidad, viven en la tierra en medio de muchas miserias y errores.” ¿Hay alguien tan amante de esta vida que lo que escuchan ahora les parezca como la de los felices? Para mí, nada está más lejos de la realidad. Es un grave error pensar que esta vida es feliz; parece haber extraído de la verdad y la naturaleza una especie de desesperación que desearía no fuera verdad, aunque sin duda lo es. Me sorprende más la audacia de aquellos que se atreven a atribuirse algo en este curso tan rápido, incierto y precipitado, donde tanto la muerte como la infelicidad siempre están presentes. 

Creen que la virtud, buscada por el esfuerzo humano, traerá la felicidad, ignorando que no queda lugar para Dios en sus conceptos, a pesar de que Aristóteles dijo: “¿Qué impide decir que alguien es feliz si posee una virtud perfecta y está bien dotado de bienes externos?” Luego, sin embargo, añadió que si decimos que algunos son felices, se refiere a los vivos, no a los muertos. Y la filosofía se convierte en un juego, a pesar de toda la agudeza y los sofismas. No hay verdadera felicidad en la vida mortal, excepto en el error o en la esperanza, y ninguna de estas es completa. Quienes discuten contra esto, si reflexionan interiormente, admitirán que la verdadera felicidad no se encuentra en los logros mundanos, sino en la gracia divina.

Augustino explica que, al morir, San Ambrosio no encontraba consuelo en sus propias virtudes, sino en la bondad del Señor. La verdadera gloria y felicidad no están en las alabanzas humanas, sino en Dios. La gloria humana no tiene valor fuera de la gracia divina y, por lo tanto, las personas que buscan consuelo en sus propios logros están equivocadas. Aunque Cicerón fue un hombre de aguda inteligencia, si hubiera comprendido esto, su alabanza no habría sido para él mismo sino para Dios. Así, el verdadero consuelo y esperanza se encuentran solo en la divinidad, no en los logros humanos, ya que el pecado es lo único que queda del hombre una vez que ha muerto, y la redención y la felicidad solo vienen de Dios.

Exhortación final

Muchos jóvenes son guiados hacia la avaricia y la vanidad, en lugar de encontrar en las Escrituras la verdadera sabiduría. Es una pena que la gracia divina se haya convertido en una mercancía terrenal, mientras que las Escrituras, que deberían ser nuestro verdadero guía, son despreciadas y abandonadas. Aquellos que las abrazan a menudo lo hacen buscando un beneficio personal en lugar de un amor genuino por la verdad.

A medida que uno avanza en la vida, puede comenzar a dudar y a retroceder, especialmente si se encuentra sin una guía clara. Sin embargo, al buscar orientación en los textos sagrados, como las Confesiones de San Agustín, es posible encontrar un despertar hacia un amor verdadero por la sabiduría. Este libro, llegado en el momento adecuado, ofrece una guía hacia un deseo sincero por la verdad, sustituyendo los anhelos dañinos por aspiraciones saludables.

La claridad del pensamiento, la sobriedad del estilo y la riqueza de la doctrina en los escritos de Agustín pueden atraer a quienes buscan una guía verdadera. Aunque al principio el cambio de rumbo puede ser lento, es posible avanzar más rápidamente con el tiempo, encontrando un camino más fructífero y guiado por la gracia divina.

El estudio de otros autores venerables, como Ambrosio, Jerónimo, Gregorio y Juan Crisóstomo, puede llevar a una profunda apreciación de las Escrituras, revelando aspectos que antes se habían desestimado. La necesidad de alabar y celebrar las divinas Escrituras diariamente se vuelve evidente, no para adquirir mayor elocuencia, sino para crecer en virtud y humildad.

Se debe recomendar amar, venerar y frecuentar las Escrituras, no permitiendo que se aparten de las manos ni de la mente. La autoridad de estas Escrituras, dada por el Espíritu Santo, precede a toda literatura secular, ofreciendo un fruto que es la vida eterna, en contraste con las recompensas pasajeras de otras formas de conocimiento.

Considerando la opción entre una matrona virtuosa y una cortesana adornada artificialmente, se hace evidente el valor intrínseco de las Escrituras sobre cualquier otro conocimiento. La verdadera sabiduría y belleza se encuentran en su estudio y aplicación.

Por lo tanto, al abordar la vida en el retiro y el ocio espiritual, se debe mantener la búsqueda de la verdad, evitando las distracciones del mundo y las trampas del demonio. Permanecer firme en esta búsqueda permitirá que la sabiduría de las Escrituras guíe y proteja.


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Conclusión

El "ocio religioso" según Petrarca se presenta como un tiempo sagrado y valioso para el crecimiento espiritual y la reflexión profunda. Es un período en el que el individuo puede distanciarse de las distracciones mundanas y centrarse en la búsqueda de la verdad eterna y la perfección moral. Este enfoque no solo enriquece la vida personal, sino que también fortalece la capacidad de enfrentar las pruebas y desafíos con una perspectiva renovada y más profunda.