INVECTIVAS CONTRA EL MÉDICO RUDO Y PARLERO
CONTEXTO
En diciembre de 1351, el Papa Clemente VI se enfermó gravemente en Aviñón. Tras una recaída en febrero de 1352, Petrarca le envió una breve epístola (Cartas de la Vejez) instándole a confiar en un solo médico, en lugar de la multitud de médicos que lo atendían. El contenido de esta carta parece que se transmitió de forma tan confusa que el papa pidió a Petrarca que le escribiera una carta más formal, la cual el humanista redactó en sus Cartas Familiares, fechada en marzo de 1352. Esta epístola más elaborada provocó una respuesta airada por parte de uno de los médicos papales, a la cual Petrarca respondió con una composición rápidamente elaborada, que más tarde se convirtió en su primera invectiva. El médico enfadado escribió un segundo ataque, al que Petrarca respondió nuevamente entre enero y mayo de 1353, antes de partir de Vaucluse hacia Milán. Posteriormente, durante su residencia en Milán, revisó sus dos respuestas y las publicó como las cuatro Invectivas contra un Médico en 1355.
LIBRO PRIMERO
Petrarca se dirige a alguien que ha criticado su reputación con ataques despectivos. Le hace notar que hay una gran diferencia entre destruir la reputación de alguien con palabras agresivas y defender la propia con argumentos válidos. En esta disputa, Petrarca se siente en ventaja porque tiene argumentos sólidos, mientras que su adversario no tiene base para sus críticas.
Petrarca considera que las críticas del adversario son triviales y sin valor, ya que provienen de una persona de poca relevancia. Los escritos del adversario le parecen ridículos y vacíos, ya que prometen soluciones sin ofrecer nada concreto. Además, acusa al adversario de atacar la verdad por rencor personal.
Petrarca sugiere que la verdadera nobleza se demuestra al buscar un único honor con esfuerzo genuino, no al defender una reputación manchada. Critica la manera en que el adversario reacciona con ira y veneno, afirmando que tal comportamiento es poco común entre personas sabias.
Los médicos y el papa
Sufrir la desvergüenza de un hombre que niega lo que antes aceptó es lo peor. La falta de vergüenza es aún más grave en una mujer disoluta. Tú niegas que los médicos discutan entre sí, aunque es una queja común. Preferiría mentir, si pudiera, que decir la verdad y exponer el riesgo para millones de personas debido a la discordia y la incompetencia de los médicos. Aunque afirmas que los médicos estaban de acuerdo en la cura del Papa, esto no es creíble; la verdad y los grandes testigos te desmentirán. Si el Papa hubiera muerto, habría habido aún más discordia entre los médicos sobre el diagnóstico y el tratamiento.
Petrarca critica cómo los médicos se han atribuido el mérito de la recuperación del Papa, cuando en realidad no entendían su enfermedad y Cristo fue quien lo curó. Acusa a los médicos de usurpar el beneficio de Dios y manipular la situación para parecer que ellos lo salvaron. Aunque no es sorprendente la ira de los médicos ante la verdad, Petrarca se asombra de su furia desmedida y de cómo su respuesta se ha vuelto irracional.
Petrarca recuerda que aconsejó al Papa en una carta breve para evitar a médicos discordantes y elocuentes pero inexpertos, y se siente que hizo bien al darle este consejo. Critica a los médicos por descalificarlo y defiende que su consejo, aunque no solicitado, era valioso y correcto. Llama a los médicos a que se enfrenten a la verdad y no usen su posición para su propio beneficio. Finalmente, advierte que la retórica no debería dominar a la medicina, pues las artes y la verdad no pueden ser sometidas por el poder o la manipulación.
Retórica y arte
Petrarca cuestiona si antes de finalizar su discurso cambiará de opinión y admitirá que la retórica tiene autoridad sobre las artes. Señala que, si eso fuera verdad, no deberías mostrar tanta arrogancia. Critica la confusión entre las artes liberales y las mecánicas, y pregunta por qué no haces a la retórica servil al arte de la navegación en lugar de a la medicina. Asegura que su actitud revela su ignorancia y falta de visión.
Petrarca se pregunta si, en lugar de buscar venganza contra los poetas, deberías considerar que, si todo es poético, ¿qué hay que no lo sea? Critica que afirma tener conocimiento cuando en realidad carece de él y que se gloría de la antigüedad mientras menosprecias a los poetas y la poesía. La poesía, según Cicerón, es una invención divina, y tú, al hablar en contra de ella, revelas tu ignorancia y falta de respeto.
Reprende a los médicos por afirmar efectos maravillosos de su trabajo cuando en realidad muchas veces no logran curar, y critica que los médicos se hayan hecho conocidos por su mal estado físico. Comparando el trabajo de los médicos con el de los agricultores, destaca que ambos provienen del mismo creador, pero el trabajo de los médicos no mejora la salud común, mientras que el agricultor contribuye a la abundancia pública.
Petrarca también critica a los médicos por atribuirse méritos que en realidad no tienen, y compara su arrogancia con la de un filósofo que daba consejos de guerra sin saber nada sobre el tema. Recalca que, mientras el filósofo hablaba de cosas conocidas, los médicos hablan de temas en los que son completamente incompetentes. Concluye que, a pesar de tus intentos de desacreditar a la poesía y los poetas, lo que realmente demuestra es su propia falta de conocimiento y la ignorancia de su profesión.
LIBRO SEGUNDO
El Médico
Petrarca argumenta que la excesiva autoconfianza del médico ha revelado su ignorancia. Según él, la lengua, cuando no se usa con prudencia, puede desvelar las debilidades de la mente. Al hablar, el individuo ha expuesto sus deficiencias, algo que podría haber ocultado si se hubiera mantenido en silencio. Petrarca también expresa su preocupación por el hecho de que ahora incluso los mecánicos se dedican a escribir libros, considerándolo un presagio de calamidad similar a los prodigios antiguos.
El libro del médico comienza con una autoalabanza, en la que se presenta como médico y filósofo, pero Petrarca cuestiona su comprensión del verdadero significado de ser filósofo. La arrogancia del individuo es evidente, y su pretensión de conocimiento es cuestionada. En comparación con figuras históricas como Escipión, quien defendió su reputación con dignidad, la presunción del individuo parece aún más ridícula. El autor aclara que su crítica busca defender la verdad y el buen nombre, no enaltecerse a sí mismo. Aunque no afirma poseer virtudes, valora el deseo de aspirar a ellas, considerándolo preferible a la indiferencia hacia lo noble y elevado.
Petrarca expone que no se glorifica a sí mismo, sino a Dios, a quien atribuye todos los méritos excepto sus defectos. Cita a San Agustín y a poetas antiguos como Virgilio y Homero para ilustrar cómo se puede hablar de uno mismo sin arrogancia. Petrarca defiende que su crítica no está dirigida a la medicina en general, sino a aquellos que la corrompen, y critica al médico en cuestión por su incompetencia y pretensiones.
Petrarca también aborda el tema de la vejez, defendiendo su respeto por ella y argumentando que es venerable solo cuando proviene de una vida honorable. Menciona citas de la Biblia y de Cicerón para respaldar su posición y critica al médico por su ignorancia y falta de virtud.
Petrarca critica duramente al médico, alegando que su reputación está basada en la adulación y en la falta de honestidad. Menciona que el médico intenta defenderse con argumentos débiles y vacíos y que su fama es inmerecida. Concluye que, a pesar de los intentos del médico por defenderse, su verdadera naturaleza y defectos son evidentes para aquellos que han sido engañados por él.
Averroísmo
Petrarca critica a quienes consideran a Cristo de manera equívoca, ya sea como divino o como un ser humano perfecto nacido de una virgen, y se dirige especialmente a los médicos que siguen a Averroes por oposición a Cristo. Petrarca denuncia que estos médicos, por temor a blasfemar públicamente contra Cristo, terminan adorando a sus detractores. Argumenta que la verdadera filosofía implica la reflexión sobre la muerte y la preparación para la vida eterna, y critica a aquellos que, a pesar de considerarse filósofos, se dedican a estudios triviales y a la acumulación de riqueza, en lugar de buscar la verdadera sabiduría.
Petrarca rechaza la idea de que uno pueda llamarse filósofo si se dedica a la dialéctica y la retórica sin una verdadera reflexión filosófica. Describe a estos "filósofos" como mercenarios y engañadores que usan la palabra "método" para camuflar su falta de verdadera sabiduría. Finalmente, compara a estos individuos con el ave hoopoe, que, a pesar de su apariencia, tiene un comportamiento despreciable y una dieta sucia, sugiriendo que estos pretenciosos "filósofos" son igualmente deshonrosos.
Petrarca vuelve a criticar a los médicos que, en su afán de ocultar su propia palidez, culpan a los filósofos antiguos y se aferran a una falsa imagen de sabiduría. Les señala que su palidez no proviene de estudios profundos o de una vida filosófica, sino de su avaricia y de la naturaleza repugnante de sus ocupaciones diarias, como el manejo de orina y excrementos. Según Petrarca, su apariencia es el resultado directo de su entorno y sus acciones, no de un noble estudio de la filosofía. Desafía a estos individuos a demostrar su valía mediante acciones verdaderas de virtud y sabiduría, en lugar de simplemente reclamar el título de filósofo. Su crítica apunta a la incongruencia entre su vida y la verdadera filosofía, que, según él, debería estar orientada hacia el desaprecio de lo transitorio y la aspiración a metas superiores.
LIBRO TERCERO
En el texto que sigue, Petrarca también aborda el valor de la poesía en contraste con la filosofía y la ciencia. Argumenta contra la visión de que la poesía es innecesaria y defiende su importancia al mostrar cómo incluso los filósofos y los grandes pensadores han valorado la poesía. Utiliza ejemplos históricos y literarios para demostrar que la poesía, aunque no siempre necesaria en términos prácticos, sigue siendo noble y digna de respeto. Critica a aquellos que desestiman la poesía basándose en argumentos superficiales y defiende su lugar junto a las artes y ciencias.
Petrarca defiende que tanto la filosofía como la poesía, a pesar de sus defectos y críticas, deben ser valoradas por sus aportaciones al conocimiento y la cultura. Argumenta que las críticas dirigidas a ciertos filósofos, como Epicuro, no deben ser aplicadas a toda la filosofía. Epicuro y sus seguidores enfrentan reproches específicos, pero esto no implica que toda la filosofía sea defectuosa.
De manera similar, Platón criticó a los poetas dramáticos por sus representaciones de los dioses y la moral, pero no extendió su crítica a todos los poetas ni a todas las formas de poesía. Los poetas épicos como Homero y Virgilio, quienes exploran temas profundos sobre la humanidad y la virtud, no fueron objeto de la misma crítica.
Petrarca también critica a algunos médicos que practican superficialmente en lugar de aportar conocimientos profundos. Esta crítica se dirige a los individuos y no a la medicina en general. La medicina, al igual que la poesía, presenta una alta demanda de excelencia. La poesía, en particular, es una disciplina en la que la mediocridad no es aceptada, y los verdaderos poetas son raros y valiosos.
La poesía y los textos
Al intentar usar la oratoria para cubrir sus defectos y justificar sus fallos, el médico está desviándose de su verdadero propósito. Petrarca sugiere que el médico utiliza la retórica para excusar la muerte de sus pacientes y consolar a los sobrevivientes, en lugar de enfocarse en curar efectivamente a los enfermos. Este uso inapropiado de la retórica, en lugar de la medicina efectiva, convierte al médico en un orador vacío y superficial. Petrarca destaca que la retórica y las habilidades oratorias no deben ser el centro de la práctica médica, ya que la verdadera medicina debe basarse en la competencia técnica y el cuidado real del paciente, no en la habilidad para hablar persuasivamente.
LIBRO CUARTO
La soledad
El médico ha intentado usar la soledad de Petrarca como un punto débil, acusándolo de vivir en aislamiento y, por lo tanto, despreciando la vida activa y social. Petrarca, sin embargo, defiende su preferencia por la soledad como una elección natural y deseada. Argumenta que su inclinación hacia la soledad no es una desventaja, sino una manifestación de su naturaleza y de sus estudios, que le permiten evitar el bullicio y la superficialidad de la vida urbana. Petrarca también critica la falta de profundidad en los argumentos del médico, sugiriendo que sus intentos de desacreditar la vida solitaria son tan vacíos y superficiales como sus otros argumentos. Finalmente, Petrarca destaca que no se debe juzgar la valía de una vida solitaria únicamente desde una perspectiva utilitaria o cívica, y que el verdadero mérito y virtud pueden encontrarse en la dedicación personal y el estudio profundo, en lugar de en el mero involucramiento social.
Además, la vida en la ciudad, llena de placeres sensoriales y tumulto, puede estar llena de enfermedades y distracciones que impiden la verdadera felicidad y virtud. Por el contrario, la soledad permite evitar estos males y dedicarse al desarrollo interior y al estudio. Aunque reconoce que la soledad puede parecer difícil para quienes dependen de la compañía y el bullicio, para él representa un estado ideal para el crecimiento personal y la contemplación.
Petrarca defiende su elección de vivir en el campo en lugar de en la ciudad, argumentando que el entorno rural es más propicio para la búsqueda de la virtud y la paz mental. Responde irónicamente a las críticas y burlas del médico, afirmando que su vida en soledad es una elección consciente para alcanzar la tranquilidad interior y no un signo de locura o divinidad. Utiliza referencias filosóficas y literarias para apoyar sus argumentos y demostrar las falacias en las críticas del médico.
Finalmente, Petrarca responde con firmeza a las críticas de un detractor que cuestiona su vida solitaria y su búsqueda de conocimiento en la naturaleza. El poeta defiende su elección de vivir en soledad y alejado de la corrupción de las ciudades, argumentando que su vida en el campo le proporciona una paz y una inspiración que el crítico no puede entender. Petrarca asegura que sus acciones y pensamientos están guiados por un deseo de virtuosidad, mientras que el detractor se queda en la mediocridad y el vicio.
Petrarca critica la naturaleza envidiosa y dañina del detractor, comparando su situación con las de figuras históricas que también enfrentaron ataques y críticas. Aunque el crítico busca fama a través de la difamación, Petrarca expresa que su propio objetivo es mantener su integridad y que el ataque solo le ha causado molestias, sin afectar realmente su paz interior. Finalmente, el poeta sugiere que el detractor no ganará fama a través de su ataque, y que su verdadero propósito ha sido perturbar la tranquilidad de Petrarca, a quien le pide a los lectores que apoyen a quien ha sido atacado injustamente.
Conclusión
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