Depravación Total
La doctrina de la depravación total sostiene que, como resultado de la caída de Adán y Eva, toda la humanidad ha heredado una naturaleza pecaminosa que afecta cada aspecto del ser humano: mente, voluntad, emociones y cuerpo. Esta condición implica que, por sí mismos, los seres humanos son incapaces de buscar a Dios o de hacer el bien que sea verdaderamente agradable a Él. El apóstol Pablo enfatiza esta realidad en Romanos 3:10-12: "No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno". Este pasaje subraya la incapacidad del hombre para acercarse a Dios sin una intervención divina.
Pelagio
Pelagio, un monje británico del siglo V, sostenía que los seres humanos nacen moralmente neutros, sin la mancha del pecado original, y poseen la capacidad innata de elegir entre el bien y el mal sin la necesidad de la gracia divina. Según su perspectiva, el pecado de Adán no afectó a las generaciones futuras, y cada individuo tiene la responsabilidad y el poder de vivir una vida justa por sus propios medios. Esta visión contrasta con la doctrina de la depravación total, que afirma que, debido al pecado original, la naturaleza humana está corrompida en su totalidad, incapacitando al individuo para buscar a Dios o hacer el bien sin la intervención de la gracia divina. Pelagio negaba esta depravación inherente, argumentando que la humanidad conserva la capacidad de cumplir la ley de Dios y alcanzar la justicia por esfuerzo propio.
San Agustín de Hipona
San Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia más influyentes, desarrolló la doctrina de la depravación total en respuesta a las enseñanzas de Pelagio. Según Agustín, tras la Caída, toda la humanidad quedó en una esclavitud autoimpuesta al pecado, lo que significa que todas las personas están inevitablemente predispuestas al mal antes de tomar cualquier decisión consciente y son incapaces de abstenerse de pecar por sus propios medios.
Aunque el libre albedrío no se elimina en el sentido de la capacidad de elegir entre alternativas, las personas son incapaces de tomar decisiones que sirvan a Dios en lugar de a sí mismas sin la intervención de la gracia divina. Esta perspectiva agustiniana sostiene que, debido al pecado original, la naturaleza humana está corrompida en todas sus facultades, y solo mediante la gracia de Dios es posible la redención y la capacidad de realizar el bien verdadero.
Santo Tomás de Aquino
A diferencia de la doctrina de la depravación total, que sostiene que el pecado ha corrompido por completo todas las facultades humanas, Aquino argumentó que, tras la Caída, la naturaleza humana quedó herida pero no totalmente corrompida. Según él, el intelecto y la voluntad se debilitaron, pero conservaron su capacidad para el bien. Esta perspectiva sugiere que, aunque el pecado original afectó profundamente al ser humano, este aún posee una inclinación natural hacia el bien y puede cooperar con la gracia divina para alcanzar la salvación.
En las cuestiones 81 y 82 de la prima secundae de la Suma Teológica, Aquino analiza cómo el pecado original afecta la naturaleza humana, argumentando que, aunque la naturaleza quedó herida por el pecado, no fue totalmente corrompida.
Reformadores
Martín Lutero
Según esta doctrina, el pecado original ha corrompido profundamente todas las facultades del ser humano, incluyendo la voluntad, dejándolo incapaz de buscar o elegir el bien por sí mismo. Esta perspectiva se contrapone a la idea de que el ser humano posee un "libre albedrío" capaz de cooperar con la gracia divina para alcanzar la salvación.
Lutero expuso detalladamente su visión en su obra "De Servo Arbitrio" (La Esclavitud de la Voluntad), escrita en 1525 como respuesta a Erasmo de Róterdam. En este texto, argumenta que la voluntad humana está esclavizada al pecado y, por lo tanto, es incapaz de contribuir a su propia salvación sin la intervención directa de la gracia de Dios. Para Lutero, reconocer la depravación total del ser humano es esencial para comprender la necesidad absoluta de la gracia divina en el proceso de redención.
Juan Calvino
Un componente central de su doctrina es la "depravación total", que sostiene que el pecado original ha corrompido cada aspecto de la naturaleza humana, afectando mente, voluntad y emociones. Esta corrupción es tan profunda que, sin la intervención de la gracia divina, el ser humano es incapaz de buscar o realizar el bien espiritual auténtico.
Calvino argumentaba que, aunque las personas pueden realizar actos moralmente buenos en apariencia, estos no son suficientes para agradar a Dios o lograr la salvación, ya que están contaminados por motivaciones egoístas y una naturaleza caída. Por lo tanto, la regeneración y la fe son dones otorgados por Dios a quienes Él elige, independientemente de cualquier mérito o acción humana.
Esta perspectiva se formalizó posteriormente en los "Cinco Puntos del Calvinismo", conocidos por el acrónimo TULIP en inglés:
- Depravación Total: La humanidad está completamente afectada por el pecado en todas sus partes.
- Elección Incondicional: Dios elige a quienes salvará sin basarse en ninguna condición o mérito previo.
- Expiación Limitada: Cristo murió específicamente por los elegidos, asegurando su salvación.
- Gracia Irresistible: La gracia de Dios, cuando es extendida a los elegidos, no puede ser rechazada.
- Perseverancia de los Santos: Aquellos que verdaderamente son elegidos por Dios perseverarán en la fe hasta el fin.
Estos puntos fueron articulados en respuesta a las enseñanzas arminianas y se consolidaron en el Sínodo de Dort (1618-1619). La doctrina de la depravación total subraya la necesidad absoluta de la gracia divina para la salvación, ya que el ser humano, en su estado caído, carece de la capacidad para buscar a Dios por sí mismo.
Es importante destacar que, aunque el término "depravación total" puede sugerir que el ser humano es tan malo como podría ser, en la teología calvinista significa más bien que el pecado ha afectado todas las áreas de la vida humana, sin que ninguna quede intacta. Sin embargo, esto no implica que las personas no puedan realizar acciones moralmente buenas en un sentido relativo, sino que, sin la gracia regeneradora de Dios, estas acciones no son suficientes para alcanzar la justicia delante de Él.
Jacobo Arminio
Al igual que otros reformadores, Arminio sostenía que, debido al pecado original, la naturaleza humana está profundamente corrompida, afectando todas las facultades del ser humano. En este estado caído, el hombre es incapaz de, por sí mismo, pensar, querer o hacer lo que es verdaderamente bueno y agradable a Dios. Arminio afirmaba que, en su condición natural, el ser humano no posee la capacidad de tener fe salvadora ni de realizar obras que conduzcan a la salvación. Es necesario que Dios, a través de Cristo y por medio del Espíritu Santo, regenere y renueve al individuo en su intelecto, emociones y voluntad, capacitándolo así para entender, desear y hacer lo que es verdaderamente bueno.
Sin embargo, a diferencia de la perspectiva calvinista, Arminio introdujo el concepto de "gracia preveniente". Esta gracia es una influencia divina que precede a la decisión humana, otorgando al individuo la capacidad de responder al llamado de Dios. Aunque el ser humano, en su estado natural, es incapaz de buscar a Dios, la gracia preveniente capacita a la persona para ejercer su libre albedrío y responder al ofrecimiento de salvación. Es importante destacar que, según Arminio, esta gracia puede ser resistida; es decir, aunque Dios otorga la capacidad de responder, el individuo puede elegir rechazarla.
Por otro lado, los seguidores de Arminio formularon lo que se conoció como ''Los Cinco Artículos Remonstrantes'', que se contraponían a las enseñanzas de Juan Calvino.
Los Cinco Artículos de la Remonstrancia fueron formulados en 1610 por los seguidores de Jacobo Arminio, conocidos como remonstrantes, para expresar su desacuerdo con ciertas doctrinas calvinistas predominantes en la Iglesia Reformada Holandesa. A continuación, se presentan estos artículos:
Elección Condicional: Dios ha determinado, antes de la fundación del mundo, salvar a aquellos que, mediante la gracia del Espíritu Santo, creen en Jesucristo y perseveran en la fe y obediencia. Esta elección se basa en la presciencia divina de la fe y perseverancia humanas.
Expiación Universal: Cristo murió por todos los hombres, obteniendo redención y perdón de pecados para cada individuo. Sin embargo, solo los creyentes disfrutan efectivamente de este perdón.
Depravación Total: El ser humano, en su estado caído, es incapaz de pensar, querer o hacer lo que es verdaderamente bueno por sí mismo. Es necesario que sea regenerado y renovado por Dios en Cristo, a través del Espíritu Santo, para poder hacer el bien.
Gracia Resistible: Aunque la gracia de Dios es esencial para todo lo bueno, esta puede ser resistida por el ser humano. No actúa de manera irresistible, y las personas pueden rechazar el llamado divino.
Posibilidad de Caer de la Gracia: Los creyentes tienen la capacidad, mediante la gracia del Espíritu Santo, de luchar contra el pecado y perseverar. Sin embargo, es posible que, por negligencia, se aparten de la verdadera fe y pierdan la gracia, aunque este punto requiere un estudio más profundo según las Escrituras.
Estos artículos fueron presentados a los Estados Generales de Holanda como una petición de mayor tolerancia teológica y como una protesta contra la doctrina calvinista de la predestinación absoluta. Sin embargo, en el Sínodo de Dort (1618-1619), estas enseñanzas fueron rechazadas, y los remonstrantes fueron condenados como herejes.
Conclusión
La doctrina de la depravación total destaca la profundidad de la corrupción humana debido al pecado y subraya la necesidad indispensable de la intervención divina para la redención y reconciliación con Dios. Sin la gracia de Dios, el ser humano permanece en un estado de incapacidad espiritual, incapaz de alcanzar la salvación por sus propios esfuerzos. Esta enseñanza resalta la dependencia absoluta del individuo en la misericordia y gracia divinas para ser restaurado a una relación correcta con el Creador.
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