viernes, 15 de marzo de 2024

Historia de España (Tercera parte: La España Visigoda)

 


La historia de los visigodos en la península ibérica es un fascinante relato de migración, conquista y convivencia entre distintas culturas y pueblos. Desde su llegada a la región como federados del Imperio Romano hasta su establecimiento como una entidad política independiente, los visigodos dejaron una marca indeleble en la historia de la península. Este análisis examina su ascenso al poder, su interacción con la sociedad hispano-romana, sus contribuciones políticas y culturales, así como los eventos que eventualmente condujeron a su desaparición como entidad política autónoma. A través de esta exploración, se revela la complejidad y la riqueza de este período crucial en la historia de España.

HISTORIA DE ESPAÑA:

LOS VISIGODOS

Antecedentes

Tribus germánicas

Existen muchos precedentes a las grandes invasiones de las tribus germánicas al comienzo del siglo V; por ejemplo, están las invasiones de los cambrianos y teutones, los francos y los ostrogodos. Por otro lado, la entrada pacífica de los bárbaros al imperio trajo la barbarización del imperio en todos los niveles, incluyendo en sus altos comandos. 

En el año 401, bajo Alarico, cruzó los Alpes, llegando a Italia, y en 410 atacó Roma. Otras tribus compuestas de suevos, alanos y vándalos habían cruzado los Pirineos el año anterior. Después de dos años de tumulto y anarquía, finalmente cesaron sus movimientos, firmando un tratado de alianza con Roma que concedía asentamientos militares dentro del imperio.

Los suevos y vándalos asdingos se asentaron en Galicia, los vándalos silingos en Bética (Vandalucía que sería más adelante Andalucía), y los alanos en Lusitania y Carthaginesis. Tarraconense fue ocupada solamente después de que Ataúlfo había sido nombrado rey de los visigodos y que había invadido la provincia, donde el murió el mismo año. La ocupación de la península por las tribus germánicas se había completado.

Visigodos

Walia (415-419) y sus sucesores

Walia, rey de los visigodos, llegó a un acuerdo con Honorio y fundaron el reino de Tolosa en federación con Roma. Con este acuerdo, Walia atacó a los vándalos y los alanos de Andalucía inmediatamente y los derrotó. Los vándalos que habían sobrevivido se reunieron con sus hermanos galicios y conquistaron Cartagena y Sevilla, y después de zarpar de Tarifa, cruzaron el estrecho de Gibraltar bajo el comando de Genserico y llegaron al Norte de áfrica en el año 429. 

Los suevos, ahora en exclusivo control de Galicia, construyeron un reino independiente, después dividieron la región oeste de la península entre tropas de elite y extendieron sus dominios hasta el río Tajo. El reino de Galicia como tal desapareció en el año 585.

Eurico (466-484)

Con Eurico, rey de los visigodos y sucesor de Teodorico, el reino de Tolosa se unificó e independizo de Roma. Los poderes de este reino se extendieron desde Galias y a través de Hispania (excepto por Galicia). Eurico fue en ese tiempo el rey más poderoso del oeste. Promuló las primeras leyes , las cuales, a causa de la continuación de la cultura latina, estaban escritas en latín, redactadas por juristas romanos, y que fueron fuertemente influenciados por la ley romana (475). 

Con los alanos y los vándalos silingos que derrotaron a Walia y otros vándalos que vivían en África, los únicos poderes en la península eran los suevos en el noroeste y los visigodos. Demográficamente y étnicamente, ellos estuvieron por muy poco tiempo, siendo 250.000 comparados con los hispano-romanos que eran 7.000.000 en la península. Vivieron en armonía con los hispanos, principalmente gracias a dos grandes líderes: Orosio y Hidacio, quienes lucharon por una España unificada bajo protección visigoda. 

Cuando los suevos y visigodos habían llegado a Hispania, estos fueron en gran medida romanizados.; entonces, no había una gran diferencia cultural entre invasores e invadidos. Además, por muchos años los visigodos fueron considerados aliados y colaboradores con el imperio, y en cierta medida, sus protectores. Con el pacto del año 418, los visigodos acordaron reconocer la suprema autoridad del emperador para tener una administración y política romana. 

Los visigodos, al llegar a Roma, ya ostentaban su organización social y política, aunque es verdad que muchos aspectos de estas cosas involucran cambios importantes. Trajeron con ellos una monarquía electiva que fue asistida por una asamblea popular compuesta de hombres libres que era elegibles para ir a la guerra. La población de la Hispania visigoda, sin embargo, estaba compuesta de distintas sociedades. 

Por un lado, la población hispano-romana con sus propias leyes, su cultura latina y la cristiandad católica; y por el otro lado, los visigodos arrianos invasores, aunque eran una minoría, sostenían un fuerte poder militar. Fueron gobernados por un soberano que, en teoría, tenía autoridad solamente sobre su propia gente y no sobre los hispanos romanos, a causa de que existía un derecho romano, para estos nativos y una tradición de derecho común para los visigodos invasores. 

Dos tercios de la tierra que fue distribuida en manos de los visigodos, aunque quedara un vasto territorio desocupado a causa de los escasos números de los nuevos colonistas. 

La prohibición de matrimonio entre visigodos e hispano romanos se sostuvo hasta la llegada de Leovigildo (568-586) al poder. La capital visigoda se trasladó desde Tolosa hasta Toledo. 

El Reino Visigodo

Dada sus leyes distintivas y costumbres y su profesión a la cristiandad arriana, la absorción de los visigodos por parte de la población hispano-romana de aproximadamente 6.000.000 no fue fácil. El control visigodo de la península permaneció incompleto tanto como los suevos mantuvieron un reino independiente en Galicia, y cuando los vascos rechazaron la sumisión a cualquier autoridad externa. Por otro lado, los hispano-romanos en el sureste dieron la bienvenida a la restauración de la ley bizantina en el siglo XVI.

Leovigildo (568-586)

Leovigildo, el más capaz de los reyes visigodos, quien pidió prestado los símbolos romanos y gobernó desde una posición  central en Toledo, hizo significativas acciones a favor de la península y su unificación conquistando a los suevos y subyugando vascos. El intento de Leovigildo de convertir a los hispano-romanos al arrianismo, sin embargo, provocó una revuelta en la provincia oriental de Bética bajo el liderazgo de su hijo, Hermenegildo, que había aceptado la religión católica. Sin embargo, la revuelta fue aplacada. 

Recaredo (586-601)

La futilidad de la política religiosa de Leovigildo dio pie a que su hijo, Recaredo, se convierta a la fe cristiana profesada por la mayoría de la población. Su conversión, junto con los nobles y obispos góticos, removieron una de las grandes barreras de la conversión a los dos tipos de poblaciones. De aquí en adelante, los hispano-romanos con menos razón para cautivarse por los bizantinos, desarrollaron una nueva y fuerte lealtad a la monarquía visigoda. Esto facilitó la conquista del último bastión bizantino en la península durante el reino de Swinthila (621-631). Desde ese momento, los visigodos gobernarán toda Hispania.

La conversión también simbolizó el triunfo de la civilización hispano-romana sobre los bárbaros, y esto ayudó a forjar una alianza entre la corona y la iglesia. Dándose cuenta que los obispos eran los líderes y las voces de la mayoría, Los Reyes asumieron el derecho a señalarlos y convocarlos al Concilio de Toledo. Aquellas asambleas, aunque primariamente eclesiásticas, tenía una extraordinaria influencia en la vida política del reino. Después de escuchar el mensaje real describiendo los problemas de las grandes preocupaciones, los prelados promulgaron una legislación canónica apropiada así como también decretos relacionados al negocio secular, tales como la elección de los Reyes y los casos de traición. Los obispos, en su concilios, se volvieron un soporte principal de la monarquía, pero en su búsqueda por un régimen político ordenado, perdieron algo de su independencia . 

La monarquía era electa, particularmente a causa de una oposición aristocrática a una sucesión hereditaria, y particularmente a causa de una falta de herederos naturales. Conociendo la tendencia gótica para asesinar al rey, los obispos introdujeron una ceremonia para darle un carácter sagrado y hacerlo conocido a todos los que estaban bajo la protección de Dios. Para cortar con los desórdenes sobre la elección real, elaboraron un procedimiento electoral. El rey mandó con la ayuda de un conde palatino, basado en el antiguo modelo romano y cuando un importante negocio era requerido, él tomaba Consejo con la asamblea de los magnates y otras prominentes personas; la aula regia.

La administración territorial fue confiada a los duques, condes o jueces. Ellos fueron también responsables por las ciudades donde el autogobierno había decaído hace mucho. Las provincias y otros distritos administrativos eran esencialmente los sobrevivientes de la era romana. La economía era principalmente agraria, y había escasa evidencia de alguna actividad industrial o comercial.

El Liber Judiciorum 

La influencia de la civilización romana puede también ser notada es la constante subordinación de la ley germánica a la ley hispano romana de la mayoría. El Liber Judiciorum, que era un código de leyes promulgadas alrededor del año 654 por el rey Recesvinto (649-672) tanto en su estructura como en su sustancia lo que da sustancia al testimonio de la influencia romana. Se intentó que este texto tuviera una aplicación territorial más que personal (cómo era el caso de la costumbre de la ley de los bárbaros) lo que refleja una persistente aceptación de los principios legales romanos. Sin embargo hay elementos germánicos en el código cómo la ordalía del agua fría.

El Liber Judiciorum fue uno de los grandes legados de la era visigoda y un tributo a los hispanos romanos que fueron responsables por crearla.

La persistencia de la tradición romana es también evidente el remarcable estallido de la actividad cultural en el siglo VII. San Isidoro de Sevilla, amigo y consejero de los reyes fue un voluminoso autor que dejó su marca en toda la Edad Media. Su trabajo incluye una historia de los visigodos, hoy una regla monástica, tratados teológicos, y sobre todo, su gran obra llamada etimologías; una enciclopedia que intentaba su marizar la sabiduría del mundo antiguo.

A finales del siglo VI, la monarquía visigoda entró en un momento crítico. La exposición a través de artimañas del rey Wamba (672-680) un competente gobernador que trató de reformar la organización militar, indicó la tendencia de los eventos. Numerosas conspiraciones amenazaron a sus sucesores, quienes culparon sin descanso a los judíos, a quienes intentaron convertir al cristianismo o reducirlos a esclavitud. El faccionalismo alcanzó un clímax cuando Witiza (700-710) murió, esperando dejar el trono a su hijo; pero Roderick; duque de bética (710-711) fue aclamado como rey. La familia de Witiza aparentemente apeló a los musulmanes en el norte de África para ayudarlos a destronar a Roderick. En respuesta, Tarik ibn Ziyad, el gobernador musulmán de Tánger, llegó a Gibraltar en el año 711 y defendió al rey Roderick y lo visigodo cerca del río Guadalete en julio 19. La conquista del resto de España deja sin líderes por la muerte del Rey, siguieron rápidamente. El Reino visigodo pereció, pero su memoria sobrevivió para inspirar a los Reyes de Asturias-León para intentar reconquistar España.

Conclusión

El ascenso y caída del Reino Visigodo en la península ibérica representan un período complejo de interacción entre diversas culturas y sistemas políticos. Desde sus primeros contactos con el imperio romano hasta su consolidación como poder regional, los visigodos influyeron y fueron influenciados por la sociedad hispano-romana. La convergencia gradual hacia el cristianismo católico y la adopción de instituciones romanas, como la monarquía electiva y el código de leyes, ilustran este proceso de adaptación cultural. Sin embargo, las tensiones internas y las presiones externas, como las incursiones musulmanas, finalmente llevaron al colapso del reino visigodo, aunque su legado perduraría como un estímulo para futuras empresas de reconquista en la península ibérica

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