viernes, 27 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro V: Examen de las virtudes éticas (continuación)).

Continuamos con el examen de las virtudes éticas pero esta vez nos enfocaremos en el concepto de justicia e injusticia. Numerosas con las menciones de Platón sobre la justicia y además en diferentes libros. En este libro veremos algunas referencias al álgebra, una de las materias más estudiada por los filósofos (quizás antes de ser filósofos incluso). En efecto, la justicia debe ser lo más perfecta posible y qué más perfecto que las matemáticas para hacerlo. Puede ser que esta sea una de las virtudes más difíciles de alcanzar ¿cómo podemos ser totalmente justos? ¿cómo podemos ser justos con nosotros mismos y además ser justos con los demás? Son interrogantes dificilisimas de responder, pero veamos si el gran Aristóteles puede responder o darnos un acercamiento a dichas interrogantes.

Definiciones:

(1) Para Aristóteles, todo lo que esté conforme a la ley es justo. No hay críticas a las leyes.

Referencias:

(1) También puede extrapolarse a lo que hoy se entiende como impuestos.


Ética a Nicómaco


LIBRO QUINTO: EXAMEN DE LAS VIRTUDES ÉTICAS (CONTINUACIÓN)

Capítulo I: Naturaleza de la justicia y la injusticia


Primero que todo, Aristóteles nos presentará lo que se entiende por justicia y cómo es el hombre justo. Veamos como la define.

''Vemos que hay un acuerdo en llamar justicia a aquel hábito y costumbre que dispone a los hombres para realizar cosas justas y por el cual obran rectamente y lo desean''.

Ahora vemos como define lo injusto.

''De a misma manera, la injusticia es aquella disposición que induce a los hombres a cometer agravios y a querer lo que no es justo''.

La justicia y la injusticia están más cerca de los hábitos que de las facultades porque en los hábitos es donde se encuentran los opuestos, mientras que en las facultades no. En efecto, las facultades pueden estar inclinadas a mucho opuestos, pero el hábito no, sólo está inclinado a uno.

Hábitos

Un mismo hábito no puede inclinarse a dos opuestos, por ejemplo, no puedo decir que me sanaré a través de la enfermedad, sino que me sanaré a través de lo saludable. 

Muchas veces resulta que el hábito bueno se puede identificar por su contrario malo, es decir, si salud consiste en tener el cuerpo firme, su contrario será tener el cuerpo flojo o laxo. 

El hombre justo y el injusto

A continuación daremos las características del hombre justo e injusto.

Hombre injusto: 


  • Viola la ley
  • Codicia todo en exceso
  • No considera la igualdad

Hombre justo:

  • Respeta la ley
  • No tiene codicia
  • Sí considera la igualdad

Detengámonos más tiempo en el hombre injusto. Si éste codicia todo en exceso, lo que codiciará serán las cosas buenas pero no en términos absolutos. Además de eso, también codiciará la maldad pero de la manera más mínima posible. Sin embargo, consideremos que el mal menor es un tipo de bien con respecto de otra cosa, por lo tanto, el hombre injusto es absolutamente codicioso. 

Las leyes y la justicia

Entonces, si el hombre justo es el que actúa conforme a la ley, entonces las leyes también son justas(1). Las leyes son las que proponen una organización política y social que haga que los ciudadanos preserven su felicidad. Por lo tanto, conviene al bien general de todos. 

La justicia comprende la virtud como un absoluto, es la práctica de la virtud en su perfección. Un individuo puede practicarla y ser virtuoso, pero mucho más virtuoso será si la práctica con los demás, puesto que es esto es lo más difícil de hacer.

Finalmente, la justicia es la suma de todas las virtudes y la injusticia la suma de todos los vicios. 

Capítulo II: Justicia universal y justicia particular

Pueden existir dos tipos de justicia e injusticia; la universal y la particular. La primera es una justicia o injusticia tomada de un modo absoluto y la última es tomada de un modo parcial. 

Analicemos primero la injusticia. Un ejemplo de injusticia particular podría representarse en el adulterio. Si un hombre comete adulterio para ganar dinero, entonces éste es un codicioso; pero si un hombre paga por cometer adulterio, entonces éste es un licencioso, que no es necesariamente ser codicioso. 

¿Cuál de estas dos es injusticia absoluta y cuál particular? 

  • El hombre licencioso que paga el servicio del adulterio es injusto de manera particular porque si bien paga por un servicio, lo cual es bueno, comete el vicio del adulterio. Por lo tanto es una injusticia parcial.

  • El hombre codicioso que comete adulterio solamente por la ganancia de dinero es injusto de manera absoluta, pues no hay ningún bien que lo haga parcial.

Con respecto a la justicia universal, ésta corresponderá a lo que interesa al hombre de bien, mientras que la particular estará relacionada con el honor y los intereses materiales.

Capítulo III: Justicia distributiva

Como lo injusto es considerado un extremo y es contrario a la igualdad, entonces diremos que la igualdad es su medianía. Por lo tanto, si la igualdad es una medianía también sería una virtud y como toda virtud finalmente sería lo justo. Como diría Aristóteles

''El principio de igualdad descansa en la virtud''

Esto queda de manifiesto cuando hay distribución de bienes y honores. Si los reparto son igualitarios entonces habrá justicia, de lo contrario habrá injusticia. De aquí se desprende que la igualdad y la justicia consisten en una especie de proporción.

La proporción

De acuerdo con Aristóteles, la proporción es una igualdad de razón que consta de cuatro términos, incluso en las matemáticas. Aristóteles compara las proporciones matemáticas a la vida práctica de las personas. Veamos cómo ocurre con las matemáticas:

Proporción discreta (o no continua): En este tipo de proporción existen cuatro números diferentes, pero que dan el mismo resultado.

Por ejemplo: 10 - 3 = 12 - 5 (A - B = C - D) el resultado de ambos es 7.

Proporción continua: En este tipo de proporción existen cuatro números, pero sus términos medios son iguales.

Por ejemplo: 6 - 5 = 5 - 4 (A - B = B - C) el resultado de ambos es 1.  


En efecto, el término medio que habla Aristóteles se parece mucho más a la proporción continua, pues es en esa donde se ven más representada el término medio (B) y sus extremos (A y C). 

Entonces, llamaremos justo y bueno a lo que es estrictamente proporcional, e injusto y malo a lo que es todo lo contrario de dicha proporción. 

Capítulo IV: Justicia correctiva

Este tipo de justicia no actúa de acuerdo a la proporción, es decir, es contraria a la justicia distributiva. Aquí no cuenta que se indulte al hombre bueno porque defraudó al malo, o que el hombre malo defrauda al bueno, o que los dos cometan adulterio. La justicia debe corregirlos por el delito que cometen y no por quienes sean. 

En este tipo de justicia no puede existir la proporción ni la igualdad, pues ¿cómo sería posible que el daño recibido y el delito cometido se distribuyan de manera igual? Al contrario, se hará de forma desigual porque no tienen las mismas proporciones. 

Sí habrá igualdad en el castigo que reciba correspondiendo al daño que hizo a la otra persona. 

Ganancia y perdida

Los dos conceptos mencionados corresponden a quien hizo daño y quien lo recibió. La ganancia se da en quien hace el daño y la perdida en quien lo recibe

Para corregir esto, el juez tendrá que identificar y aplicar el término medio entre la ganancia y la perdida. El que daña tiene una ganancia en cuanto a que le produce un bien, mientras quien recibe tiene una perdida y así se produce en él, el mal. 

Si el que daña tiene una ganancia, entonces habrá que quitársela y darle al que perdió dicha parte de la ganancia. 


Capítulo V: La justicia y la reciprocidad

La reciprocidad la entenderemos mucho mejor con la conocida ley del talión, es decir, ojo por ojo, diente por diente. Según Aristóteles, la reciprocidad no tiene nada que ver con la justicia distributiva ni con la justicia correctiva. 

De hecho, si un funcionario público golpea a otro, quien recibe el golpe no puede proceder a golpear al funcionario; no obstante, si el funcionario es golpeado por otra persona, dicha persona no solo recibirá un golpe, sino que además recibirá un castigo suplementario.  

La reciprocidad si se debe dar en una justa proporción, pues en una ciudad se debe dar a cada uno de los ciudadanos lo que se merece. 

Retribución e intercambio

Cada objeto de intercambio entre dos personas tiene que tener un precio o una taza. La obra del zapatero no vale lo mismo que la de un arquitecto; la de éste último es superior pues supone una estructura más grande. Entre zapatero y arquitecto pueden intercambiar sus obras puesto que son de distintos oficios, pero el intercambio entre dos oficios iguales no sería posible (entre dos médicos o dos zapateros por ejemplo).

Evidentemente, el dinero existe para que dicho intercambio pueda ocurrir porque es él el que hace que una cosa tenga precio. El dinero también mide las cosas para que puedan ser proporcionales al objeto que se está vendiendo o comprando; esto permitirá el contrato (o acuerdo) entre dos personas que tienen interés en un objeto (ya sea venderlo y el otro comprarlo). De aquí que  a esto se le llame reciprocidad. 


Capítulo VI: Justicia política

¿Cuándo y con qué agravio un hombre es injusto? el hombre injusto es el que acapara todas las cosas buenas para sí mismo sin pensar en los demás, en cambio, el hombre justo es el que da a los demás. 

Por supuesto, la justicia política es una especie de justicia civil donde el hombre que es justo se desvela por los demás, mientras que el hombre injusto se preocupa sólo por sí mismo.

En todo caso, la justicia política sólo puede ejercerse por quienes tienen el mando y además obedecen; por lo tanto, los niños no podrían ejercer justicia política. 

Capítulo VII: La justicia natural y legal

Dentro de la justicia política encontramos dos especies; la justicia natural y la justicia legal.

La justicia natural es un tipo de justicia inmutable que se aplica y se manifiesta más allá si a alguien le parece o no. Por ejemplo, el fuego se dirige hacia arriba y la tierra hacia abajo, estas cosas suceden más allá de si nos parecen o no. Mientras que por otro lado, la justicia legal consiste en hacer validas las acciones de una comunidad, por ejemplo, que se sacrifique una cabra y no dos ovejas; ésta acción es por el bien de la comunidad puesto que es una especie de tributo que hará bien a todos(2)

La diferencia entre las dos es que la justicia natural no está condicionada por los hombres y que la justicia legal sí está condicionada por ellos, ya que es un tipo de convención. 


Capítulo VIII: La justicia y la responsabilidad

El agravio o la obra en la justicia dependen de lo que es tanto voluntario como involuntario (o forzoso). Cuando el agravio es voluntario lo identificamos como injusticia, pero puede ocurrir que si el agravio no es voluntario haya injusticia de todos modos.  

Lo voluntario y lo involuntario

Lo voluntario se puede tomar de muchas formas:

  • Por elección: este tipo de voluntariedad se hace a través de la deliberación y la consulta.
  • Sin elección: no son cometidas por deliberación ni consulta.
De éstas dos se desprenden tres posibles daños que se pueden causar en las contrataciones (o relaciones sociales). 

  • Daño por ignorancia: cuando se obra sin saber contra quién, cómo, ni con qué fin en aquello que se hace.
  • Daño por cólera: cuando se hace con pleno conocimiento, pero sin premeditación ni maldad.
  • Daño por agravio: cuando se hace con pleno conocimiento y voluntad.

Al igual que Platón, Aristóteles nos dice que los daños provocados por la ira son involuntarios y que no proceden del individuo, sino más bien de algo externo a él. Los agravios hechos por ignorancia son dignos de misericordia. 

Capítulo IX: Voluntariedad e involuntariedad

Aristóteles comienza el capítulo con la siguiente frase dicha por Eurípides:

''He matado a mi madre, ¿voluntariamente y deseándolo ella o contra su voluntad y sin quererlo? ¿Es acaso posible ser víctima de una injusticia de modo voluntario, o por el contrario, es esto siempre forzoso, así como hacerlo es voluntario? Y entonces, ¿padecer la injusticia, tal como cometerla, es siempre voluntario, o unas veces es voluntario y forzoso otras veces?'' 

Obrar justamente, según la línea aristotélica, es siempre un acto voluntario. Por otro lado, recibir agravios o buenas obras resulta ser o voluntario o forzoso, tal y como lo vimos en el capítulo anterior .

Capítulo X: La equidad


Existen algunas confusiones con el término equidad, pues muchas veces se vincula a la equidad con el bien y por lo tanto con lo justo. 

Siempre que hablamos en términos generales decimos que algo es bueno, pero para especificar más, decimos que las cosas son mejores cuando son equitativas. Sin embargo, esto no quiere decir que la equidad sea menos que la justicia, pues el hombre que es equitativo es igualmente justo. La diferencia podría radicar en que la equidad es un tipo de rectificación de la justicia. 

Podríamos decir que las leyes se ocupan mejor de las cosas generales y la equidad se ocupa mejor en las cosas concretas o específicas. 

Capítulo XI: La injusticia contra uno mismo

Lo que la ley no prescribe no lo permite, lo prohíbe. Y como no dice nada sobre darse muerte a uno mismo, entonces entenderemos que está prohibido hacerlo. 

El suicidio

Para Aristóteles es imposible que uno pueda cometer injusticia a uno mismo. De hecho, al igual que Platón en Gorgias, el filósofo considera que cometer injusticia es peor que padecerla; por lo tanto, recibir daño de uno mismo es peor que cometer daño contra uno mismo, pues el recibir daño es un mal menor y por consiguiente, un bien.  

Sin duda que el suicidio es malo, pero si no es malo contra uno mismo ¿con respecto a qué es malo? Aristóteles nos dice que contra la ciudad. 

Conclusión

En mi opinión, un libro muy parecido a La República, Las leyes y el Gorgias de Platón. Concuerdan con que la ira es algo involuntario y con que es peor cometer injusticia que recibirla, un acuerdo como pocos en los libros de Aristóteles. Ya sabemos ahora que la justicia es parte de la virtud y la injusticia es parte del vicio, como también la justicia es un término medio mientras que la justicia, como vicio respectivo, representa los extremos del término medio. Con este libro hemos terminado en análisis de las virtudes éticas y comenzamos en el próximo con el examen de las virtudes intelectuales (o dianoéticas).

domingo, 22 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro IV: Examen de las virtudes éticas).

Los valores tales como la generosidad, la magnanimidad o la amabilidad son contrarios a otros como el pudor, la avaricia o la vergüenza. Esto ha sido así hasta nuestros tiempos y hacemos de todo obtener los buenos y evitar los malos. ¿Tendrán vigencia las definiciones de dichas virtudes y vicios hasta el día de hoy? Probablemente sí, pero lo controversial no sería preguntarnos por tales definiciones, lo importante sería ver si aún somos capaces de guiarnos por el recto camino. Analicemos las distintas definiciones de las mencionadas virtudes éticas que nos presenta el gran Aristóteles en esta cuarta parte de la Ética a Nicómaco. 

Definiciones:

(1) Asotía: también entendida como pérdida. 

Referencias:

(1) En el libro anterior decíamos que algunas veces, el exceso se acerca mucho más a la virtud que el defecto. 
(2) Aristóteles menciona la ironía de Sócrates al decir que no sabía nada, cuando en realidad sí sabía. 

Ética a Nicómaco


LIBRO CUARTO: EXAMEN DE LAS VIRTUDES ÉTICAS

Capítulo I: Generosidad


La generosidad como virtud ética es un término medio ubicado en el concepto de dinero o riqueza. Este concepto se vincula con la dicotomía dar/recibir, por supuesto, la generosidad está enfocada más en dar que en recibir. 

Los extremos que están en la generosidad son la prodigalidad y la tacañería. La prodigalidad (Asotía)(1) se representa en las personas que son proclives a gastar su dinero en cosas superfluas, los llamamos pródigos. Este tipo de hombres son los que despilfarran sus ganancias hasta destruir su propio patrimonio por los vicios a los que están sometidos. Las prodigalidad se enfoca en dar y no en recibir, mientras que la avaricia (o tacañería) se enfoca más en recibir excesivamente. 

La avaricia en cierto sentido es un vicio que no tiene remedio. Cuando los hombres envejecen parecen más proclives a cometer avaricia que prodigalidad. Por otro lado, solventar la vida con ganancias vergonzosas (robo por ejemplo) es propio de un avariento, pues estos no dan nunca y reciben de todo sin importar la fuente donde extrajeron las riquezas.

De este modo podemos observar que el pródigo está mucho más cerca de la virtud que el avaro(1)

Uso del dinero

Para llegar a ser generoso se debe hacer un correcto uso del dinero; obviamente, quien lo use mal (se lo procure excesivamente o lo despilfarre) caerá en unos de los dos vicios. El uso del dinero en cuanto al generoso debe ser ''dar a quien conviene'', ''no recibir de quien conviene'' y ''ganárselo como se debe''.

La acción de dar y recibir

Dar es una acción relacionada con el bien, así como también lo es la honestidad. Más alabado es quien da que quien recibe. 

Se podría pensar que no recibir dinero es un gesto de generosidad, pero la verdad es que estos hombres que no reciben dinero son más tenidos en cuenta más por ser justos.  

Cuando el generoso tiene poca fortuna y aun asi da, éste será más generoso que un hombre que tenga mucha fortuna y de poco. Aunque el nivel de generosidad no se mide por cuanta cantidad se de, sino más bien por el mismo hábito de dar.

Capítulo II: Magnificencia

La magnificencia también es entendida en el sentido de las riquezas, como lo es la generosidad, pero la magnificencia supera a la generosidad en virtud. 

Esta virtud tiene que ver con el gasto que conviene al hombre y que por lo tanto lo hace grande. Sin embargo, la magnificencia como gasto puede diferir de hombre en hombre; por ejemplo, el gasto del capitán no será el mismo que el de su flota. Quién gasta su fortuna en cosas que no tienen mucho valor, no se le llama magnífico. Su defecto es la mezquindad y su exceso es la ostentación.

El hombre magnífico

Este hombres es aquel que sabe cómo gastar su riqueza (traducidas en grandes sumas de dinero) en lo que conviene. También, dichos gastos se deben llevar a cabo de forma discreta para no caer en el extremo de lo ostentoso.  

Los gastos del hombre magnífico deben estar relacionados con cosas nobles, haciéndolo con buena disposición. Podría pensarse que esto pertenece a la generosidad, y sí, pertenece a aquella pero en un nivel mucho más alto. Un pobre nunca podrá ser un hombre magnífico, pues no tiene el dinero suficiente para hacer un gasto importante. 

Capítulo III: Magnanimidad

Es magnánimo cuando se pretende cosas grandes y así lo acredita, mientras que el que no pretende cosas grandes, pero que sí las tiene, entonces es llamado varón discreto. La fortuna del magnánimo se tiene que condecir con la virtud del mismo. No porque tenga grandes fortunas se le podrá decir magnánimo, sino que necesita como requisito indispensable la virtud.

La diferencia con la magnificencia es que ésta está más relacionada con las riquezas y la magnanimidad con el honor y el prestigio.

El hombre magnánimo

Para alcanzar la magnanimidad es necesario que el hombre tenga dignidad en las cosas que pretende, y que también considere el honor como un objetivo importante. El magnánimo es el que prodiga beneficios a los demás y no recibe beneficio alguno de los otros porque de recibirlos, entonces se le debería considerar inferior. Tampoco puede vivir a expensas de otro, puesto que esto es costumbre de hombres inferiores, el magnánimo debe ser autosuficiente. 

Por lo tanto, los hombre magnánimos no pueden ser malos, sino absolutamente virtuosos pues el honor es parte de la virtud acaso la virtud misma. Las cosas que le gusten y que le son dignas de desprecio deben ser conocidas por los otros, ya que el hombre magnánimo no tiene vergüenza ni mucho menos miedo de demostrar sus gustos. 

Actitudes

Debe ser un hombre pausado, de voz grave y sosegado. Al contrario de los hombres de poco ánimos o soberbios que serían los extremos de éste.

Capítulo IV: Ambición

La ambición parece ser un extremo común entre la magnanimidad y la magnificencia. Muchas veces también se elogia al hombre ambicioso, pues puede tener tanto riquezas como honores pero para diferenciar eso hay que ver como se procura dicho honores y riquezas. 

Capítulo V: Mansedumbre

La mansedumbre es el término medio de la ira, pero no podemos decir (o más bien no tiene nombre) cuál es su defecto. Aristóteles nos dice de todas formas que el término medio de la ira es difícil de definir, pero como pareciera no haber otra palabra, éste dice que es la mansedumbre. 

La diferencia entre la mansedumbre y la irritabilidad consiste en que el hombre manso se enoja en el momento adecuado, de la manera adecuada y con la persona adecuada. Algo que por lo demás es tremendamente difícil. Los irascibles hacen todo lo contrario de los mansos, es decir, se enojan en el momento equivocado, con la persona equivocada y de la manera equivocada. 

¿Qué hacemos entonces? ¿cómo podemos escoger el momento apropiado? La única forma que menciona Aristóteles es acercarse lo más posible al término medio. ¿Cómo? si nos enojamos en el momento menos adecuado, ojalá pudiera ser con la persona correcta, así nos iremos acercando al término medio, aunque aún así es difícil.

Capítulo VI: Amabilidad

La amabilidad es un tipo de agrado que frente a otras personas, la sensación de dicho comportamiento las hace sentir bien. En cambio, tenemos el extremo de la amabilidad donde se encuentran las personas que suelen contradecir todo y además de siempre alentar las disputas, a estos los llamamos amigos de la contienda

Ahora, amabilidad no quiere decir que se tenga que ser conformista o dar siempre la razón a la gente, al contrario, se debe tanto refutar como felicitar cuando es necesario. Aunque pese ser crítico de un amigo, de un familiar, o de un alumno, es necesario que para ser amable se tenga que pesar las consecuencias. Por ejemplo, si doy la razón a un perezoso de su actividad, entonces no estoy siendo amable, lo mismo va con criticar a alguien excesivamente y sin razón aparente más que la cólera. 

Capítulo VII: Sinceridad

El término medio entre la arrogancia y la disimulación es la sinceridad. El arrogante ostenta y presume bienes que no tiene, y si tiene bienes, los engrandece excesivamente cuando en realidad no son así. El disimulado dice no tener bienes cuando en realidad si los tiene, es decir, esconde lo que tiene. 

Más que la moderación la sinceridad tiene que ver con la verdad. Los extremos de la sinceridad son las mentiras; el arrogante dice cosas que no tiene y el disimulado dice no tener bienes que en realidad sí tiene(2). El hombre sincero debe decir la verdad sólo cuando esta nos es motivo de honor y no cuando se saca ventaja o una conveniencia vergonzosa. 

Capítulo VIII: Agudeza/gracia

La agudeza está vinculada con la gracia hablada en el libro dos de la Ética a Nicómaco. Está en medio de dos extremos llamados tosquedad y bufonería. Pasa que muchas veces los bufones son más apreciados que los graciosos, pues estos causan más risas que los últimos. 

Sin embargo, la bufonería tiene mucho menos tacto que la gracia. Esto se puede ver en las comedias griegas donde todo, a veces incluso lo sagrado, es expuesto a las más vergonzosas burlas a través de la parodia. El bufón hará reír a cualquiera a cualquier precio. 

Capítulo IX: Pudor y vergüenza

Estos dos conceptos, por supuesto, no son virtudes. Se les considera como extremos. 

El pudor es una afección corporal que tiene que ver con el temor a sufrir algún desprestigio o a la muerte. En los niños, el pudor es mucho más frecuente, puesto que los niños son más proclives a cometer errores y por tanto, experimentar esta clase de fenómenos; no debe ser condenable que un niño tuviera pudor, al contrario es objeto de alabanza. 

Lo que no sería digno de alabanza sería que un hombre tuviera pudor porque esto sería señal de acciones vergonzosas, mucho menos digno de alabanza que el pudor se presentara en los ancianos, puesto que estos tienen más experiencia. 

Conclusión

Otra de las clasificaciones ya acostumbradas de Aristóteles. Vemos aquí un claro ataque al maestro de su maestro, pues Sócrates usaba la ironía para refutar a sus contrincantes. Si lo vemos desde una perspectiva estrictamente objetiva, Sócrates sí tenía ciertamente sabiduría pero la ocultaba a través de su ironía; en palabras de Aristóteles, un disimulado. Pareciera ser que el camino más recto es guiarse por el término medio en todos estos conceptos, en efecto, es ahí donde se encuentra la deseada virtud. ¿Qué hacer si ya caemos en un exceso? dirigirnos en la medida de lo posible al término medio. Sin duda, una tarea muy difícil en la vida. 

viernes, 20 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro III: Acciones voluntarias e involuntarias).

Platón ya nos decía en La República que el mal era involuntario y el bien era voluntario. En efecto, eso podemos pensar que el placer nos abruma y nos lleva a cometer actos del que luego nos arrepentimos. ¿Tendrá Aristóteles el mismo parecer de su maestro Platón? Por lo menos, gracias a las lecturas de los libros anteriores, podemos decir que para Aristóteles la virtud corresponde con el término medio entre dos excesos. Además, ya quedó explicitado que la virtud era algo voluntario más que involuntario, por lo que hay alguna similitud con su maestro. Ahora, ¿cómo se justifica esto de parte de Aristóteles? Eso es algo que tendremos que ver en esta sección.




Ética a Nicómaco


LIBRO TERCERO: ACCIONES VOLUNTARIAS E INVOLUNTARIAS

Capítulo I: Actos voluntarios e involuntarios


Las virtudes que se hacen de manera voluntaria son dignas de alabanza, mientras que las involuntarias son dignas de compasión e indulgencia. También puede suceder que haya una mezcla entre acciones voluntarias e involuntarias; por ejemplo, un tirano que obligue a un hombre bajo amenaza a hacer algo que no quiere. 

Acciones mixtas

Si bien estas acciones son mixtas, aquellas están más relacionadas como acciones voluntarias sólo por el concepto de circunstancia. Además, debemos decir que el principio de la voluntad reside en los movimientos del propio individuo. Sin embargo, como de cierta el individuo está obligado a hacer algo que no quiere, decimos que también es involuntario; como resultado, son acciones mixtas. 

Cuando los hombres son obligados a hacer estas acciones mixtas de manera vergonzosa, se dice que aquellos hombres tienen honor, pero cuando dicha obligación no es vergonzosa, entonces el hombre es un mediocre. 

Acciones involuntarias

Si las acciones mixtas son de alguna manera forzosas ¿dónde podemos situar las acciones netamente involuntarias? para diferenciar una de otra debemos establecer lo forzoso en términos de dolor y placer.

Acciones dolorosas: quienes actúan por la fuerza y contra su voluntad. 

Acciones placenteras: quienes actúan por la fuerza, pero con voluntad.

Por lo tanto, las acciones involuntarias pertenecen a las que son acciones dolorosas. 

Las acciones y la ignorancia

La ignorancia puede encontrarse en las acciones voluntarias cuando luego de haberlas hecho, el individuo no siente dolor ni pesar alguno. En el caso de la ignorancia en las acciones involuntarias es, que cuando luego de haberlas hecho, el individuo siente pesar y dolor. 

Hay una diferencia entre obrar con ignorancia y obrar por ignorancia. Obrar con ignorancia significa hacer las cosas de manera inconsciente (embriagado o encolerizado), mientras que obrar por ignorancia es hacer cosas erróneas de manera consciente. Cabe destacar que la obra con ignorancia va acompañada de arrepentimiento y pesar. 


Capítulo II: La elección

La elección difiere de lo voluntario porque ésto último es más abarcativo que el primero. Lo voluntario tiene que ver también con lo que es impulsivo, mientras que la elección es algo que se logra necesariamente con una deliberación (proairesis), reflexión o razón previa. 


El hombre que actúa sensatamente es un hombre que hace elecciones; en cambio, el hombre incontinente no obra por elección, sino por apetito.

Por otro lado, la elección no es algo impulsivo, al contrario, ésta se logra a través de la deliberación y tampoco es un deseo (puesto que a veces los deseos son imposibles, no se puede escoger lo imposible). Recordemos que los deseos son fines, pero la elección se refiere a los medios para llegar a un fin; por ejemplo, podemos desear estar sanos, pero elegimos el medio para estar saludables.

La elección y la opinión

La opinión es mucho más abarcativa que la voluntariedad además de referirse a cosas tanto verdaderas como falsas. Las elecciones solo son buenas o malas, la opinión no es así. También pueden distinguirse estos dos conceptos debido a que la opinión es utilizada en el entendimiento (¿qué cosa es esto?), mientras que la elección es utilizada para evitar o escoger una cosa.


Capítulo III: La deliberación

La deliberación es un tipo de elección pero nadie puede deliberar en los siguientes casos:

  • Cosmos 
  • Matemáticas
  • Solsticios
  • Sequías 
  • Lluvias
  • Azar


En efecto, ¿podemos deliberar sobre el agua? ¿sobre la sequía o los solsticios? evidentemente no. Estas cosas pasan y no se detienen por nuestra deliberación. 

Sobre lo que sí podría deliberar el hombre es sobre lo que está en su poder o es realizable para él.

  • Cuestiones médicas
  • Crematística
  • Navegación 
  • Gimnasia


Es necesario decir que el hombre puede deliberar sobre el arte, pero no sobre las ciencias exactas. Al igual que la elección, a deliberación se lleva a cabo por los medios y no por los fines. 


Capítulo IV: La voluntad

Lo voluntario es un fin y como fin entonces es bueno. Sin embargo, esto podría inducirnos a un error, pues si todo lo voluntario es bueno, si tenemos voluntad en algo malo no podremos decir que es bueno. Luego todo lo voluntario no puede ser siempre bueno. 

No obstante, lo voluntario sí es bueno ¿qué hacemos para definir bien la voluntad? La voluntad sea como sea es un fin y por lo tanto un bien, en lo que puede diferir es en el sujeto, es decir, el hombre. Por ejemplo, para el hombre bueno la voluntad será un bien, mientras que para el hombre malo la voluntad será cualquier cosa. 


Capítulo V: El vicio es voluntario

El fin es el objeto de la voluntad tanto como la deliberación y la elección son los medios para dicho fin. Esto quiere decir que las acciones que elegimos nos llevarán tanto a la virtud como al vicio. El obrar bello y vicioso siempre está en nuestras manos; por lo tanto la virtud y el vicio son voluntarios; como otra conclusión, depende de nosotros nuestro modo de vida, ser buenos o malos.   


La voluntad en el vicio

Al ser dependientes de nuestros actos, hay vicios que dependen y no dependen de nosotros. Los que dependen de nosotros se censuran pues son deliberados, mientras que los que no dependen de nosotros no se censuran. 

Capítulo VI: Exámen de la valentía

Ya sabemos que la virtud es un término medio entre dos extremos. La valentía es una virtud puesto que está entre dos extremos: la cobardía y la temeridad. 

Cuando se teme a algo, ese algo es algún tipo de mal: la infamia, la pobreza, la enfermedad, la falta de amigos o la muerte. El valiente no teme a estas cosas, aunque hay cosas a las que se tiene que tener miedo como la infamia, si no la temieramos seríamos desvergonzados. 

Lo que no teme el valiente sería a la muerte gloriosa. Es decir, morir en una guerra o en una batalla, pero a la muerte sin gloria es digna de temerse. 

Capítulo VII: Cobardía y temeridad

Todo lo que excede las fuerzas humanas es digno de temerse si el hombre está en su sano juicio. El valiente siempre estará caracterizado por el temor a lo que debe temerse como por el valor a las cosas que no deben temerse. 

Por otro lado, tenemos a los que no temen a ninguna cosa en absoluto. Este tipo de hombres, llamados temerarios, sólo tienen la apariencia de valientes, se dejan llevar por el deseo y la precipitación a todo.

Capítulo VIII: Especies de valor

Acorde con Aristóteles, el valor puede dividirse en cinco formas:

Valor cívico
Valor experiencial
Coraje
Valor de la confianza
Valor por ignorancia

Veamos uno por uno de qué tratan estos diversos valores que menciona Aristóteles.

Valor cívico

Este es el más parecido al auténtico valor porque consiste en pasar por peligros a cambio de honor, o de evitar castigos y reproches. De hecho, podríamos decir que este valor es un cierto tipo de virtud porque desea la gloria y evita la vergüenza. 

Valor experiencial

También se pueden denominar valientes los que tienen experiencia en ciertas cosas específicas; por ejemplo, los soldados saben a qué temer y no temer en su área específica (la guerra). Por lo tanto, serían valientes gracias a la experiencia que tienen en su oficio. 

Coraje

El coraje también resulta muy necesario en la valentía porque para enfrentarse a una fiera o a un guerrero se necesita tener coraje y lanzarse a ellos. Ahora, el coraje puede diferir en ciertos puntos porque una cosa es tener coraje a peligros en los cuales será imposible ganar, y otro, tener coraje a peligros que serán posibles ganar. 

Valor de la confianza

Este tipo de valor en realidad es aparente porque consta de no tener temor debido a la confianza en triunfos anteriores. Incluso, se puede mostrar imperturbable antes los peligros imprevistos, pero es sólo una cuestión de carácter.

Valor de la ignorancia 

Este tipo de valor es inferior al anteriormente mencionado porque no tiene ninguna dignidad.

Capítulo IX: Valor, placer y dolor

El valor pareciera relacionarse mucho más con el dolor que con el placer. Pensemos en que un hombre es más valiente cuando enfrenta cosas que le inspiran temor que cuando le inspiran confianza. Aunque cuando se procede con este actuar, la recompensa es siempre buena para quien lo hace. 

En fin, vemos que ser valiente implica una vida dolorosa, pues la gloria no puede alcanzarse sin esfuerzo. Soportar placeres en realidad no tendría ningún mérito.

Capítulo X: La moderación

En el libro anterior establecimos que la moderación es un término medio entre el dolor y el placer. 

En cuanto a los placeres, no todos ellos están vinculados con la moderación, pues la visión como los colores y las formas no tienen un extremo. Tampoco llamamos moderados o licenciosos a los que tienen afán de escuchar melodías.

Capítulo XI: Deseos en la moderación

Los deseos pueden ser tanto generales como particulares. Los deseos generales se relacionan con la naturaleza (de hecho, se les llama deseos naturales); por ejemplo, el apetito. 

El deseo natural tiene que ver con la satisfacción de la necesidad de la naturaleza (el apetito). Este tipo de deseo es fácil de mantenerse de manera moderada, ya que son pocos los que son obesos en exceso o flacos en exceso. Por otro lado, tenemos los deseos particulares donde el exceso es lo central, aunque la cantidad de personas que comete excesos en los deseos particulares representan menos que la anterior.

El moderado no cae en ninguno de estos placeres en exceso y si deseara algo lo haría como es debido. Es decir, no se aflige por obtener las cosas inmediatamente.

Capítulo XII: Incontinente

Entre la incontinencia y la cobardía, la primera es mucho más voluntaria que la segunda. ¿Por qué es voluntaria? porque según Aristóteles, la incontinencia es algo que busca satisfacer un deseo natural, aunque desde otra perspectiva, nadie desea ser intemperante. Por otro lado, la incontinencia estaría relacionada con el placer más que con el dolor.

En fin, para ser moderado se necesita que el apetito y los deseos estén gobernados por la razón.

Conclusión

Sin duda que Aristóteles entra en más detalle sobre lo que es voluntario e involuntario. En el libro noveno de las leyes, Platón nos decía que la ira era un acto involuntario y que por lo tanto no se podría penalizar. En cierto modo los dos filósofos concuerdan puesto que Aristóteles nos dice que los actos involuntarios pueden ser dolorosos. La técnica de clasificación de Aristóteles (ya vista en los tratados de zoología o de naturaleza en general) nos muestran un estudio sistemático de lo que conocemos como actitudes morales. 

martes, 17 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro II: Naturaleza de la virtud ética).

Esta ha sido una de las inquietudes que ha despertado el interés entre los filósofos de la Antigua Grecia: la virtud. Ya Platón nos nombraba ciertas características en el Menón, pero Aristóteles ve la virtud con otra mirada muy diferente. Sin duda que la virtud ha de ser algo excelso y maravilloso, pero ¿cómo llegamos a ella? ¿será que existe independiente de nosotros para luego alcanzarlo? ¿o es algo que está dentro de nosotros y debemos descubrirlo? Si no podemos responder a estas preguntas, por lo menos veamos la definición que nos muestra el gran Aristóteles, y veamos si coinciden con nuestra concepción de dicho término. 

Definiciones:

(1) Ethos: en griego antiguo significa costumbre o conducta.

Referencias:

(1) Con respecto a Platón, esta idea aparece en el séptimo libro de Las leyes.

Ética a Nicómaco


LIBRO SEGUNDO: NATURALEZA DE LA VIRTUD ÉTICA

Capítulo I: La virtud y el hábito


El libro anterior terminó con la descripción de los dos conceptos de virtud: ética (generosidad o moderación) y dianoética (sabiduría e inteligencia). Para alcanzar las virtudes éticas son necesarias la costumbre (ethos(1)) y el hábito, mientras que para alcanzar las virtudes dianoéticas se necesita la inteligencia o el pensamiento

De este modo, tenemos que las virtudes éticas no se desarrollan en nosotros por naturaleza. En efecto, estas sólo pueden ser alcanzadas por medio del hábito. La naturaleza no puede cambiarse por el hábito; por ejemplo, no podemos hacer que una piedra se acostumbre a moverse hacia arriba por más que la lancemos, ya que su naturaleza es dirigirse hacia abajo.  

Toda virtud ética coincide con el hábito o la costumbre de una determinada acción, por ejemplo, ser moderado sólo se podrá lograr practicando la moderación; ser justo sólo practicando la justicia; o ser músico practicando la música. Además, la constancia de práctica determinará quien es bueno o malo en cada actividad, e.g, el mal músico es el que tiene menos práctica que el bueno. 

Capítulo II: La moderación


Queda establecido como una primera premisa que la virtud se lleva a cabo por medio de la acción. Ahora, dicho ejercicio de la virtud debe ser cuidando de las carencias y excesos que están presentes en la naturaleza. Por ejemplo, quien tiene miedo se vuelve cobarde, quien no teme absolutamente nada se vuelve temerario, pero quien se enfrenta a los peligros de manera inteligente es valiente


Exceso
Justo medio
Exceso
Cobardía
Valentía
Temeridad
La cobardía y la temeridad representan por una parte la destrucción y el incremento de la valentía. 

Capítulo III: La virtud y el dolor

Pensemos ahora cómo es posible alcanzar este término medio que se encuentra en algunas acciones. Si nos abstenemos de los placeres y esto mismo nos da placer (la abstinencia), entonces podremos decir que somos personas moderadas. Por otra parte, quien se entristece por dicha abstinencia es una persona intemperante. Lo mismo pasa con las personas que se enfrentan al peligro y se deleitan con eso, a esos llamaremos valientes; por el contrario, quien teme a los peligros será el cobarde. 

La virtud moral está directamente relacionada con los placeres y los dolores, hacemos lo malo a causa del placer y nos abstenemos de ellos por causa del dolor que puedan tener posteriormente. 

En este punto, Aristóteles concuerda con Platón en que a los niños hay que hacerlos gozar del placer cuando sea indicado y hacerlos entristecer cuando sea indicado(1). Es de ésta forma en que las virtudes son placeres en algunos casos y dolores en otros.

La virtud nos ayuda a escoger de manera correcta lo que se debe hacer, lo que no se debe hacercuándo se debe hacer. Para que quede más claro este punto, establezcamos lo que Aristóteles considera como preferencias y desprecios:

Preferencias

  • Bello 
  • Conveniente
  • Agradable

Desprecios

  • Vergüenza 
  • Perjudicial
  • Penoso

El hombre bueno y virtuoso siempre acertará con lo preferible y el hombre malo caerá en lo despreciable. Cabe destacar que por medio del placer y el dolor es donde puede conseguirse dicha virtud. 

Capítulo IV: Naturaleza de las acciones

No solo basta realizar acciones justas o moderadas para alcanzar la virtud. También es necesario que quien realice las acciones sepa en base a qué las está haciendo, es decir, que esté consciente de que hace una acción justa o moderada. 

Se podría objetar que quien practica la gramática y la música se le considerará gramático y músico, pero no es el caso. Para que este tipo de artes sea alcanzada sólo basta el conocimiento de aquellas y no necesariamente, estar consciente de que se ejecutan. 

Por lo tanto, no sólo basta tener conocimiento de lo justo y lo moderado, sino que es necesario practicarlo tal y como lo hacen los hombres justos y moderados, de otra manera, no lo serán. 

Capítulo V: La virtud como disposición

En esta sección veremos en concreto qué es la virtud considerando los tres géneros del alma: pasiones, facultades y hábitos. A una de estas tres debe corresponder la virtud. 

Géneros del alma:

  • Pasiones: todas aquellas que provoquen dolor o júbilo. Por ejemplo, la codicia, la ira, la saña, el temor, el atrevimiento, la envidia, el regocijo, el amor, el odio, el deseo, los celos, la compasión, etc.
  • Facultades: capacidad de las virtudes por las cuales somos afectados por las pasiones. Por ejemplo, la capacidad de enojarse, entristecerse o compadecerse. 
  • Hábito: se entiende como el buen o mal comportamiento de las acciones con respecto a los placeres. Por ejemplo, excederse con los deseos (mal comportamiento) y moderarse con la ira (buen comportamiento).
Las virtudes no pueden establecerse como pasiones, pues estas son cosas involuntarias que nos pasan y que no tenemos control sobre ellas. La virtud por sobre todo es algo voluntario que se hace. No nos llamamos virtuosos por tener compasión o por estar enojados, sino cuando hacemos cual y tal acción. 

Capítulo VI: La virtud como término medio

Es claro que la virtud debe ser un término medio entre dos excesos. Los excesos siempre destruyen la perfección del término medio, en efecto, siempre será mejor ser valiente que cobarde o temerario. De este modo, la virtud es la que siempre tiende a ser un término medio entre dos tipos de vicios. 

Hay tipos de vicios que existen en sí mismos, es decir, en donde el término medio no está presente; por ejemplo, la desvergüenza, la envidia y la malignidad). En estos vicios nunca se acierta porque están sumidos en el error. 

Capítulo VII: Ejemplos de término medio

Expongamos algunos ejemplos para describir el término medio en algunos conceptos y así encontrar la virtud. Es necesario decir que hay vicios (como en el caso anterior) y virtudes que no tienen un término medio. 

 Conceptos
Defecto
Justo medio
Exceso
Acciones
Cobardía
Valentía
Temeridad
Placeres
Insensibilidad
Moderación
Intemperancia
Dinero
Tacañería
Generosidad
Prodigalidad
Honor
Pusilanimidad
Magnanimidad
Vanidad
Deseos
Hombre sin ambición
------------
Ambición
Ira
Incapaz de ira
Apacibilidad
Iracundo
Verdad
Fanfarronería
Veracidad
Disimulo
Diversión
Bufonería
Gracia
Rusticidad
Agrado
Desagradable
Amabilidad
Adulación
Compasión
Envidia
Indignación
Malignidad

Como vemos no hay palabras para algunos términos como para el justo medio de los deseos ni tampoco su defecto. En el concepto de ''compasión'' cabe destacar que la envidia se entiende como la aflicción de las personas por las personas que tienen mucha prosperidad, mientras que el malicioso se alegra sobre las aflicciones de otras personas. 

Capítulo VIII: Término medio y exceso

El término medio y sus excesos son llamadas por Aristóteles como disposiciones. Puede ser que en algunos casos el término medio se parezca al exceso (la valentía se parece a la temeridad más que a la cobardía), pero la relación entre excesos es totalmente contraria. La causa de que el término medio se parezca a su exceso es porque el exceso proviene del término medio. (la temeridad proviene de la valentía).   

Capítulo IX: Alcanzar el término medio

Con sólo ver el término medio podemos decir que la dificultad que implica alcanzarlo es considerable. Los excesos en cambio si son fáciles de conseguir porque errar se hace muchas veces. 

La manera para alcanzar el término medio es acercarse al extremo menos erróneo. Es posible cometer errores, pero la idea es estar en el error menos malo para que así no se juzgue con dureza; en cambio, quien comete un error tremendamente malo no pasará inadvertido. 

Conclusión

Ya tenemos entendida cómo es la naturaleza de la virtud. Esta es la que determina si estamos realizando una buena acción en términos morales, y también cuando se logra algo con satisfacción. Quizás no es difícil entender la virtud en los términos aristotélicos, pero creo que hoy en día éste concepto ha caído en la vorágine de la subjetividad (aunque la religión también propone algunos modelos de virtud). A menos que nos unamos a una organización, secta, institución o corporación, la virtud dependerá de las leyes y los objetivos de cada una; de otra manera, estaremos obligados a construir nuestra propia virtud.