domingo, 22 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro IV: Examen de las virtudes éticas).

Los valores tales como la generosidad, la magnanimidad o la amabilidad son contrarios a otros como el pudor, la avaricia o la vergüenza. Esto ha sido así hasta nuestros tiempos y hacemos de todo obtener los buenos y evitar los malos. ¿Tendrán vigencia las definiciones de dichas virtudes y vicios hasta el día de hoy? Probablemente sí, pero lo controversial no sería preguntarnos por tales definiciones, lo importante sería ver si aún somos capaces de guiarnos por el recto camino. Analicemos las distintas definiciones de las mencionadas virtudes éticas que nos presenta el gran Aristóteles en esta cuarta parte de la Ética a Nicómaco. 

Definiciones:

(1) Asotía: también entendida como pérdida. 

Referencias:

(1) En el libro anterior decíamos que algunas veces, el exceso se acerca mucho más a la virtud que el defecto. 
(2) Aristóteles menciona la ironía de Sócrates al decir que no sabía nada, cuando en realidad sí sabía. 

Ética a Nicómaco


LIBRO CUARTO: EXAMEN DE LAS VIRTUDES ÉTICAS

Capítulo I: Generosidad


La generosidad como virtud ética es un término medio ubicado en el concepto de dinero o riqueza. Este concepto se vincula con la dicotomía dar/recibir, por supuesto, la generosidad está enfocada más en dar que en recibir. 

Los extremos que están en la generosidad son la prodigalidad y la tacañería. La prodigalidad (Asotía)(1) se representa en las personas que son proclives a gastar su dinero en cosas superfluas, los llamamos pródigos. Este tipo de hombres son los que despilfarran sus ganancias hasta destruir su propio patrimonio por los vicios a los que están sometidos. Las prodigalidad se enfoca en dar y no en recibir, mientras que la avaricia (o tacañería) se enfoca más en recibir excesivamente. 

La avaricia en cierto sentido es un vicio que no tiene remedio. Cuando los hombres envejecen parecen más proclives a cometer avaricia que prodigalidad. Por otro lado, solventar la vida con ganancias vergonzosas (robo por ejemplo) es propio de un avariento, pues estos no dan nunca y reciben de todo sin importar la fuente donde extrajeron las riquezas.

De este modo podemos observar que el pródigo está mucho más cerca de la virtud que el avaro(1)

Uso del dinero

Para llegar a ser generoso se debe hacer un correcto uso del dinero; obviamente, quien lo use mal (se lo procure excesivamente o lo despilfarre) caerá en unos de los dos vicios. El uso del dinero en cuanto al generoso debe ser ''dar a quien conviene'', ''no recibir de quien conviene'' y ''ganárselo como se debe''.

La acción de dar y recibir

Dar es una acción relacionada con el bien, así como también lo es la honestidad. Más alabado es quien da que quien recibe. 

Se podría pensar que no recibir dinero es un gesto de generosidad, pero la verdad es que estos hombres que no reciben dinero son más tenidos en cuenta más por ser justos.  

Cuando el generoso tiene poca fortuna y aun asi da, éste será más generoso que un hombre que tenga mucha fortuna y de poco. Aunque el nivel de generosidad no se mide por cuanta cantidad se de, sino más bien por el mismo hábito de dar.

Capítulo II: Magnificencia

La magnificencia también es entendida en el sentido de las riquezas, como lo es la generosidad, pero la magnificencia supera a la generosidad en virtud. 

Esta virtud tiene que ver con el gasto que conviene al hombre y que por lo tanto lo hace grande. Sin embargo, la magnificencia como gasto puede diferir de hombre en hombre; por ejemplo, el gasto del capitán no será el mismo que el de su flota. Quién gasta su fortuna en cosas que no tienen mucho valor, no se le llama magnífico. Su defecto es la mezquindad y su exceso es la ostentación.

El hombre magnífico

Este hombres es aquel que sabe cómo gastar su riqueza (traducidas en grandes sumas de dinero) en lo que conviene. También, dichos gastos se deben llevar a cabo de forma discreta para no caer en el extremo de lo ostentoso.  

Los gastos del hombre magnífico deben estar relacionados con cosas nobles, haciéndolo con buena disposición. Podría pensarse que esto pertenece a la generosidad, y sí, pertenece a aquella pero en un nivel mucho más alto. Un pobre nunca podrá ser un hombre magnífico, pues no tiene el dinero suficiente para hacer un gasto importante. 

Capítulo III: Magnanimidad

Es magnánimo cuando se pretende cosas grandes y así lo acredita, mientras que el que no pretende cosas grandes, pero que sí las tiene, entonces es llamado varón discreto. La fortuna del magnánimo se tiene que condecir con la virtud del mismo. No porque tenga grandes fortunas se le podrá decir magnánimo, sino que necesita como requisito indispensable la virtud.

La diferencia con la magnificencia es que ésta está más relacionada con las riquezas y la magnanimidad con el honor y el prestigio.

El hombre magnánimo

Para alcanzar la magnanimidad es necesario que el hombre tenga dignidad en las cosas que pretende, y que también considere el honor como un objetivo importante. El magnánimo es el que prodiga beneficios a los demás y no recibe beneficio alguno de los otros porque de recibirlos, entonces se le debería considerar inferior. Tampoco puede vivir a expensas de otro, puesto que esto es costumbre de hombres inferiores, el magnánimo debe ser autosuficiente. 

Por lo tanto, los hombre magnánimos no pueden ser malos, sino absolutamente virtuosos pues el honor es parte de la virtud acaso la virtud misma. Las cosas que le gusten y que le son dignas de desprecio deben ser conocidas por los otros, ya que el hombre magnánimo no tiene vergüenza ni mucho menos miedo de demostrar sus gustos. 

Actitudes

Debe ser un hombre pausado, de voz grave y sosegado. Al contrario de los hombres de poco ánimos o soberbios que serían los extremos de éste.

Capítulo IV: Ambición

La ambición parece ser un extremo común entre la magnanimidad y la magnificencia. Muchas veces también se elogia al hombre ambicioso, pues puede tener tanto riquezas como honores pero para diferenciar eso hay que ver como se procura dicho honores y riquezas. 

Capítulo V: Mansedumbre

La mansedumbre es el término medio de la ira, pero no podemos decir (o más bien no tiene nombre) cuál es su defecto. Aristóteles nos dice de todas formas que el término medio de la ira es difícil de definir, pero como pareciera no haber otra palabra, éste dice que es la mansedumbre. 

La diferencia entre la mansedumbre y la irritabilidad consiste en que el hombre manso se enoja en el momento adecuado, de la manera adecuada y con la persona adecuada. Algo que por lo demás es tremendamente difícil. Los irascibles hacen todo lo contrario de los mansos, es decir, se enojan en el momento equivocado, con la persona equivocada y de la manera equivocada. 

¿Qué hacemos entonces? ¿cómo podemos escoger el momento apropiado? La única forma que menciona Aristóteles es acercarse lo más posible al término medio. ¿Cómo? si nos enojamos en el momento menos adecuado, ojalá pudiera ser con la persona correcta, así nos iremos acercando al término medio, aunque aún así es difícil.

Capítulo VI: Amabilidad

La amabilidad es un tipo de agrado que frente a otras personas, la sensación de dicho comportamiento las hace sentir bien. En cambio, tenemos el extremo de la amabilidad donde se encuentran las personas que suelen contradecir todo y además de siempre alentar las disputas, a estos los llamamos amigos de la contienda

Ahora, amabilidad no quiere decir que se tenga que ser conformista o dar siempre la razón a la gente, al contrario, se debe tanto refutar como felicitar cuando es necesario. Aunque pese ser crítico de un amigo, de un familiar, o de un alumno, es necesario que para ser amable se tenga que pesar las consecuencias. Por ejemplo, si doy la razón a un perezoso de su actividad, entonces no estoy siendo amable, lo mismo va con criticar a alguien excesivamente y sin razón aparente más que la cólera. 

Capítulo VII: Sinceridad

El término medio entre la arrogancia y la disimulación es la sinceridad. El arrogante ostenta y presume bienes que no tiene, y si tiene bienes, los engrandece excesivamente cuando en realidad no son así. El disimulado dice no tener bienes cuando en realidad si los tiene, es decir, esconde lo que tiene. 

Más que la moderación la sinceridad tiene que ver con la verdad. Los extremos de la sinceridad son las mentiras; el arrogante dice cosas que no tiene y el disimulado dice no tener bienes que en realidad sí tiene(2). El hombre sincero debe decir la verdad sólo cuando esta nos es motivo de honor y no cuando se saca ventaja o una conveniencia vergonzosa. 

Capítulo VIII: Agudeza/gracia

La agudeza está vinculada con la gracia hablada en el libro dos de la Ética a Nicómaco. Está en medio de dos extremos llamados tosquedad y bufonería. Pasa que muchas veces los bufones son más apreciados que los graciosos, pues estos causan más risas que los últimos. 

Sin embargo, la bufonería tiene mucho menos tacto que la gracia. Esto se puede ver en las comedias griegas donde todo, a veces incluso lo sagrado, es expuesto a las más vergonzosas burlas a través de la parodia. El bufón hará reír a cualquiera a cualquier precio. 

Capítulo IX: Pudor y vergüenza

Estos dos conceptos, por supuesto, no son virtudes. Se les considera como extremos. 

El pudor es una afección corporal que tiene que ver con el temor a sufrir algún desprestigio o a la muerte. En los niños, el pudor es mucho más frecuente, puesto que los niños son más proclives a cometer errores y por tanto, experimentar esta clase de fenómenos; no debe ser condenable que un niño tuviera pudor, al contrario es objeto de alabanza. 

Lo que no sería digno de alabanza sería que un hombre tuviera pudor porque esto sería señal de acciones vergonzosas, mucho menos digno de alabanza que el pudor se presentara en los ancianos, puesto que estos tienen más experiencia. 

Conclusión

Otra de las clasificaciones ya acostumbradas de Aristóteles. Vemos aquí un claro ataque al maestro de su maestro, pues Sócrates usaba la ironía para refutar a sus contrincantes. Si lo vemos desde una perspectiva estrictamente objetiva, Sócrates sí tenía ciertamente sabiduría pero la ocultaba a través de su ironía; en palabras de Aristóteles, un disimulado. Pareciera ser que el camino más recto es guiarse por el término medio en todos estos conceptos, en efecto, es ahí donde se encuentra la deseada virtud. ¿Qué hacer si ya caemos en un exceso? dirigirnos en la medida de lo posible al término medio. Sin duda, una tarea muy difícil en la vida. 

viernes, 20 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro III: Acciones voluntarias e involuntarias).

Platón ya nos decía en La República que el mal era involuntario y el bien era voluntario. En efecto, eso podemos pensar que el placer nos abruma y nos lleva a cometer actos del que luego nos arrepentimos. ¿Tendrá Aristóteles el mismo parecer de su maestro Platón? Por lo menos, gracias a las lecturas de los libros anteriores, podemos decir que para Aristóteles la virtud corresponde con el término medio entre dos excesos. Además, ya quedó explicitado que la virtud era algo voluntario más que involuntario, por lo que hay alguna similitud con su maestro. Ahora, ¿cómo se justifica esto de parte de Aristóteles? Eso es algo que tendremos que ver en esta sección.




Ética a Nicómaco


LIBRO TERCERO: ACCIONES VOLUNTARIAS E INVOLUNTARIAS

Capítulo I: Actos voluntarios e involuntarios


Las virtudes que se hacen de manera voluntaria son dignas de alabanza, mientras que las involuntarias son dignas de compasión e indulgencia. También puede suceder que haya una mezcla entre acciones voluntarias e involuntarias; por ejemplo, un tirano que obligue a un hombre bajo amenaza a hacer algo que no quiere. 

Acciones mixtas

Si bien estas acciones son mixtas, aquellas están más relacionadas como acciones voluntarias sólo por el concepto de circunstancia. Además, debemos decir que el principio de la voluntad reside en los movimientos del propio individuo. Sin embargo, como de cierta el individuo está obligado a hacer algo que no quiere, decimos que también es involuntario; como resultado, son acciones mixtas. 

Cuando los hombres son obligados a hacer estas acciones mixtas de manera vergonzosa, se dice que aquellos hombres tienen honor, pero cuando dicha obligación no es vergonzosa, entonces el hombre es un mediocre. 

Acciones involuntarias

Si las acciones mixtas son de alguna manera forzosas ¿dónde podemos situar las acciones netamente involuntarias? para diferenciar una de otra debemos establecer lo forzoso en términos de dolor y placer.

Acciones dolorosas: quienes actúan por la fuerza y contra su voluntad. 

Acciones placenteras: quienes actúan por la fuerza, pero con voluntad.

Por lo tanto, las acciones involuntarias pertenecen a las que son acciones dolorosas. 

Las acciones y la ignorancia

La ignorancia puede encontrarse en las acciones voluntarias cuando luego de haberlas hecho, el individuo no siente dolor ni pesar alguno. En el caso de la ignorancia en las acciones involuntarias es, que cuando luego de haberlas hecho, el individuo siente pesar y dolor. 

Hay una diferencia entre obrar con ignorancia y obrar por ignorancia. Obrar con ignorancia significa hacer las cosas de manera inconsciente (embriagado o encolerizado), mientras que obrar por ignorancia es hacer cosas erróneas de manera consciente. Cabe destacar que la obra con ignorancia va acompañada de arrepentimiento y pesar. 


Capítulo II: La elección

La elección difiere de lo voluntario porque ésto último es más abarcativo que el primero. Lo voluntario tiene que ver también con lo que es impulsivo, mientras que la elección es algo que se logra necesariamente con una deliberación (proairesis), reflexión o razón previa. 


El hombre que actúa sensatamente es un hombre que hace elecciones; en cambio, el hombre incontinente no obra por elección, sino por apetito.

Por otro lado, la elección no es algo impulsivo, al contrario, ésta se logra a través de la deliberación y tampoco es un deseo (puesto que a veces los deseos son imposibles, no se puede escoger lo imposible). Recordemos que los deseos son fines, pero la elección se refiere a los medios para llegar a un fin; por ejemplo, podemos desear estar sanos, pero elegimos el medio para estar saludables.

La elección y la opinión

La opinión es mucho más abarcativa que la voluntariedad además de referirse a cosas tanto verdaderas como falsas. Las elecciones solo son buenas o malas, la opinión no es así. También pueden distinguirse estos dos conceptos debido a que la opinión es utilizada en el entendimiento (¿qué cosa es esto?), mientras que la elección es utilizada para evitar o escoger una cosa.


Capítulo III: La deliberación

La deliberación es un tipo de elección pero nadie puede deliberar en los siguientes casos:

  • Cosmos 
  • Matemáticas
  • Solsticios
  • Sequías 
  • Lluvias
  • Azar


En efecto, ¿podemos deliberar sobre el agua? ¿sobre la sequía o los solsticios? evidentemente no. Estas cosas pasan y no se detienen por nuestra deliberación. 

Sobre lo que sí podría deliberar el hombre es sobre lo que está en su poder o es realizable para él.

  • Cuestiones médicas
  • Crematística
  • Navegación 
  • Gimnasia


Es necesario decir que el hombre puede deliberar sobre el arte, pero no sobre las ciencias exactas. Al igual que la elección, a deliberación se lleva a cabo por los medios y no por los fines. 


Capítulo IV: La voluntad

Lo voluntario es un fin y como fin entonces es bueno. Sin embargo, esto podría inducirnos a un error, pues si todo lo voluntario es bueno, si tenemos voluntad en algo malo no podremos decir que es bueno. Luego todo lo voluntario no puede ser siempre bueno. 

No obstante, lo voluntario sí es bueno ¿qué hacemos para definir bien la voluntad? La voluntad sea como sea es un fin y por lo tanto un bien, en lo que puede diferir es en el sujeto, es decir, el hombre. Por ejemplo, para el hombre bueno la voluntad será un bien, mientras que para el hombre malo la voluntad será cualquier cosa. 


Capítulo V: El vicio es voluntario

El fin es el objeto de la voluntad tanto como la deliberación y la elección son los medios para dicho fin. Esto quiere decir que las acciones que elegimos nos llevarán tanto a la virtud como al vicio. El obrar bello y vicioso siempre está en nuestras manos; por lo tanto la virtud y el vicio son voluntarios; como otra conclusión, depende de nosotros nuestro modo de vida, ser buenos o malos.   


La voluntad en el vicio

Al ser dependientes de nuestros actos, hay vicios que dependen y no dependen de nosotros. Los que dependen de nosotros se censuran pues son deliberados, mientras que los que no dependen de nosotros no se censuran. 

Capítulo VI: Exámen de la valentía

Ya sabemos que la virtud es un término medio entre dos extremos. La valentía es una virtud puesto que está entre dos extremos: la cobardía y la temeridad. 

Cuando se teme a algo, ese algo es algún tipo de mal: la infamia, la pobreza, la enfermedad, la falta de amigos o la muerte. El valiente no teme a estas cosas, aunque hay cosas a las que se tiene que tener miedo como la infamia, si no la temieramos seríamos desvergonzados. 

Lo que no teme el valiente sería a la muerte gloriosa. Es decir, morir en una guerra o en una batalla, pero a la muerte sin gloria es digna de temerse. 

Capítulo VII: Cobardía y temeridad

Todo lo que excede las fuerzas humanas es digno de temerse si el hombre está en su sano juicio. El valiente siempre estará caracterizado por el temor a lo que debe temerse como por el valor a las cosas que no deben temerse. 

Por otro lado, tenemos a los que no temen a ninguna cosa en absoluto. Este tipo de hombres, llamados temerarios, sólo tienen la apariencia de valientes, se dejan llevar por el deseo y la precipitación a todo.

Capítulo VIII: Especies de valor

Acorde con Aristóteles, el valor puede dividirse en cinco formas:

Valor cívico
Valor experiencial
Coraje
Valor de la confianza
Valor por ignorancia

Veamos uno por uno de qué tratan estos diversos valores que menciona Aristóteles.

Valor cívico

Este es el más parecido al auténtico valor porque consiste en pasar por peligros a cambio de honor, o de evitar castigos y reproches. De hecho, podríamos decir que este valor es un cierto tipo de virtud porque desea la gloria y evita la vergüenza. 

Valor experiencial

También se pueden denominar valientes los que tienen experiencia en ciertas cosas específicas; por ejemplo, los soldados saben a qué temer y no temer en su área específica (la guerra). Por lo tanto, serían valientes gracias a la experiencia que tienen en su oficio. 

Coraje

El coraje también resulta muy necesario en la valentía porque para enfrentarse a una fiera o a un guerrero se necesita tener coraje y lanzarse a ellos. Ahora, el coraje puede diferir en ciertos puntos porque una cosa es tener coraje a peligros en los cuales será imposible ganar, y otro, tener coraje a peligros que serán posibles ganar. 

Valor de la confianza

Este tipo de valor en realidad es aparente porque consta de no tener temor debido a la confianza en triunfos anteriores. Incluso, se puede mostrar imperturbable antes los peligros imprevistos, pero es sólo una cuestión de carácter.

Valor de la ignorancia 

Este tipo de valor es inferior al anteriormente mencionado porque no tiene ninguna dignidad.

Capítulo IX: Valor, placer y dolor

El valor pareciera relacionarse mucho más con el dolor que con el placer. Pensemos en que un hombre es más valiente cuando enfrenta cosas que le inspiran temor que cuando le inspiran confianza. Aunque cuando se procede con este actuar, la recompensa es siempre buena para quien lo hace. 

En fin, vemos que ser valiente implica una vida dolorosa, pues la gloria no puede alcanzarse sin esfuerzo. Soportar placeres en realidad no tendría ningún mérito.

Capítulo X: La moderación

En el libro anterior establecimos que la moderación es un término medio entre el dolor y el placer. 

En cuanto a los placeres, no todos ellos están vinculados con la moderación, pues la visión como los colores y las formas no tienen un extremo. Tampoco llamamos moderados o licenciosos a los que tienen afán de escuchar melodías.

Capítulo XI: Deseos en la moderación

Los deseos pueden ser tanto generales como particulares. Los deseos generales se relacionan con la naturaleza (de hecho, se les llama deseos naturales); por ejemplo, el apetito. 

El deseo natural tiene que ver con la satisfacción de la necesidad de la naturaleza (el apetito). Este tipo de deseo es fácil de mantenerse de manera moderada, ya que son pocos los que son obesos en exceso o flacos en exceso. Por otro lado, tenemos los deseos particulares donde el exceso es lo central, aunque la cantidad de personas que comete excesos en los deseos particulares representan menos que la anterior.

El moderado no cae en ninguno de estos placeres en exceso y si deseara algo lo haría como es debido. Es decir, no se aflige por obtener las cosas inmediatamente.

Capítulo XII: Incontinente

Entre la incontinencia y la cobardía, la primera es mucho más voluntaria que la segunda. ¿Por qué es voluntaria? porque según Aristóteles, la incontinencia es algo que busca satisfacer un deseo natural, aunque desde otra perspectiva, nadie desea ser intemperante. Por otro lado, la incontinencia estaría relacionada con el placer más que con el dolor.

En fin, para ser moderado se necesita que el apetito y los deseos estén gobernados por la razón.

Conclusión

Sin duda que Aristóteles entra en más detalle sobre lo que es voluntario e involuntario. En el libro noveno de las leyes, Platón nos decía que la ira era un acto involuntario y que por lo tanto no se podría penalizar. En cierto modo los dos filósofos concuerdan puesto que Aristóteles nos dice que los actos involuntarios pueden ser dolorosos. La técnica de clasificación de Aristóteles (ya vista en los tratados de zoología o de naturaleza en general) nos muestran un estudio sistemático de lo que conocemos como actitudes morales. 

martes, 17 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro II: Naturaleza de la virtud ética).

Esta ha sido una de las inquietudes que ha despertado el interés entre los filósofos de la Antigua Grecia: la virtud. Ya Platón nos nombraba ciertas características en el Menón, pero Aristóteles ve la virtud con otra mirada muy diferente. Sin duda que la virtud ha de ser algo excelso y maravilloso, pero ¿cómo llegamos a ella? ¿será que existe independiente de nosotros para luego alcanzarlo? ¿o es algo que está dentro de nosotros y debemos descubrirlo? Si no podemos responder a estas preguntas, por lo menos veamos la definición que nos muestra el gran Aristóteles, y veamos si coinciden con nuestra concepción de dicho término. 

Definiciones:

(1) Ethos: en griego antiguo significa costumbre o conducta.

Referencias:

(1) Con respecto a Platón, esta idea aparece en el séptimo libro de Las leyes.

Ética a Nicómaco


LIBRO SEGUNDO: NATURALEZA DE LA VIRTUD ÉTICA

Capítulo I: La virtud y el hábito


El libro anterior terminó con la descripción de los dos conceptos de virtud: ética (generosidad o moderación) y dianoética (sabiduría e inteligencia). Para alcanzar las virtudes éticas son necesarias la costumbre (ethos(1)) y el hábito, mientras que para alcanzar las virtudes dianoéticas se necesita la inteligencia o el pensamiento

De este modo, tenemos que las virtudes éticas no se desarrollan en nosotros por naturaleza. En efecto, estas sólo pueden ser alcanzadas por medio del hábito. La naturaleza no puede cambiarse por el hábito; por ejemplo, no podemos hacer que una piedra se acostumbre a moverse hacia arriba por más que la lancemos, ya que su naturaleza es dirigirse hacia abajo.  

Toda virtud ética coincide con el hábito o la costumbre de una determinada acción, por ejemplo, ser moderado sólo se podrá lograr practicando la moderación; ser justo sólo practicando la justicia; o ser músico practicando la música. Además, la constancia de práctica determinará quien es bueno o malo en cada actividad, e.g, el mal músico es el que tiene menos práctica que el bueno. 

Capítulo II: La moderación


Queda establecido como una primera premisa que la virtud se lleva a cabo por medio de la acción. Ahora, dicho ejercicio de la virtud debe ser cuidando de las carencias y excesos que están presentes en la naturaleza. Por ejemplo, quien tiene miedo se vuelve cobarde, quien no teme absolutamente nada se vuelve temerario, pero quien se enfrenta a los peligros de manera inteligente es valiente


Exceso
Justo medio
Exceso
Cobardía
Valentía
Temeridad
La cobardía y la temeridad representan por una parte la destrucción y el incremento de la valentía. 

Capítulo III: La virtud y el dolor

Pensemos ahora cómo es posible alcanzar este término medio que se encuentra en algunas acciones. Si nos abstenemos de los placeres y esto mismo nos da placer (la abstinencia), entonces podremos decir que somos personas moderadas. Por otra parte, quien se entristece por dicha abstinencia es una persona intemperante. Lo mismo pasa con las personas que se enfrentan al peligro y se deleitan con eso, a esos llamaremos valientes; por el contrario, quien teme a los peligros será el cobarde. 

La virtud moral está directamente relacionada con los placeres y los dolores, hacemos lo malo a causa del placer y nos abstenemos de ellos por causa del dolor que puedan tener posteriormente. 

En este punto, Aristóteles concuerda con Platón en que a los niños hay que hacerlos gozar del placer cuando sea indicado y hacerlos entristecer cuando sea indicado(1). Es de ésta forma en que las virtudes son placeres en algunos casos y dolores en otros.

La virtud nos ayuda a escoger de manera correcta lo que se debe hacer, lo que no se debe hacercuándo se debe hacer. Para que quede más claro este punto, establezcamos lo que Aristóteles considera como preferencias y desprecios:

Preferencias

  • Bello 
  • Conveniente
  • Agradable

Desprecios

  • Vergüenza 
  • Perjudicial
  • Penoso

El hombre bueno y virtuoso siempre acertará con lo preferible y el hombre malo caerá en lo despreciable. Cabe destacar que por medio del placer y el dolor es donde puede conseguirse dicha virtud. 

Capítulo IV: Naturaleza de las acciones

No solo basta realizar acciones justas o moderadas para alcanzar la virtud. También es necesario que quien realice las acciones sepa en base a qué las está haciendo, es decir, que esté consciente de que hace una acción justa o moderada. 

Se podría objetar que quien practica la gramática y la música se le considerará gramático y músico, pero no es el caso. Para que este tipo de artes sea alcanzada sólo basta el conocimiento de aquellas y no necesariamente, estar consciente de que se ejecutan. 

Por lo tanto, no sólo basta tener conocimiento de lo justo y lo moderado, sino que es necesario practicarlo tal y como lo hacen los hombres justos y moderados, de otra manera, no lo serán. 

Capítulo V: La virtud como disposición

En esta sección veremos en concreto qué es la virtud considerando los tres géneros del alma: pasiones, facultades y hábitos. A una de estas tres debe corresponder la virtud. 

Géneros del alma:

  • Pasiones: todas aquellas que provoquen dolor o júbilo. Por ejemplo, la codicia, la ira, la saña, el temor, el atrevimiento, la envidia, el regocijo, el amor, el odio, el deseo, los celos, la compasión, etc.
  • Facultades: capacidad de las virtudes por las cuales somos afectados por las pasiones. Por ejemplo, la capacidad de enojarse, entristecerse o compadecerse. 
  • Hábito: se entiende como el buen o mal comportamiento de las acciones con respecto a los placeres. Por ejemplo, excederse con los deseos (mal comportamiento) y moderarse con la ira (buen comportamiento).
Las virtudes no pueden establecerse como pasiones, pues estas son cosas involuntarias que nos pasan y que no tenemos control sobre ellas. La virtud por sobre todo es algo voluntario que se hace. No nos llamamos virtuosos por tener compasión o por estar enojados, sino cuando hacemos cual y tal acción. 

Capítulo VI: La virtud como término medio

Es claro que la virtud debe ser un término medio entre dos excesos. Los excesos siempre destruyen la perfección del término medio, en efecto, siempre será mejor ser valiente que cobarde o temerario. De este modo, la virtud es la que siempre tiende a ser un término medio entre dos tipos de vicios. 

Hay tipos de vicios que existen en sí mismos, es decir, en donde el término medio no está presente; por ejemplo, la desvergüenza, la envidia y la malignidad). En estos vicios nunca se acierta porque están sumidos en el error. 

Capítulo VII: Ejemplos de término medio

Expongamos algunos ejemplos para describir el término medio en algunos conceptos y así encontrar la virtud. Es necesario decir que hay vicios (como en el caso anterior) y virtudes que no tienen un término medio. 

 Conceptos
Defecto
Justo medio
Exceso
Acciones
Cobardía
Valentía
Temeridad
Placeres
Insensibilidad
Moderación
Intemperancia
Dinero
Tacañería
Generosidad
Prodigalidad
Honor
Pusilanimidad
Magnanimidad
Vanidad
Deseos
Hombre sin ambición
------------
Ambición
Ira
Incapaz de ira
Apacibilidad
Iracundo
Verdad
Fanfarronería
Veracidad
Disimulo
Diversión
Bufonería
Gracia
Rusticidad
Agrado
Desagradable
Amabilidad
Adulación
Compasión
Envidia
Indignación
Malignidad

Como vemos no hay palabras para algunos términos como para el justo medio de los deseos ni tampoco su defecto. En el concepto de ''compasión'' cabe destacar que la envidia se entiende como la aflicción de las personas por las personas que tienen mucha prosperidad, mientras que el malicioso se alegra sobre las aflicciones de otras personas. 

Capítulo VIII: Término medio y exceso

El término medio y sus excesos son llamadas por Aristóteles como disposiciones. Puede ser que en algunos casos el término medio se parezca al exceso (la valentía se parece a la temeridad más que a la cobardía), pero la relación entre excesos es totalmente contraria. La causa de que el término medio se parezca a su exceso es porque el exceso proviene del término medio. (la temeridad proviene de la valentía).   

Capítulo IX: Alcanzar el término medio

Con sólo ver el término medio podemos decir que la dificultad que implica alcanzarlo es considerable. Los excesos en cambio si son fáciles de conseguir porque errar se hace muchas veces. 

La manera para alcanzar el término medio es acercarse al extremo menos erróneo. Es posible cometer errores, pero la idea es estar en el error menos malo para que así no se juzgue con dureza; en cambio, quien comete un error tremendamente malo no pasará inadvertido. 

Conclusión

Ya tenemos entendida cómo es la naturaleza de la virtud. Esta es la que determina si estamos realizando una buena acción en términos morales, y también cuando se logra algo con satisfacción. Quizás no es difícil entender la virtud en los términos aristotélicos, pero creo que hoy en día éste concepto ha caído en la vorágine de la subjetividad (aunque la religión también propone algunos modelos de virtud). A menos que nos unamos a una organización, secta, institución o corporación, la virtud dependerá de las leyes y los objetivos de cada una; de otra manera, estaremos obligados a construir nuestra propia virtud.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Aristóteles - Ética a Nicómaco (Libro I: Sobre la felicidad).

La felicidad es un concepto tan subjetivo que podría llevarnos a un error debido a las convenciones sociales que existen hoy en día. De ahí que se diga que se debe alcanzar la felicidad de cada uno, pero ¿cómo se logra esta felicidad? ¿acaso haciendo lo que uno quiera? ¿o haciendo todo lo que se considere bueno? Ya hemos visto en algunos libros de Platón el concepto de felicidad y el placer. Es hora de que veamos al gran Aristóteles que hasta ahora sólo nos ha hablado de lógica, física, naturaleza, biología y metafísica. Está demás decir que éste libro no está exento de críticas a las teorías platónica como ya estamos acostumbrados en algunos libros.

Definiciones:

(1) Zoion politikon: Significa ''animal político'' en griego antiguo. Esto quiere decir que el ser humano se relaciona social, colectiva y políticamente con sus semejantes.  
(2) Dianoético: en griego significa ''intelectual''.

Referencias:

(2) Sardanápalo era un rey de Siria conocido por su vida licenciosa.


Ética a Nicómaco


LIBRO PRIMERO: SOBRE LA FELICIDAD

Capítulo I: Toda actividad humana tiene un fin

Toda investigación y acción están orientadas hacia un fin y por lo tanto hacia el bien. Los fines en general se pueden desarrollar a través de las acciones, las actividades o las obras. Cada arte tiene un fin como por ejemplo, el fin del a medicina la salud, de la construcción el navío, de la guerra la victoria y etc.

Capítulo II: La ética y la política

Si todas nuestras acciones tienen un fin, ese fin debe ser el bien supremo no entendido en general, sino más bien para nosotros. Como ese fin tiene una gran importancia en nuestra vida, es necesario conocerlo bien. 

Si lo pensamos de manera general, veremos que dicho conocimiento (o dicha ciencia) es la política, pues ésta es la que rige las ciudades y decide qué debe hacerse y qué se debe evitar. A causa de que la política está en todas las ciencias, el fin de ésta significará el fin de las demás (economía, retórica, educación, etc). 

La política es el bien moral para todos los ciudadanos, en otras palabras, la política es lo que llamamos ética pública. Por otra parte, el bien particular, es decir, de un hombre, constituye la ética privada. Evidentemente, el bienestar de todos los ciudadanos será preferible al bien estar de un sólo hombre. 

Capítulo III: La política requiere de experiencia

La ciencia política debe llevarse a cabo por hombres que tengan experiencia y conocimiento para ejercerla. Es por esto que los jóvenes no deben involucrarse en los temas de la ciencia política, pues no poseen experiencia suficiente, además de conducirse éstos últimos siempre por las pasiones.

Capítulo IV: Investigar la felicidad por inducción

¿Cuál es el fin que debe perseguir la política y todos los hombres? En efecto, la felicidad. La felicidad quiere decir vivir bien y obrar bien. Sin embargo, la naturaleza de la felicidad es difícil de determinar. Por lo pronto, podemos decir que la felicidad de un pobre será ser rico, la felicidad de un enfermo la salud, la felicidad de un ignorante la inteligencia. 

Sería un trabajo tremendo investigar todas las opiniones que surgen del concepto ''felicidad'', por lo tanto, será mejor recurrir al método deductivo que va de lo general a lo particular. 

Capítulo V: Los modos de vida


Principalmente, los modos de vida son tres:


  1. Placer: los que se dejan llevar por los placeres y la licencia.
  2. Político: el que busca el bien para los ciudadanos.
  3. Contemplativa: la vida dedicada a la reflexión.

La mayoría de los hombres, según Aristóteles, escogen el primer modo de vida. La vida que permite la licencia que se asemejaba a la vida de Sardanápalo(2). 

Tenemos otro tipo de hombres cuyo fin son los honores, al cuidado de la ciudad y a la virtud. Son aquellos los que se dedican a la política, pero no obstante esto hay muchas personas que tratan de alcanzar la virtud sin éxito viviendo grandes infortunios. 

Con respecto a la vida contemplativa, ésta se analizará más adelante.

Capítulo VI: Refutación a Platón sobre el bien


Antes de comenzar el argumento, Aristóteles nos dice que aunque se esté refutando las teorías de los amigos, es preferible siempre estar de parte de la verdad. 

El bien puede decirse de muchas formas, de hecho, podríamos clasificarlos con algunas de las categorías del ser. 

Cualidad: la virtud
Cantidad: el justo medio o lo moderado
Relación: lo útil
Tiempo: oportunidad adecuada
Lugar: sitio correcto

De esto se desprende que el bien puede decirse de muchas formas y no sólo de una; por lo tanto, no hay una sola noción universal del bien. Es decir, es múltiple y no uno. 

Categorizaciones del bien

Muchos de los filósofos han tratado de agrupar el concepto del bien en un grupo. Los pitagóricos decían que el bien era una especie de unidad, Espeusipo también era de ésta opinión. Los platónicos solo consideraban que el bien solo abarcaba un aspecto de las cosas. 

Para Aristóteles el bien es definido de dos formas posibles: los que son por sí mismos (la virtud, la honestidad, el valor) y los que resulta por razón de ellos (el ocio como condición de la virtud). Podríamos decir que el mayor bien es que se encuentra en sí mismo, pero ¿qué pasa con el placer, el honor y la prudencia? En efecto, son bienes por una parte y por otra no. 

Si existiera la idea del bien, entonces sería difícil (por no decir inalcanzable) que el hombre pudiera conseguirla porque recordemos que la idea, según Platón, es una separación de las cosas sensibles. Quizás, al tener la idea del bien como un modelo podremos aproximarnos a bienes más próximos, pero si es así, esto reforzaría el concepto de bien como algo inalcanzable. 


Capítulo VII: El bien del hombre es un fin en sí mismo

Tenemos por tanto, fines que son en sí mismos y otros que nos procuramos por estos (por ejemplo, la virtud en la flauta nos dará relajo o tranquilidad). Estos últimos no resultan ser los bienes perfectos porque siempre son en vista de algo más, la idea es alcanzar el bien en sí mismo el cual es perfecto.

La felicidad como bien en sí mismo

Pero ¿cuál sería específicamente el bien perfecto y en sí mismo? Ese debería ser la felicidad, pues ninguna otra cosa se puede lograr utilizándose, sino que las otras virtudes se hacen para alcanzar ese bien. Por ejemplo, podríamos adquirir felicidad por medio de la inteligencia, pero inteligencia por medio de la felicidad. Por lo tanto, la felicidad es un bien perfecto y en sí mismo. 

La autosuficiencia como bien en sí mismo


La autosuficiencia está en las mismas condiciones de la felicidad, pero no debe entenderse de manera aislada y solitaria, sino más bien dentro de una familia porque el hombre es un animal político (Zoion politikon(1)). 

Según Aristóteles, la autosuficiencia es lo que da más felicidad al hombre que cualquier otra cosa, es lo más deseable. 

El bien propio del hombre

Éste bien que es propio del hombre, es la acción dirigida por el alma para alcanzar la virtud. No obstante, no es que el hombre haga una sola acción y se vuelve inmediatamente virtuoso, sino que debe practicarlo siempre y mientras más lo haga, más estará cerca del bien. De ahí la frase que utiliza ''Una golondrina no hace verano''. 

Capítulo VIII: La felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud

Los bienes también pueden extrapolarse al ser en su dualidad porque existen los bienes exteriores (la fortuna), del alma y del cuerpo. De estas tres los bienes del alma son los más importantes, ya que ahí se encuentra la virtud, la prudencia, la sabiduría y todo lo anímico. 

La virtud en sí misma es agradable y por lo tanto, lo más preferible entre los hombres y lo que lo hace ser feliz. Sin embargo, Aristóteles añade que es necesario que se tengan cosas externas para ser feliz; riqueza, familia, descendencia, etc. No podría ser feliz quien siendo virtuoso tenga hijos malos, o que siendo virtuoso haya tenido hijos buenos pero que ahora están muertos.

Capítulo IX: La felicidad y la buena fortuna

La felicidad es el bien más preciado que puede querer el hombre. ¿Cómo se podrá conseguir? ¿Por medio del estudio, la costumbre, los dioses o la fortuna? Conseguirla por la fortuna podría ser un error, ya que establecimos que la felicidad se alcanza por medio de los bienes del alma, es decir, la virtud. Por lo tanto, la felicidad sólo es alcanzable por medio de la virtud, si decimos que es la fortuna, entonces nos estaríamos refiriendo a los bienes externos, pero es con los bienes del alma con los que conseguimos la felicidad. 

Capítulo X: La felicidad y los bienes externos

Solón nos decía que sólo se podía determinar la vida feliz de un hombre cuando éste moría. Seguramente, Solón lo decía porque una vez muerto, el hombre se deshace de todos los dolores y males que nos da la vida. Sin embargo, esto entraría en contradicción con lo dicho previamente porque habíamos establecido que la felicidad tenía que ver más bien con la actividad. 

Puede ser que a la actividad que se esté realizando para alcanzar la felicidad, muchas cosas y vicisitudes puedan obstaculizar (una tristeza, una pérdida, etc.), pero una vez superadas también podríamos llamar a esto una especie de felicidad. La superación de estos hechos hacen al hombre noble y magnánimo. 


Capítulo XI: La felicidad, los muertos y los descendientes

Aristóteles asegura que la tristeza o felicidad de los vivos (sobre todos de sus descendientes) no afecta en nada a los muertos. No obstante, reconoce que quizás la felicidad o infortunio de los amigos pueda afectar a los muertos (sólo en un grado ínfimo), pero éstos últimos no pueden hacer nada para que sus amigos sean más felices o sean menos felices.  

Capítulo XII: La felicidad y el elogio

Hay dos formas de elogiar a un hombre o las facultades que este tiene. Se elogia por una parte porque hay cierta naturaleza que hace ser elogiable algo, y por otro, se elogia a algo por relación a una cosa. 

Así, los dioses son elogiados porque son divinos y magnánimos; por otra parte, también se elogian a los hombres más próximos a lo divido y magnánimo. Por lo tanto, la felicidad es digna de elogio porque todos los seres divinos son felices. 

Capítulo XIII: El alma y la virtud

Si la felicidad se logra a través de la virtud y los bienes del alma, entonces debemos decir que la felicidad tiene que ver más con el alma que con el cuerpo. Es aquí donde reside la virtud humana. 

Veamos ahora lo que concierne a las partes del alma:

  1. Parte vegetativa: Una parte del alma tiene que ver con la nutrición y el crecimiento. Esta parte del alma en específico no está dotada de razón.
  2. Parte sensitiva: Una parte del alma la cual se deja llevar por los deseos y los placeres. Está desprovista de razón, pero puede entrar en ella en el sentido en que el deseo y el apetito, algunas veces escuchan a la razón
  3. Parte intelectiva: Una parte del alma que escucha a la razón para obrar correctamente. Obviamente, esta parte es racional. 

La virtud también se puede dividir en dos especies: tenemos las virtudes éticas (moderación y generosidad) y las virtudes dianoéticas(2) (sabiduría, inteligencia y prudencia). La diferencia entre las dos es que las éticas son ''sensibles'' y afectan al ser humano, mientras que las dianoéticas pertenecen a un plano más intelectual. 

Conclusión

Aquí vemos la preferencia de Aristóteles por una felicidad que debe llevarse a través de la virtud, despreciando el placer y el deseo que nos entrega el alma sensitiva. Su creencia en un dios que lo puede todo queda intacta, además de considerarlo como el bien sí mismo y la felicidad. Podríamos agregar una pregunta ¿un ser eterno puede ser feliz? ¿qué pasaría si fuéramos inmortales lo pudiéramos todo? ¿no nos aburriremos en algún momento? Supongo que eso dependerá de cada uno, en todo caso, Aristóteles prefiere más la virtud que ninguna otra cosa en la vida.