No es que no hayamos hablado de la felicidad, pero no la hemos tratado en cuanto a la sabiduría. San Agustín de Hipona parte así la tercera parte de ''Contra los Académicos'', tratando de refutar el escepticismo de estos al postular que la verdad no se puede encontrar. Lo que el doctor de la gracia intenta hacer en este escrito es defender la verdad a toda costa, pues si no hay verdad no puede existir Dios. ¿Será tan así en todo caso? ¿Será que al igual que la verdad Dios también es inaccesible para nosotros?
CONTRA LOS ACADÉMICOS
LIBRO III: SABIDURÍA Y FELICIDAD
Capítulo I: Exhortación a la verdad
Agustín insiste en que la verdad es algo que se debe alcanzar y que no podemos tener esa actitud de decir que como no se puede encontrar la verdad es mejor concentrarse en lo probable (lo que encuentra reprobable).
Capítulo II: Sabiduría y fortuna
Para seguir desarrollando la teoría de la verdad, Agustín propone poner el perfil del sabio. El sabio no necesita nada, dice Agustín, pero antes de ser sabio, el hombre necesita servirse de la fortuna para luego alcanzar la sabiduría.
Trigecio está de acuerdo con esta máxima de Agustín pues es obvio que una vez siendo sabio no necesitará ningún bien o fortuna superflua.
Alipio se muestra reticente a este teoría del sabio y dice que si la fortuna me aleja de la sabiduría, entonces ¿para qué necesitaré fortuna previamente? Alipio cree que para ser sabios no es necesario buscar la fortuna ni tampoco temer sus reveses.
Capítulo III y IV: El sabio conoce la sabiduría
Alipio le pregunta a Agustín cuál es la diferencia entre el sabio y el filósofo. Éste le contesta que el sabio es quien posee la sabiduría y el filósofo el que está en constante búsqueda. ¿Qué significa esto? que los dos: el sabio y el filósofo poseen la verdad, pues uno no puede empezar a buscar la verdad si no creyera que es justamente la verdad.
Alipio acepta (con ciertas dudas) esta proposición de Agustín y admite que en este aspecto los Académicos están derrotados.
Capítulo V: Inconsistencias del academicismo
La inconsistencia es clarísima. Si estos dicen que el sabio no puede conocer nada porque no tiene acceso a la verdad, entonces sería absurdo llamar a un sabio sabio, pues no conoce ni posee la verdad. Por otro lado, si la verdad no se alcanza, entonces el sabio es aquel que no conoce la verdad lo que es igual de absurdo.
Capítulo VI: Necesidad de un debido socorro para conocer la verdad
La verdad es que los mismos Académicos dicen que si el hombre pudiera conocer la verdad, éste tendría que hacerlo a través de una entidad divina, es decir, los dioses. Agustín está de acuerdo con esto y al decir que los dioses son la verdad, y que tanto el sabio como el filósofo buscan la verdad, entonces los dos comprenden la verdad, en otras palabras: a Dios.
Capítulo VII, VIII y IX: La definición de Zenón
Decíamos en los libros anteriores que Zenón decía que el hombre no puede conocer la verdad porque sólo puede percibir la ''verdad'' porque estas tienen en común algo con lo verdadero.
Agustín llama a esto ''pereza espiritual'' al no aportar nada a la investigación filosófica, entendiéndose como la búsqueda de la verdad. Si es así, la sabiduría o la verdad quedarían reducidas a nada y por lo tanto a cosas inútiles porque ¿qué caso habría buscar la verdad si es incognoscible para nosotros?
Capítulo X: Otras objeciones académicas
Otro académico que fue totalmente extremo fue Carnéades quien dijo que absolutamente nada puede percibirse. Sin embargo, esto sigue llevando al mismo error planteado anteriormente pues ¿se puede dudar de que uno siendo hombre no lo sea? ¿o de que siendo mujer no sea? Negarlo siendo que es verdad sería totalmente ridículo.
Capítulo XI: Certeza y verdades matemáticas
Una de las objeciones clásicas de los Académicos es ¿cómo sabes que tienes la verdad si los sentidos te engañan? Está bien, puede ser que los sentidos nos engañen. Sin embargo, si nada se me aparece, entonces nunca podré errar porque yerra quien toma por cierto lo que es aparente. Si esto fuera así, entonces tampoco podré ver lo que es aparente porque lo que se parece tiene un tanto de verdad.
Alipio pregunta inmediatamente ¿qué hay sobre los sueños? Agustín dice que no hay ningún problema con ellos, pues, estos en nada afectan al mundo como es. Por más que se sueñe, la tierra y la vida seguirá siendo la misma con las mismas reglas que tiene.
Percepciones distintas
Se puede refutar con buena razón que los gustos son diferentes, es decir, gustos diferentes en cuanto a probar un tipo de fruta; por ejemplo, que una manzana parezca más dulce que otra en uno y otro hombre. ¿Quién tiene la verdad si dos hombres prueban la misma manzana y cada uno tiene una opinión distinta? ¿dónde está la verdad?
Agustín recurre aquí al argumento de decir que cada uno tiene certeza de lo que prueba. Si el otro hombre encuentra que la manzana no es tan dulce esa será su certeza y el otro tendrá otra certeza. Por lo tanto, los dos tienen la verdad en cuanto a que tienen certezas de sus gustos.
Capítulo XII: Certeza y sentidos
Agustín continúa la argumentación de que el sabio y el hombre en general puede tener la verdad dentro de sí. Incluso si se trata de los sentidos, pues una vez que despierte desechará lo que no le agrado, y abrazará lo que sí le agrade.
Capítulo XIII: Certeza y dialéctica
Nadie puede llamarse sabio si no ha alcanzado la verdad, o en otras palabras, si no tiene la verdad dentro de sí. Una de las ''técnicas'' o disciplinas que nos ayudan a averiguar la verdad es la dialéctica. Por supuesto, hay un solo sol y no dos, estamos conscientes de que estamos despiertos y no dormidos, dos es dos y no uno, dos más dos son cuatro. Todas estas son certezas que se alcanzan con la dialéctica (y muchas otras solo con el sentido común).
Recordemos que la dialéctica es una especie de diálogo donde dos personas intentan alcanzar la verdad por medio de razonamientos y argumentos.
Capítulo XIV: El sabio y la certeza
Si el sabio ya tiene la verdad ¿de dónde la sacó? San Agustín nos dice que la verdad del sabio está en su interior. Podría decirse que el sabio ignora que tiene la sabiduría dentro de él, pero eso nos haría caer en un mal planteamiento que sería decir que el sabio ignora la sabiduría.
Capítulo XV: Peligro de la probabilidad
Vimos que lso Académicos sólo aprobaban la probabilidad y no la verdad de las cosas. Esto pareciera ser peligroso, pues para los Académicos el escoger el camino de la verdad sería engañarse puesto que no existe. Lo más apropiado, según los Académicos, sería seguir la probabilidad y no la verdad. ¿Dónde está el peligro? justamente en la vida práctica.
Imaginemos que en la vida no sigamos la verdad y sólo sigamos lo que parece verdadero. Si no seguimos el camino verdadero entonces podremos perdernos sin remedio, pues no seguiríamos el camino correcto al ser verdadero.
Capítulo XVI: Consecuencias del academicismo
Agustín ya nos anunció el peligro de aceptar las doctrinas académicas en el ámbito práctico, pero aún más peligroso es en el ámbito moral para los jóvenes.
Los profesores no podrán enseñar de la manera adecuada porque los alumnos se guiarán por lo probable y no por lo verdadero. Esto es por no decir todos los crímenes y vejaciones que podrían ocurrir al guiarse por la probabilidad y no por la verdad de las cosas.
Capítulo XVII: La doctrina platonica
Para Platón las cosas eran muy simples debido a que dividía la realidad en dos: el mundo inteligible y el mundo sensible. En el primero estaban todas las cosas divinas y por lo tanto verdaderas, mientras que en el sensible están las humanas y aparentes.
Agustín está absolutamente de acuerdo con el paradigma platónico, más no con lo que desarrolló después porque recordemos que la Academia promovía las enseñanzas platónicas. Para Agustín, Zenón y Carnéades pervirtieron toda la escuela introduciendo la teoría de la probabilidad contra el mundo inteligible; para ellos no había más que un mundo que era el sensible porque Dios también era cuerpo (solo fuego).
Capítulo XVIII y XIX: División en la Academia
Al presentar los argumentos anteriores es posible deducir que los académicos estaban divididos por las idea de Platón y de Zenón. Agustín no comprende cómo es que se pudo cambiar tanto la doctrina platónica, diciendo que el mundo es sólo sensible y no inteligible. La unión de estos dos mundos, al estilo plotiniano, es la respuesta de San Agustín a esta disputa.
Capítulo XX: Conclusión
Agustín acuerda que el hombre es llevado al razonamiento y al entendimiento por una entidad mucho más allá de éste mundo. Una entidad que es capaz de imprimir el recuerdo de la verdad, y que con esto el hombre sea capaz de buscarla. La única autoridad para hacer esto es Cristo.
Para llegar a esta autoridad divina debemos conducirnos por las ideas platónicas. En otras palabras: Platón conduce a Cristo.
Finalmente, Alipio acepta la gran refutación de San Agustín en contra de los Académicos, y le hace una pequeña alabanza con la cual los demás defensores de los académicos quedan algo impresionados.
Conclusión
La gracia de Dios ha revelado la respuesta y todo será a favor del platonismo, y del innatismo si queremos entenderlo de otra manera. La verdad es que es un gran punto a favor de la subjetividad decir que no se puede investigar la verdad, sin saber previamente qué es. Es primera vez en este blog que vemos una defensa tan sólida al cristianismo en términos de argumentación. Ya lo decía en todo caso el gran Arthur Schopenhauer: ''El platonismo es cristianismo para masas'' y es que las dos perspectivas comparten un nicho común entre sí.