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martes, 31 de enero de 2017

San Agustín de Hipona - Sobre la verdadera religión (389).

El título de este libro trae a la vez una pregunta muy importante ¿cuál es la verdadera religión? Puede parecernos una eterna búsqueda porque implicaría hacer una revisión de todas las religiones existentes. En este libro San Agustín de Hipona ataca a todas las disciplinas que van en contra de la religión, incluso ataca a la filosofía griega y, como podría esperarse, a la religión y filosofía maniquea. No veremos aquí una descripción de todas las religiones como bien podríamos pensar, sino que veremos cómo debería ser una verdadera religión. Veamos cómo puede lograr algo tan difícil el doctor de la gracia.

Referencias:

(1) En ese tiempo habían religiones como la maniquea, donatista, judía, apolinarista, arrianista y otros paganos. No existía aún la religión evangélica y mucho menos los testigos de Jehová (aunque en realidad estos eran los antiguos arrianos). 
(2) Algunas tribus de Escandinavia se convirtieron al cristianismo por este mismo hecho. 


SOBRE LA VERDADERA RELIGIÓN

Capítulo I: Contra la filosofía griega

Los filósofos sólo creían en dioses que representaban una creencia popular colectiva y de hecho, algunos no creían en ellos a pesar de que todo el pueblo sí. 

Uno de los más grandes filósofos de la historia fue el mismísimo Sócrates, quien siempre mantuvo que las cosas creadas por la naturaleza eran mucho más valiosas que las creadas por el hombre. 

Luego Platón diría que el hombre debía acercarse mucho más a las cosas inteligibles que a las sensibles. Ya habíamos visto con San Agustín que todo y absolutamente todo está bajo el ojo de la divina providencia, incluso las cosas materiales porque al tener ellas forma, ellas también participan del bien. Las ideas de Platón contra el mundo sensible hacen que el hombre se harte justamente del mismo mundo. Lo que pasa, es que si el hombre rechaza el mundo sensible, está rechazando al mismo tiempo la creación de Dios. 

Por lo demás, Agustín nos dice que si Platón o Sócrates existieran hoy, lo más probable es que fueran igual de católicos que él, pues muchos de sus seguidores (los académicos por ejemplo) se han convertido al catolicismo sin problemas. 


Capítulo II: La verdadera religión es la católica

San Agustín asegura que la filosofía y la religión son la misma cosa, pues una es la búsqueda de la sabiduría y la sabiduría como dijimos en otras partes es Dios mismo. 

La Iglesia Católica difiere de las otras religiones(1) en cuanto que ésta es la más espiritual de todas. El paganismo siempre tiene confusiones con su doctrina al adorar múltiples dioses, pero ellos no son solamente los que se alejan de Dios, sino que también aquellos que son monoteístas pero adoran a Dios de otra forma; por ejemplo, los judíos. Según San Agustín, los judíos solo buscan el premio de los bienes temporales cuando adoran a Dios, y no los espirituales como sí lo hace la Iglesia. En todo caso, Agustín nos dice que incluso hasta estas religiones que no son católicas, pero sí son monoteístas, consultan a la Iglesia Católica pues ni ellas pueden darse a entender. 

Capítulo III: Las otras religiones

Uno de los primeros que habló sobre las herejías fue San Pablo al decir:

''Conviene que haya muchas herejías, para que los probados ya se manifiesten entre nosotros''
(1-Colosenses 2:19)

Los herejes para la Iglesia Católica son útiles pues esto les ayuda a estar alertas de las argumentaciones que ellos pueden tener en contra de los católicos. 

Los errores que evitan que el ser humano pueda adorar a Dios es justamente cuando el hombre o ama sólo el alma, o sólo el cuerpo, o solo su imaginación, o al conjunto de alguna de las tres cosas. Agustín recomienda ir más allá de todas estas cosas y creer en Dios más que en las cosas que son inferiores a él. 

Capítulo IV: La vida del hombre

Cuando el hombre se une a la vida terrenal y carnal no vive una vida feliz. El amor por las cosas que perecen tarde o temprano lo volcará a la tristeza porque las cosas corporales perecen; de hecho, en esto consiste justamente los dolores del alma, en añorar las cosas que están sometidas al cambio. 

Los hombres no se corrompen exteriormente, son ellos mismos los que voluntariamente eligen el mal. De aquí que San Agustín establezca que el pecado es un mal absolutamente voluntario. De hecho, no podríamos decir que el pecado fuera un mal si no tiene voluntariedad, pues lo que se hace por necesidad (obligación) no podemos decir que es bueno ni malo. Por otro lado, el hombre no está totalmente perdido cuando comete el pecado, pues al mismo tiempo es capaz de arrepentirse y enmendar lo hecho. 

Sólo un hombre fue capaz de retirarse de las cosas carnales y de las pasiones que esta conlleva y este fue Jesús. Todos los hombres adoraban las cosas carnales y terrenales mientras él las despreció todas. Resistió toda clase de castigos y no quiso rebelarse jamás contra sus enemigos, sino que todo lo contrario llevó a cabo su destino. 

Dios y sus creaturas

Es normal que el hombre tenga reproches sobre las distintas desgracias que le ocurren. Muchas de ellas debemos aceptar que nacen de su propia voluntad, o de la voluntad de otro hombre. Es necesario preguntarse ¿por qué Dios creó al hombre? simplemente para que fuese y fuese sobre todo bueno, pues no hay nada en ser nada. ¿De dónde creó Dios el hombre? lo creó de la nada, pues no necesita de nada para crear lo que quiera. 

No obstante, todas las cosas son buenas incluso aunque sean vicios o la misma muerte porque todo tiene que tener existencia para ser, y como lo que existe es lo verdadero y lo verdadero es bueno, entonces todas las cosas que existen son verdaderas y buenas. 


Capítulo V: Los vicios de la vida

Como dijimos en el capítulo anterior que incluso hasta lso vicios pertenecen al bien, tenemos que el mal no está por ninguna parte. Es más, cuando los hombres pecaron no lo hicieron desde el mal, sino que cambiaron los bienes inteligibles por los bienes sensibles. 

Ni siquiera el árbol de la sabiduría sería malo porque lo verdaderamente malo es el mandato transgredido, y lo malo proviene justamente cuando vemos lo superficial y no lo esencial de las cosas. 

El vicio por otros hombres

Eran muchos los que en tiempos de San Agustín trataban de persuadir a los hombres a que se unieran a una religión politeísta. Sin embargo, el hombre debe quedarse con la religión monoteísta, porque de la unidad comienza todo. Además, los hombres que son politeístas siguen creyendo por lo menos en una unidad de dioses que los sirven. 

Por otro lado, la religión católica ya probó que es la única y verdadera a través de los milagros realizados por Jesús. En efecto, ¿en qué religión se pudo revivir a los muertos? ¿en qué religión un hombre pudo revivir al tercer día? de las otras se dice que ninguna pudo hacer tal cosa(3)

¿Por qué ahora no existen los milagros como fue en el tiempo de Jesús? La providencia lo hizo con la intención de que el hombre no siguiera dependiendo de lo que ve o de lo que oye. El hombre, a base de estos milagros realizados, debe creer en Dios y que el milagro puede ocurrirle a él siempre y cuando esté con Dios. 

Capítulo VI: El conocimiento de Dios

El alma es capaz de caer en el vicio y por lo tanto en el mal, aunque también puede reivindicarse. ¿Cómo? la única forma de que sea elevada es que pueda ser instruida con los ojos de la mente. Debe alejarse de la adoración a las cosas sensibles y contemplar sólo la unidad. En efecto, Dios es la unidad misma y si el hombre tiende a esta unidad podrá instruir su alma y vivir una vida feliz. 

La unidad

La unidad es un término inconcebible y a la vez está en nosotros siempre. En efecto, nuestro cuerpo está hecho de partes, pero la unidad permite que estas partes se unan y puedan hacer lo que hacen. 

La pluralidad es lo más básico de captar, pero la unidad nunca podremos verla porque la unidad no tiene cuerpo. El cuerpo sólo puede ser posible por la pluralidad y la unidad, pero la unidad no la podremos ver. 

Problemas con los sentidos

Agustín creía al igual que Aristóteles que habían sentidos ''privilegiados'', ellos son la vista y la audición, pues los otros son más bien complementarios a otros. Sin embargo, no por eso quiere decir que nos ''engañen'', pues de repente vemos cosas que no son como deberían ser. Por ejemplo, cuando un remo se introduce en el agua, su forma cambia completamente y cuando se saca su forma es otra (o más bien la original). Si nosotros nos dejamos engañar por el agua, esto no quiere decir que el ojo nos engañó sino que nuestra mente es la que nos engaña. 

Por eso, San Agustín tampoco cree en los fantasmas, pues estas serían imágenes mentales que corresponden a un mal juicio. Si tenemos a un fallecido y sabemos que su cuerpo está aquí, es una incongruencia que su cuerpo esté nuevamente en este mundo. 

Adorar a Dios

Buscar la razón es buscar a Dios. El medio por el cual debemos alcanzar a la providencia, es guiarse por el mismo creador y no por las obras que él hace. Por supuesto, siempre será más importante el creador de cosas hermosas que las mismas cosas hermosas. 

Cuando ponemos la felicidad en el lugar de las cosas sensibles y perecibles, entonces tendremos que estar conscientes de que sufriremos en cualquier momento por la pérdida de aquellas. Por lo tanto, cuando ponemos la felicidad en estas cosas pues nunca seremos felices. 

Capítulo VI: El amor a Dios

Ya sabemos que San Agustín consideraba que el pecado más grave de todos era la soberbia. No debemos despreciar ninguna cosa de este mundo, por más terrenal que ésta sea porque hasta esa misma cosa tiene la oportunidad de elevarse y ser mucho más de lo que es. 

Recordemos que este desprecio por las cosas materiales viene dada por Platón en su teoría de la alegoría de la caverna; esta idea abraza las cosas inteligibles y desprecia las sensibles de modo que el hombre pueda alcanzar la autosuficiencia. Sin embargo, para San Agustí, despreciar las cosas sensibles sería un acto horrible de soberbia. 

Deseo de invencibilidad 

Todos los hombres quisieran ser invencibles para vivir siempre con sus seres queridos. Para San Agustín, vivir bajo los preceptos divinos es vivir de manera inmortal, pues los preceptos son cosas divinas y todo lo divino es inmortal. ¿Cómo podría ser esto? veamos una de las cosas que dijo Cristo sobre los enemigos. 

''Pero yo os digo; amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen''
(Mateo 5:44)

Lo primero que podría decirse de esto es que no tiene ningún mérito odiar a los enemigos, cualquiera puede hacerlo sin problemas, pero es mucho más difícil (y por lo tanto más meritorio) amar a los enemigos. Además, si yo amo a mis enemigos, seré más que invencible porque nadie podrá hacerme daño si considero que todos son ''amigos''. 

Amor al prójimo 

Nadie es autosuficiente a los ojos de Dios y es por eso que el hombre necesita a su prójimo, no sólo en momentos de dificultad sino que en todo momento. El hombre usa del prójimo para practica su solidaridad y generosidad, así como también practica con los enemigos la paciencia. 

Capítulo VII: El estudio de las Sargadas Escrituras

Lo primero para el estudio de las Sagradas Escrituras es tener la curiosidad necesaria. Lo otro es tener en cuenta que mucho de las Sagradas Escrituras son alegorías que pretenden aleccionarnos en el estudio de Dios. 

Muchos han abortado el estudio de las Sagradas Escrituras considerándola muy difícil de comprender, o de que cada uno entiende por sí sólo cada palabra; sin embargo, la verdad es que esto ocurre por la simple falta de curiosidad de saber la verdad porque es mucho más fácil tener una propia interpretación de las cosas más que conocer realmente la verdad. 

Eso sí, todos los hombres son capaces de acercarse a las Sagradas Escrituras y más aún podrán entenderlas porque el entendimiento procede del bien, y de acuerdo con la idea de que todo es verdadero porque existe, y todo lo que es verdadero es bueno, entonces todos podemos entender las Sagradas Escrituras. 

Capítulo VIII: Exhortación a la verdadera religión

San Agustín nos invita a abrazar una religión donde no se adore a las cosas terrenales, ni mucho menos a las cosas que son artificiales, es decir, aquellas que son creadas por el hombre. Sin embargo, tampoco se debe adorar a los hombres artífices de las cosas hechas, como tampoco a los animales ya que estos son inferiores al hombre más ignorante que exista. 

Finalmente, adoremos al Dios omnipotente que hizo que todas las cosas fueran totalmente buenas y que, aunque exista la maldad en el sentido sensorial todas estas cosas tienen la oportunidad para ser buenas. 

Conclusión

San Agustín arrasa con este tratado a todas las religiones de su tiempo, incluyendo la filosofía griega por la manos de Sócrates y Platón. Todas estas cosas son superadas una vez que se adora y se alcanza el conocimiento divino de Dios. Aquí vemos las enseñanzas clásicas de la biblia que, aparte de que nos lleve a adorar a Dios, también nos llevan a mirar al otro y quererlo a través de la misericordia o piedad. Ciertamente que todas estas enseñanzas de San Agustín son tan difíciles como seguir los preceptos platónicos de la filosofía, pues, ¿cómo podemos desligarnos de todo lo sensible cuando ya estamos tan acostumbrados? La verdad es que debemos tener mucha voluntad para superarlo.