Marsilio Ficino escribió "De Amore" en un momento de renovación cultural e intelectual en Florencia, bajo el mecenazgo de la familia Medici. Ficino, como director de la Academia Platónica de Florencia, tenía la misión de revivir y reinterpretar los textos clásicos, en particular los de Platón, adaptándolos a la cosmovisión cristiana y renacentista de su época. "De Amore" se enfoca en explorar el concepto del amor platónico, no solo como una experiencia emocional o física, sino como un impulso espiritual hacia el bien y lo divino. "De Amore" está compuesto por siete discursos, cada uno de los cuales corresponde a las intervenciones de los personajes del "Banquete" de Platón. Ficino utiliza estos discursos para comentar y expandir las ideas platónicas, adaptándolas a su propia interpretación cristiana y neoplatónica.
DE AMORE
Discurso Primero
Capítulo I
El discurso comienza mencionando a Platón como el "padre de los filósofos" y describe cómo murió el 7 de noviembre, el día de su cumpleaños, a la edad de 81 años. Este evento está envuelto en un simbolismo profundo, ya que coincide la celebración de su nacimiento con la de su muerte, lo cual podría interpretarse como una representación del ciclo de vida y muerte, un concepto filosófico significativo en el pensamiento platónico.
La tradición de celebrar un banquete en honor a Platón cada 7 de noviembre fue mantenida por los platónicos antiguos, desde los tiempos del propio Platón hasta Plotino y Porfirio, importantes figuras del neoplatonismo. Sin embargo, esta tradición se perdió durante más de mil doscientos años después de Porfirio, lo que indica un largo período de inactividad en la práctica de estos rituales filosóficos.
En la Florencia del Renacimiento, Lorenzo de Médici decidió revivir esta tradición platónica como parte de su esfuerzo por reavivar la filosofía clásica y su espíritu humanista. Lorenzo era conocido por su mecenazgo cultural y su apoyo a las artes y las letras.
Lorenzo de Médici asignó a Francesco Bandino como anfitrión del banquete platónico. Bandino organizó el evento en la villa de Careggi, una propiedad de los Médici, y convocó a nueve "invitados platónicos". Esta lista de invitados incluye figuras destacadas del círculo intelectual florentino de la época:
- Antonio Agli: Obispo de Fiésole, representando la intersección entre la Iglesia y el neoplatonismo. Representará a Pausanias
- Marsilio Ficino: Médico y filósofo, quien fue un prominente traductor de Platón y un defensor del neoplatonismo. Representará a Erixímaco
- Cristóforo Landino: Poeta, que integraba las ideas platónicas en la literatura. Representará a Aristófanes
- Bernardo Nuzzi: Retórico, mostrando la importancia de la elocuencia y la retórica en la filosofía renacentista.
- Tommaso Benci: Un académico cuya presencia subraya la diversidad intelectual del evento. Representará a Sócrates
- Giovanni Cavalcanti: Un amigo del autor, designado como "héroe" por su virtud y nobleza, un título que refleja su carácter y su importancia en el evento. Representará a Fedro
- Cristóforo y Carolo Marsuppini: Hijos de Carolo el poeta, lo que señala la herencia cultural y la importancia de la familia en la tradición intelectual. Cristóforo representará a Alcibíades y Carolo a Agatón
Capítulo II: Regla para alabar el amor. Cuál es su dignidad y su grandeza
Giovanni Cavalcanti agradece haber sido elegido para representar a Fedro en la exposición de "El Banquete". Explica que Fedro fue muy apreciado por figuras como Lisias, Sócrates y Platón, quienes le dedicaron discursos y escritos. A pesar de no considerarse al nivel de Fedro, Giovanni acepta el honor de exponer su discurso y los de otros invitados.
Explica que, según la filosofía platónica, cada cosa se compone de tres partes:
- lo que la precede,
- lo que la acompaña y
- lo que la sigue.
El amor es considerado un "gran dios" debido a su excelencia presente, ya que tanto hombres como dioses están sometidos a su poder, según lo muestran los antiguos poetas como Orfeo y Hesíodo. Fedro lo elogia por su antigüedad, describiéndolo como el más antiguo de los dioses, destacando así su nobleza. Finalmente, Fedro también destaca la utilidad futura del amor basada en sus efectos, pero primero se centrará en su origen antiguo y noble, para luego discutir su utilidad futura.
Capítulo III: el origen del amor
Orfeo, en las Argonáuticas, canta sobre el origen del cosmos, colocando el caos como precedente del mundo y situando el amor en el seno de ese caos, antes de la aparición de los dioses como Saturno y Júpiter. Este concepto es compartido por varios pensadores antiguos, como Hesíodo, Parménides y Acusilao, quienes también ubican el amor en el caos primordial.
Platón, en sus diálogos Timeo y Banquete, refleja ideas similares sobre el caos y el amor. Para los platónicos, el caos representa un estado de desorden antes de la formación del cosmos. Ellos distinguen tres niveles de existencia: el primero es Dios, que es el origen de todo y es considerado el bien absoluto y simple; el segundo es la mente angélica, que es la primera creación de Dios; y el tercero es el alma del cuerpo universal, seguida del mundo físico que percibimos.
Las "ideas" son las formas perfectas y arquetípicas de todas las cosas, concebidas en la mente divina. Estas ideas corresponden a las formas de los cuerpos celestes y elementos de la naturaleza. Ejemplos incluyen el cielo (dios cielo), el primer planeta (Saturno), y elementos como fuego (Vulcano), aire (Juno), agua (Neptuno), y tierra (Plutón). Cada uno de estos elementos tiene una idea divina asociada que representa su forma y esencia.
El proceso es el siguiente:
- Primera Inclinación del Deseo: El deseo divino comienza a mover el caos hacia la formación.
- Infusión del Rayo: La energía divina ilumina el deseo, provocando el crecimiento y la formación.
- Incendio del Deseo: Este proceso intensifica el deseo divino, conduciendo a una mayor formación y ordenación.
- Acercamiento y Crecimiento del Amor: El amor divino crece y dirige la transformación del caos en un mundo ordenado y hermoso.
El amor sigue inmediatamente al caos y precede al mundo y a los dioses. El amor, al ser el primer impulso de la mente, es fundamental para la formación del cosmos. Orfeo lo describe como el más antiguo y el mejor consejero porque perfecciona la mente y guía su desarrollo, similar a cómo el ojo se ilumina y forma al recibir la luz del sol. La mente y el alma del mundo, inicialmente caóticas e informales, se orientan hacia Dios y la mente, y, a través del amor, reciben forma y perfección. Así, el amor transforma el caos en un mundo ordenado y hermoso, destacando que en todos los casos el amor acompaña, ilumina, y da forma al caos.
Capítulo IV: Sobre la utilidad del amor
Terminando aquellas cosas sobre el origen del amor, resta hablar de su utilidad. En este punto, Cavalcanti sigue nos dice que el amor es un deseo de belleza que guía a las personas hacia lo honesto y les aleja de lo deshonesto, en contraste con otros deseos más básicos percibidos a través del olfato, gusto y tacto. La belleza, según Cavalcanti, se manifiesta en la armonía de virtudes, cuerpos y sonidos, siendo apreciada solo por la mente, los ojos y los oídos. De ahí que existan tres tipos:
- Belleza del espíritu: Relacionada con la armonía de virtudes internas, percibida por la mente.
- Belleza del cuerpo: Relacionada con la armonía de líneas y colores, percibida por los ojos.
- Belleza de los sonidos: Relacionada con la consonancia de voces, percibida por los oídos.
Así, el amor se presenta como un impulso noble que busca la belleza en su forma más pura y tiene un efecto transformador y moralizante en la conducta humana.
El amor siempre lo moderado y apropiado, mientras rechaza los placeres corporales excesivos que perturban la mente. Se distingue el amor, entendido como un impulso noble y honesto, de los deseos carnales que conducen a la lascivia y la fealdad. Se argumenta que el amor, siendo divino, fomenta el pudor y la búsqueda de lo honorable, y que la reciprocidad en el amor motiva a los amantes a evitar lo deshonesto y a esforzarse en acciones valientes y dignas, como se ejemplifica en las historias de Alcestes, Orfeo, y Patroclo.
Ahora bien, esto es ejemplificado por Fedro quien ilustra el poder del amor con tres ejemplos: el amor de una mujer por un hombre (Alcestes y Admeto), el amor de un hombre por una mujer (Orfeo y Eurídice), y el amor de un hombre por otro hombre (Patroclo y Aquiles). Estos relatos muestran cómo el amor puede fortalecer a las personas.
El amor es un dios noble, útil y admirable, cuyo fin es la búsqueda de la belleza a través de la mente, la vista y el oído. Sugiere que, al buscar la belleza en las voces y cuerpos, también se debe valorar el decoro del espíritu. Así, el amor verdadero se centra en la belleza espiritual, aunque también puede incluir la belleza corporal cuando ambas se manifiestan juntas. Se subraya que este enfoque refleja la filosofía platónica, que valora lo celestial y divino por encima de lo terrenal y efímero.
Resumen:
Amor y Filosofía Platónica: El amor se entiende en términos de su origen, presente y utilidad futura, siguiendo una estructura tripartita platónica.
Origen del Amor: El amor surge en el caos primordial antes de la formación del cosmos, actuando como un principio ordenador fundamental.
Naturaleza del Amor: El amor es un deseo de belleza que guía hacia lo honesto y rechaza lo deshonesto, distinguiéndose de los deseos físicos.
Tipos de Belleza: El amor se orienta hacia la belleza del espíritu, del cuerpo y de los sonidos.
Poder Moralizador del Amor: El amor tiene un efecto moralizador y promueve la virtud y el decoro, reflejando la filosofía platónica que prioriza lo espiritual sobre lo material.
Vamos ahora con el discurso de Pausanias.
Discurso Segundo
Capítulo I: Dios es bondad, belleza, justicia, principio, medio y fin
Dios es la bondad, la belleza y la justicia, actuando como principio, medio y fin de todas las cosas. Inspirándose en la filosofía pitagórica y platónica, Antonio Agli sostiene que el número tres es fundamental en la naturaleza y en el gobierno divino del universo. Dios crea todas las cosas (principio), las atrae hacia sí (medio) y las perfecciona según sus méritos (fin). De esta manera, la belleza ocupa un lugar central, sirviendo como fuerza de atracción entre la bondad y la justicia, y reflejando el orden divino en el cosmos.
CAPITULO II: Cómo la belleza de Dios engendra el amor
La belleza divina provoca el amor, entendido como el deseo de la belleza misma. Este amor sigue un ciclo en el que empieza en Dios, pasa al mundo, y retorna a Dios, y se manifiesta en tres formas: belleza (cuando atrae hacia sí), amor (cuando rapta al mundo), y placer (cuando retorna a Dios y une su belleza). Esta idea es respaldada por Jeroteo y Dionisio Areopagita, quienes describen el amor como un círculo eterno de bien a bien: ''El amor es un círculo bueno que gira eternamente de bien a bien''. Dionisio compara a Dios con el sol, que, al igual que ilumina y calienta los cuerpos, concede a los espíritus la luz de la verdad y el ardor del amor divino. De acuerdo con la analogía de Platón en la "República", Dios, como el sol, da forma y existencia a todas las cosas, vivifica y completa, siendo descrito como bueno en su capacidad de creación, bello en su función de vivificación y atracción, y verdadero en su influencia.
CAPITULO III: La belleza es el esplendor de la bondad divina y Dios es el centro de cuatro círculos
Los antiguos teólogos colocan la bondad en el centro y la belleza en los círculos que rodean a Dios. Dios es el único centro, estable e indivisible, mientras que la mente, el alma, la naturaleza y la materia son los cuatro círculos móviles que giran en torno a Él. El centro es Dios, de quien emanan todas las cosas, y hacia quien todas las cosas tienden a regresar. La mente es un círculo estable, el alma es móvil por sí misma, la naturaleza es móvil por otro y en otro, y la materia es móvil por otro y en otro. La bondad, que representa a Dios, es el principio de todas las cosas, mientras que la belleza, el rayo divino, se refleja en los cuatro círculos: ideas en la mente, razones en el alma, semillas en la naturaleza y formas en la materia. Así, la bondad y la belleza se distribuyen en el cosmos a través de estos círculos.
CAPITULO IV: Cómo habla Platón de las cosas divinas
En una carta al rey Dionisio, Platón aseguraba que la causa de todo lo bello era Dios:
''En torno al rey de todas las cosas está todo. Gracias a él existen. El mismo es la causa de todo lo bello. Las segundas en torno a lo segundo. Las terceras en torno a lo tercero. El espíritu del hombre desea saber cuáles son aquellas cosas, mirando a las que le son familiares, y entre las que ninguna le satisface. Pero en torno al propio rey ya aquéllas que he dicho, nada es así, pues el espíritu habla de aquello que hay después de esto''.
Acto seguido, se explicará cada parte de esta cita:
''En torno al rey significa no dentro, sino fuera del rey''. Esto se refiere a Dios, quien es la causa de todo lo bello y hacia quien todas las cosas se orientan como su fin.
''De todo lo bello'' se refiere a la belleza en los círculos mencionados, que se reconduce a Dios a través de las semillas, razones e ideas, las cuales son producidas por Dios en ese orden.
Cuando Platón dice "todo" se refiere a las ideas, que incluyen todo lo demás. Establece tres órdenes divinos: ideas, razones y semillas. Las ideas están en torno a Dios, las razones en torno a la mente, y las semillas en torno al alma, siguiendo un orden descendente de lo divino hacia lo material.
''El espíritu humano desea entender estas cosas'', pero debe comenzar con lo familiar, es decir, las formas corporales, que son sombras de las cosas divinas. Sin embargo, estas formas no satisfacen, ya que no muestran la verdadera naturaleza divina.
''Mirando aquellas cosas que le son familiares''. Ya que el conocimiento humano comienza en los sentidos, y por aquellas cosas que vemos superiores en los cuerpos solemos a menudo juzgar sobre las divinas. A través de la fuerza de las cosas corporales descubrimos la potencia de Dios; a través del orden, su sabiduría; a través de la utilidad, su bondad. En cuanto a las formas del cuerpo las llama "familiares del alma, como nacidas muy cerca de ella". Pues, en efecto, las formas de los cuerpos se colocan en el grado siguiente al del alma.
''Entre las cuales nada le satisface''. Tales formas ni son suficientes, ni nos muestran suficientemente las cosas divinas. Pues las verdaderas cosas son las ideas, las razones y las semillas. Pero las formas de los cuerpos parecen ser más bien sombras de las cosas que cosas reales. Pues así como la sombra del cuerpo no da una figura fiel y distinta del cuerpo, igualmente los cuerpos no nos muestran la naturaleza propia de las cosas divinas.
''En torno al rey y a estas cosas'', las cosas mortales y falsas no pueden compararse con las inmortales y verdaderas. El espíritu, al juzgar lo divino por lo mortal, comete errores y no capta la verdadera esencia de lo divino.
''El espíritu habla de aquello que está después de esto'', o sea, el espíritu, juzgando las cosas divinas a través de las mortales, habla falsamente de las divinas, y no designa las divinas, sino las mortales.
Capítulo V: La belleza divina resplandece a través de todas las cosas, y es amada en todas
La bondad se identifica con la existencia de Dios, quien está por encima de todo. La belleza es como un rayo que emana de Dios y penetra en todo: primero en la mente angélica, luego en el alma, en la naturaleza y finalmente en la materia. Así como un rayo de sol ilumina los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra), el rayo divino ilumina la mente, el alma, la naturaleza y la materia. Contemplar la belleza en cualquiera de estos niveles es, en última instancia, contemplar y amar a Dios.
Capítulo VII: Existen dos nacimientos del amor, asociados con dos Venus: una celestial, nacida sin madre, y otra vulgar, nacida de Júpiter y Dion
La primera representa la inteligencia pura, mientras que la segunda está relacionada con el alma del mundo y la generación de cuerpos. Los dos amores que acompañan a estas Venus reflejan el deseo de contemplar la belleza divina y el deseo de generarla en el mundo material. Cuando se percibe la belleza del cuerpo, la mente (la primera Venus) la venera como una imagen de la belleza divina, mientras que la segunda Venus, que representa la capacidad de engendrar, desea reproducir esa belleza. Si se prioriza la generación sobre la contemplación, o se busca la belleza de manera desordenada, se malinterpreta y abusa del amor, lo que Pausanias desaprueba.
Capitulo VIII: Del amor simple y del amor recíproco
Se discute amor, con referencias a Platón y Orfeo, señalando que el amor es una muerte voluntaria, siendo amargo porque quien ama muere en sí mismo al entregarse al amado, y dulce porque esta muerte es voluntaria. Orfeo describe el amor como "glukupikron," que se traduce como agridulce. Esto refleja la idea de que el amor es una experiencia que, aunque puede ser dolorosa y amarga, también tiene una dimensión dulce y deseada.
Orfeo canta sobre la suerte amarga de los amantes, enfatizando la dificultad y el sufrimiento que a menudo acompaña al amor. Este contraste entre lo dulce y lo amargo subraya la naturaleza dual del amor: es una "muerte voluntaria," amarga en su dolor, pero dulce en la elección consciente de entregarse al ser amado. Agli explora cómo, en el amor no correspondido, el amante está completamente muerto porque no vive ni en sí mismo ni en el amado. Sin embargo, en el amor recíproco, ambos amantes se entregan y viven uno en el otro, experimentando una muerte seguida de una doble resurrección. Se argumenta que el amado debe corresponder al amor del amante, ya que la semejanza y el cuidado de lo propio generan reciprocidad en el amor. Se mencionan además explicaciones astrológicas y filosóficas que sustentan la idea de que el amor recíproco es natural y necesario.
Capítulo IX: Qué buscan los amantes
Capítulo V: por cuantas vías el alma retorna a Dios
Aristófanes explica que esta soberbia fue la causa de la división del espíritu, que inicialmente poseía dos luces pero terminó utilizando solo una y olvidando la otra. Sumergido en el cuerpo, el alma olvida su esencia divina y se deja llevar por los sentidos y placeres. Sin embargo, cuando el cuerpo madura y se purifican los sentidos mediante la educación, el alma empieza a arrepentirse y busca el orden natural, lo que la conduce nuevamente hacia Dios.
El proceso de retorno a Dios se basa en la reactivación del deseo de alcanzar la luz divina perdida. Este deseo es verdadero amor, un anhelo de recuperar la mitad perdida del espíritu, es decir, la luz divina que en algún momento fue ignorada. Platón menciona que el espíritu del hombre anhela entender las cosas divinas a través de lo conocido, y este anhelo es avivado por la luz divina que Dios infundió en el alma, diseñada para guiar al hombre hacia la felicidad, que consiste en la posesión de Dios.
La felicidad se alcanza a través de cuatro virtudes: prudencia, fortaleza, justicia y templanza. La prudencia revela la felicidad, mientras que las otras tres virtudes son los caminos que conducen a ella. Cada virtud está relacionada con diferentes inclinaciones del alma, y Dios distribuye su luz de manera que algunas personas sean guiadas principalmente por la fortaleza, otras por la justicia, y otras por la templanza. Estas virtudes son comparadas con el Sol, la Luna y la Tierra, simbolizando lo masculino, lo mixto y lo femenino.
El alma, al usar su luz natural, tiende a despreciar la luz divina. Sin embargo, llega un momento en la vida en que, motivada por la luz natural, busca recuperar la luz divina perdida. Diferentes almas siguen diferentes caminos según la virtud que predomina en ellas: fortaleza, justicia o templanza. Aquellos que logran reconocer la insuficiencia de la luz natural y la necesidad de una luz superior divina, purifican sus espíritus para que la luz divina brille nuevamente en ellos. Con esta luz, podrán juzgar rectamente sobre Dios y regresar a su estado original de integridad.
El capítulo concluye advirtiendo que aquellos que confían únicamente en su ingenio natural y niegan o malinterpretan la divinidad, no solo fallan en recuperar la luz divina, sino que también corrompen su luz natural. Sus espíritus, entonces, se dividen aún más y se oscurecen con opiniones falsas y costumbres corruptas. En contraste, quienes reconocen las limitaciones de la luz natural y buscan la divina, lograrán restaurar su integridad y regresar a Dios.
Capítulo VI: El amor lleva las almas al cielo, distribuye los grados de felicidad y da gozo eterno
Se aborda el papel del amor en la ascensión del alma al cielo, su distribución en diferentes grados de felicidad, y el gozo eterno que se deriva de ello. El autor insta a los lectores, considerados como invitados excelsos, a volverse favorables al dios del amor, a quien Aristófanes describe como el más benigno de todos los dioses para la humanidad. Se les exhorta a invocar a este dios con oraciones piadosas y a abrazarlo con todo su corazón.
El amor divino es descrito como la fuerza que primero guía a los espíritus a la "mesa celeste", llena de ambrosía y néctar, y luego acomoda a cada uno en su lugar adecuado, reteniéndolos suavemente por la eternidad. El retorno al cielo solo es posible para aquellos que han complacido al rey de los cielos, y esto se logra a través del amor supremo a Dios, más que por el simple conocimiento de él. Aunque es imposible conocer completamente a Dios en esta vida, es posible y fácil amarlo en cualquier medida que se le conozca. Aquellos que conocen a Dios y lo aman son amados por él, no por su conocimiento, sino por su amor. Esto enfatiza que no es el conocimiento de Dios lo que nos restaura, sino el amor.
El capítulo también explica que el orden en la mesa celeste sigue los grados de amor que los espíritus han mostrado hacia Dios. Aquellos que han amado a Dios de manera más excelente disfrutan de manjares más excelentes. Los que cultivaron la fortaleza divina disfrutan de la fortaleza, los que practicaron la justicia gozan de la justicia, y los que se enfocaron en la templanza disfrutan de la templanza. Así, cada espíritu disfruta de las diversas ideas y razones de la Mente divina según el grado de amor con el que fue arrebatado.
A pesar de las diferencias en los grados de felicidad, todos los espíritus disfrutan de Dios en su totalidad. Aquellos que ven a Dios en una idea más elevada lo poseen de manera más excelente, pero no hay envidia en el coro divino, ya que cada uno está contento con poseer lo que ama. El autor compara esto con la relación entre amantes: si ambos se sienten dueños de su amor, no les preocupa si el otro posee un amor más bello.
El amor, entonces, no solo lleva a las almas al cielo, sino que también las coloca en sus lugares correspondientes sin causar envidia y les permite disfrutar eternamente de los mismos manjares sin saciarse. Este apetito perpetuo es visto como una forma de amor, que mantiene vivo el deleite de estar en la presencia de Dios como si fuera un nuevo espectáculo en cada momento. El amor eterno, que mueve al espíritu hacia Dios, hace que este goce sea siempre nuevo y satisfactorio.
En resumen, se elogian tres beneficios del amor: nos restituye la integridad perdida y nos lleva al cielo, distribuye a cada uno en su lugar adecuado donde todos están contentos, y mantiene encendido el deleite del espíritu, asegurando una felicidad continua y cariñosa.
DISCURSO QUINTO
Capítulo I: El amor es felicísimo, porque es bello y bueno
Carolo Marsuppini, siguiendo las ideas del poeta Landino, examina el discurso de Agatón sobre el amor, quien considera al amor como el dios más feliz por ser el más bello y bueno. El capítulo detalla cómo Agatón describe al amor y los beneficios que concede a la humanidad.
Bondad y Belleza
Carolo empieza por investigar por qué Agatón describe al amor como el más bello y bueno para demostrar su felicidad. Platón, en el Filebo, define la felicidad como la condición de no carecer de nada, lo que implica perfección completa. Esta perfección se divide en dos categorías:
- Bondad (Perfección Interior): Se refiere a la calidad interna de un objeto o ser.
- Belleza (Perfección Exterior): Se refiere a las cualidades visibles y agradables que resultan de esa perfección interior.
En todas las cosas, la perfección interna (bondad) produce una perfección externa (belleza). Por ejemplo, en las piedras preciosas, la mezcla interna de elementos produce su brillo exterior. En los árboles y plantas, la fertilidad interna se manifiesta en hojas y flores. En los animales, el equilibrio interno de los humores se refleja en su apariencia. Del mismo modo, la virtud interna del espíritu se expresa en la decencia de las palabras, gestos y acciones. La sustancia sublime del cielo produce una luz clara. Por lo tanto, la belleza es vista como una flor de la bondad, alimentada por el bien interior que ella representa.
El Amor y la Belleza
Carolo continúa explicando cómo la belleza influye en el amor. Los sentidos y la razón son los medios a través de los cuales percibimos y apreciamos la belleza. La razón comprende las razones inmateriales, mientras que los sentidos captan las cualidades físicas del mundo. Las potencias del alma relacionadas con el cuerpo (tacto, gusto, olfato) perciben y responden a las cualidades físicas y materiales, mientras que las potencias del alma relacionadas con el espíritu (razón, vista, oído) perciben y responden a las cualidades inmateriales y espirituales.
- Tacto, Gusto, Olfato: Están más relacionadas con el cuerpo y las sensaciones físicas. Son importantes para la nutrición y el cuidado del cuerpo.
- Razón, Vista, Oído: Están más relacionadas con el espíritu y la percepción de la verdad y la belleza inmaterial. Estas cualidades son más deseadas por el espíritu debido a su valor intrínseco.
La belleza, entonces, se asocia principalmente con la virtud del espíritu, las figuras y las voces, porque provocan una respuesta más profunda en el alma. La belleza, como gracia que atrae al alma hacia sí, se convierte en una forma de amor y admiración.
Gracia y Belleza
Orfeo, en su obra, describe tres tipos de gracia que corresponden a la belleza:
- Esplendor: La claridad de la verdad y la virtud.
- Verdor: La suavidad de la figura y el color, relacionado con la juventud.
- Alegría: El placer eterno y sincero que se experimenta con la música.
Estas tres gracias reflejan cómo la belleza y la gracia en las virtudes del espíritu, la figura y la voz, son fundamentales para el amor y la admiración del alma.
Aquí se presentan varias razones y argumentos para sostener que la belleza es una cualidad incorpórea, espiritual y no material.
Belleza Incorpórea
El argumento central es que la belleza no puede ser corpórea porque:
Belleza en el Cuerpo: Los cuerpos pueden ser descritos como bellos en ciertos momentos y contextos, pero esta belleza no reside en la materia misma del cuerpo. La misma figura corporal puede ser considerada hermosa en un momento y no en otro debido a cambios accidentales. Por lo tanto, la belleza no puede ser idéntica a la materia corporal.
Imágenes Incorporales: La percepción de la belleza no se basa en la materia exterior, sino en la imagen que el espíritu forma a partir de la vista. Esta imagen es incorpórea porque el espíritu recibe la amplitud de una imagen en un punto, no de manera material.
Belleza y Cantidad: La belleza no está relacionada directamente con la cantidad o el tamaño. Un cuerpo puede ser grande o pequeño y, sin embargo, ser considerado bello o no. La belleza no es dependiente de la cantidad física.
Belleza en los Cuerpos y Voces: Aunque algunas personas consideran que la belleza radica en una disposición armónica de las partes del cuerpo o en la suavidad de los colores, esta opinión es rechazada. Los cuerpos simples, los colores puros, la luz, y otras cualidades no materiales pueden ser bellos, lo cual indica que la belleza no se reduce a la proporción o a la apariencia física.
Belleza y Gracia: La gracia o belleza en un cuerpo no se mantiene constante con el tiempo, y la figura puede permanecer igual mientras que la belleza cambia. Esto sugiere que la belleza no es la simple disposición de partes, sino algo más profundo y espiritual.
Belleza y el Amor
Carolo concluye que la belleza, al ser algo incorpóreo, no se encuentra en las cualidades materiales o físicas. Aquellos que buscan belleza y amor deben dirigir su búsqueda hacia lo incorpóreo y espiritual, no hacia lo material. La belleza verdadera no se encuentra en la materia, la cantidad o la figura, sino en una esencia espiritual y transcendente.
Termina con una pregunta retórica, desafiando a los amantes a encontrar la verdadera fuente de la belleza, insinuando que la verdadera belleza reside en lo espiritual y no en lo material.
¿a dónde os dirigiréis entonces? ¿Quién enciende tan vivas llamas en vuestros corazones? ¿Quién apagará tan gran incendio? He aquí la dificultad, he aquí el esfuerzo.
Yo os lo diré ahora, pero prestad atención.
Capítulo IV: La belleza es el esplendor del rostro de Dios
La potencia divina, que está por encima de todo, emite un rayo creador que da forma a ángeles, espíritus y al mundo material. En los ángeles, este rayo refleja con mayor claridad las esferas celestiales y las formas del universo, mientras que en el alma y en la materia se refleja de manera menos nítida. Así, el rostro de Dios se refleja en tres niveles: en los ángeles (claramente), en las almas (con algo menos de claridad) y en el mundo material (oscurecido).
La belleza es la gracia de este reflejo divino, y el amor es el impulso de los seres hacia él. Aunque el espíritu humano, atrapado en el cuerpo, tiende a desviarse de esta visión, puede eventualmente reconocer la luz divina en su interior. Esta belleza es incorpórea y se manifiesta a través de la luz del sol, que revela las formas y colores del mundo de manera espiritual.
Capítulo V: Cómo nacen el amor y el odio, o que la belleza es incorpórea
La belleza universal, que se refleja tanto en los ángeles como en las almas, es incorpórea. El amor surge cuando la forma externa de algo concuerda con la noción interna de esa forma en el espíritu. Si existe armonía entre la imagen exterior y la idea interior, se produce amor; si no, surge el rechazo.
La perfección de la figura humana en el mundo material depende de su cercanía a la idea divina. Así, el cuerpo es bello cuando refleja la perfección espiritual, pero la belleza no reside en el cuerpo mismo, sino en su semejanza con la razón y la idea que lo forman.
Capítulo VI: Cuántas cosas se requieren para que una cosa sea bella y que la belleza es un don espiritual
La belleza corporal es el resultado de tres aspectos: orden, medida y apariencia. El orden refiere a la disposición correcta de las partes del cuerpo; la medida a la proporción adecuada entre ellas; y la apariencia a la armonía de líneas y colores. Estos tres elementos, aunque presentes en el cuerpo, no son parte del cuerpo en sí, sino preparaciones para que la belleza se manifieste. La verdadera belleza, sin embargo, es espiritual y radica en el equilibrio de los cuatro elementos en el cuerpo, que refleja la perfección celestial. Así, la belleza es un resplandor divino que se manifiesta primero en el espíritu y luego en las formas y sonidos, capturando el alma humana a través de la razón y los sentidos.
Capítulo VII: Retrato del amor
El poeta Agatón describe al amor como joven, flexible, ágil, bien proporcionado y brillante. Estas cualidades físicas simbolizan también el poder del amor: es joven porque atrae a los jóvenes, suave porque amansa incluso a los feroces, ágil porque penetra sin ser notado, y brillante por la belleza que inspira. En el plano espiritual, estas características reflejan la capacidad del amor para mover a las personas hacia lo bello y ordenado, y su influencia en el comportamiento humano.
Capítulo VIII: De la virtud del amor
Agatón atribuye al amor cuatro virtudes: justicia, moderación, fortaleza y sabiduría. El amor es justo porque fomenta la benevolencia recíproca; moderado, porque refrena los deseos inmoderados; fuerte, porque impulsa a los amantes a enfrentarse a cualquier peligro por el ser amado; y sabio, porque es el creador y conservador de todas las cosas. El amor es, por tanto, el más feliz, ya que es el más bello y el mejor, y otorga a los amantes la virtud que él mismo posee.
Capítulo IX: De los dones del amor
El amor se ha definido previamente y se destacan dos tipos: simple y recíproco. El amor simple convierte a quienes lo experimentan en personas prudentes, elocuentes, magnánimas y alegres. El amor recíproco, por su parte, genera seguridad, concordia y felicidad, eliminando el conflicto. Este tipo de amor no solo trae paz a los humanos, sino también a los animales, los cielos y los elementos. Se argumenta que el amor, con su armonía, suaviza las mentes de dioses y humanos.
Capítulo X: El amor es más antiguo y más joven que los otros dioses
Se plantea la paradoja sobre si el amor es más antiguo o más joven que los dioses, como lo indicaron Fedro y Agatón. Se explica que el amor que impulsa la creación es más antiguo que las mentes que nacen de él, pero el amor que las criaturas sienten por su creador es más joven. El amor es considerado el principio y el fin, el primero y el último de los dioses.
Capítulo XI: El amor reina sobre la necesidad
Se argumenta que el amor divino reina sobre la necesidad, ya que crea libremente, sin coacción. Sin embargo, la mente que sigue al amor actúa por necesidad. Este ciclo de amor y necesidad se repite: la mente ama a su creador, pero la luz divina que recibe es limitada por la naturaleza de la mente, que tiende a oscurecerla. Aun así, el amor prevalece y la mente busca siempre más luz, guiada por el amor.
Capítulo XII: Cómo, bajo el reino de la Necesidad, Saturno castra a Cielo y Júpiter ata a Saturno
Se explica que, bajo el reino de la necesidad, las mentes creadas por Dios no pueden recibir su perfección plena, lo que lleva a una "castración" simbólica. Esta limitación es una consecuencia de la necesidad, ya que las criaturas no pueden igualar la bondad de su creador. Se dice que Saturno "castra" a Cielo y Júpiter "ata" a Saturno debido a la diferencia entre los poderes divinos y las criaturas.
Capítulo XIII: Qué artes conceden los dioses a los hombres y qué dioses las conceden
Agatón afirma que, gracias al amor, los dioses conceden las artes a la humanidad: Júpiter enseña a gobernar, Apolo enseña el arte de la medicina y la adivinación, Vulcano el trabajo en metales, y Minerva el tejido. Cada dios está asociado a un signo zodiacal que influye tanto en el cuerpo como en el alma de los humanos, dotándolos de habilidades específicas. La música, como armonía celestial, es vista como un don de las Musas, producto del amor divino.
Discurso sexto
Capítulo I: Introducción a la discusión sobre el amor
Como habíamos establecido, en este discurso tomará la palabra Tommaso Benchi quien representa a Sócrates. Tommaso Benci reflexionó sobre las palabras de Sócrates, quien fue considerado el más sabio por Apolo. Sócrates no aprendió el arte del amor de filósofos o músicos, sino de la profetisa Diótima. Ella enseñó que el amor está en un punto intermedio entre lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, lo feliz y lo desdichado. Así, Sócrates y Diótima negaron que el amor fuera bello o dios, y lo colocaron en un lugar intermedio, sugiriendo que el verdadero amor proviene de la inspiración divina y no de experiencias terrenales.
Capítulo III: Sobre las almas de las esferas y sobre los demonios
Capítulo IV: De los siete dones que Dios concede a los hombres a través de los espíritus intermedios
Capítulo V: Del orden de los demonios venusianos y cómo lanzan las flechas del amor
El demonio venusiano se clasifica en tres tipos: el primero es la Venus celeste, que representa la inteligencia angélica; el segundo, la Venus vulgar, que se refiere a la capacidad generativa del alma del mundo; y el tercero, los demonios asociados al planeta Venus, distribuidos en tres órdenes según los elementos: fuego, aire puro y aire denso. Los demonios del fuego lanzan flechas hacia quienes predominan la bilis; los del aire puro hacia quienes predominan la sangre; y los del aire denso hacia quienes predominan la pituita. Cada grupo se siente atraído por aquellos nacidos bajo las mismas estrellas.
Un espíritu que desciende a un cuerpo bajo el dominio de Júpiter toma una figura acorde con la estrella de Júpiter. Si la semilla es adecuada, el cuerpo reflejará con precisión esa imagen. Si no lo es, habrá menos semejanza. Aquellos nacidos bajo el mismo astro se sienten atraídos por la semejanza natural, no por la belleza. La imagen del amado, reformada por el alma, es vista como más hermosa de lo que realmente es, llevando a los amantes a idealizar al amado. El alma y el espíritu reciben las imágenes de los cuerpos externos y las interpretan, haciendo que el amor se base en una imagen idealizada más que en la realidad.
Capítulo VII: Del nacimiento del amor
Diótima describe el origen del amor como el resultado de la unión entre Poro (abundancia) y Penia (miseria) el día del nacimiento de Venus. Esta unión representa el amor nacido de la mezcla de pobreza y riqueza. El amor es una mezcla de deseo por lo que nos falta y de apreciación por lo que tenemos. Así, el amor es una búsqueda de la plenitud que no poseemos completamente, y la imagen idealizada del amado se basa en una imagen interior reformada. Esta capacidad de generar y conocer, inherente a la naturaleza del alma, refleja la influencia divina y la aspiración hacia la belleza.
Capítulo VIII En todas las almas hay dos amores, pero en las nuestras, cinco
En todas las almas hay dos amores: el uno se eleva hacia lo divino y el otro desciende hacia lo terrenal. Estos amores están presentes en el alma del mundo, en los astros, en los demonios y en los hombres. Diótima los denomina demonios, siendo el amor más alto un gran demonio que estimula el deseo universal de amar. En los humanos, hay cinco amores: dos demonios extremos (Calodemón, el bueno, y Cacodemón, el malo) y tres amores intermedios que fluctúan entre estos extremos. Los tres amores intermedios son: el divino (contemplativo), el humano (activo) y el bestial (voluptuoso). El amor del contemplativo asciende hacia lo divino, el del activo se enfoca en la acción y el del voluptuoso se centra en el placer físico. Cada tipo de amor tiene características distintas y ocupa un lugar específico entre los extremos.
Capítulo IX Qué pasiones se encuentran en los amantes por causa de la madre del amor
El amor, nacido de Venus, presenta dos aspectos: la pobreza y la abundancia. El amor, por ser hijo de la pobreza, es seco, flaco y humilde, mientras que por ser hijo de la abundancia, es viril, audaz y siempre en busca de lo bello. El amor es una pasión que oscila entre la sabiduría y la ignorancia, y los amantes experimentan una serie de pasiones y cambios físicos debido a su intensidad. El amor puede llevar a la melancolía y al desgaste físico debido a la dedicación exclusiva al amado. Los coléricos y melancólicos son más propensos al amor debido a sus humores y, por lo tanto, buscan en el amor un alivio para su malestar interno. El amor se representa como descalzo, humilde, sin casa ni cama, simbolizando la falta de estabilidad y confort en la vida del amante. La necesidad constante del amante, derivada de su naturaleza, lo mantiene siempre sediento y deseoso.
Capítulo X: Qué dones tienen los amantes a causa del padre del amor
El amor, originado en la pobreza y la abundancia, se manifiesta en formas contrastantes en los amantes. Mientras la pobreza lleva a la timidez y descuido, la abundancia hace al amante astuto, sagaz, y audaz. Este amor, que en otros contextos hace al amante descuidado, en el ámbito amoroso le otorga astucia y valentía. El amor, nacido de la vista, influye en la mente del amante, generando a veces el deseo de abrazar o la apreciación de la belleza celeste. Los que son educados y agudos tienden a ser guiados por la belleza, mientras que los menos instruidos a menudo se dejan llevar por deseos mundanos. Los amantes que aprecian la belleza se distinguen por su dignidad, seguridad y sabiduría, mientras que aquellos enfocados en lo físico suelen ser considerados como desequilibrados y humildes.
El amor se presenta como un mago y sofista en su capacidad para atraer y engañar. Esta capacidad mágica se basa en la afinidad natural entre las cosas. La magia, como el amor, utiliza esta afinidad para atraer y conectar elementos, un proceso reflejado en la forma en que el amor influye en los sentimientos y comportamientos humanos. La magia y el amor comparten la capacidad de fascinar y transformar. El amor es descrito como inmortal en su capacidad para persistir en la memoria y mortal en su naturaleza cambiante y diversa. Diótima coloca al amor en medio de la sabiduría y la ignorancia, mostrando cómo el amor busca la perfección y la belleza.
Capítulo XI: Cuál es la utilidad del amor a partir de su definición
El amor, al igual que el deseo de generar, busca la perpetuidad de los bienes. Este impulso es innato en todos y se manifiesta en la generación, que busca mantener lo que es bello y duradero. El amor humano busca perpetuar la belleza a través de la procreación y la creación intelectual. La generación es vista como una obra divina que asegura la continuidad de las cosas bellas y buenas. El amor en el cuerpo impulsa la reproducción, mientras que en el alma, promueve la creación y preservación del conocimiento. La belleza, tanto en el cuerpo como en el espíritu, es el objetivo de estos esfuerzos amorosos. Los hombres buscan lo bello tanto en la nutrición del cuerpo como en el cultivo del alma, y valoran especialmente a los individuos que reflejan esta belleza en su apariencia y carácter.
Capítulo XII: De los dos amores, y que el alma nace dotada de verdad
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