martes, 9 de mayo de 2023

San Agustín de Hipona - Sobre el espíritu y la letra

Dedicado a su amigo Marcelino, la presente obra nos ofrece una visión de la interpretación y la literalidad de la biblia. En efecto, cuando hablamos de espíritu, hablamos de interpretación. ¿Qué es más importante? Para San Agustín de Hipona está claro que el elemento más importante es el primero, pues de la letra podríamos no entender el verdadero significado de la palabra. 


Sobre el Espíritu y la Letra


Capítulo I: Posibilidad de que alguna cosa se realice aunque nunca se haya realizado

Agustín nos habla de las obras dedicadas a Marcelino relativas al bautismo y la perfecta justicia en el hombre. Con respecto a esta misma, Agustín dice que esta nunca se ha podido alcanzar ni nunca se podrá a menos que sea por el Mediador que está libre de pecado. Por lo tanto, el hombre solo puede vivir sin pecado por medio de la Gracia divina, si no le falta la cooperación de su voluntad. Sin embargo, nos dice San Agustín, nadie está ni estará en tal perfección. 

Marcelino se pregunta cómo es posible que una cosa suceda sin que se de algún ejemplo de su existencia. Pues bien, nunca se ha verificado que un camello pase por el ojo de una aguja, y el mismo Jesucristo dijo que esto le era posible a Dios. También, en el Mateo 26:53 Cristo dice que si acaso se duda que Dios podría darle doce legiones de ángeles para no caer en la pasión. Por otro lado, el exterminio de los gentiles en la tierra que fue dada a los hijos de Israel. Estos son algunos ejemplos de cosas que pueden pasar pero que no han pasado.


Capítulo II: Afirmar que el hombre puede existir sin pecado en esta vida no es error tan pernicioso y grave como el negar la necesidad de la Gracia

Agustín dice que se le podría objetar que vivir con justicia es un acto que puede realizarse en esta vida y que no es correcto decir que nunca se realizará. Pero la realización de esta obra no es propio del hombre sino que de un don divino. 

''Porque Dios es el que obra en vosotros así el querer como el obrar, según su beneplácito''

(Filipenses 2:13)


En consecuencia, no puede existir un hombre que tenga tal perfección, ni tampoco existirá a menos que tenga ayuda divina. Ahora bien, no es tan grave asegurar que si podría, pudo o puede existir un hombre de tales características, como decir que no hay gracia para que el hombre llegue a este punto. Es decir, que el hombre no necesite de Gracia sino que solamente de su propia voluntad. Los hombres que sostienen esto, no arguyen ni defienden esta postura porque les es imposible demostrarlo. 


Capítulo III: La Gracia es un don del Espíritu Santo por el cual se infunde en el alma la complacencia y el amor del bien

La voluntad humana es ayudada por la Gracia divina. Por lo tanto, el hombre tiene las siguientes características infusas:

  • Libre albedrío
  • Preceptos del cómo vivir
  • Complacencia y amor del Espíritu Santo

Si la voluntad humana no fuera ayudada por la Gracia y la verdad le fuera ocultada, entonces el libre albedrío no tendría sentido, el hombre solo podría pecar. Luego esta la deleitación del bien porque no serviría de nada que el bien fuera algo malo o molesto al ser humano, todo lo contrario, no se viviría justamente si el bien no se amara o no se deseara. Para esto, la caridad divina es derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo y no por nosotros. 

Capítulo IV: La doctrina de la ley sin espíritu que vivifica, es letra que mata

La doctrina que es sin espíritu, mata. 

''La letra mata, mas el espíritu vivifica''
(2 Colosenses 3:6)

Por supuesto, esta oración no se puede tomar literalmente porque sería absurda. Se debe penetrar en su interpretación para comprenderla. El hambre interior se debe alimentar con la inteligencia espiritual. De hecho, si se leyera el Cantar de los Cantares por medio de la carne, entonces no podría sacarse el verdadero fruto de lo que quiere transmitir.

Por cierto, no es tan simple interpretar lo que dice el Apóstol en la cita anterior. Antes se deben analizar otros versículos:

  1. Romanos 7:7:  No conocería la concupiscencia si la ley no dijese: 'No codiciarás'
  2. Romanos 7:11: Tomando ocasión del precepto, el pecado me sedujo, y por medio de aquel me dio la muerte

Así se debe comprender el concepto de ''la letra mata''.

Ahora bien, debemos entender que lo que se dice como ''No codiciarás'' no es una metáfora sino un precepto clarísimo y salubérrimo, el cual a su vez encierra todas las consecuencias que contrae ser codicioso. 

Capítulo V: Verdadero concepto de la cuestión

Cuando se leen las palabras del apóstol: ''La letra mata y el espíritu vivifica'', no se debe entender de forma metafórica, aunque si es así se entendería también del mismo modo, dice Agustín. El sentido de esta frase es decir que la ley prohíbe terminantemente el mal, es decir, la letra, la literalidad. 

Ahora bien, esto quiere decir que la letra sin el espíritu, mata, pero con el espíritu vivifica. Esto porque hace que el pecado sea conocido más que evitado, aumentado más que disminuido.

Capítulo VI: Aumento del delito por causa de la ley

Los méritos de la gracia por medio de Jesucristo se da a todos los hombres, así que los judíos no se podrían jactar de ser los únicos. La muerte entró por Adán y la justicia y la vida eterna entró por Jesucristo y esto se corrobora:

''Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro''
(Romanos 5:20)

Ahora bien, puede entenderse mal este pasaje. Podría entenderse que para tener la Gracia es necesario ser pecador, lo que llevaría a pecar sin problemas para conseguir la Gracia. Pero el mismo Apóstol dice después:

''¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?''
(Romanos 6:1-7)

En consecuencia, pensar de este modo significaría, en realidad, ser ingratos con la Gracia. 

Es necesario, entonces, que el pecado entre por medio de la ley para que abunde. Luego de esto, el hombre se dará cuenta de la posición en que estaba y tendrá que pedir el auxilio divino, y no por el merito del pecador, sino que siempre del dador del auxilio. 

Capítulo VII: Cuál es la fuente de donde emanan las buenas obras

Existe una arrogancia del hombre en cuanto a las obras. Recordemos que para san Agustín de Hipona, el peor pecado de todos es la soberbia porque no atribuye las creaciones a Dios. 

Un ejemplo de humildad en las Sagradas Escrituras es cuando Saulo cambia su nombre a Pablo, para parecer, como dice Agustín, ''más pequeño'' frente a los demás. Y, verdaderamente, de acuerdo con el obispo de Hipona, a Pablo se le reveló la Gracia, pues en sus viajes les dijo a todos:

''Con vosotros sea la gracia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, Señor nuestro''
(Gálatas 1:3-10)

Con esto ya sabemos que las buenas obras tienen como fuente a Dios Padre y a Jesucristo. 

Capítulo VIII: La observancia de la ley. La gloria de los judíos. El temor de la pena, la circuncisión del corazón. En qué reconocen los pelagianos a Dios como autor de la justificación


En este capítulo, Agustín cita un pasaje bíblico relacionado con los judíos:


''Que si tú te apellidas judío, y descansas satisfecho en la ley, y te ufanas en Dios, y conoces su voluntad, y sabes aquilatar lo mejor, siendo adoctrinado por la ley, y presumes de ti ser guía de ciegos, luz de los que andan en tinieblas, educador de necios, maestro de niños, como quien posees la expresión de la ciencia y de la verdad plasmadas en la ley; tú, pues, que a otro enseñas, ¿a ti mismo no te enseñas? Tú, que predicas no hurtar, ¿hurtas? Tú, que prohíbes adulterar, ¿adulteras? Tú, que abominas de los ídolos, ¿saqueas los templos? ¡Tú, que te ufanas en la ley, por la transgresión de la ley afrentes a Dios! Porque el nombre de Dios por causa de vosotros es blasfemado entre las gentes, según está escrito.

Porque la circuncisión, cierto, aprovecha, como observes la ley; mas si fueres transgresor de la ley, tu circuncisión se ha trocado en incircuncisión. Si, pues, la incircuncisión guardare los justos dictámenes de la ley, ¿por ventura no será su incircuncisión computada como circuncisión? Y juzgará la que por naturaleza es incircuncisión, si cumpliere la ley, a ti, que con letra y circuncisión eres transgresor de la ley. Que no el que se parece de fuera es judío, ni la que se parece de fuera en la carne es circuncisión, sino más bien el judío que es tal en lo escondido, y la circuncisión del corazón, en espíritu, no en letra; cuya es la alabanza, no de los hombres, sino de Dios''

(Romanos 2:17-29)


Si el judío se hubiera gloriado por la Gracia de Dios que no proviene del mérito ni de las obras, sino que proviene gratuitamente, es gloria sería de Dios. 

En efecto, los judíos se ufanan y se creen merecedores de la ley por lo dicho en el Salmo:


''No obró Dios así con los demás pueblos, ni les manifestó sus justicias''

(Salmos 147:20)

Los judíos creían que practicaban la ley de Dios, pero en realidad son sus transgresores. Si bien cumplían lo que la ley ordenaba, esto no lo hacían por amor a al justicia ni auxiliados por el Espíritu Santo, sino que lo hacían por temor al castigo. Es decir, lo hacían para evitar el perjuicio de sus propios intereses, de su integridad. En consecuencia, los judíos, de acuerdo al santo de Hipona, no tenían una voluntad pura al respetar los preceptos de la ley. 

Lo que los judíos obedecen y acatan, en consecuencia, es la letra de la ley y no el espíritu. Sin embargo, ellos dicen:


''Pero también nosotros glorificamos a Dios como autor de nuestra justificación, reconociendo que El nos dio la ley, con cuyo conocimiento aprendemos cómo debemos vivir''


Pero Agustín les recuerda que esta supuesta justicia que se practica al obedecer la letra de la ley, y que Dios ve en las consciencias de los hombres para ver su voluntad pura. 

Capítulo IX: La justicia de Dios manifestada por la ley y los profetas

Teniendo en cuenta que nadie se justifica por la ley como dice el Gálatas 2:16, porque la ley solo manifiesta lo que se debe y no se debe hacer, lo vital en el hombre para que alcance la justicia es que realice las cosas por medio de la pura voluntad y no porque una ley lo prescribe. 

Es por esto que se debe diferenciar entre la justicia de Dios y la justicia del hombre. 

''Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios''

(Romanos 10:3)


Pero esto no quiere decir la justicia del hombre o la justicia de la pura voluntad, sino que es aquella justicia de la cual reviste al hombre cuando justifica al impío. Aquella por la cual la ley y los profetas dan testimonio. Por la ley porque preceptuando, amenazando y no justificando a nadie, declara a sí misma que el hombre solo puede ser justificado por la Gracia. La justicia de Dios se da sin la ley. En efecto, por medio de la ley el hombre reconoce su flaqueza y luego recurre a Dios para recibir la misericordia y en consecuencia, la Gracia. 

Para san Agustín, la voluntad debe manifestarse enferma mediante la ley para que con la Gracia se sane.


Capítulo X: En qué sentido la ley no ha sido establecida para el justo

En efecto, la ley no ha sido diseñada para el justo. 

''Pues la ley no fue diseñada para la gente que hace lo correcto. Es para los transgresores y rebeldes, para los desobedientes a Dios y los pecadores, para quienes no consideran nada sagrado y que profanan lo que es santo, para quienes matan a su padre o a su madre, o cometen otros homicidios''

(1 Timoteo 1:9)


El justo usa la ley y la cumple, pero no ha sido hecha para él la ley sino que para el injusto. Es por esto que el injusto debe cumplir la ley y una vez que la cumpla recibirá la Gracia. El injusto es justificado por la Gracia sin que proceda mérito u obra alguna, pues la Gracia es gratuita; de otra forma, no sería Gracia. 

''¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley''

(Romanos 3:27)


En consecuencia, tiene sentido que la ley haya sido establecida para el injusto y no para el justo. 

Capítulo XI: La piedad es la verdadera sabiduría. Cuál es la justicia que Dios obra en el hombre

La Piedad es la verdadera sabiduría. La Piedad es aquello que los griegos llamaban ''Eusebia''. 

''Mira, la piedad es la sabiduría''
(Job 28:28)

Si la Eusebia se la interpreta con la etimología latina, entonces esta se entenderá como ''el culto de Dios'', esto es, que el alma no le sea desagradecida. ¿Cómo es que el alma es desagradecida? cuando se atribuye las acciones que en realidad provienen de Dios, todas provienen de Dios. Así mismo lo establece el Apóstol:

''Porque no me avergüenzo del Evangelio, pues es una fuerza de Dios ordenada a la salud para todo el que oree, así para el judío primeramente como para el griego. Porque la justicia de Dios en El se revela de fe en fe; según está escrito: "Mas el justo vive por la fe"
(Romanos 1:16)

De esta forma se entiende la justicia que fue velada en el Antiguo Testamento ahora es revelada en el Nuevo Testamento. 


Capítulo XII: Conocimiento de Dios por medio de las criaturas. La ley sin la Gracia

Ha quedado claro que el hombre no se justifica por las obras sino que por la fe, y que cuando lo hace, en palabras de San Agustín, cae en un lecho de piedras duras. 

''Se revela, en efecto, la cólera de Dios desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que oprimen la verdad con la injusticia. Pues lo que se conoce de Dios se halla claro en ellos, ya que Dios se lo manifestó. Porque los atributos invisibles de Dios resultan visibles por la creación del mundo al ser percibidos por la inteligencia en sus hechuras, tanto su eterna potencia como su divinidad, de suerte que son inexcusables. Por cuanto habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le hicieron gracias, antes se desvanecieron en sus pensamientos y se entenebreció su insensato corazón. Alardeando de sabios, se embrutecieron; y trocaron la gloria del Dios inmortal por un simulacro de imagen de hombre corruptible, y de volátiles, y de cuadrúpedos, y de reptiles''
(Salmos 3:9)


En efecto, los hombres realizando las obras y ufanándose de ellas, no daban las gracias a Dios y en consecuencia, no le glorificaron. Esto es peor aún pues sabiendo la verdad, que es Dios quien realiza las obras, no lo reconocen y dejan esa verdad retenida. Por lo tanto, hay una impiedad en la conducta de aquel hombre, por eso se dice: Por cuanto habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le hicieron gracias, antes se desvanecieron en sus pensamientos y se entenebreció su insensato corazón.

Esta es la impiedad que en cierto sentido, constituye un engaño hacia sí mismo. Es también insensato no agradecer a Dios sabiendo que las obras son hechas por él, así, estos hombres se embrutecieron en sus pensamientos. 

Finalmente, la impiedad también tiene un efecto de prevaricación; es decir, se comete un delito (o una falta) sin tener conocimiento de ella o a sabiendas. 

Capítulo XIII: La ley de las obras y la ley de la fe


Se dice que la ley de las obras pertenece al judaísmo y la ley de la fe pertenece al cristianismo, sin embargo, esto pudiera ser un error en cierto sentido. El Apóstol llama ley aquella por la cual nadie es justificado, y esta misma nace para que abunde el delito. No obstante, esta ley se defiende para el caso de que algún aprovechado intente ir contra ella. 

''¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? ¡De ningún modo! Sin embargo, el pecado no lo conocí sino por la ley; pues no conociera la concupiscencia si la ley no preceptuara: "No codiciarás". Mas tomando ocasión el pecado por medio del mandamiento, obró en mí toda concupiscencia. Y así la ley es santa y el mandamiento es santo, y justo, y bueno. Mas el pecado, para mostrarse pecado, por medio de una cosa buena me acarreó la muerte''

(Romanos 7:7)

La letra que mata es la que dice ''No codiciarás'', pero agregando algo antes que pertenece a un pasaje anterior al mencionado:

''Ahora, empero, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado abonada por el testimonio de la Ley y de los Profetas; pero una justicia de Dios, mediante la fe de Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay distinción. Porque todos pecaron, y se hallan privados de la gloria de Dios, justificados como son gratuitamente por su gracia mediante la redención que se da en Cristo Jesús, al cual exhibió Dios como monumento expiatorio, mediante la fe, en su sangre, para demostración de su justicia, a causa de la tolerancia con los pecados precedentes en el tiempo de la paciencia de Dios; para la demostración de su justicia en el tiempo presente, con el fin de mostrar ser El justo y quien justifica al que radica en la fe en Jesús. ¿Dónde, pues, está tu orgullo? Quedó eliminado. ¿Por cuál ley? ¿La de las obras? No, sino por la ley de la fe''

(Romanos 3:20)


Ahora bien, lo que indica la ley de las obras lo hace por medio de la amenaza, pero la ley de la fe lo hace por medio de la creencia. Por la ley de las obras Dios dice
  • Ley de las obras: haz lo que mando
  • Ley de la fe: da lo que mandas

Es hijo de la fe quien sabe de quien esperar aquello que no tiene, mientras que no es hijo de la fe el que se se atribuye a sí mismo lo que tiene. 

Capítulo XIV: También el decálogo mata sin ayuda de la Gracia

Cuando hablamos de decálogo, hablamos en realidad de los 10 mandamientos del Antiguo Testamento. Aquellos que siguen el Antiguo Testamento, no son rechazados por el apóstol, antes, son considerados y entendidos. Para hacer esto evidente, Agustín comienza a estudiar el decálogo:

En primer lugar, debemos decir que en el decálogo fue entregado a Moisés por el mismo Dios. Ahora bien, esta ley no nos habla sobre la circuncisión ni tampoco nos habla sobre el sacrificio de animales. Obviamente, todos estos preceptos son seguidos por el cristiano. Las costumbres como la matanza de animales o la circuncisión no son consideradas dentro de las costumbres cristianas, pero sí lo que pide exactamente el decálogo. Estos sacramentos de los judíos: la circuncisión y la quema de animales ya están abolidos. Ahora, ¿qué quiere decir el 2 de Corintios 3:6?

''La letra mata, más el espíritu vivifica''

De acuerdo con Agustín, cuando el apóstol dice ''la letra mata'' se refiere al decálogo. 

''Porque vosotros sois carta de Cristo, escrita por ministerio nuestro, y escrita no con tinta, sino con el espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas que son corazones de carne. Y esta tal confianza la tenernos por Cristo para con Dios. No que por nosotros mismos seamos capaces de discurrir algo como de nosotros mismos, sino que nuestra capacidad nos viene de Dios, quien asimismo nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza, no de letra, sino de espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. Que si el ministerio de la muerte, grabado con letras en piedras, resultó glorioso, hasta el punto de no poder los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, si bien evanescente, ¿cómo no con más razón será glorioso el ministerio del espíritu? Porque si para el ministerio de la condenación hubo gloria, mucho más rebosa de gloria el ministerio de la justicia''
(2 Corintios 3:9)

Por lo demás, ni la circuncisión ni la quema de animales están dentro del catálogo y por lo tanto, no hay transgresión si se omiten estas acciones:

''La ley produce, la ira, mas donde no hay ley tampoco transgresión''
(Romanos 4:15)

''Porque anteriormente a la ley había pecado en el mundo; mas el pecado no se imputa donde no hay ley''
(Romanos 5:13)

La ley por sí misma no es pecado, pero ciertamente necesita el espíritu para ayudarse. 

Capítulo XV: La gracia oculta en el Antiguo Testamento se manifiesta en el nuevo

La Gracia estaba oculta en el Antiguo Testamento. y se hace manifiesta en el Nuevo Testamento por Cristo. Esto se hace evidente con respecto al decálogo donde aparece el día de la santificación: el sábado. Este no fue preceptuado al pueblo judío inútilmente, porque podría pensarse que incentivaría la pereza, pero la verdad es que el no pecar es parte de la santificación. Esto es el don de Dios mediante el Espíritu Santo. 

De acuerdo con San Agustín, solo en este precepto es que la Gracia queda oculta en el Sábado, pues el sábado era solamente para los judíos y para ese tiempo. Luego, por la pasión de Cristo, por la escisión del velo, la Gracia habría de ser revelada. 

''Pues cuando hubiere llegado a Cristo será quitado el velo''
(Mateo 27:51)

Capítulo XVI: Por qué el Espíritu Santo es llamado dedo de Dios

Es por el espíritu de Dios que somos justificados y es su virtud la que nos hace deleitar y abstenernos del pecado, que a su vez en esto consiste la perfecta felicidad. Y a este espíritu se le llama ''dedo de Dios''.

''Pero si por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros''
(Lucas 11:20)

Este fue el mismo dedo que escribió las Tablas de la Ley escritas por Moisés. Es decir, la llegada del Espíritu Santo ya estaba desde mucho antes y es manifestaría de distintas formas. De hecho, 50 días pasaría desde que Moisés ordenó sacrificar el cordero figurativo hasta que Moisés recibiera las Tablas de la Ley. ¿Por qué es tan importante el número 50? porque significa la llegada del Espíritu Santo. 

Capítulo XVII: Comparación entre la ley mosaica y la ley nueva

Agustín nos dice que si bien hay concordancia entre la ley mosaica y la nueva ley, existe una gran diferencia: que allí donde fue creada la ley, al pueblo le era prohibido ir aduciendo grandes horrores si se iba. Sin embargo, la nueva ley fue escrita por el dedo de Dios y congregó a todas las personas a que formaran parte, y en consecuencia, se dio interiormente en los hombres para que fuesen justificados. 

''y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.''
(Romanos 5:5)

Ese es el sentido que tiene ''el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo'', es decir, que cambia el interior de los corazones de los hombres. 

Por lo tanto, la ley antigua fue hecha para atemorizar al hombre exteriormente, para que cumpla con las obras. Pero la nueva nace desde el mismo hombre para justificarle. 

Capítulo XVIII: La ley vieja fue ministro de la muerte; la ley nueva de la justicia

Se le llama a la ley vieja ministro de la muerte porque fue adicionada en razón de las transgresiones. 

''Entonces, ¿de qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la descendencia a quien fue hecha la promesa, ordenada aquella por medio de ángeles por mano de un mediador''
(Gálatas 3:19)

La ley vieja pasa, pero la nueva permanece, la nueva está con el Espíritu Santo y por eso es justicia. Este último de los ministerios no proviene de los méritos sino que de la Gracia.

Capítulo XIX: La fe cristiana procede del auxilio de la Gracia. Profecía de Jeremías sobre el Nuevo Testamento. La ley. La Gracia.


Agustín analiza el siguiente versículo bíblico:

''He aquí que vienen días en que pactaré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva; no como la alianza que pacté con sus padres el día en que les agarré de la mano para sacarlos del país de Egipto, pues ellos no han perseverado en mi alianza, y yo los deseché, dice el Señor. Pero éste será el pacto que yo concertaré con la casa de Israel: después de aquellos díasyo pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón, y yo constituiré su Dios y ellos constituirán mi pueblo. Y no necesitarán instruirse los unos a los otros, ni el hermano a su hermano, diciendo: "Conoced al Señor", pues todos ellos me conocerán desde el más pequeño al mayor, porque perdonaré su culpa y sus pecados no recordaré más''
(Jeremías 31:31-34)

Este es uno de los pocos versículos donde se habla de una nueva alianza, algo que previene de que se producirá un nuevo pacto. Agustín nos dice que solamente bastarían que el nombre de esa alianza se llamase ''Nuevo Testamento''. El obispo previene que esta no es una ley que se pretenda abolir, sino que más bien cumplir. 

''No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir''
(Mateo 5:17)

Sin embargo, nuevamente, los impíos no están justificados por esta ley, sino que por la Gracia. Una vez dada la Gracia, al mismo tiempo es perfeccionada la fe. La ley fue dada para que la Gracia se buscase; y la Gracia concebida para que la ley se practicase. 

Capítulo XX: La Antigua y la Nueva ley

Una buena pregunta que se plantea es ¿por qué existe una nueva ley si incluso esta nueva cumple la anterior? De acuerdo con Agustín esto es porque los judíos no cumplieron la primera. No perseveraron en la alianza y en consecuencia fueron desechados. Es por esto que ellos han quedado con el Antiguo Testamento que solo se cumple por la ley preceptiva, pero se reaviva con el Espíritu Santo. 

Capítulo XXI: La ley escrita en los corazones

En comparación al antiguo testamento, el nuevo testamento es mucho más espiritual y no tan carnal como su antecesor. Ahora bien, hay ciertas disposiciones que sí deberían respetarse y que calzan con el Nuevo Testamento como:

  1. No adulterarás
  2. No cometerás homicidio
  3. No codiciarás
  4. Cualquiera que se resuma en: amarás al prójimo tanto como a ti mismo

Queda claro que el Antiguo Testamento es aquel que aún permanece adherido a la carne, mientras que el Nuevo al Espíritu. 

Capítulo XXII: La recompensa eterna

Agustín cita el siguiente Salmo:

''Y yo constituiré su Dios y ellos constituirán mi pueblo
(Jeremías 32:38). 

Bueno es a mí el estar unido a mi Dios''
(Salmos 72:28)

Esta es la recompensa, estar unido a Dios. En el Nuevo Testamento también se ve:

''Quien me ama guarda mis mandamientos, y quien me ama será amado de mi Padre, y yo también le amaré y me manifestaré a él''
(Juan 14:21)

Lo contrario sucedería a los impíos:

''Apártese el impío para que no pueda conocer la gloria de Dios''
(Isaías 26:10)

En consecuencia, no solo hay recompensa eterna sino que también podría no mostrarse aquel conocimiento de la gloria de Dios. 

Capítulo XXIII: La reforma que se hace en esta vida, comparada con la perfección de la vida futura

Veamos cuál es el efecto de esta reforma y su perfección en la vida futura. San Agustín explica esta mediante un versículo bíblico:

''Cuando era yo niñohablaba como niño, sentía como niño, razonaba como niño; cuando me he hecho hombre, me he despojado de las niñerías. Y declarando la razón de haber dicho esto, seguidamente añade: Porque ahora vemos por medio de espejo, en enigma; mas entonces, cara a cara. Ahora conozco parcialmente, entonces conoceré plenamente, al modo que yo mismo fui conocido''
(1 Colosenses 13:11-12)

Existe una reforma que se va realizando día a día hasta tener al semejanza con Dios en la vida futura.

Capítulo XXIV: La recompensa propia del nuevo testamento anunciada por el profeta. Cómo todos participarán de esta recompensa. El Apóstol, fogoso defensor de la Gracia. La ley escrita en los corazones y el premio de la eterna contemplación pertenecen al nuevo testamento. Quienes serán mayores y menores en el nuevo entre los bienaventurados

Veamos, en primer lugar, la recompensa propia del Nuevo Testamento a manos del profeta:

''Y yo constituiré su Dios y ellos constituirán mi pueblo y no necesitarán instruirse los unos a los otros, ni el hermano a su hermano, diciendo: ''Conoced al Señor'', pues todos ellos me conocerán, desde el más pequeño al mayor''
(Jeremías 32:38)

De acuerdo a San Agustín, así como a San Pablo se le llamó Doctor, es necesario que a Dios aún en estos tiempos se le diga ''Conoced al Señor''. Claro, el versículo dice que no necesitaremos decirlo, pero sí debemos invocarlo porque como dice el evangelio:

''¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no creyeron? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no oyeron? ¿Y cómo oirán sin haber quien predique?''
(Romanos 10:14)

¿Qué significa aquello de ''me conocerán desde el más pequeño al mayor''? que todos espiritualmente pertenece a la casa de Israel y a la casa de Judá, es decir, a la descendencia de Isaac a la raza de Abraham. 

''En Isaac será llamada tu descendencia. Esto es, no los hijos de la carne ésos son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son contados como descendencia. Que tal fue la palabra de la promesa: "Hacia este tiempo vendré y tendrá Bar a un hijo". Ni sólo esto, sino que también Rebeca, habiendo concebido de uno solo, de Isaac nuestro padre —pues cuando todavía no habían nacido ni hecho cosa buena o mala (para que el designio de Dios, hecho por libre elección, se mantuviese no en virtud de las obras, sino por gracia del que llama)— le fue dicho a ella 'que el mayor servirá al menor' ''
(Romanos 9:7)

Esto quiere confirmar nuevamente que la recompensa se da a ellos por medio de la fe, no por las obras. Por esto se dice ''todavía no habían nacido ni hecho cosa buena'', porque lo que importa no son las obras sino que la fe. 

Sin embargo, no solo los israelitas están llamados a esta recompensa, sino que la raza toda. De ahí que se diga ''Pues todos ellos me conocerán''; todos aquellos que son llamados, predestinados, justificados y glorificados. 

La forma en que se pueden entender menores y mayores es variada, pero en resumen quiere decir ''todos''. Nadie quedará excluido, ni los anteriores ni los posteriores, ni niños o viejos. 

Capítulo XXV: Diferencia entre ambos testamentos

Ahora bien, es cierto que el profeta señala el Nuevo Testamento en su profecía, pero nada dice de la sustitución de los sacrificios entre otros sacrificios contemplados en el Antiguo Testamento. Pero la sustitución se debe dar toda vez que el Nuevo Testamento indica un nuevo paradigma:

''No con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas que son corazones de carne''
(2 Colosenses 3:3)

Por supuesto, las tablas de piedra son una clara referencia al Antiguo Testamento, en cambio las leyes del Nuevo Testamento han sido escritas en los corazones de los hombres. El valor de la fe se perpetúa aún más porque se dice:

''Sin mi nada podéis hacer''
(Juan 15:5)

De ahí que el hombre no se puede ufanar de sus obras, sino que debe ser glorificado por la fe. 

Capítulo XXVI: Cómo debe entenderse el pasaje del Apóstol acerca de los gentiles, según el cual estos cumplen naturalmente la ley y la llevan grabada en sus corazones

San Agustín propone analizar el siguiente versículo del Apóstol acerca de los gentiles:

''cuando los gentiles, que no tienen ley, guiados por la naturaleza, obran los dictámenes de la ley, éstos, sin tener ley, para sí mismos son ley, como quienes muestran tener la obra de la ley escrita en sus corazones''
(Romanos 2:14)


Este pasaje tiene una gran importancia porque pareciera ser que los gentiles, que no conocen la ley, pueden cumplir con ella naturalmente ¿Serán salvos?

Agustín dice que bien podría argüir alguno: 

  • ¿Qué diferencia hay entre los gentiles y los creyentes del Nuevo Testamento? Parece ser que estos hombres son incluso superiores a los creyentes del NT porque no necesitaron recibir la ley, y además lo hacían desde antes, pues lo hacían por naturaleza. ¿Serán los gentiles los mismos creyentes del NT?

Tenemos que ver si esto último es efectivamente cierto. Veamos qué es la fuerza de Dios:

''Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.''
(Romanos 1:16-17)

Luego se habla de aquellos que siendo conocedores de la ley de Dios, fueron impíos por conocerla y no aplicarla. 

''Habrá tribulación y angustia para toda alma humana que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego; pero gloria y honor y paz para todo el que hace lo bueno, al judío, primeramente, y también al griego. Porque en Dios no hay acepción de personas. Pues todos los que han pecado sin la ley, sin la ley también perecerán; y todos los que han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados''

(Romanos 2:9)

Por supuesto que la ira e indignación de la que se habla caerá por sobre los judíos que eran conocedores de la ley, pero cuando el apóstol habla de griegos se refiere justamente a los gentiles. Estos, al cumplir con el evangelio, están justificados de todas maneras. Así se dice:

''Porque no hay distinción. Porque todos pecaron, y se hallan privados de la gloria de Dios, justificados como son gratuitamente por su gracia''
(Romanos 3:24)

''Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley''
(Romanos 3:28)

De este modo, la justificación precede a las obras; la fe precede a las obras para la salvación. 

¿Qué ocurriría con aquellos gentiles que no estuvieron en la llegada de Cristo? Agustín responde con un versículo de Gálatas:

''Porque previendo la Escritura que por la fe justifica Dios a los gentiles, dio de antemano a Abrahán la feliz nueva de que "Bendecidas serán en ti todas las gentes"; para que así, mediante la gracia de esta promesa, se injertase en el olivo el acebuche y se hiciesen los gentiles fieles hijos de Abrahán en la descendencia del mismo Abrahán, que es Jesucristo''
(Gálatas 3:8)

Así, los gentiles tiene las obras de la ley escrita en sus corazones. 


Capítulo XXVII: El cumplir la ley naturalmente es lo mismo que cumplirla según la naturaleza restaurada por la Gracia

Como pudimos comprobar anteriormente, el hombre que cumple la ley naturalmente será justificado tal cual como lo es quien recibe la Gracia. Si alguno no los cumple es simplemente por su culpa. Sin embargo, quien cumple con la ley será justificado.

Capítulo XXVIII: La imagen de Dios no está completamente borrada en el alma de los gentiles. Los pecados veniales.

En los gentiles, la imagen de Dios nunca se borra en sus almas. Puede ser que no tengan aquella imagen de forma completa, incluso puede ser que la tengan de forma muy débil. Los hombres del Antiguo Testamento que solo confiaban en la labor de las obras, tiene la imagen de Dios en sus almas, pero con el Nuevo Testamento se renueva esta imagen, se completa. 

Esta es la caridad de Dios, que se extiende a todos, que nace de una buena intención y de una fe no fingida. Ahora bien, cada pecado que ha sido cometido será castigado en su mérito, pues algunos gentiles habrán sido más píos que otros. 

Capítulo XXIX: La justicia es un don de Dios

De acuerdo con San Agustín de Hipona, en la ley no hay justicia pues:

''Porque si por la ley se alcanzase la justicia, entonces Cristo hubiera muerto en vano''
(Gálatas 2:21)

Agustín insiste que la justicia se alcanza por la fe y si es así, es por Gracia de Dios. 

''que los gentiles, los que no andaban tras la justicia, alcanzaron la justicia; pero la justicia que nace de la fe; Israel, empero, que andaba tras una ley de justicia, no acertó con esa ley. ¿Por qué? Porque no quería justicia nacida de la fe, sino como si fuera fruto de las obras''
(Romanos 9:30)

''Porque Dios es el que obra en nosotros así el querer como el obrar según su beneplácito''
(Filipenses 2:13)

Por este último versículo se prueba que Dios obra en nosotros haciendo que se produzca la justicia, en tal caso, no es el hombre el que hace justicia. 

Capítulo XXX: Si el libre albedrío es destruido por la Gracia

Todo lo contrario, la Gracia se fortalece con el libre albedrío. Esto porque la ley es establecida por la fe. De hecho, ni la ley se puede cumplir si no hay libre albedrío porque es por la ley que se verifica el conocimiento del pecado. Agustín nos muestra la siguiente formula:

  • Por la Gracia, la curación del alma de las heridas del pecado
  • Por la curación del alma, la libertad del libre albedrío
  • Por el libre albedrío, el amor de la justicia
  • Por el amor a la justicia, el cumplimiento de la ley


De este modo, la Gracia sana la voluntad para conseguir que la justicia sea amada libremente. 

Se dice que el libre albedrío es sinónimo de libertad. Pero Agustín dice que si alguien es esclavo del pecado ¿puede jactarse de ser libre? 

''Porque donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad''
(2 Colosenses 3:17)

''Pues quien de otro es vencido, por lo mismo, queda esclavo de quien le venció''
(2 Pedro 2:19)

''Sin mí nada podéis hacer''
(Juan 15:5)


Como hemos visto en otras obras, para Agustín, hacer el bien es hacer realmente uso del libre albedrío. 

Capítulo XXXI: Si la fe esta en nuestro poder

Para contestar esta afirmación debemos analizar en qué consiste el poder de nuestra voluntad. 

En primer lugar, se debe distinguir el querer del poder:

  1. No siempre el que quiere puede, ni el que puede quiere
  2. Queremos lo que no podemos y no queremos lo que podemos

Etimológicamente, querer (velle) se deriva de voluntad (voluntas), así como poder (posse) viene de potestad (potestas). Para que la potencia realice algo primero debe haber voluntad, por lo tanto, el que obra coactivamente no está usando de su potestas. 

En cuanto a la fe, Agustín nos dice que existen dos tipos de fe:

  1. Cuando damos crédito a alguna cosa
  2. Cuando hacemos una promesa

Obviamente, Agustín se refiere a la primera. Creer quiere decir asentir a lo que se dice como verdadero. Como asentir es un acto voluntario y en la voluntad hay potestas, entonces la fe si está en nuestro poder. 

Ahora bien, este poder de creer no es nuestro porque como dice el versículo de Romanos:

''No existe potestad sino de Dios''
(Romanos 13:1)

Sin embargo, este poder de creer fue puesto en nosotros por él.

''¿Qué tienes que no hayas recibido?''
(1 Corintios 4:7)


Por otro lado, aunque si bien está la potestad de Dios, en ninguna parte de las Sagradas Escrituras (SE) se dice ''No existe voluntad sino de Dios'', puesto que la voluntad se encuentra en el hombre y no en Dios. 

Capítulo XXXII: Cual es la fe digna de alabanza

Comprobado lo anterior, esto es:

  • El que quiere cree
  • El que cree tiene voluntad

Sin embargo, es conveniente que no se crea todo. Cuando se habla mal de una persona, no es apropiado creer lo malo que nos dicen sin verificarlo. No hay que creer fácilmente aquello que se dice de un hermano, en cuyo caso es mejor no creer lo malo.

También hay otro modo de entender la fe en cuanto a la creencia. Hay quienes dicen tener fe con respecto a respetar la ley, pero la verdad es que estos hombres tienen miedo de la ley. Lo que enseña el apóstol no es el miedo a la ley, sino el amor a la justicia. Esta es la fe digna de alabanza. 

Capítulo XXXIII: De donde proviene la voluntad de creer

Agustín se pregunta si la voluntad es un don de Dios o si se aplica naturalmente por medio del libre albedrío. 

El problema de concluir que no es un don de Dios podría hacernos caer en contradicción con lo que dijo el apóstol:

''¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?''
(1 Corintios 4:7)

Pero si se dice que es un don de Dios, los impíos podrían excusarse de sus malas acciones. 

''Que es Dios quien obra en nosotros así el querer como el obrar según su beneplácito''
(Filipenses 2:13)

La voluntad es un efecto de la Gracia cuyo fin es que el hombre haga el bien y es difundida por el Espíritu Santo. El origen de este querer está en nuestra voluntad y por eso podemos decir que el querer está en nosotros. Pero es Dios quien pone esta voluntad en el hombre.

Capítulo XXXIV: La voluntad de creer proviene de Dios

Dios obra en el alma hasta la misma voluntad de creer, pero en todas las decisiones de la voluntad también está la misericordia que previene al hombre de cometer el mal. Todo lo que tiene y recibe el alma de Dios lo obtiene. 

Ahora bien, ¿por qué ocurre a veces que un hombre sigue la recta voluntad y otro no? Agustín responde a la pregunta con un versículo:

'' ¡Oh alteza de los tesoros...!''
(Romanos 11:33)

''¿Acaso existe injusticia en Dios?''
(Romanos 9:14)

Así, como no hay injusticia en Dios, no cabe preguntarse por qué a algunos hombres siguen la recta voluntad o no. Todo tiene un orden y ese orden es de Dios. 

Capítulo XXXV: Conclusión de esta obra

Agustín dice a Marcelino que espera haber sintetizado la obra lo mejor posible, dando ejemplo de sus teorías por medio de los versículos bíblicos, y además haciendo justicia contra aquellos enemigos de la fe que serían judíos y gentiles. La conclusión más importante del texto, sería en verdad que el hombre está justificado por la fe.

Capítulo XXXVI: Cuando se cumple perfectamente el precepto de la caridad. Los pecados de ignorancia. Cuál es la justicia sin pecado posible en esta vida. Aunque no se dé en este mundo la perfecta justicia, sin embargo, es posible. 

Alguien podría decir ¿cuándo se cumple perfectamente el precepto de la caridad? Agustín nos cita dos versículos:

''Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; y amarás al prójimo como a ti mismo''
(Mateo 22:37)

Sin embargo, hay veces que pensamos que hacemos lo correcto, que agradamos a Dios pero en los hechos estamos cometiendo pecados. Ciertamente sería muy difícil conocer a Dios, pero mientras más perfeccionemos nuestro entendimiento, más cerca del amor estaremos. 

San Agustín dice esto porque puede pensarse que como un hombre no puede alcanzar nunca el conocimiento perfecto de Dios, entonces estaría libre de pecar excusándose de que su conocimiento no es perfecto, es más, es imperfecto comparado con la otra vida. 

''Si dijéremos que no tenemos pecado, a nosotros mismos nos engañamos y la verdad no está en nosotros''
(Juan 1:8)

''No hay hombre que no peque''
(Romanos 8:46)

No hay hombre que esté exento del pecado absolutamente. Sin embargo, en todo hombre hay un grado de perfección y para alcanzarlo (aunque sea un poco), debe seguir los preceptos. 

''Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir''

(Lucas 6:38)

''Perdonad y series perdonados''

(Mateo 6:14)

Por otro lado, no es imposible para Dios otorgar la Gracia a un hombre enteramente corruptible, y hacerlo, consecuentemente, incorruptible, pues no hay nada en Él que no pueda hacer. 


Conclusión

Realmente, todas las ideas de San Agustín que presenciamos aquí ya están presentes en otras obras; el libre albedrío, el orden y la fe. Sin embargo, este puede ser el gran texto que en un futuro utilizará el reformador Martín Lutero para reivindicar el puesto de la Gracia por sobre las obras. Como podemos ver, no solo todo esto está justificado por la razón sino que también por medio de las Sagradas Escrituras que no pueden faltar en los textos de San Agustín.