Si las Sagradas Escrituras fueran oscuras y ambiguas, entonces ninguno de estos juicios tendrían sentido, y tampoco tendría sentido que Dios diera estas escrituras. Por lo demás, ¿Cómo es posible que Erasmo nos hable con tanta determinación sobre los artículos de fe si las Escrituras son ambiguas?
Erasmo nombra a una serie de filósofos, pensadores y santos que ratifican el Libre Albedrío, pero si las escrituras ya son oscuras ¿cómo van a poder ser estos hombres más claros que las escrituras? por lo demás, si estos hombres no pueden hacerlo, entonces ¿por qué afirman el libre albedrío?
Sin embargo, si bien Erasmo define lo que es el libre albedrío, no explica nada con respecto a ello. Por lo tanto, Lutero explicará cada palabra de la definición de Libre Albedrío.
En primer lugar, el albedrío absoluto no puede ser del hombre que vive bajo el orden del mundo; el albedrío absoluto lo tiene Dios. En consecuencia, al hombre no se le pueden dar características divinas. ¿Tiene el hombre algún albedrío? Lutero nos dice que los hombres tienen un albedrío inconstante o mutable.
Además, cuando decimos ''la fuerza de la voluntad humana'', se quiere señalar la potencia, la facultad o la habilidad de querer o no querer, elegir, despreciar, aprobar y rechazar, y otras acciones volitivas que hubiere.
Hay una cosa que no se entiende el vocablo de ''se aplica'' y ''se aparta''. Lutero diría que se tendría que entender por ello el querer y el no querer, por lo que esa fuerza debería ser una cuestión intermedia entre la voluntad y el hacer.
Otra frase de la definición es ''aquello que conduce a la salvación eterna''. Lutero estima que son las palabras y obras de Dios que san ofrecidas a la voluntad humana para que se aplique a ellas o se aparte de ellas. Mas con 'palabras de Dios' se entiende tanto la ley como el evangelio. Pero decir que es tanto la ley como el evangelio, quiere decir, en la filosofía luterana, que la ley es la obra y el evangelio la fe. En consecuencia, el libre albedrío tiene una dicotomía no solo en el querer y el no querer sino que también en las obras y en la fe.
Entonces ¿dónde estaría la gracia y el Espíritu Santo? la única solución que tienen es darle un carácter divino al libre albedrío, porque querer y no querer es propio de la divinidad, lo que vuelve el concepto aún más confuso.
De hecho, Lutero está más acorde con las opiniones de otros maestros como San Agustín y Pedro Lombardo, quienes decían que el libre albedrío sin la gracia no es nada, o, en el caso de Agustín, solo puede hacer el mal.
La postura de Erasmo, de acuerdo con Lutero, es la más ridícula de todas. Como dice el mismo Lutero: "Ninguno es todos, nada es todo", las piedras también tendrían libre albedrío porque tienen una fuerza que las impulsa hacia abajo o hacia arriba.
Ahora que se analizó la frase, ¿cuáles son los argumentos a favor del Libre Albedrío? Lutero los recopila:
En verdad, a Lutero le molesta que se haya escogido este versículo, pero lo aceptará de todas formas(2). Por lo demás, la escritura en este punto es rara y ambigua, no señala nada en concreto.
''Haz que la luz de tu rostro resplandezca sobre nosotros''
(Salmo 4:6)
En este pasaje se habla del propio rostro de Dios, es decir, de la fe, pero Erasmo lo aplica a la mente, a la razón enceguecida, por lo tanto, está mal interpretado el pasaje.
Por otro lado, Erasmo dice, con respecto a la ley de la naturaleza, que los griegos, escitas y filósofos dieron con la virtud de la divinidad, pero que sin la Gracia no podían ser salvos. Sin embargo, todo esto es contradictorio con la definición que hizo al comienzo, pues en esa definición se afirmaba y se negaba la fe, la obra y la gracia.
Por lo demás, si se acepta que el hombre necesita Gracia para la salvación y luego se habla del libre albedrío, entonces el libre albedrío no podría hacer más que pecar. Esto confirmaría la posición de Lutero, pues el reconocimiento de la Gracia anula el Libre Albedrío.
Ahora bien, se podría reforzar la idea de Erasmo diciendo que existe un querer puro, neutral, que está más allá del bien y el mal. Pero Lutero sostiene que esta idea también es equivocada, pues se dice en las Sagradas Escrituras:
''El que no es conmigo, contra mi es"
(Lucas 11:23)
En efecto, No dice: ''EI que no es conmigo, tampoco es contra mi, sino que es neutral". Si Dios está lejos, Satanás está presente, y en nosotros no hay sino un querer lo malo. Ni Dios ni Satanás permiten que haya en nosotros un mero y puro querer; antes bien, como dijiste correctamente, tras haber perdido la libertad estamos obligados a servir al pecado; esto es, nosotros queremos el pecado y lo malo, decimos el pecado y lo malo, y hacemos el pecado y lo malo.
La Revelación
Lutero sigue analizando el versículo de Eclesiástico anteriormente citado. Una de las frases que forma parte de este versículo y que podría mencionar el libre albedrío es cuando se dice "Y lo dejó en mano de su decisión", pero sobre la base de esta frase no hay ningún mandamiento que nos señale ''esto es el libre albedrío''. Es más, esta frase podría estar más cerca de los del Génesis:
''Hagamos al hombre, que señoree en los peces del mar"
(Génesis 1:26)
Luego se dice: ''Añadió sus mandamientos y preceptos''. Esto se aplica a la decisión y al albedrío del hombre. En ese sentido, Dios limita la libertad del hombre al poner los mandamientos y preceptos.
Posteriormente sigue ''Si quieres guardar sus mandamientos, y conservar perpetuamente una fe grata, ellos te guardarán''. Como se puede ver, esta frase sigue señalando que el hombre está dependiendo de Dios con respecto a las decisiones. En consecuencia, el Eclesiástico se refiere a dos reinos: uno es del hombre como señor del mundo y otro es cuando es siervo del libre albedrío de Dios. Ahora bien, se puede decir que en el mundo inferior, el hombre señorea entre los animales inferiores, pero Lutero nos dice que el hombre no fue libre bajo la ley de Moisés ni tampoco con el papa. Por lo tanto, en ninguno de los dos reinos tiene libertad.
Podría pensarse que la frase ''Si quieres..'' puede mostrarnos algo de libre albedrío. Nada más equivocado que esto; pues lo divino es celestial, lo humano en cambio, terrenal. De ese modo, la necia razón se traiciona a sí misma, revelando que abriga nada más que pensamientos humanos respecto de Dios. Lo que Erasmo quiere decir, de acuerdo con Lutero, es que se quiere transformar la frase ''Si quieres'' en ''Si quisieres, de consiguiente puedes querer libremente", que también es erróneo. Lo que se quiere decir aquí de acuerdo con Lutero es el hombre advertido de su impotencia, que él, ignorante y arrogante como es, no conocería ni percibiría sin estas advertencias divinas.
Mas hablamos aquí no del primer hombre en particular, sino de los hombres en general, aunque poco importa que lo apliques al primero o a cualquiera de los demás. Pues si bien el primer hombre no era impotente ya que le asistía la gracia, sin embargo con este precepto Dios le demuestra con suficiente claridad cuánta sería su impotencia si la gracia no le asistiera.
Otro versículo que supuestamente sustenta el libre albedrío:
''Sujetarás el deseo de cometer el pecado, y lo dominarás''
(Génesis 4:6)
Se puede decir en este pasaje que Lutero quiere mencionar algo que el hombre puede hacer, como si el versículo fuera algo descriptivo. Sin embargo, si el versículo fuera descriptivo en esta parte sería absolutamente inútil. Lo que quiere decir este versículo no es qué puede hacer el hombre sino que lo que debe hacer el hombre. Aquí se atribuye la victoria sobre lo malo a aquello que ni quiere ni ansía lo bueno.
Erasmo pone otro versículo que justificaría el Libre Albedrío:
''Puse ante tu rostro el camino de la vida y el camino de la muerte. Elige lo que es bueno y avanza por él''
(Deuteronomio 30:19)
Para Erasmo, es claro que lo que se requiere del hombre es que escoja entre el bien y el mal, que tenga albedrío. De hecho, Erasmo señala:
"Sería ridículo decir a un hombre parado ante una encrucijada: ves un doble camino; toma por el que quieras, siendo en realidad transitable uno solo de los caminos".
Luego añade: ''Mira, a tu derecha tienes un vino excepcional, y a tu izquierda un veneno; extiende tu mano a lo que quieras". El filósofo cree que Erasmo se está burlando de sus lectores, pues obviamente el hombre sabe qué camino debe elegir.
Lutero nos dice que la idea sigue siendo la misma, es decir, que estos versículos no son descriptivos sino que de enseñanza. Mediante verbos en modo imperativo no se indica más que aquello que debe ser hecho. En cambio, lo que es hecho o lo que puede ser hecho, hay que expresarlo mediante verbos en modo indicativo. El verbo indicativo de ese pasaje es ''Escoge'' que en imperativo se dice de igual manera, pero Lutero nos dice que el verbo está en indicativo.
Las palabras citadas son imperativos, que se limitan a decir qué debía hacerse; pues Moisés no dice: "Tienes la facultad o la fuerza de escoger", sino: "Escoge, guarda, haz". Transmite órdenes en cuanto a lo que se debe hacer, pero no describe la capacidad del hombre de hacerlo.
Las palabras de la Escritura que tú citas son imperativos que no prueban nada ni establecen nada en cuanto a las fuerzas que posee el hombre, sino que prescriben lo que se debe hacer y dejar de hacer.
El Dios oculto
Erasmo nos dice que el libre albedrío está presente en el versículo de Ezequiel:
''No quiero la muerte del pecador, convertíos y volved''
(Ezequiel 33:11)
Parecer ser que en este pasaje, Erasmo nos dice que está en la voluntad de hombre alejarse del camino del mal. Lutero nos dice que del texto de Erasmo, este pasaje lo interpreta así: ''no quiero que cometa un pecado mortal o que llegue a ser un pecador digno de muerte, sino antes bien, que se vuelva del pecado si es que cometió uno, y así viva".
Sin embargo, aunque quisiera decir eso, la frase no aporta nada al concepto de libre albedrío. Lo que quiere decir esta frase es lo siguiente: está hablando del castigo del pecado que el pecador experimenta por su pecado, a saber, del temor ante la muerte, a fin de que el pecador se vuelva más y más, es decir, se vuelva de la pena de muerte a la salvación, y viva, esto es, se sienta bien y goce de una conciencia tranquila.
Con con la palabra "no quiero la muerte del pecador" no se intenta otra cosa que predicar y ofrecer en el mundo la misericordia de Dios, que es aceptada con alegría y gratitud sólo por los afligidos y los atormentados por el temor a la muerte, es decir, por aquellos en quienes la ley ya cumplió su función de llevar al conocimiento del pecado. Aquellos empero que todavía no experimentaron en sí esa función de la ley, que no llegaron al conocimiento del pecado ni sienten temor a la muerte, desprecian la misericordia que se ofrece en esta palabra.
EI profeta habla de la misericordia de Dios que es predicada y ofrecida, no de aquella oculta y venerada voluntad de Dios quien conforme a su propio designio dispone quiénes serán y cómo serán los que según su divino plan han de ser susceptibles a la misericordia predicada y ofrecida, y partícipes de ella. Esta voluntad no debemos tratar de investigarla, sino que debemos adorarla con reverencia, como el secreto más profundamente venerable del majestuoso Dios, reservado a Él solo y puesto fuera de nuestro alcance, mucho más digno de sagrado temor que incontables multitudes de grutas coricianas.
Ahora, la Disquisición de Erasmo se pregunta "¿Deplora acaso el justo Señor la muerte de su pueblo, muerte de la cual él mismo es el autor?" Dios no quiere la muerte (pecado), pero si el hombre muere de todos modos, entonces se entiende que esto estaba en nuestra voluntad. Esta oración no tendría sentido si el hombre estuviera forzado por hacer lo bueno o lo malo.
Pero Lutero nos dice que una cosa es Dios y otra cosa es su voluntad. ¿Podemos conocer la voluntad de Dios? la voluntad de Dios, dice Lutero, no nos interesa. Lutero lo compone en una frase: ''lo que está por encima de nosotros, nada nos importa". En efecto, para Lutero hay un Dios manifiesto y un Dios oculto cuya voluntad no conocemos. De ahí que los creyentes digan ''voluntad de Dios'' o ''los misterios de Dios son insondables''. El Dios oculto en su majestad no deplora ni quita la muerte, sino que obra la vida, la muerte y todo en todos.
Otra cosa de las que se dice en la Disquisición es la siguiente: La necesidad haría inútil todas las promesas, amenazas, demandas, reprensiones, súplicas, bendiciones y maldiciones, tantísimos mandamientos forzosamente quedarán invalidados si nadie tiene la capacidad de guardar lo que se mandó. Lutero insiste en que todas esas cosas son cosas que se deben hacer, imperativas, pero que no tienen nada que ver con el libre albedrío, todo lo contrario, no ayuda a Erasmo a establecer que existe libre albedrío.
Luego, la Disquisición cita el siguiente versículo:
"Jerusalén, Jerusalén, ¿cuántas veces quise juntar a tus hijos, y no quisiste?"
(Mateo 23:37)
Si solamente existiera la necesidad ¿no habría sido plenamente justificado que Jerusalén respondiera al Señor: "¿Por qué te atormentas con lágrimas inútiles? Si no era tu voluntad que prestáramos oídos a los profetas, ¿por qué los enviaste? ¿Por qué nos imputas a nosotros lo que hicimos por necesidad, porque tú así lo querías ?"
Lutero responde lo siguiente: Admitamos por el momento que sea correcto y válido lo que la Disquisición deduce y demuestra aquí. Cabe preguntar sin embargo: ¿qué se demuestra? ¿Acaso la opinión aceptable que afirma que el libre albedrío no es capaz de querer lo bueno? Muy al contrario: se demuestra que la voluntad es libre, incorrupta, capaz de hacer todo lo que los profetas dijeron.
Este Dios al que cita Erasmo (o más bien comprende) es un Dios de carne, no el Dios oculto que refiere Lutero. Este Dios hecho carne, pues, es el que dice aquí: "Yo quise, y tú no quisiste". El Dios hecho carne, digo, fue enviado para esto: para querer, decir, hacer, sufrir, ofrecer a todos todo lo que es necesario para la salvación, aun cuando él mismo sea ofensa para muchísimos que conforme a aquella voluntad secreta de Dios son abandonados a su propia suerte y muchísimos otros que, endurecidos, no aceptan al que quiere, dice, hace y ofrece, como lo expresa Juan con las palabras: "La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron", y "a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron". Y a este Dios hecho carne le es propio llorar, estallar en lamentos y gemir a causa de la perdición de los impíos, a pesar de que sucede conforme al eterno propósito de la voluntad de la Majestad divina que algunos queden abandonados a su propia suerte y rechazados de manera que se pierden. Y a nosotros no nos corresponde preguntar por qué la Majestad hizo esto.
Muchos detractores de esta idea dirán que cada vez que se atrapa en argumentos a los que apoyan la necesidad, justamente emplean esta para invalidar todo. Sin embargo, Lutero nos dice que esto está en las Sagradas Escrituras, se refiere, sobre todo, al Dios oculto:
''¿Por qué, pues, es indagado Dios? ¿Quién puede resistir a su voluntad? Oh hombre, quien eres tú para contender con Dios? ¿O no tiene potestad el alfarero?"
(Isaías 58:2)
Con estas palabras queda suficientemente demostrado que al hombre no le es lícito investigar la voluntad del majestuoso Dios.
La Cuestión de la Recompensa
Una de las frases de la Disquisición es la siguiente:
''Donde se habla de recompensas, no llego a entender cómo puede haber lugar para la simple necesidad. Ni la naturaleza, ni la necesidad tienen un mérito".
Para resolver esta inquietud Lutero explica que El Nuevo Testamento consiste, propiamente hablando, de promesas y exhortaciones, así como el Antiguo Testamento consiste, propiamente hablando, de leyes y amenazas.
Pues en el Nuevo Testamento se predica el evangelio, que no es otra cosa que la palabra en que son ofrecidos el Espíritu y la gracia para la remisión de los pecados lograda en bien nuestro por el Cristo crucificado, y todo esto gratuitamente y por la sola misericordia con que Dios Padre nos favorece a nosotros, seres indignos que merecemos la condenación más que cualquier otra cosa.
A esto siguen las exhortaciones que tienen por objeto incitar a los ya justificados y a los que ya van alcanzado misericordia, a ser activos en producir los frutos del Espíritu y de la justicia que les fue dona da, a practicar el amor mediante buenas obras, y a sobrellevar valientemente la cruz y todas las demás tribulaciones de esta vida.
Este es el resumen de lo que el Nuevo Testamento nos presenta.
El Antiguo Testamento, por su parte, enseña a conocerse a sí mismo a fin de que se dirija con premura hacia las promesas ofrecidas en el Nuevo Testamento.
Un mérito, empero, o una recompensa que se le ofrece a uno, ¿qué es sino una cierta promesa? Sin embargo, con esa promesa no se prueba que nosotros seamos capaces de algo, puesto que con ella no se indica más que esto: que si alguien hubiere hecho esto o aquello, tendrá la recompensa.
La necesidad no tiene ni mérito ni recompensa. Si con esto nos referimos a la necesidad de la obligatoriedad, está bien dicho; pero si nos referimos a la necesidad de la inmutabilidad, está mal dicho. Pues ¿quién daría a un obrero una recompensa, o le atribuiría un mérito, si éste no quiere? Pero donde uno hace volitivamente lo bueno o lo malo, aun cuando por sus propias fuerzas no sea capaz de cambiar esta voluntad, allí natural y necesariamente sigue el premio o el castigo, como está escrito: Pagarás a cada uno conforme a sus obras.
En materia de recompensa entran en consideración o la dignidad o la consecuencia. Si miras a la dignidad, no hay mérito ni recompensa algunos. En efecto: si el libre albedrío por sí mismo no es capaz de querer lo bueno, y si quiere lo bueno sólo por intervención de la gracia (pues hablamos del libre albedrío con exclusión de la gracia y buscamos la fuerza que es propia al uno y a la otra) ¿quién no ve que aquella buena voluntad, aquel mérito y premio corresponden a la gracia solamente?
Con respecto al mérito y la recompensa como intención, si hiciesen lo bueno con intención de obtener el reino de los cielos, jamás lo obtendrían, y antes bien serían contados entre los impíos que con ojo malvado y ávido de ganancia buscan lo suyo incluso en Dios. Los hijos de Dios en cambio hacen lo bueno espontáneamente, sin pedir ninguna retribución. No buscan premio alguno; lo que buscan es solamente la gloria y la voluntad de Dios.
Por otro lado, la Disquisición se expresa de esta manera: "Por sus frutos, dice el Señor, los conoceréis''; a los frutos los llama 'obras', y a éstas, 'nuestras obras'; pero no son nuestras, si todo se hace por necesidad". Pero dime: ¿no llamamos con toda razón 'obras nuestras' a las que, aun sin haberlas hecho personalmente, hemos recibido de otros? ¿Por qué entonces no habrían de llamarse 'obras nuestras' las que Dios nos donó por medio de su Espíritu? ¿O acaso a Cristo no lo podemos llamar 'nuestro Cristo' porque no lo produjimos sino solamente lo recibimos?
Por otra parte, si nosotros somos los productores de lo que se llama 'nuestro', entonces nosotros mismos nos hicimos los ojos, nosotros mismos nos hicimos las manos, y nosotros mismos nos hicimos los pies, a no ser que no se llame 'nuestros' a los ojos, las manos, los pies. Más aún: "¿qué tenemos que no hayamos recibido?" (1 Corintios 1:7)
Como podemos ver, Lutero dice que todo lo que nos rodea nos ha sido dado por Dios. Lo que tenemos aquí es una donación.
Luego, Erasmo, a propósito de los frutos señala el siguiente versículo:
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"
(Lucas 23:24)
¿Cómo excusarlos si no tuviesen la voluntad de hacer lo contrario de lo que están haciendo?
Pero tampoco con esta deducción se prueba ese libre albedrío, incapaz de querer lo bueno, del que estamos hablando aquí, sino aquel otro que lo puede todo, del cual no habla nadie, sino al contrario, que lo niegan todos, con excepción de los pelagianos.
Además, al decir públicamente que ellos no saben lo que hacen, ¿no confirma Cristo al mismo tiempo que ellos son incapaces de querer lo bueno?
Pues ¿cómo puedes querer lo que no sabes? Lo ignorado no es objeto de deseos. ¿Hay una negación más fuerte del libre albedrío que ésta: que el libre albedrío es tan inservible que no sólo no quiere lo bueno, sino ni siquiera sabe cuánto hace de malo y qué es lo bueno?
Otro versículo utilizado es:
"Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios"
(Juan 1:12)
Erasmo la describe diciendo "¿Cómo se les da a ellos la potestad de ser hijos de Dios, si no existe ninguna libertad de nuestra voluntad?"
Lutero nos dice que Juan no habla de ninguna obra hecha por el hombre, ni grande ni pequeña, sino precisamente de esa innovación y transformación del hombre viejo que es un hijo del diablo, en el hombre nuevo que es hijo de Dios. Aquí el hombre desempeña un papel estrictamente pasivo, como se dice; él no hace nada, sino que 'es hecho' en su totalidad. En efecto, Juan habla del 'ser hecho'; dice que 'son hechos hijos de Dios' por la potestad que Dios nos da, no por la fuerza del libre albedrío que se supone nos es innata.
Pero si el libre albedrío tiene el poder de hacer que el hombre sea hijo de Dios, entonces, como se ha dicho anteriormente, se anula la Gracia. La potestad ya ha sido dada a los hombres, no tienen que elegir entre ser hijos de Dios o del diablo.
Posteriormente, Erasmo dice:
''¿O menosprecias las riquezas de su bondad y paciencia y longanimidad? ¿O ignoras que su benignidad te guía al arrepentimiento?''
(Romanos 2:4)
¿Cómo es, dice Erasmo, que se le imputa al hombre el desprecio del mandamiento, siendo que la voluntad no es libre? ¿Cómo puede invitar al arrepentimiento ese mismo Dios que es el causante de la impenitencia? ¿Cómo puede ser justa la condenación cuando el juez obliga a uno a hacer lo malo?
Nuevamente, cuando la Disquisición hace ''opinión aceptable'' que el libre albedrío solo puede hacer lo malo. Eso sería suficiente para responder a todas esas preguntas.
SEGUNDA PARTE
Lutero sostiene que lo
que ha expuesto hasta ahora es suficiente para refutar esa primera parte que
defiende la existencia del libre albedrío. Ahora, Lutero se prepara para
abordar la segunda parte, en la que se rechaza la enseñanza que él y otros
sostienen, la cual afirma que el libre albedrío no existe.
La metáfora "lo que
puede el humo del hombre contra los rayos y truenos de Dios" sugiere la
idea de que la argumentación humana, simbolizada por el humo, es débil e
insignificante en comparación con la verdad divina representada por los rayos y
truenos de Dios. Lutero está expresando la supremacía de la verdad divina sobre
las interpretaciones humanas y sugiere que cualquier intento de refutar la
enseñanza que él defiende será ineficaz frente a la verdad revelada por Dios.
En esta segunda parte, Erasmo utiliza dos pasajes:
''El Señor endureció el corazón del Faraón"
(Éxodo 9:2)
"Amé a Jacob, mas a Esaú lo aborrecí"
(Malaquías 1:2)
En cuanto al primer versículo, Erasmo nos dice que el endurecimiento del señor influyó en el corazón del Faraón. Pero la verdad es que Dios no hace más que endurecer, no es una acción que luego toma por alguna especie de cambio.
Ahora bien, en esta frase se indica algo muy distinto y mucho más grande, algo que va más allá de hacer bien, afligir y castigar, pues no podemos negar que ambos, el hacer bien y el castigar, fueron ensayados en el Faraón con máximo empeño y cuidado. A pesar de todo, el endurecimiento sigue, pues a pesar de las plagas y enfermedades, el faraón sigue en su postura.
Del segundo versículo se hablará en lo sucesivo.
Dios y lo malo
Si es verdad que se habla de un 'endurecer' por parte de Dios si él nos tolera en su benignidad y no nos castiga en el acto, ambas afirmaciones siguen en pie.
- Primero: que pese a todo, el hombre es por necesidad esclavo del pecado; pues si se admitió que el libre albedrío no es en manera alguna capaz de querer lo bueno, no es mejorado en nada por la benignidad del Dios tolerante, sino necesariamente empeorado si no le es dado el Espíritu por el Dios misericordioso. De ahí que por parte nuestra, hasta ahora todo es hecho por necesidad.
- Segundo: que cuando Dios endurece porque así lo quiere en su voluntad inescrutable -como creen que nosotros sostenemos- su crueldad parece ser la misma que cuando tolera al pecador en su benignidad. Pues como Dios ve que el libre albedrío no es capaz de querer lo bueno e incluso empeora por la benignidad del que lo tolera, por esa misma benignidad suya Dios parece ser en extremo cruel y causa la impresión de deleitarse en nuestro infortunio, aunque podría remediarlo si quisiera, y no tolerarlo si quisiera; más aún: si no lo quisiera, no lo podría tolerar.
Sobre la base de esto, Lutero nos dice que el libre albedrío es más una argucia de la razón que de la fe. En efecto, la razón se esfuerza con ardor en excusar a Dios y defender su justicia y bondad. Pero la fe y el Espíritu juzgan de manera distinta: ellos creen que Dios es bueno, aun cuando condenara a todos los hombres.
Por lo demás, ¿puede el libre albedrío resistir el endurecimiento que provoca Dios? efectivamente, la respuesta es negativa.
Ahora, Lutero entra de lleno en el tema de lo malo.
Primero, dice Lutero, aun la Razón y la Disquisición admiten que Dios hace todas las cosas en todos, y que sin él nada es hecho ni nada es eficaz; pues él es omnipotente, y esto, el ser autor único de todas las cosas, corresponde a su omnipotencia, como dice Pablo en su carta a los Efesios. Ahora Satanás y el hombre, caídos en pecado, y abandonados por Dios, ya no son capaces de querer lo bueno, es decir, lo que le place a Dios o lo que Dios quiere, sino que perpetuamente tienen en vista sus propios deseos, de modo que no son capaces de buscar sino lo suyo. Por ende, esta su voluntad y esta su naturaleza, opuesta así a Dios, no es una 'nada'.
Pues ni Satanás ni el hombre pecador son una nada(3), ni tampoco son seres carentes de naturaleza o de voluntad, por más que su naturaleza sea corrupta y apartada de Dios. Aquello pues que llamamos el 'remanente de la naturaleza' en el pecador y en Satanás, por ser creación y obra de Dios está sujeto a la omnipotencia y acción divina no menos que todas las demás creaciones y obras de Dios.
Entonces, siendo así que Dios hace todas las cosas en todos, necesariamente obra también en Satanás y en el pecador. Esto hace ver que cuando Dios obra en los malos y por medio de ellos, por cierto resulta algo malo, y no obstante, Dios no puede obrar mal, aunque haga lo malo por medio de los malos; porque siendo bueno él mismo, no puede hacer lo malo, sin embargo usa a los malos como instrumentos que no pueden eludir el impulso de la potencia divina que los arrastra.
La omnipotencia de Dios hace que el impío no pueda eludir el impulso y la acción de Dios, sino que tenga que obedecerle necesariamente, sometido como está a él. Por otra parte, la pecaminosidad o el ponerse en oposición a Dios hace que no pueda ser movido e impulsado con resultado bueno. Dios no puede poner fuera de acción su omnipotencia porque el impío se halle en oposición a él; éste en cambio no puede cambiar su actitud de opositor. De ahí que peque y yerre perpetua y necesariamente, hasta que sea corregido por el Espíritu de Dios.
En todos estos hombres empero, Satanás hasta ahora reina en paz; y bajo ese impulso de la omnipotencia divina, él sigue en posesión de su palacio sin ser molestado. Mas a esto sigue el proceso del endurecimiento, que se desarrolla de la siguiente manera: el impío (como ya se dijo) al igual que el que lo domina, Satanás, está vertido por entero hacia si mismo y hacia lo suyo, no pregunta por Dios ni da importancia alguna a las cosas que son de Dios; sólo busca sus propias riquezas, su gloria, sus obras, su sabiduría, sus facultades, en fin, su propio reino; y su deseo es disfrutar de todo ello en paz.
Si alguien le resiste o intenta ponerle trabas en el logro de alguna de estas cosas, entonces el mismo espíritu opositor que lo impulsa a buscarlas, lo impulsa también a llenarse de indignación y violenta ira contra su adversario. Y tan imposible le resulta no estallar en ira, como le resulta imposible no codiciar y no buscar lo suyo. Y tan imposible le resulta no codiciar, como le resulta imposible no existir, ya que es una creatura de Dios, si bien viciada.
Este es el tan conocido odio del mundo contra el evangelio de Dios; pues por medio del evangelio viene aquel 'otro más fuerte' cuya intención es derrotar al tranquilo poseedor del palacio, y quien condena estas ambiciones de gloria, riquezas, sabiduría y justicia propia y todo aquello en que el tranquilo poseedor confía. Precisamente en esa irritación de los impíos cuando Dios dice o hace algo contrario a lo que ellos quieren, consiste el endurecimiento y la siempre creciente depravación de ellos.
Así, cuando Dios había resuelto arrebatarle al impío Faraón su tiránico poder, lo irritó y le endureció el corazón en medida siempre creciente atacándolo mediante la palabra de Moisés como si éste quisiera despojarlo de su reino y sustraer al pueblo de Israel de su soberanía, y no dándole, en lo interior, el Espíritu, sino permitiendo que Faraón, en su impía corrupción y dominado por Satanás, montara en cólera, se envalentonara, y furioso, prosiguiera en su actitud con cierta desdeñosa despreocupación.
Por lo tanto, cuando se afirma de Dios que él nos endurece u obra en nosotros lo malo (pues endurecer es hacer lo malo), nadie debe pensar que este obrar viene a ser corno un crear de nuevo en nosotros lo malo, cual si Dios fuera una especie de tabernero maligno que, siendo malo él mismo, vierte o mezcla veneno en un recipiente no malo, acción en la cual el recipiente no desempeña otro papel que el de recibir o sufrir la malignidad del emponzoñador.
Por lo tanto, el endurecimiento de Faraón es efectuado por Dios del modo siguiente: Dios enfrenta a la malicia del Faraón con un factor externo que aquél odia por naturaleza, mientras que en lo interior no cesa de impeler con omnipotente impulso su voluntad hallada esencialmente mala; y Faraón, conforme a la malicia de su voluntad, no puede sino odiar lo que le es adverso, y confiar en sus propias fuerzas. De esta manera se obstina hasta tal punto que ya no oye ni razona, sino que, poseído por Satanás, es victima de un arrebato, como un loco furibundo.
Ahora bien se podría preguntar ¿por qué Dios no detiene el endurecimiento o las actitudes malas del Faraón o de cualquier persona? Lutero nos dice que esto forma parte de la voluntad de Dios la cual, como ya se dijo, es desconocida para nosotros.
Adicionalmente, Lutero añade que todo el asunto del Faraón es un plan tal como lo describen las Sagradas Escrituras
''El Faraón empero no os dejará ir para que ocurran muchas maravillas en Egipto"
"Para esto mismo te levanté, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra"
(Éxodo 3:19)
En este punto, Lutero habla de aquellos que apoyan la Disquisición:
''Por tan estúpidos y mentecatos nos tiene, o por tan poco interesados en el problema como lo es ella misma. Es una costumbre de los chiquillos cubrirse los ojos con las manos cuando tienen miedo o cuando están jugando; creen que porque ellos no ven a nadie, a ellos tampoco se los ve. Así se comporta la Disquisición en todo sentido: incapaz de soportar los rayos, ¡qué digo!, los relámpagos de las tan claras palabras, finge no ver cuál es en verdad el problema, y al mismo tiempo intenta persuadirnos de que tampoco nosotros alcanzamos a ver nada por tener los ojos tapados''
Cambiando de tema, la Disquisición cita el siguiente versículo, con el propósito de hablar de la presciencia:
''¿Quien se resiste a su voluntad, si se compadece del que quiere, si endurece a quien quiere?''
(Carta a los romanos 9:19)
En efecto, Erasmo acepta en este pasaje que los actos del hombre son necesarios y que el libre albedrío no tiene cabida en esta discusión. Sin embargo, Erasmo añade que "Sin embargo, Pablo no resuelve esta cuestión, sino que dice en son de reproche al que así arguye: Oh hombre, ¿quién eres tú para que alterques con Dios ?"
Pero este reproche es justamente para aquellos que cuestionan la necesidad de los actos en el hombre. Lo que quiere decir Pablo es, como se dijo anteriormente, que no se puede conocer la voluntad de Dios con respecto a lo que tiene control. De ahí que se señale:
''Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra"
(Mateo 6:10)
Si se admite la presciencia y omnipotencia de Dios, sigue naturalmente por lógica irrebatible: Nosotros no somos hechos por medio de nosotros mismos, ni vivimos ni hacemos cosa alguna por nosotros mismos, sino que todo esto es obra de la omnipotencia divina.
Sin embargo, para hacer conciliar el libre albedrío y la necesidad, Erasmo dice:
''No toda necesidad excluye la libre voluntad: puede ocurrir a la manera como Dios Padre engendra al Hijo por necesidad, y no obstante lo engendra espontánea y libremente, por cuanto no obra por coacción"
Sabemos que el Padre engendra al Hijo porque quiere, sabemos también que Judas entregó a Cristo porque quiso; pero decimos que ese querer en el mismo Judas tenía que producirse segura e infaliblemente, si Dios lo sabia de antemano.
Es en ese momento en que Lutero explica la necesidad que obliga y la necesidad infalible.
Un ejemplo, debemos entender que estamos hablando de esta última (necesidad infalible), no de la primera; es decir, no disputamos acerca de si Judas fue hecho traidor contra su voluntad o con ella, sino que el punto en discusión es si una vez que Dios había predeterminado el tiempo, tuvo que suceder infaliblemente que Judas de su voluntad entregara a Cristo.
A esto la Disquisición dice:
''Si piensas en la infalible presciencia de Dios, Judas necesariamente tenía que llegar a ser traidor; y no obstante, Judas pudo cambiar su voluntad."
Sin embargo, con lo dicho por Lutero ya sabemos que la voluntad no puede hacer lo bueno, sino que solamente lo malo.
Si Dios sabe de antemano que Judas entregará a Jesús, o que cambiará su voluntad de entregarlo, necesariamente se producirá de estas dos cosas aquella que Dios sabe de antemano; de lo contrario, Dios se engañaría en su presciencia y predicción, lo cual es imposible. Pues esto es el efecto de la necesidad de la consecuencia; esto es, si Dios sabe algo de antemano, ese algo necesariamente se produce. Vale decir que el libre albedrío es una nada. Esta necesidad de la consecuencia no es oscura ni ambigua, de modo que aun cuando padeciesen de ceguera los eruditos de todos los siglos, no obstante se ven obligados a admitirla, dado que es tan evidente y cierta que hasta se la puede palpar con las manos. La necesidad de lo consecuente, en cambio, con que los sofistas se consuelan, no es más que una ficción, diametralmente opuesta a la necesidad de la consecuencia.
Por ejemplo: Tenemos una necesidad de la consecuencia si digo: Dios sabe de antemano que Judas será traidor, por lo tanto ocurrirá segura e infaliblemente que Judas será traidor. Ante esta necesidad y consecuencia, Erasmo pensaría los siguiente: Pero como Judas puede cambiar su voluntad de traicionar, no está dada la necesidad de lo consecuente.
Lutero contesta:
''Cómo concuerda esto: "Judas es capaz de no querer traicionar" y "Es necesario que Judas quiera traicionar"? No son estas dos declaraciones tenidas entre sí y contradictorias? No se lo obligará, dices, a ser traidor contra su voluntad. ¿Qué tiene que ver esto con nuestro problema?
Otro versículo bíblico que aparece en la Disquisición es el siguiente:
''El mayor servirá al menor''
(Génesis 25:23)
Para eludir este pasaje, la Disquisición dice: "Esto no está relacionado propiamente con la salvación del hombre; pues Dios puede querer que el hombre sea un siervo y un pobre, quiéralo o no, y que pese a ello no sea excluido de la salvación eterna".
Parece ser que Erasmo sigue la opinión de Jerónimo:
''Hay cosas que en su propio contexto no son contradictorias, pero para Pablo sí son contradictorias''
Es decir, cuando Pablo echa las bases del dogma cristiano no hace otra cosa que corromper las Escrituras divinas y engañar a las almas de los fieles con una opinión elaborada en su propio cerebro y endilgada violentamente a las Escrituras.
En otras palabras, Erasmo y Jerónimo creen ser la medida de las Sagradas Escrituras.
Por más que este texto de Génesis 25 se interprete como relativo a una servidumbre temporal solamente (lo cual es una interpretación incorrecta), no obstante es aducido por Pablo en forma del todo correcta y eficiente, puesto que el apóstol prueba con este pasaje que cuando se dijo a Sara:
''El mayor servirá al menor', fue "no por los méritos de Jacob o Esaú, sino por EL QUE LLAMA"
(Romanos 9:12)(4)
El menor es el futuro pueblo de Dios. En el pasaje mencionado se hace referencia no solamente a la dominación o servidumbre exterior, sino a todo lo relativo al pueblo de Dios, esto es, la bendición, la palabra, el Espíritu, la promesa de Cristo y el reino eterno, como la Escritura también lo confirma más detalladamente en un pasaje posterior donde describe cómo Jacob es bendecido y obtiene las promesas y el reino.
Posteriormente, la Disquisición habla del siguiente versículo.
''Preferí a Jacob, pero tuve odio por Esaú''
(Malaquías capítulo 1)
Erasmo trata de analizar este pasaje desde tres puntos de vista.
La primera maniobra es ésta: "Si quieres insistir en la letra (dice), Dios no ama del modo que amamos nosotros, ni tampoco aborrece a nadie, puesto que afectos de esta naturaleza no caben en Dios."
Sabemos muy bien, dice Lutero, que Dios no ama o aborrece del modo que lo hacemos nosotros, dado que el amar y aborrecer nuestro está sujeto a cambios, Dios, empero, ama y aborrece conforme a su naturaleza eterna e inmutable; así, accidentes y afectos no caben en él.
Y precisamente por esto, el libre albedrío por fuerza tiene que ser una nada, porque eterno e inmutable es el amor de Dios, y eterno su odio para con los hombres, anterior aun a la creación del mundo, no sólo anterior a cualquier mérito y obra del libre albedrío.
La segunda maniobra consiste en sugerir que "Malaquias parece hablar no de un odio que condena para siempre, sino de una aflicción temporal, puesto que se reprende a los que intentaban restaurar a Edom". También esto se dijo con intención de difamar a Pablo como hombre que hace violencia a las Escrituras.
Es falso que Malaquías esté hablando de un poder temporal. El profeta expone con suficientes y clarísimas palabras qué es su propósito, a saber, recriminar a los israelitas por su ingratitud que se evidenció en el hecho de que pese al amor que Dios les tuvo, ellos por su parte ni lo amaron como Padre ni lo temieron como Señor.
Que realmente los amó, lo prueba tanto con la Escritura como con la práctica, a saber: que a pesar de que Jacob y Esaú eran hermanos, como escribe Moisés en Génesis 25, él sin embargo amó y escogió a Jacob antes de que éste naciera, como se dijo poco antes, a Esaú en cambio, aborreció hasta el punto de convertir su tierra en desolación; y con tanta tenacidad persiste en su odio que aún después de haber hecho retornar a Jacob del cautiverio y haberlo reimplantado en sus anteriores dominios, a los idumeos por su parte no les concede reimplantación; antes bien, aun cuando ellos dijeran que querían volver a edificar lo arruinado, él los amenaza con la destrucción.
Por consiguiente: lo que aquí se reprende no es la temeridad de los idumeos, sino la ingratitud de los hijos de Jacob, quienes no ven qué les confiere Dios a ellos y qué les niega a sus hermanos, los idumeos, por la sola razón de que, éstos los aborrece y a ellos los ama.
La tercera maniobra de la Disquisición es suponer un sentido figurado, conforme al cual Dios ni ama a todos los gentiles ni aborrece a todos los judíos, sino sólo a algunos de entre ambos grupos.
Dice la Disquisición: "Con tal lenguaje figurado se obtiene como resultado que este testimonio no es concluyente para probar la existencia de una necesidad, sino que sirve más bien para reprimir la arrogancia de los judíos"
Luego la misma Disquisición dijo: Dios aborreció a los aún no nacidos porque él sabe de antemano que aquéllos harán cosas dignas de aborrecimiento; de esta manera, el odio de Dios y su amor no afectan para nada la libertad del albedrío.
Finalmente llega a la conclusión de que los judíos fueron cortados merecidamente del olivo a causa de su incredulidad, y los gentiles fueron injertados merecidamente a causa de su fe, conforme al testimonio de Pablo; y a los cortados les infunde la esperanza de ser nuevamente injertados, a los injertados en cambio el temor de ser cortados.
No disputamos acerca de quiénes son creyentes y quiénes no, quiénes son judíos y quiénes gentiles, qué sigue para los que creen y para los que no creen; esto le incumbe al que exhorta. Antes bien, el tema de nuestra disputación es: a raíz de qué mérito, de qué obra llegan ellos a la fe por la cual son injertados, o a la incredulidad por la cual son cortados; esto le incumbe al que enseña.
Pablo enseña que ello ocurre no por obra alguna de parte nuestra, sino por el solo amor y aborrecimiento de Dios; pero a quienes les ocurrió, los exhorta a ser perseverantes para que no sean cortados. La exhortación empero no prueba de qué somos capaces, sino qué es nuestro deber.
Ahora, la Disquisición continúa citando pasajes:
"Dice acaso el barro al que lo labra: ¿qué haces?"
(Isaías 45:9)
"Como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en la mano mía"
(Jeremías 18:6)
La Disquisición nos dice la palabra de Pablo comparada con la de los profetas es muy superior, pues los profetas refieren sus palabras a una cuestión temporal, mientras que Pablo lo hace desde el punto de vista eterno.
De acuerdo con Lutero, este no es el caso, pero admitamos que los profetas estén hablando ante todo de una aflicción temporal, sin embargo, Pablo usa estos pasajes según su propio criterio como pruebas en contra del libre albedrío. Lutero señala que ya en toda la explicación sobre el libre albedrío, ya estaría también el caso del alfarero.
TERCERA PARTE
En esta parte, la Disquisición trata de refutar cada versículo que ha utilizado Lutero para atacar al Libre Albedrío.
"No permanecerá mi espíritu en el hombre, porque éste es carne"
(Génesis 9:3)
''Mi espíritu no juzgará para siempre a estos hombres, que son carnales''
(Génesis 9:3)
En primer lugar, la Disquisición dice que 'carne' significa aquí no una inclinación malvada, sino 'debilidad'. Luego agrega al texto de Moisés la afirmación: lo dicho por Moisés se refiere a los hombres de aquel tiempo, no a todo el género humano; de ahí la expresión de Moisés: 'en estos hombres'. Tampoco se refiere a todos los hombres de aquel tiempo, ya que queda exceptuado Noé. Y por último, arguye la Disquisición, en hebreo ese texto suena distinto: habla de la clemencia de Dios, no de su severidad; con esta, la Disquisición sigue las indicaciones de Jerónimo, tratando quizá de hacernos creer que, como el dicho aquel se refiere no a Noé, sino a sus depravados coetáneos, lo pertinente a Noé no es la clemencia de Dios, sino su severidad, y en cambio, lo pertinente a los impíos es la clemencia, y no la severidad.
Sin embargo, para Lutero, la vinculación del Espíritu y la indignación es difícil. Para esto tendría que dar dos pruebas que no puede dar. Primero, no puede aducir un solo texto bíblico donde 'espíritu de Dios' se tome en el sentido de 'indignación', ya que, muy al contrario, en todas partes se le atribuye al espíritu benignidad y amabilidad.
Además, aun en el caso de que pudiera probar que en alguna parte, 'espíritu' es tomado en el sentido de 'indignación', sin embargo no podría probar sin más ni más que de ello sigue necesariamente que también en el pasaje de Génesis 6 deba entenderse así. De igual manera puede pretender que 'carne' admite el significado de 'debilidad'; no obstante, tampoco con esto se prueba nada.
Pues cuando Pablo llama 'carnales' a los cristianos de Corinto, por cierto no quiere señalar con ello una debilidad, sino un pecado, ya que los acusa de sectarismo y partidismo, lo cual no es una debilidad o una incapacidad de entender una enseñanza más sólida, sino una maldad y una vieja levadura que el apóstol manda echar fuera.
El pasaje de Moisés debe entenderse, pues, de la siguiente manera: Mi espíritu, que está en Noé y en otros hombres santos, censura a aquellos impíos mediante la palabra predicada y mediante la vida de los fieles (pues 'juzgar entre los hombres' es actuar entre ellos con el oficio de la palabra, censurar, increpar, instar, a tiempo y fuera de tiempo), pero todo es en vano; pues aquéllos están enceguecidos y endurecidos por la carne y empeoran tanto más cuanto más se los juzga, como sucede siempre que la palabra de Dios llega a este mundo: cuanto más se instruye en ella a los hombres, tanto más males se hacen.
Ahora bien: como los hombres son carne, según el testimonio del propio Dios, sólo son capaces de conocer (inclinaciones carnales; por lo tanto, el libre albedrío sólo puede tener capacidad) para pecar.
''Lo que es nacido de la carne, carne es"
(Juan 3:19)
Sepa pues el cristiano que Orígenes y Jerónimo y todos sus partidarios yerran peligrosamente al negar que en estos textos, 'carne' tiene el significado de 'inclinación malvada'. Pues también aquel pasaje de Corintios 3: "Aún sois carnales" se refiere a la maldad. En efecto: Pablo quiere decir por una parte que en la iglesia de Corinto aún hay malos, y por la otra, que los fieles, en cuanto que tienen inclinaciones carnales, son carnales a pesar de haber sido hechos justos por el espíritu.
En cambio, donde se habla de carne en sentido absoluto, has de saber que se hace referencia a la condición y naturaleza del cuerpo, como en los textos siguientes: "Serán dos en una sola carne"; "Mi carne verdaderamente es comida"; "EI Verbo fue hecho carne". En estos pasajes, dejando aparte el hebraísmo, podrías decir 'cuerpo' en lugar de 'carne'; pues el idioma hebreo expresa con el vocablo único 'Carne' lo que nosotros expresamos con los dos vocablos 'carne' y 'cuerpo'.
A continuación, la Disquisición habla sobre los siguientes pasajes:
"El intento y el pensamiento del corazón humano están inclinados hacia lo malo desde su juventud"
(Génesis 8:21)
"Todo el pensar del corazón humano continuamente
está dirigido hacia lo malo"
(Génesis 6:5)
La Disquisición dice: ''La inclinación hacia lo malo, que se halla en la mayoría de los hombres, no quita del todo la libertad del albedrío'' La pregunta de Lutero es ¿Habla Dios de la mayoría de los hombres, o no habla más bien de todos, cuando después del diluvio promete a los hombres restantes y futuros, como si estuviera arrepentido, que él no volvería a desatar otro diluvio por causa del hombre?
Tanto antes del diluvio como después de él, Dios afirma que los hombres son malos, de modo que lo que dice la Disquisición respecto de una 'mayoría' carece de fundamento. Por lo demás, el versículo dice que el hombre es totalmente malo, no simplemente inclinado a lo malo.
Luego la Disquisición se refiere a otro versículo:
''Recibió de la mano del Señor el doble por todos sus pecados"
(Isaías 40:2)
La Disquisición interpreta esto como una referencia al castigo divino, no como referencia a la gracia con que Dios retribuye a los hombres por sus maldades. Esta interpretación esta basada en el criterio de Jerónimo.
Lutero pregunta ¿Dónde quedó aquella promesa conforme a la cual convinimos en ceñirnos a las Escrituras mismas, y no a los comentarios que de ellas hicieron los hombres? Todo este capítulo de Isaías habla de la remisión de los pecados anunciada por medio del evangelio: así lo atestiguan los evangelistas al decir que "la voz del que clama" es una referencia a Juan Bautista.
Isaías anuncia que la milicia del 'pueblo de la ley', por cuanto ellos estaban atormentados por esa ley como por una carga insoportable según el testimonio de Pedro en Hechos 15, que esa milicia habrá de acabar y que los así liberados de la ley habrán de ser trasladados a la nueva milicia del espíritu.
Lo que quiere decir, además, es que no sólo se incluye el perdón de los pecados, sino también la finalización de la milicia, lo cual no es ni más ni menos que lo siguiente: anulada la ley que era el poder del pecado, y perdonado el pecado que era el aguijón de la muerte, ellos reinarían en doble libertad a consecuencia de la victoria de Jesucristo.
Otro de los versículos utilizados es el siguiente:
''Donde abunda el pecado, sobreabundó la Gracia''
(Romanos 5:20)
La Disquisición dice: Aun cuando por medio de la ley, el pecado abunde, y donde abunda el pecado, abunde también la gracia, sin embargo, de esto no sigue que el hombre, secundado por la ayuda de Dios, no haya podido disponerse de antemano mediante obras moralmente buenas para merecer el favor divino, aun antes de que la gracia lo hiciera aceptable.
Sin embargo, Lutero pregunta Si por medio de la ley abunda el pecado, ¿cómo es posible que el hombre mediante obras morales pueda disponerse de antemano a si mismo para el favor divino? Si para esto no le aprovecha la ley, ¿cómo lo harán las obras? ¿O qué es aquello de que por medio de la ley abunda el pecado? ¿No significa acaso que las obras hechas conforme a la ley son pecados?
Luego, siguiendo son Isaías:
''Toda carne es hierba y toda su gloria como flor de la hierba. Secóse la hierba y marchitóse la flor de la hierba, porque el espíritu del Señor sopló en ella"
(Isaías 40:6)
"El pueblo" dice él, "es la hierba". Mas 'el pueblo' no es meramente carne o la débil condición de la naturaleza humana, sino que inc1uye todo lo que hay en el pueblo, a saber, ricos, sabios, justos, santos, a no ser que en el 'pueblo judío' no estén incluidos los fariseos, los ancianos, los príncipes, la aristocracia, los ricos, etc. A la gloria se la llama con toda razón 'flor de la hierba', a saber, por cuanto los judíos se gloriaban de su reino, de su gobierno, y ante todo de la ley, de Dios, de la justicia y de la sabiduría, como lo hace notar Pablo en los capítulos 2, 3 y 9 de la carta a los Romanos.
Por lo tanto: Si Isaías dice 'toda carne', esto no es otra cosa que 'toda la hierba' o 'todo el pueblo'. Pues no dice simplemente 'carne', sino 'toda carne'.
Luego la Disquisición cita el siguiente artículo de Jeremías:
"Yo sé, oh Señor, que el hombre no es dueño de su camino, ni nadie es dueño de decidir cómo ha de andar y cómo ordenar sus pasos"
(Jeremías 10:23)
Este texto, dice la Disquisión, apunta más al resultado de faustos acontecimientos que a las facultades(5) del libre albedrío.
El profeta, al ver lo inútil de sus serios esfuerzos por enseñar a los impíos, se da cuenta al mismo tiempo de que su propia palabra es del todo ineficaz si Dios no actúa como maestro en el interior del hombre, y de que por lo tanto no está en las manos del hombre el oír ni el querer lo bueno.
Habiendo notado esto, y aterrado por el juicio de Dios, el profeta ruega al Señor que lo corrija en su juicio, si es que hace falta tal corrección, y que no sea entregado bajo la ira divina juntamente con los impíos a quienes Dios deja endurecerse y permanecer incrédulos.
Luego añade la Disquisición
"Si quieres aplicar esto a toda costa al libre albedrío, cualquiera admitirá que sin la gracia de Dios nadie puede mantener derecho el curso de su vida; sin embargo, esto no quita que sigamos insistiendo en la medida de nuestras fuerzas, porque oramos diariamente: 'Dirige, Señor, Dios mío, mi camino ante tu presencia'; quien solicita ayuda, no cesa en su esfuerzo"
Sin embargo, el que ora, ora por medio del Espíritu; más aún: el Espíritu mismo ora en nosotros. ¿Cómo sucede entonces que mediante el esfuerzo del Espíritu Santo se prueba el poder del libre albedrío? ¿Querrá decir la Disquisición que el libre albedrío y el Espíritu Santo son una y la misma cosa? ¿o acaso estamos discutiendo ahora el alcance del poder del Espíritu? Por lo tanto, la Disquisición tiene que dejar intacto e invicto el mencionado pasaje de Jeremías, y sólo puede agregar esta glosa de su propia invención: "Nosotros también nos empeñamos con nuestras fuerzas".
Luego cita la Disquisición:
''Cosa del hombre es disponer el corazón, cosa de Dios, empero, gobernar la lengua"
(Proverbios 16:1)
Dado que los resultados de las cosas no están en nuestras manos, como afirmas tú, ¿cómo es que es cosa del hombre llevar a cabo las cosas?
Finalmente, está uno delos versículos que más apoya la tesis de Lutero, al cual Erasmo considera ''El dardo de Aquiles''
"Sin mí nada podéis hacer''
(Juan 15:5)
Erasmo nos dice que ''nada'' es lo mismo que decir ''poco'' o ''imperfecto''. Esto daría chance para decir que algo se puede hacer, si es que es poco lo que se puede hacer, entendiendo que ''nada'' es poco. Pero Lutero contrapone un problema en esa interpretación:
¿Qué pasaría en los siguientes casos ? por ejemplo: "sin él nada ha sido hecho" es igual a 'sin él poco ha sido hecho'. O: "Dijo el necio en su corazón: no hay Dios" es igual a 'Dios es imperfecto'. O: "Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos" es igual a: 'en escasa medida nos hicimos'. ¿Quién enumerará los textos bíblicos en que aparecen las palabras 'nada' y 'no'?
Convertir ''nada'' en ''algo'' es absolutamente contradictorio. En consecuencia, para dar coherencia e interpretar correctamente el espíritu de las Sagradas Escrituras, es necesario decir que la palabra ''nada'' debe interpretarse en su sentido natural y obvio.
Además, Erasmo está omitiendo cómo continúa el versículo de Juan:
"El que no permanece en mí será echado fuera como pámpano, y se secará; y lo recogen y lo echan en el fuego y arderá"
(Juan 15:6)
En este pasaje, Cristo mismo como intérprete de su parábola del pámpano y la vid deja sentado con suficiente claridad qué quiere decir con la palabra 'nada', a saber, que el hombre que no está unido a Cristo, es echado fuera y se seca. Pero esto de ser echado fuera y secarse, ¿qué otra cosa puede significar sino ser entregado al diablo y llegar a ser cada día peor?
Llegar a ser peor, sin embargo, no es ser capaz de algo o esforzarse por algo. El pámpano que se va secando, más se convierte en material para el fuego cuanto más se seca. Si Cristo mismo no hubiese ampliado y aplicado esta parábola de esta manera, nadie habría osado ampliarla y aplicarla así. Consta pues que el término 'nada' que aparece en este pasaje debe ser tornado propiamente, en el sentido natural que el vocablo tiene.
CUARTA PARTE
En este punto, Lutero nos recuerda las palabras de San Pablo con respecto a las obras y la ley.
"Por las obras de la ley ninguna carne será justificada"
(Romanos 3:20)
¿Y qué significa esto? Significa que aquéllos se empeñan en hacer las obras de la ley sin tener el Espíritu, por cuanto son carne, es decir, impíos y desconocedores de Dios, hombres a quienes las obras no aprovechan para nada.
"Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley"
(Romanos 3:21)
"Por medio de la ley es que se conoce el pecado"
(Romanos 3:20)
Con esto demuestra en qué medida y hasta qué punto es de provecho la ley: tan ciego es el libre albedrío por sí solo, que ni siquiera sabe lo que es pecado, sino que necesita de la ley para que se lo enseñe. Pero quien no sabe lo que es pecado, ¿qué esfuerzos podrá hacer para
apartar el pecado? Ninguno; porque de lo que es pecado, pensará que no lo es, y lo que no es pecado, lo considerará pecaminoso.
La Disquisición decía:
"Si no somos capaces de nada, ¿a qué vienen tantas leyes y preceptos, tantas amenazas y promesas?".
Aquí Pablo da la contestación:
"Por la ley es que se conoce el pecado"
Otro versículo dice:
"Todos pecaron y carecen de la gloria de Dios, y no hay diferencia alguna"
(Romanos 3:23)
Muéstrame, dice Lutero, a uno que obre a impulsos de su libre albedrío y dime si con aquel esfuerzo suyo también peca. Si no peca, ¿por qué Pablo no lo exceptúa, sino que lo incluye sin hacer distinción? Ciertamente, el que dice 'todos' no excluye a nadie, en ningún lugar, en ningún tiempo, en ninguna obra, en ningún empeño. Pues si excluyeras a un hombre en razón de un empeño o una obra cualesquiera, harías de Pablo un falso maestro; porque también el que hace obras y esfuerzos a impulsos del libre albedrío, es contado y figura entre los 'todos', cuando en realidad, Pablo debía haberlo tratado con el debido respeto y no lo debía haber inc1uido tan despreocupada y generalmente entre los pecadores.
Pero luego dice la Disquisición "Si no existe libertad del albedrío, ¿dónde hay lugar para méritos? Si no hay lugar para méritos, ¿dónde lo hay para premios? Si uno puede ser justificado sin contar con méritos propios, ¿a quién se le podrá imputar algo?"
La respuesta de Pablo a esto es: No hay mérito alguno, sino que todos cuantos son justificados, lo son gratuitamente; y esta justificación no se puede imputar a nadie sino a la gracia de Dios. Pero una vez que se le ha donado al hombre la justicia, al mismo tiempo se le ha donado también el reino de los cielos y la vida eterna. ¿Dónde está ahora el esfuerzo y la aspiración? ¿Dónde están las obras, y dónde los méritos del libre albedrío? ¿Qué utilidad prestan? No puedes quejarte de que aquí haya oscuridad y ambigüedad; los hechos tanto como las palabras son enteramente claros y sencillos. Pues, aun cuando fuese verdad que ellos asignan al libre albedrío lo menos posible, sin embargo enseñan que con este mínimo podemos alcanzar la justicia y la gracia.
En efecto, el problema: ¿por qué Dios justifica a uno, y a otro lo deja abandonado a su suerte? resuelven precisamente de esta manera: estableciendo la libertad del albedrío, a saber, que uno se esforzó, y el otro no se esforzó, y que a raíz de este esfuerzo, Dios mira con benevolencia al uno, y al otro lo desprecia, para no ser injusto al proceder en otra forma. Y a pesar de que en sus palabras y escritos pretextan que ellos no intentan alcanzar la gracia por medio del mérito condigno, y aunque tampoco usan la expresión 'mérito condigno', sin embargo nos engañan con su vocabulario y no obstante no ceden un palmo en lo que es la cuestión de fondo.
Pues ¿acaso los excusa el hecho de que no lo llamen 'condigno' al mérito, cuando en realidad le atribuyen todo lo que está incluido en el mérito 'condigno', es decir, que alcanza gracia de parte de Dios quien se esfuerza, y que quien no se esfuerza, no la alcanza? ¿No es esto a todas luces algo que corresponde al 'mérito condigno'? ¿No lo presentan a Dios como a uno que hace acepción de obras, méritos y personas al decir que el uno carece de la gracia por su propia culpa, puesto que no se esforzó, y que el otro en cambio, por el hecho de haberse esforzado, obtiene la gracia, la cual no obtendría si no se hubiese esforzado? Si esto no es un 'mérito condigno', me gustaría que me enseñasen ¿qué se puede llamar entonces un 'mérito condigno'.
Conclusión
Es una obra magnífica. Es uno de los primeros hombres que niega el libre albedrío de forma tan sistemática, aunque de todas formas nos señala a quienes ya lo habían pensado anteriormente. Esta es una discusión que genera muchos debates no solo en el plano religioso sino que también en lo filosófico, la libertad o el destino, para Lutero nos queda claro que es Dios quien guía nuestros actos y que nosotros no tenemos un libre albedrío. Lutero no solo se encarga de refutar el concepto, sino que también ponerse en el lugar de aquellos que lo apoyan. Sin embargo, este no ha sido el final de la discusión. Nos queda que Erasmo publique otra obra que responderá a la teoría de Martín Lutero.